martes, 23 de junio de 2009

El Poder es un obstáculo. El Poder debe ser regulado.

La sociedad humana no avanzará mucho más hasta que el Poder no sea sometido a escrutinio. No podemos desplazarnos rápido hasta que el Poder no pierda su capacidad de reciclarse una y otra vez.

Felix Guerra Para Kaos en la Red

Siempre hay abismos entre sueños, utopías y esperanzas y lo que denominamos Poder.
El Poder, y súmese esa aspiradora que denominamos estómago, son hasta ahora, barreras infranqueables. ¿Para qué? Para que los procesos sociales o revoluciones culminen con pleno éxito y se conviertan de quimeras en realidades palpables tanto para en crecimiento espiritual como material de los pueblos e individuos.
El Poder, tal como lo conciben hoy estadistas, gobernantes, líderes, es una deformación intolerable de la necesidad de disciplina, autoridad y orden social.
El estómago, la barriga, volviendo al tema, se interpone constantemente entre proyectos del individuo, posibilidades y potencialidades y su concreción en hecho reales. Y tanto en unos sistema como en otros. En alimentos se nos va un por ciento mayoritario de nuestros salarios o ganancias. Pero del estómago, es cierto, nadie puede prescindir. Sería una utopía tonta, a pesar de pesa como un ancla en el fondo de la sangre cotidiana.
La soluciones entonces hay que buscarlas pues en los mecanismos reguladores del Poder.
Los dirigentes y gobernantes deben adoptar un nuevo decálogo de cómo ejercer el Poder. Y durante cuánto tiempo. Ese decálogo debe apuntar en una dirección: la democracia, una democracia social nueva, inédita, expansiva, concebida para la participación de las mayorías y minorías y contra cualquier tipo de discriminación por edad, raza, religión, preferencia sexual, extracción social, ideología, modas, etcétera. La extracción social, por cierto, cesará de inmediato con la real democracia y participación de todos en los asuntos de cada sociedad y Nación.
Las más hermosas revoluciones del siglo XX, las transformaciones científicas y tecnológicas más asombrosas, encontraron enormes obstáculos y grandes fracasos, o fueron atenuadas y opacadas y derribadas, por el uso indiscriminado del Poder, entre otros asunto. ¿De quién? De líderes y gobernantes.
El Poder, a estas alturas de nuestra civilización humana, debe ser sometido a interrogatorio. Debe ser disminuido en toda locación. Debe pasar a control democrático de la sociedad. Debe ser parcelado muchas veces y ejercerse como servidumbre y obligación patriótica. Como un deber transitorio de ciudadano honesto que preferiría otra cosa: trabajar, educar y educarse, buscar el crecimiento espiritual y material, evitar guerras, saqueos, abusos de poder, egoísmos y trampas, velar por niños y ancianos, por los derechos del ciudadano y el individuo, por la igualdad de todos, por la fraternidad universal, por la libertad social llevada hasta sus límites posibles.
El Poder debe ser la materia prima pensada de las nuevas y viejas ideologías, filosofías, sociologías. Y debe plasmarse en nuevos Manifiestos y Constituciones. El poder debe ser regulado antes de que sea un regulador social.
El Poder en el Capitalismo es una cosa. En el Socialismo otra.
En el capitalismo Dinero es Poder, tanto como obtener un cargo de gobernador, alcalde, Primer Ministro o Presidente. El Capital limita la democracia y finalmente es solo la democracia de quienes ostentan mucho capital o poderes civiles y militares importantes.
En el Socialismo, hasta que la historia diga otra cosa, el Poder queda centralizado en el Estado, cuya propiedad abarca casi todos los rincones de la Nación. Esa centralización, necesaria en los primeros minutos de las revoluciones o procesos sociales, para evitar caos y violencias, gravita y va a caer como una manzana inevitable en manos de quienes ejercen los poderes de alcalde, primeros ministros, presidentes, ministros, etcétera.
La propiedad es la raíz de ese poder desmesurado que obtiene el Estado y es heredado de inmediato y sucesivamente por mujeres y hombres que ejercen esos cargos. En sus manos queda todo: administrar, distribuir, controlar, vigilar, controlar a los controladores. Entretanto, su autoridad no debe ser cuestionada ni sometida a análisis ni críticas. Ellos son el Poder, un Poder nunca antes visto, omnímodo, pues elaboran las orientaciones y hacen las conclusiones.
Cuando el Poder se utiliza durante algún tiempo y con algunos propósitos, va engendrado dogmas, voluntarismos, burocracia, corrupción. Las transformaciones sociales, algunas verdaderas demandas del pueblo, se ven nubladas o anuladas por estos males incontrolables. El Poder revolucionario se torna conservador, reformador y se siente impelido a pensar que cada hilo de la trama social debe regirse por sus dedos.
La verdad y la capacidad de cavilar pasa del ente colectivo y social a manos de ese Poder concentrado. Y lentamente, por inercia e inconsciencia, por ignorancia y ego, y luego por las apetencias que despierta, va a pasar a manos de una reducida minoría pensante, que siempre intenta perpetuarse.
El mundo da vueltas y vueltas, va y viene un ciclo de capitalismos, va y vienen revoluciones. El pensamiento teórico y táctico estratégico se nutre de disímiles experiencias sociales. Los filósofos, sociólogos, artistas, intelectuales, le dan vueltas y revueltas al asunto y hacen pequeñas modificaciones: tratan de insuflarle vida novedosa a sus conceptos y doctrinas. No logran mucho.
El uso del Poder es una materia desatendida. No hay cultura del Poder. Se otorga tanto Poder a gobernantes y líderes, o se lo toman ellos, que luego al electorado, al pueblo, a las multitudes, se les va de las manos el gran asunto de su porvenir, incluyendo por supuesto sueños y esperanzas. Las utopías van siendo entonces cosas de locos.
Esperanzas y sueños son reciclados hábilmente por el Poder. El ciudadano, la gente, el individuo, vuelve a recaer en las trampas, consignas, discursos, campañas mediáticas, trucos ideológicos, promesas económicas, miedos, malabarismos políticos.
Aparece entonces el partido acéfalo del abstencionismo, el voto en blanco, la boleta tachada y otras esquivas improvisadas. Pero el Poder calcula esas maniobras y hace su contrafuego. Es un juego de ajedrez quizás en sus postrimerías. Contra peón del pueblo, el alfil y la torre del Poder. ¿Hasta el infinito?

FELIX GUERRA

POEMAS DE LA SANGRE COTIDIANA

JUNIO 17 DE 2009.
CIUDAD DE LA HABANA.
CUBA

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Cuba: Cada cosa, tiene su “cosa”

El responsable del despilfarro es el sistema burocrático sustentado en el fetichismo de la propiedad estatal, en el trabajo asalariado y en la centralización de recursos y decisiones

