domingo, 30 de noviembre de 2008

Conversaciones con Chávez y Castro


Sean Penn
The Nation


Traducido para Rebelión por Germán Leyens y Manuel Talens

Joe Biden, quien pronto iba a ser el vicepresidente electo de mi país, alentaba a las tropas: “No podemos seguir dependiendo de Arabia Saudí o de un dictador venezolano para la energía”. Bueno, yo sé muy bien lo que es Arabia Saudí. Pero como en 2006 estuve en Venezuela visitando ranchitos, mezclándome con la acaudalada oposición y pasando días y horas entre los seguidores del presidente, me pregunté –sin preguntármelo– a quién se estaría refiriendo el senador Biden.
Hugo Chávez Frías es el presidente democráticamente elegido de Venezuela, y cuando digo democráticamente quiero decir que se ha presentado una y otra vez ante los votantes en elecciones avaladas por observadores internacionales y ha logrado grandes mayorías en un sistema que, a pesar de sus defectos e irregularidades, ha dado a sus oponentes la oportunidad de que lo derroten y ocupen su cargo, tanto en un referéndum nacional el año pasado como en las recientes elecciones regionales de noviembre.
En cambio las palabras de Biden representaban la clase de retórica que nos metió hace muy poco en una costosa guerra en la que se pierden vidas y dinero, en una guerra que si bien derrocó a un pendejo en Iraq, también ha derrocado los principios más dinámicos sobre los cuales se fundó Estados Unidos, ha reforzado el reclutamiento de Al Qaeda y ha conducido a la deconstrucción de las fuerzas armadas estadounidenses.
A estas alturas, el pasado mes de octubre de 2008 ya había digerido mis anteriores visitas a Venezuela y Cuba y el tiempo que pasé con Chávez y Fidel Castro. Soy cada vez más intolerante con la propaganda. Incluso si el propio Chávez tiene tendencia a la retórica, nunca ha sido el causante de una guerra. Así que decidí hacerle otra visita con la esperanza de desmitificar a ese “dictador”. Para entonces ya había llegado a comentar con mis amigos en privado: “Es verdad, puede que Chávez no sea un hombre bueno, pero también es posible que sea un gran hombre”.
Entre las personas a quienes dije esto se encontraban el historiador Douglas Brinkley y Christopher Hitchens, el columnista de Vanity Fair. Los dos eran complementos perfectos. Brinkley es un pensador muy estable, cuyo código ético de historiador garantiza su adhesión a pruebas insuperablemente razonadas. Hitchens, un astuto artesano de la palabra siempre demasiado imprevisible en sus preferencias, es un valor seguro desde cualquier punto de vista, que una vez en una tertulia televisiva calificó a Chávez de “payaso rico en petróleo”. Aunque Hitchens es igual de íntegro que brillante, puede ser combativo hasta la intimidación, como lo demostró una vez con sus duros comentarios sobre Cindy Sheehan, la santa activista contra la guerra. Brinkley e Hitchens equilibrarían cualquier sesgo que percibieran en mi escritura, además de ser un par de tipos con quienes me lo paso muy bien y a quienes quiero mucho.
De modo que llamé a Fernando Sulichin, un viejo amigo y productor de cine independiente de Argentina con buenas conexiones y le pedí que los hiciera investigar y obtuviese el visto bueno para entrevistar a Chávez. Además, queríamos volar desde Venezuela a La Habana, así que le pedí a Fernando que solicitara entrevistas por cuenta nuestra con los hermanos Castro, la más urgente con Raúl, quien en febrero había tomado las riendas del poder de manos de un Fidel enfermo y nunca había otorgado una entrevista a un extranjero. Yo había viajado a Cuba en 2005, cuando tuve la fortuna de encontrarme con Fidel, y estaba ansioso por hacerle una entrevista al nuevo presidente. El teléfono sonó a las 2 de la tarde del día siguiente.
–Mi hermano –dijo Fernando–, lo logré.
Nuestro vuelo de Houston a Caracas se retrasó por problemas mecánicos. Era la 1 de la madrugada, y mientras esperábamos, Hitchens daba vueltas impaciente de un lado para otro.
–Los problemas casi nunca vienen solos –dijo.
Debió gustarle cómo sonó, porque volvió a decirlo. Era el pesimista de Dios. Le dije:
–Hitch, va a salir bien. Nos van a conseguir otro avión y llegaremos a tiempo.
Pero el pesimista de Dios es en realidad el pesimista ateo de Dios. Y yo no tardaría en ser testigo de la claridad de su ateísmo. De hecho, hubo otro problema. Bueno, salió bien y mal, como se verá. Despegamos dos horas después.
Cuando aterrizamos en el aeropuerto de Caracas, Fernando estaba allí para recibirnos. Nos condujo a una terminal privada, donde esperamos la llegada del presidente Chávez, quien nos llevó con él de gira electoral a la maravillosa Isla Margarita en plena campaña para las elecciones a gobernador.
Pasamos los dos días siguientes en la constante compañía de Chávez, con muchas horas de reuniones a solas entre los cuatro. En las dependencias privadas del avión presidencial descubrí que cuando Chávez habla de béisbol su dominio del inglés sube de grado. Cuando Douglas le pregunta si habría que abolir la Doctrina Monroe, Chávez –que quiere escoger cuidadosamente sus palabras– regresa al español para explicar los matices de su posición contra dicha doctrina, que ha justificado la intervención estadounidense en Latinoamérica durante casi dos siglos.
–Hay que romper la Doctrina Monroe –dice–. Hemos tenido que aguantarla durante más de doscientos años. Siempre vuelve al viejo enfrentamiento de Monroe con Bolívar. Jefferson solía decir que Estados Unidos debería tragarse una tras otra las repúblicas del sur. El país en el que nacisteis se basó en una actitud imperialista.
Los servicios venezolanos de inteligencia le dicen que el Pentágono tiene planes para invadir su país.
–Sé que están pensando en invadir Venezuela –dice. Parece que ve el fin de la Doctrina Monroe como una medida de su destino–. Nadie podrá volver aquí para exportar nuestros recursos naturales.
¿Le preocupa la reacción de Estados Unidos a sus atrevidas declaraciones sobre la Doctrina Monroe? Cita a José Gervasio Artigas, el luchador uruguayo por la libertad:
–Con la verdad no ofendo ni temo.
Hitchens está sentado en silencio, tomando notas durante toda la conversación. Chávez reconoce un brillo escéptico en sus ojos.
–CRÍS-a-fer, hazme una pregunta. Hazme la pregunta más difícil.
Ambos comparten una sonrisa. Hitchens le pregunta:
–¿Cuál es la diferencia entre usted y Fidel?”
Chávez dice:
–Fidel es comunista, yo no. Yo soy socialdemócrata. Fidel es marxista-leninista. Yo no. Fidel es ateo. Yo no. Un día discutimos sobre Dios y Cristo. Le dije a Castro: “Yo soy cristiano. Creo en los Evangelios Sociales de Cristo". Él no. Simplemente no cree. Más de una vez Castro me ha dicho que Venezuela no es Cuba, que no estamos en los años sesenta.
–Ya ve –dice Chávez–. Venezuela tiene que tener un socialismo democrático. Castro ha sido un profesor para mí. Un maestro. No en ideología, sino en estrategia.
Tal vez irónicamente, John F. Kennedy es el presidente de Estados Unidos favorito de Chávez.
–Yo era un muchacho –dice-. Kennedy era la fuerza impulsora de la reforma en Estados Unidos.
Sorprendido por la afinidad de Chávez por Kennedy, Hitch se suma a la conversación y menciona el plan económico de Kennedy para Latinoamérica, contrario a Cuba.
–¿Fue algo bueno la Alianza para el Progreso?
–Sí –dice Chávez–. La Alianza para el Progreso fue una propuesta política para mejorar las condiciones. Apuntaba a reducir la diferencia social entre culturas.
La conversación entre los cuatro continuó en autobuses, en mítines y en inauguraciones en toda Isla Margarita. Chávez es incansable. Se dirige a cada nuevo grupo durante horas bajo un sol ardiente. Duerme como máximo cuatro horas por la noche y pasa la primera hora de la mañana leyendo noticias del mundo. Y una vez que está en pie, es incontenible a pesar del calor, de la humedad y de las dos capas de camisetas rojas revolucionarias que lleva puestas.
Tres eran mis motivaciones primordiales para este viaje: incluir las voces de Brinkley e Hitchens, profundizar mi conocimiento de Chávez y de Venezuela y ejercitar mi mano de escritor, así como recabar la ayuda de Chávez para que convenciese a los hermanos Castro de que nos recibieran a los tres en La Habana. Aunque Fernando me había dicho que la tercera parte del puzzle estaba aprobada y confirmada, en algún lugar de nuestros intercambios culturales, lingüísticos y telefónicos había habido un malentendido. Mientras tanto, CBS News estaba esperando un informe de Brinkley, Vanity Fair uno de Hitchens y yo escribía por cuenta de The Nation.
Al cabo de tres días en Venezuela le dimos las gracias al presidente Chávez por el tiempo que nos había dedicado, los cuatro allí parados entre el personal de seguridad y la prensa en el Aeropuerto Santiago Marino de Isla Margarita. Brinkley tenía una última pregunta que hacerle, y yo también.
–Señor presidente –le dijo-, si Barack Obama sale elegido presidente de Estados Unidos, ¿aceptaría usted una invitación para volar a Washington y reunirse con él?
Chávez dijo sin dudarlo:
–Sí.
Cuando me tocó a mí, le dije:
–Señor presidente, para nosotros es importante que nos reciban los Castro. Es imposible contar la historia de Venezuela sin incluir a Cuba y es imposible contar la historia de Cuba sin los Castro.
Chávez nos prometió que llamaría al presidente Raúl Castro en cuanto estuviera en su avión y que se lo pediría en nuestro nombre, pero nos advirtió que era poco probable que Fidel, el hermano mayor, pudiera responder tan rápido, ya que ahora está escribiendo y reflexionando mucho, no viendo a mucha gente. Tampoco podía hacer promesa alguna con respecto a Raúl. Chávez subió a su avión y vimos cómo partía.
A la mañana siguiente volamos a La Habana. Lo diré todo: el Ministerio del Poder Popular para la Energía y Petróleo de Venezuela nos prestó un avión. Si alguien quiere referirse a eso como un soborno, que haga lo que quiera. Pero cuando lea el próximo informe de un periodista que viaja en el Air Force One o que sube a bordo de un avión de transporte militar de Estados Unidos, que por favor repudie también ese artículo. Apreciamos el lujo de aquel viaje, pero eso no ha influenciado el contenido de nuestros reportajes.
“Son muy pocas las veces que los problemas vienen solos”
Yo estaba arriesgando mucho. El hecho de subir al avión hacia La Habana sin tener garantía alguna de que iba a ver a Raúl Castro me llenaba de ansiedad. Christopher había cancelado a última hora varios compromisos de conferencias importantes para hacer el viaje. No acostumbra a dejar colgada a la gente. De modo que, para él, era lo tomas o lo dejas y se estaba poniendo nervioso. Douglas, profesor de Historia en la Universidad Rice, tenía que volver de forma inminente a sus obligaciones académicas. Fernando sentía el peso de que esperásemos de él que fuera nuestro ariete. Y yo, bueno, contaba con la llamada de Chávez a Castro, tanto para obtener la entrevista como para salvar mi culo ante mis compañeros.
Aterrizamos en La Habana cerca del mediodía y en la pista de aterrizaje nos recibieron Omar González Jiménez, presidente del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos), y Luis Alberto Notario, jefe del ala de coproducción internacional del Instituto. Había estado con ambos durante mi anterior viaje a Cuba. Comenzamos a hablar de cosas personales de camino a la oficina de aduana, hasta que Hitch se adelantó y, sin vergüenza alguna, le exigió a Omar:
–Señor, ¡tenemos que ver al presidente!
–Sí –respondió Omar–. Estamos informados de su solicitud y hemos informado al presidente. Estamos todavía esperando su respuesta.
Durante el resto de ese día y hasta la tarde siguiente torturamos a nuestros anfitriones con un incesante son de tambor: Raúl, Raúl, Raúl. Supuse que si Fidel estaba en condiciones y podía encontrar el tiempo necesario, llamaría. Y si no, yo seguiría agradecido por nuestro encuentro anterior y se lo dije en una nota que le envié a través de Omar. De Raúl sólo sabía por lo que había leído y no tenía la menor idea de si nos vería o no.
Los cubanos son gente particularmente calurosa y hospitalaria. Mientras nuestros anfitriones nos llevaban por la ciudad, me di cuenta de que la cantidad de coches estadounidenses de los años cincuenta había disminuido incluso en los pocos años que habían pasado desde mi último viaje, para ser reemplazados por coches rusos más pequeños. Al pasar rápidamente por el Malecón ante la Sección de Intereses de Estados Unidos –de agresivo aspecto– donde las olas que se rompen contra la orilla salpican a los coches de pasada, noté algo casi indescriptible de la atmósfera en Cuba: la presencia palpable de una historia arquitectónica y humana en un pequeño trozo de tierra rodeado de agua. Incluso el visitante siente el espíritu de una cultura que proclama de diversas maneras, “Éste es nuestro sitio especial”.
Serpenteamos a través de La Habana Vieja, y en una exposición revestida de vidrio que hay frente al Museo de la Revolución vimos el Granma, el barco que transportó a los revolucionarios cubanos desde México en 1956. Continuamos hacia el Palacio de Bellas Artes, con su colección de muestras apasionadas y políticas, que es un corte transversal de la profunda reserva de talento de Cuba. Luego visitamos el Instituto Superior de Artes y después fuimos a cenar con el presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón, y Roberto Fabelo, un pintor al que invitaron al saber que yo había expresado aquella tarde mi aprecio por su obra durante la visita al museo. A medianoche aún no había noticias de Raúl Castro. Después, nos llevaron a la casa del protocolo, donde descansamos hasta el alba.
A mediodía del día siguiente, el reloj sonaba con machaconería en nuestros oídos. Nos quedaban dieciséis horas en La Habana antes de que tuviéramos que ir al aeropuerto para tomar nuestros vuelos de regreso. Estábamos sentados alrededor de una mesa en La Castellana, un lujoso bodegón de La Habana Vieja, con un gran grupo de artistas y músicos que, dirigidos por el reputado pintor cubano Kcho, habían establecido la Brigada Marta Machado, una organización de voluntarios que ayuda a las víctimas de los huracanes Ike y Gustav en la Isla de la Juventud. La brigada tiene pleno apoyo de dinero, aviones y personal del gobierno, algo que habría sido la envidia de nuestros voluntarios en la Costa del Golfo después del huracán Katrina. También se juntó con nosotros para el almuerzo Antonio Castro Soto del Valle, un apuesto joven de carácter modesto, de 39 años, que es hijo de Fidel. Antonio, que estudió Medicina, es el médico del equipo nacional de béisbol de Cuba. Tuve una breve pero agradable charla con él y volví a repetirle nuestro deseo de ver a Raúl.
El reloj ya no sonaba, aporreaba. Omar me dijo que dentro de muy poco conoceríamos la decisión del presidente. Con los dedos cruzados, Douglas, Hitch, Fernando y yo volvimos a la casa del protocolo para hacer nuestras maletas de antemano. A las 6 de la tarde nos quedaban diez horas. Yo estaba sentado abajo, en la sala de estar, leyendo bajo la brumosa luz del ocaso vespertino. Hitch y Douglas estaban arriba en sus habitaciones, supongo que durmiendo la siesta para vencer la ansiedad. Y en el sofá, a mi lado, Fernando roncaba.
Entonces apareció Luis ante nuestra puerta de entrada, que estaba abierta. Lo miré por encima de mis gafas mientras me hacía un gesto muy directo. Sin palabras, señalé con el dedo hacia la parte de arriba de las escaleras, donde estaban acostados mis compañeros. Pero Luis meneó la cabeza como si se estuviese disculpando.
–Sólo usted –dijo.
El presidente había tomado su decisión.
Pude escuchar en mis oídos el eco de las dudas de Hitch, “son muy pocas las veces que los problemas vienen solos”. ¿Se refería a mí? Et me, Bruto? En cualquier caso, me eché la mano al bolsillo trasero para asegurarme de que tenía mi libreta de notas venezolanas, busqué mi pluma, agarré mis gafas y salí con Luis. Justo antes de cerrar la portezuela del coche que nos estaba esperando, escuché la voz de Fernando que me llamaba:
–¡Sean!
El coche arrancó.
Voy a ver al mago
En Estados Unidos el presidente cubano Raúl Castro, antiguo ministro de Defensa de la isla, está considerado como un “frío militarista” y un “títere” de Fidel. Pero el joven revolucionario con coleta de la Sierra Maestra está demostrando que las serpientes se equivocan. Por cierto, el “raulismo” está creciendo junto con un reciente auge económico industrial y agrícola. El legado de Fidel, como el de Chávez, dependerá de la sostenibilidad de una revolución flexible, que pueda sobrevivir a la partida de su líder por muerte o renuncia. Fidel ha sido subestimado una vez más por el Norte. Al elegir a su hermano Raúl ha puesto las decisiones políticas diarias de su país en una manos formidables. En un informe del Consejo de Asuntos Hemisféricos, el portavoz del Departamento de Estado, John Casey, reconoció que el raulismo podría llevar a una “mayor apertura y libertad para el pueblo cubano”.
Muy pronto me veo sentado a una pequeña mesa lustrada en un despacho del gobierno, con el presidente Castro y un traductor.
–Fidel me llamó hace un momento -me dice–. Quiere que lo llame después de que hayamos hablado.
Hay un humor en la voz de Raúl que recuerda una vida de afectuosa tolerancia por el ojo vigilante de su gran hermano.
–Quiere saber todo sobre lo que hablamos –dice con risita de sabio–. Nunca me gustó la idea de conceder entrevistas –añade–. Uno dice muchas cosas, pero cuando se publican aparecen recortadas, condensadas. Las ideas pierden su significado. Me han dicho que sus películas son largas. Quién sabe si su periodismo será largo también.
Le prometo que escribiré lo más rápido posible y que imprimiré todo lo que escriba. Me dice que ha prometido informalmente a otros su primera entrevista como presidente y, como no quiere multiplicar lo que podría ser interpretado como un insulto, me ha escogido a mí solo, sin mis compañeros.
Castro y yo compartimos sendas tazas de té.
–Hoy hace cuarenta y seis años, exactamente a esta hora, movilizamos las tropas. Almeida en el Oeste, Fidel en La Habana, yo en Oriente. A mediodía habían anunciado que en Washington el presidente Kennedy iba a pronunciar un discurso. Fue durante la crisis de los misiles. Preveíamos que el discurso sería una declaración de guerra. Después de su humillación en Bahía de Cochinos, la presión de los misiles [que según afirma Castro eran estrictamente defensivos] representaría una gran derrota para Kennedy. Kennedy no toleraría esa derrota. Hoy estudiamos con mucho cuidado a los candidatos en Estados Unidos, estamos centrados en McCain y Obama. Miramos con lupa todos sus viejos discursos. En particular los pronunciados en Florida, donde oponerse a Cuba se ha convertido en un negocio rentable para muchos. En Cuba tenemos sólo un partido, pero en Estados Unidos hay muy poca diferencia. Ambos partidos son una expresión de la clase gobernante.
