miércoles, 23 de julio de 2008

COOPERATIVA, COOPERATIVISMO Y AUTOGESTION SOCIALISTA

Por: Pedro Campos

Tres conceptos claves de la economía política del socialismo.

Nunca serán suficientes el tiempo y el espacio dedicados a tratar de esclarecer las diferencias y relaciones entre la cooperativa, el cooperativismo y la autogestión socialista, tres de los conceptos claves de la economía política del socialismo, toda vez que de su comprensión dependerá, en gran medida, que se pueda llegar a entender el carácter de las nuevas relaciones de producción en el socialismo, sus formas fundamentales de propiedad y las ideas centrales del Socialismo Participativo y Democrático (SPD).

La cooperativa es una forma colectiva específica de propiedad que surge en el seno del sistema capitalista, estructurada sobre la unión voluntaria de varios propietarios de medios de producción (para fines de la producción agrícola, industrial o de servicios) que, puestos de acuerdo explotan en común esos medios. No es la única forma de propiedad en el socialismo.

El cooperativismo o autogestión es la manera en que se organiza la producción, el trabajo, en las cooperativas, caracterizada por la propiedad colectiva sobre los medios de producción, la gestión democrática (elección de la dirección, planificación de la producción, búsqueda de recursos, inversiones, comercialización de los productos y otros) y la distribución equitativa (justa, no igualitaria) de una parte de las utilidades. Es el nuevo tipo de relaciones de producción. El cooperativismo o autogestión obrera es al socialismo, lo que el trabajo asalariado es el capitalismo.

La Autogestión Socialista (AS) es la forma general integral del funcionamiento de la sociedad socialista que implica la generalización de las propiedades del sistema cooperativista o autogestionario a todas y cada una las instituciones de su superestructura y a toda la sociedad en su conjunto, ajustando el funcionamiento diferenciado a las que se alimentan del presupuesto estatal o comunal (salud, educación y otras). El ser social generado por las relaciones cooperativistas de producción, y sus principios colectivistas, democráticos, solidarios, libertarios, justos y humanistas inherentes a sus formas de propiedad, gestión y distribución, es lo que dará lugar a una nueva conciencia social socialista. La conciencia individual es otro fenómeno y tiene otras causas y manifestaciones. Para consolidarse, la AS deberá extenderse, al menos, a un grupo de países.

La Autogestión Socialista se diferencia de la yugoslava en que además de empresarial, es social, sus atributos organizativos se asumen por toda la organización comunal y social y por este contenido social, naturalmente tiende a la sustitución del mercado por la planificación democrática y a la transformación del intercambio de mercancías por el intercambio de equivalentes, a la creación de Uniones de Asociaciones y a la formación de una gran unión de cooperativas, en un plan común, como previó Marx. Procesos que no se imponen, sino que derivan de la propia naturaleza del régimen de producción al socializarse. Diverge de la autogestión administrativa burguesa, en que ésta sólo brinda participación limitada y dividida a los trabajadores en la propiedad (por acciones), en la gestión y en una parte pequeña de las ganancias, sin afectar el grueso de la plusvalía.

Con toda precisión Carlos Marx identificó como el nuevo régimen de producción a la forma en que las cooperativas organizan la producción, en el Capítulo XXVII del Tomo III del Capital “El Papel del Crédito en la Producción Capitalista”, al señalar:

“... Las fábricas cooperativas de los obreros mismos son, dentro de la forma tradicional, la primera brecha abierta en ella, a pesar de que, dondequiera que existen, su organización efectiva presenta, naturalmente, y no puede por menos de presentar, todos los defectos del sistema existente. Pero dentro de estas fábricas aparece abolido el antagonismo entre el capital y el trabajo, aunque, por el momento, solamente bajo una forma en que los obreros asociados son sus propios capitalistas, es decir, emplean los medios de producción para valorizar su propio trabajo. ...
… Estas fábricas demuestran cómo al llegar una determinada fase de desarrollo de las fuerzas materiales productivas y de formas sociales de producción adecuadas a ellas, del seno de un régimen de producción surge y se desarrolla naturalmente otro nuevo.”

Igualmente en muchos escritos Marx dejó bien establecido que la clase trabajadora tendría que proponerse la abolición del trabajo asalariado y sustituirlo por la nueva forma de producción cooperativa. En la Guerra civil en Francia, donde analizó la Comuna de París, señaló: “... si la producción cooperativa ha de ser algo más que una impostura y un engaño; si ha de sustituir al sistema capitalista; si las sociedades cooperativas unidas han de regular la producción nacional con arreglo a un plan común, tomándola bajo su control y poniendo fin a la constante anarquía y a las convulsiones periódicas, consecuencias inevitables de la producción capitalista, ¿qué será eso entonces, caballeros, más que el comunismo, comunismo “realizable”?…”

De manera que cuando los partidarios del Socialismo Participativo y Democrático, SPD, abogamos por el desarrollo del cooperativismo o autogestión obrera, por la extensión de las nuevas relaciones cooperativistas-autogestionarias, no nos estamos refiriendo, como creen algunos, al simple establecimiento de cooperativas cuyas primeras formas existían ya desde los albores del capitalismo, sino a la ampliación y generalización a toda la organización productiva y social del sistema de trabajo que surgió en las cooperativas.

La propiedad sobre los medios de producción asume como apellido la forma en que son explotados, por lo cual la simple clasificación de la propiedad en privada o social, no abarca todo el significado de una propiedad específica en un nivel de desarrollo histórico determinado. Hubo propiedad privada en la esclavitud, en el feudalismo, en el capitalismo y también habrá propiedad privada en el socialismo, como hubo formas de propiedad “social” en función de la sociedad en todas las formaciones socioeconómicas anteriores, las llamadas tierras del estado, las comunales, y las empresas que siempre ha explotado estatalmente el capitalismo.

La propiedad capitalista es la que se explota en forma capitalista, por medio del trabajo asalariado y con el fin determinado de obtener ganancias a través de la plusvalía. La propiedad socialista es la que se explota en base a las nuevas relaciones socialistas de producción cooperativas-autogestionarias y su propósito principal es la realización de la justicia social. Así la propiedad y la forma de su explotación van unidas, aunque puedan describirse separadamente.

Pero las cooperativas solas, aisladas en el capitalismo, si bien funcionan en forma socialista a lo interno de la cooperativa, están inmersas en un mar de capitalismo y como escribió Marx “ no pueden por menos de presentar, todos los defectos del sistema existente”, de manera que las cooperativas asumirán una forma socialista en sus relaciones externas solo cuando el poder político esté en manos de los trabajadores y la sociedad en su conjunto avance al predominio de las nuevas relaciones cooperativas, lo que permitirá que entre las Asociaciones Económicas empiecen a desarrollarse formas de intercambio distintas a las típicas del mercado capitalista.

De acuerdo con la práctica histórica, las formas más comunes de la propiedad socialista parecen ser: la cooperativa, propiamente dicha, la asociación autogestionada y la asociación cogestionada (entre el estado o nivel comunal correspondiente y los trabajadores). Existen otras denominaciones utilizadas por distintos especialistas, pero sus rasgos esenciales son los mismos. Estas formas serían comunes para la agricultura, la industria y los servicios y que sean de un tipo u otro dependerá de las propias características concretas de los medios de producción, forma de adquisición, volumen e importancia de los mismos.

Cooperativa. Es la cooperativa tradicional, las primeras que surgieron en el capitalismo, que puede considerarse la forma de producción socialista inferior, pues los medios de producción aportados son de propiedad original de los trabajadores y generalmente de un bajo nivel de desarrollo. Corresponde a pequeños campesinos unidos, pequeñas empresas industriales o de servicios, más bien de tipo artesanales.

Asociación autogestionada. Sería la entidad económica propiedad de los trabajadores, adquirida o entregada en propiedad por el estado a un grupo específico de trabajadores, sea por cesión de propiedad, venta directa o a través de crédito bancario pagadero según los arreglos establecidos entre el estado o su banco y la empresa autogestionada. Este tipo de propiedad socialista, parece ser la más adecuada para las pequeñas y medianas empresas, debiendo quedar estatuido que son indivisibles e invendibles, y su fusión o unión con otras empresas quedar sujeta a leyes.

Asociación cogestionada (entre el estado y los trabajadores) La propiedad se mantendría total o parcialmente en la Comunidad (el nivel correspondiente, sea nación, provincial, municipio o comunal) y sería explotada en usufructo por los trabajadores que la administran en base a los principios de la autogestión obrera. Parecen las más convenientes para aplicar en las empresas de interés nacional o estratégico, con alto nivel tecnológico, que demandan una enorme cantidad de recursos y personal altamente especializado que solo puede ser aportado por el presupuesto estatal o el capital extranjero en países menos desarrollados. El carácter de propiedad Comunal y en usufructo compartido con los trabajadores, garantizaría que no haya eventuales subestimaciones de los intereses generales de la nación o el surgimiento de tendencias localistas, regionales o sectoriales perjudiciales. Podría haber también una administración compartida, donde exista un representante del estado o Comuna, como preferían llamarle Marx y Engels.

El trabajo por cuenta propia y familiar, es también una forma autogestionaria de producción, pues no explota trabajo ajeno, el mismo dueño es el trabajador que gestiona toda su labor. La imposibilidad de usar trabajo asalariado, el que por explotador debe quedar proscrito en el socialismo, impide a esta forma autogestionaria de producción aunque privada, desarrollar la reproducción ampliada. Por ser menos competitiva y reconfortante, deberá tender en general a integrarse en las formas cooperativas. De manera que la reproducción mercantil simple, es una forma que tiene cabida en el socialismo y cumple multitud de funciones sociales, especialmente relativa a los artistas, artesanos, consultores y otros tipos de trabajo que las nuevas tecnologías están originando.

La adopción mayoritaria del sistema de trabajo cooperativo llevaría de la mano a cambiar el ingreso según el pago de la fuerza de trabajo, el salario, la forma en que lo hace el capitalismo, que se extiende por un tiempo inicial en el socialismo, por la repartición equitativa de una parte de las utilidades, fórmula más justa, que no llega a ser la comunista “según las necesidades”. Tal fórmula posibilita a su vez que se vayan modificando paulatinamente las leyes y categorías de la producción mercantil, como las leyes del valor y de oferta y demanda y el intercambio de mercancías se vaya convirtiendo en intercambio de equivalentes, lo cual supondría ya el triunfo de la sociedad socialista.

El predominio de la Autogestión Socialista en toda la superestructura irá condicionando la desaparición de las diferencias entre el trabajo manual y el intelectual, en la división general social del trabajo, entre la ciudad y el campo, entre las clases y, finalmente, la transformación paulatina del propio estado hasta su extinción.

Socialismo por la vida.

La Habana, 18 de julio de 2008

Contacto: perucho1949@yahoo.es

Ver artículos relaciones en:
http:/www.kaosenlared.net/rss/kaos_colaboradores_195.xml http://analitica.com/va/internacionales/opinion/8777149.asp.
http://es.geocities.com/amigos_pedroc/index.html






Leer más

Los cuatro elementos


Leer más

¿Estamos construyendo el socialismo?

Por Pedro Campos Santos.

A partir de la pregunta realizada por el nuevo presidente de Cuba ante la Asamblea Nacional del Poder Popular el 11 de julio pasado, Pedro Campos retoma las medidas tomadas - y las que se deberían tomar - desde la asunción de Raúl Castro

Esa pregunta la hizo el General de Ejército Raúl Castro en su importante primer discurso como nuevo Presidente de Cuba ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 11 de julio pasado, Esta interrogante y otros elementos del discurso sugieren que la dirección actual de la Revolución pudiera estarse acercando ya a un efectivo abordaje del problema fundamental, el determinante, el que tiene que ver con todos los demás problemas de la sociedad cubana y de los cubanos: qué tipo de socialismo queremos.

El tema subyace y se desplaza difusamente por toda la intervención del líder revolucionario cuando se refiere al sentido de pertenencia de los trabajadores; al criticar el burocratismo, el igualitarismo y los excesivos subsidios fuentes de corrupción; al estimular la validez del poder soberano de la Asamblea Nacional por encima del Consejo de Estado; al promover que las leyes sean discutidas por todo el pueblo; al mostrar modesto respeto en el trato hacia los funcionarios; al evidenciar un estilo de dirección colectiva; al llamar nuevamente a todos a pensar y a aportar sobre las soluciones a los problemas planteados, al señalar que las regiones deben resolver ellas mismas sus constructores, maestro y policías y especialmente al reconocer cabida en el socialismo al cooperativismo y al trabajo por cuenta propia además de a las empresas estatales.

También al llamar a “virarse para la tierra”, está haciendo un planteamiento de fondo, más allá de la simple convocatoria a aumentar la producción agrícola. Ya se había dicho: la autosuficiencia alimentaria es un problema de seguridad nacional. Se trataría de un cambio en el esquema que pretende resolver los problemas del país a partir de “una economía de servicios mercantiles” para un mercado capitalista externo y el reconocimiento tácito de su fracaso.

Con este discurso, donde hay un tratamiento a fenómenos medulares de la problemática actual cubana, quedan en un segundo plano los simples llamados a la disciplina y a combatir el “robo” que han estado caracterizando las apelaciones de una parte del aparato burocrático. Para Raúl, los problemas son mucho más graves y complejos, como se observa cuando trata de explicarse la actitud indiferente de los trabajadores y sus soluciones apuntan a las relaciones de producción, propiedad, distribución y consumo, más que a la arenga exhortativa inmovilista.

La propuesta del nuevo anteproyecto de ley de seguridad social contiene algunos elementos que beneficiarían a los trabajadores, pero otros son muy controvertidos, por lo cual pudiera no ser éste el momento más oportuno para su discusión, cuando la gente espera decisiones que claramente beneficien a las mayorías y nos encontramos abocados a un proceso de transformaciones que demandarán mucho apoyo popular. El propio concepto de seguridad social y sus vías de realización en el socialismo merecerían ser reconsiderados.

