martes, 10 de febrero de 2009

La autogestión, las uniones, las uniones de uniones y la sociedad superior.

El monopolio del estado impide el desarrollo de las empresas no priorizadas

Radulfo Páez Para Kaos en la Red

En nuestro socialismo de economía de Estado centralizada, donde la gestión económica se determina a través de presupuestos estatales planificados desde un centro de dirección económica nacional, la gestión de las entidades está predeterminada generalmente por el presupuesto aprobado que decreta realizar o no inversiones para la renovación y acrecentamiento de los medios de producción en todas las empresas.
En Cuba a partir de dicho modelo económico se alargan y acortan los presupuestos correspondientes a cada entidad económica. Estas entidades presupuestadas no pueden según lo establecido disponer directamente de una de parte de sus utilidades para invertir en el aumento de su productividad y en la calidad de sus producciones y otras necesidades para la reproducción ampliada. Sus medios de producción en muchos casos no se renuevan o perfeccionan por falta de recursos y en consecuencia no son rentables, apareciendo los subsidios para el mantenimiento o renovación de sus medios, cuando se hacen imprescindibles las necesidades que ellos cubrirían. Las Empresas rentables que aportan al presupuesto Estatal, vienen entonces a sufragar la ineficiencia de las no rentables mediante el subsidio mencionado, con lo cual, de alguna manera, se prolonga la incompetencia y el insuficiente aporte a la sociedad de las empresas no favorecidas por el presupuesto.
Se observa que los recursos financieros que el Estado acumula por lo general a partir de los impuestos, utilidades de empresas y de otras vías, después son invertidos concentradamente en líneas y ramas que se estiman y eligen para un desarrollo emergente de punta con lo cual se deja el resto, la mayoría de las entidades económicas, sin los recursos y financiamientos para mejorar la escala de su desarrollo productivo, provocando un estancamiento económico generalizado a nivel de casi toda la sociedad de forma permanente que provoca el desabastecimiento en la población y en la entidades que forman parte de la cadena productiva.

Al final se logra una economía con asimetrías determinada por el monopolio del Estado, que centraliza los medios de producción y los recursos financieros y los invierte según su apreciación, pero esto resulta en “descapitalizar” a la gran parte de la empresas no consideradas en la prioridad.
Esa forma de desarrollo desigual de tendencia mono-productiva, ha demostrado tener pocas posibilidades de lograr el desarrollo integral y armónico de la economía en su conjunto.

La Centralización estatal económica se asemeja al papel de los monopolios capitalistas con sus inversiones utilitarias y unilaterales de capital en países subdesarrollados, que producen deformaciones estructurales de sus economías y un desarrollo disparejo.

La solución de este problema no estaría en limitar las líneas de desarrollo emergente, ni las inversiones del Estado en auxilio de la macroeconomía, si no en lograr un aumento paralelo y equitativo de todas las producciones y servicios creados en mayor o menor grado.

Para obtener dichos propósitos podría sustituirse progresivamente las relaciones de producción basadas en el monopolio de la propiedad estatal y el manejo centralizado de los recursos y aplicar la Autogestión Colectiva Socialista transfiriendo progresivamente el control de los centros de trabajo, en condición de usufructo, a sus propios productores para que ellos mismos los hagan funcionar, pudiendo éstos destinar, según lo que establezca la ley, una parte de las utilidades para garantizar las inversiones y la ampliación de la producción y/o los servicios y la productividad en general y evitar que solo crezcan algunos y la mayoría se estanquen o retrocedan, sin dejar de contribuir al estado, a través de los impuestos, fuente de los fondos monetarios de la nación y sin desconocer la parte correspondiente a los fondos territoriales para el desarrollo comunal.
De esta forma se lograrían tres propósitos:

1) Garantizar de forma armónica la gestión de las entidades autogestionadas para el acrecentamiento de sus medios de producción y necesidades de los servicios.
2) Que el Estado con sus efectivos pueda seguir desarrollando las inversiones en las ramas o entidades emergentes para un superdesarrollo, sin dañar o retrasar el normal acrecentamiento de cada una de las entidades económicas de la sociedad sin desproporciones entre estas y las correspondientes a la macroeconomía, y –a la vez- puedan competir en precio y calidad con los productos de los monopolios internacionales.
3) Un aumento de nivel de vida del pueblo, pues todas las empresas crecerían y brindarían mejores ingresos a sus trabajadores. Así se lograría ver el crecimiento económico del PIB, directamente reflejado en el modo de vida del pueblo.
El estado como rector y garante del desarrollo económico podría aplicar una política impositiva armónica para evitar las perdidas de solidaridad en la población sobre la base de que los más rentables, contribuyan con más al desarrollo de los menos rentables. Esto se lograría por una política no de subsidios, sino de créditos estimulantes a las empresas y ramas menos desarrolladas.

Por otro lado el Partido y el Estado podrían influir en la formación de Uniones de entidades autogestionadas con objetos sociales semejantes y con vínculos técnicos, para potenciar sus capacidades dispersas.
Las Uniones podrían analizar y acordar:
• La planificación de la producción y la distribución en la proporción productiva de cada entidad sobre la base de los precios pre-establecidos (acordados Estado- Unión)

• Vincularse a los mercados cooperativos o estatales para la distribución mayorista y minorista, agrícola e industrial.
• Participación en el comercio con el mercado de otros piases, según las regulaciones estatales del comercio exterior y el control e inversiones de las divisas y según sus propias capacidades de divisa.
• Implantación de políticas de precios en común acuerdo con las instituciones financieras y mercantiles del Estado y según las necesidades de consumo de la población.
• Garantizar los niveles de calidad y productividad de cada entidad de la Unión.
• Participar en las decisiones sobre nuevas inversiones y la reproducción de los medios de producción y que los gastos sociales sean aprobados por todos los componentes de las entidades autogestionadas.

• Garantizar que los dirigentes y componentes de los Consejos de Dirección de cada entidad sean elegidos por voto secreto y controlar y disponer la vía de la revocación.
• Planificar el uso colectivo de los medios de transporte y de otros medios de producción.
• Evitar las asimetrías dentro de los componentes de las entidades, conciliar con el Estado el apoyo crediticio necesario.

• Contribuir a la política estatal del pleno empleo garantizando trabajo a la fuerza laboral desocupada. Crear nuevas entidades, construcción de obras de carácter social, etc.
• Trabajar en la sustitución de importaciones.
Las Uniones de la Agricultura tendrían como base en Cuba las Cooperativas de Producción Agropecuarias (CPA) y las Unidades Básicas de Producción Cooperativas (UBPC), estas últimas convertidas en verdaderas empresas autogestionadas agrícolas (el pueblo mantiene la propiedad y los trabajadores el usufructo), donde cada cual reciba de acuerdo a su aporte laboral y los ingresos no sean mediante el salario, sino dependiente de las utilidades de cada unidad productiva. De esta forma se lograría que el hombre estuviera unido a sus medios de producción haciéndolos sentirse sus dueños, obteniéndose como resultado que se sientan autoestimulados y beneficiados directamente por el desarrollo de la producción.
Como puede apreciarse, de esa forma el Estado sigue siendo el Rector y Gestor de la economía; pero no su administrador en cada entidad y dirigir la sociedad y la política económica sobre principios no capitalistas y antimonopólicos y antiimperialistas.

