martes, 24 de junio de 2008

¿Qué entendemos por sentido de pertenencia?

Por: Jorge Luis Acanda González

Un análisis de la situación laboral del trabajador cubano que nace del pedido de la prensa cubana sobre la necesidad de incentivar el "sentido de pertenencia" del obrero. Partiendo de esta problemática, el autor nos permite pensar la relación entre la pertenencia, la posibilidad de decidir, la productividad y los medios de producción.



Por estos días se ha hablado en la prensa cubana sobre la necesidad de incentivar en los trabajadores el sentido de pertenencia, se ha expresado que hay una correspondencia entre el sentido de pertenencia y la productividad.

Esta formula no es aplicable al sistema capitalista privado por razones obvias: El obrero no es dueño de los medios de producción. Sin embargo, en el capitalismo privado los trabajadores producen con eficiencia y calidad, de lo contrario se quedan sin empleo, pues existe una cola de desempleados dispuestos a cubrir la plaza vacante. Así funciona el capitalista privado, sin ambages ni tapujos, sin contemplaciones de ningún tipo: deja por lo claro que él pone los medios de producción y la materia prima, y compra la mano de obra. Si el trabajador no es eficiente no clasifica para el puesto; pero, si por el contrario, produce con eficiencia y calidad, entonces le paga el valor de su tiempo de trabajo; claro está que el resto y la mayor parte de la ganancia es para el dueño.
Pregunta: ¿Es el sistema capitalista privado justo? En mi modesta opinión, no lo es pues unos pocos se enriquecen mediante la explotación asalariada de muchos, aún cuando la paga sea suficiente para que el obrero pueda vivir. A la corta o a la larga, se acentúan las diferencias entre los ricos y los desposeídos y los primeros acaban detentando el poder político, por supuesto que a su favor, para seguir enriqueciéndose y asegurándose el poder económico.

Si tomamos en cuenta que un poder sustenta al otro y que los dos se dan la mano, entonces, en el capitalismo el obrero será siempre el explotado y el dueño el explotador. Pero a todas estas, el obrero empleado sabe que está siendo explotado y lo admite, a su pesar, mientras su paga le dé suficiente para vivir aceptablemente y cuando no sucede así, enseguida se organiza y va a la huelga para recordarle al dueño que su negocio, sin trabajadores es nada. El dueño, aunque casi siempre se resiste, por lo general termina cediendo a parte de las demandas de los trabajadores pues sino, a quién va a explotar. No sin antes intentar romper la huelga con los rompehuelgas.

Veamos ahora cómo funciona en el Socialismo de Estado: el obrero, en teoría, es dueño de los medios de producción pero en la práctica tiene poca o ninguna participación en la toma de decisiones para hacer más eficiente la productividad. No le corresponde a él gestionar la producción, de eso se encarga un aparato burocrático que la mayoría de las veces no es capaz de palpar la realidad objetiva de los trabajadores y el centro de producción o fábrica y que cada vez les exige más productividad a los trabajadores, aunque lo producido no tenga calidad; el asunto es cumplir o sobre cumplir la meta. Pero el trabajador no percibe que con su sobre cumplimiento mejore su calidad de vida; puede reventarse trabajando y no percibirá una mejoría sustancial en su economía, pues sigue recibiendo un salario que no satisface sus necesidades, mientras la mayor tajada de la ganancia va para la “acumulación centralizada de la ganancia” en función de los planes del Estado.

En cambio, los dirigentes del aparato burocrático, aunque tienen un sueldo (fijo), disponen de otras prebendas materiales y algunos hasta pueden disponer de la capacidad institucional de decidir desde micro hasta macro-inversiones y determinar la creación y cubrimiento de plantillas de cargos; todo eso con benéficas consecuencias para ellos mismos.

Esto los convierte en los verdaderos dueños en el Socialismo de Estado. Se diferencian de los capitalistas privados en que si quiebran a sus entidades, el Estado acude en su ayuda mediante subsidios. Generalmente se culpa a los trabajadores y en cuanto resulta evidente que los burócratas son los responsables, se “caen” para arriba y la culpa va al piso.

¿Qué tiene que ver toda esta comparación con el sentido de pertenencia? El sentido de pertenencia de los medios de producción va más allá de “pensar” que los medios le pertenecen al trabajador y que por tanto debe velar por ello y ponerlo a producir eficientemente. Tal pensamiento resulta abstracto si el obrero no percibe un resultado concreto a consecuencia de su producción. Y ese resultado concreto no se circunscribe a la mejoría económica del individuo sino que se manifiesta en la percepción real de que sus estatus político y económico van de la mano, de que en ambos terrenos el individuo puede efectivamente tomar decisiones, a sabiendas de que las decisiones en un ámbito afectan inevitablemente al otro pues los dos están indisolublemente ligados.

No se puede pretender incentivar un sentido de pertenencia de aquello sobre lo cual no se permite decidir, bien sea en lo económico o en lo político, hacer tal cosa es decir una mentira a gritos y hacerla pasar por una verdad.

Un verdadero sentido de pertenencia nos daría la certeza de que podemos construir un presente justo para todos, con igual derecho de percibir por lo que se produce, no con igualitarismo; y de que, por ende, podemos levantar un proyecto verdaderamente socialista y humanista, por todos, con todos y para el bien de todos.

Ciudad de la Habana, 23 de junio de 2008.

Contacto: jorgeag6@navegalo.com

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