Aún cuando el nuevo gobierno ha eliminado algunas viejas y absurdas prohibiciones, ha mostrado un estilo de dirección más flexible y tolerante y ha estado dando pasos para tratar de aligerar los problemas más agobiantes como la alimentación, el transporte y la vivienda, todo lo realizado hasta aquí no ha cambiado en nada el esquema básico del cada vez más resquebrajado sistema estatal asalariado que, ya sabemos, conduce al desastre.

La recién anunciada repartición de tierras ociosas pudiera ser un paso en un nuevo camino, si es acompañada de la liberación de la tutela burocrática estatal que frena y desestimula las iniciativas de los colectivos laborales y en cambio, éstos reciben apoyo y créditos del estado. Para el 26 de Julio próximo muchos esperamos otras medidas, de nueva orientación socialista.

Socialismo por la vida

La Habana, 19 de julio de 2008

Contacto: perucho1949@yahoo.es


Ver artículos relaciones en:
http:/www.kaosenlared.net/rss/kaos_colaboradores_195.xml http://analitica.com/va/internacionales/opinion/8777149.asp.
http://es.geocities.com/amigos_pedroc/index.html

Leer más

Cuba y Venezuela: ante las urgencias de un cambio de época

Por: Roberto Cobas Avivar

A partir de la tesis, defendida por Cobas Avivar en varios de sus artículos, de la necesidad de un cambio en las relaciones de producción en Cuba, en este texto analiza las economías de Cuba y Venezuela y reconoce que permanecen "atadas conceptualmente a la fuerza inercial de su subdesarrollo económico estructural".



Todo el petróleo de Venezuela no alcanzará para crear los fundamentos estructurales del socialismo en ambos países ni, por consiguiente, en la región, si es que no se plantea el concepto de desarrollo tecnológicamente sostenible. El socialismo es inviable bajo los auspicios de cualquier estrategia de transformación de las fuerzas productivas que no redefina desde ya la política de desarrollo a mediano y largo plazo en términos de un nuevo modelo de sostenibilidad energética.

La revolución energética no consiste en el ahorro de petróleo ni en su uso racional, por importante que ello sea hoy, sino en el cambio radical del modelo tecnológico energético.

Las revoluciones cubana y bolivariana han caído en la hipnosis del desarrollo extensivo que induce la riqueza petrolera venezolana. Para Cuba la dinámica del intercambio económico con Venezuela que roza ya los 5 mil millones de dólares, hasta ayer impensable, viene a reforzar el esquema del socialismo de estado en la isla y del modelo extensivista de desarrollo. En Venezuela todo indica que la economía extractiva apunta al mismo esquema del desarrollismo extensivo.

Ni el gobierno de Cuba ni el gobierno de Venezuela han formulado estrategias de desarrollo que apunten a un salto de magnitud en la reconversión tecnológica estructural de sus economías. Ambas economías permanecen atadas conceptualmente a la fuerza inercial de su subdesarrollo económico estructural.

No son un alarde de la ciencia social los estudios que apuntan al declive de la fase descendente del desarrollo capitalista global, correspondiente al ciclo empírico de sus últimos 50 años. Menos aún el hecho demostrable de que el cambio de las matrices energéticas del desarrollo económico define la transmutación de las fases descendentes en ascendentes en periodos de 100 años y, con ello, la revolución de la base material y cultural del mismo desarrollo. Acéptense o no tales estudios y predicciones, la realidad actual muestra el agotamiento del modelo tecnológico energético de desarrollo.

El socialismo o es una impetuosa proyección moderna y modernizante de las fuerzas productivas o no será socialismo, por mucho que sea el empeño ideológico. El desgaste de las potencialidades humanas en esquemas de desarrollo extensivos continuará siendo el camino fértil hacia la profundización del subdesarrollo estructural de las economías y las sociedades en ambos países. Y esa debilidad conceptual y estructural de las visiones de desarrollo hará pasto de las llamas a ambos proyectos sociales más tarde o temprano.

Es de especial importancia advertir que el colapso de la economía estadounidense está planteado en términos de su actual dependencia política de un esquema de desarrollo atado al modelo energético petrolero. De manera aguda lo acaba de definir Al Gore. La supervivencia del American way of life, tal como hasta ahora lo han conocido los estadounidenses, es insostenible. EEUU necesita y puede - ha expresado - reconvertir la matriz energética en 10 años. Pasar a producir toda su energía eléctrica a partir de fuentes de energías renovables. El impacto de tal alerta en los estados de opinión en el Establishment ha sido estremecedor. El reto no es sólo político para la nueva Administración, sino un desafío al poder de los tradicionales grupos industriales-financieros en los EEUU, estrechamente fusionados con la matriz energética petrolera. No es éste un desafío por desinteresado amor ecológico. Lo que está planteado en esa avanzada económica del capitalismo mundial es la lucha entre grupos de poder por el dominio económico sobre las ganancias del nuevo ciclo energético. “Su visión (de Al Gore) está en integrar el medio ambiente con el mercado de capitales”[1]. Es así como se han producido históricamente las revoluciones tecnológicas que han potenciado hacia niveles más altos cada vez las fuerzas productivas capitalistas. El resultado ha sido el predominio tecnológico histórico del modo de producción capitalista.
Hablar de socialismo y obviar en los discursos la precariedad del pensamiento propio cuando no pone de relieve la dimensión estratégica del reto que para la viabilidad de los proyectos socialistas, sean el de Cuba o el de Venezuela, implica el desarrollo de las fuerzas productivas, es permanecer anclados en una concepción insolvente sobre las posibilidades de una alternativa de desarrollo capitalista.

Ha sido el Presidente Rafael Correa quien ha advertido de manera somera en su discurso durante la reciente inauguración de la refinería ecuatoriano-venezolana en territorio de Ecuador (15.08.2008), que el objetivo de la explotación de los recursos naturales no renovables es crear las condiciones para que el desarrollo no dependa de ellos. Pero la importancia determinante del problema, puntualizo: determinante, no permite el tratamiento somero de su significado.

Es necesario que hagamos hincapié en la cuestión cubana.

Puesto que el problema no se limita a la explotación de fuentes renovables de energía, sino a su combinación con la capacidad de renovación y expansión de las fuerzas productivas. Es en este sentido que llama la atención el discurso del Presidente del Consejo de Estado de Cuba en la reciente clausura de las sesiones del Parlamento cubano. El contenido del discurso, más allá de abordar cuestiones puntuales del desarrollo socio-económico, deja el vacío del pensamiento estratégico acerca de la concepción de desarrollo del Proyecto Socialista. Es decir, del desarrollo estratégico de las fuerzas productivas de la sociedad cubana. La visión crítica acerca del modo de producción cubano se ha reducido a enfatizar la importancia para la economía del país de la “gran empresa estatal socialista”, a partir de las experiencias de las empresas “militares”, sin menoscabo, se explica, de las formas de propiedad cooperativa que se dan en el sector agrario. Constatar el comportamiento eficiente o no de determinados entes económicos no habla sobre la eficiencia sistémica del modo de producción cubano.

En efecto: “La disfuncionalidad del modo de producción y relaciones socioeconómicas consume el crecimiento económico en el extendido subsidio de la ineficiencia económica del sistema. Una constatación relevante expone la naturaleza de la contradicción. Hoy, en franco proceso de autofagia económica, funciona con pérdidas alrededor del 50% del total de las empresas del país. Lo que para los medios de comunicación y los informes de las instancias estatales y partidistas se sigue apreciando imperturbablemente como “problemas con la eficiencia y la disciplina”, en realidad refleja una crisis estructural del modelo socio-económico. Un cuadro de disfuncionalidad económica del sistema empresarial que se mantiene durante el medio siglo que experimenta el modo de producción establecido. Una disfuncionalidad que fue la causante del estremecimiento de los cimientos de la propia supervivencia nacional ante el colapso de las relaciones económicas con el antiguo “campo socialista”. No existen casualidades sino contradicciones de fondo”[2].

Un sistema administrativo de precios al por menor y otro bajo el juego de la oferta y la demanda, un sistema estatal de precios mayoristas, una fragmentación orgánica, por consiguiente, de los mercados, un sistema monetario dual, una profunda incoherencia en el sistema tributario, un sistema de funcionamiento empresarial sujeto a la recaudación centralizadora de las ganancias para el Estado, reñido con toda idea de autogestión socio-económica, son a grandes rasgos factores que evidencian las premisas de la ineficiencia sistémica de la economía.
El debate neurálgico acerca de la viabilidad del modo de producción cubano sigue inhibido a nivel central. Se toman atajos hablando sobre la necesidad de la productividad y la dependencia del salario a ella, sin tocar en lo absoluto el problema de las condiciones estructurales que pueden hacer realmente efectivos tales deseos. Se explica que las decisiones se van tomando sin prisa ni improvisaciones y se trasmite la impresión al pueblo de que Cuba posee todo el tiempo del mundo disponible a su favor. El mensaje es contradictorio. Lo expresa en sus expectativas de cambios el propio pueblo. El tiempo no está a favor del Proyecto Socialista de la Revolución. Cincuenta años de resistencia pueden crear la impresión de que el futuro le pertenece al socialismo, sin advertir los costos sociales y económicos acumulados. El mensaje viene sesgado con un vicio de oficio, puesto que se subvalora la capacidad de subsumisión económica del sistema capitalista global. El trasfondo en el plano interno son las propias palabras del Líder de la Revolución en la Universidad de la Habana en noviembre del 2005, acerca de que el socialismo en Cuba podría ser destruido por sus contradicciones internas. Paradójicamente, la nueva Dirección del Estado asume una visión escéptica con respecto a tal evaluación de la realidad cubana.

El atraso tecnológico de la economía cubana, de sus fuerzas productivas, amerita una revolución conceptual e inversionista para poder ser superado en el tiempo escaso que se dispone y se necesita. Esta realidad debe ser discutida en voz alta por todos los medios de comunicación del país. Tomar conciencia sobre el salto de magnitud cualitativa que necesita dar la economía cubana es la primera condición básica para liberar las energías hoy atadas del pensamiento creador a todos los niveles.

La alianza estratégica para el desarrollo con Venezuela, en primer lugar, no puede dejar de plantearse un objetivo inamovible, puesto en debate público claro y en programas concretos: la reconversión tecnológica de las fuerzas productivas en un horizonte de tiempo racionalmente predecible e imperturbable, si de las voluntades endógenas se trata. No hablo de una declaración de intenciones, sino del compromiso abierto y debatido sobre la necesidad del cambio de la concepción de desarrollo y de las estructuras socio-económicas que han de potenciarlo.

Ese objetivo supremo, al cual lógicamente han de supeditarse todos los movimientos tácticos, será una quimera para Cuba si no se discute la transformación radical del modo de producción y de relaciones socioeconómicas actuales.

A fuer de ser insistente, es oportuno que recuerde los disímiles trabajos en los que desde distintas ópticas he intentado abordar el problema de la transformación del modo de producción cubano actual. Incursionando en aspectos teóricos y prácticos. Desde Cuba no se produce el debate directo que permitiría el enriquecimiento de las ideas. Las contadas voces del pensamiento crítico que dentro de Cuba insisten igualmente en el problema tampoco tienen acceso mayor al debate popular amplio. Es evidente que el Partido dirigente reserva para sí el monopolio de la discusión sobre los problemas de fondo que, sin embargo, conciernen igualmente a toda la sociedad. Por tal razón es necesario que se diga públicamente que no faltan ni han faltado voces que intentan aportar ideas a un debate de ideas conculcadas al saber ciudadano. Puesto que se trata de la confluencia de todas las ideas que puedan brindar horizontes amplios y decididos de pensamiento. Cuando se expone esta arista del fenómeno de la participación social en Cuba, algunos querrán interpretar que no existe un acervo del pensamiento socialista cubano propio ni que se estudian los problemas económicos y sociales del socialismo en Cuba. Lo que expreso es que no está ése acervo acumulado y en actividad enfocado al planteamiento de la tesis sobre el problema fundamental:

¿Es necesaria la transformación estructural del modo de producción cubano actual?

Cuando se evita plantear esa tesis abiertamente se está tomando partido político en contra del reconocimiento del agotamiento del modelo actual de organización y funcionamiento del sistema económico cubano. Asumir la tesis no significa por defecto tomar partido político a favor del reconocimiento de lo contrario. Significa asumir la actitud dialéctica del pensamiento, la única posible si del desarrollo se trata.
Quiero llamar la atención sobre la consideración que en última instancia obliga a asumir la tesis en cuestión en el caso cubano. A la distancia de 50 años de recorrido del modo de producción actual y de sus relaciones socioeconómicas no existen contradicciones de nuevo tipo en su funcionamiento. Es decir, el conjunto de contradicciones que aquejan al sistema son, en esencia, las mismas que hace tantos años atrás. El sistema (en sentido cibernético) socioeconómico cubano no está en condiciones de generar contradicciones de nuevo tipo, de otra cualidad.

Un simple ejercicio periodístico bastaría para demostrar esa incapacidad del sistema para generar las nuevas contradicciones que su movimiento dialéctico produciría en caso de que realmente se diera tal movimiento. Ese ejercicio periodístico podría sin duda develar el sostenimiento del mismo discurso político acerca de la eficiencia o la no eficiencia del sistema socioeconómico cubano en los últimos 4 decenios. Ese ejercicio de investigación periodística vendría a demostrar que las contradicciones no sólo son las mismas en esencia, sino que se han agudizado. Y que su capacidad de implosión es directamente proporcional a la negativa de aceptar la tesis de discusión planteada.

