sábado, 7 de marzo de 2009

Cuba.- El fin de las palabras


Insisto, se puede argumentar hasta el infinito, pero en Cuba ya hace rato que llegamos al fin de las palabras.


Carlos Ignacio Pino Para Kaos en la Red





Somos socialistas, pa’lante y pa’lante, y al que no le guste que tome purgante”
Cántico popular cubano de los años 60


Uno podría argumentar infinitamente sobre la Revolución y el camino de ésta, sobre su situación actual, su pasado y el futuro posible. Podría incluso argumentar, trayendo a colación al siempre mal leído Plejanov (1), para ponerlo al derecho y demostrar que las sociedades han avanzado siempre para limitar la capacidad de influencia de un solo individuo sobre la sociedad. Que la estructura social en Cuba está armada para satisfacer las necesidades de gobierno del Comandante en Jefe, actitud que va contra el buen desarrollo de la sociedad. Y argumentar –también según Plejanov– que los comandantes en jefe no suelen ser jamás buenos conciliadores. Y que estos terminan por irritar a la sociedad “por sus costumbres cuartelarías”, porque no se gobierna una República como se gobierna un campamento, explicaba Martí.
Uno podría argumentar como Rosa, que la libertad es la del otro, la del que piensa diferente; y que eso no se harespetado en ninguno de los países que se han llamado socialistas, ni tampoco en Cuba. O argumentar desde los párrafos de Tony (2), que el Socialismo no se puede hacer por la fuerza, o bastaría con oponer una fuerza mayor a la del capitalismo para construir el socialismo.
Pero después de tanto argumento, siempre quedan las preguntas y otras afirmaciones. Porque todo lo que funciona mal en este país, es porque se negó al marxismo en forma y contenido, pues cuando mejor copiaron a los socialistas utópicos, o al menos argumentaron como tales en lo peor de estos; diciendo, entre otros desatinos, que la ideología vendría primero que la economía.
Sin embargo es necesario poner las cosas en su sitio y ordenar los pensamientos de forma lógica para ser entendido:
La Revolución no es Fidel. La Revolución es el pueblo. El Estado nace del pueblo. Con las leyes, por tanto, sucede lo mismo. Por ello, cuando hay una ley que va contra los deseos y derechos del pueblo, es, por igualdad obvia, una ley contrarrevolucionaria.
De estas leyes, disposiciones y decretos-leyes en Cuba se pueden mencionar muchos. Infinitos. Para los que necesiten ejemplos: La ley que prohíbe que uno pueda montar a un extranjero en su carro, u hospedarlo en su casa sin la aprobación del Jefe de Sector (3) y de Migración, ésta previo pago establecido. La ley que obliga a que uno presente su caso para que algún burócrata del (infame) Instituto Nacional de la Vivienda, decida si uno necesita, o no, cierta pared en su casa. La ley –¿estará escrita?– que prohíbe a las personas que no sean activamente militantes a favor del Gobierno entren o permanezcan en cualquiera de las Universidades del país. La ley en la cual se fundan los tribunales de conciencia, donde se puede condenar sin pruebas del delito, a partir de estar seguros –¿cómo puede ser eso?– de la culpabilidad del acusado. La ley que prohíbe que los menores de edad puedan viajar, o que cualquier persona tenga que pedir permiso al Gobierno para salir y para entrar a su país –que es tan lógico como pedir permiso para entrar y salir de tu propia casa. La actitud avalada por el Gobierno que contraviene al código penal vigente, por la cual la Policía Nacional Revolucionaria, la Fiscalía e incluso los jueces, siempre asumen que uno es culpable hasta que demuestre lo contrario. La normativa sobre la Peligrosidad Social, que como medida profiláctica te pueden condenar, por ejemplo, a 4 años o más, para evitar que cometas un crimen; cuando el crimen lo cometen ellos por juzgarte por lo que aún no has hecho.
Y algunas más, muchas más, sobre todo aquellas que no están escritas y aún así se aplican como tales, pero con éstas son suficientes para demostrar que estamos repletos de leyes que no pueden ser, ni son, populares; menos emanadas del pueblo, como debe ser en el socialismo, además de contravenir derechos humanos individuales.
Estas leyes –que si no lo son, al menos en la sociedad de la isla funcionan como tales–, es correcto decir que fueron aprobadas por la Asamblea Nacional del Poder Popular, lo queestá lejos de demostrar que son legales y sí demuestran cuán impopular y poco representativa del pueblo es esta Asamblea llamada Popular. Y como estas leyes lesionan la libertad individual, son por definición leyes no-socialistas, y por lo mismo contraproducentes, y por tanto contrarrevolucionarias. Y lo cierto es que solamente pueden aprobarse este tipo de leyes, por la estructura social armada, teniendo como base el pensamiento de que el Estado es el bien máximo; y confundiendo la voluntad y la forma de hacer de sus líderes son la voluntad y la forma de hacer del pueblo todo. Confundiendo, entonces, a la ganancia del Gobierno por la del Pueblo. Confundiendo a la seguridad del Estado con la del Pueblo. Demasiadas confusiones y argumentos desde el poder central, pero no justificables desde el marxismo, y, por tanto, menosdesde el socialismo.
Habría que añadir que cuando este tipo de leyes se aprueban, muchos no se enteran hasta que no es un hecho consumado. Y en el caso de que uno se enterara antes, no existen vías para declarar que está uno, en solitario o como grupo social, en contra de alguna de ellas, lo cual provoca que nos sintamos ínfimos e impotentes ante la sordera gubernamental.
Es por ello que el nivel a que llega el ciudadano común de este país, al no sentirse representado por quienes afirman que son sus representantes, se sale de cualquier escala usada con anterioridad.
Lo cual se constata porque sólo una parte pequeña de la población sabe cual es la función del Delegado –del Poder Popular – de nuestro barrio. Aunque el problema verdadero sería que la inmensa mayoría concuerda en que no sirve de nada. Esa es la razón por la que ningún cubano o cubana aprecia que su vida pueda cambiar –ni para bien, ni para mal– si este personaje del “poder popular” gubernamental, desapareciera de la noche a la mañana.
Y la misma opinión –de que a ellos personalmente no les sirve de nada– tiene la mayoría de los cubanos sobre el CDR o la FMC. A las cuales pueden hasta ver como un organismo de control del Gobierno, y no como una asociación de vecinos y vecinas responsable de asegurar la tranquilidad del barrio, de la sociedad –que es lo que debería ser, si acaso han de existir–, ya que, como en el caso en que el poder popular, debería tener atribuciones de decisión y recursos que les permitiera mejorar las condiciones de su entorno, priorizar y tomar decisiones sobre el medioambiente urbano, además de ser el canal responsable de las inquietudes y opiniones de todos. Como no es así, se reafirma esta sensación de control, más si se tiene en cuenta que pertenecer al CDR o la FMC es obligatorio, porque si no se pertenece, se declara uno opuesto a la Revolución y todos los malos pensamientos que se puede derivar de esto.
Con el PCC sucede algo parecido, gran parte de los núcleos se reúnen sólo para recibir orientaciones y no para ser el canal real de la educación política para la construcción del socialismo. Porque uno puede discutir –hasta cierto punto– las orientaciones recibidas; pero nunca sabe qué discutieron los otros núcleos, como si todavía necesitáramos un partido clandestino, y el secretismo fuera una virtud. Y si se le agrega a esta incomunicación, que no suelen llegar respuestas a las interrogantes que plantearon los militantes a sus niveles superiores. Y no hay mayor ejemplo de esto, pues ni siquiera se ha informado de las opiniones que expresó la población cuando Raúl llamó a debatir los problemas que confrontamos socialmente ¿Será, quizás, porque hay demasiadas preguntas que no tienen respuestas no sólo marxistas sino ni siquiera lógicas?
Es un hecho que la CTC no defiende los derechos de los trabajadores, sino que explica las necesidades del Estado con las cuales tienen que cumplir estos. Recientemente, por ejemplo, nadie oyó ni un murmullo de protesta por parte de la dirección de la CTC, cuando se dijo que el Estado necesitaba subir la edad de jubilación. Al contrario, la dirección de la Confederación de Trabajadores de Cuba se alineó con el Gobierno, por lo cual se asume por estos que de la CTC no los representa, sino que representa la concepción de trabajador que tiene el Gobierno; la cual es bastante irreal. A quien le importa, o mejor ¿quién recuerda?, que el propio Lázaro Peña –el único líder verdadero que tuvo la CTC después del 1959– dijera que “incluso en el socialismo, los sindicatos tienen que estar en contra del Gobierno”.
Por todos estos problemas es común, y cada vez lo es más, que en una reunión cualquiera –sobre un tema cualquiera– la mayoría de los asistentes permanezcan en silencio, y ni proponga, ni tiene nada que decir sobre el asunto tratado, y cuando se acaba, entonces –lejos de los jefes– se debate, y generalmente se reniega de lo aceptado en la reunión ¿Por qué? Porque a juicio de la mayoría, dar opiniones no sirve más que para buscarse problemas, porque nada se resuelve, y se parte –con razón– que no se tendrá en cuenta nuestra opinión.
Es un hecho que cuando un Estado es incapaz de solucionar las contradicciones que provoca su forma de gobernar, entonces se llega al colapso y la estructura cae, por ser impopular. Al menos eso dicen todos los libros de historia, sobre todas las revoluciones y revueltas que han tenido lugar en el mundo, desde el inicio de las guerras hasta la fecha.
Desde el 1959 muchos han predicho la muerte de la Revolución –con más deseos que razonamientos. Y lo concreto es que la caída del Gobierno hace 15, 25 ó 45 años hubiera sido imposible; porque tenía en el pueblo su mayor soporte. Ahora, en estos días que corren, lo cierto es que la Revolución y sus líderes son cada vez menos populares; lo mismo, pero en grado superlativo, para la casta de dirigentes intermedios, por su doble moral, por sus privilegios y porque no representan el sentir de un grupo cada vez mayor de personas.
Pero el Gobierno parece no enterarse y se siguen promulgando leyes impopulares por improcedentes, como supuesto remedio a los males que nos aquejan en la actualidad.
Por ejemplo: Más del 60% de la tierra estatal está sin cultivar, porque el Estado ha sido incapaz de hacerla productiva y entonces se ha pensado en entregar la tierra en usufructo a los que quieran cultivarlas. Eso es bueno, lo malo es que hay una clausula en esta ley donde se prohíbe expresamente que se puedan construir viviendas en ellas. Sin embargo, si uno, digamos, vive en Santa Fe –un municipio en las afuera de la Ciudad de la Habana– y le entregan tierras en Bauta, un municipio relativamente cercano a la ciudad. Es obvio que solo estando allí podrá, el citadino convertido campesino, cuidar de sus cultivos. Pero si viene a dormir a la Habana, obviamente, puede en una noche desaparecer el fruto de su trabajo (4).
