martes, 1 de julio de 2008

La continuidad está en el cambio

Por Pedro Campos Santos.

En esta comparación entre las políticas económicas de la Unión Soviética y Cuba, Pedro Campos nos acerca a pensar la necesidad de transformar el sistema burocrático estatal en uno participativo y democrático.

“… ¿Se puede decir que el efectivo obrero en las empresas sea más o menos permanente? No, desgraciadamente no se puede decir eso. Al contrario, existe todavía en las empresas lo que se llama la fluctuación de la mano de obra. Hay más; en una serie de empresas, la fluctuación de la mano de obra lejos de desaparecer, por el contrario crece y se acentúa. En todo caso se encontrarán pocas empresas en las que el efectivo de obreros no cambie a lo largo de un semestre, por el contrario, crece y se acentúa. (…)

¿Cuál es la causa de la fluctuación de la mano de obra? La organización defectuosa del sistema de salarios, el sistema defectuoso de la escala de tarifas, la nivelación “izquierdista” de los salarios. En una serie de empresas las tarifas de salarios están establecidas de tal manera, que la diferencia entre el trabajo calificado y el no calificado, el trabajo penoso y el trabajo fácil desaparece o casi desaparece. (…) no se puede tolerar que un laminador de la siderurgia gane lo mismo que un barrendero…y por esto, incluso bajo el socialismo, el salario debe ser pagado según el trabajo rendido y no según las necesidades. (…)

En cada rama de la industria, en cada empresa, en cada taller existen grupos destacados de obreros… Estos grupos de obreros constituyen por sí mismos, el núcleo fundamental de la producción. Ligarlos a la empresa, al taller, significa ligar a ella todo el efectivo de los obreros, es atacar en su raíz la fluctuación de la mano de obra. Pero ¿cómo ligarlos a la empresa? Ello es solamente posible mediante ascensos, mediante la elevación de los salarios, organizando de tal manera los salarios, que permitan apreciar debidamente la calificación del trabajador. (…)

Para ligar a los obreros a la empresa es necesario continuar mejorando la alimentación y las condiciones de viviendas de los obreros. (…) El obrero de hoy…quiere vivir con sus necesidades materiales y culturales cubiertas…Tiene derecho a esto y nosotros tenemos el deber de proporcionarle estas condiciones….(…)

Hay que colocar además a los obreros en condiciones tales de trabajo, que les permitan trabajar con esmero, elevar el rendimiento, mejorar la calidad de la producción. Se trata por consiguiente de organizar el trabajo en las empresas de tal manera que el rendimiento aumente de mes en mes….la organización del trabajo es extremadamente defectuosa, donde en lugar de orden y coordinación en el trabajo lo que hay es desorden y confusión; donde en lugar de responsabilidad en el trabajo lo que reina es una total irresponsabilidad y la impersonalización de la responsabilidad. (…)

La consecuencia es una ausencia de sentido de la responsabilidad por el trabajo, falta de cuidado con los mecanismos, deterioro en masa de las máquinas y falta de estímulo para elevar la productividad del trabajo. (…)

Así pues: liquidar la falta de responsabilidad personal, mejorar la organización del trabajo, repartir convenientemente las fuerzas en la empresa; tal es la tarea.”

Hasta aquí algunos pasajes de la intervención de Stalin en la Conferencia de dirigentes de la industria el 23 de junio de 1931, donde analizó los problemas “organizativos” de la economía y precisó las nuevas tareas. (1)

Cualquier semejanza, con parte del discurso actual de la dirigencia cubana, no es pura coincidencia.

Encontramos allí muchos de los mismos problemas que tenemos hoy en Cuba: inestabilidad de la fuerza de trabajo, bajos rendimientos, baja calidad en los productos, paternalismo estatal, burocratismo, inducción al arribismo, falta de estímulo a la productividad, deterioro en masa de medios de producción y otros.

Igualmente coinciden los análisis, sobre las causas de esos problemas: el igualitarismo salarial, defectuosa escala de sueldos, ausencia de responsabilidad e insatisfacción de las necesidades de los trabajadores.

