jueves, 10 de julio de 2008

El trabajo asalariado: incompatile con el sentido de dignidad del cubano.

Por: Roberto Cobas Avivar

"Los que piensan en un cambio de 180 grados en el modelo de sociedad y estado cubanos, deberían respondernos si dicho cambio asume la transformación del trabajo asalariado estatal en trabajo asalariado privado. Es decir, si lo que nos proponen es que no sea el Estado - que estamos de acuerdo no es el más eficiente administrador, por lo menos no en todo lo que administra -el que capitalice el valor del plustrabajo, sino que sea el propietario privado el que lo haga."


El mito de la libertad del ciudadano asalariado es, por supuesto, el opio con que se drogan las multitudes asalariadas en las sociedades capitalistas. La dicotomía entre el sentido de emancipación que implica la ciudadanía y la naturaleza esclava de la condición de asalariado, para ser digerida, se intenta disfrazar minuto a minuto con la mediocridad existencial que significa elevar la autoestima entrando a un establecimiento comercial para consumir o contemplar.

La vulgaridad del pensamiento de las supuestas elites de los establecimientos políticos en los estados burgueses- ponga Ud. cualquiera de ellos, más visible si se trata de los europeos y más elocuente de España en particular - se acopla a la mediocridad intelectual de sus inteligentzias. El proyecto de idiotizar a las multitudes asalariadas ha cobrado vida propia y acaba cobrándose a las propias elites del establecimiento cultural capitalista.

Si como ilustración de la constatación anterior se toma la idea con la que el Presidente del Gobierno español, J.L.Zapatero, clausura el Congreso del PSOE (véase el significado de las siglas: Partido Socialista Obrero Español), no se piense con igual complicidad mediocre que se trata de simples y habituales eslóganes políticos. "Gracias, todas las gracias, a trabajar y también conviene que consumáis", (subrayado mío, 05.07.2008). Ha sido la despedida en un supuesto congreso de ideas políticas.

¿Qué relación guardan los valores económicos con otra clase de valores? Se pregunta G.Soros. "No es una pregunta que se pueda contestar de manera eterna y universalmente válida, salvo decir, que los valores económicos por sí mismos, no pueden ser suficientes para sostener a la sociedad"[1] (subrayados míos). El financista especulador razona espantado por lo que percibe a medida que la mente se le hunde en el agujero negro de los mercados capitalistas. En cambio, el Líder del llamado partido obrero, consciente del 20% de la población del país que subsiste en los umbrales de la pobreza, del endeudamiento al 110% de las familias, del encarecimiento del crédito para beneficio de los dueños del capital financiero con otro boom, el hipotecario, de la precariedad del trabajo que aqueja a la juventud, de los inalterables beneficios de las grandes compañías que tonifican la economía? llama a sus conciudadanos socialistas a consumir. Toda la retórica seudo socialista (léase: socialdemócrata) viene a aceptar que en última instancia la cohesión social de la sociedad capitalista, como he explicado, la definen los mercados.

El establecimiento político capitalista ya no escapa - si acaso alguna vez escapó - al prosaísmo del establecimiento comercial. "La libertad sólo está garantizada cuando los recursos más elementales pueden ser exigidos ante un juez y no suplicados de la buena voluntad de nadie". Así nos explica la condición de libertad en el Estado de Derecho Burgués la Ponencia Marco del Congreso del PSOE. De la misma manera que el consumidor aborregado busca justicia en la oficina de Derechos del Consumidor. Tanto el consumidor prosaico, impotente ante su propia condición de pertenecer al bajo clero de los mortales asalariados, como el político vulgar en plena conciencia del cinismo de sus definiciones, saben que unos tienen acceso a agencias de abogados ilustrados y bien conectados y otros a abogados de oficio. La diferencia puede llevarte a una cárcel injustamente o escapar de ella impunemente. No nos asustemos, es sólo una verdad objetiva.

"La lucha por la igualdad, entendida no como uniformidad, sino como diversidad no dominada, es un rasgo esencial del proyecto político socialista". El rasgo, obviamente, es lo aparente que desplaza lo esencial: el principio. La ilusión de diversidad la propicia la libertad de comportamiento individual[2]. El comportamiento individual se eleva como una categoría metafísica de la libertad. El oportunismo político de la subjetividad subordina la no dominación al hecho del comportamiento individual con que se nos define la diversidad. El guisado del discurso político cursiestá adecuadamente condimentado. Justo para el consumo de un público que previamente hemos convertido en galeras. Cualquier simple ejercicio positivista podría desdoblar la falacia del discurso socialista de la socialdemocracia.