Pedro Campos Para Kaos en la Red


Un editorial del Director de Granma, el compañero Lázaro Barredo del 22 de mayo, señala: “ahorro o muerte”, basándose en una frase del ex Presidente del Banco Nacional de Cuba, compañero Francisco Soberón. Dada la situación económica, no parece una consigna vacía.
Lázaro Barredo tiene razón: los trabajadores y la burocracia derrochan, no se aprovecha la jornada laboral, la burocracia se guía por consignas del momentos, es difícil lograr con trabajo ideológico solamente que los trabajadores se sientan dueños de los medios de producción, burócratas y tecnócratas no son verdaderos administradores y a esta lista por él mencionada, pudiera agregarse otra cantidad interminable de deficiencias que llevan todas al despilfarro.
Pero en verdad, no es culpa de ninguno de ellos, no se trata de personas, el responsable es el sistema burocrático sustentado en el fetichismo de la propiedad estatal, la centralización de los recursos y las decisiones y en el trabajo asalariado que tipifica al capitalismo y que nada tiene que ver con el socialismo.
Mientras sigamos buscando soluciones en la actitud de las personas, si con buenas o malas intenciones, en la “conciencia del ahorro”, en la capacidad de dirección de los cuadros, y otros aspectos de la conciencia social y la superestructura y no acabemos de dar un enfoque sistémico a los problemas, en la base, en las relaciones de producción, no vamos a encontrar soluciones duraderas y sustentables. El gato, no importa el color, siempre caza ratones, dicen los pragmáticos, pero el socialismo no es cuestión de gatos, sino de personas organizadas para trabajar, producir y vivir en una forma distinta a los gatos.
Será necesario que la “dirección histórica”, la que en definitiva toma las decisiones principales, comprenda la necesidad de avanzar a la fase de socialización de la revolución. Todo apunta a que por allí andan las trabas. Ellos, por sus méritos históricos y lo mucho de bueno que han hecho por este pueblo, merecen reconocimiento; la forma en que actualmente dirigen el país, el Partido y la economía, no. Buenos resultados en la salud y la educación, son insuficientes para el bienestar del pueblo cubano. Es comprensible que otros se conformen con lograr eso algún día.
El capitalismo está llamado al fracaso precisamente porque su único interés es obtener ganancias y para nada le preocupa el ahorro como sistema. El capitalismo no puede ahorrar aunque quiera: necesita constantemente gastar. Si los capitalistas detienen la producción, como hacen ahora por la crisis de superproducción, no reparan en destruir mercancías y fuerzas productivas, algo peor que no ahorrar, hasta volver a recuperar los precios que permiten la rentabilidad.
El capitalismo monopolista de estado fue concebido e introducido por el socialismo soviético como un primer paso para la concentración de la propiedad por el estado en manos de clase obrera, que se abrió en parte al capitalismo privado cuando se instauró la NEP como un proyecto provisional para salir del “comunismo de guerra”. Tempranamente, la NEP fue identificada por Preobrazhenski (1) como precursora de la restauración capitalista; pero Stalin la “perfeccionó” a partir de 1929 eliminando sus “aristas” privadas y estatizando todos los medios de producción, excepto la tierra de los pequeños campesinos que fueron forzados a organizarse en “cooperativas” –koljozes-, “en cumplimiento del legado de Lenin y su llamado a la cooperativización”, que para Stalin y la mayoría de los otros bolcheviques era referida sólo a las tierras de los campesinos. Razonamiento que demuestra hasta que punto el estalinismo despreciaba el cooperativismo leninista y marxista, ése era “para aplicar a los pequeños campesinos a los que Stalin siempre confesó querer acabar, no para aplicar a la propiedad y recursos del estado”.
La esencia de esa idea del socialismo, como un capitalismo monopolista de Estado manejado por el Partido Comunista, es la que también se ha desarrollado en Cuba -razones aparte-, y nos guste o no, está regida por las mismas leyes de la producción capitalista, especialmente la obtención de ganancias, por la sencilla razón de que está sujeta a la misma organización asalariada de la producción y el trabajo y, bien vistas las cosas, en Cuba ha venido provocando los mismos efectos derrochadores del capitalismo privado que produce para un mercado de ganancias. Veamos algunos ejemplos:
1-La industria azucarera cubana cayó en desgracia cuando los precios del petróleo aumentaron tanto que no era “rentable” producir azúcar en la forma y con los métodos en que lo hacía el estado. Los centrales, que hubieran podido ser reconvertidos para otras producciones alternativas si se hubieran entregado a la iniciativa de los colectivos de trabajadores, fueron desmantelados, vendidos unos, deshuesados para piezas de repuesto otros. Se dejó de cultivar mucha caña que se hubiera podido utilizar con fines distintos a la producción de azúcar. Como mismo hace el capitalismo, los trabajadores se quedaron sin trabajo, solo que aquí se les siguió pagando un “salario” y fueron mandados a estudiar para luego jubilarse muchos.
2-Por ser “más rentable” comprar pollo, arroz, granos, aceite y huevos en EE.UU., que encargarlo a los campesinos cubanos y desarrollar el campo, el gobierno capitalista de estado cubano, prefirió invertir varios cientos de millones de dólares en el mercado norteamericano y “realizarlos” en las tiendas de divisa y el turismo, dejando una parte para el consumo normado, antes que estimular la producción campesina en Cuba. Las tierras se llenaron de marabú, no había estímulo a la producción. Se arruinó el factor productivo más importante después del hombre: la tierra, por “buscar ganancias en el mercado” y tratar de evitar “el enriquecimiento de los guajiros”. Con ello también se pretendía romper el bloqueo.
3-Como el turismo, la biotecnología y la exportación de servicios médicos y de otros profesionales, ofrecían “rentabilidad” al estado, los esfuerzos del “capital” cubano concentrado en el estado se dirigieron monopólicamente a esos sectores y, el resto dejó de recibir inyecciones de recursos porque no era “rentable”. La industria alimenticia, la agricultura, la vivienda, la producción de electrodomésticos, de muebles y medios de transporte, por poner ejemplos muy claros fueron abandonados a su suerte. Se logró así el “desarrollo desigual”, como mismo pasa al capitalismo privado que se concentra en las ramas más productivas del momento.
4-En artículo del 31 de mayo, Juventud Rebelde informaba de la enorme cantidad de productos del agro que se pierden en el campo y ya cosechadas, porque no hay envases y el aparato burocrático centralizado del transporte, acopio y distribución no puede recogerlos pues los camiones “no pueden viajar vacíos una parte del trayecto”. También relataba el abandono de maquinarias empacadoras costosas, por falta de pequeñas inversiones, pues ya no producen para el mercado en divisa, que es el que le interesa al estado. En el artículo continuación de este, del domingo 7 de junio, JR volvía sobre el tema e informaba del “reordenamiento” del acopio, transporte y distribución de los productos del agro, toda una estructura mediando, con más empresas estatales y su burocracia “descentralizada con autonomía” que complica y encarece más la gestión, cuanto todos sabemos, por la propia experiencia cubana, que la autonomía buro-tecnócrata sin control obrero trae más corrupción.
La Agricultura “se limpió” porque su papel no es acopiar ni distribuir, Acopio “se limpió” porque no tenía transporte y Transporte “se limpió” porque tenían la orden de que los camiones no podían circular vacíos una parte del trayecto o porque no les avisaron por el celular. “Pero ahora sí nos vamos a poner de acuerdo los tres; fue un problema de mala coordinación”. Esas cosas suelen ocurrir en los combates militares cuando la Marina, las Fuerzas de Tierra y la Fuerza Aérea actúan cada una por su lado, sin coordinación; pero cuando se ponen de acuerdo son muy efectivas. Pero, desde luego estos no asuntos militares, sino relativos a la economía política del socialismo. Cada cosa tienes su “cosa”.
Todos los cubanos sabemos que el precio que paga Acopio al productor es mínimo en comparación con los altos precios al por menor en los agro-mercados del estado. ¿Quién se guarda esa gran ganancia mercantil intermediaria? ¿Por qué los mercados tienen que seguir vendiendo al precio que le impone el MICINC, no importan las pérdidas? ¿Por qué se pudre tanto alimento en su vía crucis de la tierra al plato? ¿No se dan cuenta de que esos aparatos intermediarios encarecen el producto, que mucho del mismo después se echa a perder en sus almacenes y que son fuentes de corrupción? ¿Quién paga por ese encarecimiento, sino el pueblo? ¿No sería mejor que las cooperativas y grandes productores tengan su propio transporte o lo contraten a particulares o al estado y comercialicen ellos mismos lo que puedan directamente, sin intermediarios estatales, ni particulares?
Mucho que se ha criticado a los intermediarios ¿los del estado son distintos, son más eficientes? ¿Qué impide que las cooperativas unan sus transportes o se presten servicios unas a otras y a los agricultores particulares cercanos? ¿Por qué no se hacen cooperativas de transportistas? ¿Por qué ir de nuevo a la centralización del transporte y a crear intermediarios estatales, nuevas versiones de los fracasados mercados concentradores?
Queda evidenciado que la estato centralización monopólica sistémica del acopio, el transporte y la comercialización sirve al estado para “controlar toda la ganancia mercantil” de lo que producen los campesinos, pero es incapaz de resolver el problema y entre sus resultados tuvimos: incalculable destrucción de productos agrícolas que no fueron al consumo popular ni a la industrialización, los precios al por menor se mantuvieron altísimos con perjuicio para el pueblo y muchos campesinos perdieron los esfuerzos hechos en sus producciones.
Estos cuatro ejemplos son elocuentes, el capital del estado ha sido invertido donde más ganancias podrían producirle a él, según su estrecha visión burocrática y por razones de super vivencia a corto plazo, en función de intereses inmediatos, superficialmente evaluadas. La inversión no ha estado en función de las necesidades concretas de los trabajadores, sus colectivos laborales y el pueblo, en función de sus demandas, sino en dependencia de las “ganancias para el estado”.
No faltará el ilustrado burócrata con el docto argumento: “la centralización de la apropiación –de la propiedad y el plustrabajo todo- tiene un fin social, hacer una mejor distribución, se hace para fortalecer el “estado socialista”, alimentar sus necesidades (las de sus aparatos burocráticos) y garantizar al pueblo “los logros básicos de la revolución”: un mínimo de alimentos a bajos precios, una precaria seguridad social, pero garantizando educación, preparación técnica y un buen sistema de salud para que los asalariados sean productivos y no falten al trabajo”.
Una vez más método y fin en contraposición, sin correspondencia. El pragmático del “gato que caza ratones”, termina dominado por el método de caza y nunca pasará de gato. El fin no justifica los medios, los determina. El fin socialista precisa de medios y métodos socialistas, propios. Nunca será posible conseguir una sociedad socialistas con métodos propios del capitalismo como el trabajo asalariado, la concentración de la apropiación y la búsqueda de ganancias a costa de la explotación a otros. ¿Será necesario recordar al El Che y las armas melladas...?
Nuestro capitalismo monopolista de estado que ha mostrado sus más bajos sentimientos usureros y crematísticos (ánimo de lucro en el mercado) con el monopolio del mercado interno de todo tipo de productos, ha terminado por derrochar y malgastar muchas fuerzas productivas, maquinarias, plantas enteras, proyectos que nunca se terminaron porque no fueron bien “planificados”; ha desaprovechado recursos en la preparación de muchos profesionales que después, aún siendo necesarios, no ejercieron lo que estudiaron y fueron a realizar labores más “rentables” o se fueron del país, y otros por el estilo.
No se trata de criticar por criticar, el hipercriticismo que aprecian en todo análisis objetivo los que quieren “cambiar todo sin cambiar nada”; sino de dejar las ramas para ir a la raíz de los problemas y presentar soluciones socialistas duraderas para poder resolverlos: “Los pueblos han de vivir criticándose, porque la critica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente”, dijo el apóstol. Y quien tiene a Cuba en el pecho y al socialismo en la cabeza, deberá entender que pretender ahorrar sin cambiar el “mellado” sistema asalariado que tipifica la organización de la producción del capitalismo, sería como querer producir energía eléctrica (eólica) con los antiguos molinos de viento.
Si realmente queremos economizar sin que esto se revierta en un obstáculo mayor a la producción y convertir el ahorro en una tarea de masas, es necesario conseguir que todos los que intervienen en la producción reciban directamente en sus bolsillos los beneficios de tal política y no solo los perjuicios como se proyecta ahora la campaña, con la sistemática amenaza de que “habrá apagones si no ahorramos”, usando un mensaje negativo, propio de métodos coercitivos, de ordeno y mando, con criminalización de las personas que serían las “responsables” de los apagones por no cumplir ellos con las políticas estatales de ahorro. Esto podría bien llamarse “terrorismo mediático”. Así no se “funda” un pueblo. La economía se logra con métodos económicos afines.
Una verdadera, sensata, sostenida y constructiva política de ahorro sería posible si lográramos avanzar de este capitalismo monopolista de estado, que han llamado “socialismo” para desgracia de este vocablo, al verdadero socialismo, donde cambien las relaciones asalariadas de producción por las asociadas, no sea un centro burocrático quien decida cómo usar todo el dinero disponible para las inversiones, sino que los recursos estén repartidos entre quienes lo producen para garantizar la reproducción ampliada de todas las ramas; los trabajadores todos –manuales e intelectuales- se sientan de verdad estimulados y responsables de lo que se gasta porque ello se revierta directamente a favor o en contra de sus entradas y no sea una burocracia designada y despilfarradora la que dirija y gestione directamente la administración de las entidades productivas, sino los trabajadores mismos. Si no lo desean, una vez más no nos oigan, pero nunca será tarde.
Con más de lo mismo, seguiremos de mal en peor. Los obcecados creen que el poder radica en el control de las armas, el dinero o las instituciones. El verdadero poder está en los corazones del pueblo que, con tales métodos solo logran dispersar y hacer volar, en busca de otros aires.
Socialismo por la vida.

La Habana, 17 de junio de 2009
perucho1949@yahoo.es

1-Stalin previno la restauración capitalista

Ver otros artículos relacionados del autor en
http:/www.kaosenlared.net/rss/kaos_colaboradores_195.xml http://analitica.com/va/internacionales/opinion/8777149.asp.
http://es.geocities.com/amigos_pedroc/index.html
http://autogestion-socialista.blogspot.com/

Pedro Campos en Kaos en la Red

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viernes, 12 de junio de 2009

Factores que afectan el crecimiento de la producción agrícola en Cuba

El artículo de Juventud Rebelde es una muestra irrefutable de cómo el sistema burocrático centralizado traba el desarrollo de la producción y de las fuerzas productivas.