Dice que los miembros actuales del lobby cubano de Miami son descendientes de la riqueza de la era de Batista o terratenientes internacionales “que sólo pagaron centavos por su tierra” mientras Cuba vivía bajo el dominio absoluto de Estados Unidos durante sesenta años.
–La reforma agraria de 1959 fue el Rubicón de nuestra Revolución. Una sentencia de muerte para nuestras relaciones con Estados Unidos.
Castro parece estudiarme mientras toma otro sorbo de té.
–En aquel momento no se discutía de socialismo ni de ningún trato de Cuba con Rusia. Pero la suerte estaba echada.
Después de que el gobierno de Eisenhower atentó contra dos barcos con un cargamento de armas que iban a Cuba, Fidel extendió su mano a antiguos aliados. Dice Raúl:
–Se las pedimos a Italia. ¡No! Se las pedimos a Checoslovaquia. ¡No! Nadie nos daba armas para defendernos, porque Eisenhower los había presionado. Así que cuando Rusia nos las dio no tuvimos tiempo para aprender a utilizarlas antes de que Estados Unidos nos atacase en Bahía de Cochinos.
Se ríe y se dirige a un servicio adyacente, desapareciendo un momento tras una pared, tras lo cual vuelve de inmediato a la sala, y bromea:
–A los 77 años es culpa del té.
Bromas aparte, Castro se mueve con la agilidad de un hombre joven. Hace ejercicio a diario, sus ojos brillan al mirar y su voz es potente. Reanuda la conversación donde la dejó.
–Sabes, Sean, hay una famosa fotografía de Fidel de cuando la invasión de Bahía de Cochinos. Él está parado frente a un tanque ruso. Todavía no sabíamos ni siquiera cómo dar marcha atrás con aquellos tanques –se ríe–. ¡La retirada no está entre nuestras opciones!
Raúl Castro se muestra cálido, abierto, lleno de energía y hace alarde de una aguda inteligencia.
Retomo el asunto de las elecciones estadounidenses y le repito la pregunta que Brinkley le hizo a Chávez:
–¿Aceptaría Castro una invitación a Washington para reunirse con el presidente Obama, suponiendo que gane, sólo pocas semanas después?
Raúl Castro reflexiona:
–Es una pregunta interesante –dice, y se sume en un largo, incómodo silencio, hasta que termina por añadir–: Estados Unidos tiene el proceso electoral más complicado del mundo. Hay ladrones electorales con mucha experiencia en el lobby cubano-americano de Florida…
Lo interrumpo:
–Creo que ese lobby se está deshaciendo -y con la seguridad de un optimista a toda prueba, añado–: Obama va a ser nuestro próximo presidente.
Castro sonríe, al parecer a causa de mi candidez, pero su sonrisa desaparece mientras dice:
–Si no lo matan antes del 4 de noviembre será su próximo presidente.
Le señalo que todavía no ha respondido a mi pregunta sobre el encuentro en Washington.
–Sabes –dice–, he leído las declaraciones que ha hecho Obama sobre que mantendrá el bloqueo.
Hago un breve comentario:
–Utilizó la palabra embargo.
–Sí –dice Castro–, el bloqueo es un acto de guerra, así que los estadounidenses prefieren hablar de embargo, una palabra que se utiliza en documentos legales… Pero, en cualquier caso, sabemos que se trata de lenguaje preelectoral y que también ha dicho que está dispuesto a discutir con cualquiera.
Raúl interrumpe su propio discurso:
–Probablemente estés pensando, vaya, el hermano habla tanto como Fidel –nos reímos los dos–. No suele ser así, pero ya sabes, Fidel… una vez había una delegación aquí, en esta sala, de China. Varios diplomáticos y un joven traductor. Creo que era la primera vez que el traductor estaba con un jefe de Estado. Habían tenido un vuelo muy largo y estaban bajo los efectos del desfase horario. Fidel, por supuesto, lo sabía, pero siguió hablando durante horas. Pronto, a uno que estaba al final de la mesa, justo ahí [señala una silla cercana] se le empezaron a cerrar los ojos. Luego a otro, y a otro. Pero Fidel seguía hablando. No pasó mucho tiempo hasta que todos, incluido el de más rango, al que Fidel le había estado dirigiendo directamente la palabra, estaban roncando. Así que Fidel volvió los ojos hacia el que estaba despierto, el joven traductor, y siguió conversando con él hasta el amanecer.
A aquellas alturas de la historia, tanto Raúl como yo nos desternillábamos de risa. Yo sólo me había reunido una vez con Fidel, cuya mente asombrosa y cuya pasión eran un manantial de palabras. Pero me bastó como muestra. El único que no se reía cuando Raúl Castro retomó el hilo fue nuestro traductor.
–En mi primera declaración después de que Fidel cayera enfermo dije que estamos dispuestos a discutir sobre nuestras relaciones con Estados Unidos de igual a igual. Más tarde, en 2006, lo dije de nuevo en un discurso en la Plaza de la Revolución. Los medios estadounidenses se burlaron diciendo que yo estaba aplicando cosmética a la dictadura.
Le ofrezco otra oportunidad de hablar al pueblo estadounidense. Responde:
–Los estadounidenses son nuestros vecinos más inmediatos. Deberíamos respetarnos. Nosotros no hemos tenido nunca nada contra el pueblo estadounidense. Unas buenas relaciones serían mutuamente ventajosas. Quizá no podamos resolver todos nuestros problemas, pero podremos resolver muchos de ellos.
Hace una pausa y medita lentamente un pensamiento.
–Voy a decirte algo que no he dicho nunca antes en público. En algún momento alguien del Departamento de Estado lo filtró, pero lo silenciaron de inmediato por miedo al electorado de Florida, aunque ahora, cuando se lo diga, el Pentágono pensará que soy indiscreto.
Contengo la respiración mientras espero sus palabras.
–Desde 1994 hemos estado en contacto permanente con los militares estadounidenses, por acuerdo mutuo secreto –me dice Castro–. Se basó en la premisa de que discutiríamos asuntos únicamente relacionados con Guantánamo. El 17 de febrero de 1993, tras una petición de Estados Unidos de que discutiésemos asuntos relacionados con localizadores de boyas para la navegación de barcos en la bahía, fue el primer contacto en la historia de la Revolución. Entre el 4 de marzo y el 1 de julio tuvo lugar la crisis de los balseros. Se estableció una línea directa entre nuestros dos ejércitos y el 9 de mayo de 1995 nos pusimos de acuerdo para celebrar reuniones mensuales con altos cargos de ambos gobiernos. Hasta la fecha, ha habido 157 reuniones y todas ellas están grabadas. Las reuniones tienen lugar el tercer viernes de cada mes. Alternamos las localizaciones entre la base estadounidense en Guantánamo y el territorio cubano. Hemos realizado maniobras conjuntas de respuesta a emergencias. Por ejemplo, prendemos un fuego y los helicópteros estadounidenses traen agua de la bahía, de concertación con helicópteros cubanos. [Antes de esto] la base estadounidense en Guantánamo sólo había creado caos. Habíamos perdido guardias fronterizos y tenemos pruebas gráficas de ello. Estados Unidos había alimentado la emigración ilegal, llena de peligros, y sus guardacostas interceptaban a los cubanos que trataban de abandonar la isla. Los traerían a Guantánamo e iniciamos una mínima cooperación. Pero nosotros dejaríamos de guardar nuestra costa. Si alguien quería irse, les dijimos, que se fuera. Y así, con los asuntos de navegación empezamos a colaborar. Ahora, en las reuniones de los viernes siempre hay un representante del Departamento de Estado. –No da ningún nombre. Continúa–: El Departamento de Estado tiene tendencia a ser menos razonable que el Pentágono. Pero ninguno levanta la voz porque… yo no participo. Porque yo hablo fuerte. Es el único lugar en el mundo donde esos dos militares se reúnen en paz.
–¿Y qué pasa con Guantánamo? –le pregunto.
–Te diré la verdad –dice Castro–. La base es nuestro rehén. Como presidente digo que Estados Unidos debe irse. Como militar digo que los dejemos quedarse.
En mi interior empiezo a preguntarme si está a punto de revelarme una gran noticia. ¿O será de poca importancia? Nadie debería sorprenderse de que los enemigos se hablen por detrás del escenario. Lo que sí es una sorpresa es que me lo esté contando. Y, con ello, doy un rodeo y regreso al asunto de un encuentro con Obama.
–En el caso de que se celebrase una reunión entre usted y el próximo presidente, ¿cuál sería la primera prioridad de Cuba?
Sin dudarlo, responde:
–Normalizar el comercio.
La indecencia del embargo estadounidense contra Cuba nunca ha sido más evidente que ahora, en la estela de tres huracanes devastadores. Las necesidades del pueblo cubano nunca han sido más desesperadas. El embargo es sencillamente inhumano y totalmente improductivo. Raúl continúa:
–La única razón del embargo es hacernos daño. Nada puede disuadir a la Revolución. Dejemos que los cubanos vengan de visita con sus familias. Dejemos que los estadounidenses vengan a Cuba.
Parece como si estuviera diciendo, dejémoslos venir a ver esta terrible dictadura comunista de la que no cesan de escuchar en la prensa, donde incluso representantes del Departamento de Estado y destacados disidentes reconocen que en unas elecciones libres y abiertas en Cuba, el Partido Comunista que gobierna obtendría hoy el 80% de los votos. Le enumero una lista de varios conservadores estadounidenses que han criticado el embargo, desde el fallecido economista Milton Friedman a Colin Powell, pasando incluso por el senador republicano de Texas Kay Bailey Hutchison, quien dijo, “Hace tiempo que vengo pensando que deberíamos buscar una nueva estrategia para Cuba. Y ésta consiste en establecer más comercio, sobre todo comercio de productos alimentarios, especialmente si podemos ofrecer al pueblo más contacto con el mundo exterior. Y si podemos remontar la economía eso podría servir para que la gente fuera más capaz de luchar contra la dictadura.”
Ignorando el desaire, Castro replica con descaro:
–Aceptamos el reto.
A estas alturas ya hemos pasado del té al vino tinto y a la cena.
–Déjame decirte algo –dice–. Hemos hecho nuevas prospecciones, según las cuales hay grandes posibilidades de reservas de petróleo en nuestro litoral, que las compañías estadounidenses podrían venir a perforar. Podemos negociar. Estados Unidos está protegido por las mismas leyes comerciales cubanas que protegen a cualquier otro país. Quizá pueda haber reciprocidad. Hay 110.000 km cuadrados de mar en el área dividida. Dios no sería justo si no nos concediese algún petróleo. No creo que nos prive de esa manera.
De hecho, el US Geological Survey calcula que en el área hay reservas de nueve mil millones de barriles de petróleo y 31 billones de pies cúbicos de reservas de gas natural en la cuenca marítima del norte de Cuba. Ahora que han mejorado las inestables relaciones con México de los últimos tiempos, Castro está tratando también de mejorarlas con la Unión Europea.
–Las relaciones con la EU deberían mejorar cuando se vaya Bush –dice confiado.
–¿Y con Estados Unidos? –le pregunto.
–Escucha –dice–, tenemos tanta paciencia como los chinos. El 77% de nuestra población ha nacido después del bloqueo. Soy el ministro de Defensa que más ha durado en toda la historia. Cuarenta y ocho años y medio hasta el pasado octubre. Por eso visto este uniforme y sigo trabajando en mi antiguo despacho. No hemos tocado nada en el despacho de Fidel. En las maniobras militares del Pacto de Varsovia yo era el más joven y el que más tiempo estaba en el cargo. Luego fui el más antiguo y sigo siendo el que más tiempo estuvo. Iraq es un juego de niños en comparación con lo que le pasaría a Estados Unidos si invadiese Cuba. –Tras un sorbo de vino, Castro añade–: Prevenir una guerra equivale a ganarla. Ésa es nuestra doctrina.
Una vez terminada la cena, el presidente y yo salimos por de unas puertas correderas de vidrio a una terraza que parece un invernadero con plantas tropicales y pájaros. Mientras continuamos paladeando el vino, dice:
–Hay una película americana en la que la elite está sentada en torno a una mesa y trata de decidir quién será el próximo presidente. Miran por la ventana y ven al jardinero. ¿Sabes a qué película me refiero?
–Being There – digo.
–¡Eso! –responde Castro con excitación–- Being There. Me gustó mucho. Con Estados Unidos existe cualquier posibilidad objetiva. Los chinos dicen: “En el camino más largo uno empieza con el primer paso”. El presidente de Estados Unidos debería dar ese primer paso, pero sin amenazar nuestra soberanía. Eso no es negociable. Podemos exigir sin decirle al otro lo que tiene que hacer dentro de sus fronteras.
–Señor Presidente –digo–, durante el último debate presidencial en Estados Unidos vimos cómo John McCain alentaba el acuerdo de libre comercio con Colombia, un país conocido por sus escuadrones de la muerte y sus asesinatos de líderes obreros, y esas relaciones continúan mejorando, conforme el gobierno de Bush trata de hacer avanzar ese acuerdo en el Congreso. Como bien sabe, acabo de llegar de Venezuela, país al que, al igual que a Cuba, el gobierno de Bush considera una nación enemiga, incluso si les compramos mucho petróleo. Se me ocurre que Colombia puede razonablemente convertirse en nuestro aliado geográficamente estratégico en Sudamérica, de la misma manera que Israel lo es en el Oriente Próximo. ¿Tiene algún comentario que hacer?
Medita cuidadosamente la pregunta y me responde en un tono lento y calculado:
–En estos momentos –dice– tenemos buenas relaciones con Colombia. Pero debo decir que si hay un país en Sudamérica con un entorno vulnerable a eso… es Colombia.
Teniendo en mente las sospechas de Chávez sobre las intenciones estadounidenses de intervenir en Venezuela, respiro hondo.
Se está haciendo tarde, pero no quería irme sin preguntarle a Castro sobre las alegaciones de violaciones de derechos humanos y el narcotráfico, supuestamente facilitado por el gobierno cubano. Un informe de 2007 de Human Rights Watch señala que Cuba "sigue siendo el único país en Latinoamérica que reprime casi cualquier forma de disidencia política”. Además, hay unos 200 prisioneros políticos en Cuba hoy en día, aproximadamente el 4% de los cuales están condenados por crímenes de disidencia no violenta. Mientras espero los comentarios de Castro, no puedo evitar pensar en la cercana prisión estadounidense de Guantánamo y en los horrendos crímenes que Estados Unidos comete contra los derechos humanos.
–Ningún país está libre de abusos contra los derechos humanos al cien por cien –me dice Castro. Pero insiste–: Los informes de los medios estadounidenses son muy exagerados e hipócritas.
De hecho, incluso destacados disidentes cubanos, como Eloy Gutiérrez Menoyo, reconocen estas manipulaciones y acusan a la Oficina de Intereses de Estados Unidos de obtener testimonios disidentes por medio de pagos en metálico. Irónicamente, en 1992 y 1994 Human Rights Watch también describió desórdenes e intimidaciones por parte de grupos anticastristas en Miami, descritas por el escritor y periodista Reese Erlich como “violaciones normalmente asociadas con dictaduras latinoamericanas”.
Dicho lo cual, soy un estadounidense orgulloso y sé positivamente que si fuese ciudadano de Cuba y tuviese que escribir un artículo como ése sobre los dirigentes cubanos podrían encarcelarme. Más aún, estoy orgulloso de que el sistema establecido por nuestros padres fundadores, aunque hoy en día no sea exactamente el mismo, nunca haya dependiódo de sólo un gran líder por época. Estas cosas siguen estando en entredicho con respecto a los héroes románticos de Cuba y Venezuela. Pienso en mencionarlo, y quizá debiera hacerlo, pero tengo algo distinto en mente:
–¿Podemos hablar sobre drogas? –le pregunto a Castro. Me responde:
–Estados Unidos es el mayor consumidor de narcóticos en el mundo. Cuba está situada directamente entre Estados Unidos y sus proveedores. Para nosotros es un gran problema… Con la expansión del turismo se ha desarrollado un nuevo mercado y nosotros nos enfrentamos a él. Se dice también que permitimos que los narcotraficantes atraviesen el espacio aéreo cubano. No permitimos algo así. Estoy seguro de que algunos de esos aviones se nos cuelan. Si ya no tenemos un radar de baja altitud en funcionamiento se debe simplemente a las restricciones económicas.
Aunque parezca un cuento chino no es así. Según el coronel Lawrence Wilkerson, un antiguo consejero de Colin Powell, Wilkerton le dijo a Reese Erlich en una entrevista del pasado enero que “los cubanos son nuestros mejores aliados en la guerra contra las drogas y contra el terrorismo en el Caribe. Incluso mejores que México. Los militares consideran que Cuba es un aliado muy cooperativo.”
Quiero hacerle a Castro por última vez la pregunta que no me ha respondido, pues nuestro mutuo lenguaje corporal nos indica que ya pasó la medianoche. Es la 1 de la madrugada, pero él se lanza:
–Bueno –dice–, me preguntaste que si yo aceptaría un encuentro con Obama en Washington. Tendría que pensarlo. Lo discutiría con mis camaradas de la dirigencia. Personalmente creo que no sería justo que yo fuese el primero en visitar, porque siempre son los presidentes latinoamericanos quienes van primero a Estados Unidos. Pero tampoco sería justo esperar que el presidente de Estados Unidos venga a Cuba. Deberíamos encontrarnos en un lugar neutral.
Hace una pausa y deposita su copa de vino vacía.
–Quizá podríamos encontrarnos en Guantánamo. Tenemos que encontrarnos y empezar a resolver nuestros problemas y, al final del encuentro, podríamos darle un regalo al presidente… podríamos enviarlo de vuelta con la bandera estadounidense que ondea en la Bahía de Guantánamo.
Cuando salimos de su despacho seguidos por el personal, el presidente Castro me acompaña en el ascensor hasta el vestíbulo y viene conmigo hasta el coche que me espera. Le doy las gracias por la generosidad de su tiempo. Cuando el chófer arranca el motor, el presidente da unos golpecitos en la ventanilla de mi lado. Bajo el cristal mientras que él mira su reloj y se da cuenta de que han pasado siete horas desde que iniciamos la entrevista. Sonriendo, dice:
–Ahora voy a llamar a Fidel. Te lo prometo. Cuando Fidel se entere de que he hablado contigo durante siete horas se asegurará de concederte siete horas y media cuando regreses a Cuba.
Reímos al unísono y nos damos un último apretón de manos.
Ha llovido antes por la noche. En esta oscuridad de las primeras horas, mientras los neumáticos pulverizan agua sobre la húmeda calzada de una apacible mañana habanera, me doy cuenta de que las cuestiones más básicas de la soberanía permiten comprender muy bien las complejidades del antagonismo estadounidense contra Cuba y Venezuela, así como las políticas de ambos países. Nunca han tenido más que dos opciones: o ser imperfectamente nuestros o imperfectamente suyos.

