domingo, 15 de junio de 2008

En relación al texto "Incondicional del futuro", de Pedro Campos

Por: Silvia Biancardi

Reflexiones surgidas de la lectura del texto "Incondicional del futuro", de Pedro Campos, publicado en Autogestión Socialista en el marco del homenaje por los 80 años de Ernesto Che Guevara.

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Cuando leía a Pedro Campos recordar al Che desde la generación del 68 no pude evitar las ganas de retomar cómo se metió en mi vida, cómo conocí al símbolo primero, para arribar al revolucionario después.

Por los años 90 en Argentina vivíamos un proceso de despolitización importante, sumado a lo peor de la política neoliberal: la entrega total del estado en manos privadas, la caída de la industria en manos de la importación, el comienzo del crecimiento vertiginoso de la desocupación. A mí mucho no me importaba, porque la búsqueda adolescente de esos tiempos no encontraba en la política un espacio de contención como le sucedió a otras generaciones. Pero el arte abría puertas a la sensibilidad social: ahí aparecen especialmente Silvio en la música y Galeano en la literatura, hablando de un mundo mejor, posible en este mismísimo mundo. En una de esas canciones, que empiezo a escuchar por el año 94 aparece una figura heroica: Hombre sin apellido / aún queda para estar contigo / hombre, hombre sin templo / desciende a mi ciudad tu ejemplo.

Me encuentro después con la foto típica, la de la mirada hacia el horizonte - donde está el futuro – que me hizo rastrear quién era ese tipo, por qué las remeras con su nombre provocaban simpatías o escándalos (depende qué familiar o profesor la mirara) y qué tenía que ver su nombre con esa posibilidad de luchar por cambiar el rumbo de los acontecimientos.

Ahí aparece el Che – símbolo. Hoy muchas veces me escucho quejarme de esa imagen inofensiva que se vende tanto o más que las camisetas de la selección de fútbol, sin embargo no puedo dejar de reconocer que fue el heroísmo de ese perfil el que me permitió entrar en su pensamiento político. Pero cuando ese ensalzamiento de la figura del Che nace de los mismos que actúan para ahogar los gritos contra el imperialismo o promueven políticas de despojo o insisten con sostener lo peor de un sistema agresivo y perverso, no dejo de pensar en qué nos estamos equivocando. Debe haber algo que no estamos haciendo bien para que se borre su acción revolucionaria - y la de otros tantos anónimos - y permanezca un rebelde simpático en su lugar.

Ni la Argentina ni los noventa fueron lugares o tiempos propicios para "ser como el Che" y quienes lo conocimos – y empezamos a querer - por esos tiempos traducimos esa consigna en nuestra cotidianeidad, rescatando especialmente el humanismo, mientras soñábamos con el futuro y cuál sería la Sierra Maestra en la que nos tocaría combatir.

Otros son hoy los tiempos. Desde algunos rincones de América Latina se renuevan los aires, ciertos compañeros que permanecían agazapados vuelven a creer. Ya nadie puede decir que discutir el socialismo es retrógrado o inmaduro porque los nuevos procesos que se van abriendo nos permiten volver a pensar al Che con esa mezcla necesaria de esperanza y sensatez.

Ningún cambio se produce de manera lineal y sencilla, pero eso no nos detiene a seguir su ejemplo en cada experiencia de lucha. Intentaremos reivindicar su pensamiento por encima de quienes quieren lavarle la cara, abriremos caminos para seguir sus ideas. No hay mejor homenaje que seguir pensándolo vivo en cada espacio que se plante en nuestro continente para terminar con la injusticia y enfrentar al imperialismo. Celebremos sus 80 años reencontrándolo en los ojos de cada compañero.

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