Pero también en esta ley no se contempla la creación de Cooperativas, o sea solo está previsto la creación de pequeños núcleos capitalistas. Pero nada que tenga que ver con la real socialización de los medios de producción, nada que le dé poder al pueblo, que lo empodere.
El otro aspecto negativo de esta ley, que no quiero dejar de mencionar, es que el mismo Estado es el que revisa y decide si uno la ha convertido en productiva o no. Por lo cual la ley está sujeta a muchas interpretaciones para las personas que sean incomodas políticamente, o sencillamente por el “sociolismo” o la corrupción solapada que permita entregarla a otro más amigo o que –en buen criollo– “resuelva más”.
Cuando estos problemas se tocan en cualquier medio, se cita y se habla mucho del discurso de Fidel, el 17 noviembre del año 2005. Donde planteaba que la Revolución era reversible por nosotros mismos. E identificaba en este discurso los vicios que –a su juicio– tenía la sociedad. Fallaba en identificar las causas de estos vicios, porque estas causas invariablemente señalarían al sistema, que él mismo defiende y encabeza, como culpable (5). Porque los problemas empiezan cuando el pueblo no identifica su bienestar personal con la acción del Gobierno, ni con su trabajo. Y porque la política económica de este país ha sido un desastre inmenso –y si que el 60% de la tierra cultivable en manos del Estado esté sin cultivar no lo convence, no habrá nada que lo pueda hacer. Y porque el desarrollo de las fuerzas productivas se podrá frenar, pero no las puede detener nadie, por muy fuerte que sea su voluntad. Es un absurdo sin salida cuando se cree que posible es instaurar las concepciones idealistas sobre la economía y la sociedad –donde la conciencia social hace que se trabaje solo por eso– que fueron ampliamente debatidas y superadas por los marxistas de finales del s.XIX y del comienzo del s.XX.
También debemos decir que para el caso de que Cuba vuelva al capitalismo por voluntad propia –o por la de un grupo traidor como en la antigua URSS– sería un desastre social, un terremoto ideológico, sobre todo a nivel internacional, mayor que el provocado la caída del muro de Berlín.
Hace unos años el propio Fidel dijo “Pienso que la experiencia del primer Estado socialista, la URSS, Estado que debió arreglarse y nunca destruirse, ha sido muy amarga”. Si leo este discurso pensando en Cuba, puedo afirmar lo mismo. La primera experiencia del primer Estado socialista –o que así se nombra– en América Latina debe salvarse, debe arreglarse, porque Cuba no debe caer.
No obstante, la historia dice todo lo contrario; que cuando los Gobiernos llegan a esta situación, es porque ya han pasado el punto de no retorno. Porque si fueran capaces de rectificar, de solucionar los conflictos entre las clases antagónicas, en primer lugar no hubiéramos llegado a este punto de profunda crisis social.
Sin embargo tengo esperanzas, a pesar de que cualquier análisis de la realidad cubana desde el marxismo da como resultado que Cuba, no ha sido y probablemente no será socialista en los próximos 5 años, si continúa por el mismo rumbo. Porque Cuba fue un país donde se aplicaron algunas políticas sociales, donde se soñó mucho y más, pero se hizo menos; o no se hizo como había que hacer, porque nunca se entregó verdaderamente el poder a trabajadores y población, para intentar la construcción de una nueva sociedad, más democrática y participativa, que hiciera posible, al mismo tiempo, construir al hombre nuevo del que escribiera el Che. Pero se puede salvar el proyecto, si empezamos a usar el marxismo y no las visiones de los dogmas impuestas como socialismo, entonces será posible salvar la Revolución, e intentar –al fin– asaltar al cielo.
A todas las personas que defienden este Modelo –y que lo alaban, y que lo aplauden– deberíamos pedirles que nos expliquen la lógica del “controlismo” y la burocracia que esto injerta en la sociedad. Porque desde el marxismo es demostración fehaciente de que no se confía en los trabajadores. El cercenamiento de la mayoría de los derechos ciudadanos, es copia del sistema policial estalinista y no expresión de un verdadero Estado socialista. Porque se hacen leyes para prohibir las excepciones y no –como debiera ser– para normar la generalidad; y estas leyes terminan teniendo el efecto contrario, que es el absurdo legal que vivimos en la isla, por lo cual para sobrevivir a la realidad, todos, vivimos cometiendo delitos contra la supuesta “legalidad socialista”. Que no puede ser ni legal, ni socialista, si va contra el pueblo. Apunto que es muy duro sobrevivir en una sociedad regida por las orientaciones de un arriba abstracto y dogmatico, actitud que no es ni siquiera capitalista, porque es un estadío más involucionado, porque es feudal.
Y de nuevo traigo a Fidel que también dijo en el 17 de noviembre del 2005 “Hubo quienes creyeron que con métodos capitalistas iban a construir el socialismo. Es uno de los grandes errores históricos”.
Sin embargo las relaciones de producción en este país corresponde a las relaciones de producción de un país capitalista monopolista de Estado; no la de un país que intenta construir el socialismo. Es obvio que estamos ante un error de proporciones históricas, aún más cuando se afirma que esto es socialismo, y que estas relaciones de producción son socialistas. Es posible, si se mira desde el contexto histórico y se tienen en cuenta las agresiones sufridas, que esta formación económica fuera necesaria, quizás hasta imprescindible, para organizar el país y mantener a la revolución durante los primeros años, también, para establecer una nueva escala de valores. Asumiendo que así fuera, podemos decir que este sistema fue un éxito puesto que logró, en la primera década, consolidar la Revolución.
Pero al comienzo de la siguiente década, marcada por el desastre, más social que económico, de la Zafra que no fue de los 10 millones, se demostró que esa forma de Gobierno era bien absurda, porque era capaz de esos absurdos. Y es que esta obsoleta forma de gobernar reveló, de manera evidente, que el Estado no puede ocuparse de los detalles de la vida –y la vida humana está llena de detalles que te la hacen feliz o amarga– y este Estado al intentar cumplir voluntariosamente con la microeconomía, se desangró en ineficiencia y se diluyeron resultados. Porque un estado monopolista aspira a que todos sean asalariados de este, pero es incapaz de eficiencia, porque no puede distribuir las ganancias de forma racional, pues son sólo los trabajadores, o sea, quienes la producen, los capaces de distribuirla según la norma de a cada cual según su capacidad.
Por lo cual, como no hay distribución de ganancias de una forma lógica; y como el Estado no puede ocuparse de los detalles, y por tanto el trabajador ganará lo mismo si trabaja, como si no lo hace. La ineficiencia se generaliza y se detiene el país económicamente, y como consecuencia, también se detiene, socialmente.
Todo este absurdo económico, se pudo tapar, y hasta pudo parecer que progresábamos por nuestro propio esfuerzo, gracias a los inmensos subsidios de la URSS –claro, a cambio de nuestra dependencia de ellos.
Estos problemas se hicieron evidentes, en los ‘90, pues junto con el Muro de Berlín también se cayó la fachada económica del Gobierno, y la respuesta –siempre equivocada y no marxista– a este problema de la distribución de las ganancias, de la eficiencia, fue y es permitir que las únicas iniciativas económicas sean del tipo del capitalismo privado –que deben ser permitidas, pero no pueden ser las únicas. Y por lo mismo, y desde la idea que construimos el socialismo, es un sinsentido que no se aceptasen, ni antes ni ahora, a las formaciones de producción cooperativas –que no solo sean de nombre como las CPA, las llamadas Cooperativas de Producción Agropecuarias–, ni que tampoco que no se aceptasen la co-gestión, los métodos obreros de control y su democracia.
Por lo cual, sin importar si nos gusta o no esta verdad, en el país existen, de facto, dos clases sociales muy definidas y antagónicas: una, la de los dirigentes, que piensan y defienden a ultranza un sistema de Gobierno que ni siquiera a ellos mismos satisface, pero que les permite vivir mejor y aspirar a otras cosas que los trabajadores no pueden. Que esa es la otra clase, la de los trabajadores manuales e intelectuales y los campesinos –como diría Gramsci–, que siempre hemos pensado de la misma manera y que siempre terminamos perdiendo, sin importar quien gane, aunque diga ganar en nuestro nombre.
Como decía anteriormente todos los problemas de este país, o al menos la inmensa mayoría, se podrían resolver con acciones verdaderamente marxistas.
Pues creo importante que se entienda que si mañana Cuba tuviera más dinero que los Estados Unidos y no tuviera bloqueo, aún así tendríamos clases sociales de dirigentes y dirigidos. Custodiados todos por una burocracia que ahoga cualquier idea nueva o diferente y un Estado paternalista que restringe el desarrollo de las fuerzas productivas; por lo cual es esto un concepto de sociedad que no tiene futuro. Porque los individuos que la componen no se sienten ni identificados, ni comprometidos con el Gobierno. Y esta apatía con respecto al Estado se traduce siempre en corrupción, y son esos males que citaba Fidel en su discurso, consecuencias lógicas de la falta de representatividad que siente el pueblo, de la falta de lógica marxista que tiene la cotidianeidad.
Por lo cual uno debe concluir que la verdad histórica es que las fallas vienen del origen; al no haber puesto en marcha a la clase trabajadora; al no haberle dado el poder real; al no hacer que el país girara en torno a sus necesidades, y no que ésta girase, como lo hace ahora, en torno a los deseos o a las voluntades de los que deciden. Lo cual da como resultado que tenemos un Gobierno central fortísimo. Lo que no tiene nada que ver con el socialismo y menos con una sociedad que se dice que se va rumbo al comunismo, que sería una sociedad sin Estado; y sí se parece mucho –demasiado– al camino que tomaron todos los países que se llamaban socialistas y que luego regresaron al capitalismo.
Insisto, se puede argumentar hasta el infinito, pero en Cuba ya hace rato que llegamos al fin de las palabras. Nuestros dirigentes se han jactado, y aún lo hacen, de ser socialistas, pero no han sido, ni parecen, capaces de actuar de una manera coherente con las premisas ese modo social. Y en la confusión que esto genera, tampoco los trabajadores parecen capaces de reclamar sus derechos.
Y la Revolución caerá si no se adoptan medidas que reclamaba el marxismo de los padres fundadores: el control y la democracia de los obreros, de las comunidades, de los campesinos, de los trabajadores manuales e intelectuales. Si no se deja que estos gobiernen, que se organicen.
Hoy podemos decir que la inmovilidad del Gobierno, provoca la misma inmovilidad en las fuerzas productivas, por lo cual el punto de ruptura está cada día más cerca. No hacen falta argumentos, ni reflexiones, solo acciones marxistas desde el Gobierno, sólo la participación y la democracia participativa de los trabajadores salvará a Cuba y a su proyecto social.