Radulfo Páez Para Kaos en la Red


El 31 de Mayo en el periódico Juventud Rebelde, órgano de la Unión de Jóvenes Comunistas fue publicado un artículo investigativo, intitulado “aaaaaaaaaaa”, firmado por las compañeras Marianela Martín y Haydée León, donde se explican distintos problemas que están incidiendo negativamente en la producción, transformación, envase y transportación de la producción agrícola en el Municipio de Guira de Melena perteneciente a la provincia Habana, de cuyo análisis se desprenden eventuales soluciones a dichos problemas.
Lo que ahí se narra pudiera tomarse como muestra de lo que ocurre en todo el país y las soluciones posibles también podrían ser valoradas para otras provincias.
Resume dicho artículo, que productores y especialistas advierten que se avecina una producción nada despreciable de boniato, plátano, malanga, pepino, calabaza y otros renglones, sin que todavía se haya salido del atolladero de los envases ni haya disponibilidad en las industrias.
Luce entonces lógico buscar una solución a esta necesidad de la producción, por lo que pudiera proponerse estudiar en el ámbito de la provincia, cuáles entidades cooperativas que posean condiciones productivas pudieran introducir como parte de su objeto social la fabricación de envases. Esto redundaría en beneficio de los productores agrícolas, la población consumidora y hasta las propias entidades implicadas en la elaboración de envases que así ampliarían sus capacidades de producción y aumentarían sus utilidades. Además este tipo de cooperación ayudaría a la creación de uniones de cooperativas.
Es necesario pensar y sugerir cómo eliminar los obstáculos legales, contractuales, financieros, etc. que impiden la cabal autogestión de las entidades cooperativas para que puedan producir ellas mismas sus envases u otros bienes productivos necesarios, en función de lo cual se podrían manejar formas para adquirir recursos materiales en distintas entidades nacionales o autogestionados en el exterior, incluso por la ANAP, a fin de salir de este bache que desde hace tiempo esta perjudicando los resultados de la producción y ocasiona innecesarias carencias alimentarías y perdidas económicas incalculables por obstáculos a las iniciativas no burocráticas.
En Guira de Melena, se indica en el artículo citado, se gesta un experimento nacional que pretende organizar, en esta localidad, la primera empresa que contará con más autonomía en su desenvolvimiento en la agricultura. Esta iniciativa no es explicada en detalles; pero por la propia expresión cabe pensar que “más autonomía” no implica la necesaria plena autogestión que posibilite a la empresa resolver ella misma sus problemas, ser rentable y contribuir verdaderamente al desarrollo económico y social de la región y el país.
Recordemos que la autonomía, si no conlleva .el autogobierno de los trabajadores, el amplio despliegue de sus iniciativas y que estos dejen de ser asalariados para convertirse en asociados, no conduce a una plena autogestión sino a extender hacia abajo la burocracia creándole nuevos nichos y estructuras de poder.
Dicha empresa, lógicamente, podría tener en cuenta en su experimento organizativo los diversos problemas que se relatan en el artículo de Juventud Rebelde. Particularmente es conveniente observar que según Miguel Abraham Romero, director de un establecimiento perteneciente a la Empresa Estatal de Acopio Habana, hasta hace poco allí procesaban productos de primera categoría para comercializar en la red de divisas, pero hoy tienen paradas por falta de materia prima una empacadora que costo miles de dólares y a duras penas echan a andar dos maltrechas calderas con leña.
Cabría preguntarse por qué ocurrió eso, ¿es que acaso nunca recibieron parte de las divisas obtenidas para garantizar su mantenimiento y reproducción ampliada? ¿Sus mercados eran controlados por un centro sin vínculo alguno con la base productiva, que luego se desentendió de los mismos? ¿No podrían ellos mismos gestionar el suministro de materia prima para la empacadora?
Lamenta el compañero, tener que rechazar ofertas de productos que pudieran aprovecharse en la elaboración de mermeladas y puré, pues les tienen prohibido hacer cualquier gestión que esté fuera de lo estipulado en su “objeto social”, ¡¡¡aunque económicamente beneficie a la entidad, a los consumidores y la economía del país!!!
Esta es una clara muestra de cómo las concepciones, regulaciones y prohibiciones burocráticas centralizadas, traban el desarrollo de la producción y de las fuerzas productivas.
Además de este aparente “pequeño” desastre Orlando Gómez Marín, presidente del CPA Niceto Pérez, en Guira de Melena considera que la pequeña agro-industria de los productos agrícolas sería una solución para dar salida a la gran cantidad de frutas y vegetales que se queda en los campos sin aprovecharse.
“Campaña tras campaña –dice- se evidencia que el país no esta preparado para industrializar grandes volúmenes” y agrega: “Pudiéramos tener conservas para todo el año, pero no hay un respaldo tampoco con pequeñas industrias en los principales polos productivos. Si los chinos obtienen harina del boniato y fabrican exquisitas galletas y espaguetis, ¿por qué no lo podemos hacer nosotros?- lo importante es encontrar, sin demora, respuestas a ese esfuerzo que se hace en el surco”.
Como puede observarse no se tiene en cuenta el desarrollo de la pequeña agroindustria, ni la reproducción ampliada de las que existen cuando no presenten interés o estén auxiliadas por el capital mixto interesado en la obtención de divisas, por lo cual pierden su capacidad y valor productivo.
Especialmente, sería recomendable que se analice la necesidad de estimular la pequeña agro industria en las cooperativas, particularmente fomentarlas en las CPA, Cooperativas de Producción Agropecuaria ya que las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) siguen lastradas por el sistema burocrático de dirección, gestión y pago, mientras las CCS (Cooperativas de Créditos y Servicios) como están organizadas actualmente, sirven más bien para estimular tendencias a la acumulación capitalista.

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jueves, 11 de junio de 2009

Cuba: Argumentos de la revolución

Si un dirigente piensa una cosa mientras siente ser la Revolución, yo puedo opinar lo contrario y sigo sintiendo que yo también lo soy, y así será hasta que no lo debatamos en igualdad de condiciones.