En la medida en que las Uniones se desarrollen y por necesidad de la producción y de la sociedad tengan que irse interrelacionado, se irían estableciendo las Uniones de Uniones con vista a la Sociedad Superior.

La Autogestión puede ser la fórmula para aminorar las capas burocráticas surgidas por las propias necesidades administrativas del Estado todo controlador y de aminorar el despilfarro de recursos, la corrupción, el desinterés, la indeferencia y la apatía existentes en la producción y los servicios.
Seria la forma de trabajo que evitaría el crecimiento económico deformado por la centralización excesiva en las Súper empresas y el estancamiento de la generalidad de las restantes entidades de la sociedad y posibilitaría una integración libre en Uniones de alto potencial y concentración de medios y recursos, pero administrados directamente por los trabajadores.

Como principio de la revolución Socialista toda la propiedad de medios fundamentales de producción se mantendría en el pueblo y el trabajo se realizaría con estos medios de producción en usufructo por los colectivos de trabajadores de cada entidad.

En el sistema de autogestión colectivo, cooperado y participativo la función de los trabajadores sería producir colectivamente bienes sociales y administrarlos democráticamente, poniendo la ejecución de los planes aprobados por el colectivo en manos de dirigentes electos democráticamente por el voto secreto, con medios de producción propiedad del pueblo, pero entregados en usufructo a los colectivos obreros, lo cual posibilita el ingreso autogestionado de los propios productores según las utilidades obtenidas en la proporción del trabajo aportado por cada uno de ellos, no siendo necesaria la participación ni las actuales reglamentaciones burocráticas del intermediario estatal.

Sería el estado en representación del conjunto de la sociedad el encargado de la rectoría, de la planificación económica general del desarrollo del país, que presentaría sus necesidades a las entidades productivas y de servicios, las que harían sus planes teniendo en cuenta las los convenios (sobre cantidad, calidad y precio) alcanzados con los niveles de planificación superiores.

Ante nuestros problemas de improductividad y desequilibrio en la gestión económica no hay porque proceder al desmembramiento de la propiedad del pueblo, a través de la creación de empresas compuestas por grupos de accionistas que es una categoría de la propiedad capitalista ya practicada por países ex socialistas de Europa. Eso sería dar un paso hacia el capitalismo; pues como dijo Fidel y publicado en el diario Granma, el 30 de Enero 1990: ¨la propiedad privada por grupos, en nuestro concepto, no es ni será jamás socialismo, no pasará de algo más que un capitalismo por grupos¨.

Marx explicó en el Capital XXVII del III Tomo del Capital, que las sociedades por acciones eran el primer paso en la descomposición del capital. Pero una vez socializada la propiedad, volver a las sociedades por acciones sería un regreso en dirección al capitalismo.
La propiedad es parte de las relaciones de producción y está determinada por ésta y no al revés. La propiedad es capitalista porque explota trabajo asalariado y produce plusvalía de la cual se apropia el capitalista. La propiedad es socialista cuando el trabajo se organiza según los principios del cooperativismo (propiedad o usufructo colectivo, gestión democrática y repartición equitativa de las utilidades). Por eso Marx y Engels en el Manifiesto Comunista señalaban que la propiedad que había que eliminar era la propiedad capitalista. La propiedad personal, privada, que no explota trabajo ajeno, no es capitalista.

El capitalismo por grupos de accionistas privados que compran y venden acciones, no tiene nada que ver con la autogestión colectiva en cooperativas, o empresas cogestionadas, que significaría la posibilidad de aplicar la forma cooperada de gestión, en la industria, la agricultura y los servicios. Tal y como fue la organización de las cooperativas de producción agropecuarias (CPA), donde no se percibe por el capital en tierra y maquinaria aportado, sino que se reparten las utilidades por aportación laboral; lo que luego se intentó en las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) que creó el Comandante en Jefe entre 1992-1993, (dos años después de su planteamiento anterior, donde confirmaba la validez de la forma de producción cooperativa), cuando se entregó las tierras en usufructo a grupos de obreros agrícola estableciéndose la repartición de los resultados económicos de los ingresos para los trabajadores según su aporte de trabajo, principio que se ha estado violando en muchas UBPC, causa real de los resultados negativos para la producción. Como las UBPC no han funcionado adecuadamente, se han desactivado al alrededor de 100 de estas entidades en el ultimo periodo, cuando lo que debe hacerse es garantizar su efectivo funcionamiento en base al cooperativismo verdadero.

La Habana 8 de febrero de 2009

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lunes, 9 de febrero de 2009

Hacer lo que no se está haciendo





Consolidar el socialismo es el mejor aporte internacionalista de Cuba a la Revolución Continental.