También hallamos análogos intentos de solución: vanguardismo de algunos grupos de trabajadores, mejorar la alimentación de los trabajadores, aumentar y diferenciar los salarios, señalar el “deber” del estado de resolver las necesidades materiales y culturales, crear condiciones a los obreros para que trabajen con esmero y “organizar” mejor el trabajo.

Las directivas principales, también se parecen: liquidar la falta de responsabilidad personal, mejorar la organización del trabajo (con más orden y coordinación-taylorismo) y repartir convenientemente las fuerzas en las empresas.

Ni en los discursos de Stalin, ni en los de nuestros dirigentes, encontramos análisis sobre los vínculos de estos problemas y sus soluciones con las relaciones de producción, propiedad, cambio y distribución que los determinan. Ni allá, ni acá se aborda el “pollo del arroz con pollo”: el sistema capitalista estatal de trabajo asalariado y la forma centralizada de apropiación del excedente. Se procura en ambos casos perfeccionar el “socialismo de estado”, ya hoy inobjetablemente fracasado, a partir de soluciones de superficie, llamando a la movilización y la conciencia y mejorando los pagos por el trabajo asalariado, cuando se trata de transformarlo en participativo y democrático.

No fue, ni es culpa de nadie en particular, fue lo que nos creímos; tampoco hay ninguna intención de acusar a alguien de “estalinista”, ni mucho menos pretender que estamos viviendo aquel sistema de persecuciones y terror, ni nada por el estilo. La respuesta del esposo de la internacionalmente premiada bloguera a Fidel Castro, con Stalin le hubiera costado la cabeza, pero aquí respetado está en toda su integridad física y civil.

Entendamos que donde existan las mismas relaciones de producción estatales asalariadas, naturalmente surjan problemas económicos y sociales muy parecidos y ante esas dificultades, aunque haya 80 años de por medio, diferencia en cuanto a cantidad y calidad de medios y fuerzas de trabajo, de idioma, cultura, idiosincrasia y clima, además de varios miles de kilómetros de distancia, emerjan –lógicamente- parecidas variables de solución. Sería, en todo caso, una clásica demostración de cuanta razón tenía Marx al señalar: “el ser social determina la conciencia social”.

Nuestros líderes, al igual que lo fue Stalin, dirigen sistemas estatales asalariados similares, con economías, partidos y estados altamente centralizados. A ellos, objetivamente, les debe costar mucho trabajo encontrar las causas de fondo de todos esos males en el sistema que han defendido y los ha sostenido en el poder durante 50 años. Es natural que desconfíen de cambios profundos, los que habrían de hacerse en la propia base, sustituyendo las relaciones de producción estatales asalariadas por las socialistas, cooperativas-autogestionarias, sustentadas en la propiedad o el usufructo del colectivo de trabajadores, la gestión democrática y la repartición de una parte de las utilidades. No se pretende justificar nada, ni disculpar o inculpar a nadie por lo que hizo o dejó de hacer hasta aquí, se expone una verdad de Perogrullo.

Stalin también habló de la posible restauración capitalista en la URSS pero confundió sus causales, y atacó –como ya vemos en este discurso- por flancos y con métodos equivocados. Resultado: el pueblo, cansado del “socialismo real”, prefirió experimentar con el capitalismo.

Las experiencias rusa y cubana son a la vez similares y diferentes en varios aspectos. En Cuba tuvimos 40 años más de capitalismo antes de la Revolución y no nos quedó tan lejos atrás en el tiempo, está muy cerca geográficamente, no son pocos los que en el patio lo desean, tenemos un foco migratorio de influencia consumo-mercantilista enorme y el imperio -que lleva dos cientos años tratando de anexarnos- está loquito por darnos el “abrazo de la muerte”, ya con la experiencia acumulada contra Europa ex socialista y China: Obama, “un mulato, carismático” podría ser el “cariñoso”, de Mc Cain ni hablar.