¡Viva Cuba, viva Venezuela, viva USA!
Cuando regresé a la casa del protocolo eran cerca de las dos de la mañana. Mi viejo amigo Fernando, temiendo que llegase borracho, me había esperado. Mis compañeros habían pasado una mala noche. El pobre Fernando había pagado los platos rotos de su frustración. No sabían dónde estaba ni por qué me había ido sin ellos. Y los funcionarios cubanos que habían podido contactar les habían insistido en que estuviesen preparados por si acaso alguno de los hermanos Castro les ofrecía espontáneamente una entrevista. De manera que también se habían perdido al menos una noche cubana. Después de ponerme al corriente, Fernando se fue a dormir un par de horas. Yo me quedé revisando mis notas y fui el primero en sentarme a la mesa para el desayuno, a las 4:45. Cuando Douglas e Hitch bajaban por las escaleras, me cubrí la cabeza con el borde del mantel fingiendo vergüenza. Supongo que en aquellas circunstancias era un poco temprano (y no sólo por la hora) para poner a prueba su humor. La broma no funcionó. Mientras que Fernando volaba hacia a Buenos Aires, nosotros desayunamos tranquilamente y luego volamos de vuelta al hogar, dulce hogar.
Cuando llegué a Houston me di cuenta de que había sobrestimado la insensibilidad de aquellos dos profesionales con experiencia. Cualquier hielo previo se había fundido. Nos dijimos adiós, celebrando aquellos días emocionantes. Ninguno de ellos había sido lo bastante malicioso como para preguntarme por el contenido de mi entrevista, pero cuando se disponía a conectar con el vuelo que lo llevaría hacia el Este, Christopher me dijo al despedirse, “Bueno... supongo que la leeremos”.

