martes, 28 de octubre de 2008

El eufemismo de la doble moneda.

Nuestro adulterio monetario es más complicado. La moneda oficial,la que nos “representa”, cede cada día, se encoge,se va de escena,y la “amante monetaria”, aunque no reza...como la “oficial”,sí lo es.

Félix Sánchez(*) - Para Kaos en la Red

Tener una doble moneda, dicho así, con el sustantivo moneda simplemente calzado por un adjetivo que la reitera, parece cosa menor y cuando menos positiva. Tener algo doble no es malo, en nuestra sicología eso funciona así. Duplicación es exceso, repetición, ventaja. Así que no está mal que donde los demás tengan una nosotros tengamos dos. Bien mirado el asunto debiera significarnos hasta loas y orgullos. ¿Por qué no una guaracha cantando algo así como tú vez, tú vez, tú tienes una sola y yo tengo dos…? Para nuestro chovinismo sería sencillamente fabuloso.
Tal vez exagero, tal vez la gente se da cuenta de que no es para tanto. Pero tampoco se da cuenta, de que tras ese eufemismo, se encuentra otra verdad. No se trata el problema de tener doble moneda sino de la relación entre estas y del valor real de una y otra. Ahí empieza la película (y con lenguaje de adultos). Porque si la extra fuera verdaderamente anexo tampoco habría mucho problema. Yo tengo la mía, la original, y me doy el lujo de una anexa. Bueno, eso no es muy serio tampoco. El problema es mayor, mucho mayor. Y como problema, pues es muy bien silenciado por el eufemismo y por nuestros comentaristas económicos, muy ocupados en calar el resto del mundo (dignos ya de ser premiados en la categoría de habilidades en la cuerda floja en cualquier evento circense).
Cuando el marido tiene una amante, a la que dedica media hora al día, la gente dice que tiene “dos mujeres”, pero es una exageración. El tiene su mujer oficial, a la que dedica casa, salario, tiempo, vínculo de hijos, representa. Por lo que eso de “dos mujeres” es casi un invento de las queridas para esconder su carácter de mujer anexa, colateral.
Otro tanto sucede con nuestras dos monedas. Pero el problema es mayor, porque la que parece principal aquí, el peso cubano, es realmente el anexo. De modo que no le queda ni el orgullo de decir como la esposa burlada: “Está bien, se acuesta con ella en los rincones por ahí, pero yo soy su esposa oficial, a la que representa y da todo”. La esposa burlada, tiene ese gran consuelo, en el plano espiritual ella es la triunfadora, la otra apenas le saca un mordisco, un regalito a escondidas. De eso modo se ha tejido la estrategia femenina para enfrenar el adulterio sexual.
Nuestro adulterio monetario es más complicado. La moneda oficial, la que nos “representa”, cede cada día, se encoge, se va de escena, y la “amante monetaria”, aunque no reza en los papeles notariales como la “oficial”, sí lo es. Al extremo que no se explica ya si algo es en moneda colateral (“esto es en CUC”) sino que se explica a la inversa (“esto es en MN”), lo que pasa por excepción y digno de explicación aquello que debió ser regla innecesaria de aclarar. Como si el marido cariduro al llegar ante los amigos se viera impelido a decir: “Esta es mi mujer oficial”. Cuando uno lee cosas así: “Hubo venta de discos en MN”, se le sube el orgullo patrio hasta la gorra (en caso de tener gorra, porque las gorras, en este país de sol verticalísimo, solo se venden por… la moneda adicional).
Y para colmo la otra moneda es incluso “moneda dura”, “fuerte”. Otra humillación más porque la tuya entonces es la “débil” y “blanda”. Y tener una moneda debilucha y fofa, con la imagen de sus grandes mártires mirándonos desde ella, debe ser traumático para cualquiera. Si los sicólogos y sociólogos nuestros se pusieran a analizar cuánto significa para la autoestima nacional eso de tener una monead devaluada, despectivada, ya se habría armado un escándalo. Pero no. Somos tan organizados y planificados que los escándalos deben ser planificados también. A menos que alguien los convoque, los sicólogos y sociólogos cubanos saben bien que ese es un tema para callar. ¿Y esa costumbre de la gente de seguir diciendo que este producto cuesta tanto y más cuanto “dólares” en lugares de CUC? Para la sicología de la gente, para su lenguaje (tan importante dentro de la identidad) seguimos comprando en dólares.