Por Pedro Campos



Las Propuestas Programáticas para un Socialismo Participativo y Democrático, presentadas el 16 de agosto pasado al pueblo cubano con miras al VI Congreso del PCC, expresan:
“Para salvar al pueblo, la Patria y la Revolución urge un nuevo programa socialista, participativo y democrático, capaz de ofrecer soluciones constructivas a esas contradicciones, poner al ser humano –no al estado- al centro de la vida nacional, reanimar el espíritu revolucionario de los trabajadores manuales e intelectuales, reactivar la alianza obrero-campesina, retomar la confianza del pueblo, ganarnos a la juventud, desarrollar la economía, mejorar la vida, destruir los fundamentos del bloqueo enemigo y hacer una contribución más efectiva al renacimiento socialista que tiene lugar en América Latina.” (1)
Efectivamente, uno de sus propósitos es hacer una contribución más efectiva al renacimiento socialista que tiene lugar en América Latina. Es sabido que el socialismo en un solo país, nada más puede ser iniciado, pero nunca consolidado por la sencilla razón de que la economía internacional capitalista lo ahogaría, siendo imprescindible contar con un grupo de países que avance en la misma dirección y posibilite un intercambio que no esté basado en la ganancia, sino en los equivalentes, como se pretendió en el CAME, Consejo de Ayuda Mutua Económica, desgraciadamente deformado y finalmente fracasado.
Salvo los breves períodos del gobierno socialista de Salvador Allende, del primer gobierno sandinista y de la revolución de la Nueva Joya en Granada, la Revolución Cubana estuvo sola en la región en sus propósitos socialistas, no obstante sus esfuerzos por impulsar el movimiento revolucionario continental. Sobrevivía entonces gracias a la ayuda solidaria de la URSS y otros países ex socialistas.
Una valoración desprejuiciada y realista de aquella situación sugiere que además de la oposición del Imperialismo al surgimiento de otras “Cubas” y la reacción de las propias oligarquías latinoamericanas, otro factor que contribuyó al estancamiento revolucionario en la región, fue que la izquierda, el movimiento obrero, comunista y revolucionario latinoamericano en su conjunto no logró aunar, acumular y movilizar fuerzas suficientes en ese período para lograr levantar la revolución continental que los cubanos deseábamos, esperábamos y apoyábamos. Pero las culpas no son solo de ella.
Si es verdad que la izquierda latinoamericana no fue capaz de unirse tras un proyecto común, también es cierto que existían muchas diferencias en cuanto a las vías para llegar al poder, sobre la propia forma de “construir” el socialismo y hasta de su significado. Pero además, y muy importante, el ejemplo de la Revolución Cubano no logró concitar esa unión necesaria en torno a esos factores y muchos revolucionarios valiosos cayeron en el camino tratando de imitarla.
Hoy, a la luz de la debacle del socialismo real, de la propia experiencia de la Revolución Cubana y de los procesos socio-políticos en América Latina y el Caribe, es posible entender que, entre otros, dos importantes factores terminaron por obstaculizar y desestimular la revolución socialista en la región: 1-la vía armada preconizada por Cuba, desde su propia experiencia contra una tiranía, que no lograba los mismos efectos en el resto de la región contra gobiernos llegados al poder por la vía democrático-burguesa y 2-el modelo de socialismo cubano, aún con raíces autóctonas, que estaba altamente contaminado por la experiencia estalinista europea, la cual siempre tuvo un gran rechazo en importantes sectores de la izquierda latinoamericana.
La propaganda imperialista que supo explotar los estrechos vínculos cubano-soviéticos y la bloqueada economía cubana que nunca logró ser un ejemplo imitable a pesar de los subsidios y sus logros en salud y educación se encargaron del resto.
A fines de los 90, el proceso revolucionario venezolano que llega al poder por medios democráticos brinda un respiro a la Revolución Cubana que se había visto obligada a un proceso de ósmosis con el capital internacional en medio de su aislamiento internacional y la delicada situación en la que quedó luego del desastre del “socialismo real”.
Los posteriores triunfos de Evo Morales en Bolivia, de Rafael Correa en Ecuador y del Frente Sandinista en Nicaragua por la vía democrática, así como los de otros gobiernos de tendencia de centro-izquierda en Brasil, Chile, Argentina y Uruguay y ya también en Paraguay, vinieron a confirmar la validez de la vía democrática para hacer avanzar los procesos democrático-revolucionarios en la región, dejando como excepción histórica -hasta ahora- para la revolución cubana, la vía de la lucha armada que sigue presente en Colombia.
El actual estancamiento en el estatismo-burocrático del proceso socialista cubano es incompatible en muchos aspectos con las ideas centrales que están dominando el movimiento de la región hacia el socialismo; pero de un socialismo distinto, de nuevo tipo, en democracia y a partir de ella, con una gran participación de los movimientos sociales y populares, con claras tendencias a cambiar el trabajo asalariado típico del capitalismo y el absolutismo de la propiedad del estatal, que todavía regentean la economía cubana, por nuevas formas cooperativas, autogestionarias y comunales de propiedad social y también con presencia significativa de propiedad y relaciones capitalistas privadas de producción.
La Revolución Cubana necesita que ese movimiento hacia el socialismo en el Continente se fortalezca y avance para consolidarse ella misma, pero esa relación de influencia mutua implica también cambios en el propio proceso cubano que lo hagan más compatible con el movimiento en la región, el cual demanda –a su vez- que la reacción y el imperialismo no puedan utilizar los defectos, errores y desviaciones de la experiencia cubana para obstaculizar su avance. De manera que la rectificación de nuestro camino sería también una bendición para el nuevo socialismo latinoamericano.
Si aparejado a la crisis actual del capitalismo en EE.UU. tuviéramos en Cuba un socialismo que irradiara desarrollo racional, armonía, democracia y felicidad popular, estaríamos incluso en condiciones de influir nosotros positivamente en los acontecimientos por venir en ese país.
Cuba necesita, pues, un Socialismo Participativo y Democrático, no solo para destrabar su estancada socialización, sino también para contribuir al desarrollo socialista en la región y potenciar, en los marcos del ALBA, la coordinación de un conjunto de países avanzando en una misma dirección, que permita establecer comunes mecanismos financieros y de intercambios equitativos, más allá del nivel actual de los que ocurren entre Cuba y Venezuela, que aminoren el impacto de la interferencia multilateral del imperialismo.
Así lo demanda la idea marxista de la Revolución Permanente, luego desarrollada por el líder bolchevique Leon Trotski, y tratada por el revolucionario ruso Vsevolod Mijailovich Eichenbaum, más conocido por Volin, quien abordó su dialéctica intrínseca, en la “Revolución Desconocida”, su visión de la Revolución de Octubre, escrita durante los años de la II Guerra Mundial, al señalar:
“Lenin esperaba que la revolución comunista se extendiera rápidamente a otros países. Sus esperanzas fueron defraudadas… (…) Y cometió otro error al creer que la suerte de la Revolución rusa dependía de su extensión a otros países. La verdad es exactamente lo contrario: la extensión de la revolución a otros países dependía de los resultados de la revolución rusa. Como éstos eran inciertos los pueblos extranjeros dudaban, esperaban detalles, inquirían pero los informes y esclarecimientos se tornaban cada vez más imprecisos y contradictorios…Al ser dudosa la causa, les faltaba el impulso necesario. Pronto vinieron los desacuerdos y las escisiones. Todo esto hizo perfectamente el juego a la reacción que se preparó, organizó y pasó a la acción.
Los sucesores de Lenin…comprendieron intuitivamente que no había tendencia a una extensión de la revolución comunista, sino por el contrario, una vasta reacción contra ella. Comprendieron que esta reacción sería peligrosa para ellos ya que su revolución, tal y como había sido lograda no podía imponerse al mundo…Inmediatamente, los comunistas se esforzaron por explicar la frustración y los desvíos de su revolución invocando “el cerco capitalista”, la inactividad del proletariado mundial y la fuerza de la reacción internacional”.
La experiencia de la revolución de Octubre y de la propia Revolución Cubana demuestran que la dialéctica intrínseca de la Revolución Permanente estriba en que la extensión de la Revolución a otros países dependerá de los propios triunfos de la revolución, la que a su vez queda sujeta a dicha extensión; y no en esperar o pretender imponer la revolución triunfante en otros países para que venga en su ayuda.
En consecuencia, el deber fundamental de la primera revolución socialista en el continente latinoamericano es servir de ejemplo positivo, mostrando la satisfacción de sus propios trabajadores y su pueblo con sus logros socialistas, aún por alcanzar. Ese sería el mejor de los aportes internacionalistas de Cuba a la revolución socialista en la región.
La Habana 6 febrero de 2009. En el cumpleaños del legendario, inolvidable y querido por todo el pueblo, Comandante Camilo Cienfuegos.

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1-Cuba necesita un socialismo participativo y democrático. Propuestas Programáticas.

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miércoles, 4 de febrero de 2009

El Programa del Moncada era socialista y está inconcluso

¿Por qué tanto se ha negado el carácter socialista del programa del Moncada? ¿Por qué no se ha cumplido su contenido socialista hasta ahora?

Pedro Campos Para Kaos en la Red

"La política es el conocimiento del país, la previsión de los conflictos lamentables
o acomodos ineludibles entre sus factores diversos u opuestos"
José Martí.