¡Sí, se puede!
Estaba sentado en el borde de la cama con mi mujer, mi hijo y mi hija. Se me saltaron las lágrimas mientras Barack Obama hablaba por primera vez como presidente electo de Estados Unidos. Cerré los ojos y empecé a ver una película en mi mente. También podía oír la música, que muy apropiadamente era de las Dixie Chicks cantando una canción de Fleetwood Mac sobre imágenes montadas a cámara lenta. Allí estaban Bush, Hannity, Cheney, McCain, Limbaugh y Robertson. Los vi a todos. Y la canción fue en aumento conforme la imagen de Sarah Palin acaparaba la pantalla. Natalie Maines cantaba dulcemente,


Y vi mi reflejo en las colinas cubiertas

de nievehasta que la

victoria aplastante me

derrumbó

Victoria aplastante me derrumbó…


Fuente: Conversations With Chavez and Castro
Sean Penn es actor y director de cine estadounidense.
Germán Leyens y Manuel Talens son miembros de Rebelión. Talens es asimismo miembro de Cubadebate y Tlaxcala.

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sábado, 29 de noviembre de 2008

Así, creo, NO SON las cosas. Mensaje BREVE a Roberto Cobas Avivar


Discrepancia IMPOSIBLE de obviar.

Félix Guerra Para Kaos en la Red


En artículo anterior suyo, usted, compañero Cobas, platica acerca de una oposición en Cuba, a la que califica de procapitalista. Y de una “disidencia anticapitalista”.

Cobas, perdone y agradezca la sugerencia, debe escribir enfocando hacia Cuba y su realidad y no desde España. No quiero decir que no lo puede hacer desde allí, no, no es mi intención, sino con el ojo enteramente puesto en esta dirección. Todo esto dicho con noble y risueño respeto.
Disidencia anticapitalista pudiera ser también cualquier trasnochado caballero andante, espada al cinto, que ande por ahí o por allá soñando con las delicias de ser el Señor Feudal o el Señor Esclavista.

La disidencia anticapitalista de su texto, a todas luces vendríamos a ser nosotros, sin adargas ni rocinantes, quienes enarbolamos, como bandera histórica, además de coyuntural, dado el difícil recodo y minuto que vive Cuba, la posibilidad de un socialismo democrático como nunca antes, con amplísima participación de la ciudadanía, el individuo, la totalidad de los cubanos residente y no residente y el pueblo cubano en general.
Viene a ser una fusión del proyecto actual y de aquel apotegma martiano de CON TODOS Y PARA EL BIEN DE TODOS.
Usted bien sabe qué connotación, sobre todo política, tienen en Cuba las palabras disidencia o disidente. Aquí, y no en España ni en los diccionarios o enciclopedias, personifica a grupos o personas desafectos al Gobierno, Estado o Sistema. Su significado en síntesis es hostil al Poder vigente.
En este contexto, histórico y lingüístico, que es el territorio nacional y nuestra patria, esa palabra no admite discusión en cuanto a significado, usando cualquier etimología o semiótica contemporánea con sentido común. El disidente en Cuba hoy no es socialista ni anticapitalista. Es su contrario, un adversario ideológico y de clase bien definido.
Los compañeros que en estos lares, decididos a impulsar definitivamente la Revolución por el camino del Socialismo, no somos ni podemos ser disidentes en ninguna de sus categorías, sinónimos o variantes. Aspiramos más bien a empujar al socialismo por el camino lógico de la sobrevivencia, que es el que transforma la avanzada propiedad estatal en una propiedad aún más revolucionaria: la propiedad social.
Tampoco yo me atrevería a irrespetar de tal manera, llamando disidente (aunque no acostumbro a hacerlo con nadie que profese ideas distintas), a quien se conforma con un socialismo de propiedad estatal, aunque no crea que tal sociedad pueda ser finalmente el socialismo de las utopías o el largamente soñado. Ni a quien no considere los presupuestos del socialismo participativo y democrático como una escapatoria provisoria al atasco. O a quien lo crea una locura delirante o considere que se iría a implantar ilógicamente por decreto. O no lo estime como una salida inédita, una contribución permanente al desarrollo social, que viene desde el Comunismo primitivo, repitiendo una verdad de Manual, y pasa por la Esclavitud, el Feudalismo y el Capitalismo.
El fenómeno de la disidencia en otras latitudes, admite a Chomsky o a Gore Vidal, por ejemplo, como disidentes del pensamiento gubernamental USA o de la lógica capitalista. Allí son los opositores a la guerra, al terrorismo de Estado o al Bloqueo de una pequeña nación por una gran nación. Es una verdad de leer a diario en la Prensa.
Pero en Cuba es otra cosa, por diversas e infinitas cuestiones de la historia de los últimos 50 años. Aquí el término sufrió una refracción desde hace mucho y no es el segundo adecuado para discutir ni cambiar su acepción.
Y porque también los que usted llama disidencia anticapitalista, sin pensárselo dos veces y sabiendo nosotros que conoce la realidad sociopolítica de Cuba, son más bien socialistas desde hace medio siglo, y más, participando en la construcción diaria, militando activamente dentro de la ideas que condenan la explotación humana, el racismo, la discriminación de género, religiosa o por preferencias sexuales, el atropello a la naturaleza, el egoísmo de llevar la bolsa repleta mientras otros mendigan su miseria con un sombrero apostados en una esquina cualquiera del planeta.
También somos quienes repartimos conscientes nuestras públicas inconformidades en varias direcciones: las injusticias actuales del orden mundial, y lo que apreciamos como distorsiones o errores en la construcción socialista en Cuba.
Ahora mismo, otros compañeros y el que suscribe, no están totalmente conforme con algunas declaraciones del compañero Presidente de Cuba, Raúl Castro, que para referirse a un posible encuentro con Barack Obama en territorio “neutral”, incluye en esa categoría al territorio de la Base Naval de Guantánamo.
Comprendemos, sí, porque no soy ni somos, los cubanos, ceñudos y solemnes, ni rígidos, que lo hizo en un ambiente de distensión y camaradería, mientras se dejaba entrevistar por el actor norteamericano Sean Penn.
De cualquier manera opino lo siguiente: tal territorio no sería neutral, ni con comillas ni sin comillas, es cubano y permanece desde hace más de un siglo usurpado por el gobierno USA, sabiéndose además, como se sabe, que cualquier acuerdo espurio, adoptado con un viejo gobierno sin soberanía, por lógica el tiempo ya lo hizo caducar.
Tampoco comparto la idea del Presidente Raúl, ni yo ni otros, de que culminada la reunión, le dejaríamos llevar a Obama, como regalo, la bandera norteamericana que allí ondea (según afirma la agencia de noticias REUTER).
La frase contiene cierta ironía de matiz político y no es la manera más conveniente y hospitalaria, creo, de abrir puertas a un visitante que supuestamente llegaría a nuestras costas a dialogar asuntos de tal vital importancia. Es decir, como serían las relaciones futuras de dos países que se confrontan hace 5 décadas. Y más: un siglo y tanto.
Creo, de forma personal, que Obama representa eventualmente al Imperio, y Raúl, también eventualmente, a las huestes cubanas que reclaman dignidad, soberanía y autodeterminación desde el siglo XIX. Quizás al diálogo, cuando se produzca y si se produce, y donde quiera que se produzca, entren también los asuntos del bloqueo, el intercambio comercial y las relaciones diplomáticas.
Un territorio en realidad neutral sería otro país cualquiera del hemisferio o del mundo.
Roberto, al diferir en una pestaña del planteamiento de nuestro Presidente, no estoy cometiendo ni por asomo ningún acto de supuesta disidencia anticapitalista, sino ejerciendo un derecho y ofreciendo, desde aquí, mí sincera, militante y patriótica opinión al respecto.
La calidad del texto de Penn, sus descripciones y diálogos, parece reflejar muy bien el espíritu risueño y optimista de la entrevista. Y la esperanza de que el futuro sea incomparablemente mejor al que vivieron las dos naciones, Cuba y USA, en los últimos tiempos.