Los que piensan que determinados cambios de la macroeconomía pudieran contradecir la afirmación que expongo tendrán que convenir, sin embargo, en que el modo de producción no se transforma cambiando aspectos de la superestructura político-económica sin alterar la naturaleza orgánico-funcional de la microeconomía.

Es lógico que asumir la tesis en cuestión implica discutir a fondo sobre los fundamentos estructurales del modo de producción actual. En principio sobre el sistema de propiedad y de relaciones de intercambio. Es claro que, en consecuencia, ello implica discutir sobre el sistema de participación socio-económica actual. Es evidente que todo ello conduce a cuestionarnos el modelo de desarrollo socialista tal como lo hemos concebido hasta ahora. Y que llegados a ese punto, estaremos revisando las ideas básicas del Proyecto Socialista.

El capitalismo acepta sus contradicciones internas porque el modelo sociopolítico está regido por el liberalismo del movimiento de su economía. Ésa es tanto su ventaja como su debilidad. En tales circunstancias se lucha por sacarle el mayor partido a las ventajas de tal orden de factores, tratando de minimizar las debilidades. Los procederes están sujetos a un proceso reflexivo de destrucción creativa.

Por el contrario, los hacedores del socialismo han definido el carácter político del proceso de su construcción para restarle importancia al carácter liberal de los procesos económicos creativos. La contradicción es ficticia. Porque lo que no se llega a entender es que el modo de producción debe tener vida propia. Es decir, la dimensión microeconómica del modo de producción obedece, para que su movimiento pueda aspirar a ser eficiente, a principios que rigen el comportamiento autónomo de las empresas, de los actores económicos. La superestructura política establece las reglas del juego, pero el juego ha de ser dominio autónomo de sus actores. Y es cierto que ello implica que el mercado y las relaciones monetario-mercantiles puedan funcionar en toda su capacidad técnica.

En consecuencia, es menester dar por superada definitivamente la discusión bizantina del pensamiento marxista ortodoxo (valga esa necesaria contradicción) que insiste en desgastarse en la criminalización política del mercado en el socialismo. A sabiendas que se hace acudiendo a interpretaciones metafísicas sobre las ideas acerca de la gran producción mercantil o la producción mercantil ampliada, supuestamente defendidas por K.Marx como causa primera del modo de producción extorsivo y de acumulación excluyente capitalista. Los que en esa discusión se desgastan reducen su pensamiento al tratamiento escolástico de las tesis de K.Marx y renuncian a hacer uso de la herramienta que nos legó para que entendiéramos mejor el materialismo histórico: la dialéctica materialista.

Mientras tanto, el tiempo sigue corriendo en desfavor. Asistimos hoy en América Latina al enfrentamiento más radical que se ha conocido entre la insurgencia de los intereses populares y la decisión de las oligarquías criollas no sólo a no ceder, sino a recuperar lo que se haya perdido. Así lo demuestra el carácter de los conflictos políticos en Venezuela, Bolivia, en Argentina y Ecuador. Pero especialmente en Colombia, donde mucho se decide en contra de los intereses progresistas en la región si es que las FARC fuesen definitivamente eliminadas como actor político. Da fe de ello el renovado interés de los EEUU en dar el susodicho golpe de timón al conflicto colombiano y consolidar con ello el apalancamiento de Colombia como su punta de lanza a imagen y semejanza de Israel en el Medio Oriente. Esa fisura de profundo calado en los planes integracionistas impulsados por Venezuela abocaría dichos procesos a un fracaso estratégico. Una vez descabezada la insurgencia radical y apuntalados los grupos de poder, lloverían millones de dólares a Colombia para crear el "estado de bienestar a lo israelí o a lo chileno" con el que deslumbrar el entorno y descalificar los procesos socialistas emergentes. Allí donde los gobiernos progresistas latinoamericanos han asumido la defensa de intereses sociales legítimos, se producen los escenarios que develan la naturaleza de las guerras avisadas.

Desde el Norte los escenarios futuros están ya declarados. Todo el lobby político detrás del presidenciable Barack Obama deja claro que una de las prioridades primeras del nuevo presidente será recuperar el patio trasero. Y es en ese contexto que toma profunda importancia política el grito de Al Gore, militante demócrata, sobre reducir al máximo la dependencia tecnológica de los EEUU de la matriz petrolera. Diez años es un tiempo extremadamente corto para lograrlo, pero no imposible si de la capacidad de redireccionamiento de los intereses de la economía empresarial estadounidense se trata.

Estamos, por lo tanto, ante un escenario de alta potencialidad en el mediano plazo de una tendencia a la baja pronunciada de los precios del petróleo y de la reducción con ello de la capacidad de influencia política de Venezuela y de la OPEC en general. A ello hay que añadir los planes de expansión de la producción de energía atómica tanto en los propios EEUU como en Europa y China, a pesar de sus peligros y la insostenibilidad fósil y ecológica a largo plazo. Puede arriesgarse la afirmación de que el petróleo está condenado a dejar de ser en el mediano plazo una ventaja económica comparativa. No necesariamente por la limitación de las reservas mundiales, sino por la rápida relativización de su importancia económica estratégica. Si se asume que la “civilización“ se encuentra ante un cambio revolucionador de la matriz energética, no puede más que apostarse por una consecuente revolución tecnológica.

La inversión estratégica acelerada para Venezuela y Cuba está en los sectores de la educación, la salud y las ciencias aplicadas. Es altamente sintomático que Cuba esté atravesando por una crisis estructural de su sistema educacional y que su sistema de salud corra igual peligro. Todo el petróleo que fuere necesario ha de sembrarse en lograr en el mediano plazo sistemas de educación escolar, técnica y superior universales y de excelencia incuestionable. A la par de ello, tendría que desarrollarse un vasto conjunto de programas complejos de desarrollo tecnológico-industrial en ambos países, de manera que el esfuerzo mancomunado diera resultados de excelencia en horizontes cortos planificables.

Es de primera importancia decir en voz alta que para el socialismo hoy la conciencia política está encarnada en el desarrollo dinámico de las ciencias aplicadas. El nivel de inversiones en I+D estará definiendo la independencia política de los proyectos socialistas. Es decir, en el grado en que las ciencias aplicadas determinen el desarrollo las fuerzas productivas de la sociedad. Al desarrollo intensivo de las fuerzas productivas le está dado preservar la viabilidad del proyecto socialista, sea en Cuba o Venezuela. El empuje de las fuerzas productivas, como sabemos, lleva a los extremos de su capacidad al modo de producción. Esa saludable contradicción dialéctica se hace antagónica e implosiva cuando el sistema político reduce y maniata la capacidad de movimiento autónomo de la sociedad.

El compromiso revolucionario con los problemas cardinales del ser o no ser del Proyecto Socialista de la Revolución y, en consecuencia, del futuro de la nación cubana, no puede reducirse, como nos conmina el discurso de clausura de las sesiones del Parlamento cubano, a dedicarnos “cada cual en el puesto que le corresponde, al cumplimiento diario y estricto del deber”. La apelación resulta contraproducente cuando los deberes, establecidos verticalmente, no llegan a cumplir con las expectativas de participación y creatividad de los ciudadanos. Una constatación irrebatible no por algún ejercicio mental, sino porque la naturaleza verticalista del actual modo de producción y de las relaciones socioeconómicas que lo caracterizan no dejan resquicio alguno a la autodeterminación ciudadana.
------------

NOTAS


[1] “Al Gore y el cambio climático como negocio”, en: http://www.soloenergias.com/2007/12/30/al-gore-y-el-cambio-climatico-c omo-negocio/ (fuente primaria: El País)
[2] Roberto Cobas Avivar ,“Principio y final del socialismo en Cuba”, en: http://www.kaosenlared.net/noticia/principio-final-socialismo-cuba

Publicado en: www.kaosenlared.net

Leer más

jueves, 10 de julio de 2008

No olvidar las enseñanzas de la Historia

Por: Leonel González y Carlos C. Díaz

"No se puede ignorar que las experiencias revolucionarias del siglo pasado resultaron en definitiva frustradas, pues incluso cuando llegaron a expropiar a los capitalistas, resultaron incapaces de ir más allá del capital. Esto impone una tarea adicional: para pensar sin fantasmas el socialismo del Siglo XXI, hay que establecer qué ocurrió durante el siglo anterior con aquel socialismo que no fue". Aldo A. Casas. (1)

El análisis sobre las causas esenciales de la caída del campo socialista es terreno de lucha entre la burguesía y los trabajadores, entre los revolucionarios y los burócratas, entre revolucionarios de diferentes tendencias y concepciones, entre "idealistas y realistas", entre los que creen que la revolución debe ser dada en dádiva al pueblo y los que creen que son los trabajadores quienes tienen que liberarse a sí mismos.

Es claro que existe una "conspiración" a varias manos para evitar aceptar que fracasaron las tendencias "socialistas" que se desviaron del contenido socializante y democrático.

Partir de que el Socialismo es una utopía y un fracaso anunciado es como rendirse sin combatir, admitir la derrota de antemano, y aceptar que no hay alternativas al capitalismo, sistema inhumano, mercantilizado, depredador del hombre y la naturaleza, que es lo menos malo que encontraremos; tal, es coincidir con la argumentación básica del enemigo.

Apostar por administrar mejor el capitalismo en espera de tiempos mejores no parece ser fórmula adecuada para los trabajadores, que al final sólo reciben migajas constantemente en peligro de extinción, ante cualquier pequeña crisis y presión del capital internacional.

Creer que el problema fue una personalidad, un déspota no ilustrado, es desconocer no solo el marxismo sino toda la historia. El problema de las personalidades es importante pero no único, los valores y principios no hubieran podido ser violentados en la forma en que lo fueron, si el excedente y la propiedad hubieran estado más socializados, y compartidos entre las distintas formas de los colectivos de trabajadores y la comunidad y si no se hubiera endiosado a los líderes y esquematizado las ideas.

Es duro decirlo, pero si el sistema hubiera permanecido igual y no hubiera sido Stalin, si no otro, que fuera más/menos ilustrado no hubiera cambiado la ecuación final, aunque menos habrían sido los sufrimientos, tal vez.

Creer que la acción del imperialismo, sus servicios clandestinos, su propaganda de "sociedad de consumo", o los errores de Gorbachov, fueron las causantes principales que provocaron el desastre del Socialismo, es considerar como falsa las tesis esenciales marxistas sobre la sociedad y el hombre, sería como estimar a los trabajadores ignorantes y "débiles" seres, incapaces de alcanzar la madurez, la conciencia de su papel y haber admitido demasiada ingenuidad e insuficiencia en los órganos de poder revolucionario a pesar de haber demostrado su disposición al sacrifico durante más de 70 años. Sería dejarlo todo al campo de la subjetividad.

La "conspiración" para ocultar que fracasaron las tendencias que se desviaron de su contenido socializante y democrático, está muy extendida y responde a muchos factores objetivos e intereses clasistas. A ella han contribuido la incultura, el desconocimiento de textos importantes de los clásicos, intereses de la coyuntura, el oportunismo de las burocracias políticas y las tergiversaciones que el enemigo ha promovido en las teorías emancipatorias.

Desde Marx y Engels hasta recientes e importante reflexiones, se vienen abordando los antídotos democráticos para evitar la tragedia de la usurpación del poder de los trabajadores.

Sabemos que Marx y Engels, ironizaban sobre modelos imaginarios acerca lo que podrían ser socialismo y comunismo, y se preocuparon poco por "definirlos": su atención estaba enfocada en el análisis y también la negación del capitalismo, y en el proceso que transformarían radicalmente la sociedad; pero no dejaron de exponer sus rasgos distintivos esenciales como algunos han querido ocultar.

"Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal que ha de sujetarse a la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de las premisas actualmente existentes." También escribió Engels: "La llamada sociedad socialista según creo yo, no es una cosa hecha de una vez y para siempre, sino que cabe considerarla como todos los demás regimenes históricos, una sociedad en constante cambio y transformación." (2)

Marx planteó importantes consideraciones de carácter general para la sociedad socialista que pueden resumirse en: no apropiación del trabajo ajeno, utilización del plus producto en bien de la mayoría, participación de los implicados en las decisiones que le afectaban, especialmente en la redistribución de ese plus producto, desarrollo pleno de cada miembro de la sociedad (no alienación).

De acuerdo con su concepción, el paso del socialismo al comunismo - fase superior de la nueva sociedad - se daría a partir de una transformación de la forma de distribución de acuerdo al aporte, a una distribución según las necesidades de cada cual, pero abandonando la explotación asalariada. Otros dilemas y problemas teóricos están aún por resolver.

También afirmaron, "No tenemos ninguna intención de cambiar la libertad por la igualdad, estamos convencidos que ningún orden social podrá asegurar la libertad personal tanto, como una sociedad basada en la propiedad comunal."

En La Guerra Civil en Francia, Marx escribe: "... si las sociedades cooperativas unidas han de regular la producción nacional con arreglo a un plan común, tomándola bajo su control y poniendo fin a la constante anarquía y a las convulsiones periódicas, consecuencias inevitables de la producción capitalista, ¿qué será eso entonces, caballeros, más que el comunismo, comunismo "realizable"?...

En el Manifiesto inaugural de la Asociación internacional de los trabajadores, redactado por él, afirmo: "la experiencia del período comprendido entre 1848 y 1864 ha probado hasta la evidencia que, por excelente que sea en principio, por útil que se muestre en la práctica, el trabajo cooperativo, limitado estrechamente a los esfuerzos accidentales y particulares de los obreros, no podrá detener jamás el crecimiento en progresión geométrica del monopolio, ni emancipar a las masas, ni aliviar siquiera un poco la carga de sus miserias."

Para emancipar a las masas trabajadoras, la cooperación debe alcanzar un desarrollo nacional y, por consecuencia, ser fomentada por medios nacionales. "La conquista del poder político ha venido a ser, por lo tanto, el gran deber de la clase obrera."