Cuba, Ciudad de la Habana, Centro Habana, 24 de febrero de 2009


(A los que quieran comunicarse conmigo por correo para escribirnos o para vernos personalmente pueden escribirme a: http://ar.mc396.mail.yahoo.com/mc/compose?to=carlos.ignacio69@gmail.com )

NOTAS:


(1)Jorge Plejanov, pensador ruso, materialista dialectico, escribió un muy buen artículo sobre “El papel del individuo en la historia”, donde demuestra con objetivamente como los nombres de la historia, no son imprescindibles y podrían haber sido otros. Y que esta influencia individual, pocas veces ha sido beneficiosa para la humanidad, y en este caso solo en momentos muy específicos; y que por tanto no es una condición deseable. Desde el “camarada” Estalin se lee como si hubiera demostrado que los caudillos representan la voluntad popular eternamente, y no –como en verdad dijo– que sólo es en momentos de inflexión histórica (para los que tengan internet http://www.engels.org/; yo los reencontré, sorpresivamente, en la Feria del Libro 2009, en La Cabaña, los que no tengan Internet tendrán que esperar a la feria del año que viene para encontrar literatura de los clásicos marxistas.


(2)Rosa Luxemburgo y Antonio (Tony) Gramsci, son siempre los dos más grandes olvidados por lo que se podría llamar la “izquierda oficialista”. La primera por que le respondió a Lenin, mejor de lo que este pudo contrargumentar sobre las libertades individuales en el socialismo, entre otras cosas, y con ello cometió el gran pecado del político burgués, que es tener razón antes de que el poder lo acepte –un pecado bastante común en la isla por cierto, ante la cotidiana falta de aceptación de cualquier error que se le señale a este Gobierno. Por su parte Tony, con una lucidez y una claridad sin par, demostró, sin nombrarlo, cuan equivocado estaba Estalin y sus métodos de fuerza, que derivaron como era previsible en una dictadura de la dirigencia y pues nada tenía que ver con la del proletariado.


(3)Jefe de Sector, policía que es el responsable de un área –de un sector– de la ciudad.


(4)Este tema de la vivienda y la tierra se me une invariablemente con que pudiera ser una solución al enorme problema que es tener una casa en Cuba y a que desde el cuarto en la finca de Ángel Castro, el padre de Fidel, se podían ver todas sus tierras, pero eso es tema de otro texto. Como es otro tema que el ojo del amo engorda al caballo y hace crecer el trigo.

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Las épocas, no los hombres, determinan carácter y metas de la revolución



Las Propuestas Programáticas pretenden tributar al nuevo programa del PCC; pero ignoradas, podrían tomar vida propia-independiente, aún sin intención, por su correspondencia con la época histórica



Pedro Campos Para Kaos en la Red

por Pedro Campos


Carlos Marx, la cumbre del pensamiento filosófico y económico de todos los tiempos, en el Prologo de la contribución ala crítica de la economía política, señala:
“El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombrelo que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto con las relaciones de producción dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De forma de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época derevolución social.”(1)
Así ha quedado probado por la historia: no son los partidos políticos ni sus dirigencias, por sabias que sean, los que determinan el carácter y las tareas de los procesos revolucionarios; sino las condiciones objetivas histórico-concretas, las necesidades específicas del devenir histórico y muy particularmente, el desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas que demandan nuevos tipos de relaciones de producción para poder seguir avanzando.
La revolución tiene, pues, metas socio económicas propias determinadas por la época, la lucha de clases y los propósitos correspondientes, que pueden coincidir o no con lo que piensen algunos dirigentes revolucionarios que, al concordar con el movimiento de la historia juegan un papel positivo, pero de oponérsele, pueden llegar a convertirse en obstáculos coyunturales.
Los partidos y sus dirigencias, contribuirán con la revolución en tanto y en cuanto sean capaces de interpretar acertadamente el carácter específico del proceso, las tareas concretas que demanda la situación histórica, las vías adecuadas para alcanzarlas, logren estructurar el programa correspondiente que plasme todo eso, responda a los intereses de las fuerzas sociales motrices correspondientes, obtengan surespaldo y lo desarrollen.
Cuando un partido o una figura política es capaz de interpretar los anhelos de las grandes masas interesadas en las transformaciones económicas sociales y políticas que corresponden a una situación dada, cuando encarnan plenamente sus intereses porque los han compartido y padecido, es el pueblo el que los convierte en líderes de los procesos revolucionarios concretos.Es ese fenómeno el que explica el papel de las organizaciones y las personalidades en la historia y la confianza que inspiran entre sus seguidores. Son las masas las que fabrican sus líderes.
En la medida en que tales partidos y líderes siguen correspondiendo a los intereses generales de las mayorías, continúan contando con su respaldo, el que generalmente viene dado por el cumplimiento del programa y las promesas que movilizaron, antes, el amplio apoyo de las masas.
La sabiduría conjunta de los líderes revolucionarios que asaltaron el Cuartel Moncada en 1953, dio a luz el programa presentado por Fidel en la “Historia me absolverá”: el programa de la Revolución Cubana, el que motivó el gran movimiento de masas que impulsó la revolución, derribó la dictadura de Batista apoyada por el imperialismo, realizó la Reforma Agraria, expropió al gran y mediano capital extranjero y nacional, derrotó a los mercenarios en Playa Girón y a las bandas de alzados en el Escambray,y promovió grandes transformaciones en la educación y la salud del pueblo cubano; pero del cual, quedan por cumplirse sus propósitos socialistas (2).
Los posteriores programas del Partido Comunista de Cuba, -ya concretada la revolución política con la toma del poder, realizada la expropiación de los expropiadores y luego de unificadas las fuerzas revolucionarias, bajo aquella misma dirección histórica-, nunca se propusieron cumplir las metas socialistas pendientes del Moncada (la distribución de una parte de las utilidades de las empresas entre los trabajadores y el desarrollo de un amplio movimiento cooperativo en las tierras que no quedaran en manos de los pequeños agricultores), aspectos que se ignoraban, o se daban por cumplidos con todo el programa, sin más explicación.
En verdad, se había abandonado la sana y no contaminada interpretación del socialismo marxista que sirvió de basepara su análisis y estructuración, sustituyéndola por la exégesis de tipo estalinista desarrollista que predominaba en el movimiento comunista internacional luego de la muerte de Lenin, regenteado por la ex URSS, según la cual, el “socialismo” era un capitalismo monopolista de estado administrado por el Partido para beneficio del pueblo, algo que debió ser pasajero, una breve etapa del proceso; “necesidad convertida en virtud”, diría Rosa Luxemburgo.
Con el control absoluto del estado sobre la economía difícilmente hubiera simpatizado la gran masa de trabajadores cubanos de los años 50, dado el extendido “anticomunismo” de entonces tenía entre sus bases fundamentales el totalitarismo-estalinista conocido de la ex URSS. La repartición del 30 % de las utilidades propuesta en el programa moncadista, era un anhelo socialista, natural de los trabajadores.
Ese cambio de filosofía política en la dirección revolucionaria cubana respecto al trabajo, pudo tener diferentes causas, pero no fue hasta la debacle del “socialismo real” que sus consecuencias económicas, políticas y sociales para Cuba, han podido apreciarse con mayor claridad por todos los trabajadores. Hoy constatamos el estancamiento actual que sufre el proceso revolucionario cubano en su fase socialista, cuya trabazón principal -descrita en nuestras Propuestas Programáticas para un Socialismo Participativo y Democrático (3)- reside, precisamente, en que las tareas de la socialización, de la fase socialista de la Revolución, básicamente delineadas en el Programa del Moncada, esperan por su cumplimiento.
La dirección histórica no se ha pronunciado a favor ni en contra de las ideas presentadas en dichas Propuestas, hechas públicas el 16 de agosto pasado, que rescatan el socialismo presente en “La Historia me absolverá”; no ha permitido su divulgación en la prensa del Partido; pero tampoco ha reprimido abiertamente su difusión en Cuba por los medios a nuestro alcance. Puede que ella no esté de acuerdo con avanzar en aquellos objetivos moncadistas inconclusos, pero eso no niega –en esencia- la validez del análisis marxista de la situación cubana que entonces les dio vida, ni la actualidad de aquellas metas socialistas nunca alcanzadas por la Revolución.
Todavía no se ha dado a conocer el llamamiento al VI Congreso del PCC. Para ser consecuente con nuestra realidad y con nuestra historia, para evitar la reversión de la Revolución y promover el avance del socialismo en Cuba, sus documentos a discutirse previamente por las bases, deberán contener un análisis marxista sobre la situación actual de la Revolución y su contexto internacional, el cual serviría de base para el establecimiento de las líneas o el programa que se propone. Ojala los acontecimientos internos y externos no precipiten –antes- otros derroteros.
Son las ideas de los hombres y no éstos, las que trascienden y trasciende el pensamiento que se padece y se corresponde con las necesidades socioeconómicas de la época. Perdurará el socialismo de los comuneros de París y el capitalismo que recordará la historia no será el de los burócratas devenidos burgueses. “Los hombres mueren, el Partido es inmortal”, dijo una vez Fidel; y lo será si cumple su misión histórica: captar las esencias del momento concreto, interpretar los anhelos de las masas, presentar un programa que coincida con ellos, lograr el apoyo mayoritario del pueblo y encabezar esa lucha.
Las Propuestas Programáticas para un Socialismo Participativo y Democrático, pretenden tributar a esa importante obra de todo el Partido que debe ser su nuevo programa el cual, esperamos, contemple sus esencias, haciendo honor a la diversidad en la unidad referida recientemente por el Presidente, Raúl Castro; pero ignoradas, aún cuando nunca fue la intención, podrían tomar vida propia, independiente y brotar con toda la fuerza de las tradiciones martianas, socialistas y democráticas que las inspiran, no porque alguien se lo proponga, sino por su correspondencia objetiva con la época histórica.



Socialismo por la vida.



La Habana, 18 de febrero de 2007mailto:2007perucho1949@yahoo.es



1- C. Marx. Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política. C. Max y F. Engels OE en tres tomos. T-I. Editorial Progreso. Moscú 1973.



2-El Programa del Moncada era socialista y está inconcluso.



3-Cuba necesita un socialismo participativo y democrático. Propuestas programáticas.
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martes, 10 de febrero de 2009

La autogestión, las uniones, las uniones de uniones y la sociedad superior.

El monopolio del estado impide el desarrollo de las empresas no priorizadas

Radulfo Páez Para Kaos en la Red

En nuestro socialismo de economía de Estado centralizada, donde la gestión económica se determina a través de presupuestos estatales planificados desde un centro de dirección económica nacional, la gestión de las entidades está predeterminada generalmente por el presupuesto aprobado que decreta realizar o no inversiones para la renovación y acrecentamiento de los medios de producción en todas las empresas.
En Cuba a partir de dicho modelo económico se alargan y acortan los presupuestos correspondientes a cada entidad económica. Estas entidades presupuestadas no pueden según lo establecido disponer directamente de una de parte de sus utilidades para invertir en el aumento de su productividad y en la calidad de sus producciones y otras necesidades para la reproducción ampliada. Sus medios de producción en muchos casos no se renuevan o perfeccionan por falta de recursos y en consecuencia no son rentables, apareciendo los subsidios para el mantenimiento o renovación de sus medios, cuando se hacen imprescindibles las necesidades que ellos cubrirían. Las Empresas rentables que aportan al presupuesto Estatal, vienen entonces a sufragar la ineficiencia de las no rentables mediante el subsidio mencionado, con lo cual, de alguna manera, se prolonga la incompetencia y el insuficiente aporte a la sociedad de las empresas no favorecidas por el presupuesto.
Se observa que los recursos financieros que el Estado acumula por lo general a partir de los impuestos, utilidades de empresas y de otras vías, después son invertidos concentradamente en líneas y ramas que se estiman y eligen para un desarrollo emergente de punta con lo cual se deja el resto, la mayoría de las entidades económicas, sin los recursos y financiamientos para mejorar la escala de su desarrollo productivo, provocando un estancamiento económico generalizado a nivel de casi toda la sociedad de forma permanente que provoca el desabastecimiento en la población y en la entidades que forman parte de la cadena productiva.