FELIX GUERRA
POEMAS DE LA SANGRE COTIDIANA

Noviembre 28 de 2008

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jueves, 27 de noviembre de 2008

Cuba: Reformismo socialdemócrata o Transformación socialista

Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes
José Martí

Roberto Cobas Avivar Para Kaos en la Red
Cuba
Reformismo socialdemócrata o Transformación socialista

Entre la Cuba-oficial y la Cuba-profunda
¿Dónde estamos? Puede afirmarse que en medio del desacuerdo entre la Cuba-profunda y la Cuba-oficial. La Cuba-profunda que se expresó en los numerosos debates auspiciados y a posteriori silenciados por la Cuba-oficial. Ese contraste de necesidades expresa contradicciones determinantes entre el ser o no ser del Socialismo en Cuba.
¿Ha perdido el Partido - como ente colectivo de pensamiento y recreación de ideas revolucionarias - la capacidad y la voluntad de conceptuación política de las necesidades y las expectativas sociales de los cubanos? Y puesto que es la Cuba de hoy el único país dónde el pueblo tiene el derecho de aspirar a imponer su voluntad, cabe preguntar: ¿Si ha sido así, qué queda hacer si es ése el único partido?
Ya hoy es imposible reducir la conceptuación de las necesidades materiales de la población - cohabitantes con la precariedad crónica – como el hecho de la carencia en sí. Las necesidades existenciales ya tampoco se satisfacen con más inversiones sociales.
La Cuba-oficial está muy lejos de ser el país en bancarrota que proclaman sus detractores criollos y forasteros. Las cifras de los últimos años de crecimiento económico expresan desarrollo. Cualquier análisis objetivo del desempeño económico denotaría un sostenido incremento de inversiones en infraestructuras y organismos productivos. Denota una sostenida atención a los servicios básicos. Todo ello hace que los síntomas de recuperación económica en los últimos 10 años sean visibles. Es así, incluso hoy tras las significativas pérdidas por el paso de tres consecutivos y destructores huracanes. Pero en la escala del tiempo y la fuerza de su impacto social, son eso, síntomas. En lo espiritual la Cuba-oficial sigue prolija en vida cultural.
Entonces, ¿por cuáles razones la Cuba-profunda le da las espaldas a la Cuba-oficial?
¿Pero existen esas dos Cubas? ¿Quién autoriza esa afirmación libertina? La interrogante inquisitoria probablemente cruza a velocidad de vértigo las mentes del pensamiento oficial.
¿Cómo puede existir una Cuba-profunda ante los evidentes esfuerzos que hace la Revolución, ante el amparo que brinda a la sociedad en sus precariedades, ante los lazos estratégicos que ahora mismo va logrando, ante las evidentes muestras de participación y sacrificio de la población... ante todo ello: ¿será posible poner en duda lo que realmente significa la Cuba-oficial?
Pero la Cuba-profunda se reconoce impaciente en sí misma y ya no se inmuta cuando la Cuba-oficial se da por ofendida. La Cuba-profunda se levanta todos los días y se acuesta. Trabaja y piensa, porque sabe que la repuesta es obvia. El pensamiento orgánico a la Cuba-oficial no acaba de entender la profundidad de la transformación sociocultural que ha experimentado la Cuba-popular. Una Cuba con toda la sabiduría para preguntarse hacia dónde realmente vamos.
Hilvanemos las tribulaciones
¿Es realidad que un estudiante de la Cuba-profunda, de allá de donde crecen las palmas, pueda haber dejado sin palabras al máximo parlamentario de la Cuba-oficial? No es que sea extraordinario lo del vis a vis entre un estudiante y un dignatario, porque en Cuba esas distancias no tienen el piso burgués que las legitima en las sociedades capitalistas. Sino que el Presidente del Parlamento, una expresión de la Cuba-oficial, no haya podido con la sabiduría de un estudiante revolucionario, una de las caras de la Cuba-profunda.
¿Será posible que en la intensidad de sus noches sin techo los pobladores de un caserío costero de tablas, arrasado en el aniversario de un arrase por el mismo Caribe encrespado, se sientan parte de la Cuba-oficial? ¿Tendrá que ver el haber salvado la vida esta vez con la sostenida precariedad de sus vidas 71 años después?
¿Es esa interrogante la crítica acérrima contra lo que aún no se ha podido hacer?, como estará presto a defenderse el pensamiento estado-centrista de la Cuba-oficial.
Desplacémonos al campo de la producción social.
¿Nace, crece, se reproduce y muere en la Cuba-profunda ese formidable campesino que ha hecho de su crianza de cerdos, a contracorriente de las veleidades de la “economía” estatizada, una verdadera unidad de producción de alto rendimiento?
No, porque ese hecho pasa a formar parte de la Cuba-oficial gracias al arte de algún órgano de prensa estatal. Y como corresponde a todo noble y recio guajiro cubano, no pide nada para sí ni para su familia porque sabe que el Estado de la Cuba-oficial le dará todo lo necesario para vivir. Y a la espera sigue viviendo en ese bohío de tablas al que, no por lo digno de la humildad campesina menos precario, lo condenó aquella pseudo república de latifundios a plan de machete.
¿Dónde está la correspondencia socialista entre trabajo y reconocimiento social? El pensamiento orgánico a la Cuba-oficial no atina a ver la correspondencia, porque la Cuba-profunda se encuentra del lado que crea las necesidades y las expectativas 50 años después. Porque el pensamiento oficial observa ese complejo causa-efecto desde la altura de las razones de Estado. Es decir, desde la lógica centrípeta de todo poder económico centralizado.
Lo que sucede en el terreno, mientras tanto, es que ese formidable campesino desafía la ineficiencia estructural de la economía estatal. Es la ineficiencia que hoy lleva a una crisis de superproducción socialista a los campesinos productores de cerdos en Pinar del Río.
“Los dos últimos años la provincia viene rompiendo su récord histórico, que databa de 1990. En el 2008, según especialistas, podrían incluso duplicarse las 9 600 toneladas registradas en aquella ocasión.
El crecimiento ha llegado a tal punto, que el binomio Empresa Porcina-Empresa de la Carne, no consigue darle respuesta.
Como no hay otros resortes o mecanismos para solucionar el problema, la congestión en los mataderos ha obligado a frenar la compra de animales. A muchos criadores los cerdos se les estancan en los corrales y no pueden venderlos.
Es paradójico que ese salto productivo no parece estar a tono con la cotidianidad de los hogares pinareños, ni de las unidades gastronómicas, ni de las carnicerías”.
Eso nos lo cuenta un serio reportaje de la revista cubana Bohemia[1].
¿Por qué el empeño de la Cuba-oficial en ignorar la profundidad sociológica de lo que implica un Socialismo real? Es una pregunta recurrente del sentido común a nivel social.
“Gracias a lo aprendido en el programa sobre el alimento animal y las semillas, Pimentel ha multiplicado sus ingresos al acelerar la ceba de sus cerdos, que en seis meses alcanzan hasta 250 libras, sin depender de los piensos que le suministra el Estado como parte de un convenio para el fomento de la masa porcina” ( 24.11.2008)[2].
"Cuba tiene las mejores condiciones de América Latina para obtener piensos, porque aquí se dan los frijoles y la soja, sin químicos, todo orgánico", aseguró este agricultor de 56 años."Nos favorecen el clima y los conocimientos, pero ese potencial no se aprovecha, porque la mayoría de la tierra está ociosa" - remarcó[3].
¿Sucede esto realmente en la Cuba-profunda, o es un ataque más de los enemigos de la Cuba-oficial?
Sucede y no es ataque alguno. La lógica del pensamiento crítico y creativo es otra. Con la exposición de dicha realidad no se ignora que existe hoy una clara recuperación de la producción porcina en Cuba. Que en ello tienen incidencia coordinados programas del Estado para la rehabilitación de este importante sector agropecuario. Pero que, sin embargo, la recuperación productiva en el sector refleja el eterno combate de las administraciones estatales (centrales y territoriales) con los efectos inmovilistas de la propia administración centralizada a la que obedecen. La auto motivación de la reproducción económica (producción) suplantada por el voluntarismo cíclico de la economía centralizada.
¿Cuál sería la lectura renovadora de esta realidad puntual si al pueblo se le dejara pensar el socialismo desde la lógica de la Cuba-popular?
Detengámonos (en este artículo) en lo simple para observar la esencia socialista de la reproducción social[4].
La producción campesina familiar en rigor se ubica en lo que asumimos como producción mercantil simple. El campesino no emplea a su hijo por un salario del cual va a descontar la plusvalía que le es necesaria para ampliar su presunto capital privado. No es difícil entender que ello sería un comportamiento contra natura. La lógica de las relaciones en el seno de la familia campesina no permite (en principio) que las relaciones económicas hacia su seno, en tanto organización productiva, plantee la exclusión de los beneficios a uno de sus miembros filiales. La apropiación del producto del trabajo colectivo, por lo tanto, es justamente social. La plusvalía no existe como excedente expropiable (por algún propietario excluyente), sino como valor que multiplica el capital social. (El grado de división del trabajo en este núcleo de producción no obliga a relaciones socioeconómicas de mayor complejidad regulatoria).
Aclarado el escenario político de la relación económica, suponemos haber brindado una perspectiva familiar, por marxista, al pensamiento orgánico de la Cuba-oficial.
Así las cosas, ahora enriquecemos la cualidad de la idea socialista. Nuestro formidable campesino debería tener el crédito político para acceder, amparado en los beneficios de su trabajo y el de su familia, al crédito económico con el propósito de desarrollar la idea de su personalizado proyecto de vida:

1 - La cooperativa de producción y servicios debería propiciarle el crédito para mejorar las condiciones hoy primitivas de sus precarias cochiqueras de alto rendimiento, porque la familia está consciente que modernizando la producción puede rendir más valores de consumo social.
2 - El banco popular o un banco comercial público, debería propiciarle el crédito para edificarse una casa digna que le eleve a él y su familia el horizonte de su cultura material y espiritual.