Engels, en la Introducción de 1891 a la Guerra Civil en Francia, de C. Marx reafirma "el decreto mas importante de cuantos dictó la Comuna, dispuso una organización que no se basaba solo en la asociación de los obreros dentro dé cada fábrica, sino que debía también unificar a todas esas asociaciones en una gran unión que, como Marx dice muy bien en la guerra civil, forzosamente, habría conducido, en ultima instancia, al comunismo."

Es importante recordar las disputas de Marx con Lasalle, el ideólogo mayor del llamado socialismo de estado quien se imaginaba la llegada del socialismo desde el estado burgués apoyando el desarrollo cooperativo, a lo que Marx oponía: "pero en lo que concierne a las actuales cooperativas solo tienen valor en la medida que son creaciones de los trabajadores y no protegidas por el estado o la burguesía". También le llamó en su cara "bonapartista" y señaló: "Su actitud es la del futuro dictador de los obreros."

Marx estaba contra este tipo de dictadura estatal, no sólo porque fuera más-menos despótica, sino porque no concebía la revolución de los Mesías en nombre del pueblo, pero sin el pueblo.

No obstante, luego de Marx y Engels se difundió la denominación de "socialismo" muy ligada al estado y al período que iría desde el derrocamiento político de la burguesía y su estado hasta el comunismo. Pero la realidad crearía dilemas más peligrosos y el conflicto entre comunistas libertarios y estatistas, de diversos grados, se acrecentó hasta dividir el movimiento obrero.

El ideal de Lenin como lo fue el de Marx era una sociedad libre del dominio de clase y de la autoridad estatal, pero, de modo inmediato, trataba de fundar un nuevo Estado -la dictadura del proletariado-en condiciones diferentes a las previstas por aquel y aprovechando la coyuntura de la Guerra Mundial, insistía en que, a diferencia de los demás Estados, en la dictadura del proletariado no sería necesaria una burocracia que «se separe del pueblo, se eleve por encima de él y se oponga a él».

En su obra EL estado y la revolución, que escribió en vísperas de la toma del poder, describió la dictadura del proletariado como un Estado que se disolvería paulatinamente en la sociedad y que prepararía su propia extinción.

Durante los casi 6 años que Lenin estuvo al frente de la construcción del socialismo, la máquina administrativa que se iba formando se separaba peligrosamente del modelo ideal que había soñado. La realidad imponía su lógica: el predominio de comunistas estatistas en el control de la Revolución y de profesionales revolucionarios no provenientes de las luchas obreras junto al desconocimiento de la concepción cooperativista del socialismo de Marx, terminaron por imponer su sello al estado en ciernes: un ejército independiente poderoso, unos órganos de seguridad hipertrofiados, los fundadores del partido sacralizados, un sistema del de correas de transmisión que poco tenían que ver con la verdadera democracia revolucionaria desarrollada en los soviet que terminaron bajo el control del partido único y del pueblo y los trabajadores como habían empezado.

Desgraciadamente se confirmaron los presagios y las criticas de Rosa Luxemburgo (3):

??si se impide la vida política en todo el país, la parálisis llegara inevitablemente a los soviets. Sin elecciones generales, sin una libertad de prensa y de reunión ilimitada, sin una confrontación de opinión libre, la vida se marchita en todas las instituciones públicas y la burocracia queda?Algunas decenas de elementos del partido, aunque animados de una energía indomable y por un idealismo sin fronteras, dirigen y gobiernan, el poder real se encuentra en manos de una docena de individuos dotados de una eminente inteligencia, y la elite obrera solo es invitada de vez en cuando a asistir a reuniones para aplaudir los discursos de los dirigentes y para votar por unanimidad las resoluciones que se les proponen. Esto es, en el fondo, un gobierno de camarillas, la dictadura de un grupo de políticos, la dictadura en el sentido burgués, en el sentido del dominio jacobino, pero no la dictadura del proletariado?

Lenin no podía ser inconsciente de esto. Pero, durante algunos años, tuvo o pareció tener la conciencia tranquila, indudablemente porque se había retirado de su posición bajo la presión abrumadora de las circunstancias. Nos dice un compañero.

Con el caos de la Guerra Mundial y posteriormente la civil La Rusia revolucionaria, se creía se no podría sobrevivir sin un Estado fuerte y centralizado. No parecía posible superar la devastación, y la desintegración social resultante con los -todavía por experimentar- métodos de una democracia de los trabajadores. La clase obrera estaba agotada y desmoralizada. El pueblo revolucionario, rodeado de pequeña burguesía y campesinado atrasado no podía regenerarse por sí mismo, Parecía evidente que era necesario un poder fuerte para guiarlo desde arriba, a lo largo de lenta de transición.

De repente, Lenin pareció darse cuenta de que algo andaba mal y comprendió que la nueva maquinaria de poder se estaba convirtiendo en una burla de sus principios.... En un Congreso del Partido, en abril de 1922, el último al que asistió, expresó. «Poderosas fuerzas han alejado al Estado soviético de su «camino propio». Lenin advertía en ese último congreso del 1922, que Rusia escasamente podía ser llamada socialista: "No, aún no hemos puesto los fundamentos socialistas... La esencia del problema consiste en saber separar de manera firme, clara y serena lo que constituye el merito histórico de la revolución rusa, de lo que hacemos muy mal, de lo que aún no está creado y de lo que habrá que rehacer muchas veces todavía." comentó. Ahora en conciencia debemos decir "que denominamos nuestro a un aparato que nos es fundamentalmente extraño" Tenemos un Estado obrero con deformaciones burocrática, un aparato que adolece de muchísimos defectos, que es dos veces mas abultado de lo necesario, que muy a menudo trabaja no para nosotros, sino, contra nosotros. "el vehículo no marcha en la dirección que supone quien está sentado al volante, y muy a menudo [lo hace] en otra completamente diferente"

Confiaba en que podían mejorarlo, entonces sugirió "fortalecer un intercambio basado en la cooperación, en el cual deben participar en forma efectiva las auténticas masas de la población"

En 1923, en su trabajo Sobre el cooperativismo ya precisa con toda definición: "nos vemos obligados a reconocer que se ha producido un cambio radical en todos nuestros puntos de vista sobre el socialismo". Ahora bien, el régimen de cooperativitas cultos, cuando existe la propiedad social sobre los medios de producción, y cuando el proletariado ha triunfado como clase sobre la burguesía, es El socialismo.

En su lecho de enfermo, mientras luchaba con su parálisis, Lenin decidió hablar y denunciar. Pero Lenin no se exoneró a sí mismo de su responsabilidad; era presa del remordimiento...

El 30 de diciembre de 1922, engañando a sus médicos y enfermeras, empezó a dictar notas sobre la política soviética hacia las pequeñas nacionalidades, notas que pretendían ser un mensaje al próximo Congreso del Partido. «Soy, al parecer, fuertemente culpable ante los trabajadores de Rusia»; tales fueron sus palabras iniciales. Unas palabras que difícilmente pronunciarían un gobernante... Lenin se sentía culpable ante la clase obrera de su país porque - decía - "no había actuado con suficiente decisión y lo bastante pronto contra Stalin",... Ahora veía en qué «pantano» de opresión había ido a parar el Partido Bolchevique. Los bolcheviques «solamente habían dado un disfraz soviético», y nuevamente las minorías nacionales quedaban expuestas...

Este mensaje tuvo que ser ocultado al pueblo soviético durante treinta y tres años. Pero en estas palabras: «Soy, al parecer, fuertemente culpable ante los trabajadores de Rusia» en su capacidad para pronunciar estas palabras reside una parte esencial de la grandeza moral de Lenin.

Ya todos conocemos la historia posterior: a su fallecimiento, Stalin ignoró al Marx antiestatista, ocultó el testamento de Lenin, desconoció sus últimos aportes sobre el cooperativismo y el control obreros, eliminó a Bujarin y a Trosky, las otras dos figuras emblemáticas del Partido y a otros líderes bolcheviques, hizo del modelo de Socialismo de Estado el "único verdaderamente revolucionario".

El ascenso de Stalin al poder fue posible a partir de la derrota de la revolución europea, sobre la cual los bolcheviques fundaban sus esperanzas. La guerra civil había liquidado la actividad política y el protagonismo de las masas, contenidos esenciales de una revolución y una democracia verdadera, el partido jamás fue el mismo después de esta contienda civil: la burocratización y militarización del partido, el aislamiento, el agotamiento de la clase obrera, las divisiones entre revolucionarios, la aparición de grupos privilegiados, fueron los elementos que dieron la base a esa posibilidad, y su consolidación tuvo lugar mediante la imposición de la coacción y hasta el terror sistemático sobre el conjunto de la sociedad, incluyendo a los mejores bolcheviques y la misma burocracia.

Todos los intentos posteriores de los revolucionarios por enrutar el camino, desde el XX Congreso hasta la Perestroika, llegaron demasiado tarde, enfrentaron una burocracia inamovible, carecieron de la profundidad, integralidad, y estrategia adecuadas, además de enormes ingenuidades respecto al enemigo externo e interno.

La complejidad fue total, pero cualesquiera que fueran las causas, insuficiencias filosóficas o materiales de origen, soledad, presión del enemigo, lentitud y errores respecto al desarrollo científico-técnico, errores en el internacionalismo, ceguera y sordera de poder, o simplemente, corrupciones y traiciones, no se supo luchar contra tendencias que condujeron la revolución a la derrota y el pueblo concluyó que el costo era demasiado.

¿Por que no triunfaron los revolucionarios?

Porque iniciaron los cambios demasiado tarde y el capitalismo se afincó en el seno social; porque no fueron suficientemente consecuentes con los principios y dudaron en romper decididamente con el predominio del trabajo asalariado; porque permitieron que la burocracia estatal devorara a la burocracia del partido; porque el pueblo fue defraudado muchas veces con promesas que jamás se cumplieron, porque se dejaron robar banderas revolucionarias -como los derechos humanos- por el enemigo; porque quedaron entrampados entre los capitalistas y los burócratas; porque el pueblo perdió el poder con la bolchevización de los soviets y porque miles de revolucionarios fueron represaliados, desde el plan piyama hasta la prisión y la muerte; resultado general: la conciencia social quebró.

No triunfaron porque confiaron en promesas del imperio, porque subestimaron su presión ideológica y cultural, porque la combinación de Socialismo de cuartel y enajenación cultural y social, despolitizó a la juventud y muy especialmente porque olvidaron el Marxismo para ?tiempos mejores?. Las elites que se formaron en el estatismo, no estaban dispuestas a entregar el poder a los trabajadores y prefirieron entregárselo al nuevo aliado de clases: su viejo enemigo, que en definitiva les permitió ser una nueva aristocracia, ya sin la careta de socialistas y "justos".

La existencia de un único empleador -el estado- que tomaba decisiones desde arriba sobre cargos y responsabilidades y hasta la supervivencia de las personas, fue más decisivo incluso que la coacción o represión abierta para enajenar a quienes tuvieron que soportar el experimento. Ese estado hipertrofiado fue tan poderoso, que su burocracia y sus sectores tecnocráticos devoraron a la dirección partidista y colaboraron en fortalecer la burocracia militar e ideológica, las que convirtieron en sus aliadas.

Cabe recordar aquí que en 1884, a solo un año de la muerte de Marx, ya Martí en La futura esclavitud reflexionaba sobre los peligros de un Socialismo burocratizado: "Mal va un pueblo de oficinista", escribió y comentó: Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, lo iría perdiendo el pueblo... Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio.

En realidad, la concentración de la propiedad en manos del Estado-Partido, procreó un enorme aparato burocrático para su control que se adueño de esos medios de producción y actuó en consecuencia. El papel de muchos de esos "funcionarios revolucionarios", fue el de impedir-incluso a su pesar- la socialización de la propiedad y los necesarios cambios de todo tipo en la sociedad, por lo que se convirtieron en mecanismos, "retrancas" de los más profundos ideales revolucionarios.

Aquel mal llamado "socialismo" puso en evidencia que el conflicto que lo desgarraba tenía su raíz en la subsistencia y acrecentamiento de muchos valores de la civilización del capital y de la jerarquizada división social del trabajo heredada de las sociedades de clase.

En el "socialismo de estado", las relaciones de poder económico existentes no están determinadas por derechos de propiedad privada, individual, o colectiva, sino que se derivan de la prerrogativa absoluta de la dirección para distribuir a su buen saber todo el producto nacional y disponer a su consideración de todos los bienes "de la nación".

El centro de gravedad de este poder distributivo lo constituye el reparto de los bienes más importantes, los cargos, dentro del mismo aparato jerarquizado y semi-militarizado de distribución.

Ese "partido" de funcionarios, encargado de hacer cumplir las orientaciones decididas centralmente, fue "sobornado" en un modelo de déficit en que el ingreso no era esencial sino los cargos que permitían prebendas extras, mejores bienes y status. Fue además, un proceso paulatino, inestable, complejo que demandó de esos funcionarios cuotas altas de sacrificio también y que no permitió a muchos honestos y verdaderos revolucionarios darse cuenta a tiempo del peligro.

El centro de la contradicción pues, está en el antagonismo entre el derecho de las personas o colectividades a disponer libremente del producto de su trabajo -con las limitaciones debidas a la solidaridad ciudadana y a la defensa común- y el no reconocimiento del mismo por la elite distribuidora. En el momento que los trabajadores hagan valer sus derechos dejaran de ser personas a cargo del estado para convertirse en productores desenajenados.

Si ello es así en el aspecto económico, en el ideológico-político el problema incluye impedir los mecanismos que permitan a toda persona o institución considerarse monopolizadora del saber, de las necesidades del pueblo y de los ideales progresistas, monopolizadora de la soberanía y legitimadora del dogmatismo y de cualquier mecanismo castrador del pensamiento crítico.