Heráclito Pérez Para Kaos en la Red

Sabemos que no basta la realización de elecciones al estilo occidental ni cualquier otra formalidad, para que exista verdadera democracia; tales elementos son acaso medios, fácilmente engañosos, que no necesariamente conducen a su pretendido fin. Siendo coherentes con esta visión, se impone aceptar que tampoco alcanza con hacerlo diferente a Occidente, pues dejado ahí no sería más que un toque superficial. Rituales aparte, lo importante es si se realiza o no el significado último de la democracia: gobierno del pueblo. Mi opinión es que ni siquiera en Cuba se cumple eso. Ésta calificación no es, insisto, a resultas de las peculiaridades formales de nuestro país _como la de no tener contienda entre partidos_ sino porque a fin de cuentas nuestro modo de intentar la democracia no está garantizando que todos los cubanos seamos sujetos activos en la política, al menos no al nivel que se supondría para una sociedad socialista ¿Cuál es ese nivel? Uno en que toda la sociedad funcione como un gran cerebro, donde cada persona aporte lo suyo de la manera más óptima que se requiera para aprovechar la inteligencia de todos en beneficio del país. Algo así como una inmensa “tormenta de ideas”.
Alguno se preguntará quién soy yo para afirmar algo de esa índole. Pues bien, yo soy la revolución. Tal condición me ha sido confirmada por el propio Fidel en su célebre frase, y yo lo que intento es actuar en consecuencia. Está claro que no soy el único que “soy la revolución”; sólo quiero hacer constar que no lo soy menos y que por ello tengo potestad para opinar acerca de mi país, lo cual por supuesto no significa que necesariamente tenga la razón. Así pues, he aquí mis argumentos:
En Cuba, uno de los principales métodos mediante los que supuestamente un ciudadano puede resolver algún descontento es plantearlo a su delegado _al de la zona donde reside_ que a su vez debe elevar el asunto hasta donde proceda, de manera que eventualmente pueda llegar al parlamento nacional ¿Funciona? Desde que hace 30 y pico de años tal sistema está vigente, a los delegados de base se les han formulado muchísimas quejas, pero es indudable que en determinado paso el flujo de ellas se traba, pues mientras en la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento) nuestros supuestos representantes siempre levantan la mano al unísono, muchos de los asuntos de que nos quejamos no son mencionados.
Una alternativa debieran ser los medios de información masiva, pero están muy ocupados en recordarnos lo malo que es el Imperio y lo bien que a su juicio funcionan las cosas aquí en Cuba. En cambio, en la parte en que deben tratar nuestras deficiencias no imputables al Bloqueo, son sumamente escuetos _algunos dicen que para no darle armas al enemigo, otros estimamos que por censura y autocensura y de todos modos dándole armas al enemigo. Es cierto que existen secciones de la prensa en las que los ciudadanos se quejan, pero las más de las veces de temas puntuales, anecdóticos: que si “en la empresa de correos me robaron el paquete que me envió mi prima desde Venezuela”, que si “el tren se demoró más de un día desde Camagüey a la Habana”. No es para disminuir la importancia de los hechos así denunciados, al contrario; difícilmente uno lea dicha sección del Granma, del Juventud Rebelde o de algún periódico provincial sin pensar “eso también me ha sucedido a mí”. La cotidianeidad de la mayoría de los cubanos está demasiado llena de problemas de ese tipo como para que se les trate como cosas puntuales: muchos puntos juntos se convierten en mancha y como tal debiera tratársele, lo que en este caso quiere decir que en vez de tomarla con los innumerables síntomas, deberían analizarse las raíces de los problemas: si las entidades de base de cierto ministerio fallan una y otra vez en todo el país, no puede tardar infinitamente el momento de concluir que no es casualidad y que por tanto ya toca criticar al propio ministerio, al ministro. Del mismo modo, si muchos ministerios fallan, es de sospechar que la dirección del país esté involucrada en el problema.
Lector cubano: ¿De cuántas veces que has tenido un percance del que supuestamente deberías quejarte ante tu delgado, ante cuántas cosas del funcionamiento de este país que no te gustan, has acudido a ese mecanismo? ¿Cuántas personas conoces que lo hagan? Entre las que me rodean, la mayoría jóvenes, pocos saben quién es su delegado ni les interesa y si algo les disgusta, lo hablan sólo entre ellos, en el marco de lo que los cubanos hemos bautizado como “comentarios de pasillo”. Lo menciono porque sospecho que ese proceder está bastante generalizado y un indicio de ello es el tipo de propaganda que ha aparecido en nuestra televisión: En la escena hay un vendedor maltratando a un ciudadano ¿Cómo reacciona éste? Opta por digerir el agravio y seguir adelante, pero entonces, cual si se estuviera rodando una película, una voz ordena que “corten” y que vuelvan a comenzar. En la “segunda toma” la cosa bifurca diferente: la víctima “no la deja pasar” sino que se queja, hace valer su derecho, y por supuesto, le sale bien, que después de todo es ficción. Si esto está apareciendo en un espacio tan poco dado a señalar nuestros defectos como lo es la televisión, debe estar bastante generalizada la actitud de que no solo no nos quejamos ante nuestro delegado sino que ni siquiera nos quejamos al tipo que nos vende bajo de peso. En esto ha quedado nuestro aguerrido pueblo, en que si los yanquis nos invaden nos los comemos vivos, pero mientras tanto… Se nos adhiere más y más la idea de que la fatalidad nos va a acompañar a como sea y dado que eso es así ¿de qué democracia vamos a hablar, de qué acceso popular a la dirección del estado, si la mayoría ni siquiera se anima a intentar modificar su entorno público más inmediato?
Fue significativo el hecho de que el gobierno nos convocara a quejarnos, a que no tuviéramos miedo de decir lo que pensábamos (“¿por qué habríamos de tenerlo?”, puede uno preguntarse socarronamente), en aquellas asambleas en nuestros centros de trabajo, de estudio y demás. Sucedió poco después del cambio de gobierno, circunstancia que sugería que las cosas podrían mejorar. Y hasta nos entusiasmamos, evidentemente no fueron de esas reuniones aburridas que tanto padecemos, nadie tuvo que decir el clásico “¿quién rompe el hielo?”: las quejas llovieron, se ha dicho que en todo el país fueron tres millones. Obviamente si el Poder Popular funcionara, no tendría que haberse recurrido a eso. Ni las gentes hubieran reaccionado como olla a presión cuando le quitan el tapón sino que hubieran dicho “¿para qué vamos a hablar aquí, si ya se lo dijimos a nuestro delegado y estamos seguros de que ya lo está tratando de resolver?”. Tres millones de quejas reprimidas, que solo brotan públicamente mediante una citación extraordinaria, no dejan bien parado al sistema democrático en su versión habitual.
Y ya que hablamos de aquella convocatoria… ¿en qué quedó? Uno especula que si están analizando las quejas, que si duermen en alguna gaveta, que si esto y lo otro, pero ¿no es más respetuoso que alguien se encargue de decírnoslo o al menos decir cuándo nos lo van a decir o informarnos por qué no lo dicen? ¿O tenemos que quedarnos con la duda de si quizás fue sólo un gran monólogo del pueblo, un inmenso comentario de pasillo? El objetivo democrático de aquel evento queda en suspenso mientras no se respondan estas preguntas. Hay que reconocer que cierta parte de nuestras reclamaciones fue atendida: ya tenemos el derecho de ir a los hoteles, de comprar celulares y computadoras… para lo que nos vale. Pero para saber que a nadie le gusta que le impidan por ley ir a un hotel no había que armar tanta reunión. Además ¿cómo podía ser? Los hoteles y las playas estaban entre los bienes que el gobierno revolucionario había recuperado en favor del pueblo y Nicolás Guillén, nuestro Poeta Nacional, los había mencionado explícitamente entre los derechos que como cubano en revolución había logrado para siempre, por merecedor de ellos, por tener “lo que tenía que tener” _sin que le pasara por su cabeza que ese patrimonio podría serle negado por los que se lo habían entregado antes. Pues bien, hotel más hotel menos no es lo importante, si de todos modos no vamos a ir porque hay que pagarlos y no con los precios de la época en que Guillén hizo su poema. Que no nos dejaran entrar a Varadero y a otras playas por ser cubanos residentes en Cuba (los de Miami o cualquier otro lugar sí podían ir), estuvo peor. Pero al final está el consuelo de que los beneficios que produce el turismo van a parar al pueblo. Ese no es el asunto, sino el hecho de que para quitarnos esa parte de “lo que teníamos que tener”, no se nos preguntó o mejor dicho, sí: Ya habíamos votado en 1976 a favor de la Constitución de la República actual, que entre otras cosas prohíbe que se nos prohíba entrar en lugares públicos, entre los que se incluyen naturalmente los hoteles y las playas. Así que esa fue nuestra última palabra de la última vez que se nos consultó y de eso hacen más de 30 años ¿Qué les hizo pensar que entretanto habíamos cambiado de parecer? O de cualquier modo ¿cómo puede a alguien “allá arriba” ocurrírsele que está interpretando el sentir del pueblo cuando le prohíbe entrar a las playas o tener teléfonos celulares? ¿Son tan ciegos? Asusta creerlo pero apostaría a que no sólo se trata de eso sino de otra cosa, nefasta también. Y es que nuestro parecer no les importa tanto, de paso tampoco la Constitución de la República y menos aquel poema. Convocatoria a protestar aparte, el mecanismo de decidir cuestiones importantes de nuestras vidas, irrespetando nuestros derechos y opiniones, está intacto. Por ejemplo, se sigue ignorando nuestro derecho amparado por nuestra constitución de vivir en cualquier parte de nuestro país y del mundo, por culpa de una ley que prohíbe a casi todos los que nacieron fuera de la Ciudad de la Habana, vivir en esa ciudad, más la obligación de tener que pedir un permiso para salir del país. O la famosa ley de peligrosidad, que permite a los tribunales condenar sin que se haya producido el delito, basado en la sospecha de que se va a producir alguno (como en aquel filme: Minority Report). Ahora mismo está circulando la información de que los cubanos no tenemos derecho a comprar tarjetas para acceder a Internet… Sería interesante que alguno de nosotros de pronto tuviera lo que hay que tener para acusar al gobierno cubano en un tribunal cubano por violar la constitución cubana ¿Qué habría salido de ahí? Imposible saberlo. Incluso la gran mayoría ni sospecha que algo así pueda hacerse y por supuesto, el Granma no va a informárselo. Por muy de buena fe que tengan los que nos dirigen, no pueden saber más de las necesidades del pueblo que el pueblo mismo; ni la suma de las inteligencias de los integrantes del Buró Político, por muy ilustrados que sean, puede ser mayor que la suma de la inteligencia de millones de cubanos. Y menos a 50 años de revolución. Que por cierto ¿no era ésta la de los humildes? Pues seguimos siendo los humildes, pero más educados… vamos, que no podemos ser tan ignorantes como para que se nos ignore tanto. O si no, sucede lo que sucede: que las inteligencias no encuentran cause donde juntarse, para discrepar, para mover al país más inteligentemente en función de su bienestar; que no hay, en definitiva, acceso popular a la dirección del estado. Piénsese en esto: Desde hace mucho tiempo los cubanos venimos diciendo que no es lógico que se nos pague lo mismo si trabajamos que si no. Ésa es una idea sencilla y buena pero durante muchísimos años los de arriba se dieron gusto ignorándola... Otro ejemplo es lo de Obama. Por ahí hay alguna que otra cosa que ha dicho sobre Cuba y que no se ha informado en los medios cubanos. Supongo que sea por el temor de que si el pueblo se entera, se confunda con los famosos “cantos de sirena”.Pero el asunto es que se están negando a compartir con nosotros ciertas informaciones _que por supuesto no son secreto de estado de ningún lugar pues se publican en medios extranjeros_perdiéndose así la oportunidad de procesarla en compañía unos cuantos millones de cubanos, de los que por otra parte se pasan la vida diciendo (parece que con los dedos cruzados) que son el pueblo más educado del mundo. Cuando se piensa que el 60 % de la tierra está sin cultivar y que durante tantos años fue así sin que nos conste que nuestros líderes hayan hecho algo al respecto, ni siquiera mencionarlo y mucho menos discutirlo con el pueblo, a la vez que tanta gente como comentario de pasillo decía que era ilógico, cuando uno piensa en eso, no puede sino desear que esos pasillos tengan más protagonismo.
Recién leí un libro acerca de la China de la década de 1960 en el que se contaba esta anécdota: Un piloto de avioneta había tenido un accidente al aterrizar, nada fatal. La medida que tomaron sus jefes fue que tenía que leer las obras completas de Mao. Lejos de lo que pueda suponerse no se trataba de un castigo sino de la mejor forma que encontraron para hacerlo buen piloto: creían la palabra del Gran Líder tan poderosa como para eso. Sea o no cierta la historia, no está tan alejada de casos de voluntarismo que hemos padecido en Cuba. Incluso hoy, habiendo el gobierno llegado a la conclusión ¡al fin! de que nuestro problema de productividad debía intentar resolverse pagando salarios proporcionales al aporte de cada cual, todavía se nota su reticencia a actuar en ese sentido; de hecho ¿por dónde anda la prometida reforma salarial? Era para principios de este año _“sin prórrogas”_ y ya casi estamos en junio. Mientras, insisten en apostar soluciones reiteradamente inefectivas como poner en la televisión propaganda orientada a convencernos de que trabajemos bajo este argumento: porque es lo correcto, lo moral ¡A estas alturas! Lo correcto y lo moral es que a los trabajadores se nos pague por lo que hacemos y que no se nos pague si no lo hacemos ¿Cómo puede pensarse que nuestra falta de dedicación al trabajo se deba a que no se nos ha insistido lo suficiente en que trabajemos por amor al arte?Quizás estaría bien que algo así funcionara, pero no es lo que dice la práctica. Es tan buena idea como aprender a pilotar leyendo a Mao. Llevamos una buena cantidad de años enterándonos en el noticiero de cómo el compañero Machado Ventura va por todo el país supervisando innumerables reuniones donde la “novedosa” solución que se encuentra a la improductividad, a la inasistencia y en general a cualquier cosa es “incrementar la labor político-ideológica”. Cada vez que lo oigo me acuerdo de aquel cuento del borracho que en el velorio repetía “lo mismito del año pasado”. Luego, recientemente, hemos visto al propio Machado orientando que no se deben hacer reuniones por gusto; pareciera una contraorden. En definitiva despotricamos contra la absurda actitud de la dirigencia yanqui de mantener durante 50 años el Bloqueo sin que haya cumplido nunca su objetivo declarado de virar al pueblo de Cuba contra su gobierno; o porque se gastan su buena millonada en transmitir hacia nuestro país una televisión que nadie ve; nos burlamos de tales estupideces que recuerdan a una mosca golpeando una y otra vez el cristal, y sin embargo nosotros estamos en las mismas: insistiendo como posesos en cosas que han demostrado ser ineficaces. La reciente discusión que el pueblo realizó convocado por el gobierno sobre la ley de la jubilación, ha sido señalada como prueba de que cuentan con nosotros para tomar importantes decisiones. Pero no es realmente un debate nacional aquel en que las opiniones que oye todo el país en los medios de información masiva, son sólo las favorables a la idea gubernamental, mientras que las otras nada más son escuchadas por la parte del pueblo que está en la reuniones donde son emitidas. Que fue lo mismo que sucedió con la convocatoria raulista a quejarse de la que hablaba más arriba. En el sitio