miércoles, 4 de febrero de 2009

El Programa del Moncada era socialista y está inconcluso

¿Por qué tanto se ha negado el carácter socialista del programa del Moncada? ¿Por qué no se ha cumplido su contenido socialista hasta ahora?

Pedro Campos Para Kaos en la Red

"La política es el conocimiento del país, la previsión de los conflictos lamentables
o acomodos ineludibles entre sus factores diversos u opuestos"
José Martí.

A propósito del 50 Aniversario del triunfo de la Revolución, algunos historiadores retomaron el tema del carácter del Programa del Moncada. Siempre se dice que era democrático, agrario, antiimperialista, no socialista. Pero si por socialismo se entiende un nuevo régimen económico-social basado en nuevas relaciones de producción, el programa del Moncada también tenía -sin usar el nombre- contenido socialista, aún por implementarse consecuentemente.
En su alegato ante el tribunal que lo juzgó por el asalto al cuartel Moncada, Fidel había delineado claramente un programa político y económico que iba mucho más allá de la simple restauración de la constitución del 40 y las libertadas conculcadas, y contenía claros elementos que lo identificaban con el socialismo, sin mencionarlo, pero no con el "socialismo" estatista estalinista de moda en el Siglo XX, sino con el de Marx, también por el método de análisis usado en él, pero sobre todo por sus metas socio económicas y vías para lograrlas. Para quienes lo duden o deseen confirmarlo, a continuación unos pocos fragmentos de la Historia me absolverá:
"En el sumario de esta causa han de constar las cinco leyes revolucionarias que serían proclamadas.
-La primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de 1940 como la verdadera ley suprema del Estado, en tanto el pueblo decidiese modificarla o cambiarla, y a los efectos de su implantación y castigo ejemplar a todos los que la habían traicionado, no existiendo órganos de elección popular para llevarlo a cabo, el movimiento revolucionario, como encarnación momentánea de esa soberanía, única fuente de poder legislativo, asumía todas las facultades que le son inherentes a ella, excepto de legislar, facultad de ejecutar y facultad de juzgar.
Esta actitud no podía ser más diáfana y despojada de chocherías y charlatanismos estériles: un gobierno aclamado por la masa de combatientes, recibiría todas las atribuciones necesarias para proceder a la implantación efectiva de la voluntad popular y de la verdadera justicia. A partir de ese instante, el Poder Judicial, que se ha colocado desde el 10 de marzo frente a al Constitución y fuera de la Constitución, recesaría como tal Poder y se procedería a su inmediata y total depuración, antes de asumir nuevamente las facultades que le concede la Ley Suprema de la República. Sin estas medidas previas, la vuelta a la legalidad, poniendo su custodia en manos que claudicaron deshonrosamente, sería una estafa, un engaño y una traición más.
-La segunda ley revolucionaria concedía la propiedad inembargable e intransferible de la tierra a todos los colonos, subcolonos, arrendatarios, aparceros y precaristas que ocupasen parcelas de cinco o menos caballerías de tierra, indemnizando el Estado a sus anteriores propietarios a base de la renta que devengarían por dichas parcelas en un promedio de diez años.
-La tercera ley revolucionaria otorgaba a los obreros y empleados el derecho a participar del treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo centrales azucareros. Se exceptuaban las empresas meramente agrícolas en consideración a otras leyes de orden agrario que debían implantarse.
-La cuarta ley revolucionaria concedía a todos los colonos el derecho a participar del cincuenta y cinco por ciento del rendimiento de la caña y cuota mínima de cuarenta mil arrobas a todos los pequeños colonos que llevasen tres o más años de establecidos.
-La quinta ley revolucionaria ordenaba la confiscación de todos los bienes a todos los malversadores de todos los gobiernos y a sus causahabientes y herederos en cuanto a bienes percibidos por testamento o abintestato de procedencia mal habida, mediante tribunales especiales con facultades plenas de acceso a todas las fuentes de investigación, de intervenir a tales efectos las compañías anónimas inscriptas en el país o que operen en él donde puedan ocultarse bienes malversados y de solicitar de los gobiernos extranjeros extradición de personas y embargo de bienes. La mitad de los bienes recobrados pasarían a engrosar las cajas de los retiros obreros y la otra mitad a los hospitales, asilos y casas de beneficencia.