A propósito del 50 Aniversario del triunfo de la Revolución, algunos historiadores retomaron el tema del carácter del Programa del Moncada. Siempre se dice que era democrático, agrario, antiimperialista, no socialista. Pero si por socialismo se entiende un nuevo régimen económico-social basado en nuevas relaciones de producción, el programa del Moncada también tenía -sin usar el nombre- contenido socialista, aún por implementarse consecuentemente.
En su alegato ante el tribunal que lo juzgó por el asalto al cuartel Moncada, Fidel había delineado claramente un programa político y económico que iba mucho más allá de la simple restauración de la constitución del 40 y las libertadas conculcadas, y contenía claros elementos que lo identificaban con el socialismo, sin mencionarlo, pero no con el "socialismo" estatista estalinista de moda en el Siglo XX, sino con el de Marx, también por el método de análisis usado en él, pero sobre todo por sus metas socio económicas y vías para lograrlas. Para quienes lo duden o deseen confirmarlo, a continuación unos pocos fragmentos de la Historia me absolverá:
"En el sumario de esta causa han de constar las cinco leyes revolucionarias que serían proclamadas.
-La primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de 1940 como la verdadera ley suprema del Estado, en tanto el pueblo decidiese modificarla o cambiarla, y a los efectos de su implantación y castigo ejemplar a todos los que la habían traicionado, no existiendo órganos de elección popular para llevarlo a cabo, el movimiento revolucionario, como encarnación momentánea de esa soberanía, única fuente de poder legislativo, asumía todas las facultades que le son inherentes a ella, excepto de legislar, facultad de ejecutar y facultad de juzgar.
Esta actitud no podía ser más diáfana y despojada de chocherías y charlatanismos estériles: un gobierno aclamado por la masa de combatientes, recibiría todas las atribuciones necesarias para proceder a la implantación efectiva de la voluntad popular y de la verdadera justicia. A partir de ese instante, el Poder Judicial, que se ha colocado desde el 10 de marzo frente a al Constitución y fuera de la Constitución, recesaría como tal Poder y se procedería a su inmediata y total depuración, antes de asumir nuevamente las facultades que le concede la Ley Suprema de la República. Sin estas medidas previas, la vuelta a la legalidad, poniendo su custodia en manos que claudicaron deshonrosamente, sería una estafa, un engaño y una traición más.
-La segunda ley revolucionaria concedía la propiedad inembargable e intransferible de la tierra a todos los colonos, subcolonos, arrendatarios, aparceros y precaristas que ocupasen parcelas de cinco o menos caballerías de tierra, indemnizando el Estado a sus anteriores propietarios a base de la renta que devengarían por dichas parcelas en un promedio de diez años.
-La tercera ley revolucionaria otorgaba a los obreros y empleados el derecho a participar del treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo centrales azucareros. Se exceptuaban las empresas meramente agrícolas en consideración a otras leyes de orden agrario que debían implantarse.
-La cuarta ley revolucionaria concedía a todos los colonos el derecho a participar del cincuenta y cinco por ciento del rendimiento de la caña y cuota mínima de cuarenta mil arrobas a todos los pequeños colonos que llevasen tres o más años de establecidos.
-La quinta ley revolucionaria ordenaba la confiscación de todos los bienes a todos los malversadores de todos los gobiernos y a sus causahabientes y herederos en cuanto a bienes percibidos por testamento o abintestato de procedencia mal habida, mediante tribunales especiales con facultades plenas de acceso a todas las fuentes de investigación, de intervenir a tales efectos las compañías anónimas inscriptas en el país o que operen en él donde puedan ocultarse bienes malversados y de solicitar de los gobiernos extranjeros extradición de personas y embargo de bienes. La mitad de los bienes recobrados pasarían a engrosar las cajas de los retiros obreros y la otra mitad a los hospitales, asilos y casas de beneficencia.
-Estas leyes serían proclamadas en el acto y a ellas seguirían, una vez terminada la contienda y previo estudio minucioso de su contenido y alcance, otra serie de leyes y medidas también fundamentales como la reforma agraria, la reforma integral de la enseñanza y la nacionalización del trust eléctrico y el trust telefónico, devolución al pueblo del exceso ilegal que han estado cobrando en sus tarifas y pago al fisco de todas las cantidades que han burlado a la hacienda pública.
-El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo; he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política.
-Un gobierno revolucionario, después de asentar sobre sus parcelas con carácter de dueños a los cien mil agricultores pequeños que hoy pagan rentas, procedería a concluir definitivamente el problema de la tierra, primero: estableciendo como ordena la Constitución un máximo de extensión para cada tipo de empresa agrícola y adquiriendo el exceso por vía de expropiación…; segundo: repartiendo el resto disponible entre familias campesinas con preferencia a las más numerosas, fomentando cooperativas de agricultores para la utilización común de equipos de mucho costo, frigoríficos y una misma dirección profesional técnica en el cultivo y la crianza y facilitando, por último, recursos, equipos, protección y conocimientos útiles al campesinado."
(Hasta aquí las citas de la Historia me absolverá, los subrayados y las negritas son míos)
Todas estas leyes y planes revolucionarios, aplicados consecuentemente, minaban por completo el sistema de explotación capitalista; pero muy especialmente los dos que estaban destinados a cambiar las relaciones de producción asalariadas, inherentes al capitalismo, por nuevas relaciones de producción socialistas de tipo cooperativo-autogestionarias: la tercera ley –nunca cumplida-, que otorgaría participación a los trabajadores en el 30 % de las utilidades de las empresas, lo que implicaría afectar la plusvalía -la esencia del capitalista trabajo asalariado- puesto que las otras dos terceras partes de las utilidades generalmente van a la reproducción ampliada y a los impuestos diversos; y la propuesta de fomentar las cooperativas de agricultores con el resto de la tierra no repartida, el 90 % de la intervenida que quedó en manos del estado, después de entregada la tierra a los que ya la trabajaban y no eran dueños, aún por ser cooperativizadas.
Dadas estas precisiones, puede afirmarse categóricamente que el Programa del Moncada contenía claras intenciones de cambiar las relaciones asalariadas capitalistas de producción en la ciudad y en el campo además de ser democrático, agrario y antiimperialista avanzado, y que las promesas propiamente socialistas no se han acabado de implementar aún. Incluso, alguien pudiera afirmar eufemísticamente que sí se ha cumplido indirectamente tal participación obrera en las utilidades por medio de la "redistribución social" que a su parecer hace el estado de todo el excedente del que se apropia, pero en el texto queda claro que no se refería al estado.
Lo que caracteriza, identifica, a un sistema económico social, son sus relaciones de producción, la forma en que se organiza, explota y estimula el trabajo. Marx, Engels y Lenin (*) establecieron con toda claridad que la explotación asalariada del trabajo tipifica las relaciones capitalitas de producción y que las relaciones de producción genéricas del nuevo sistema socialista serían las existentes en el régimen cooperativo, también conocido como autogestión obrera. Aquí la propiedad, o el usufructo, pertenecen al colectivo de trabajadores que democráticamente dirige la gestión y reparte equitativamente entre ellos la parte de las utilidades de la que se apropiaba el capitalista privado. La actualización de este tema ya ha sido abordada por muchos autores socialistas en libros, artículos y ensayos disponibles en la red digital.