Kaos en la Red, por ejemplo, se publicó un artículo que cuestionaba la nueva ley de la jubilación por ser, según el autor, un intento de promover la productividad por vías inapropiadas ¿Hubiera votado igual el pueblo de haber tenido acceso a argumentos como ese?Nunca se sabrá. Pero en general aquí las cosas siguen ocurriendo como en el reciente cortometraje Brainstorm de Eduardo del Llano, en el que por mucho que se debatía qué hacer, siempre se supo que al final se haría lo que indicara cierta llamada telefónica “de arriba”.El principal argumento que tienen los defensores del sistema que critico es atacar al capitalismo. Con sólo demostrar que no somos como éste, creen estar demostrando que estamos haciendo lo correcto. Como si sólo se pudiera ser de dos modos: o como esas sociedades o cómo somos ahora. Para ellos cualquier cambio que hagamos tiene necesariamente que colocarnos bajo la bota del Imperio; tal como si ya fuéramos la perfección o lo mejor que podemos lograr. Sólo ven dos caminos: o quedarnos donde estamos o retroceder. Lo de avanzar no les pasa por la mente ¡Y después van tan orondos diciéndose revolucionarios! Si les cuestionan por qué los cubanos tenemos que pedir permiso de salida, alegan que los haitianos tampoco pueden viajar por falta de dinero; si les preguntan que por qué no tenemos prensa libre, alegan que eso no existe en ningún lugar; si se les recrimina la falta de democracia, espetan de este modo “¿De qué democracia hablan? ¿De la que permite que se mueran niños de hambre, etc, etc?” Y a pesar de que aparentemente están haciendo una pregunta, nunca esperan la respuesta pues no suelen hacer caso de que su interlocutor también tiene cerebro y boca. La respuesta, por lo menos la de muchos de nosotros, es que no, que no queremos la democracia de Haití con sus niños muertos de hambre; ni la de Colombia donde el ejército asesina a campesinos; ni la de Estados Unidos, con sus policías golpeando negros y millones de mendigos; ni la de países como España, que fueron a la guerra de Iraq a pesar de que era obvio que la mayoría de su población se oponía. No queremos esas democracias por la sencilla razón de que no son democracias y nosotros lo que estamos pidiendo es democracia. Ah, pero de pronto un día a nuestros líderes se les ocurre, por ejemplo, eliminar el permiso de salida, y allá van estos compañeros a alabar tal decisión, como si hasta ayer no hubieran abjurado de su posibilidad ¿Cómo pueden cambiar de pensamiento así de pronto? Fácil: nunca hubo tal; ellos no están para pensar sino para repetir consignas. Se alega la necesidad de defendernos del enemigo para justificar las prácticas anticonstitucionales en Cuba _como por ejemplo escamotearle información al pueblo. Salvando las distancias, este argumento de prescindir de la legalidad debido a “circunstancias especiales”, es el mismo que usa el gobierno norteamericano al cometer tropelías como la de Guantánamo y muchos etcéteras. Salvando la enorme distancia, repito. Pero es que no estamos realmente en circunstancias especiales. La amenaza yanqui dura ya 50 años, lo cual la convierte en norma. La constitución socialista data del mismo año del atentado al avión cubano en Barbados; no es sostenible la idea de que el magno documento se hizo para tiempo de paz y que por lo tanto no aplica ahora. Pero aun si por algún motivo fuera en cierta medida obsoleta o deficiente, lo correcto es hacerle las enmiendas adecuadas en vez de continuar violando algunos de sus artículos.Tenemos la mejor política exterior del mundo. Pedimos con razón la democratización de la o­nU, acusamos acertadamente al Imperio de pretender imponer un discurso único, y no es que esté mal buscar las pajas en el ojo ajeno, lo que está mal es no ver las pajas en el nuestro. Porque hablando de discurso único ¿cuántos discursos se escuchan en Cuba? Si hasta el mismo Fidel reconoció que fue un error pensar que alguien sabía como hacer el socialismo ¿cuándo en la prensa cubana se va a debatir cómo construir nuestra sociedad? ¿Cuándo publicarán algunas de las propuestas aparecidas aquí en Kaos? ¿Por qué nuestros dirigentes siguen actuando como si en efecto, sólo ellos supieran cómo hacer el socialismo?La democracia socialista no es algo que los yanquis quieren de nosotros, al contrario, es algo que nosotros necesitamos para combatir al Imperio. No se siga alegando la libertad que tenemos internacionalmente, la soberanía como país, para justificar la falta de libertades internas, como si libertad exterior e interior fueran excluyentes ¿Qué clase de pretexto es ese de que la democracia verdadera no existe en ningún lugar? Cuba realizó una profunda revolución antiimperialista a 90 millas de los Estados Unidos, les ha dicho todas las verdades en su cara a ese país durante 50 años, derrotó al poderoso ejército racista de Sudáfrica, resistió la caída de la URSS, y siendo un país subdesarrollado no sólo mantiene altos índices de salud en su suelo sino que envía médicos a medio mundo, y luego de todo esto y más ¿me van a decir que Cuba no puede hacer algo porque nadie lo ha hecho antes? Pues bien, seamos nosotros los primeros en hacer la democracia ¿Qué mejor lugar para intentarlo que la Cuba socialista y soberana? Y no solo porque es bonito sino porque es práctico.Tantas mentes en función de un objetivo común nos ahorrarían muchos errores. Si queremos ser los únicos socialistas del mundo, debe asumirse que queremos ser los únicos democráticos.
Algunos estamos a la expectativa con el congreso del Partido. “Quizás ahora”, pensamos algunos, y sí, puede que quizás ahora. Antes lo habíamos pensado del Congreso de la UNEAC, después de la “guerrita de los emails”, y no fue. El asunto es que no depende de nosotros, depende de “ellos”, de lo que quieran o crean correcto hacer; lo deciden unilateralmente. Recuerdo en la década de lo 80 cuánto se nos explicó la subida del precio de las guaguas de 5 centavos a 10, para que el pueblo no lo sintiera como una medida arbitraria. Luego, sin explicarnos nada, llegaron paulatinamente a los 40 centavos actuales, que comúnmente son 1 peso pues esas guaguas chinas y rusas estarán muy buenas, pero sus choferes no dan cambio. No me estoy quejando del precio de los ómnibus urbanos, que siguen siendo relativamente baratos, sino de que se toman la molestia de explicarnos, de convocarnos, sólo cuando les parece, pues no se sienten realmente obligados nunca. Un día nos dan esta migaja de espacio político, otro día aquella; a sus aires. No rinden cuentas. Hay voces pidiendo la sustitución del socialismo de estado por la socialización verdadera. Nadie parece oírlas. Movilizan a todo el país para hacer un censo, luego se demoran todo lo que quieren en dar los resultados, y sin explicar nada un buen día los dan y punto. Ni siquiera dentro del propio Partido actúan diferente ¿Cuántos años llevan pasados del tiempo estipulado para efectuar el congreso? ¿Alguien nos explicó algo a los militantes? Es cierto que el imperio está ahí y nos bloquea. Lejos estaba el triunfo revolucionario y ya Fidel sabía con quién tendría que vérselas la revolución triunfante. Él, ya decidido a irse “contra el tráfico”, estaba seguro de que los policías del mundo no se lo iban a perdonar y menos a 90 millas de su recinto. Pero si se piensa bien, de eso se trata el monstruo que tan temprana y correctamente describió Martí, eso es lo que les toca hacer a los imperialistas, así justifican su salario, por así decirlo, es su manera de realizarse profesionalmente: yendo por el mundo acabando con la quinta y con los mangos en busca de petróleo, caucho, diamantes, cualquier cosa que se les ocurra necesitar, que siempre es muchísimo más que lo que merecen. Esos son los gajes de su nefasto oficio ¿cuál es, en cambio, nuestra tarea? Impedir la de aquéllos, no dejarlos engordar su currículo a costa nuestra. Se dice fácil, pero cómo realizarlo a la perfección es una incógnita. Mas una cosa es indudable: que la mejor forma de enfrentar el Bloqueo no es tener tan mal cultivada la tierra, ni importar cosas que podemos producir aquí, ni pagar a cada cual independientemente de cuánto se esfuerce, y mucho menos, por supuesto, desperdiciar los criterios de nuestra educada población. No puede seguirse desconociendo es que darnos el lujo de cometer tan evidentes disparates frente al Imperio es seguirle la corriente. No puede ser que cada vez que no logremos algo, culpemos al Imperio. Es cierto que los imperialistas más malos no pueden ser y que como dijera el Ché “no se les puede dar ni un tantito así”, eso no está en discusión. Lo cuestionable es cómo lograrlo, como no darles ese tantito _que a mi juicio hace años que se lo venimos dando. No nos llamemos a engaño porque 10 administraciones yanquis no hayan podido tumbar el sistema cubano actual. Revolución no se trata sólo de estar 50 años resistiendo; eso es sólo un medio para lograr el fin, que es esencialmente avanzar. Muchos viejos revolucionarios se quejan del desapego de la juventud hacia el sistema. Ahí hay de todo, pero en cualquier caso no se le puede exigir a los jóvenes, que estén conformes con tener un empleo seguro, o porque disfruten educación y salud gratis. Esos beneficios, _inéditos en cualquier país, sobre todo del Tercer Mundo_ son cosas que la juventud cubana da por sentadas y es bueno que las den por sentadas: es lo mínimo que merece un ser humano. Los muchos países donde no están garantizadas, transitan todavía la etapa pre-revolucionaria, que obviamente ya superamos. No es lógico ni es revolucionario pretender que se conformen con eso pues como decía Silvio en la entrevista recientemente publicada en Kaos en la Red: “Es natural que los jóvenes exijan a partir de lo que tienen”. Hemos culpado a la desaparición de la URSS de demasiadas cosas. En primer lugar no tuvo que haber sido tan sorpresiva. En los supuestos años florecientes del Campo Socialista, se decía mucho en Cuba que el socialismo no podía sobrevivir sino donde hubiese una sólida unidad entre el partido y las masas. Y al mismo tiempo teníamos miles de estudiantes cubanos que regresaban de la Unión Soviética contando cosas como los problemas que tenía ese país en su sistema de salud, que en realidad no habían resuelto la cuestión de las nacionalidades y que en general allá existía un creciente divorcio entre el partido y las masas. Eso para no hablar del resto de los países del extinto bloque. Todo lo contrario a lo que decía nuestra prensa. El “desmerengue” nos tomó por sorpresa sólo porque no se nos permitía ni remotamente pensar en su posibilidad ¡Porque hasta criticar a los dibujos animados rusos era una blasfemia! ¿Para qué hablo de esto? Porque seguimos en las mismas. Porque nos metemos la vida diciendo que el capitalismo mundial no puede continuar así, que si la burbuja especulativa, que si el dólar sobrevalorado, y cuando irremediablemente viene la crisis del capitalismo que tanto hemos pronosticado, ¡la culpamos del incumplimiento de nuestros planes! No puede ser que frente a crisis mundiales que ya hemos previsto, el único plan que tengamos sea que el pueblo vuelva a apretarse el cinto.Esta se supone una revolución antiimperialista, y justificar sus estancamientos usando como pretexto la existencia del imperialismo suena un poco a alegar que un plaguicida no funciona por culpa de las plagas. Sencillamente no estamos cumpliendo nuestro cometido y el ánimo de la mayoría de nuestros jóvenes da fe de eso. Fidel dijo que “revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado” ¿Cómo podemos creerle y a la vez estar viendo como cosas que obviamente deben ser cambiadas _como lo del 60% de la tierra sin cultivar_ permanecen años y años igual o empeorando, sin que se permita debatirlas, y mientras tanto seguir diciendo que estamos en revolución? Quizás 50 años de intento de construcción de hombres nuevos hayan sido insuficientes como para haber creado el reemplazo de la dirigencia histórica, o quizás sí lo creó, pero ésta no se aparta. Hay que reconocer que no se ha logrado inculcar a la mayoría de los adolescentes y jóvenes, el conocimiento de por qué es importante que “esto” no se caiga. No hay dudas de que a ellos les va a tocar algún día, la duda es qué van a hacer entonces. Sea como sea, el hecho de que de la sustitución tenga que encargarse en persona la intransigente muerte, en lugar de dejársela a la pujanza de una generación más nueva, no es un indicio de democracia. Y no es que a uno le agrade ver nuevos rostros en la primera página del Granma, que de todos modos ya hemos tenido bastante de jóvenes promovidos por pensar como viejos; sino que es, entre otras cosas, un asunto biológico: mientras uno es más viejo, piensa peor. No tiene que ser así en todos los casos, pero no es la norma. A raíz de la reciente destitución de Felipe Pérez Roque y Carlos Lage, un forista de Kaos escribía que tal suceso demostraba que nadie era perfecto ni intocable. Si lo hubiera dejado ahí habría estado bien. Pero luego se desmentía añadiendo que si Fidel los había condenado públicamente a ambos, por algo sería y había que dejarlo así. El que eso plantea quizás no lo sabe, pero no está realmente convencido de que nadie sea perfecto puesto que como se ve, cree que Fidel sí lo es. En la Iglesia Católica existe una norma que consiste en que desde que el Papa se sienta en cierta silla específica y hasta que se levanta, estará en un estado de gracia que llaman “ex-cátedra”, que significa que lo que diga durante ese tiempo será perfecto, totalmente incuestionable, dogma, como dicho por el mismísimo Dios. Es absurdo, pero debemos reconocerles que no han abusado; en realidad muy pocas veces los líderes del Vaticano se han sentado ahí. En Cuba _supuestamente sin religión oficial_ se pretende que las virtudes de nuestros dirigentes son tantas como para que ni siquiera tengan que sentarse en un lugar especial: son eternamente perfectos, no pueden dejar de serlo, “no está en ellos”. Sólo pueden criticarse ellos mismos, cosa que no hacen muy a menudo. Pero ¿entonces resulta que yo, que por materialista dialéctico me estoy perdiendo la agradable esperanza de una vida eterna en el paraíso, debo además quedarme sin disfrutar de la libertad de pensamiento en la Tierra? Una de dos. No se me eduque científicamente para luego pedirme fe; no se me diga que debo votar “unido”, como le llaman a votar por todos los que están en la boleta el día de las elecciones, sin apenas conocerlos; no se me sustituyan dioses celestiales por terrenales, con designios inescrutables y todo. No se apele indiscriminadamente al prestigio, que no sea un cheque en blanco. Que me intenten convencer, está bien, pero no por la vía de bloquearme las opiniones contrarias, que es trampa, sino por la de argumentar mejor que ellas. Sométanse los actos de gobierno al escrutinio público, excepto los que descubrirían secretos de estado, y por supuesto, déjese de pensarse que todo es secreto de estado. No veo otra forma de cumplir con aquella buena idea de Fidel, de que cada uno de nosotros se diga “yo soy la Revolución” ¿Cuándo se dijo que se es más la Revolución mientras más viejo o mientras más importante el cargo? No es consecuente que se reconozca mi capacidad de ser una célula autónoma del proceso revolucionario, solo cuando esté recitando la consigna de turno _me recuerda aquello de Rosa Luxemburgo de que dar libertad sólo a los que piensan igual que uno, no es dar libertad. El hecho de imitar bien a un gran revolucionario, de cumplir como robots sus órdenes, no convierte a nadie en un gran revolucionario sino en un gran imitador, un buen robot. Que podrá ser útil o no, como los robots ¿pero revolucionario?... olvídenlo. Si un dirigente piensa una cosa mientras siente ser la Revolución, yo puedo opinar lo contrario y sigo sintiendo que yo también lo soy, y así será hasta que no lo debatamos en igualdad de condiciones. Eso no es una playa, no es un hotel, sino un estado mental y ni Fidel que me lo dio me lo quita.