Pero hagámoslo del siguiente modo:

Si el principio que rige el trabajo asalariado no se toca, la lucha por la igualdad se convierte en un rasgo morfológico. Ello permitiría ignorar que el trabajo asalariado es por antonomasia una condición de dominio de los poseedores del capital sobre el trabajador-proletario. Es decir, sobre el individuo que para subsistir vende su fuerza de trabajo.

La condición de dominación sobre el trabajador se da por igual en la maquiladora que esquilma a las mujeres mejicanas en Tijuana que con los teleoperadores de cualquier plataforma de las comunicaciones sea en Madrid o Barcelona. Levantar la voz de protesta contra el patrón por mejoras salariales o condiciones de trabajo (no ya por la condición de asalariado) implica allá o acá la represión que va desde el mobbing hasta la expulsión individual, o en masa si el mercado lo necesitara. Buscar la prebenda a través de las complicidades de favores se legitima, puestas las cosas ante la fuerza de las patronales que defienden y son defendidas por el estatus burgués del estado capitalista. El sindicalismo ha decido claudicar y ya no es más, porque serlo no puede, la organización que defiende los intereses económicos de los trabajadores, afiliados o no. Los convenios colectivos de trabajo constituyen el pacto social que el capital le impone al trabajo, la flexibilidad laboral y salarial los principios para contrarrestar la tendencia decreciente de las tasas de ganancia. La recurrencia de las huelgas de trabajadores continúa siendo la expresión de las desesperaciones ante el eufemismo político de la diversidad no-dominada del trabajo asalariado.

Es obvio que cuando hablamos del proyecto socialista cubano estamos planteando una alternativa antagónica al proyecto socialista de las socialdemocracias capitalistas.

Entender o no dicha diferencia conceptual establece las definiciones ideológicas entre enemigos del proyecto socialista cubano y amigos del proyecto socialista de las socialdemocracias, sean éstas la española, la alemana o cualquier otra. En calidad de proyectos, ambos son procesos perfectibles, pero siempre antagónicos. En el segundo caso se tenderá al perfeccionamiento de la obtención de plusvalía por los capitalistas; en el primero, al perfeccionamientode los equilibrios del beneficio entre trabajadores. En ambos casos se tratará de la legitimación de las relaciones socioeconómicas que a unos aseguran el dominio sobre otros y a aquellos la igualdad entre productores. Que no es uniformidad, en eso coinciden los proyectos, sino la ausencia de la explotación del prójimo que implica el trabajo asalariado en condiciones de propiedad privada sobre el capital, cuestión en la que naturalmente difieren los proyectos.

He hablado del trabajo asalariado, es decir, del mismo carácter del trabajo en las condiciones del proyecto socialista cubano. Y no hay contradicción conceptual económica en el principio socialista, sino en el contenido político.

Contrariamente a cómo asumen algunos pensadores marxistas cubanos, y a cómo pudiera inferirse de determinadas ideas de los trabajos de C.Marx y V.I.Lenin, este autor entiende necesario discernir entre lo que se ha dado en llamar capitalismo y socialismo de estado. Como no es éste un ensayo que lleva el objetivo de establecer una discusión anodina sobre este particular, el lector tiene la oportunidad del discernimiento a partir de la deducción lógica.

La esencia del sistema capitalista, lo que lo define como formación socioeconómica, es la propiedad privada sobre los factores de producción, materiales e inmateriales. Sin el predominio de la propiedad privada no existiría el modo de producción capitalista. Fuera cualquier otra cosa. La propiedad privada sobre la fuerza de trabajo, indirectamente sobre Ud. y sobre mí, en tanto trabajadores asalariados, es lo único que permite la apropiación de todo el plustrabajo que nuestro trabajo genere. Es plustrabajo por definición política. Producimos lo que necesitamos para reproducirnos de manera ampliada, pero producimos siempre algo más. Ese algo más no es objeto de nuestra apropiación. Ese algo más pertenece al dueño que nos ha empleado por esa misma razón de ser el dueño de los factores de producción, de nuestra fuerza de trabajo (por la que nos paga un salario) y de los materiales, instrumentos y recursos financieros. La condición de propietario le es reconocida por el Estado de Derecho burgués como el derecho exclusivo de disponer unilateralmente del producto de nuestro trabajo (de ese tornillo, el coche, la patineta, el pan, etc). Los propietarios no nos preguntan cómo quisiéramos que fueran enajenados (vendidos) los productos y cómo repartidos los beneficios. Ese es un derecho exclusivo de los propietarios. Nuestro deber, a la luz del derecho burgués, es trabajar, recibir el salario, callar y consumir para que no se detenga, por falta de consumo, la espiral reproductiva del capital, que ya sabemos tampoco es nuestro. En los estados burgueses donde la lucha obrera ha obligado a moderar la depredación de los propietarios, se establece un salario mínimo. Nosotros podemos o no ahorrar algo de nuestros salarios para consumir. Ese ahorro no es capital, no es dinero en el sentido de la formación y reproducción de capital. Nosotros somos simplemente trabajadores-consumidores. Ese es nuestro papel dentro del modo de producción capitalista. Somos el 99% de la PEA.