Al final se logra una economía con asimetrías determinada por el monopolio del Estado, que centraliza los medios de producción y los recursos financieros y los invierte según su apreciación, pero esto resulta en “descapitalizar” a la gran parte de la empresas no consideradas en la prioridad.
Esa forma de desarrollo desigual de tendencia mono-productiva, ha demostrado tener pocas posibilidades de lograr el desarrollo integral y armónico de la economía en su conjunto.

La Centralización estatal económica se asemeja al papel de los monopolios capitalistas con sus inversiones utilitarias y unilaterales de capital en países subdesarrollados, que producen deformaciones estructurales de sus economías y un desarrollo disparejo.

La solución de este problema no estaría en limitar las líneas de desarrollo emergente, ni las inversiones del Estado en auxilio de la macroeconomía, si no en lograr un aumento paralelo y equitativo de todas las producciones y servicios creados en mayor o menor grado.

Para obtener dichos propósitos podría sustituirse progresivamente las relaciones de producción basadas en el monopolio de la propiedad estatal y el manejo centralizado de los recursos y aplicar la Autogestión Colectiva Socialista transfiriendo progresivamente el control de los centros de trabajo, en condición de usufructo, a sus propios productores para que ellos mismos los hagan funcionar, pudiendo éstos destinar, según lo que establezca la ley, una parte de las utilidades para garantizar las inversiones y la ampliación de la producción y/o los servicios y la productividad en general y evitar que solo crezcan algunos y la mayoría se estanquen o retrocedan, sin dejar de contribuir al estado, a través de los impuestos, fuente de los fondos monetarios de la nación y sin desconocer la parte correspondiente a los fondos territoriales para el desarrollo comunal.
De esta forma se lograrían tres propósitos:

1) Garantizar de forma armónica la gestión de las entidades autogestionadas para el acrecentamiento de sus medios de producción y necesidades de los servicios.
2) Que el Estado con sus efectivos pueda seguir desarrollando las inversiones en las ramas o entidades emergentes para un superdesarrollo, sin dañar o retrasar el normal acrecentamiento de cada una de las entidades económicas de la sociedad sin desproporciones entre estas y las correspondientes a la macroeconomía, y –a la vez- puedan competir en precio y calidad con los productos de los monopolios internacionales.
3) Un aumento de nivel de vida del pueblo, pues todas las empresas crecerían y brindarían mejores ingresos a sus trabajadores. Así se lograría ver el crecimiento económico del PIB, directamente reflejado en el modo de vida del pueblo.
El estado como rector y garante del desarrollo económico podría aplicar una política impositiva armónica para evitar las perdidas de solidaridad en la población sobre la base de que los más rentables, contribuyan con más al desarrollo de los menos rentables. Esto se lograría por una política no de subsidios, sino de créditos estimulantes a las empresas y ramas menos desarrolladas.

Por otro lado el Partido y el Estado podrían influir en la formación de Uniones de entidades autogestionadas con objetos sociales semejantes y con vínculos técnicos, para potenciar sus capacidades dispersas.
Las Uniones podrían analizar y acordar:
• La planificación de la producción y la distribución en la proporción productiva de cada entidad sobre la base de los precios pre-establecidos (acordados Estado- Unión)

• Vincularse a los mercados cooperativos o estatales para la distribución mayorista y minorista, agrícola e industrial.
• Participación en el comercio con el mercado de otros piases, según las regulaciones estatales del comercio exterior y el control e inversiones de las divisas y según sus propias capacidades de divisa.
• Implantación de políticas de precios en común acuerdo con las instituciones financieras y mercantiles del Estado y según las necesidades de consumo de la población.
• Garantizar los niveles de calidad y productividad de cada entidad de la Unión.
• Participar en las decisiones sobre nuevas inversiones y la reproducción de los medios de producción y que los gastos sociales sean aprobados por todos los componentes de las entidades autogestionadas.

• Garantizar que los dirigentes y componentes de los Consejos de Dirección de cada entidad sean elegidos por voto secreto y controlar y disponer la vía de la revocación.
• Planificar el uso colectivo de los medios de transporte y de otros medios de producción.
• Evitar las asimetrías dentro de los componentes de las entidades, conciliar con el Estado el apoyo crediticio necesario.

• Contribuir a la política estatal del pleno empleo garantizando trabajo a la fuerza laboral desocupada. Crear nuevas entidades, construcción de obras de carácter social, etc.
• Trabajar en la sustitución de importaciones.
Las Uniones de la Agricultura tendrían como base en Cuba las Cooperativas de Producción Agropecuarias (CPA) y las Unidades Básicas de Producción Cooperativas (UBPC), estas últimas convertidas en verdaderas empresas autogestionadas agrícolas (el pueblo mantiene la propiedad y los trabajadores el usufructo), donde cada cual reciba de acuerdo a su aporte laboral y los ingresos no sean mediante el salario, sino dependiente de las utilidades de cada unidad productiva. De esta forma se lograría que el hombre estuviera unido a sus medios de producción haciéndolos sentirse sus dueños, obteniéndose como resultado que se sientan autoestimulados y beneficiados directamente por el desarrollo de la producción.
Como puede apreciarse, de esa forma el Estado sigue siendo el Rector y Gestor de la economía; pero no su administrador en cada entidad y dirigir la sociedad y la política económica sobre principios no capitalistas y antimonopólicos y antiimperialistas.

En la medida en que las Uniones se desarrollen y por necesidad de la producción y de la sociedad tengan que irse interrelacionado, se irían estableciendo las Uniones de Uniones con vista a la Sociedad Superior.

La Autogestión puede ser la fórmula para aminorar las capas burocráticas surgidas por las propias necesidades administrativas del Estado todo controlador y de aminorar el despilfarro de recursos, la corrupción, el desinterés, la indeferencia y la apatía existentes en la producción y los servicios.
Seria la forma de trabajo que evitaría el crecimiento económico deformado por la centralización excesiva en las Súper empresas y el estancamiento de la generalidad de las restantes entidades de la sociedad y posibilitaría una integración libre en Uniones de alto potencial y concentración de medios y recursos, pero administrados directamente por los trabajadores.

Como principio de la revolución Socialista toda la propiedad de medios fundamentales de producción se mantendría en el pueblo y el trabajo se realizaría con estos medios de producción en usufructo por los colectivos de trabajadores de cada entidad.

En el sistema de autogestión colectivo, cooperado y participativo la función de los trabajadores sería producir colectivamente bienes sociales y administrarlos democráticamente, poniendo la ejecución de los planes aprobados por el colectivo en manos de dirigentes electos democráticamente por el voto secreto, con medios de producción propiedad del pueblo, pero entregados en usufructo a los colectivos obreros, lo cual posibilita el ingreso autogestionado de los propios productores según las utilidades obtenidas en la proporción del trabajo aportado por cada uno de ellos, no siendo necesaria la participación ni las actuales reglamentaciones burocráticas del intermediario estatal.

Sería el estado en representación del conjunto de la sociedad el encargado de la rectoría, de la planificación económica general del desarrollo del país, que presentaría sus necesidades a las entidades productivas y de servicios, las que harían sus planes teniendo en cuenta las los convenios (sobre cantidad, calidad y precio) alcanzados con los niveles de planificación superiores.

Ante nuestros problemas de improductividad y desequilibrio en la gestión económica no hay porque proceder al desmembramiento de la propiedad del pueblo, a través de la creación de empresas compuestas por grupos de accionistas que es una categoría de la propiedad capitalista ya practicada por países ex socialistas de Europa. Eso sería dar un paso hacia el capitalismo; pues como dijo Fidel y publicado en el diario Granma, el 30 de Enero 1990: ¨la propiedad privada por grupos, en nuestro concepto, no es ni será jamás socialismo, no pasará de algo más que un capitalismo por grupos¨.

Marx explicó en el Capital XXVII del III Tomo del Capital, que las sociedades por acciones eran el primer paso en la descomposición del capital. Pero una vez socializada la propiedad, volver a las sociedades por acciones sería un regreso en dirección al capitalismo.
La propiedad es parte de las relaciones de producción y está determinada por ésta y no al revés. La propiedad es capitalista porque explota trabajo asalariado y produce plusvalía de la cual se apropia el capitalista. La propiedad es socialista cuando el trabajo se organiza según los principios del cooperativismo (propiedad o usufructo colectivo, gestión democrática y repartición equitativa de las utilidades). Por eso Marx y Engels en el Manifiesto Comunista señalaban que la propiedad que había que eliminar era la propiedad capitalista. La propiedad personal, privada, que no explota trabajo ajeno, no es capitalista.

El capitalismo por grupos de accionistas privados que compran y venden acciones, no tiene nada que ver con la autogestión colectiva en cooperativas, o empresas cogestionadas, que significaría la posibilidad de aplicar la forma cooperada de gestión, en la industria, la agricultura y los servicios. Tal y como fue la organización de las cooperativas de producción agropecuarias (CPA), donde no se percibe por el capital en tierra y maquinaria aportado, sino que se reparten las utilidades por aportación laboral; lo que luego se intentó en las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) que creó el Comandante en Jefe entre 1992-1993, (dos años después de su planteamiento anterior, donde confirmaba la validez de la forma de producción cooperativa), cuando se entregó las tierras en usufructo a grupos de obreros agrícola estableciéndose la repartición de los resultados económicos de los ingresos para los trabajadores según su aporte de trabajo, principio que se ha estado violando en muchas UBPC, causa real de los resultados negativos para la producción. Como las UBPC no han funcionado adecuadamente, se han desactivado al alrededor de 100 de estas entidades en el ultimo periodo, cuando lo que debe hacerse es garantizar su efectivo funcionamiento en base al cooperativismo verdadero.

La Habana 8 de febrero de 2009

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lunes, 9 de febrero de 2009

Hacer lo que no se está haciendo





Consolidar el socialismo es el mejor aporte internacionalista de Cuba a la Revolución Continental.