Aquel "socialismo" cuando dejó claramente establecido que no se rebasaría la lógica del capital en la economía y que en política siempre predominaría el abismo entre la palabra y los hechos, hizo que los trabajadores perdieran la fe y consecuentemente se volvieron indiferentes a su suerte.

La Habana, 6 de julio de 2008

1-Aldo A. Casa. "El socialismo que no fue".

2-F.Engels. Prólogo a la Guerra Civil de 1881.

3-Rosa Luxemburgo. "La Revolución Rusa".

Publicado en: Kaos en la red

Leer más

No olvidar las enseñanzas de la Historia

Por: Leonel González y Carlos C. Díaz

"No se puede ignorar que las experiencias revolucionarias del siglo pasado resultaron en definitiva frustradas, pues incluso cuando llegaron a expropiar a los capitalistas, resultaron incapaces de ir más allá del capital. Esto impone una tarea adicional: para pensar sin fantasmas el socialismo del Siglo XXI, hay que establecer qué ocurrió durante el siglo anterior con aquel socialismo que no fue". Aldo A. Casas. (1)

El análisis sobre las causas esenciales de la caída del campo socialista es terreno de lucha entre la burguesía y los trabajadores, entre los revolucionarios y los burócratas, entre revolucionarios de diferentes tendencias y concepciones, entre "idealistas y realistas", entre los que creen que la revolución debe ser dada en dádiva al pueblo y los que creen que son los trabajadores quienes tienen que liberarse a sí mismos.

Es claro que existe una "conspiración" a varias manos para evitar aceptar que fracasaron las tendencias "socialistas" que se desviaron del contenido socializante y democrático.

Partir de que el Socialismo es una utopía y un fracaso anunciado es como rendirse sin combatir, admitir la derrota de antemano, y aceptar que no hay alternativas al capitalismo, sistema inhumano, mercantilizado, depredador del hombre y la naturaleza, que es lo menos malo que encontraremos; tal, es coincidir con la argumentación básica del enemigo.

Apostar por administrar mejor el capitalismo en espera de tiempos mejores no parece ser fórmula adecuada para los trabajadores, que al final sólo reciben migajas constantemente en peligro de extinción, ante cualquier pequeña crisis y presión del capital internacional.

Creer que el problema fue una personalidad, un déspota no ilustrado, es desconocer no solo el marxismo sino toda la historia. El problema de las personalidades es importante pero no único, los valores y principios no hubieran podido ser violentados en la forma en que lo fueron, si el excedente y la propiedad hubieran estado más socializados, y compartidos entre las distintas formas de los colectivos de trabajadores y la comunidad y si no se hubiera endiosado a los líderes y esquematizado las ideas.

Es duro decirlo, pero si el sistema hubiera permanecido igual y no hubiera sido Stalin, si no otro, que fuera más/menos ilustrado no hubiera cambiado la ecuación final, aunque menos habrían sido los sufrimientos, tal vez.

Creer que la acción del imperialismo, sus servicios clandestinos, su propaganda de "sociedad de consumo", o los errores de Gorbachov, fueron las causantes principales que provocaron el desastre del Socialismo, es considerar como falsa las tesis esenciales marxistas sobre la sociedad y el hombre, sería como estimar a los trabajadores ignorantes y "débiles" seres, incapaces de alcanzar la madurez, la conciencia de su papel y haber admitido demasiada ingenuidad e insuficiencia en los órganos de poder revolucionario a pesar de haber demostrado su disposición al sacrifico durante más de 70 años. Sería dejarlo todo al campo de la subjetividad.

La "conspiración" para ocultar que fracasaron las tendencias que se desviaron de su contenido socializante y democrático, está muy extendida y responde a muchos factores objetivos e intereses clasistas. A ella han contribuido la incultura, el desconocimiento de textos importantes de los clásicos, intereses de la coyuntura, el oportunismo de las burocracias políticas y las tergiversaciones que el enemigo ha promovido en las teorías emancipatorias.

Desde Marx y Engels hasta recientes e importante reflexiones, se vienen abordando los antídotos democráticos para evitar la tragedia de la usurpación del poder de los trabajadores.

Sabemos que Marx y Engels, ironizaban sobre modelos imaginarios acerca lo que podrían ser socialismo y comunismo, y se preocuparon poco por "definirlos": su atención estaba enfocada en el análisis y también la negación del capitalismo, y en el proceso que transformarían radicalmente la sociedad; pero no dejaron de exponer sus rasgos distintivos esenciales como algunos han querido ocultar.

"Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal que ha de sujetarse a la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de las premisas actualmente existentes." También escribió Engels: "La llamada sociedad socialista según creo yo, no es una cosa hecha de una vez y para siempre, sino que cabe considerarla como todos los demás regimenes históricos, una sociedad en constante cambio y transformación." (2)

Marx planteó importantes consideraciones de carácter general para la sociedad socialista que pueden resumirse en: no apropiación del trabajo ajeno, utilización del plus producto en bien de la mayoría, participación de los implicados en las decisiones que le afectaban, especialmente en la redistribución de ese plus producto, desarrollo pleno de cada miembro de la sociedad (no alienación).

De acuerdo con su concepción, el paso del socialismo al comunismo - fase superior de la nueva sociedad - se daría a partir de una transformación de la forma de distribución de acuerdo al aporte, a una distribución según las necesidades de cada cual, pero abandonando la explotación asalariada. Otros dilemas y problemas teóricos están aún por resolver.

También afirmaron, "No tenemos ninguna intención de cambiar la libertad por la igualdad, estamos convencidos que ningún orden social podrá asegurar la libertad personal tanto, como una sociedad basada en la propiedad comunal."

En La Guerra Civil en Francia, Marx escribe: "... si las sociedades cooperativas unidas han de regular la producción nacional con arreglo a un plan común, tomándola bajo su control y poniendo fin a la constante anarquía y a las convulsiones periódicas, consecuencias inevitables de la producción capitalista, ¿qué será eso entonces, caballeros, más que el comunismo, comunismo "realizable"?...

En el Manifiesto inaugural de la Asociación internacional de los trabajadores, redactado por él, afirmo: "la experiencia del período comprendido entre 1848 y 1864 ha probado hasta la evidencia que, por excelente que sea en principio, por útil que se muestre en la práctica, el trabajo cooperativo, limitado estrechamente a los esfuerzos accidentales y particulares de los obreros, no podrá detener jamás el crecimiento en progresión geométrica del monopolio, ni emancipar a las masas, ni aliviar siquiera un poco la carga de sus miserias."

Para emancipar a las masas trabajadoras, la cooperación debe alcanzar un desarrollo nacional y, por consecuencia, ser fomentada por medios nacionales. "La conquista del poder político ha venido a ser, por lo tanto, el gran deber de la clase obrera."

Engels, en la Introducción de 1891 a la Guerra Civil en Francia, de C. Marx reafirma "el decreto mas importante de cuantos dictó la Comuna, dispuso una organización que no se basaba solo en la asociación de los obreros dentro dé cada fábrica, sino que debía también unificar a todas esas asociaciones en una gran unión que, como Marx dice muy bien en la guerra civil, forzosamente, habría conducido, en ultima instancia, al comunismo."

Es importante recordar las disputas de Marx con Lasalle, el ideólogo mayor del llamado socialismo de estado quien se imaginaba la llegada del socialismo desde el estado burgués apoyando el desarrollo cooperativo, a lo que Marx oponía: "pero en lo que concierne a las actuales cooperativas solo tienen valor en la medida que son creaciones de los trabajadores y no protegidas por el estado o la burguesía". También le llamó en su cara "bonapartista" y señaló: "Su actitud es la del futuro dictador de los obreros."

Marx estaba contra este tipo de dictadura estatal, no sólo porque fuera más-menos despótica, sino porque no concebía la revolución de los Mesías en nombre del pueblo, pero sin el pueblo.

No obstante, luego de Marx y Engels se difundió la denominación de "socialismo" muy ligada al estado y al período que iría desde el derrocamiento político de la burguesía y su estado hasta el comunismo. Pero la realidad crearía dilemas más peligrosos y el conflicto entre comunistas libertarios y estatistas, de diversos grados, se acrecentó hasta dividir el movimiento obrero.

El ideal de Lenin como lo fue el de Marx era una sociedad libre del dominio de clase y de la autoridad estatal, pero, de modo inmediato, trataba de fundar un nuevo Estado -la dictadura del proletariado-en condiciones diferentes a las previstas por aquel y aprovechando la coyuntura de la Guerra Mundial, insistía en que, a diferencia de los demás Estados, en la dictadura del proletariado no sería necesaria una burocracia que «se separe del pueblo, se eleve por encima de él y se oponga a él».

En su obra EL estado y la revolución, que escribió en vísperas de la toma del poder, describió la dictadura del proletariado como un Estado que se disolvería paulatinamente en la sociedad y que prepararía su propia extinción.

Durante los casi 6 años que Lenin estuvo al frente de la construcción del socialismo, la máquina administrativa que se iba formando se separaba peligrosamente del modelo ideal que había soñado. La realidad imponía su lógica: el predominio de comunistas estatistas en el control de la Revolución y de profesionales revolucionarios no provenientes de las luchas obreras junto al desconocimiento de la concepción cooperativista del socialismo de Marx, terminaron por imponer su sello al estado en ciernes: un ejército independiente poderoso, unos órganos de seguridad hipertrofiados, los fundadores del partido sacralizados, un sistema del de correas de transmisión que poco tenían que ver con la verdadera democracia revolucionaria desarrollada en los soviet que terminaron bajo el control del partido único y del pueblo y los trabajadores como habían empezado.

Desgraciadamente se confirmaron los presagios y las criticas de Rosa Luxemburgo (3):

??si se impide la vida política en todo el país, la parálisis llegara inevitablemente a los soviets. Sin elecciones generales, sin una libertad de prensa y de reunión ilimitada, sin una confrontación de opinión libre, la vida se marchita en todas las instituciones públicas y la burocracia queda?Algunas decenas de elementos del partido, aunque animados de una energía indomable y por un idealismo sin fronteras, dirigen y gobiernan, el poder real se encuentra en manos de una docena de individuos dotados de una eminente inteligencia, y la elite obrera solo es invitada de vez en cuando a asistir a reuniones para aplaudir los discursos de los dirigentes y para votar por unanimidad las resoluciones que se les proponen. Esto es, en el fondo, un gobierno de camarillas, la dictadura de un grupo de políticos, la dictadura en el sentido burgués, en el sentido del dominio jacobino, pero no la dictadura del proletariado?

Lenin no podía ser inconsciente de esto. Pero, durante algunos años, tuvo o pareció tener la conciencia tranquila, indudablemente porque se había retirado de su posición bajo la presión abrumadora de las circunstancias. Nos dice un compañero.

Con el caos de la Guerra Mundial y posteriormente la civil La Rusia revolucionaria, se creía se no podría sobrevivir sin un Estado fuerte y centralizado. No parecía posible superar la devastación, y la desintegración social resultante con los -todavía por experimentar- métodos de una democracia de los trabajadores. La clase obrera estaba agotada y desmoralizada. El pueblo revolucionario, rodeado de pequeña burguesía y campesinado atrasado no podía regenerarse por sí mismo, Parecía evidente que era necesario un poder fuerte para guiarlo desde arriba, a lo largo de lenta de transición.

De repente, Lenin pareció darse cuenta de que algo andaba mal y comprendió que la nueva maquinaria de poder se estaba convirtiendo en una burla de sus principios.... En un Congreso del Partido, en abril de 1922, el último al que asistió, expresó. «Poderosas fuerzas han alejado al Estado soviético de su «camino propio». Lenin advertía en ese último congreso del 1922, que Rusia escasamente podía ser llamada socialista: "No, aún no hemos puesto los fundamentos socialistas... La esencia del problema consiste en saber separar de manera firme, clara y serena lo que constituye el merito histórico de la revolución rusa, de lo que hacemos muy mal, de lo que aún no está creado y de lo que habrá que rehacer muchas veces todavía." comentó. Ahora en conciencia debemos decir "que denominamos nuestro a un aparato que nos es fundamentalmente extraño" Tenemos un Estado obrero con deformaciones burocrática, un aparato que adolece de muchísimos defectos, que es dos veces mas abultado de lo necesario, que muy a menudo trabaja no para nosotros, sino, contra nosotros. "el vehículo no marcha en la dirección que supone quien está sentado al volante, y muy a menudo [lo hace] en otra completamente diferente"

Confiaba en que podían mejorarlo, entonces sugirió "fortalecer un intercambio basado en la cooperación, en el cual deben participar en forma efectiva las auténticas masas de la población"

En 1923, en su trabajo Sobre el cooperativismo ya precisa con toda definición: "nos vemos obligados a reconocer que se ha producido un cambio radical en todos nuestros puntos de vista sobre el socialismo". Ahora bien, el régimen de cooperativitas cultos, cuando existe la propiedad social sobre los medios de producción, y cuando el proletariado ha triunfado como clase sobre la burguesía, es El socialismo.

En su lecho de enfermo, mientras luchaba con su parálisis, Lenin decidió hablar y denunciar. Pero Lenin no se exoneró a sí mismo de su responsabilidad; era presa del remordimiento...

El 30 de diciembre de 1922, engañando a sus médicos y enfermeras, empezó a dictar notas sobre la política soviética hacia las pequeñas nacionalidades, notas que pretendían ser un mensaje al próximo Congreso del Partido. «Soy, al parecer, fuertemente culpable ante los trabajadores de Rusia»; tales fueron sus palabras iniciales. Unas palabras que difícilmente pronunciarían un gobernante... Lenin se sentía culpable ante la clase obrera de su país porque - decía - "no había actuado con suficiente decisión y lo bastante pronto contra Stalin",... Ahora veía en qué «pantano» de opresión había ido a parar el Partido Bolchevique. Los bolcheviques «solamente habían dado un disfraz soviético», y nuevamente las minorías nacionales quedaban expuestas...