Las expectativas de enriquecimiento de la cultura material y espiritual de esa familia trabajadora no se divorcian del compromiso social. Hay dos razones que así lo exponen. A) El productor crea valores de uso que satisfacen necesidades de consumo social. Produce además servicios que elevan el bienestar sicosocial. B) Pero, además, el productor contribuye a la riqueza nacional. Porque ya sabemos que la renta empresarial y personal la sociedad socialista las grava con un impuesto preferentemente progresivo que va a engrosar las arcas del tesoro nacional, literalmente el de todos los cubanos. Porque no hablamos del tesoro secuestrado por el poder económico en el estado capitalista. Ese que cuando el mercado empieza a acarrearles costos “extraordinarios”, socializa sus pérdidas privadas a costa del erario público.
No podemos dejar de abstraer en el conciente el significado de la situación que hemos descrito. Lo que ha tenido lugar es la posibilidad real de que el ciudadano (ese campesino) enfrente las necesidades desde el estímulo de las expectativas.
Hablamos de la compatibilidad en el Socialismo entre el trabajo propio que no explota trabajo ajeno y el enriquecimiento de la materialidad y la espiritualidad de la vida del ciudadano.
En consecuencia, estamos identificando dos componentes fundacionales de la formación socioeconómica hacia la que puede avanzar el Socialismo en Cuba:
a) La democracia económica, entendida como la socialización no sólo del trabajo, sino del capital que el mismo produce,
b) La soberanía ciudadana, entendida como la facultad del ciudadano de participar en el proyecto colectivo desde la libertad que le propicia su independencia económica.
Se trata, por consiguiente, de la naturaleza libertaria del modo de producción socialista. Puesto que el germen libertario del Socialismo no está en la distribución justa o caritativa de la riqueza, sino en la posibilidad de producirla libremente. Sólo así se emancipa el conciente social de las ataduras de la materialidad que lo condiciona. Todo el vocinglero orgánico al capitalismo, el fisiológico y el genético, se negará a discutir sobre la contradicción trabajo-capital como génesis de la libertad del individuo en tanto ser social. Al amparo de esa negativa se escurre por los laberintos del oportunismo político la ideología socialdemócrata para ir a desembocar en el ideario capitalista descarnado de la explotación entre congéneres.
El reformismo socialdemócrata tiene un suculento caldo de cultivo en Cuba hoy. Lo ha propiciado la filosofía política del socialismo de estado. El reformismo socialdemócrata se posiciona dentro de la fuerte burocracia estado-partido-crática de la Cuba-oficial. Pero no solamente. Cala dentro del mundo intelectual que tiene de mecenas al Estado-propietario; sin que ese mundo-gremio quiera imaginarse que la más amplia producción de espiritualidad, la cultura, en una República Socialista, es decir, en la antítesis del socialismo de estado, seguirá siendo patrimonio protegido por la nación.
La transformación socialista, en cambio, se legitima en el derecho de ciudadanía de la Cuba-profunda. Pero el modo de producción estado-centrista ha inclinado la correlación de fuerzas a favor del poder de la burocracia omnímoda y ha convertido en antagónica la contradicción dialéctica con la Cuba-profunda.
Veamos, entonces, cómo se manifiesta la dialéctica de la idea socialista que anida en la Cuba-profunda. El proyecto personalizado de vida de nuestro productor campesino no ha terminado donde lo dejamos. Porque ese proyecto desencadena sinergias de valores materiales y culturales agregados.
Ahora el campesino puede hacer que la expectativa cifrada en esa casa-hogar se convierta en un espacio de modernidad campestre, diseñado a su gusto. Puede hacerlo contratando el servicio del arquitecto que trabaja por cuenta propia o de una agencia no-estatal de arquitectos. En igual dinámica de producción mercantil simple, alguna cooperativa de constructores asumiría la realización del proyecto según un precio libremente convenido (en el cual influirá, obviamente, el equilibrio o desequilibrio entre la oferta y demanda en el mercado de esos servicios, por una parte, y las regulaciones racionales que puedan serle establecidas, por otra). No es difícil percibir los engranajes de una cadena productiva prácticamente ilimitada. Ese espacio campestre, piensa la familia campesina porque también ha tenido acceso a un mundo amplio de informaciones propias y foráneas (incluido el libre acceso a internet), puede ser utilizado como finca de recreo y culinaria propia, dentro de la idea del turismo rural independiente, para nacionales y extranjeros. Sabiendo que esa otra derivación productiva (en servicios) de sus esfuerzos, ayudaría a solventar el crédito contraído con la banca pública – es decir, reintegrar para uso social el dinero que se ha prestado de la sociedad, porque sabemos que la banca privada es ajena al Socialismo. La prosperidad del formidable campesino, productor individual o cooperativo, el libre vuelo de su voluntad y su sacrificio, irradia la idea socialista a través del lenguaje que niega las razones del trabajo asalariado. Para así demostrarnos que crear bienestar social no implica explotar ni ser explotado. El mensaje ideológico no sería sólo el del deber cumplido que exige la Cuba-oficial, sino ante todo la de los sueños compartidos que anidan en la Cuba-popular.
La Cuba-profunda vive sofocada no por su precariedad material en sí, sino por que encima de la misma se le diga e imponga todo lo que tiene que decir y hacer. Que el monopolio del poder económico del Estado la obligue a pedir permiso para vivir. Para que Cuba sea socialista, sus ciudadanos han de ser libres. Sólo los necios osan ver la libertad del individuo en el capitalismo. La libertad del individuo en tanto ser social es prerrogativa del modo de reproducción de la vida que puede darse el Socialismo real.
- II -
¿Por qué hace agua la aparente sólida nave del Proyecto Socialista?
Porque el sentido de pertenencia social ha adquirido derecho de ciudadanía. Lo ha provocado el proceso de transformación social desencadenado por la propia Revolución. Ello ha hecho que la Cuba de las necesidades libertarias habite en cada cubano. La Cuba-profunda no se divorcia de las razones sociales del Proyecto Socialista en que se ha involucrado.
“Las manifestaciones de las inconformidades sociales pueden hoy no desbordar el comedimiento político, pero tampoco llegan a ser factor catalizador de una masa crítica renovadora. El inmovilismo social resulta de la confianza de la sociedad en que el Partido político que decide sobre sus destinos lo hará según sus expectativas. Es el cheque en blanco que la lealtad a las significaciones políticas de la Revolución sigue ofreciendo la sociedad cubana”[5].
La naturaleza dialéctica de esa contradicción le ha permitido hasta ahora al Partido y al Estado el achique del agua que penetra en la nave de todos. Pero el precio de la ingeniería política es a todas luces impagable: la doble moral de los comportamientos sociopolíticos.
¿Es un problema congénito del Socialismo la doble moral que corroe la cohesión social?
Por supuesto que no. La doble moral del comportamiento sociopolítico es congénita al capitalismo. Es lo que pone a salvo la dignidad de los mortales simples y a resguardo el cinismo de los oportunistas. En las filas de los primeros se aprieta casi todo el mundo. En el siglo XIX, según K.Marx, eran no menos del 99.9%. Hoy, afirman estudios liberales y conservadores por igual, el 99%. La doble moral no admite cuestionamientos sobre sí misma en las sociedades capitalistas. La sociedad-oficial se impone a la masa con el poder de la dependencia salarial y la virtualidad mediática. Esa virtualidad mediática que la convierte en júbilo hervido con trapo y lentejuela. La democracia capitalista lleva la doble moral de oficio, la defiende y la consagra. La masa, ese amasijo hecho de cuerdas y tendones para la democracia burguesa, puede votar a las fuerzas políticas que alternan el gobierno y preservan el sistema pluripartidista de poder económico único.
La doble moral del comportamiento sociopolítico es el resultado más perturbador de la práctica estadocrática de la Revolución cubana hoy. Por paradójico que resulte, el pensamiento orgánico a la Cuba-oficial ha pasado definitivamente de la conceptuación de las contradicciones de la realidad socioeconómica, a defender las doctrinas políticas como valores en sí mismos.
El Socialismo real constituye una amenaza para todo poder que se ejercita por encima de la sociedad, contra ella. El Socialismo real representa la necesidad del poder social. El Socialismo real es revolucionario porque desde la naturalidad de su condición política le dice al Estado dónde están los límites de su poder. Desde el carácter de su régimen de producción le impone al capital la democratización. Ese es el ideario socialista. Todo lo otro es su tergiversación.
El Socialismo real constituye la negación de la concepción política y la estructuración económica en la que se soporta el Estado cubano actual. No debe confundirse el significado político de este antagonismo.
El Partido cubano no concibe el Estado como la expresión institucionalizada del poder social. Para el Partido el Estado sintetiza la Revolución. La conceptuación de la Revolución ha sido convertida por la necesidad de la reafirmación revolucionaria en un simbolismo fetichista (RCA, 2003)[6]. La Revolución no les dejará desamparados – repite recientemente el Presidente del Consejo de Estado a los damnificados por el huracán Paloma en Santa Cruz del Sur en la provincia de Camaguey. Estado y Revolución permanecen en simbiosis. Pero el poder es concreto y se ejerce desde el Estado. El simbolismo socialmente aceptado de la Revolución justifica la omnipotencia del Estado y su omnipresencia en la vida económica, social y cultural de la sociedad.
En Cuba no está en cuestionamiento el Socialismo. En Cuba esta en tela de juicio la concepción de socialismo de estado.
Debatir abiertamente con la sociedad las causas históricas, endógenas y exógenas, que han llevado al Estado cubano hasta su evolución actual, significa cerrar filas con el pueblo y reconocerle el protagonismo político en la transformación socialista que desde ya se ha de estructurar.
El análisis sobre dónde estamos y hacia dónde marchar debe enterrar de una vez y por todas el fundamentalismo ideológico que en la crítica hecha desde la dialéctica materialista ve una autoflagelación para provecho de los enemigos del Socialismo en Cuba. No se puede llegar a un congreso excepcional del Partido, tal como las circunstancias excepcionales hoy le exigen a un partido único, sin la socialización de las ideas revolucionarias sobre la renovación cualitativa del Proyecto Socialista. El tiempo ya no es un aliado.
El Socialismo es el único pacto social que puede hacer que la Cuba-oficial y la Cuba-profunda se confundan en una sola y marchen unidas “como la plata en las raíces de los Andes”[7].
Roberto Cobas Avivar
[1] Bohemia, “La quinta pata del cerdo”, en: http://www.bohemia.cu/2007/02/14/encuba/cerdo1.html
[2] CUBA: Innovación en manos campesinas. Caminos-Centro Memorial Martín Luter King, La Habana 24.11.2008, en: http://www.ecaminos.cu/leer.php/4939
[3] Ibídem
[4] Entender lo complejo no es un ejercicio de extrapolación de lo simple. Pero nada de lo complejo escapará a la esencia de lo simple. En muchos otros trabajos he abordado complejidades de lo que intentamos aprehender como un modo socialista de producción y relaciones socioeconómicas. Lo estaré abordando en sucesivos trabajos.
[5] Roberto Cobas Avivar, “Cuba: la Isla codiciada”, en: http://www.kaosenlared.net/noticia/cuba-la-isla-codiciada
[6] Roberto Cobas Avivar, “ Cuba y el desafío de la alternativa. Hacia la negación o en pos de la viabilidad. Una incursión alrededor de las claves”, Número XXXII - Agosto 2003; en: http://www.nodo50.org/cubasigloXXI/politica2.htm
[7] Tomado del ensayo Nuestra América, de José Martí.

Nota especial: en este artículo he utilizado versos del poema “La masa”, de Silvio Rodríguez.

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miércoles, 26 de noviembre de 2008

Honremos a Kaosenlared y a la ética del debate

Kaosenlared es el órgano de prensa más libre y democrático que existe. Rindo honor y mis respetos a todos esos esforzados compañeros que la hacen posible.