Por Pedro Campos



Las Propuestas Programáticas para un Socialismo Participativo y Democrático, presentadas el 16 de agosto pasado al pueblo cubano con miras al VI Congreso del PCC, expresan:
“Para salvar al pueblo, la Patria y la Revolución urge un nuevo programa socialista, participativo y democrático, capaz de ofrecer soluciones constructivas a esas contradicciones, poner al ser humano –no al estado- al centro de la vida nacional, reanimar el espíritu revolucionario de los trabajadores manuales e intelectuales, reactivar la alianza obrero-campesina, retomar la confianza del pueblo, ganarnos a la juventud, desarrollar la economía, mejorar la vida, destruir los fundamentos del bloqueo enemigo y hacer una contribución más efectiva al renacimiento socialista que tiene lugar en América Latina.” (1)
Efectivamente, uno de sus propósitos es hacer una contribución más efectiva al renacimiento socialista que tiene lugar en América Latina. Es sabido que el socialismo en un solo país, nada más puede ser iniciado, pero nunca consolidado por la sencilla razón de que la economía internacional capitalista lo ahogaría, siendo imprescindible contar con un grupo de países que avance en la misma dirección y posibilite un intercambio que no esté basado en la ganancia, sino en los equivalentes, como se pretendió en el CAME, Consejo de Ayuda Mutua Económica, desgraciadamente deformado y finalmente fracasado.
Salvo los breves períodos del gobierno socialista de Salvador Allende, del primer gobierno sandinista y de la revolución de la Nueva Joya en Granada, la Revolución Cubana estuvo sola en la región en sus propósitos socialistas, no obstante sus esfuerzos por impulsar el movimiento revolucionario continental. Sobrevivía entonces gracias a la ayuda solidaria de la URSS y otros países ex socialistas.
Una valoración desprejuiciada y realista de aquella situación sugiere que además de la oposición del Imperialismo al surgimiento de otras “Cubas” y la reacción de las propias oligarquías latinoamericanas, otro factor que contribuyó al estancamiento revolucionario en la región, fue que la izquierda, el movimiento obrero, comunista y revolucionario latinoamericano en su conjunto no logró aunar, acumular y movilizar fuerzas suficientes en ese período para lograr levantar la revolución continental que los cubanos deseábamos, esperábamos y apoyábamos. Pero las culpas no son solo de ella.
Si es verdad que la izquierda latinoamericana no fue capaz de unirse tras un proyecto común, también es cierto que existían muchas diferencias en cuanto a las vías para llegar al poder, sobre la propia forma de “construir” el socialismo y hasta de su significado. Pero además, y muy importante, el ejemplo de la Revolución Cubano no logró concitar esa unión necesaria en torno a esos factores y muchos revolucionarios valiosos cayeron en el camino tratando de imitarla.
Hoy, a la luz de la debacle del socialismo real, de la propia experiencia de la Revolución Cubana y de los procesos socio-políticos en América Latina y el Caribe, es posible entender que, entre otros, dos importantes factores terminaron por obstaculizar y desestimular la revolución socialista en la región: 1-la vía armada preconizada por Cuba, desde su propia experiencia contra una tiranía, que no lograba los mismos efectos en el resto de la región contra gobiernos llegados al poder por la vía democrático-burguesa y 2-el modelo de socialismo cubano, aún con raíces autóctonas, que estaba altamente contaminado por la experiencia estalinista europea, la cual siempre tuvo un gran rechazo en importantes sectores de la izquierda latinoamericana.
La propaganda imperialista que supo explotar los estrechos vínculos cubano-soviéticos y la bloqueada economía cubana que nunca logró ser un ejemplo imitable a pesar de los subsidios y sus logros en salud y educación se encargaron del resto.
A fines de los 90, el proceso revolucionario venezolano que llega al poder por medios democráticos brinda un respiro a la Revolución Cubana que se había visto obligada a un proceso de ósmosis con el capital internacional en medio de su aislamiento internacional y la delicada situación en la que quedó luego del desastre del “socialismo real”.
Los posteriores triunfos de Evo Morales en Bolivia, de Rafael Correa en Ecuador y del Frente Sandinista en Nicaragua por la vía democrática, así como los de otros gobiernos de tendencia de centro-izquierda en Brasil, Chile, Argentina y Uruguay y ya también en Paraguay, vinieron a confirmar la validez de la vía democrática para hacer avanzar los procesos democrático-revolucionarios en la región, dejando como excepción histórica -hasta ahora- para la revolución cubana, la vía de la lucha armada que sigue presente en Colombia.
El actual estancamiento en el estatismo-burocrático del proceso socialista cubano es incompatible en muchos aspectos con las ideas centrales que están dominando el movimiento de la región hacia el socialismo; pero de un socialismo distinto, de nuevo tipo, en democracia y a partir de ella, con una gran participación de los movimientos sociales y populares, con claras tendencias a cambiar el trabajo asalariado típico del capitalismo y el absolutismo de la propiedad del estatal, que todavía regentean la economía cubana, por nuevas formas cooperativas, autogestionarias y comunales de propiedad social y también con presencia significativa de propiedad y relaciones capitalistas privadas de producción.
La Revolución Cubana necesita que ese movimiento hacia el socialismo en el Continente se fortalezca y avance para consolidarse ella misma, pero esa relación de influencia mutua implica también cambios en el propio proceso cubano que lo hagan más compatible con el movimiento en la región, el cual demanda –a su vez- que la reacción y el imperialismo no puedan utilizar los defectos, errores y desviaciones de la experiencia cubana para obstaculizar su avance. De manera que la rectificación de nuestro camino sería también una bendición para el nuevo socialismo latinoamericano.
Si aparejado a la crisis actual del capitalismo en EE.UU. tuviéramos en Cuba un socialismo que irradiara desarrollo racional, armonía, democracia y felicidad popular, estaríamos incluso en condiciones de influir nosotros positivamente en los acontecimientos por venir en ese país.
Cuba necesita, pues, un Socialismo Participativo y Democrático, no solo para destrabar su estancada socialización, sino también para contribuir al desarrollo socialista en la región y potenciar, en los marcos del ALBA, la coordinación de un conjunto de países avanzando en una misma dirección, que permita establecer comunes mecanismos financieros y de intercambios equitativos, más allá del nivel actual de los que ocurren entre Cuba y Venezuela, que aminoren el impacto de la interferencia multilateral del imperialismo.
Así lo demanda la idea marxista de la Revolución Permanente, luego desarrollada por el líder bolchevique Leon Trotski, y tratada por el revolucionario ruso Vsevolod Mijailovich Eichenbaum, más conocido por Volin, quien abordó su dialéctica intrínseca, en la “Revolución Desconocida”, su visión de la Revolución de Octubre, escrita durante los años de la II Guerra Mundial, al señalar:
“Lenin esperaba que la revolución comunista se extendiera rápidamente a otros países. Sus esperanzas fueron defraudadas… (…) Y cometió otro error al creer que la suerte de la Revolución rusa dependía de su extensión a otros países. La verdad es exactamente lo contrario: la extensión de la revolución a otros países dependía de los resultados de la revolución rusa. Como éstos eran inciertos los pueblos extranjeros dudaban, esperaban detalles, inquirían pero los informes y esclarecimientos se tornaban cada vez más imprecisos y contradictorios…Al ser dudosa la causa, les faltaba el impulso necesario. Pronto vinieron los desacuerdos y las escisiones. Todo esto hizo perfectamente el juego a la reacción que se preparó, organizó y pasó a la acción.
Los sucesores de Lenin…comprendieron intuitivamente que no había tendencia a una extensión de la revolución comunista, sino por el contrario, una vasta reacción contra ella. Comprendieron que esta reacción sería peligrosa para ellos ya que su revolución, tal y como había sido lograda no podía imponerse al mundo…Inmediatamente, los comunistas se esforzaron por explicar la frustración y los desvíos de su revolución invocando “el cerco capitalista”, la inactividad del proletariado mundial y la fuerza de la reacción internacional”.
La experiencia de la revolución de Octubre y de la propia Revolución Cubana demuestran que la dialéctica intrínseca de la Revolución Permanente estriba en que la extensión de la Revolución a otros países dependerá de los propios triunfos de la revolución, la que a su vez queda sujeta a dicha extensión; y no en esperar o pretender imponer la revolución triunfante en otros países para que venga en su ayuda.
En consecuencia, el deber fundamental de la primera revolución socialista en el continente latinoamericano es servir de ejemplo positivo, mostrando la satisfacción de sus propios trabajadores y su pueblo con sus logros socialistas, aún por alcanzar. Ese sería el mejor de los aportes internacionalistas de Cuba a la revolución socialista en la región.
La Habana 6 febrero de 2009. En el cumpleaños del legendario, inolvidable y querido por todo el pueblo, Comandante Camilo Cienfuegos.

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1-Cuba necesita un socialismo participativo y democrático. Propuestas Programáticas.

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miércoles, 4 de febrero de 2009

El Programa del Moncada era socialista y está inconcluso

¿Por qué tanto se ha negado el carácter socialista del programa del Moncada? ¿Por qué no se ha cumplido su contenido socialista hasta ahora?

Pedro Campos Para Kaos en la Red

"La política es el conocimiento del país, la previsión de los conflictos lamentables
o acomodos ineludibles entre sus factores diversos u opuestos"
José Martí.