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La crisis actual capitalista y de su sistema de trabajo asalariado

La solución definitiva de las crisis está en la abolición del trabajo asalariado y el avance a nuevas formas asociadas de producción. Todo lo demás es reciclar el capitalismo
Por Pedro Campos
“En vez del lema conservador “Un salario justo por una jornada de trabajo justa”,
(la clase obrera) deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria:
“Abolición del sistema de trabajo asalariado”.
C. Marx.

A casi nadie quedan dudas hoy de que la agravada crisis económica internacional actual, tiene como causa primaria el sistema capitalista de explotación. El discurso que tradicionalmente escondía esa realidad culpando al “neoliberalismo”, a la globalización, a las malas políticas económicas, a los malos gobernantes, a la mala distribución de las riquezas, a los centros financieros internacionales, y otros por el estilo, ha ido desapareciendo para identificar al verdadero y único culpable: el sistema de trabajo asalariado, que es la forma de organizar la producción capitalista.

Marx vuelve a ser ahora el teórico del capitalismo más estudiado y casi nadie pone en duda sus análisis sobre ese sistema de explotación del hombre por el hombre; pero tampoco casi nadie y menos sus revisionistas, lo citan cuando escribió que la solución última de todos sus problemas radicaba en la abolición del trabajo asalariado, mientras no pocos “marxistas” insisten en que él “solo estudió el capitalismo y no escribió cómo hacer el socialismo”, unos por ignorancia y otros para tratar de justificar todas las chapucerías hechas en su nombre.

Él explicó que el origen de las crisis cíclicas de súper producción, que se han venido convirtiendo en permanente y general, se ubica en el crecimiento incontrolado de la producción que genera el ansia de lucro animador del sistema capitalista, a través de la explotación asalariada del trabajo, la moderna esclavitud, que crea un plustrabajo del cual se apropia legalmente -según las leyes capitalistas, roba según las humanas-, el dueño de los medios de producción: la plusvalía. Ésta se verifica en el proceso de producción, cuando la fuerza de trabajo crea valores superiores al que el capitalista paga por su uso. La diferencia entre el valor pagado por el capitalista al trabajador por el uso de la fuerza de trabajo y el valor de lo producido por ella, es la plusvalía.

El crecimiento ilimitado de la producción interesada en el lucro provoca un exceso de productos en el mercado que no encuentra salida; no porque los trabajadores no los necesiten, sino porque el capital no los ha retribuido lo suficiente como para que ellos puedan adquirirlos. Y esto es así, porque debido a la necesidad permanente de perfeccionar los medios y técnicas de producción para bajar los costos y poder competir y sobrevivir en el mercado, el capitalista se ve obligado a aumentar permanentemente su inversión en medios y técnicas de producción (capital constante) a costa de su inversión en fuerza de trabajo.

Como cada vez es menor la inversión en fuerza de trabajo, es menor también la cantidad de dinero que disponen los trabajadores para adquirir los productos, los que se convierten así en “sobrantes” y también, cada vez es menor la cuota de ganancia que obtiene el capitalista en relación con el capital invertido. Se trata de la “Ley decreciente de la cuota de ganancias”, que Marx desarrolla ampliamente en El Capital (1), la lógica ley de agotamiento del sistema lucrativo.

Ante la existencia de enormes cantidades de productos sin salida en el mercado, el capital acude al paro, a la reducción de los salarios, al cierre de fábricas, a la destrucción de productos y medios de producción y al despido de trabajadores, trayendo por consecuencia la depauperación de la clase trabajadora. Se van creando así las condiciones que van demandando un cambio revolucionario en las relaciones de producción. No son los “villanos capitalistas” ni los humildes obreros los que crearon ese sistema asalariado de explotación, es éste el que creó a los capitalistas y a “sus esclavos modernos”. Ambas clases desaparecerán con él.

Carlos Marx y Federico Engels al estudiar las intríngulis de la explotación asalariada capitalista, identificaron que su contradicción fundamental radicaba en que mientras la producción era cada vez más social, la apropiación de la propiedad y el plustrabajo, era cada vez más privada, más concentrada, de donde se desprendía -en forma elemental- que la solución estribaba en la socialización de la propiedad y los resultados de la producción.