Toda la reproducción de capital es gestionada por los dueños (a través de las gerencias asalariadas, mejor o peor pagadas) y toda la acumulación es patrimonio de los propietarios privados, no del Estado. El estado capitalista en última instancia se subordina a los intereses del propietario privado. El clientelismo del Estado capitalista es la expresión de esa subordinación. Fenómeno que se da descarnadamente en países capitalistas menos ?civilizados? y más subrepticiamente en los llamados desarrollados. El capitalismo de Estado es la conjugación de los intereses del capital privado con el poder político de un estado en esencia corporativo.

En consecuencia, no es posible definir la condición del proyecto socialista cubano actual como un capitalismo de estado. La endebles de tal idea parte, primero, del hecho de no ser la propiedad privada el eje del modo de producción ni, por lo tanto, de las relaciones socioeconómicas en Cuba. En consecuencia, no es el trabajo asalariado una condición de enriquecimiento privado de grupo social alguno. El trabajo asalariado bajo condiciones de propiedad estatal sobre los factores de producciónpermite la reproducción social del capital y su acumulación estatal centralizada, pero no privada, no es excluyente por definición y práctica social. La diferencia cualitativa esencial con el capitalismo de estado, estriba en que la concentración de capital en Cuba está sujeta a una distribución eminentemente social de la renta nacional.

No he querido decir ni dicho que el trabajo asalariado bajo la propiedad estatal, tal como se da en Cuba, no constituya un factor de alienación de la libertad del individuo. Eso es precisamente lo que he venido a demostrar. Que al no poder decidir el ciudadano sobre la remuneración autónoma de su trabajo, su libertad queda condicionada por el poder económico del Estado, propietario monopólico. En la sociedad capitalista ese condicionamiento de la libertad nos lo define el propietario privado de los medios de producción, que es quien nos paga por nuestra fuerza de trabajo. En Cuba lo hace el arbitrio del Estado.

Existe la idea entre los detractores incultos del proyecto socialista cubano, de que no vale el argumento sobre la inexistencia de la explotación del trabajo asalariado en Cuba, por el hecho de ser estatal la propiedad. Los que así piensan claramente se equivocan, exprofeso o por ignorancia. La explotación del trabajo es un concepto político aunque su mecanismo sea económico. El plustrabajo que no se le retribuye al trabajador en Cuba es la fuente de la acumulación de capital para el Estado y objeto de redistribución social centralizada (el subrayado es de importancia conceptual). Esa es precisamente la esencia del socialismo de estado cubano. Y ése es justamente - tal como vengo llamando la atención - el objeto primero del cambio conceptual que necesita introducirse en el proyecto socialista cubano.

El problema no es que sea inapropiado el acaparamiento por el Estado de toda la plusvalía que genera el trabajo, sino que no sea el trabajador el que defina los términos de su gestión. Esa gestión no se da sólo a nivel de la empresa sino, además, en la participación social que define los principios generales de la distribución del producto nacional. Puesto que el centralismo estadual ha demostrado su incapacidad para devolverle al trabajador de manera eficiente todo ese plusvalor. No es una incapacidad funcional sino estructural del Estado. Los salarios centralmente establecidos no poseen poder adquisitivo suficiente, la producción estatal de bienes y servicios es tan deficitaria como de baja calidad, mientras que la libertad individual es inversamente proporcional al grado de hegemonía económica del estado.

En efecto, el que el trabajo asalariado en el modelo de socialismo de estado cubano no sea fuente de explotación del trabajador, no significa que no sea causa de la mediatización (restricción) de su soberanía ciudadana.A eso he apuntado cuando expreso que el trabajo asalariado es una condición incompatible con el sentido de dignidad propia del cubano. No es el cubano por idiosincrasia un ser social sumiso y no es natural su aceptación de la condición de asalariado. Es esa característica de su naturaleza inconforme y contestataria lo que ha creado la compleja economía sumergida en Cuba.Y es esa característica la que impide su subordinación a un sistema económico que sabe ineficiente y coercitivo.