Este mensaje tuvo que ser ocultado al pueblo soviético durante treinta y tres años. Pero en estas palabras: «Soy, al parecer, fuertemente culpable ante los trabajadores de Rusia» en su capacidad para pronunciar estas palabras reside una parte esencial de la grandeza moral de Lenin.

Ya todos conocemos la historia posterior: a su fallecimiento, Stalin ignoró al Marx antiestatista, ocultó el testamento de Lenin, desconoció sus últimos aportes sobre el cooperativismo y el control obreros, eliminó a Bujarin y a Trosky, las otras dos figuras emblemáticas del Partido y a otros líderes bolcheviques, hizo del modelo de Socialismo de Estado el "único verdaderamente revolucionario".

El ascenso de Stalin al poder fue posible a partir de la derrota de la revolución europea, sobre la cual los bolcheviques fundaban sus esperanzas. La guerra civil había liquidado la actividad política y el protagonismo de las masas, contenidos esenciales de una revolución y una democracia verdadera, el partido jamás fue el mismo después de esta contienda civil: la burocratización y militarización del partido, el aislamiento, el agotamiento de la clase obrera, las divisiones entre revolucionarios, la aparición de grupos privilegiados, fueron los elementos que dieron la base a esa posibilidad, y su consolidación tuvo lugar mediante la imposición de la coacción y hasta el terror sistemático sobre el conjunto de la sociedad, incluyendo a los mejores bolcheviques y la misma burocracia.

Todos los intentos posteriores de los revolucionarios por enrutar el camino, desde el XX Congreso hasta la Perestroika, llegaron demasiado tarde, enfrentaron una burocracia inamovible, carecieron de la profundidad, integralidad, y estrategia adecuadas, además de enormes ingenuidades respecto al enemigo externo e interno.

La complejidad fue total, pero cualesquiera que fueran las causas, insuficiencias filosóficas o materiales de origen, soledad, presión del enemigo, lentitud y errores respecto al desarrollo científico-técnico, errores en el internacionalismo, ceguera y sordera de poder, o simplemente, corrupciones y traiciones, no se supo luchar contra tendencias que condujeron la revolución a la derrota y el pueblo concluyó que el costo era demasiado.

¿Por que no triunfaron los revolucionarios?

Porque iniciaron los cambios demasiado tarde y el capitalismo se afincó en el seno social; porque no fueron suficientemente consecuentes con los principios y dudaron en romper decididamente con el predominio del trabajo asalariado; porque permitieron que la burocracia estatal devorara a la burocracia del partido; porque el pueblo fue defraudado muchas veces con promesas que jamás se cumplieron, porque se dejaron robar banderas revolucionarias -como los derechos humanos- por el enemigo; porque quedaron entrampados entre los capitalistas y los burócratas; porque el pueblo perdió el poder con la bolchevización de los soviets y porque miles de revolucionarios fueron represaliados, desde el plan piyama hasta la prisión y la muerte; resultado general: la conciencia social quebró.

No triunfaron porque confiaron en promesas del imperio, porque subestimaron su presión ideológica y cultural, porque la combinación de Socialismo de cuartel y enajenación cultural y social, despolitizó a la juventud y muy especialmente porque olvidaron el Marxismo para ?tiempos mejores?. Las elites que se formaron en el estatismo, no estaban dispuestas a entregar el poder a los trabajadores y prefirieron entregárselo al nuevo aliado de clases: su viejo enemigo, que en definitiva les permitió ser una nueva aristocracia, ya sin la careta de socialistas y "justos".

La existencia de un único empleador -el estado- que tomaba decisiones desde arriba sobre cargos y responsabilidades y hasta la supervivencia de las personas, fue más decisivo incluso que la coacción o represión abierta para enajenar a quienes tuvieron que soportar el experimento. Ese estado hipertrofiado fue tan poderoso, que su burocracia y sus sectores tecnocráticos devoraron a la dirección partidista y colaboraron en fortalecer la burocracia militar e ideológica, las que convirtieron en sus aliadas.

Cabe recordar aquí que en 1884, a solo un año de la muerte de Marx, ya Martí en La futura esclavitud reflexionaba sobre los peligros de un Socialismo burocratizado: "Mal va un pueblo de oficinista", escribió y comentó: Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, lo iría perdiendo el pueblo... Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio.

En realidad, la concentración de la propiedad en manos del Estado-Partido, procreó un enorme aparato burocrático para su control que se adueño de esos medios de producción y actuó en consecuencia. El papel de muchos de esos "funcionarios revolucionarios", fue el de impedir-incluso a su pesar- la socialización de la propiedad y los necesarios cambios de todo tipo en la sociedad, por lo que se convirtieron en mecanismos, "retrancas" de los más profundos ideales revolucionarios.

Aquel mal llamado "socialismo" puso en evidencia que el conflicto que lo desgarraba tenía su raíz en la subsistencia y acrecentamiento de muchos valores de la civilización del capital y de la jerarquizada división social del trabajo heredada de las sociedades de clase.

En el "socialismo de estado", las relaciones de poder económico existentes no están determinadas por derechos de propiedad privada, individual, o colectiva, sino que se derivan de la prerrogativa absoluta de la dirección para distribuir a su buen saber todo el producto nacional y disponer a su consideración de todos los bienes "de la nación".

El centro de gravedad de este poder distributivo lo constituye el reparto de los bienes más importantes, los cargos, dentro del mismo aparato jerarquizado y semi-militarizado de distribución.

Ese "partido" de funcionarios, encargado de hacer cumplir las orientaciones decididas centralmente, fue "sobornado" en un modelo de déficit en que el ingreso no era esencial sino los cargos que permitían prebendas extras, mejores bienes y status. Fue además, un proceso paulatino, inestable, complejo que demandó de esos funcionarios cuotas altas de sacrificio también y que no permitió a muchos honestos y verdaderos revolucionarios darse cuenta a tiempo del peligro.

El centro de la contradicción pues, está en el antagonismo entre el derecho de las personas o colectividades a disponer libremente del producto de su trabajo -con las limitaciones debidas a la solidaridad ciudadana y a la defensa común- y el no reconocimiento del mismo por la elite distribuidora. En el momento que los trabajadores hagan valer sus derechos dejaran de ser personas a cargo del estado para convertirse en productores desenajenados.

Si ello es así en el aspecto económico, en el ideológico-político el problema incluye impedir los mecanismos que permitan a toda persona o institución considerarse monopolizadora del saber, de las necesidades del pueblo y de los ideales progresistas, monopolizadora de la soberanía y legitimadora del dogmatismo y de cualquier mecanismo castrador del pensamiento crítico.

Aquel "socialismo" cuando dejó claramente establecido que no se rebasaría la lógica del capital en la economía y que en política siempre predominaría el abismo entre la palabra y los hechos, hizo que los trabajadores perdieran la fe y consecuentemente se volvieron indiferentes a su suerte.

La Habana, 6 de julio de 2008

1-Aldo A. Casa. "El socialismo que no fue".

2-F.Engels. Prólogo a la Guerra Civil de 1881.

3-Rosa Luxemburgo. "La Revolución Rusa".

Publicado en: Kaos en la red

Leer más

Stalin previno la restauración capitalista

Por: Pedro Campos

"El pecado original de esta concepción estuvo en el desconocimiento u ocultamiento por el estalinismo de la concepción cooperativista integral de Carlos Marx sobre el socialismo y en la creencia de que el socialismo se cimentaba en la propiedad estatal y el trabajo asalariado"


Yeltsin toma el poder

La posibilidad de la reversión del proceso revolucionario y la restauración capitalista, siempre fue un tema que preocupó a los líderes del socialismo soviético. En el XI Congreso del Partido Comunista (bolchevique) celebrado en marzo-abril de 1922, Lenin (1) censuraba el "escolasticismo" de Preobrazhenski por insistir éste en que "el capitalismo de estado era capitalismo" al cual Lenin y otros dirigentes del Partido creían necesario consolidar con la NEP y poder controlar por la dirección que ejercía la vanguardia de la clase obrera, el Partido, sobre el estado.

E. Preobrazhenski, (2) en su trabajo "Perspectivas de la Nueva Política Económica" sentenció: "La alianza contra natura entre el estado socialista y el gran capital extranjero fracasa y es reemplazada por una alianza natural entre este último y todas las fuerzas burguesas de Rusia."

En 1928, en su discurso "Sobre el peligro de derecha en el Partido Comunista (bolchevique) de la URSS", (3) Stalin señaló:

"¿Existen en nuestro país, en el país soviético las condiciones que hagan posible la restauración del capitalismo? Sí, existen, tal vez esto parezca extraño, pero es un hecho camaradas? ¿Dónde anidan esas raíces? Anidan en la producción de mercancías, en la pequeña producción de la ciudad y sobre todo del campo. La fuerza del capitalismo reside, como dijo Lenin en la fuerza de la pequeña producción pues esta engendra al capitalismo y a la burguesía constantemente (La enfermedad infantil del izquierdismo?)"

Posteriormente, Stalin hace una argumentación más detallada sobre ese supuesto origen pequeño burgués de la amenaza restauracionista, de donde las conclusiones fundamentales derivadas fueron la necesidad de "eliminar los elementos capitalistas de la ciudad y el campo". Luego de este discurso se abandonaron los principios de la NEP, que habían permitido el desarrollo del capitalismo privado (pequeño y medio), para avanzar aceleradamente a la industrialización bajo dominio pleno del estado en la ciudad, a la promoción de la colectivización forzosa en el campo para poder aplicar la base técnica de la "gran producción moderna" capitalista; a la centralización de la planificación (empiezan los planes quinquenales) y el comercio y a la represión de las "manifestaciones mercantilistas" en la ciudad y el campo, bajo el criterio de que estatización era sinónimo de socialización. La solución fue el desarrollo máximo del capitalismo monopolista de estado.

Se inicia el período de las represiones abiertas contra las "desviaciones de izquierda y derecha, el trotskismo y el bujarinismo" y todos aquellos procesos que condujeron al asesinato de los propios líderes históricos del partido, la represión a los miembros del Buró Político y del Comité Central, la concentración del poder en el Secretario General, el culto a la personalidad y el tenebroso período del estalinismo. Buscando evitar la restauración capitalista, consiguió luego todo lo contrario.

Los historiadores soviéticos siempre consideraron que sin aquel período de desarrollo acelerado de la industria estatal y la cooperativización forzada en el campo, a costa de obreros, campesinos y pequeño burgueses, y la concentración de todo el poder político, militar y económico hubiera sido imposible el desarrollo militar que permitió el enfrentamiento y derrota del fascismo alemán en la II Guerra Mundial. Otros historiadores marxistas, no comprometidos con aquella visión, estiman que fueron precisamente el totalitarismo estalinista y sus políticas represivas durante esos años, los factores principales que aterrorizaron a la burguesía europea, incluida la pequeña y mediana y a parte del movimiento obrero, contribuyeron al aumento de la represión contra la izquierda y los comunistas en Europa y llevaron a la división del frente democrático en el viejo continente, circunstancias que posibilitaron el desarrollo del fascismo, la creación del eje Berlín-Roma-Tokyo y la II Guerra Mundial. ¿Qué engendró qué? Valore Usted.

Lo cierto es que fueron varios los errores conceptuales cometidos por el estalinismo en su análisis sobre las bases de la restauración capitalista, en la identificación de las políticas a seguir y los "blancos" definidos.

El pecado original de esta concepción estuvo en el desconocimiento u ocultamiento por el estalinismo de la concepción cooperativista integral de Carlos Marx sobre el socialismo y en la creencia de que el socialismo se cimentaba en la propiedad estatal y el trabajo asalariado. Dos aberracionesdel "socialismo de estado" que están en la génesis de su autodestrucción como ya se ha explicado ampliamente en otros trabajos de este y otros autores, donde se demuestra que, la esencia de la debacle del "socialismo de estado" o "real", estuvo en no avanzar a las relaciones de producción socialistas (cooperativistas-autogestionarias), mantener el trabajo asalariado y concentrar la propiedad en el aparato burocrático, cuyas partes más corruptas se convirtieron en una nueva burguesía que terminó pactando con el capitalismo internacional y traicionando a la clase trabajadora y al socialismo.

La práctica demostró que el verdadero peligro de restauración no provenía de la pequeña producción mercantil citadina o campesina, sino del sistema estatal asalariado y la excesiva centralización. No fue la pequeña burguesía la que restauró el capitalismo en Rusia, sino la parte aburguesada de la burocracia engendrada por el propio capitalismo de estado sostenido y "controlado" por el Partido vanguardia de la clase obrera. Al parecer, Preobrazhenski en este aspecto no estaba tan desacertado.

Lenin no se equivocaba, ni tampoco Stalin, al señalar que la pequeña burguesía engendraba capitalismo. Eso es verdad, sí, pero en el capitalismo atrasado. Y por eso precisamente en ese capitalismo de estado que ellos mantuvieron y alimentaron, la pequeña burguesía se desarrolló vertiginosamente en apenas dos años y se convirtió en un peligro para las empresas estatales menos rentables y productivas por razones obvias cuando se desarrolló el capitalismo estatal con la NEP, el cual luego Stalin hiperbolizó cuando declaró la guerra a todos los pequeños capitalistas, estatizó los chinchales de todo tipo, violentó la colectivización de los pequeños granjeros y estatizó todo el comercio. Eso no fue llamado ?totalitarismo? por gusto.