Pero ellos también ofrecieron la manera concreta de realizar esa socialización y sin esquematismos presentaron una idea general de solución con toda claridad en varias de sus obras: sustituir la organización asalariada del trabajo, por una nueva forma, la asociada, donde los trabajadores fueran sujetos y no objetos del proceso de producción, participaran de la propiedad, la dirección y la gestión de la producción y no obtuvieran solo un salario decidido por el capitalista, que le permitiera a este obtener una plusvalía, sino una participación equitativa en los resultados de su trabajo, en las utilidades obtenidas; y en la producción no para un mercado arbitrario, sino para un intercambio seguro, planificado de antemano de acuerdo con las necesidades de los productores y los consumidores.

Esa nueva forma de organizar la producción la descubrió Carlos Marx en las cooperativas que ya existían en el capitalismo, organizadas por emprendedores trabajadores para escapar a la explotación capitalista. Así lo explica en el Capítulo XXVII del Tercer Tomo del Capital dedicado al crédito en la producción capitalista, donde también señala que la primera descomposición del capitalismo aparece en las sociedades por acciones, indicando como el propio sistema en la búsqueda de soluciones a sus contradicciones va generando una mayor participación de los productores en los resultados generales de la producción.

En el nuevo sistema de trabajo asociado, el cooperativo, los trabajadores ya libres de sus ataduras a la esclavitud asalariada y del ánimo de lucro, no cambiarían sus productos según los precios arbitrarios del mercado, determinados por la ley de oferta y demanda, sino por su verdadero valor, la cantidad de trabajo socialmente necesaria para su producción, el trabajo abstracto contenido en el producto, lo que permitiría un intercambio verdaderamente justo, equitativo: el intercambio de equivalentes del que hablan algunos teóricos del nuevo socialismo. Sería la forma de eludir la crematística mercantil, el ansia de lucro en el mercado.

Para evitar el enfrentamiento total con los trabajadores, el capitalismo moderno se ha visto obligado a ir dando a los mismos alguna participación en la propiedad y en las ganancias a través de las acciones, acudiendo también a la autogestión administrativa del capital, estructurándolo en empresas menores, más manejables, con participación operativa, no estratégica, de los trabajadores en la dirección y en la gestión de las empresas, aumentando lo que los capitalistas asiáticos llaman “sentido de pertenencia”. Un simple “sentido”, porque no es una realidad objetiva mientras sean los capitalistas los que posean la mayoría de las acciones.

Algunos defensores del viejo y fracasado “socialismo real” tienden a confundir esa “autogestión administrativa burguesa”, con la autogestión obrera socialista, sustentada en el sistema de trabajo de las cooperativas, que Marx, Engels y Lenin llamaron también trabajo asociado. Las diferencias son muy claras cuando vamos a la raíz, al problema de la propiedad: la propiedad en la “autogestión administrativa” burguesa, sigue siendo privada, individualizada y siguen siendo los capitalistas los que controlan la mayoría de las acciones, donde sigue existiendo una dinámica de explotación. En la autogestión obrera socialista, la propiedad o el usufructo no es privado, de nadie en particular, es colectiva, social, no divisible, pertenece a todos los trabajadores de una empresa, de un colectivo social, comunal o estatal y nadie explota –se apropia del- trabajo ajeno, asalariado. Donde no hay explotación asalariada, no hay capitalismo.

Dichos “socialistas” también aducen que las cooperativas son capitalistas porque funcionan externamente de acuerdo con las leyes del mercado capitalista. Desconocen, como explicó Marx que lógicamente esas nuevas formas de producción tenían necesariamente que asumir las formas externas del medio en que se desenvolvían y que sólo la extensión y generalización social del trabajo asociado en todas las ramas y esferas, sería lo que permitiría la aparición de la nueva sociedad, con una nueva conciencia social: la nueva sociedad socialista.

El socialismo que nunca fue, ese de corte estalinista, jamás entendió la esencia de la teoría de Marx sobre el capital: la organización y explotación asalariada del trabajo que es lo que caracteriza el capitalismo y no la forma de distribución, el mercado, el dinero o el interés material y normal de la gente por vivir mejor, y por eso nunca se desenganchó del tren capitalista. Ningún Partido Comunista de los que seguían el “socialismo” diseñado en Moscú, se propuso nunca abolir el trabajo asalariado.

A eso y al fetichismo del estado, se debió que aquel mal llamado “socialismo” se estancara en un capitalismo monopolista de estado y en vez de organizar el gobierno democrático de los trabajadores, derivara por naturaliza y necesidad propias a una dictadura burocrática, encubierta en “la dictadura del proletariado”, con todas sus consecuencias negativas para los derechos civiles, políticos, económicos y sociales de todos.

Así, lo que sólo debió ser un breve paso intermedio entre la expropiación de los expropiadores y el proceso de socialización de la propiedad y los resultados de la producción, luego de liquidar las viejas clases burguesas, se extendió en el tiempo y necesitó organizar “su poder” con una “nueva maquinaria estatal” parecida a la de los capitalistas, incluidos sistemas político, de gobierno y aparatos represivos, para tratar de garantizar el control y la eficiencia de los medios de producción y la explotación asalariada de los trabajadores.

Con el tiempo, la jerarquización de la reproducida organización burocrática de la sociedad y del trabajo asalariado que genera un natural aburguesamiento de la nueva clase compuesta por “especialistas” económicos, políticos y militares, la clase “imprevista” según estudiosos rusos, se fue creyendo la dueña de todos los medios de producción en manos del estado que ellos mismos crearon para defender y representar inicialmente los intereses del pueblo. Con el crecimiento de sus funciones, sus propiedades, su poder y empleados, el aparato burocrático del estado fue ganando en independencia relativa, como ha ocurrido con toda burocracia, cuyas capas bajas e intermedias servían al poder real de colchón a las insuficiencias del sistema que, finalmente, cargaban y pagaban los trabajadores en todas partes.

Fue esa nueva clase buro-burguesa que terminó apropiándose de todo y aislándose del pueblo, la que acabó con las aspiraciones socialistas de aquellos países cuando tomó conciencia de clase para sí y en lugar de dar una salida socialista a sus crisis económicas, optó por el retorno al capitalismo clásico privado y terminó aliada al capital internacional, compartiendo con él la explotación de “sus” asalariados. Aquel “socialismo” no fue más que el cambio de unos viejos capitalistas por otros nuevos.

Ya hoy van quedando pocas dudas: los partidos revolucionarios de nuevo tipo que no se propongan abolir el trabajo asalariado y reducir las funciones del estado a las estrictamente necesarias, no son revolucionarios, ni socialistas, ni comunistas; en el mejor de los casos, socialdemócratas.

El desarrollo de las nuevas formas de organizar el trabajo, las nuevas relaciones socialistas de producción, el trabajo asociado, con sus modalidades cooperativas, autogestionarias y cogestionarias (que nunca asumió aquel no-socialismo) y que producirían planificadamente para satisfacer las necesidades, garantizaría que los trabajadores puedan consumir lo producido, por lo que sería la única protección segura contra la crisis de superproducción.

Especialmente en EE.UU., el estado burgués capitalista, está tomando medidas como estatizar bancos, grandes aseguradoras, monopolios y oligopolios; inyectar dinero artificial al crédito; disminuir los impuestos a los más pobres, dedicar más presupuesto a la salud, la educación y el seguro social de la pobrecía; estimular la pequeña producción y a las empresas que repartan acciones y otras por el estilo, que constituyen paliativos a la crisis pero no la resuelven, aunque sí amortiguan algunos efectos a corto y mediano plazos y hacen la caída menos brusca, pues en cierta forma contribuyen a la socialización posible en los marcos del capitalismo que promueven históricamente la socialdemocracia, el capitalismo popular y el estado de bienestar.

Para los estatistas, los que confunden la participación del estado en la economía con el socialismo, con estas medidas, EE.UU. estaría, construyendo el “socialismo”. El estatismo ha sido en verdad el último refugio del capitalismo.

La solución definitiva de las crisis está en la abolición del trabajo asalariado y el avance a las nuevas formas libres asociadas de producción, descentralizadas aunque integradas en un sistema, como explicó Marx, en el que “el libre desarrollo de cada individuo sea la condición del libre desarrollo de todos”. Todo lo demás no son más que acciones para reciclar el capitalismo: cantos de sirenas moribundas.

¡Abajo el trabajo asalariado!

Socialismo por la vida.

La Habana, 17 mayo de 2009. A 50 años de la Reforma Agraria.

1-C. Marx. El Capital. T-III, Sección Tercera. Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1973.

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¡Qué confusión!


El VI Congreso del PCC, deberá definir conceptos, despejar confusiones y enderezar el rumbo hacia el socialismo, o la restauración del capitalismo privado solo sería cuestión de tiempo en Cuba

Por Pedro Campos


Ayer, cuando me acercaba al mostrador de una TRD, Tienda de Recuperación de Divisas, perteneciente al sistema mercantil en moneda convertible de las FAR, a donde hay que “morir” para comprar detergente, la dependiente exclamaba: ¡qué ganas tengo de que llegue el capitalismo!

-¿Por qué dice eso compañera?, me aventuré.

-Porque aquí no respetan ni el horario de almuerzo del trabajador ni le pagan lo que debieran, responde sin ambages.

-Bueno compañera, le digo, el capitalismo privado querrá decir Usted, porque capitalismo tenemos, pero de estado. El socialismo no lo hemos construido todavía, es un camino por recorrer, debemos ir avanzando hacia la socialización, en la participación directa de los trabajadores en la dirección y gestión de las entidades de producción y servicios, en la propiedad o el usufructo de los medios de producción y en los resultados concretos (las utilidades) que se obtengan en cada centro.

-Mire compañero -me responde enfática- no trate de tupirme, llevo muchos años de dirigente sindical y se muy bien que esto es socialismo.

Me dio el paquete de detergente, le pagué los 50 centavos de CUC que vale “El Paloma” de 250 gramos y pensé entablar un diálogo con ella, pero por la cara ya tan descompuesta que tenía, preferí dejarlo para otra ocasión y sólo desearle que pasara un buen día, algo que ni me agradeció.

Cuando llegué a mi casa, no pude resistir la tentación de escribir esta anécdota que ilustra en buena medida el gran desconcierto que existe entre muchos trabajadores cubanos en relación con “este socialismo” y a dónde nos está conduciendo. ¡Qué clase de confusión!

No es la primera vez que oigo algo semejante. Lo que me llama la atención ahora es que esa asalariada expresara tan abiertamente su criterio y lo hiciera con tanta convicción, además desde una posición supuestamente “revolucionaria” para ella: “No trate de tupirme, llevo muchos años de dirigente sindical”. Si este va siendo el pensamiento predominante entre los dirigentes de base del movimiento obrero oficial, estamos literalmente “fritos y empaquetados”.