¿Alguien tiene dudas de que la repartición entre los trabajadores de una parte de las utilidades y el cooperativismo propuestos en el Programa del Moncada son maneras fundamentales para cambiar el sistema asalariado de explotación capitalista?
¿Por qué se insiste entonces en negar el carácter socialista del Programa?
¿Alguien afirmaría que se incluyeron esos aspectos en el Programa sin conocerse sus profundos significados o sólo para ganar el apoyo de los trabajadores y luego olvidar esas promesas?
¿Por qué no se han cumplido esos contenidos socialistas del Programa hasta ahora?
Mientras aparezcan otras respuestas convincentes, lógicamente, cada uno tendrá las suyas.
Es claro: cualquier análisis del Programa, a partir de los diseños del estalinismo y otros esquematismos, podría concluir que no era socialista por el simple hecho de que no mencionaba la palabra socialista ni ensalzaba "el papel del partido comunista, ni de la clase obrera, ni de la propiedad estatal en la construcción socialista", pasando por alto lo esencial: el ataque a fondo al trabajo asalariado con la repartición obrera del 30 % de las utilidades y el cooperativismo.
Para los dogmáticos de todos los sellos, los trabajadores en el socialismo seguirían siendo "obreros asalariados", no cooperativistas cultos libres y asociados como creían los clásicos, a los que no citan sobre el carácter cooperativo del socialismo. Siguen hoy sin percatarse de que el "obrero asalariado" es el trabajador del capitalismo, no el trabajador del socialismo, quien no trabajaría ya por un salario para que el capital privado o estatal succione la plusvalía, sino por la repartición equitativa de una parte de las utilidades empresarial y socialmente.
Los que buscan el "socialismo" fuera de Marx y no entienden la esencia de la explotación capitalista asalariada, menos comprenderán que la simple repartición de una tercera parte de las utilidades es un cambio decisivo en las relaciones de producción, que desarticula la plusvalía de la que se apropia el capitalista.
Al programa moncadista se le niega el carácter socialista y no ha terminado de cumplirse, por el tipo de esquema estato-centrista-asalariado impuesto al proceso socialista cubano, especialmente desde 1962, originado en la combinación de tres factores principales: 1- la propia forma en que la Revolución llegó al poder; 2-las ideas predominantes en el viejo partido comunista, 3-la dependencia de la URSS ante la agresión y el cerco imperialista. Tal concepción, como en todas partes donde se ha aplicado, generó una capa burocrática que, primero inconcientemente y ya hoy a punto de convertirse en clase para sí, se las ha arreglado durante 50 años para controlar ella todo el excedente y decidir sobre su uso, hacer primar el centralismo sobre la democracia, controlar las palancas del poder y mantener alejada a la revolución de su original y auténtico camino socialista.
El enfrentamiento temprano al cercano y agresivo imperialismo, brindó muchos asideros a la centralización de todo tipo, al de los excedentes, al militarismo sobre la milicia popular, al rechazo y represión a la más mínima diferencia, a la postergación y desvío de los mecanismos democráticos y a los demás fenómenos que caracterizaron el "socialismo real", sin llegar aquí a los extremos sangrientos del estalinismo ruso. La agresión y el bloqueo imperialistas justificaban un estado de guerra permanente y hacían prevalecer el pensamiento de Maceo que tanto lo enfrentó a Martí: "mientras dure la guerra solo debe haber en Cuba espadas y soldados", quizás por eso algunos prefieran que no levanten el bloqueo.
El del Moncada era más socialista que el propio programa del viejo Partido Comunista, que jugó un importante papel en la lucha por reivindicar los derechos de los trabajadores y en otros ámbitos en la neo-colonia; pero nunca se planteó otorgar esa participación obrera en las utilidades y no pasaba de promover un capitalismo de estado bajo control del partido, con algo de cooperativa agrícola, como santificó el estalinismo, causa básica del desastre del campo socialista y de nuestro actual estancamiento. Era lo que entonces muchos consideraban "socialismo". La idea anticapitalista y socialista de repartir las utilidades es extraña al viejo esquema estato centrista estalinista y llegó al programa del Moncada por la amplia y rancia tradición socialista en la historia del movimiento obrero cubano desde fines del Siglo XIX.
En 1960, en cumplimiento del programa moncadista, con las tierras que se le quitaron a las empresas capitalistas norteamericanas, por iniciativa de Fidel, se creó el sistema de cooperativas cañeras, el paso socialista más trascendente que ha dado la revolución, que puso en manos de 120 mil trabajadores agrícolas convertidos en cooperativistas 70 mil caballerías de las mejores tierras de cultivo y cerca del 50 % de la caña, la materia prima de la primera industria nacional, con una estructura nacional técnico-metodológica y otra horizontal gestiva. No fue por casualidad que la zafra más grande de la Revolución, antes del plan de los 10 millones fuera la zafra 60-61 de 6,8 millones de toneladas de azúcar y también la menos costosa.
En 1962, cuando Fidel entregó la dirección del INRA a Carlos Rafael Rodríguez, el sistema de cooperativas cañeras fue desactivado, las cooperativas convertidas en granjas del pueblo y los 120 mil cooperativistas fueron despojados del usufructo de esa tierra y reconvertidos en obreros asalariados, dogmáticamente "proletarizados", iniciándose así el largo y tortuoso camino de la destrucción de nuestra primera industria. No fue la intención, pero sí el resultado (1). Fue un retroceso en la socialización iniciada y el primer paso hacia su estancamiento. Las CPA, Cooperativas de Producción Agropecuaria, que agrupan a campesinos dueños de pequeñas parcelas, continuaron funcionando y constituyen hoy el único sector propiamente socialista de la economía cubana y son, junto a los campesinos individuales, los de mayores rendimientos.
De entonces acá ha habido otros intentos de más-menos socialización con la autonomía empresarial planteada en el SPDE, Sistema de Dirección y Planificación de la Economía -1975/1985-, el amplio desarrollo del trabajo por cuenta propia, las Unidades Básicas de Producción Cooperativa -UBPC- y el Perfeccionamiento Empresarial, planes mediatizados o frustrados siempre por el aparato burocrático, opuesto a modificar la organización asalariada-estatista del trabajo y las formas de propiedad y usufructo, lo cual implicaría reducir su poder real y cederlo a los colectivos sociales y de trabajadores y a los trabajadores individuales.
Se termina de cumplir el Programa democrático y socialista del Moncada, que impulsó a esta Revolución, se retoma el camino de la amplia cooperativización y se avanza decididamente del estatismo a la socialización, como vía fundamental para salir del actual estancamiento y combatir la corrupción y el burocratismo propios del estatismo, o desgraciadamente la plena restauración capitalista podría llegar más temprano que tarde, traída de la mano de esos engendros.
Sólo hay que empezar a cumplir los aspectos socialistas pendientes: la participación de los trabajadores en parte de las utilidades que equivale a comenzar a sustituir el trabajo asalariado que tipifica al capitalismo y desarrollar un amplio y generalizado sistema de cooperativas con la tierra restante. Ni más ni menos que el corazón mismo de la parte económico-social de nuestras Propuestas Programáticas para un Socialismo Participativo y Democrático.
Algunos burócratas, sin argumentos para sostener sus posiciones, ahora pretenden estigmatizar como "oportunistas", "revisionistas" y "extremistas" a quienes desde las propias filas comunistas defienden aquellas mismas metas moncadistas –no concluidas-, genuinamente marxistas. Afectarían la cohesión revolucionaria. Sería grave error y falta de previsión.
Pero si tal coincidencia motivara alguna acusación, por ella valdría la pena ser sentenciado a cualquier condena.
Socialismo por la vida.