El ciudadano que nace y hecha sus restos en la sociedad capitalista está amaestrado culturalmente para que la condición de trabajador asalariado no le entre en conflicto antagónico con su sentido de dignidad propia. La posibilidad de consumo constituye su mecanismo de reafirmación. Hacia la exacerbación del instinto animal de consumo va dirigida todo el adoctrinamiento cultural del sistema. Subrayo antagónico y establezco que hablamos del ciudadano que define la multitud y no el que la contradice por la intelección de su condición de ser social inferior. Asumir la condición de ser social inferior en tanto trabajador asalariado es reconocer las causas en que se da la explotación en la sociedad capitalista. Si se es asalariado se es un ser social inferior aunque el nivel de consumo pueda contradecirlo en la percepción particular. El estatus de ser social superior lo da el pertenecer no a una clase media o alta que consume y presume, sino a la poseedora que jerarquiza las percepciones. Toda amenaza de derrumbe del sistema de valores en que se ha soportado la ?edificación? de la existencia propia en dicha sociedad se hace intolerable. Es el síndrome del Padre de Blancanieves en la novela de Belén Gopegui.

Los que piensan en un cambio de 180 grados en el modelo de sociedad y estado cubanos, deberían respondernos si dicho cambio asume la transformación del trabajo asalariado estatal en trabajo asalariado privado. Es decir, si lo que nos proponen es que no sea el Estado - que estamos de acuerdo no es el más eficiente administrador, por lo menos no en todo lo que administra -el que capitalice el valor del plustrabajo, sino que sea el propietario privado el que lo haga. Adviertan que (aún) no he hecho la pregunta subyacente sobre quiénes serían, entonces, esos propietarios privados con derecho exclusivo sobre el producto del trabajo que produciríamos los que no lo fuésemos. Si lo que nos proponen es eso, pues claro, tendrían que proponernos esto otro.

Si de lo que se trata es de la transformación de la fuerza de trabajado asalariado estatal en fuerza de trabajo privada sería incuestionable la estafa política. Sobre esta clave ideológica hay que debatir abiertamente en Cuba. Esa estafa política podría pasar envuelta en celofán, porque a pesar del nivel de educación general de la población, no existe un nivel de debate cultural público, generalizado y profundo sobre estas esencias. No existe real conciencia en la población sobre las implicaciones estructurales, sistémicas, para sus vidas que tal estafa política tendría. La posibilidad de montar el timbiriche propio ocupa las elucubraciones del imaginario popular. No sólo del cubano residente, sino, talvez en mayor intensidad, del cubano emigrado que ha montado y desmontado mil veces en su mente el timbiriche que no puede llegar a montar en el país donde se encuentra o que montado, otras tantas se le hayan desmoronado.

En la dinámica de una economía capitalista sujeta a los mercados imperfectos (es decir, a los únicos que existen) las micro, pequeñas y medianas empresas- como los organismos vivos - nacen, crecen o no, se desarrollan y mueren. Las grandes se fusionan. El estado capitalista capitaliza los beneficios y socializa los costos. Los privilegiados son los fuertes grupos de poder económico y financiero. El asalariado carga con su precario seguro de desempleo o con el desempleo seguro. Las discusiones sobre la renta básica ciudadana que promueven grupos de activistas sociales y que toman cada vez más fuerza, vienen a decirnos que la seguridad del ser social ha estado pendiente siempre de finos hilos dentro de las relaciones de producción e intercambio capitalistas. El subconsciente colectivo lo comprende. Transformar el sistema de propiedad estatal en un sistema mixto de propiedad socializada exige condicionamientos políticos y relaciones socioeconómicas que van más allá de la visión del aldeano vanidoso.

A nivel sociológico, el cubano común y corriente piensa en los términos de sus posibilidades individuales actuales, de ahí que sea el timbiriche el objeto simbólico de su idea emancipadora. El cubano menos común, ése otro que, igualmente instruido, conoce las posibilidades de los negocios a mayor escala, pensará en la factibilidad de montar la empresa propia, con capital privado externo o con capital estatal. El timbiriche del cubano de a pie puede enmarcarse en la categoría de producción mercantil simple, esa que no genera capacidad de acumulación y concentración exponente y excluyente de capital. Es el estereotipo, pongamos, de ese dueño de un simpático y bien gestionado bar o restaurante familiar en cualquier esquina de cualquier ciudad española. Proliferan para sosiego de la vida social a pie de calle y, aún cuando le falten médicos, España es el país de mayor índice de bares por habitantes en toda Europa. Enhorabuena. El otro, sabe que su empresa sólo tendría sentido si empleara mano de obra asalariada, a la cual pudiera discreta o abiertamente esquilmarle el plustrabajo. No hay otra forma de reproducir el capital que no sea mediante el empleo asalariado de fuerza de trabajo, así sea capital privado, estatal o cooperativo. La diferencia la hace, hemos dicho, la cualidad política de las relaciones socioeconómicas que se desprenden de la naturaleza de la propiedad.