Hechos como este, hacen recordar que fue precisamente el rechazo de los trabajadores y el pueblo a la noción de “socialismo” sustentada en la propiedad del estado y el trabajo asalariado, que subordinaba a los intereses del estado centralizado todos los derechos del pueblo, de los colectivos sociales y laborales y de las personas y era incapaz siquiera de pagar por el uso de la fuerza de trabajo salarios que cubrieran las necesidades más básicas y de garantizar la reproducción de cada centro de trabajo, factores fundamentales del estancamiento económico y social, que llevó a los pueblos soviéticos y este-europeos a terminar optando por el retorno al capitalismo clásico privado.

En un artículo reciente escribía que los trabajadora asalariados, eran una clase del capitalismo y que no eran precisamente los llamados a llevar adelante la sociedad socialista, que este papel correspondería a la nueva clases de “trabajadores asociados” que ya no eran obreros asalariados de nadie. Y efectivamente la única clase superviviente del viejo capitalismo que tenemos en Cuba, los asalariados, deben sentir una gran insatisfacción con este capitalismo monopolista de estado que paga menos y quiere pasar por socialismo. Y debe ser precisamente así porque los asalariados que no son “audaces”, como llamó Marx a los que se aventuraban a formar ellos mismos sus cooperativas, lógicamente deben desear la condición privilegiada de los asalariados en el capitalismo privado que abundantemente ven en la televisión cubana con las muchas películas, novelas y series donde se exalta el modo de vida norteamericano, aunque Tele-Sur apenas disponga de una hora diaria en las pantallas cubanas.

A esto conduce el “obrerismo” socialdemócrata, neo-revolucionario, conservador y anti-socialista que caracteriza en verdad el totalitarismo estatal asalariado del neo-estalinismo que preconizaba el viejo y fracasado comunismo del Siglo XX que desgraciadamente sigue predominando en el partido-gobierno-estado cubano.

La perspectiva de que la clase obrera, los asalariados del capitalismo, se conviertan en clase para sí, que pasen a formar la clase de los trabajadores asociados, no solo es rechazada por la actual burocracia cubana que impone como clase dominante su conciencia social, sino que todos sus pasos parecen encaminados en dirección completamente contraria, a convertirse ella de clase buro-burguesa madura en el “socialismo” de estado, en clase capitalista privada, acentuando el carácter asalariado de los trabajadores de “sus” corporaciones.

Al mantener a los trabajadores atados al salario y al obstinarse en alejarlos de la idea de que puedan convertirse en la nueva clase de los trabajadores asociados, formen Consejos Obreros y asuman el control de los medios de producción, y tratar de impedir por todas las vías posibles que los trabajadores se “contaminen” con las ideas del cooperativismo y la autogestión socialistas, haciéndoles creer que este capitalismo de estado ya es socialismo, la dirección actual del Partido Comunista está cavando su propia tumba ante la historia, pues ni el capitalismo de estado “chino” los va a salvar, pues estamos en Cuba a una pocas millas del imperio.

No obstante y a pesar de todos los inconveniente, otros comunistas cubanos, democráticos y anticapitalistas, no organizados independientemente del PCC, ni en el poder, estamos tratando de llevar la revolución por ese camino para evitar el desastre presagiado por Fidel, cuya nariz puede asomarse con la crisis general del capitalismo al que está atado por todos lados el cubano estatal.

Otros compañeros también me han dado su parecer de que la mayoría de los trabajadores que laboran en el sector de divisa, tienen ese mismo punto de vista y ese deseo de la compañera. Es lógico que así sea. En ese sector, mucho más que en el de moneda nacional, los trabajadores están en mejores posibilidades de poder comparar los ingresos de sus entidades con los salarios que reciben y percatarse del alto nivel de explotación al que son sometidos por el estado empleador único.

Por eso en uno y en otro sector, los trabajadores se las ingenian para burlar todos los controles gubernamentales e introducir “ilegalmente” en los mercados productos “autogestionados por ellos mismos”, con lo cual no pocos “audaces” trabajadores están entendiendo en la práctica concreta que ellos mismos son los únicos que pueden liberarse del trabajo asalariado.

Los que siguen insistiendo en todas esas confusiones y desviaciones del marxismo, están haciendo un flaco servicio a la idea socialista, a los trabajadores cubanos y al futuro del proceso revolucionario en nuestro país. Este no-socialismo –entendamos ya- cada vez lo comparten menos personas en Cuba. Si la generación histórica no inicia las transformaciones necesarias antes de que se verifique su total desgaste, será muy difícil a las siguientes generaciones “levantar el muerto”.

Las difíciles circunstancias que nos aguardan por la crisis internacional que ya nos afecta, serían más llevaderas si los “históricos” decidieran compartir el poder con los trabajadores, empezando por darle una mayor participación en la dirección y administración de las entidades de producción y servicios, así como en una parte de las utilidades que hagan a los trabajadores sentirse copartícipes y corresponsables de las decisiones y los problemas.

El VI Congreso del PCC, cuya convocatoria debería realizarse próximamente, para que pueda celebrarse en la fecha anunciada, necesitará presentar claras definiciones al respecto, despejar todas estas confusiones, confrontar las desviaciones en su raíz, echar a un lado la represión y enderezar el rumbo hacia el socialismo revolucionario de Marx, de lo contrario, la restauración plena del capitalismo privado clásico y la reversión de la Revolución de la que habló Fidel en el 2005, solo sería cuestión de tiempo en Cuba, y entonces la dirección histórica, que será la verdadera responsable del desastre, quizás no esté ya para darle el frente al problema y el “muerto y la culpa” los cargarían las generaciones que “vinieron después y no supieron hacer lo correcto”.

Socialismo por la vida.

La Habana, 1 de junio de 2009 perucho1949@yahoo.es

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El biblio-bus, o una hermosa página de solidaridad con Cuba

Hechos como este, nos recuerdan siempre que la solidaridad internacional puede hacer milagros.



Pedro Campos Para Kaos en la Red


Dana Lubow y Rhonda Neugebauer son dos bibliotecarias estadounidenses que han escrito una hermosa página de solidaridad con el pueblo cubano. Por sus propios medios y con la ayuda de otros conciudadanos suyos, ellas adquirieron un viejo ómnibus dedicado a servir de biblioteca ambulante, lo pusieron a funcionar, lo embellecieron, lo llenaron de libros y lo trajeron a Cuba.
Quizás para los que vean el biblio-bus correteando las carreteras y calles de la Provincia de Granma, en el extremo oriental del país, no sepan los sacrificios y todo el trabajo que Dana y Rhonda tuvieron que pasar para lograr su objetivo. Este comentario intenta ser un humilde reconocimiento al esfuerzo de estas dos amigas de Cuba que con su accionar modesto pero imbuido de un enorme espíritu altruista, hicieron un significativo aporte cultural al pueblo cubano y escribieron una hermosa página de solidaridad.
La historia comenzó a forjarse en uno de los viajes que ambas compañeras hicieron a Cuba para intercambiar sobre el trabajo de las bibliotecas y luego comunicaron sus ideas al compañero Aliades Acosta, a la sazón Director de la Biblioteca Nacional, quien les dio buena acogida.
A su regreso a California, donde trabajan ambas, se dieron a la tarea de investigar las posibilidades reales que tenían de llevar a cabo la idea original. En agosto del 2006 encontraron que un ómnibus habilitado para funcionar como biblioteca ambulante estaba puesto a subasta en un sitio de Internet. Entraron a la subasta virtual y después de varios días de participación en la licitación, lo adquirieron por el valor de 7 mil dólares.
Como el ómnibus estaba en Gentry, Missouri en el centro del país, Dana lo fue a buscar y lo llevó, manejándolo ella hasta Los Ángeles California, en un recorrido de más de 3700 kilómetros. Una vez el biblio-bus en Los Angeles fundaron el grupo “Books for Cuba” (Libros para Cuba) y crearon un blog en Internet para promover las donaciones, que les permitieran reparar y pintar el ómnibus y conseguir los libros.
A fin de realizar el viaje a Cuba se asociaron a Pastores por la Paz para venir en una de las caravanas que organizan los mismos todos los años a fin de traer materiales escolares y otros por el estilo. La labor fue posible por la colaboración de cientos de ciudadanos norteamericanos que hicieron donaciones y participaron directamente en el empaque de los libros y en la pintura y reparación del biblio-bus.
Para pintar el exterior del ómnibus, pidieron la cooperación del compañero héroe de la República de Cuba, preso en cárceles de EE.UU., por combatir el terrorismo, Gerardo Hernández, quien les envió ideas que sirvieron de base para el diseño final de la pintura.
En el 2007 hicieron un primer intento por traer el ómnibus a Cuba, pero en el trayecto sufrió un desperfecto en Phoenix, Arizona que impidió que continuara viaje. Finalmente fue reparado y pudo arribar a Cuba en junio del 2008 en la Caravana No. 19 de Pastores por la Paz, dos años después de haber adquirido el ómnibus, en un ejemplo de constancia y entrega que merece todo el respeto y cariño del pueblo cubano.
En la actualidad el biblio-bus presta servicios en la biblioteca de Bayamo en la Provincia de Granma.
Hechos como este, nos recuerdan siempre que la solidaridad internacional puede hacer milagros.
Gracias infinitas a Dana y a Rhonda. Ellas, que se mantienen en contacto con Gerardo, nos hicieron saber que cualquier persona puede enviar un mensaje que le llegará muy rápido por la siguiente vía: escriba al programa radial “Cartas sin fronteras”, a su presentadora Tania Torres, al correo electrónico http://ar.mc396.mail.yahoo.com/mc/compose?to=cartassinfronteraskpfk@yahoo.com y ella se encargará de leerlo para Gerardo, quien sintoniza este programa todos los sábados de 6 a 8 de la noche hora de California; 9 a 11 de la noche, hora de Cuba, por la frecuencia 90.7 de la FM. de la cadena radial KPFK.OLG del Grupo Pacífico.
“Cartas sin fronteras” es un programa de música latinoamericana que asiduamente escucha Gerardo, se transmite en inglés y su primer número es de música internacional de cualquier país del mundo, siempre de contenido social. En el mismo abunda la música de la Trova Cubana.
Aprovechamos para felicitar al compañero Gerardo en su cumpleaños, desearle que le lleguen muchos mensajes de solidaridad y agradecerle a él y a sus otros cuatro compañeros por su extraordinario ejemplo de entereza y firmeza revolucionaria.


Socialismo por la vida.


La Habana 7 de junio de 2009

Pedro Campos en Kaos en la Red

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