Pedro Campos Para Kaos en la Red



En más de una ocasión he abordado la necesaria ética del debate. Generalmente los que no la respetan lo hacen por falta de argumentos y sería caer en lo mismo enjuiciar las personalidades de quienes la violan. Cada uno en su integridad debe ser respetado, aunque discrepemos.
No creo que los partidarios de un socialismo más participativo y democrático, tengamos toda la razón; pero sí puedo asegurarque no hemos publicado artículos en los que abunden diatribas, descalificaciones, ofensas contra ningún compañero por opinar distinto, acciones que para nada ayudan al debate revolucionario. Aunque ganas no han faltado a algunos.
Más, lo cierto es que si alguien desea entablar un diálogo serio y constructivo debe hacer abstracción de todos los factores subjetivos de la discusión y concentrarse en el análisis de los elementos concretos. Esto ha sido una norma para muchos de los colaboradores que aquí escribimos, no podemos decir lo mismo de todos los que lo hacen en libre publicación o hacen comentarios.
Nunca he visto en Cuba-Kaos un artículo de sus colaboradores defendiendo el capitalismo. Pero Ciertamente algunos colaboradores -todos tienen esa potestad- han colgado artículos de otros autores, en los que a veces se defiende el trabajo asalariado, que todavía no saben o no entienden que es la manera de la existencia del capital. También algunos, posiblemente con intenciones provocadores han incluido en la página central artículos ofensivos de personas que no son colaboradores oficiales de Kaos. Habría que ver quién es el colaborador que ha estado colgando tales artículos para tratar de denigrar a Kaos.
Es claro que cuando Kaos Cuba preocupó al inmovilismo, lo inundaron entonces de artículos apologéticos para tratar de limar su filo crítico. Nadie se opuso. Cuando no fue suficiente, empezaron a introducir intoxicación de agentes extraños, para tratar de unir la crítica revolucionaria a la extremista y de esa forma contaminarla y desacreditarla. Es así como pudo aparecer aquí el artículo del tal Pando.
Kaos tiene las contraseñas de todos los colaboradores y los ID de sus respectivas computadoras, de manera que pudiera identificar quien colgó enla pagina centralel artículo del susodicho Pando. Solicito a Kaosenlared que publique el nombre del colaborador que lo colgó, y entonces sabremos quien es el provocador y no se preocupen que nadie va a pedir paredón, como lo hacen algunos en sus comentarios.
Los artículos de libre publicación, aunque algunos no nos gusten enriquecen el debate y esa sección es, a mi juicio, una de las mejores cosas que tiene este órgano, que da a todos, incluso a la oposición, la posibilidad de defender sus argumentos. ¿Más libertad, dónde? La “prensa libre burguesa” no se caracteriza por ello.
Kaosenlared, es a mi juicio el órgano de prensa más libre y democrático que existe. Rindo honor y mis respetos a todos esos esforzados compañeros que la hacen posible. Son un ejemplo de la real libertad de prensa.
No me he detenido a sacar cuentas, pero creo que más del 99 % de los artículos de Cuba-Kaos en su página central, son favorables a la Revolución, la que es mejor servida buscando como hacerla avanzar que hiperbolizando sus logros o justificando sus errores, para lo cual tenemos bastante prensa y muchos periodistas. No critico a los que ensalzan la buena obra de la Revolución o defienden sus posiciones. Hay momentos en que eso es lo que hay que hacer. Por haberlo hecho en estas páginas, cuando lo he creído necesario, he sido blanco de infinidad de diatribas departe de la extrema derecha. En verdad se lo agradezco, eso quiere decir que no ando del todo errado. También la extrema izquierda me combate. Gracias igual, por lo mismo.
He defendido y defenderé esta Revolución, con mi vida -no sé si otros de los que aquí escriben la arriesgaron en algún momento- y creo que eso me da derecho a luchar por su continuidad, buscando la forma de que siga adelante, que avance a nuevos estadios y no sea destruida por sus propios errores o termine secuestrada por una casta auto designada que acabará arruinándola y entregándola al capital internacional, como pasó en otros países que iniciaron la construcción socialista y siguieron el camino del estatismo asalariado centralizado, que Cuba no ha logrado abandonar.
Y no voy a perder el tiempo, como otros, diciendo de mí, quien esté interesado que averigüe y con lo que encuentre que haga lo que le venga en ganas, es su “maletín”.A la Revolución sólo debo las gracias por haberme permitido servirla y es por eso, que algunos no entienden, que puedo expresar con entera libertad mis posiciones desde dentro, por mucho que disgusten a burócratas y oportunistas de toda laya, quienes jamás podrán acusarme de haber lanzado un dardo envenenado contra algún compañero en particular. Combato concepciones que estimo equivocadas, nunca personas.
Sí, quede claro para el que así no lo tenga: Nos hemos propuesto que la Revolución abandone esa ruta estatista, que fue necesaria –quizás- al principio, pero que pronto debió torcer hacia el proceso de socialización, la fase que posibilita avanzar hacia el predominio de las nuevas relaciones socialistas de producción, hacia la plena democracia y la plena libertad, lo que solo se logra cuando los seres humanos, todos, sean poseedores de sus condiciones de existencia, sujetos económicos activos, dueños individuales o colectivos de medios de producción concretos.
Es necesario precisar, lo cual ya escribí en anteriores artículos sobre la socialización en Cuba (*), que ese proceso fue correctamente iniciado en gran escala y con positivos resultados, a principios de 1960 con las Cooperativas Cañeras, a iniciativa del Comandante en Jefe y con pleno fundamento en la concepción cooperativa de Marx, Engels y Lenin sobre el socialismo, pero a principios de 1962, la nueva dirección del INRA, de vieja inspiración estalinista estato-centrista, cortando el proceso de profunda socialización iniciado, transformó las 600 cooperativas que tenían 70 mil caballerías de las mejores tierras quitadas a las empresas norteamericanas, en “Granjas del Pueblo” y convirtió a 120 mil cooperativistas en asalariados agrícolas de nuevo. Viró para atrás. De manera que para Cuba no se trata de experimentar un camino nuevo, sino de retomar el iniciado hace años, en las nuevas condiciones y de acuerdo con el nivel ya alcanzado por las Fuerzas Productivas.
Quien no esté de acuerdo con lo que planteamos tiene todo el derecho a rebatir nuestros argumentos con los suyos. Quien crea que el socialismo desde el estado, el trabajo asalariado y la centralización, es el camino correcto tiene derecho a exponerlo y a argumentarlo. Quien crea lo contrario, también. La Revolución no es una “cosa” que se hizo y ahí quedó, es un proceso económico y social que debe avanzar en forma Permanente, lo que implica el progreso constante en las relaciones socialistas de producción a costa de las relaciones capitalistas de producción a nivel nacional e internacional. Quien no entienda estas simplezas, antes de ponerse hacer “socialismo” debe esclarecerse sobre su práctica y su teoría.
No deben confundirse los articulistas colaboradores de Kaos, con los de libre publicación y con los participantes en los foros y sus comentarios. Si en los comentarios participan más extranjeros y cubanos residentes fuera, que cubanos de dentro, esto tiene que ver esencialmente con las limitaciones de Internet en Cuba. Los colaboradores de Kaos pudieran estar equivocados, pero por lo general exponen sus argumentos, los calzan con datos y citas, aunque todos, humanos al fin, podemos equivocarnos en algún criterio, alguna valoración. No veo en sus artículos ninguna labor contrarrevolucionaria ni nada por el estilo. No creo que los defensores del estancamiento, lo hagan porque sean agentes del enemigo, quieran la destrucción de la Revolución, ni ninguna de esas tonterías. Cada uno tiene sus razones, debatámoslas, dirimamos nuestras diferencias en sana lucha de ideas.
En la Internacional fundada por Marx, se daba cabida a todas las corrientes obreras, desde la extrema izquierda hasta las contemporizadoras con el capital. Lenin aceptaba la existencia de tendencias diferentes en el seno del Partido. Los que aquí escribimos, tenemos opiniones distintas, pero todos defendemos la revolución desde nuestro punto de vista. Unos prefieren cantar sus hazañas, otros hacer hincapié en sus deficiencias, muchos aportamos ideas sobre como solucionar nuestros problemas y desde luego no todos logran ese equilibrio que demanda a veces el escribir para un medio que pague. Kaos no paga. La unión dialéctica de todo ese complejo da una resultante que refleja nuestra realidad de la que también forman parte, nos guste o no las opiniones contrarias y las claramente contrarrevolucionarias.
Huir de esa la realidad, aislarse de ella, no querer enfrentarla, no es de valientes y conduce al desastre. Tener al contrario maniatado, aislado y enmudecido puede facilitar la obra de los que necesitan tener callada la oposición, los que estánseguros en la razón que defienden y de contar con el respaldo de las mayorías, no necesitan prescindir de la voz oponente, y no estoy hablando de abrir Granma al enemigo ¡por favor!; pero no permitir siquiera la crítica de los propios es -cuando menos- intolerancia.
La Revolución no fuera tal si no hubiera engendrado críticos y contrarios. Fidel ha sido muchas veces nuestro principal crítico ¿A qué temer? Los que tanto se alejan del fuego enemigo, por miedo a la candela o a la contaminación, no estarán jamás en condiciones de combatirlo con eficiencia.
Los que participan en los comentarios, incluso desde las posiciones más contrarias a la Revolución, a mi juicio aportan muchos elementos de análisis. Yo sinceramente agradezco y respeto a todos los que participan en este foro con la exposición de sus puntos de vista, aunque sean adversarios. En el mundo despolitizado y consumista de hoy quien reserve tiempo para tener a Cuba en el corazón, aunque tengan opiniones contrarias, merece todo nuestro respeto. Y el que irrespeta, se hace más daño a sí mismo y a su credibilidad. Estoy seguro que muchos de esos mismos que desde fuera critican en sus comentarios aspectos de la Revolución, que no comparten, jamás apoyarían la anexión real o virtual de Cuba a EE.UU. No puedo decir lo mismo de algunos de nuestros oportunistas burócratas que esperan convertirse en capitalistas privados dueños de nuestros medios de producción, con el apoyo del Norte, como ya sabemos dónde pasó.
Nuestro enemigo no es todo aquel que piense distinto. El enemigo de la Revolución Socialista lo conforman el imperialismo, la extrema derecha cubano-americana, la mafia contrarrevolucionaria de Miami y sus acólitos internos. La gran mayoría de los cubanos que están fuera, aún cuando discrepen de nuestras posiciones, se fueron por necesidades económicas y mientras se sientan cubanos, tengan el pasaporte de nuestro escudo y amen esta tierra tenemos que considerarlos en nuestros planes y tienen derechos inalienables.
Muchas de las ideas que se expresan en nuestros escritos nos surgen a la lectura de comentarios y aprovechamos la información que nos brindan para tratar de esclarecer más nuestras opiniones y buscar acercar a nuestras posiciones a todas las personas posibles. A veces no somos capaces de exponer adecuadamente la idea que pretendemos y los comentarios vienen en nuestra ayuda.
Haciendo honor a la verdad y hasta a algunos contrarios, muchas veces de argumentados comentarios que provienen de enemigos de la Revolución, he logrado sacar valiosas conclusiones, no para renegar de mis posiciones, sino para mejorar su argumentación y rectificar lo que sea justo.
He leído aquí mismo más de una vez a personas que se identifican a sí mismas como enemigas de la revolución y han terminado acercándose o entendiendo algunas de nuestras posiciones.
Quien no confronta sus ideas con el contrario diverso, jamás logrará desarrollarlas, se quedará en lo que originalmente pensó sin valorar todas sus contradicciones, información que procede muchas veces del campo adversario. El revolucionario que aspira a defender la Revolución necesita conocer al enemigo principal y a los demás adversarios, para conseguir la neutralización política de los irreconciliables y el acercamiento de sus partes positivas, que hoy son la gran mayoría. Y quien nos enseñó eso se llama Fidel Castro.
Los que anhelan el reinado de un único pensamiento, sin oposición de ninguna índole, están muy alejados de la realidad y mejor podrían dedicarse avender churros de harina en una esquina, porque los churros en política cuestan demasiado caros. Algunos al meterse en Kaos, compraron pescado y después le cogieron miedo a los ojos.
Es verdad que en kaos intervienen comentaristas enemigos de la Revolución y que se dirigen en las peores formas contra nuestras propuestas y contra las figuras dirigentes que los cubanos respetamos y queremos. Kaos tiene como política eliminar los comentarios agresivos, las obscenidades y las chabacanerías que nada aportan. Sin embargo un comentario bien estructurado, sin faltar el respeto, por muy contrario que sea es mantenido y así debe ser.
¿Qué hay de malo en permitir que la derecha exprese todo su rencor en comentarios? Lo van a hacer de todas maneras, pero permitir que lo hagan en estas páginas, donde toda la columna central es de la izquierda, también diversa, nos brinda el lujo de conocerlos mejor.
Llamo a todos los que escriben en Kaos-Cuba, a los colaboradores, a los de libre publicación y a los comentaristas, a tratar de mantener un mínimo de ética y a exponer sus puntos de vista en forma argumentada, sin necesidad de ofender, de usar palabras obscenas, adjetivaciones y epítetos destructivos que en nada ayudan al debate.
Discutamos sobre argumentos. Los señalamientos personales nublan el entendimiento y afectan la credibilidad de quien los hace. No son las personas las que deben ser combatidas, si no sus argumentos, sus planteamientos.
Agradezco a Kaos la paciencia que ha tenido para soportar a estos revoltosos de unos y otros bandos, quea pesar de sus diferencias, son todos cubanos. Si no fuera así no fuéramos nacidos en esta tierra.
Y termino: me cago en el coño de la madre de…no, por favor, es sólo una broma. Así somos.
La Habana, 24 de noviembre de 2008.

* Ejemplo cubano de socialización: las cooperativas cañeras 1960-62 (I) y (II)

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El ejercicio de pensar: una urgencia para la revolución socialista*

Los cambios avizorados, esperados, y hasta anunciados para Cuba, urgen más que nunca de un ejercicio de conciencia social y política, de pensamiento social crítico y revolucionario.