La Habana, 29 de enero de 2009. 156 Años cumpliría el Apóstol, autor intelectual del Asalto al Moncada, al decir de Fidel.

Nota.
El artículo es publicado en fecha posterior por dificultades con el acceso a Internet.

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Vivir, mirar y soñar Cuba

“socialismo” y socialismo suenan parecidos, pero no es lo mismo, ni se construye igual.
(Un camarada y un amigo)

Carlos Ignacio Pino Para Kaos en la Red

Cuando se mira a América Latina, aunque sea a vuelo de gorrión, es muy difícil no alabar al Gobierno cubano. Y es por ello que europeos y latinoamericanos terminan por acusarnos de “miameros” (1), a nosotros, los cubanos que no vivimos tremolando las banderas del oficialismo isleño –además de acusarnos a de que solo vemos las manchas en el sol. Pues desde el Río Bravo hasta la tierra del fuego –y dándose un saltico por las islas del Caribe–, enseguida se nota que el continente está bien revuelto. Pues según algunas publicaciones las ciudades más violentas del mundo están en este continente. México, Colombia, Brasil y Venezuela, tienen ese homicida honor. Y junto a eso, en el plano político, mientras más se sabe sobre la actualidad de Bolivia, Ecuador, Venezuela, es más evidente que la Izquierda no gana espacios en el mundo, como se afirma con el triunfalismo que nos caracteriza. Cuando lo que en realidad gana es la idea –y los sueños– de la Izquierda; porque se intenta mucho del socialismo utópico, pero se hace menos de lo que se puede por el verdadero socialismo.
Luego, y como contraste, en Cuba tenemos seguridad en las calles, la atención médica gratuita –que no es de primera calidad, pero es mejor que nada–, la educación para los niños y los jóvenes –que aunque deja mucho que desear, hay otros que ni siquiera maestros emergentes tienen. Sin embargo no es Cuba un modelo a seguir, ni es un modelo exportable; ni por fuerza, ni por ideología. Más allá de cualquier adjetivo que defina la actualidad del modelo –como gastado, impracticable o senil– se puede afirmar que Cuba no es un modelo exitoso de sociedad, por tanto no es un modelo.
Porque en Cuba lo que aún se denomina Revolución se estancó y no quiere, ni puede, ir más allá. No con este modelo. Puesto que sus líderes se congelaron en sus concepciones filosóficas, en sus metas sociales, y lo único que funcionó –si se le puede llamar así– fue el desmantelar la economía e implantar una falsa idea de la economía socialista; que no tiene mucho de economía y menos de socialista.
Pero mirando a América Latina, sigue siendo difícil criticar al Gobierno, a pesar de que no somos felices aquí. Así que uno dice lo que piensa y deja de importarle lo que pueden pensar la gente que se clasifican como Izquierda en otros lados del mundo, o los oficialistas del patio. Ninguno parece entender que el problema grave de Cuba, no es donde está, ni de dónde vino. El problema es a dónde va, y la isla no va a ningún lugar. Desde esa ignorancia de Cuba –por desconocimiento o por necesidad– se atreven a sugerir “confórmense”, afincándose el trasfondo de la torcida realidad del tercer mundo latinoamericano.
Aunque se puede argumentar –y demostrar– que conformarse no es una actitud socialista, lo peor es que no es siquiera razonable. Personalmente nunca me he conformado, no pretendo hacerlo, digan lo que me digan los que lucharon antes, o los que viven otras realidades. Es condición del ser humano ser inconforme, y es esa la actitud que nos empuja hacia el futuro. Un verdadero revolucionario es más inconforme aún. Y valdría aclarar –por si a alguien no le queda claro– que la resignación ante la realidad como política de estado, es lo que Marx llamó el opio con que el poder duerme al pueblo, en su afán de permanecer.
Sí, y para sorpresa de ellos, podemos aceptar que se ha caminado bastante. Que la Revolución hizo cosas, que al mirar atrás pueden dejarnos admirados. Sin embargo no es suficiente, que nunca lo será. Más cuando eres consciente de que a Cuba no se le puede comparar con Latinoamérica, ni con el norte, ni con Europa. Los patrones de comparación tienen que ser otros y más reales. Por eso a Cuba hay que compararla con lo que pudieron hacer, con lo que podemos hacer; con el proyecto social posible. No hay otra comparación digna de ser tenida en cuenta. Y no es que sea esta una verdad absoluta. Pero sin dudas es una verdad que es cada vez mayor. Porque todos hacemos lo mismo. Comparamos a la realidad de Cuba con nuestros sueños, y aunque no soñemos exactamente lo mismo, el resultado es siempre igual: El inmovilismo –y sus apóstoles burócratas– pierden por K.O. en el primer asalto.
Las personas que componen el Gobierno de este país lo saben. Cuba sólo es comparable con las promesas y los sueños que ellos mismos pusieron en nuestras mentes –y vaya que florecieron. Sin embargo como con estas comparaciones siempre perdería la realidad gubernamental, es por esto que las comparaciones oficiales son siempre de cara a Haití o cualquier otra más desgraciada realidad. Nunca se compara con el horizonte que no llegó, y sí con el pasado desde donde prometieron un horizonte muy diferente al actual. Mucho menos habla el Gobierno del horizonte por llegar, ni promete nada. Quizás porque de antiguas promesas incumplidas, y medias verdades para justificarlas, ya estamos hasta la coronilla.
Por lo cual, y como pertenezco a la Generación de los inconformes, escribo, critico y hablo. Pero me pregunto ¿qué hemos hecho, nosotros, la Generación de los inconformes para exigir a este Gobierno más derechos, nuevas metas, la oportunidad de hacer? Me pregunto tal cual me preguntó hace unos años una de las inmovilistas más militantes que conozco, ante mi andanada de críticas al Gobierno: ¿Qué has hecho tú por este país? Y para ella –para ellos– el no haber hecho, el haber nacido cuando la Revolución estaba consolidada, invalidaba muestro derecho a pensar, a decir, a intentar. Meritocracia aparte, eso es más que absurdo, porque es ridículo.
Los años han pasado. Por mi parte puedo decir que he hecho poco por este país, ni más ni menos como la mayoría de mi Generación. Lo que ya no pueden decir es que no lo hemos intentado –aunque hasta ahora no tenemos más resultados que algunos chichones en la cabeza y alguna que otra cicatriz sin sanar en el corazón. Intentos sin resultados reales y el rencor a la burocracia, son esos los logros de la Generación Inconforme. Supongo que es la condición de haberlo intentado cada cual por su lado, a veces hasta el cansancio, pero es sabido que una mujer o un hombre solo, no valen mucho.
Además, desde tanta propaganda oficial cotidiana y continua, y tamizado nuestro presente por tantos fracasos personales cuando hemos intentado hacer, mi Generación ha terminado convencida que nada se puede hacer. Como si sólo ellos –la Generación Histórica y su ejército de burócratas– pueden y saben hacer. Incluso asistimos por estos días a la casi criminalización de nuestras aspiraciones, de nuevo. Porque no queremos trabajar para un Gobierno que no nos permite soñar nuestros sueños, menos trabajar por ellos. Porque no queremos aceptar la vida tal como la impone una desfasada estructura de valores. Porque no queremos jugar su juego.
A veces pareciera que es un delito ser joven, si no se es oveja dispuesta a que te esquilmen todos tus sueños, con el pretexto del invierno o del bloqueo. Parece un delito, y no lo es, cuestionar la realidad de la isla, los logros y los fracasos, los métodos del Gobierno –sobre todo aquellos que no dieron resultados positivos y aún así se quieren repetir. Peor si se nos ocurre cuestionar el Gobierno en si mismo.
Hay una cosa ya debemos haber aprendido –a pesar de que será siempre contraria a la recomendación de nuestros mayores– no se puede luchar por los caminos que hoy se permite en las estructuras del Estado. Porque el silencio es la respuesta habitual, y los pedidos de confianza en la dirección de la Revolución terminan con cualquier debate que no puedan ganar –si acaso pueden ganar alguno. Por eso creo que hay que encontrar nuevas vías, intentar nuevas formas. Nuestras vías y nuestras formas.
El tiempo sigue pasando. Silenciosamente. Así estamos viviendo, mirando y pensando, pero sin hacer, sin decir. Sin unirnos para reclamar nuestros sueños de país, de proyecto social, de horizonte futuro. Justificaciones hay muchas para no hacer, entre ellas el miedo a ser declarado “miamero” o a cualquier otra cosa, pues ¿quién no hace algo ilegal para sobrevivir en esta realidad? Sin embargo espero que a ustedes les dé más miedo que el tiempo pase en la inmovilidad, en la supervivencia, en la emigración, o en la espera perfecta donde ningún sueño llega ni se cumple, como la de los últimos 20 años.
Me pregunto y les pregunto ¿Nos vamos a quedar así, en silencio y sin hacer? ¿en la calle y sin bailar?