Lo que Lenin (4) sí entendió antes de morir y Stalin y sus seguidores nunca comprendieron era que el socialismo para serlo debía pasar del capitalismo de estado a la generalización del sistema cooperativo, dondeciertamente la pequeña producción mercantil simple no tiene ningún futuro, porque demostrado está que el trabajo cooperativo es más productivo, decoroso y estimulante en todos los ordenes. Si la producción mercantil simple tuvo posibilidades de salir adelante en aquel "socialismo" reconocido capitalismo de estado, fue por la incapacidad de su sistema estatal-asalariado parar superar siquiera la productividad que alcanzaban los pequeños negocios.

El error teórico principal estriba, en no entender que la producción mercantil simple, sea individual o familiar, jamás podría tener posibilidades objetivas de pasar a la reproducción ampliada en el nuevo sistema socialista autogestionario por la sencilla razón de que no podría explotar trabajo asalariado, el cual debería quedar -además- prohibido por ley por su carácter explotador. Para prohibirle el trabajo asalariado a los pequeños productores, el estado primero tiene que prohibírselo a sí mismo, lo que solo es posible con el desarrollo de la autogestión obrera socialista. Este mismo factor obligaría de forma natural a la pequeña producción a integrarse paulatinamente ?como norma- al trabajo cooperativo, tendencia que sería lógicamente reforzada por la propia naturaleza autogestionaria de la producción mercantil simple.

De todo esto, queda claro que no se trata de eliminar la pequeña producción mercantil simple para evitar la restauración capitalista, sino de sustituir el sistema estatal de trabajo asalariado por el cooperativo-autogestionario.

Por las propias características de algunas labores puntuales y el desarrollo de nuevas tecnologías que permiten la individualización de trabajos productivos, específicamente artistas, artesanos, consultantes y otros, de todas formas deberá permitir la continuidad de este tipo de organización productiva en forma indefinida.

Por último, si vamos a ser consecuentes con la alianza obrero-campesina como uno de los ejes del triunfo del socialismo; con el comportamiento práctico de la pequeña burguesía durante todos los procesos revolucionarios, donde siempre han apoyado las causas más radicales y han estado en las posiciones de vanguardia; con el análisis clasista de la de la pequeña burguesía como productora directa, que nos lleva a aceptar que ella es también trabajadora; y -por último- con el hecho de que el capitalismo tiende a su destrucción, no podemos menos que reconocer que la pequeña burguesía es naturalmente anticapitalista y tiene un papel importante que jugar en el proceso de la construcción socialista, tanto en su fase inicial revolucionaria como en el período propiamente socialista hasta su natural y no forzada extinción como clase.

N. Bujarin (5) en su escrito "Una nueva revelación sobre la economía soviética o como se puede deshacer el bloque obrero y campesino", luego de reconocer que "la teoría del bloque obrero y campesino es el rasgo original esencial del leninismo", señala: "¿Es cierto que hemos de pasar fatalmente por la destrucción de la pequeña producción agrícola? En nuestra opinión es radicalmente falso. Esta forma de plantear la cuestión no es leninista y de ninguna manera corresponde con la evolución hacia el socialismo?. La práctica parece haberle dado la razón.

En política la creación de un enemigo artificial, solo tiene por objeto evadir el enfrentamiento al real. Convertir a la pequeña burguesía en el enemigo fundamental que engendra capitalismo en el "socialismo de estado" solo sirve para desviar la atención de los trabajadores sobre el verdadero origen de la restauración capitalista: la parte corrupta del aparato burocrático que concentra la propiedad y, por medio del trabajo asalariado, sigue apropiándose y decidiendo sobre los resultados del trabajo de todos, nueva clase burguesa que en todas partes ha preferido pactar con el capital internacional antes que compartir el poder económico y político con los trabajadores.

Según datos recientes de investigadores rusos el 61 % de la clase política actual y el 71 % de los directivos empresariales en la Rusia de hoy provienen de la vieja nomenclatura soviética.

Socialismo por la vida.

La Habana 5 de julio de 2008.
Contacto: perucho1949@yahoo.es

Notas:

1-V.I. Lenin. Discurso de resumen de la discusión sobre el informe político del CC del PC (b) de Rusia. 28 de marzo de 1922 en el XI Congreso. V.I. Lenin. Discursos pronunciados en los Congresos del Partido (1918-1922). Editorial Progreso. Moscú.

2-E. PreobrazhenskiPerspectivas de la Nueva Política Económica. Teoría económica y economía política en la construcción del Socialismo. Ediciones Roca. S.A. México 1974.

3-J. Stalin. Sobre el peligro de derecha en el partido comunista (bolchevique) de la URSS. 19 de octubre de 1928. Cuestiones del Leninismo. Ediciones en lenguas extranjeras. Moscú 1946.

3-V.I. Lenin. Sobre la cooperativización. T- XXXIII. O.C. Editora Política. La Habana.1964

4-N. Bujarin. Una nueva revelación sobre la economía soviética o como se puede deshacer el bloque obrero y campesino. Teoría económica y economía política en la construcción del Socialismo. Ediciones Roca. S.A. México 1974.

Artículos y ensayos relacionados en:

http:/www.kaosenlared.net/rss/kaos_colaboradores_195.xml http://analitica.com/va/internacionales/opinion/8777149.asp.
http://es.geocities.com/amigos_pedroc/index.html

Leer más

El trabajo asalariado: incompatile con el sentido de dignidad del cubano.

Por: Roberto Cobas Avivar

"Los que piensan en un cambio de 180 grados en el modelo de sociedad y estado cubanos, deberían respondernos si dicho cambio asume la transformación del trabajo asalariado estatal en trabajo asalariado privado. Es decir, si lo que nos proponen es que no sea el Estado - que estamos de acuerdo no es el más eficiente administrador, por lo menos no en todo lo que administra -el que capitalice el valor del plustrabajo, sino que sea el propietario privado el que lo haga."


El mito de la libertad del ciudadano asalariado es, por supuesto, el opio con que se drogan las multitudes asalariadas en las sociedades capitalistas. La dicotomía entre el sentido de emancipación que implica la ciudadanía y la naturaleza esclava de la condición de asalariado, para ser digerida, se intenta disfrazar minuto a minuto con la mediocridad existencial que significa elevar la autoestima entrando a un establecimiento comercial para consumir o contemplar.

La vulgaridad del pensamiento de las supuestas elites de los establecimientos políticos en los estados burgueses- ponga Ud. cualquiera de ellos, más visible si se trata de los europeos y más elocuente de España en particular - se acopla a la mediocridad intelectual de sus inteligentzias. El proyecto de idiotizar a las multitudes asalariadas ha cobrado vida propia y acaba cobrándose a las propias elites del establecimiento cultural capitalista.

Si como ilustración de la constatación anterior se toma la idea con la que el Presidente del Gobierno español, J.L.Zapatero, clausura el Congreso del PSOE (véase el significado de las siglas: Partido Socialista Obrero Español), no se piense con igual complicidad mediocre que se trata de simples y habituales eslóganes políticos. "Gracias, todas las gracias, a trabajar y también conviene que consumáis", (subrayado mío, 05.07.2008). Ha sido la despedida en un supuesto congreso de ideas políticas.

¿Qué relación guardan los valores económicos con otra clase de valores? Se pregunta G.Soros. "No es una pregunta que se pueda contestar de manera eterna y universalmente válida, salvo decir, que los valores económicos por sí mismos, no pueden ser suficientes para sostener a la sociedad"[1] (subrayados míos). El financista especulador razona espantado por lo que percibe a medida que la mente se le hunde en el agujero negro de los mercados capitalistas. En cambio, el Líder del llamado partido obrero, consciente del 20% de la población del país que subsiste en los umbrales de la pobreza, del endeudamiento al 110% de las familias, del encarecimiento del crédito para beneficio de los dueños del capital financiero con otro boom, el hipotecario, de la precariedad del trabajo que aqueja a la juventud, de los inalterables beneficios de las grandes compañías que tonifican la economía? llama a sus conciudadanos socialistas a consumir. Toda la retórica seudo socialista (léase: socialdemócrata) viene a aceptar que en última instancia la cohesión social de la sociedad capitalista, como he explicado, la definen los mercados.

El establecimiento político capitalista ya no escapa - si acaso alguna vez escapó - al prosaísmo del establecimiento comercial. "La libertad sólo está garantizada cuando los recursos más elementales pueden ser exigidos ante un juez y no suplicados de la buena voluntad de nadie". Así nos explica la condición de libertad en el Estado de Derecho Burgués la Ponencia Marco del Congreso del PSOE. De la misma manera que el consumidor aborregado busca justicia en la oficina de Derechos del Consumidor. Tanto el consumidor prosaico, impotente ante su propia condición de pertenecer al bajo clero de los mortales asalariados, como el político vulgar en plena conciencia del cinismo de sus definiciones, saben que unos tienen acceso a agencias de abogados ilustrados y bien conectados y otros a abogados de oficio. La diferencia puede llevarte a una cárcel injustamente o escapar de ella impunemente. No nos asustemos, es sólo una verdad objetiva.

"La lucha por la igualdad, entendida no como uniformidad, sino como diversidad no dominada, es un rasgo esencial del proyecto político socialista". El rasgo, obviamente, es lo aparente que desplaza lo esencial: el principio. La ilusión de diversidad la propicia la libertad de comportamiento individual[2]. El comportamiento individual se eleva como una categoría metafísica de la libertad. El oportunismo político de la subjetividad subordina la no dominación al hecho del comportamiento individual con que se nos define la diversidad. El guisado del discurso político cursiestá adecuadamente condimentado. Justo para el consumo de un público que previamente hemos convertido en galeras. Cualquier simple ejercicio positivista podría desdoblar la falacia del discurso socialista de la socialdemocracia.

Pero hagámoslo del siguiente modo:

Si el principio que rige el trabajo asalariado no se toca, la lucha por la igualdad se convierte en un rasgo morfológico. Ello permitiría ignorar que el trabajo asalariado es por antonomasia una condición de dominio de los poseedores del capital sobre el trabajador-proletario. Es decir, sobre el individuo que para subsistir vende su fuerza de trabajo.

La condición de dominación sobre el trabajador se da por igual en la maquiladora que esquilma a las mujeres mejicanas en Tijuana que con los teleoperadores de cualquier plataforma de las comunicaciones sea en Madrid o Barcelona. Levantar la voz de protesta contra el patrón por mejoras salariales o condiciones de trabajo (no ya por la condición de asalariado) implica allá o acá la represión que va desde el mobbing hasta la expulsión individual, o en masa si el mercado lo necesitara. Buscar la prebenda a través de las complicidades de favores se legitima, puestas las cosas ante la fuerza de las patronales que defienden y son defendidas por el estatus burgués del estado capitalista. El sindicalismo ha decido claudicar y ya no es más, porque serlo no puede, la organización que defiende los intereses económicos de los trabajadores, afiliados o no. Los convenios colectivos de trabajo constituyen el pacto social que el capital le impone al trabajo, la flexibilidad laboral y salarial los principios para contrarrestar la tendencia decreciente de las tasas de ganancia. La recurrencia de las huelgas de trabajadores continúa siendo la expresión de las desesperaciones ante el eufemismo político de la diversidad no-dominada del trabajo asalariado.

Es obvio que cuando hablamos del proyecto socialista cubano estamos planteando una alternativa antagónica al proyecto socialista de las socialdemocracias capitalistas.

Entender o no dicha diferencia conceptual establece las definiciones ideológicas entre enemigos del proyecto socialista cubano y amigos del proyecto socialista de las socialdemocracias, sean éstas la española, la alemana o cualquier otra. En calidad de proyectos, ambos son procesos perfectibles, pero siempre antagónicos. En el segundo caso se tenderá al perfeccionamiento de la obtención de plusvalía por los capitalistas; en el primero, al perfeccionamientode los equilibrios del beneficio entre trabajadores. En ambos casos se tratará de la legitimación de las relaciones socioeconómicas que a unos aseguran el dominio sobre otros y a aquellos la igualdad entre productores. Que no es uniformidad, en eso coinciden los proyectos, sino la ausencia de la explotación del prójimo que implica el trabajo asalariado en condiciones de propiedad privada sobre el capital, cuestión en la que naturalmente difieren los proyectos.

He hablado del trabajo asalariado, es decir, del mismo carácter del trabajo en las condiciones del proyecto socialista cubano. Y no hay contradicción conceptual económica en el principio socialista, sino en el contenido político.

Contrariamente a cómo asumen algunos pensadores marxistas cubanos, y a cómo pudiera inferirse de determinadas ideas de los trabajos de C.Marx y V.I.Lenin, este autor entiende necesario discernir entre lo que se ha dado en llamar capitalismo y socialismo de estado. Como no es éste un ensayo que lleva el objetivo de establecer una discusión anodina sobre este particular, el lector tiene la oportunidad del discernimiento a partir de la deducción lógica.

La esencia del sistema capitalista, lo que lo define como formación socioeconómica, es la propiedad privada sobre los factores de producción, materiales e inmateriales. Sin el predominio de la propiedad privada no existiría el modo de producción capitalista. Fuera cualquier otra cosa. La propiedad privada sobre la fuerza de trabajo, indirectamente sobre Ud. y sobre mí, en tanto trabajadores asalariados, es lo único que permite la apropiación de todo el plustrabajo que nuestro trabajo genere. Es plustrabajo por definición política. Producimos lo que necesitamos para reproducirnos de manera ampliada, pero producimos siempre algo más. Ese algo más no es objeto de nuestra apropiación. Ese algo más pertenece al dueño que nos ha empleado por esa misma razón de ser el dueño de los factores de producción, de nuestra fuerza de trabajo (por la que nos paga un salario) y de los materiales, instrumentos y recursos financieros. La condición de propietario le es reconocida por el Estado de Derecho burgués como el derecho exclusivo de disponer unilateralmente del producto de nuestro trabajo (de ese tornillo, el coche, la patineta, el pan, etc). Los propietarios no nos preguntan cómo quisiéramos que fueran enajenados (vendidos) los productos y cómo repartidos los beneficios. Ese es un derecho exclusivo de los propietarios. Nuestro deber, a la luz del derecho burgués, es trabajar, recibir el salario, callar y consumir para que no se detenga, por falta de consumo, la espiral reproductiva del capital, que ya sabemos tampoco es nuestro. En los estados burgueses donde la lucha obrera ha obligado a moderar la depredación de los propietarios, se establece un salario mínimo. Nosotros podemos o no ahorrar algo de nuestros salarios para consumir. Ese ahorro no es capital, no es dinero en el sentido de la formación y reproducción de capital. Nosotros somos simplemente trabajadores-consumidores. Ese es nuestro papel dentro del modo de producción capitalista. Somos el 99% de la PEA.