Diosnara Ortega González** Para Kaos en la Red




Fernando Martínez Heredia vuelve con el ímpetu de la primera batalla a interpelar el proyecto socialista cubano. Como en otras ocasiones la pertinencia de su obra está -además de en los contenidos mismos que expone- en el contexto en que se presenta.
El ejercicio de pensar es el título del último libro de Fernando Martínez Heredia.Publicado por el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y por Ruth Casa Editorial, este compendio recoge un grupo de ensayos, conferencias, entrevistas y ponencias realizadas por el autor en distintos momentos desde 1966 hasta el 2007. Todos estos trabajos están seguidos por un mismo espíritu político y teórico: la necesidad de un pensamiento crítico que indague en las posibilidades del socialismo cubano y los modos de superar esas posibilidades.
Una revolución socialista en el poder debe tener como principal fin la transformación constante en busca de un ser humano más consciente de su realidad y de sus acciones dentro de esa realidad, un ser humano sobre todas las cosas más humano. Sin embargo no siempre la revolución ha logrado transitar de las transformaciones institucionales a las transformaciones culturales.
Es la cultura el espacio principal desde el cual, según Martínez Heredia, se deben revolucionar las relaciones entre los hombres y mujeres.El pensar esos modos tradicionales de relacionarnos, esos modos de ser y de hacer en el mundo, contribuye a la formación de una conciencia humanística de las personas.
Los cambios avizorados, esperados, y hasta anunciados para Cuba, urgen más que nunca de un ejercicio de conciencia social y política, de pensamiento social crítico y revolucionario. La inmediatez de los problemas y sus soluciones, a la que en esta obra hace referencia Martínez Heredia, necesita estar acompañada de un ejercicio minucioso, profundo y abierto del pensar. Renunciar a la necesidad de cuestionar nuestra realidad, los conflictos y posibles soluciones desde un estudio profundo del pasado y del futuro, es decir de la historia, bajo pretextos de inmediatez o de cualquier otro tipo, solo contribuiráa, primero: aumentar las posibilidades de repetir o ensayar errores posibles de evitar; y, segundo: a conseguir que esas soluciones respondan a las necesidades de una parte de la sociedad y no a toda la sociedad. Con lo cual esas soluciones serán apoyadas únicamente por aquel sector al que favorece y no tendrá el apoyo de todos los grupos sociales o al menos de sus mayorías, vital para el poder socialista.
Esta coyuntura de la realidad cubana es en la que aparece El ejercicio de pensar, provocador y certero. Como un surtidor de interrogantes, su autor demuestra la trascendencia de preguntas que no deben abandonar nunca el proyecto revolucionario cubano mientras las condiciones que las producen no sean transformadas. El arte en que Fernando genera estas preguntas tiene dos espacios: el del propio libro, es decir, las preguntas aparecen en el texto mismo como sentencias hacia el futuro; y el de la subjetividad de sus lectores. Esta pudiera parecer una característica de toda obra humana, pero en el caso del libro que nos convoca, se teje una fina red de provocaciones en la que el lector es llevado todo el tiempo a un intenso ejercicio de pensamiento. Ese ejercicio de pensamiento motivado por las problemáticas que el autor presenta, estará enriquecido por las vivencias, expectativas, y sobre todo por las propias interrogantes de cada una de las personas que se acerquen a sus páginas.
El marxismo desde el que se levanta la obra de Martínez Heredia es un marxismo que aspira sobre todas las cosas a la liberación humana con justicia social, un marxismo que problematiza su realidad desde las contradicciones propias que la sustentan. No responde a un cuerpo teórico con leyes y categorías predeterminadas en un ejercicio de colonización ideológica como lo fue el marxismo soviético, es decir su vertiente determinista y dogmática.Estas contradicciones entre las distintas vertientes del marxismo europeo y latinoamericano, son analizadas por el autor a fin de comprender los contextos que han impedido o frenado un pensamiento crítico comprometido con los intereses de las mayorías anónimas y no con élites de poder.
El primero de los trabajos[i] que abre el libro nos introduce en un recorrido histórico por el pensamiento social durante la revolución que en ocasiones necesita dar saltos a momentos anteriores a 1959. No solamente se trata del trabajo más reciente incluido dentro de este compendio, sino del más completo y maduro en cuanto al análisis de los contextos en que se ha producido el pensamiento social y sus expresiones en ideologías antagónicas.
Aquí el autor problematiza —no apunta, no describe—el estado del pensamiento social en la revolución, sus saltos y retrocesos en los tres períodos de la revolución en el poder. Para este ejercicio se vale de un análisis marxista de la historia del pensamiento en el que emerge una tradición de pensamiento revolucionario anterior a 1959, y cómo esa tradición ha sido invisibilizada u olvidada, a tal punto de parecer ausente.
En esta historia del pensamiento toma un espacio importante las apropiaciones de los distintos marxismos, así como sus aportes y usos. El intenso análisis de Martínez Heredia presenta los cuerpos en lucha de un marxismo autoritario frente a otro liberador. Y todo ello relacionado con las prácticas políticas dogmáticas, fomentadoras de una interpretación a-histórica de la realidad, que cobraron poder a partir de los años 70.
El autor estudia la influencia del socialismo y del marxismo soviéticos en la revolución, es decir, no solo la copia de un cuerpo teórico, sino de una práctica científica y política específica del socialismo soviético. En este ejercicio se llama la atención sobre cómo este proceso estuvo aparejado con una pérdida del marxismo revolucionario y nacional, problematizador de las luchas propias de nuestra sociedad.
La sucesión de los trabajos recogidos en este libro, aparecen como una sucesión de batallas contra el dogmatismo, contra el positivismo, contra la colonización mental y cultural. Aparecen como una sucesión de batallas liberadoras del ser humano y del proyecto socialista cubano. Explica cómo funciona el dogma y el determinismo en las revoluciones, o al menos cómo nos ha sido tan funcional en una revolución que intenta ser socialista.
La obsesión por la organización, la planificación determinista, la seguridad de los pronósticos, todo ello son necesidades culturales contradictorias al socialismo como modo de vida creativo, libre y liberador. La herramienta tanto para luchar contra ese afán por la programación ilusoria y risible, así como para alcanzar una conciencia mayor sobre los porqués, las consecuencias, los pasados, los futuros, está en un pensamiento crítico, complejo, de inclusión, de compromiso político con los otros.
Resulta interesante apreciar como a través de trabajos escritos en diferentes etapas (2007, 2006, 2005, 2002, 2000, 1994,1966) el autor mantiene una misma lucha y un mismo interés en utilizar el pensamiento como base de todo cambio y de toda esperanza de cambio.En este recorrido también se vislumbra una profundización en las problemáticas una y otra vez presentadas con mayores niveles de complejidad en su análisis y en el método de su exposición.
A pesar de que los trabajos no aparecen organizados en orden cronológico, se valora en el ir y venir del tiempo mediante sus páginas, una problematización que en ocasiones se apoya enanálisis coyunturales, pero en su mayoría se vale de explicaciones generales: de los procesos que trascienden coyunturas específicas. Es apreciable cómo hay una radicalización del marxismo en su pensamiento a pesar, o quizás por ello, que hay menos utilización en su lenguaje de categoríasacuñadas dentro de la teoría marxista, aunque no exclusivas de ella en todos los casos, tales como: falsa conciencia, ideología del proletariado, comunismo, entre otras.
Este libro no es solo una panorámica del pensamiento social en la revolución, sus usos, contribuciones, luchas, condicionamientos, sino un recorrido por los últimos 50 años de revolución en el poder y también una esperanza liberadora sobre el poder de las revoluciones, el poder para construir y para romper, para rescatar y para olvidar, el poder de las paradojas que cuando se separan de la producción analítica , de las problematización de sus naturalezas, se vuelve un poder al servicio del azar, de causassobrenaturales,del sentido común, o de cualquier otra máscara tras la cual se esconde el verdadero poder.
Desde esta relación entre pensamiento y poder, Martínez Heredia denuncia cómo “el pensamiento social solopuede existir, desarrollarse y servir de algo a la sociedad y sus tareas principales si tiene autonomía, mantiene sus normas e identidad específicas, goza de libertad de investigación y sabe ir más allá de lo que piden la reproducción de la vida social y las necesidades visibles.”[ii] El libro no es un ejercicio teórico, sino una lucha política por rescatar una tradición de pensamiento social revolucionario que contribuya al proyecto, aún cuando ello implique desafiar el poder.
Con esta obra se rescata la necesidad y el sentido de ser un militante al servicio de la revolución. Un militante que necesariamente tendrá que velar por el ejercicio pleno del pensamiento crítico. Un ejercicio que no puede ser reducido siquiera a un grupo determinado como los intelectuales, sino que debe de ser una actitud de todos los militantes revolucionarios. “Pensar por ser un militante y no a pesar de serlo”[iii], afirma en una ocasión.
Fernando lleva al lector a tomar conciencia sobre la importancia de recuperar la historia desde una historiografía de los procesos y no solo de los hechos, que contribuya a la cultura política de los cubanos. Una cultura política que necesita alejarse de ese “liberalismo oral inocuo”[iv], que no piensa los problemas fundamentales, ni produce un análisis que trascienda la emotividad del orador como protagonista omnipotente de la historia.
Cuando el lector termine la lectura de este libro algunas preguntas y aseveraciones quedarán resonando en su conciencia largamente, por ejemplo: “¿Cómo equipararse con el mundo sin servilismo, sin nuevas colonizaciones?”[v].“Habrá que ser creativos y no solo resistentes”[vi]. “La lucha por reformas económicas, necesarias por la situación precaria de la mayoría de los proletarios, engendra actitudes políticas reformistas, forma de adecuación práctica a la hegemonía de los explotadores”[vii].
El ejercicio de pensar puede ser para algunos además de un libro incómodo, una actitud molesta. Allí donde las páginas de este libro suenen puntillosas, acusadoras, será un lugar donde el dogmatismo, el autoritarismo, la homogeneidad, dominan. Es allí donde el ejercicio de pensar puede ser más útil. ¿Quiénes temen al ejercicio abierto, democrático, pleno y diverso del pensar? ¿Quiénes posponen el debate para momentos «más pertinentes»? Como si también los conflictos aguardaran a momentos más idóneos, como si el propio pensamiento se rigiera por voluntades políticas dogmáticas y no por una necesidad cultural de buscar explicaciones a nuestrosproblemas.
No me gustan los adjetivos, a su autor tampoco, pero este es un libro osado, como corresponde a los verdaderos revolucionarios.Es imprescindible este libro en el contexto cubano actual, un contexto que presupone cambios. Nunca antes los cambios en la revolución meritaron tanto rigor en sus análisis, tanto debate real y no puesta en escena.Estudiar, analizar, pensar nuestra realidad hacia el pasado y hacia el futuro, hacia dentro y hacia fuera,sin obviar sus contradicciones, sin simular sus errores y luchas, es imprescindible para empezar otra etapa dentro de la revolución. Esta nueva etapa tendrá que ser más revolucionaria, más inclusiva, más sincera, más liberadora, más participativa y más profunda. El ejercicio de pensar nos evoca toda la complejidad de estos retos y su urgencia.


[i]Se refiere a la conferencia Pensamiento social y política de la revolución, pronunciada el 3 de julio de 2007 en el Instituto Superior de Arte como parte del ciclo La política cultural del período revolucionario: memoria y reflexión, organizado por el Centro Teórico-Cultural Criterios.
[ii]Martínez Heredia, Fernando. El ejercicio de pensar. Ed ICIC Juan Marinello & Ruth Casa Editorial. La Habana, 2008, p.28
[iii]Ibídem. p 35
[iv]Ibídem. p 94
[v]Ibídem. p 104
[vi]Ibídem. p 105
[vii]Ibídem. p 141

*Fernando Martínez Heredia.El ejercicio de pensar. Ed ICIC Juan Marinello & Ruth Casa Editorial. La Habana, 2008

**Socióloga, investigadora del ICIC Juan Marinello

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