Carlos Ignacio Pino
carlos.ignacio69@gmail.com

Cuba, Ciudad de la Habana, Centro Habana, el 26 de Enero del 2009

(1) “Miamero” es un adjetivo –totalmente inventado para la ocasión– con el que me clasificaba cierto amigo de Izquierda Unida y de paso descalificaba, medio en broma y medio en serio, los argumentos que no podía rebatirme (hasta que estuvo en la isla en una visita no oficial)
NOTA: Para saber cuáles son mis intenciones políticas y económicas la mejor solución es leer la plataforma programática de Pedro Campos –que es tan de él como nuestra, solo que Perucho la escribió con la colaboración de otros compañeros antes y mejor. Ese texto lo pueden encontrar en Kaos en la red, en El tintero colectivo o en-cuba.com; para los que no tengan internet pueden pedírmelas a mi correo. Espero que al leerlos entiendan y sientan lo mismo que yo, que solo me puedo preguntar ¿dónde está mi socialismo? ¿Por qué sólo existe el “socialismo” en Cuba? Ese socialismo entre comillas, que tiene algunas políticas sociales y el resto de estalinismo sin Siberia.

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De la indigencia al Indigenismo. Con botas de 7 leguas.

El indio americano. De bestias humanas a criaturas protagónicas. Sus victorias en Bolivia y Ecuador son el comienzo del fin de los racismos y las supremacías étnicas y oligárquicas en el continente.

Félix Guerra Para Kaos en la Red


Al genuino indio de Sudamérica, es decir, en su identidad literaria y en consecuencia cultural y humana, lo descubrieron dos peruanos inmensos: el poeta César Vallejo y el novelista José María Arguedas, que resurgieron en épocas contiguas de las profundidades de esos micro y macromundos, de sus milenarias cosmogonías, con lenguaje y visión que traslucían semejantes realidades históricas y trascendentes complejidades.
En ese tremedal resbaladizo (histórico-literario), habían patinado antes, sin excepción, “indigenistas” e “hispanistas” reputados.
La labor de estos dos gigantes fue búsqueda y culminación. En Arguedas, en particular, tuvo que ocurrir lo previo: vivir y sentir, sufrir y pensar, como indio. Su poética no es la fachada de un estupendo antiguo edificio exótico, desmigajado y deslumbrante, sino el retrato del costillar y los pulmones propios.
FIESTA DEL JAGUAR
Una noche, en una habitación del Hotel Riviera, fui presentado a Arguedas, en ocasión de su visita a Cuba.Yo era el poeta advenedizo, claro,él, el maestro, por supuesto. Enseguida, sin embargo, gracias a la extrema naturalidad de José María, nos entendíamos en un tú a tú que dejó fluir la charla.
La charla transitó de México hasta los límites sureños del continente americano y versó sobre todo de literatura latinoamericana. Pero se detuvo principalmente en esas locaciones donde el indio es mayoritario y transita un camino que va claramente de la indigencia al indigenismo, una épica de500 años y que comienza con la Conquista europea cuando en América no vivían sino criaturas de cobre y piel ámbar que acumulaban con devoción sus dioses autóctonos.
Les fue arrebatado todo. Y fueron empujados a la periferia de la periferia.
Esas nociones no fue necesario conversarlas, las dimos por sentado.
El diálogo fue amplio, sincero, estremecedor por momentos.
Pregunté lo necesario y lo innecesario. Arguedas, sin embargo, entendía como prioritario lo que califiqué anticipadamente como innecesario. Y se divertía con mis escaramuzas reporteriles.No se hacía de rogar, y aunque entono pausado y lento, liberó de sus ataduras las interrogantes.
Por turno, le tocó a Guimaräes Rosa. Se explayó en consideraciones acerca del gran brasileño. Afirmó que si la literatura podía ir más allá en su relación con el hombre, con el indígena americano, Rosa lo hizo con una poesía que palpaba el suelo ardiente del sertón y luego la luz nocturna de los astros.
Su manera de contar es una serpiente en la manigua, no por el veneno, sino por el serpentear milagroso del lenguaje, que se adentra en sus propios meandros y resurge por donde no se le espera. Es sinfonía, una maravilla, idioma sorprendente, cortado y vehemente, con enormes sugerencias, que inventa a cada oración.
Le siguió Rulfo, mexicano que sabe fundar. Su retrato del hombre de campo, del indígena, me recordaba a Picasso -dijo: son Guernicas americanos lo que escribía, bocas de no me maten, cadáveres despatarrados bajo la metralla del hambre, fantasmas deambulando sobre la ruina de una civilización dada por muerta.
Sus relatos del Llano en llamas me conmovían hasta la tristeza, y a la vez me exaltaban como escritor, porque las tragedias de América, casi todas herencias de la Conquista, están grabadas con fuego en las mejores página de la literatura latinoamericana. En particular, de Rulfo.
Conocí a Lezama alguna vez, en la Unión de Escritores --recordó--. El poeta era colosal y poético hasta por el verbo hablado, hasta en el gesto de encender el simple tabaco americano, si es que hay simpleza en una hebra cosechada en la tierra del mejor tabaco. Sus volúmenes de poesía, sus novelas y ensayos, lo que alcanzo a leer hasta hoy, deja entrever una mano clásica y a la vez atrevida y majestuosa, que no para en convencionalismos ni escuelas.
Es un señor de la palabra, ajeno a definiciones. Un portento que camina bamboleando la gruesa humanidad, pero que conquista al amigo y al lector con un par de volutas de su humo literario. Su poesía es lo más enigmático y sugerente que conocí hasta hoy.
Gabriel García Marques se echó al mundo en uno de sus bolsillos con Cien años de soledad, un aislamiento remoto y mágico, repleto de ecos literarios y gitanos paridos en nuestros propios páramos y donde se engendraba casi la totalidad de las potencialidades americanas.
Gabriel se desayunó con William Faulkner quizás, tomó bocadillos de Gunter Grass, una cena carpenteriana, afirman, mas parió una criatura colombiano-americana, del mundo, con ribetes fascinantes, incomparable, una especie de víbora-anaconda que te seduce con la flauta gigante de la imaginación.
A Borges hay que colocarlo en la cúspide también entre los primeros. Un americano que viajó alas diversas latitudes de la cultura, hacia adentro y hacia afuera, con pasaje en primera clase. Con lentitud de gran abolengo. Borges, en realidad, es irreverente con la literatura fosilizada del continente e Hispanoamérica, caída en formatos obsoletos.
El renace, sale de una vieja estirpe con un rostro de estreno. El gaucho de él, sin ser él un gaucho, es tan genuino como los indígenas de Rulfo. Pero el saltó comogran delfín y fue de la Patagonia al Himalaya, de la India y Arabia y China a los arrabales argentinos. Lo hizo siempre con gusto exquisito, puliendo con esmero y lujo sus párrafos, a semejanza de las esculturas de Fidias a Rodin.
¿Y Alejo Carpentier? Hummm, Carpentier está debajo de nosotros. Quiero decir que, siendo nuestro contemporáneo, se adelantó y pisó con pie definitivamente americano el suelo del continente. Trae de Europa una comprensión barroca y a la vez vanguardista, eclecticismo de lujo, asociada a intenciones vanguardistas y renovadoras, y encuentra a cada paso, en La Habana y el Caribe, circunstancias ingenuas e intensamente barrocas y mestizas.
Es el gran cronista de la Conquista y sus secuelas, 4 siglos más tarde. Nadie como él encarna el cronista de Indias, pero superando mucho los antecedentes, convirtiendo la narración de un mundo que se descubre en un mundo que se revela y busca propia identidad. La panoplia de su lenguaje, el retablo de su idioma, enriquecidos ambos por una voracidad universal, es paradigma de la literatura del continente.
Cuando se agotaron las preguntas, a mi pesar, la madrugada ya era dueña de un vasto cielo estrellado apuntando a otro desenlace matutino.
RIOS PROFUNDOS