A propósito del 50 Aniversario del triunfo de la Revolución, algunos historiadores retomaron el tema del carácter del Programa del Moncada. Siempre se dice que era democrático, agrario, antiimperialista, no socialista. Pero si por socialismo se entiende un nuevo régimen económico-social basado en nuevas relaciones de producción, el programa del Moncada también tenía -sin usar el nombre- contenido socialista, aún por implementarse consecuentemente.
En su alegato ante el tribunal que lo juzgó por el asalto al cuartel Moncada, Fidel había delineado claramente un programa político y económico que iba mucho más allá de la simple restauración de la constitución del 40 y las libertadas conculcadas, y contenía claros elementos que lo identificaban con el socialismo, sin mencionarlo, pero no con el "socialismo" estatista estalinista de moda en el Siglo XX, sino con el de Marx, también por el método de análisis usado en él, pero sobre todo por sus metas socio económicas y vías para lograrlas. Para quienes lo duden o deseen confirmarlo, a continuación unos pocos fragmentos de la Historia me absolverá:
"En el sumario de esta causa han de constar las cinco leyes revolucionarias que serían proclamadas.
-La primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de 1940 como la verdadera ley suprema del Estado, en tanto el pueblo decidiese modificarla o cambiarla, y a los efectos de su implantación y castigo ejemplar a todos los que la habían traicionado, no existiendo órganos de elección popular para llevarlo a cabo, el movimiento revolucionario, como encarnación momentánea de esa soberanía, única fuente de poder legislativo, asumía todas las facultades que le son inherentes a ella, excepto de legislar, facultad de ejecutar y facultad de juzgar.
Esta actitud no podía ser más diáfana y despojada de chocherías y charlatanismos estériles: un gobierno aclamado por la masa de combatientes, recibiría todas las atribuciones necesarias para proceder a la implantación efectiva de la voluntad popular y de la verdadera justicia. A partir de ese instante, el Poder Judicial, que se ha colocado desde el 10 de marzo frente a al Constitución y fuera de la Constitución, recesaría como tal Poder y se procedería a su inmediata y total depuración, antes de asumir nuevamente las facultades que le concede la Ley Suprema de la República. Sin estas medidas previas, la vuelta a la legalidad, poniendo su custodia en manos que claudicaron deshonrosamente, sería una estafa, un engaño y una traición más.
-La segunda ley revolucionaria concedía la propiedad inembargable e intransferible de la tierra a todos los colonos, subcolonos, arrendatarios, aparceros y precaristas que ocupasen parcelas de cinco o menos caballerías de tierra, indemnizando el Estado a sus anteriores propietarios a base de la renta que devengarían por dichas parcelas en un promedio de diez años.
-La tercera ley revolucionaria otorgaba a los obreros y empleados el derecho a participar del treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo centrales azucareros. Se exceptuaban las empresas meramente agrícolas en consideración a otras leyes de orden agrario que debían implantarse.
-La cuarta ley revolucionaria concedía a todos los colonos el derecho a participar del cincuenta y cinco por ciento del rendimiento de la caña y cuota mínima de cuarenta mil arrobas a todos los pequeños colonos que llevasen tres o más años de establecidos.
-La quinta ley revolucionaria ordenaba la confiscación de todos los bienes a todos los malversadores de todos los gobiernos y a sus causahabientes y herederos en cuanto a bienes percibidos por testamento o abintestato de procedencia mal habida, mediante tribunales especiales con facultades plenas de acceso a todas las fuentes de investigación, de intervenir a tales efectos las compañías anónimas inscriptas en el país o que operen en él donde puedan ocultarse bienes malversados y de solicitar de los gobiernos extranjeros extradición de personas y embargo de bienes. La mitad de los bienes recobrados pasarían a engrosar las cajas de los retiros obreros y la otra mitad a los hospitales, asilos y casas de beneficencia.
-Estas leyes serían proclamadas en el acto y a ellas seguirían, una vez terminada la contienda y previo estudio minucioso de su contenido y alcance, otra serie de leyes y medidas también fundamentales como la reforma agraria, la reforma integral de la enseñanza y la nacionalización del trust eléctrico y el trust telefónico, devolución al pueblo del exceso ilegal que han estado cobrando en sus tarifas y pago al fisco de todas las cantidades que han burlado a la hacienda pública.
-El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo; he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política.
-Un gobierno revolucionario, después de asentar sobre sus parcelas con carácter de dueños a los cien mil agricultores pequeños que hoy pagan rentas, procedería a concluir definitivamente el problema de la tierra, primero: estableciendo como ordena la Constitución un máximo de extensión para cada tipo de empresa agrícola y adquiriendo el exceso por vía de expropiación…; segundo: repartiendo el resto disponible entre familias campesinas con preferencia a las más numerosas, fomentando cooperativas de agricultores para la utilización común de equipos de mucho costo, frigoríficos y una misma dirección profesional técnica en el cultivo y la crianza y facilitando, por último, recursos, equipos, protección y conocimientos útiles al campesinado."
(Hasta aquí las citas de la Historia me absolverá, los subrayados y las negritas son míos)
Todas estas leyes y planes revolucionarios, aplicados consecuentemente, minaban por completo el sistema de explotación capitalista; pero muy especialmente los dos que estaban destinados a cambiar las relaciones de producción asalariadas, inherentes al capitalismo, por nuevas relaciones de producción socialistas de tipo cooperativo-autogestionarias: la tercera ley –nunca cumplida-, que otorgaría participación a los trabajadores en el 30 % de las utilidades de las empresas, lo que implicaría afectar la plusvalía -la esencia del capitalista trabajo asalariado- puesto que las otras dos terceras partes de las utilidades generalmente van a la reproducción ampliada y a los impuestos diversos; y la propuesta de fomentar las cooperativas de agricultores con el resto de la tierra no repartida, el 90 % de la intervenida que quedó en manos del estado, después de entregada la tierra a los que ya la trabajaban y no eran dueños, aún por ser cooperativizadas.
Dadas estas precisiones, puede afirmarse categóricamente que el Programa del Moncada contenía claras intenciones de cambiar las relaciones asalariadas capitalistas de producción en la ciudad y en el campo además de ser democrático, agrario y antiimperialista avanzado, y que las promesas propiamente socialistas no se han acabado de implementar aún. Incluso, alguien pudiera afirmar eufemísticamente que sí se ha cumplido indirectamente tal participación obrera en las utilidades por medio de la "redistribución social" que a su parecer hace el estado de todo el excedente del que se apropia, pero en el texto queda claro que no se refería al estado.
Lo que caracteriza, identifica, a un sistema económico social, son sus relaciones de producción, la forma en que se organiza, explota y estimula el trabajo. Marx, Engels y Lenin (*) establecieron con toda claridad que la explotación asalariada del trabajo tipifica las relaciones capitalitas de producción y que las relaciones de producción genéricas del nuevo sistema socialista serían las existentes en el régimen cooperativo, también conocido como autogestión obrera. Aquí la propiedad, o el usufructo, pertenecen al colectivo de trabajadores que democráticamente dirige la gestión y reparte equitativamente entre ellos la parte de las utilidades de la que se apropiaba el capitalista privado. La actualización de este tema ya ha sido abordada por muchos autores socialistas en libros, artículos y ensayos disponibles en la red digital.
¿Alguien tiene dudas de que la repartición entre los trabajadores de una parte de las utilidades y el cooperativismo propuestos en el Programa del Moncada son maneras fundamentales para cambiar el sistema asalariado de explotación capitalista?
¿Por qué se insiste entonces en negar el carácter socialista del Programa?
¿Alguien afirmaría que se incluyeron esos aspectos en el Programa sin conocerse sus profundos significados o sólo para ganar el apoyo de los trabajadores y luego olvidar esas promesas?
¿Por qué no se han cumplido esos contenidos socialistas del Programa hasta ahora?
Mientras aparezcan otras respuestas convincentes, lógicamente, cada uno tendrá las suyas.
Es claro: cualquier análisis del Programa, a partir de los diseños del estalinismo y otros esquematismos, podría concluir que no era socialista por el simple hecho de que no mencionaba la palabra socialista ni ensalzaba "el papel del partido comunista, ni de la clase obrera, ni de la propiedad estatal en la construcción socialista", pasando por alto lo esencial: el ataque a fondo al trabajo asalariado con la repartición obrera del 30 % de las utilidades y el cooperativismo.
Para los dogmáticos de todos los sellos, los trabajadores en el socialismo seguirían siendo "obreros asalariados", no cooperativistas cultos libres y asociados como creían los clásicos, a los que no citan sobre el carácter cooperativo del socialismo. Siguen hoy sin percatarse de que el "obrero asalariado" es el trabajador del capitalismo, no el trabajador del socialismo, quien no trabajaría ya por un salario para que el capital privado o estatal succione la plusvalía, sino por la repartición equitativa de una parte de las utilidades empresarial y socialmente.
Los que buscan el "socialismo" fuera de Marx y no entienden la esencia de la explotación capitalista asalariada, menos comprenderán que la simple repartición de una tercera parte de las utilidades es un cambio decisivo en las relaciones de producción, que desarticula la plusvalía de la que se apropia el capitalista.
Al programa moncadista se le niega el carácter socialista y no ha terminado de cumplirse, por el tipo de esquema estato-centrista-asalariado impuesto al proceso socialista cubano, especialmente desde 1962, originado en la combinación de tres factores principales: 1- la propia forma en que la Revolución llegó al poder; 2-las ideas predominantes en el viejo partido comunista, 3-la dependencia de la URSS ante la agresión y el cerco imperialista. Tal concepción, como en todas partes donde se ha aplicado, generó una capa burocrática que, primero inconcientemente y ya hoy a punto de convertirse en clase para sí, se las ha arreglado durante 50 años para controlar ella todo el excedente y decidir sobre su uso, hacer primar el centralismo sobre la democracia, controlar las palancas del poder y mantener alejada a la revolución de su original y auténtico camino socialista.
El enfrentamiento temprano al cercano y agresivo imperialismo, brindó muchos asideros a la centralización de todo tipo, al de los excedentes, al militarismo sobre la milicia popular, al rechazo y represión a la más mínima diferencia, a la postergación y desvío de los mecanismos democráticos y a los demás fenómenos que caracterizaron el "socialismo real", sin llegar aquí a los extremos sangrientos del estalinismo ruso. La agresión y el bloqueo imperialistas justificaban un estado de guerra permanente y hacían prevalecer el pensamiento de Maceo que tanto lo enfrentó a Martí: "mientras dure la guerra solo debe haber en Cuba espadas y soldados", quizás por eso algunos prefieran que no levanten el bloqueo.
El del Moncada era más socialista que el propio programa del viejo Partido Comunista, que jugó un importante papel en la lucha por reivindicar los derechos de los trabajadores y en otros ámbitos en la neo-colonia; pero nunca se planteó otorgar esa participación obrera en las utilidades y no pasaba de promover un capitalismo de estado bajo control del partido, con algo de cooperativa agrícola, como santificó el estalinismo, causa básica del desastre del campo socialista y de nuestro actual estancamiento. Era lo que entonces muchos consideraban "socialismo". La idea anticapitalista y socialista de repartir las utilidades es extraña al viejo esquema estato centrista estalinista y llegó al programa del Moncada por la amplia y rancia tradición socialista en la historia del movimiento obrero cubano desde fines del Siglo XIX.
En 1960, en cumplimiento del programa moncadista, con las tierras que se le quitaron a las empresas capitalistas norteamericanas, por iniciativa de Fidel, se creó el sistema de cooperativas cañeras, el paso socialista más trascendente que ha dado la revolución, que puso en manos de 120 mil trabajadores agrícolas convertidos en cooperativistas 70 mil caballerías de las mejores tierras de cultivo y cerca del 50 % de la caña, la materia prima de la primera industria nacional, con una estructura nacional técnico-metodológica y otra horizontal gestiva. No fue por casualidad que la zafra más grande de la Revolución, antes del plan de los 10 millones fuera la zafra 60-61 de 6,8 millones de toneladas de azúcar y también la menos costosa.
En 1962, cuando Fidel entregó la dirección del INRA a Carlos Rafael Rodríguez, el sistema de cooperativas cañeras fue desactivado, las cooperativas convertidas en granjas del pueblo y los 120 mil cooperativistas fueron despojados del usufructo de esa tierra y reconvertidos en obreros asalariados, dogmáticamente "proletarizados", iniciándose así el largo y tortuoso camino de la destrucción de nuestra primera industria. No fue la intención, pero sí el resultado (1). Fue un retroceso en la socialización iniciada y el primer paso hacia su estancamiento. Las CPA, Cooperativas de Producción Agropecuaria, que agrupan a campesinos dueños de pequeñas parcelas, continuaron funcionando y constituyen hoy el único sector propiamente socialista de la economía cubana y son, junto a los campesinos individuales, los de mayores rendimientos.
De entonces acá ha habido otros intentos de más-menos socialización con la autonomía empresarial planteada en el SPDE, Sistema de Dirección y Planificación de la Economía -1975/1985-, el amplio desarrollo del trabajo por cuenta propia, las Unidades Básicas de Producción Cooperativa -UBPC- y el Perfeccionamiento Empresarial, planes mediatizados o frustrados siempre por el aparato burocrático, opuesto a modificar la organización asalariada-estatista del trabajo y las formas de propiedad y usufructo, lo cual implicaría reducir su poder real y cederlo a los colectivos sociales y de trabajadores y a los trabajadores individuales.
Se termina de cumplir el Programa democrático y socialista del Moncada, que impulsó a esta Revolución, se retoma el camino de la amplia cooperativización y se avanza decididamente del estatismo a la socialización, como vía fundamental para salir del actual estancamiento y combatir la corrupción y el burocratismo propios del estatismo, o desgraciadamente la plena restauración capitalista podría llegar más temprano que tarde, traída de la mano de esos engendros.
Sólo hay que empezar a cumplir los aspectos socialistas pendientes: la participación de los trabajadores en parte de las utilidades que equivale a comenzar a sustituir el trabajo asalariado que tipifica al capitalismo y desarrollar un amplio y generalizado sistema de cooperativas con la tierra restante. Ni más ni menos que el corazón mismo de la parte económico-social de nuestras Propuestas Programáticas para un Socialismo Participativo y Democrático.
Algunos burócratas, sin argumentos para sostener sus posiciones, ahora pretenden estigmatizar como "oportunistas", "revisionistas" y "extremistas" a quienes desde las propias filas comunistas defienden aquellas mismas metas moncadistas –no concluidas-, genuinamente marxistas. Afectarían la cohesión revolucionaria. Sería grave error y falta de previsión.
Pero si tal coincidencia motivara alguna acusación, por ella valdría la pena ser sentenciado a cualquier condena.
Socialismo por la vida.