Toda la reproducción de capital es gestionada por los dueños (a través de las gerencias asalariadas, mejor o peor pagadas) y toda la acumulación es patrimonio de los propietarios privados, no del Estado. El estado capitalista en última instancia se subordina a los intereses del propietario privado. El clientelismo del Estado capitalista es la expresión de esa subordinación. Fenómeno que se da descarnadamente en países capitalistas menos ?civilizados? y más subrepticiamente en los llamados desarrollados. El capitalismo de Estado es la conjugación de los intereses del capital privado con el poder político de un estado en esencia corporativo.

En consecuencia, no es posible definir la condición del proyecto socialista cubano actual como un capitalismo de estado. La endebles de tal idea parte, primero, del hecho de no ser la propiedad privada el eje del modo de producción ni, por lo tanto, de las relaciones socioeconómicas en Cuba. En consecuencia, no es el trabajo asalariado una condición de enriquecimiento privado de grupo social alguno. El trabajo asalariado bajo condiciones de propiedad estatal sobre los factores de producciónpermite la reproducción social del capital y su acumulación estatal centralizada, pero no privada, no es excluyente por definición y práctica social. La diferencia cualitativa esencial con el capitalismo de estado, estriba en que la concentración de capital en Cuba está sujeta a una distribución eminentemente social de la renta nacional.

No he querido decir ni dicho que el trabajo asalariado bajo la propiedad estatal, tal como se da en Cuba, no constituya un factor de alienación de la libertad del individuo. Eso es precisamente lo que he venido a demostrar. Que al no poder decidir el ciudadano sobre la remuneración autónoma de su trabajo, su libertad queda condicionada por el poder económico del Estado, propietario monopólico. En la sociedad capitalista ese condicionamiento de la libertad nos lo define el propietario privado de los medios de producción, que es quien nos paga por nuestra fuerza de trabajo. En Cuba lo hace el arbitrio del Estado.

Existe la idea entre los detractores incultos del proyecto socialista cubano, de que no vale el argumento sobre la inexistencia de la explotación del trabajo asalariado en Cuba, por el hecho de ser estatal la propiedad. Los que así piensan claramente se equivocan, exprofeso o por ignorancia. La explotación del trabajo es un concepto político aunque su mecanismo sea económico. El plustrabajo que no se le retribuye al trabajador en Cuba es la fuente de la acumulación de capital para el Estado y objeto de redistribución social centralizada (el subrayado es de importancia conceptual). Esa es precisamente la esencia del socialismo de estado cubano. Y ése es justamente - tal como vengo llamando la atención - el objeto primero del cambio conceptual que necesita introducirse en el proyecto socialista cubano.

El problema no es que sea inapropiado el acaparamiento por el Estado de toda la plusvalía que genera el trabajo, sino que no sea el trabajador el que defina los términos de su gestión. Esa gestión no se da sólo a nivel de la empresa sino, además, en la participación social que define los principios generales de la distribución del producto nacional. Puesto que el centralismo estadual ha demostrado su incapacidad para devolverle al trabajador de manera eficiente todo ese plusvalor. No es una incapacidad funcional sino estructural del Estado. Los salarios centralmente establecidos no poseen poder adquisitivo suficiente, la producción estatal de bienes y servicios es tan deficitaria como de baja calidad, mientras que la libertad individual es inversamente proporcional al grado de hegemonía económica del estado.

En efecto, el que el trabajo asalariado en el modelo de socialismo de estado cubano no sea fuente de explotación del trabajador, no significa que no sea causa de la mediatización (restricción) de su soberanía ciudadana.A eso he apuntado cuando expreso que el trabajo asalariado es una condición incompatible con el sentido de dignidad propia del cubano. No es el cubano por idiosincrasia un ser social sumiso y no es natural su aceptación de la condición de asalariado. Es esa característica de su naturaleza inconforme y contestataria lo que ha creado la compleja economía sumergida en Cuba.Y es esa característica la que impide su subordinación a un sistema económico que sabe ineficiente y coercitivo.

El ciudadano que nace y hecha sus restos en la sociedad capitalista está amaestrado culturalmente para que la condición de trabajador asalariado no le entre en conflicto antagónico con su sentido de dignidad propia. La posibilidad de consumo constituye su mecanismo de reafirmación. Hacia la exacerbación del instinto animal de consumo va dirigida todo el adoctrinamiento cultural del sistema. Subrayo antagónico y establezco que hablamos del ciudadano que define la multitud y no el que la contradice por la intelección de su condición de ser social inferior. Asumir la condición de ser social inferior en tanto trabajador asalariado es reconocer las causas en que se da la explotación en la sociedad capitalista. Si se es asalariado se es un ser social inferior aunque el nivel de consumo pueda contradecirlo en la percepción particular. El estatus de ser social superior lo da el pertenecer no a una clase media o alta que consume y presume, sino a la poseedora que jerarquiza las percepciones. Toda amenaza de derrumbe del sistema de valores en que se ha soportado la ?edificación? de la existencia propia en dicha sociedad se hace intolerable. Es el síndrome del Padre de Blancanieves en la novela de Belén Gopegui.

Los que piensan en un cambio de 180 grados en el modelo de sociedad y estado cubanos, deberían respondernos si dicho cambio asume la transformación del trabajo asalariado estatal en trabajo asalariado privado. Es decir, si lo que nos proponen es que no sea el Estado - que estamos de acuerdo no es el más eficiente administrador, por lo menos no en todo lo que administra -el que capitalice el valor del plustrabajo, sino que sea el propietario privado el que lo haga. Adviertan que (aún) no he hecho la pregunta subyacente sobre quiénes serían, entonces, esos propietarios privados con derecho exclusivo sobre el producto del trabajo que produciríamos los que no lo fuésemos. Si lo que nos proponen es eso, pues claro, tendrían que proponernos esto otro.

Si de lo que se trata es de la transformación de la fuerza de trabajado asalariado estatal en fuerza de trabajo privada sería incuestionable la estafa política. Sobre esta clave ideológica hay que debatir abiertamente en Cuba. Esa estafa política podría pasar envuelta en celofán, porque a pesar del nivel de educación general de la población, no existe un nivel de debate cultural público, generalizado y profundo sobre estas esencias. No existe real conciencia en la población sobre las implicaciones estructurales, sistémicas, para sus vidas que tal estafa política tendría. La posibilidad de montar el timbiriche propio ocupa las elucubraciones del imaginario popular. No sólo del cubano residente, sino, talvez en mayor intensidad, del cubano emigrado que ha montado y desmontado mil veces en su mente el timbiriche que no puede llegar a montar en el país donde se encuentra o que montado, otras tantas se le hayan desmoronado.

En la dinámica de una economía capitalista sujeta a los mercados imperfectos (es decir, a los únicos que existen) las micro, pequeñas y medianas empresas- como los organismos vivos - nacen, crecen o no, se desarrollan y mueren. Las grandes se fusionan. El estado capitalista capitaliza los beneficios y socializa los costos. Los privilegiados son los fuertes grupos de poder económico y financiero. El asalariado carga con su precario seguro de desempleo o con el desempleo seguro. Las discusiones sobre la renta básica ciudadana que promueven grupos de activistas sociales y que toman cada vez más fuerza, vienen a decirnos que la seguridad del ser social ha estado pendiente siempre de finos hilos dentro de las relaciones de producción e intercambio capitalistas. El subconsciente colectivo lo comprende. Transformar el sistema de propiedad estatal en un sistema mixto de propiedad socializada exige condicionamientos políticos y relaciones socioeconómicas que van más allá de la visión del aldeano vanidoso.

A nivel sociológico, el cubano común y corriente piensa en los términos de sus posibilidades individuales actuales, de ahí que sea el timbiriche el objeto simbólico de su idea emancipadora. El cubano menos común, ése otro que, igualmente instruido, conoce las posibilidades de los negocios a mayor escala, pensará en la factibilidad de montar la empresa propia, con capital privado externo o con capital estatal. El timbiriche del cubano de a pie puede enmarcarse en la categoría de producción mercantil simple, esa que no genera capacidad de acumulación y concentración exponente y excluyente de capital. Es el estereotipo, pongamos, de ese dueño de un simpático y bien gestionado bar o restaurante familiar en cualquier esquina de cualquier ciudad española. Proliferan para sosiego de la vida social a pie de calle y, aún cuando le falten médicos, España es el país de mayor índice de bares por habitantes en toda Europa. Enhorabuena. El otro, sabe que su empresa sólo tendría sentido si empleara mano de obra asalariada, a la cual pudiera discreta o abiertamente esquilmarle el plustrabajo. No hay otra forma de reproducir el capital que no sea mediante el empleo asalariado de fuerza de trabajo, así sea capital privado, estatal o cooperativo. La diferencia la hace, hemos dicho, la cualidad política de las relaciones socioeconómicas que se desprenden de la naturaleza de la propiedad.

A todos C.Marx y F.Engels les han dicho algo sorprendentemente ingenioso y definitivamente incuestionable.

Así, por ejemplo, la Revolución francesa abolió la propiedad feudal para instaurar sobre sus ruinas la propiedad burguesa.

Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del régimen de propiedad de la burguesía, de esta moderna institución de la propiedad privada burguesa, expresión última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hombres por otros.

Así entendida, sí pueden los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la propiedad privada.

Se nos reprocha que queremos destruir la propiedad personal bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano, esa propiedad que es para el hombre la base de toda libertad, el acicate de todas las actividades y la garantía de toda independencia.

¡La propiedad bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano!

¿Os referís acaso a la propiedad del humilde artesano, del pequeño labriego, precedente histórico de la propiedad burguesa? No, ésa no necesitamos destruirla; el desarrollo de la industria (capitalista) lo ha hecho ya y lo está haciendo a todas horas.

¿O queréis referimos a la moderna propiedad privada de la burguesía??

Decidnos: ¿es que el trabajo asalariado, el trabajo de proletario, le rinde propiedad? No, ni mucho menos. Lo que rinde es capital, esa forma de propiedad que se nutre de la explotación del trabajo asalariado, que sólo puede crecer y multiplicarse a condición de engendrar nuevo trabajo asalariado para hacerlo también objeto de su explotación.

Os aterráis que queramos abolir la propiedad privada, ¡cómo si ya en el seno de vuestra sociedad actual, la propiedad privada no estuviese abolida para nueve décimas partes de la población, como si no existiese precisamente a costa de no existir para esas nueve décimas partes! ¿Qué es, pues, lo que en rigor nos reprocháis? Querer destruir un régimen de propiedad que tiene por necesaria condición el despojo de la inmensa mayoría de la sociedad?[3]. (Los subrayados y paréntesis son míos)

Observemos que en Cuba ya no hay lugar para que se aterre propietario privado alguno, porque la Revolución de 1959 avanzó por los senderos de la nacionalización del capital común de todos los cubanos. Esa realidad socioeconómica es la que sigue haciendo de Cuba el escenario sui géneris para un proyecto sociopolítico realmente eficiente y realmente alternativo al capitalismo.

Entonces lo que está planteado en Cuba hoy, en el perfeccionamiento del proyecto socialista, es la definitiva socialización de la propiedad. Puede entenderse un temor del Estado en la medida que, cual propietario hegemónico, los representantes del mismo y en especial los representantes del Partido de la propia Revolución no entendieren que la socialización del poder económico es la condición sin la cual no se garantiza ni la cohesión social ni la consolidación del poder político del pueblo, de la sociedad toda. Que ello es una premisa clave de la eficiencia económica sistémica. El debate sigue estando pendiente y el anunciado congreso del Partido estará emplazado a definiciones de fondo. Hablo de la auto-sustentabilidad reproductiva de un modo de producción que no conciba la propiedad privada como el fundamento de su estructuración. Que al cuestionar el fetiche histórico de la propiedad el Estado cuestione su propia hegemonía económica como principio del proyecto socialista cubano. Que, a partir de ahí y sólo de ahí, se debata sobre la construcción de formas superiores de organización del trabajo. Que esa nueva cultura del trabajo no-asalariado permita al ciudadano cubano liberarse de los corsés que maniatan su individualidad. Que se comprenda que la individualidad del ser social le exige plena responsabilidad por la comunidad. Que el Estado de Derecho Socialista puede llegar a ser una realidad política sólo si incorpora a la filosofía de su transitoria existencia el culto primero a la dignidad del individuo. Esa cualidad de la institucionalidad sociopolítica es alcanzable sólo bajo principios socialistas ráigales.

NOTAS:

[1] George Soros, "La crisis del capitalismo global", Plaza Janés, 1999, Barcelona , España.

[2] Roberto Cobas Avivar, "Cuba y el compromiso con su proyecto socialista más allá del anarquismo de la polémica", en: http://www.kaosenlared.net/noticia/cuba-compromiso-proyecto-socialista -mas-alla-anarquismo-polemica

[3] Karl Marx, Friedrich Engels, "El Manifiesto Comunista", (publicado por primera vez en 1848)

Publicado en: Kaos en la red

Leer más