A todos C.Marx y F.Engels les han dicho algo sorprendentemente ingenioso y definitivamente incuestionable.

Así, por ejemplo, la Revolución francesa abolió la propiedad feudal para instaurar sobre sus ruinas la propiedad burguesa.

Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del régimen de propiedad de la burguesía, de esta moderna institución de la propiedad privada burguesa, expresión última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hombres por otros.

Así entendida, sí pueden los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la propiedad privada.

Se nos reprocha que queremos destruir la propiedad personal bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano, esa propiedad que es para el hombre la base de toda libertad, el acicate de todas las actividades y la garantía de toda independencia.

¡La propiedad bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano!

¿Os referís acaso a la propiedad del humilde artesano, del pequeño labriego, precedente histórico de la propiedad burguesa? No, ésa no necesitamos destruirla; el desarrollo de la industria (capitalista) lo ha hecho ya y lo está haciendo a todas horas.

¿O queréis referimos a la moderna propiedad privada de la burguesía??

Decidnos: ¿es que el trabajo asalariado, el trabajo de proletario, le rinde propiedad? No, ni mucho menos. Lo que rinde es capital, esa forma de propiedad que se nutre de la explotación del trabajo asalariado, que sólo puede crecer y multiplicarse a condición de engendrar nuevo trabajo asalariado para hacerlo también objeto de su explotación.

Os aterráis que queramos abolir la propiedad privada, ¡cómo si ya en el seno de vuestra sociedad actual, la propiedad privada no estuviese abolida para nueve décimas partes de la población, como si no existiese precisamente a costa de no existir para esas nueve décimas partes! ¿Qué es, pues, lo que en rigor nos reprocháis? Querer destruir un régimen de propiedad que tiene por necesaria condición el despojo de la inmensa mayoría de la sociedad?[3]. (Los subrayados y paréntesis son míos)

Observemos que en Cuba ya no hay lugar para que se aterre propietario privado alguno, porque la Revolución de 1959 avanzó por los senderos de la nacionalización del capital común de todos los cubanos. Esa realidad socioeconómica es la que sigue haciendo de Cuba el escenario sui géneris para un proyecto sociopolítico realmente eficiente y realmente alternativo al capitalismo.

Entonces lo que está planteado en Cuba hoy, en el perfeccionamiento del proyecto socialista, es la definitiva socialización de la propiedad. Puede entenderse un temor del Estado en la medida que, cual propietario hegemónico, los representantes del mismo y en especial los representantes del Partido de la propia Revolución no entendieren que la socialización del poder económico es la condición sin la cual no se garantiza ni la cohesión social ni la consolidación del poder político del pueblo, de la sociedad toda. Que ello es una premisa clave de la eficiencia económica sistémica. El debate sigue estando pendiente y el anunciado congreso del Partido estará emplazado a definiciones de fondo. Hablo de la auto-sustentabilidad reproductiva de un modo de producción que no conciba la propiedad privada como el fundamento de su estructuración. Que al cuestionar el fetiche histórico de la propiedad el Estado cuestione su propia hegemonía económica como principio del proyecto socialista cubano. Que, a partir de ahí y sólo de ahí, se debata sobre la construcción de formas superiores de organización del trabajo. Que esa nueva cultura del trabajo no-asalariado permita al ciudadano cubano liberarse de los corsés que maniatan su individualidad. Que se comprenda que la individualidad del ser social le exige plena responsabilidad por la comunidad. Que el Estado de Derecho Socialista puede llegar a ser una realidad política sólo si incorpora a la filosofía de su transitoria existencia el culto primero a la dignidad del individuo. Esa cualidad de la institucionalidad sociopolítica es alcanzable sólo bajo principios socialistas ráigales.

NOTAS:

[1] George Soros, "La crisis del capitalismo global", Plaza Janés, 1999, Barcelona , España.

[2] Roberto Cobas Avivar, "Cuba y el compromiso con su proyecto socialista más allá del anarquismo de la polémica", en: http://www.kaosenlared.net/noticia/cuba-compromiso-proyecto-socialista -mas-alla-anarquismo-polemica

[3] Karl Marx, Friedrich Engels, "El Manifiesto Comunista", (publicado por primera vez en 1848)

Publicado en: Kaos en la red

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