La Habana, 29 de enero de 2009. 156 Años cumpliría el Apóstol, autor intelectual del Asalto al Moncada, al decir de Fidel.

Nota.
El artículo es publicado en fecha posterior por dificultades con el acceso a Internet.

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Vivir, mirar y soñar Cuba

“socialismo” y socialismo suenan parecidos, pero no es lo mismo, ni se construye igual.
(Un camarada y un amigo)

Carlos Ignacio Pino Para Kaos en la Red

Cuando se mira a América Latina, aunque sea a vuelo de gorrión, es muy difícil no alabar al Gobierno cubano. Y es por ello que europeos y latinoamericanos terminan por acusarnos de “miameros” (1), a nosotros, los cubanos que no vivimos tremolando las banderas del oficialismo isleño –además de acusarnos a de que solo vemos las manchas en el sol. Pues desde el Río Bravo hasta la tierra del fuego –y dándose un saltico por las islas del Caribe–, enseguida se nota que el continente está bien revuelto. Pues según algunas publicaciones las ciudades más violentas del mundo están en este continente. México, Colombia, Brasil y Venezuela, tienen ese homicida honor. Y junto a eso, en el plano político, mientras más se sabe sobre la actualidad de Bolivia, Ecuador, Venezuela, es más evidente que la Izquierda no gana espacios en el mundo, como se afirma con el triunfalismo que nos caracteriza. Cuando lo que en realidad gana es la idea –y los sueños– de la Izquierda; porque se intenta mucho del socialismo utópico, pero se hace menos de lo que se puede por el verdadero socialismo.
Luego, y como contraste, en Cuba tenemos seguridad en las calles, la atención médica gratuita –que no es de primera calidad, pero es mejor que nada–, la educación para los niños y los jóvenes –que aunque deja mucho que desear, hay otros que ni siquiera maestros emergentes tienen. Sin embargo no es Cuba un modelo a seguir, ni es un modelo exportable; ni por fuerza, ni por ideología. Más allá de cualquier adjetivo que defina la actualidad del modelo –como gastado, impracticable o senil– se puede afirmar que Cuba no es un modelo exitoso de sociedad, por tanto no es un modelo.
Porque en Cuba lo que aún se denomina Revolución se estancó y no quiere, ni puede, ir más allá. No con este modelo. Puesto que sus líderes se congelaron en sus concepciones filosóficas, en sus metas sociales, y lo único que funcionó –si se le puede llamar así– fue el desmantelar la economía e implantar una falsa idea de la economía socialista; que no tiene mucho de economía y menos de socialista.
Pero mirando a América Latina, sigue siendo difícil criticar al Gobierno, a pesar de que no somos felices aquí. Así que uno dice lo que piensa y deja de importarle lo que pueden pensar la gente que se clasifican como Izquierda en otros lados del mundo, o los oficialistas del patio. Ninguno parece entender que el problema grave de Cuba, no es donde está, ni de dónde vino. El problema es a dónde va, y la isla no va a ningún lugar. Desde esa ignorancia de Cuba –por desconocimiento o por necesidad– se atreven a sugerir “confórmense”, afincándose el trasfondo de la torcida realidad del tercer mundo latinoamericano.
Aunque se puede argumentar –y demostrar– que conformarse no es una actitud socialista, lo peor es que no es siquiera razonable. Personalmente nunca me he conformado, no pretendo hacerlo, digan lo que me digan los que lucharon antes, o los que viven otras realidades. Es condición del ser humano ser inconforme, y es esa la actitud que nos empuja hacia el futuro. Un verdadero revolucionario es más inconforme aún. Y valdría aclarar –por si a alguien no le queda claro– que la resignación ante la realidad como política de estado, es lo que Marx llamó el opio con que el poder duerme al pueblo, en su afán de permanecer.
Sí, y para sorpresa de ellos, podemos aceptar que se ha caminado bastante. Que la Revolución hizo cosas, que al mirar atrás pueden dejarnos admirados. Sin embargo no es suficiente, que nunca lo será. Más cuando eres consciente de que a Cuba no se le puede comparar con Latinoamérica, ni con el norte, ni con Europa. Los patrones de comparación tienen que ser otros y más reales. Por eso a Cuba hay que compararla con lo que pudieron hacer, con lo que podemos hacer; con el proyecto social posible. No hay otra comparación digna de ser tenida en cuenta. Y no es que sea esta una verdad absoluta. Pero sin dudas es una verdad que es cada vez mayor. Porque todos hacemos lo mismo. Comparamos a la realidad de Cuba con nuestros sueños, y aunque no soñemos exactamente lo mismo, el resultado es siempre igual: El inmovilismo –y sus apóstoles burócratas– pierden por K.O. en el primer asalto.
Las personas que componen el Gobierno de este país lo saben. Cuba sólo es comparable con las promesas y los sueños que ellos mismos pusieron en nuestras mentes –y vaya que florecieron. Sin embargo como con estas comparaciones siempre perdería la realidad gubernamental, es por esto que las comparaciones oficiales son siempre de cara a Haití o cualquier otra más desgraciada realidad. Nunca se compara con el horizonte que no llegó, y sí con el pasado desde donde prometieron un horizonte muy diferente al actual. Mucho menos habla el Gobierno del horizonte por llegar, ni promete nada. Quizás porque de antiguas promesas incumplidas, y medias verdades para justificarlas, ya estamos hasta la coronilla.
Por lo cual, y como pertenezco a la Generación de los inconformes, escribo, critico y hablo. Pero me pregunto ¿qué hemos hecho, nosotros, la Generación de los inconformes para exigir a este Gobierno más derechos, nuevas metas, la oportunidad de hacer? Me pregunto tal cual me preguntó hace unos años una de las inmovilistas más militantes que conozco, ante mi andanada de críticas al Gobierno: ¿Qué has hecho tú por este país? Y para ella –para ellos– el no haber hecho, el haber nacido cuando la Revolución estaba consolidada, invalidaba muestro derecho a pensar, a decir, a intentar. Meritocracia aparte, eso es más que absurdo, porque es ridículo.
Los años han pasado. Por mi parte puedo decir que he hecho poco por este país, ni más ni menos como la mayoría de mi Generación. Lo que ya no pueden decir es que no lo hemos intentado –aunque hasta ahora no tenemos más resultados que algunos chichones en la cabeza y alguna que otra cicatriz sin sanar en el corazón. Intentos sin resultados reales y el rencor a la burocracia, son esos los logros de la Generación Inconforme. Supongo que es la condición de haberlo intentado cada cual por su lado, a veces hasta el cansancio, pero es sabido que una mujer o un hombre solo, no valen mucho.
Además, desde tanta propaganda oficial cotidiana y continua, y tamizado nuestro presente por tantos fracasos personales cuando hemos intentado hacer, mi Generación ha terminado convencida que nada se puede hacer. Como si sólo ellos –la Generación Histórica y su ejército de burócratas– pueden y saben hacer. Incluso asistimos por estos días a la casi criminalización de nuestras aspiraciones, de nuevo. Porque no queremos trabajar para un Gobierno que no nos permite soñar nuestros sueños, menos trabajar por ellos. Porque no queremos aceptar la vida tal como la impone una desfasada estructura de valores. Porque no queremos jugar su juego.
A veces pareciera que es un delito ser joven, si no se es oveja dispuesta a que te esquilmen todos tus sueños, con el pretexto del invierno o del bloqueo. Parece un delito, y no lo es, cuestionar la realidad de la isla, los logros y los fracasos, los métodos del Gobierno –sobre todo aquellos que no dieron resultados positivos y aún así se quieren repetir. Peor si se nos ocurre cuestionar el Gobierno en si mismo.
Hay una cosa ya debemos haber aprendido –a pesar de que será siempre contraria a la recomendación de nuestros mayores– no se puede luchar por los caminos que hoy se permite en las estructuras del Estado. Porque el silencio es la respuesta habitual, y los pedidos de confianza en la dirección de la Revolución terminan con cualquier debate que no puedan ganar –si acaso pueden ganar alguno. Por eso creo que hay que encontrar nuevas vías, intentar nuevas formas. Nuestras vías y nuestras formas.
El tiempo sigue pasando. Silenciosamente. Así estamos viviendo, mirando y pensando, pero sin hacer, sin decir. Sin unirnos para reclamar nuestros sueños de país, de proyecto social, de horizonte futuro. Justificaciones hay muchas para no hacer, entre ellas el miedo a ser declarado “miamero” o a cualquier otra cosa, pues ¿quién no hace algo ilegal para sobrevivir en esta realidad? Sin embargo espero que a ustedes les dé más miedo que el tiempo pase en la inmovilidad, en la supervivencia, en la emigración, o en la espera perfecta donde ningún sueño llega ni se cumple, como la de los últimos 20 años.
Me pregunto y les pregunto ¿Nos vamos a quedar así, en silencio y sin hacer? ¿en la calle y sin bailar?

Carlos Ignacio Pino
carlos.ignacio69@gmail.com

Cuba, Ciudad de la Habana, Centro Habana, el 26 de Enero del 2009

(1) “Miamero” es un adjetivo –totalmente inventado para la ocasión– con el que me clasificaba cierto amigo de Izquierda Unida y de paso descalificaba, medio en broma y medio en serio, los argumentos que no podía rebatirme (hasta que estuvo en la isla en una visita no oficial)
NOTA: Para saber cuáles son mis intenciones políticas y económicas la mejor solución es leer la plataforma programática de Pedro Campos –que es tan de él como nuestra, solo que Perucho la escribió con la colaboración de otros compañeros antes y mejor. Ese texto lo pueden encontrar en Kaos en la red, en El tintero colectivo o en-cuba.com; para los que no tengan internet pueden pedírmelas a mi correo. Espero que al leerlos entiendan y sientan lo mismo que yo, que solo me puedo preguntar ¿dónde está mi socialismo? ¿Por qué sólo existe el “socialismo” en Cuba? Ese socialismo entre comillas, que tiene algunas políticas sociales y el resto de estalinismo sin Siberia.