¿Está el problema verdaderamente en tener una doble moneda? No. El problema está en que entre una y otra haya un trecho matemático de 25 veces, y se te pague en la de menor valor y se te venda una grandísima parte de lo que necesitas en la de mayor, lo que constituye extorsión hablando castellanamente. Y nosotros, cuando ha hecho falta, sabemos ver eso, la maquinación, el timo. Una legión de economistas e ideólogos arremetieron en su momento, y después, con aquel sistema de pago con chapas que se empleó en algunos sitios del país neocolonial. Relación de la moneda débil con la fuerte, una para el salario y otra para las tiendas, es ahí donde empieza el pollo del arroz con pollo (por cierto, que pollos lindos, congelados, completos, con barriguita a la que poder colocar aceitunas dentro, solo se venden en la otra, una aclaración).
He hecho un estudio visual de las CADECA. Largas colas de gente para comprar CUC y casi nadie para venderlos. ¿Qué recaudan allí y en las tiendas entonces: divisa o moneda nacional de manera indirecta? Porque si esos miles que salen de la CADECA para entrar a las tiendas recaudadoras de divisas (una entrada obligada si no eres un ave de corral y crees que aunque pases hambre hay que adquirir detergente, shampoo, desodorante, jabón, pasta dental, perfume, maquinillas de afeitar), lo que dejan allí es una moneda que acabaron de comprar en la CADECA, ¿Qué se esta recaudando realmente? No sé las estadísticas de las TRD y las CADECA, como casi nadie las sabe, porque en los balances de nuestra Economía y en las tablas de nuestra oficina de estadísticas eso no cuenta, no aparece la doble moneda por ninguna parte. Vacío que se resuelve con una inteligente explicación: “Indicadores seleccionados”. Así, abiertamente, te dicen sin rodeos: “Te vas a enterar de la porción de verdad que nosotros hemos seleccionado”. De ese modo se puede hablar bien hasta de un cadáver. “Indicadores seleccionados del paciente de la cama 8”. El tiene un cáncer terminal de colon, pero los “Indicadores seleccionados” pueden resolver eso reflejando: estado de ánimo, color de las uñas, gusto por la malta, apetito, memoria, visión del ojo derecho, ausencia de tos, etc., etc., de modo que unos familiares bobos puedan ser felices a los pies de la cama, mientras llega el desenlace.
Una solución posible a la autoestima monetaria podría ser: bueno, yo cobro en esta y me quedo con esta y no le voy a hacer caso a la otra, voy a tener una filiación monetaria de corte nacionalista, viviré con mi moneda paralelamente a la otra y su imperio. Bien, eso sería posible: en la otra, moneda colateral, se venden cosas colaterales, de manera que yo me concentro en lo necesario para vivir, y ya. No padezco la humillación.
Esta es una estrategia de consuelo, pero estrategia al fin. Así lo ha divulgado muchas veces el Estado: con la moneda nacional se adquiere lo esencial, el Estado no te empuja a que tu vayas a la CADECA, lo haces por tus deseos primermundistas de “consumir” natilla, mayonesa, gelatina, sazonador, vino tinto, galletitas de chocolate, un perfume caro, salchichas, un chiclet, refresco de latica, cosas no “esenciales” porque lo esencial lo recibes en la llamada “canasta básica”, a precios subsidiados.