P: Creo que su obra es un río profundo y una fiesta del yawar, -opiné, sin estar convencido de las afirmaciones. Me pareció ingeniosa la insinuación, y entonces era yo no solo el poeta advenedizo sino además un joven periodista ambicionando deslumbrar al interlocutor.
Arguedas: Aprendí temprano a hablar el quechua, no en la escuela sino en la vida. Vi al sirviente indígena alquilado encasa señorial. Compartí sus trabajos y angustias, las penas duraderas, nostalgias de una gran cultura. A algunos enseñé español, como arma para ampararse de dificultades cotidianas, tratando de aliviar dolores milenarios de la raza. Después de aprender yo mismo el español y descubrir el mundo, no encontré mejor arma que la literatura, para improvisar barricadas de resistencia.
Algunos antecesores, sin orientar la brújula en dirección correcta, pintoresqueaban un indio folclórico, intrigante o ingenuo, perezoso y sodomita. O con ojo paternal, el indio deslumbrando con dioses y culturas de occidente, listo a extender manos pedigüeñas. En algunos casos fue una literatura desmañada, torpe, o textos de vitrina, con aristas de cristales importados.
En mi patria yel continente, descubrí atento la enorme atracción y fusión de culturas, india y europea, pero advertí el desprecio del blanco con fortuna, a fuer de expoliar recursos naturales y humanos, así como el rostro agachado de una etnia y una cultura que no se dan por vencidos. La Visión de los vencidos, compilación de historias indias americanas, es la mejor demostración de que los vencidos aspiran siempre a una propia hora de redención, que de forma inevitable llegará, estimo yo.
EL TIEMPO TRAE MAS CAPITULOS
El drama indígena no deja intocada ninguna pulgada de tierra en América.
En USA la supremacía blanca sobre el indio llegó de manos de revólveres y escopetas. Casi se suprimió a las tribus de una sociedad indígena que pobló originalmente el norte del continente y deja rastro de culturas y cosmogonías únicas. El resto permanece marginado aún, cuando allí comienza una Era donde el síndrome genocida del color de la piel debe sufrir grandes traumatismos.
Cuba y las Antillas fueron el escenario de guerras muy desiguales, donde el conquistador europeo aniquiló a los primitivos habitantes hasta casi exterminarlos. Hoy quedan restos arqueológicos y mestizaje que apenas se nota en algunas comarcas del Gran Archipiélago.
El drama de México y Centroamérica multiplicó los horrores con cada embestida conquistadora. En el sur, que es nuestro Sur y nuestro Norte, ningún territorio queda fuera de los mapas de la barbarie. Ni Brasil ni Paraguay ni Uruguay. Ni Argentina ni Chile ni Venezuela ni Colombia. Ni Belice ni Suriman,
Ni Perú, donde el indio erigió una gran civilización que no maravilló al recién llegado conquistador sino que fue un incentivo más para saqueos, el asesinatos, dictadura de las metrópolis, el derrumbe de culturas y civilizaciones.
Antes ocurrió con aztecas, mayas, toltecas y otros, convirtiendo en ruinas y melancolía el esplendor de grandes culturas
Los vencedores escribieron borradores de la historia de esa época, de sus victorias, de los agónicos atardeceres, me digo yo ahora, recordando aquella memorable charla con Arguedas.
Pero los vencidos no lo son definitivamente, nunca, porque la Historia no tiene fin visible y luego el tiempo trae más y más capítulos. Al final la historia compleja demuestra cómo los vencidos reviven de sus cenizas y son siempre el ave Fénix de toda narración verídica. Bolivia lo demuestra. Ecuador lo demuestra. El subcomandante Marcos lo demuestra. Lo evidencia todo lo que ocurre con contundencia cada día a día en América, de uno a otro extremo.
En la aparente leyenda de los vencidos, estarían también el Che, sus compañeros y aquella amarga experiencia boliviana. Sin embargo, los acontecimientos, al margen de cualquier consideración táctica o estratégica, hoy demuestran que los vencedores finales, por muy vapuleados que hayan sido, sonríen mejor y escriben tan bien o mejor que los vencedores de las primeras e incipientes rondas históricas

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