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De la indigencia al Indigenismo. Con botas de 7 leguas.

El indio americano. De bestias humanas a criaturas protagónicas. Sus victorias en Bolivia y Ecuador son el comienzo del fin de los racismos y las supremacías étnicas y oligárquicas en el continente.

Félix Guerra Para Kaos en la Red


Al genuino indio de Sudamérica, es decir, en su identidad literaria y en consecuencia cultural y humana, lo descubrieron dos peruanos inmensos: el poeta César Vallejo y el novelista José María Arguedas, que resurgieron en épocas contiguas de las profundidades de esos micro y macromundos, de sus milenarias cosmogonías, con lenguaje y visión que traslucían semejantes realidades históricas y trascendentes complejidades.
En ese tremedal resbaladizo (histórico-literario), habían patinado antes, sin excepción, “indigenistas” e “hispanistas” reputados.
La labor de estos dos gigantes fue búsqueda y culminación. En Arguedas, en particular, tuvo que ocurrir lo previo: vivir y sentir, sufrir y pensar, como indio. Su poética no es la fachada de un estupendo antiguo edificio exótico, desmigajado y deslumbrante, sino el retrato del costillar y los pulmones propios.
FIESTA DEL JAGUAR
Una noche, en una habitación del Hotel Riviera, fui presentado a Arguedas, en ocasión de su visita a Cuba.Yo era el poeta advenedizo, claro,él, el maestro, por supuesto. Enseguida, sin embargo, gracias a la extrema naturalidad de José María, nos entendíamos en un tú a tú que dejó fluir la charla.
La charla transitó de México hasta los límites sureños del continente americano y versó sobre todo de literatura latinoamericana. Pero se detuvo principalmente en esas locaciones donde el indio es mayoritario y transita un camino que va claramente de la indigencia al indigenismo, una épica de500 años y que comienza con la Conquista europea cuando en América no vivían sino criaturas de cobre y piel ámbar que acumulaban con devoción sus dioses autóctonos.
Les fue arrebatado todo. Y fueron empujados a la periferia de la periferia.
Esas nociones no fue necesario conversarlas, las dimos por sentado.
El diálogo fue amplio, sincero, estremecedor por momentos.
Pregunté lo necesario y lo innecesario. Arguedas, sin embargo, entendía como prioritario lo que califiqué anticipadamente como innecesario. Y se divertía con mis escaramuzas reporteriles.No se hacía de rogar, y aunque entono pausado y lento, liberó de sus ataduras las interrogantes.
Por turno, le tocó a Guimaräes Rosa. Se explayó en consideraciones acerca del gran brasileño. Afirmó que si la literatura podía ir más allá en su relación con el hombre, con el indígena americano, Rosa lo hizo con una poesía que palpaba el suelo ardiente del sertón y luego la luz nocturna de los astros.
Su manera de contar es una serpiente en la manigua, no por el veneno, sino por el serpentear milagroso del lenguaje, que se adentra en sus propios meandros y resurge por donde no se le espera. Es sinfonía, una maravilla, idioma sorprendente, cortado y vehemente, con enormes sugerencias, que inventa a cada oración.
Le siguió Rulfo, mexicano que sabe fundar. Su retrato del hombre de campo, del indígena, me recordaba a Picasso -dijo: son Guernicas americanos lo que escribía, bocas de no me maten, cadáveres despatarrados bajo la metralla del hambre, fantasmas deambulando sobre la ruina de una civilización dada por muerta.
Sus relatos del Llano en llamas me conmovían hasta la tristeza, y a la vez me exaltaban como escritor, porque las tragedias de América, casi todas herencias de la Conquista, están grabadas con fuego en las mejores página de la literatura latinoamericana. En particular, de Rulfo.
Conocí a Lezama alguna vez, en la Unión de Escritores --recordó--. El poeta era colosal y poético hasta por el verbo hablado, hasta en el gesto de encender el simple tabaco americano, si es que hay simpleza en una hebra cosechada en la tierra del mejor tabaco. Sus volúmenes de poesía, sus novelas y ensayos, lo que alcanzo a leer hasta hoy, deja entrever una mano clásica y a la vez atrevida y majestuosa, que no para en convencionalismos ni escuelas.
Es un señor de la palabra, ajeno a definiciones. Un portento que camina bamboleando la gruesa humanidad, pero que conquista al amigo y al lector con un par de volutas de su humo literario. Su poesía es lo más enigmático y sugerente que conocí hasta hoy.
Gabriel García Marques se echó al mundo en uno de sus bolsillos con Cien años de soledad, un aislamiento remoto y mágico, repleto de ecos literarios y gitanos paridos en nuestros propios páramos y donde se engendraba casi la totalidad de las potencialidades americanas.
Gabriel se desayunó con William Faulkner quizás, tomó bocadillos de Gunter Grass, una cena carpenteriana, afirman, mas parió una criatura colombiano-americana, del mundo, con ribetes fascinantes, incomparable, una especie de víbora-anaconda que te seduce con la flauta gigante de la imaginación.
A Borges hay que colocarlo en la cúspide también entre los primeros. Un americano que viajó alas diversas latitudes de la cultura, hacia adentro y hacia afuera, con pasaje en primera clase. Con lentitud de gran abolengo. Borges, en realidad, es irreverente con la literatura fosilizada del continente e Hispanoamérica, caída en formatos obsoletos.
El renace, sale de una vieja estirpe con un rostro de estreno. El gaucho de él, sin ser él un gaucho, es tan genuino como los indígenas de Rulfo. Pero el saltó comogran delfín y fue de la Patagonia al Himalaya, de la India y Arabia y China a los arrabales argentinos. Lo hizo siempre con gusto exquisito, puliendo con esmero y lujo sus párrafos, a semejanza de las esculturas de Fidias a Rodin.
¿Y Alejo Carpentier? Hummm, Carpentier está debajo de nosotros. Quiero decir que, siendo nuestro contemporáneo, se adelantó y pisó con pie definitivamente americano el suelo del continente. Trae de Europa una comprensión barroca y a la vez vanguardista, eclecticismo de lujo, asociada a intenciones vanguardistas y renovadoras, y encuentra a cada paso, en La Habana y el Caribe, circunstancias ingenuas e intensamente barrocas y mestizas.
Es el gran cronista de la Conquista y sus secuelas, 4 siglos más tarde. Nadie como él encarna el cronista de Indias, pero superando mucho los antecedentes, convirtiendo la narración de un mundo que se descubre en un mundo que se revela y busca propia identidad. La panoplia de su lenguaje, el retablo de su idioma, enriquecidos ambos por una voracidad universal, es paradigma de la literatura del continente.
Cuando se agotaron las preguntas, a mi pesar, la madrugada ya era dueña de un vasto cielo estrellado apuntando a otro desenlace matutino.
RIOS PROFUNDOS

P: Creo que su obra es un río profundo y una fiesta del yawar, -opiné, sin estar convencido de las afirmaciones. Me pareció ingeniosa la insinuación, y entonces era yo no solo el poeta advenedizo sino además un joven periodista ambicionando deslumbrar al interlocutor.
Arguedas: Aprendí temprano a hablar el quechua, no en la escuela sino en la vida. Vi al sirviente indígena alquilado encasa señorial. Compartí sus trabajos y angustias, las penas duraderas, nostalgias de una gran cultura. A algunos enseñé español, como arma para ampararse de dificultades cotidianas, tratando de aliviar dolores milenarios de la raza. Después de aprender yo mismo el español y descubrir el mundo, no encontré mejor arma que la literatura, para improvisar barricadas de resistencia.
Algunos antecesores, sin orientar la brújula en dirección correcta, pintoresqueaban un indio folclórico, intrigante o ingenuo, perezoso y sodomita. O con ojo paternal, el indio deslumbrando con dioses y culturas de occidente, listo a extender manos pedigüeñas. En algunos casos fue una literatura desmañada, torpe, o textos de vitrina, con aristas de cristales importados.
En mi patria yel continente, descubrí atento la enorme atracción y fusión de culturas, india y europea, pero advertí el desprecio del blanco con fortuna, a fuer de expoliar recursos naturales y humanos, así como el rostro agachado de una etnia y una cultura que no se dan por vencidos. La Visión de los vencidos, compilación de historias indias americanas, es la mejor demostración de que los vencidos aspiran siempre a una propia hora de redención, que de forma inevitable llegará, estimo yo.
EL TIEMPO TRAE MAS CAPITULOS
El drama indígena no deja intocada ninguna pulgada de tierra en América.
En USA la supremacía blanca sobre el indio llegó de manos de revólveres y escopetas. Casi se suprimió a las tribus de una sociedad indígena que pobló originalmente el norte del continente y deja rastro de culturas y cosmogonías únicas. El resto permanece marginado aún, cuando allí comienza una Era donde el síndrome genocida del color de la piel debe sufrir grandes traumatismos.
Cuba y las Antillas fueron el escenario de guerras muy desiguales, donde el conquistador europeo aniquiló a los primitivos habitantes hasta casi exterminarlos. Hoy quedan restos arqueológicos y mestizaje que apenas se nota en algunas comarcas del Gran Archipiélago.
El drama de México y Centroamérica multiplicó los horrores con cada embestida conquistadora. En el sur, que es nuestro Sur y nuestro Norte, ningún territorio queda fuera de los mapas de la barbarie. Ni Brasil ni Paraguay ni Uruguay. Ni Argentina ni Chile ni Venezuela ni Colombia. Ni Belice ni Suriman,
Ni Perú, donde el indio erigió una gran civilización que no maravilló al recién llegado conquistador sino que fue un incentivo más para saqueos, el asesinatos, dictadura de las metrópolis, el derrumbe de culturas y civilizaciones.
Antes ocurrió con aztecas, mayas, toltecas y otros, convirtiendo en ruinas y melancolía el esplendor de grandes culturas
Los vencedores escribieron borradores de la historia de esa época, de sus victorias, de los agónicos atardeceres, me digo yo ahora, recordando aquella memorable charla con Arguedas.
Pero los vencidos no lo son definitivamente, nunca, porque la Historia no tiene fin visible y luego el tiempo trae más y más capítulos. Al final la historia compleja demuestra cómo los vencidos reviven de sus cenizas y son siempre el ave Fénix de toda narración verídica. Bolivia lo demuestra. Ecuador lo demuestra. El subcomandante Marcos lo demuestra. Lo evidencia todo lo que ocurre con contundencia cada día a día en América, de uno a otro extremo.
En la aparente leyenda de los vencidos, estarían también el Che, sus compañeros y aquella amarga experiencia boliviana. Sin embargo, los acontecimientos, al margen de cualquier consideración táctica o estratégica, hoy demuestran que los vencedores finales, por muy vapuleados que hayan sido, sonríen mejor y escriben tan bien o mejor que los vencedores de las primeras e incipientes rondas históricas

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