El Estado lo dice una y otra vez, y como nadie hace un buen listado (eso no está entre los “Indicadores seleccionados”), pues se esconde allí, impunemente, la realidad de que no solo con CUC viajas al primer mundo sino que adquieres cosas tan imprescindibles, y no a la venta en tu moneda blanda, como medias para hombres, sombrilla, colcha, calzoncillos, bloomers, pantalón, tubos de luz fría, vasos, llaves de agua, escobas, ajustadores, pintura, chancletas de baño, cuchillo de cocina, abrigo, etc). No, queridos sicólogos y sociólogos que aceptan esa colateralidad, tampoco es posible tal terapia, porque cualquier estudio arrojaría que una gran parte de los alimentos y casi el 100% de lo que necesitas en cuanto a vestuario, calzado, aseo personal, útiles del hogar, todo eso que requerirías consumir como ciudadano del siglo XXI no lo encuentras en la moneda tuya, la “débil”, “la blanda”, la “nacional”.
Cuando los 400 pesos del salario medio cubano pueden convertirse en una CADECA en 16 humildes CUC, hay razón para creer que lo de la doble moneda no es un asunto simple de dualidad. Aquí tienen los especialistas que hurgan y explican el alma humana para darse gusto también. En la sicología de la gente el número 400 es un número grande, y como ningún estudioso ayuda a la gente a entender que su salario de 400, con todo y sus dos ceros, es una nimiedad, pues no es raro oír a la gente diciendo: “Oye, ¿sabe cuánto gana? Cuatrocientos pesos”. Y en ese momento la sicología humana no hace la conversión. ¿Solo por tradición? No, porque además la prensa, auxiliar efectivísima, irradia esa falsa satisfacción. Se sube el salario y todos los medios lo alaban, no dicen nada de su magnitud real, que pasa por la obligada conversión. Si alguna vez se hace esa conversión (por algún aficionado a las matemáticas, alguien de afuera, al que rápidamente se desacredita), aparece entonces el recurso de negar que 400 pesos son 16 CUC. Sí, que tú ganas 400 pesos es verdad, pero no ganas 16 CUC. No los ganas aunque en la taquilla de CADECA, una vez les pongas delante los 400 pesos, te devuelvan los 16 CUC. Se trata de una explicación mágica: lo que es no es.
¿Negación obstinada a toda conversión? No, no seamos radicales. Negación a la conversión en esa dirección que alarma, que descubre la enanez de tu salario. El único facultado para convertir es el Estado, en la dirección suya: CUC-Moneda Nacional. Así, cuando te van a explicar por qué pagarás tanto por un TV o un refrigerador, sí aparece la conversión. “Es que ese equipo vale 100 en moneda convertible y al calcular su pago en MN eso significa que debes desembolsar 2 500”. “Hemos subido el precio del cemento en MN porque nos cuesta tanto y tanto en moneda convertible”¿En qué quedamos? ¿Matemática seducible, de una sola dirección?. ¿Como sí dijéramos tranquilamente —ofendiendo a la más exacta de las ciencias exactas—, que 8 entre 4 da dos, pero, cuidado, cuidado, que 4 por 2 no da 8?
No soy economista ni filólogo. Escribo estas líneas por solidaridad con mi pueblo y en particular con un amigo. Un profesor amigo que gana la “elevadísima” cifra de 600 pesos, y lleva meses trabado en la lógica de que, madre mía, lo que el produce, aporta, la sociedad se lo valora al mismo nivel de un ordinario par de zapatos. Treinta días del mes, de su vida, neuronas funcionando, disciplina laboral, lecturas, estudios, maestría pedagógica, que se tazan en la escala de un par de zapatos de cordones. Y yo tratando de ayudarlo, diciéndole que se olvide un poco de Marx, echándole mano al eufemismo de la doble moneda, buscándole vías tontas para que no arribe a esa desastrosa conclusión que lo deprime.
El profesor en el medio, abatido. De un lado yo, queriendo sacarlo del bache, temiendo por las consecuencias de su depresión. Y del otro, en complicidad destructiva, CADECA, terrible, que le cambia el alto salario por 24 CUC, y las peleterías de las TRD, que no recaudan esta vez divisa, recaudan su salario íntegro, de un golpe, y le ofrecen zapatos de cordones a 24, a 25 CUC.
De un lado yo, del otro lo inexplicable, lo que el eufemismo de la “doble moneda” esconde, sumerge, encubre, saca de la palestra pública, borra de noticieros y comentarios, informes y balances, pero no hace —es lo dañino— desaparecer.

(*) Escritor cubano. Residente en Ciego de Avila.

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