Otras diferencias: La experiencia de lo ocurrido en primer lugar, el cambio dramático en la situación internacional y la calidad humana de nuestros líderes, quienes se percataron de las complejidades que estamos viviendo, han identificado los graves problemas internos que nos afectan de corrupción y burocratismo, los cuales podrían dar al traste con la Revolución, pero además, y he aquí la gran diferencia: han manifestado plena disposición a los cambios necesarios y han hecho reiterados llamados a la participación de todos los revolucionarios para encontrar las soluciones. Esto ha permitido -a pesar de las restricciones que persisten- alguna divulgación del proyecto de Socialismo Participativo y Democrático (SPD), no discutido por el partido ni por el pueblo públicamente, pero tampoco rechazado ni reprimido.

Por todo ello, sería subestimar la sagacidad de Fidel y Raúl, suponer que ellos no se hayan dado cuenta ya de toda esa semejanza, sus causas esenciales comunes, ni que compartan en lo fundamental el nuevo proyecto y no estén buscando cómo avanzar por este camino, sin arriesgar lo alcanzado. Es evidente y lógica la resistencia en cuadros del nivel nacional e intermedio a los cambios necesarios, dados sus hábitos y compromisos. Pero todos sabemos que en Cuba, un discurso de Fidel o de Raúl orientando claramente abandonar el sistema burocrático estatal asalariado y avanzar al SPD, la elección rotativa de los dirigentes empresariales, la repartición equitativa de una parte de las utilidades, la descentralización hacia los presupuestos participativos y el fortalecimiento del poder real comunal a costa del actual sistema, sería suficiente para que todo el resto de la dirigencia “lo entienda” enseguida y el pueblo lo asuma.

En estos 50 años, fueron muchos los éxitos, el mayor: haber resistido la embestida imperialista, bajo todas las complejas y difíciles circunstancias atravesadas. Eso ya sería suficiente para que la generación histórica se dé por satisfecha y sea retribuida viendo su obra en proceso de consolidación, regeneración y avance. Pero los errores, muchos importados, no han sido pocos como el estancamiento en las relaciones socialistas de producción; el disfuncionamiento general de la economía, del partido, de la democracia socialista, de la “política de cuadros” y el sostenimiento de una excedida estructura estatal burocrática autoritaria y otros.

Mientras más son los errores y más profundos, más difícil es su rectificación, pero hay uno del que parten todos: el enfoque filosófico de la construcción socialista. ¿Qué es socialismo, cómo se construye, cuáles son sus medios y sus fines, cómo funciona su economía, cuáles sus fuerzas sociales motrices, en qué consiste el papel del partido, de los sindicatos, del estado? Por ahí hay que empezar. Por lógica de las circunstancias y del devenir histórico, los comprometidos con la revolución y el socialismo, pero que no tienen intereses creados por el sistema estatal asalariado ni viejos prejuicios, están en mejores posibilidades de hacer avanzar la rectificación y las transformaciones de fondo. La continuidad está en el cambio.

70 años después de aquel discurso colapsó la URSS y Stalin murió 36 años antes del desastre pero viendo aquel “socialismo” todavía fuerte, vencedor en una guerra mundial. No tuvo la experiencia que sí han vivido Fidel y Raúl y que el pueblo cubano ha sufrido luego del desplome.

Las conclusiones parecen estar muy diáfanas y el camino a seguir también ha sido claramente expuesto. Necesitamos adentrarnos en él, con toda la prudencia, la decisión, la constancia y la prisa que los tiempos demandan, para seguir siendo una República independiente, mantener vivos y proyectar los sueños martiano y comunista, recordar siempre con aprecio y admiración a la Revolución del 59 y a sus líderes, alimentar la esperanza socialista en América Latina y evitar que vuelva a correr sangre cubana. Que nuestros hijos y nietos nos recuerden no solo como precursores del nuevo orden, sino también como triunfadores.

Socialismo por la vida.

La Habana, 27 de junio de 2008

Contacto: perucho1949@yahoo.es

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NOTAS
1- J. Stalin. Nueva situación, nuevas tareas para la organización de la economía. Cuestiones del Leninismo. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Moscú 1946

Artículos y ensayos relacionados:
http:/www.kaosenlared.net/rss/kaos_colaboradores_195.xml http://analitica.com/va/internacionales/opinion/8777149.asp.
http://es.geocities.com/amigos_pedroc/index.html


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