-Estas leyes serían proclamadas en el acto y a ellas seguirían, una vez terminada la contienda y previo estudio minucioso de su contenido y alcance, otra serie de leyes y medidas también fundamentales como la reforma agraria, la reforma integral de la enseñanza y la nacionalización del trust eléctrico y el trust telefónico, devolución al pueblo del exceso ilegal que han estado cobrando en sus tarifas y pago al fisco de todas las cantidades que han burlado a la hacienda pública.
-El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo; he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política.
-Un gobierno revolucionario, después de asentar sobre sus parcelas con carácter de dueños a los cien mil agricultores pequeños que hoy pagan rentas, procedería a concluir definitivamente el problema de la tierra, primero: estableciendo como ordena la Constitución un máximo de extensión para cada tipo de empresa agrícola y adquiriendo el exceso por vía de expropiación…; segundo: repartiendo el resto disponible entre familias campesinas con preferencia a las más numerosas, fomentando cooperativas de agricultores para la utilización común de equipos de mucho costo, frigoríficos y una misma dirección profesional técnica en el cultivo y la crianza y facilitando, por último, recursos, equipos, protección y conocimientos útiles al campesinado."
(Hasta aquí las citas de la Historia me absolverá, los subrayados y las negritas son míos)
Todas estas leyes y planes revolucionarios, aplicados consecuentemente, minaban por completo el sistema de explotación capitalista; pero muy especialmente los dos que estaban destinados a cambiar las relaciones de producción asalariadas, inherentes al capitalismo, por nuevas relaciones de producción socialistas de tipo cooperativo-autogestionarias: la tercera ley –nunca cumplida-, que otorgaría participación a los trabajadores en el 30 % de las utilidades de las empresas, lo que implicaría afectar la plusvalía -la esencia del capitalista trabajo asalariado- puesto que las otras dos terceras partes de las utilidades generalmente van a la reproducción ampliada y a los impuestos diversos; y la propuesta de fomentar las cooperativas de agricultores con el resto de la tierra no repartida, el 90 % de la intervenida que quedó en manos del estado, después de entregada la tierra a los que ya la trabajaban y no eran dueños, aún por ser cooperativizadas.
Dadas estas precisiones, puede afirmarse categóricamente que el Programa del Moncada contenía claras intenciones de cambiar las relaciones asalariadas capitalistas de producción en la ciudad y en el campo además de ser democrático, agrario y antiimperialista avanzado, y que las promesas propiamente socialistas no se han acabado de implementar aún. Incluso, alguien pudiera afirmar eufemísticamente que sí se ha cumplido indirectamente tal participación obrera en las utilidades por medio de la "redistribución social" que a su parecer hace el estado de todo el excedente del que se apropia, pero en el texto queda claro que no se refería al estado.
Lo que caracteriza, identifica, a un sistema económico social, son sus relaciones de producción, la forma en que se organiza, explota y estimula el trabajo. Marx, Engels y Lenin (*) establecieron con toda claridad que la explotación asalariada del trabajo tipifica las relaciones capitalitas de producción y que las relaciones de producción genéricas del nuevo sistema socialista serían las existentes en el régimen cooperativo, también conocido como autogestión obrera. Aquí la propiedad, o el usufructo, pertenecen al colectivo de trabajadores que democráticamente dirige la gestión y reparte equitativamente entre ellos la parte de las utilidades de la que se apropiaba el capitalista privado. La actualización de este tema ya ha sido abordada por muchos autores socialistas en libros, artículos y ensayos disponibles en la red digital.
¿Alguien tiene dudas de que la repartición entre los trabajadores de una parte de las utilidades y el cooperativismo propuestos en el Programa del Moncada son maneras fundamentales para cambiar el sistema asalariado de explotación capitalista?
¿Por qué se insiste entonces en negar el carácter socialista del Programa?
¿Alguien afirmaría que se incluyeron esos aspectos en el Programa sin conocerse sus profundos significados o sólo para ganar el apoyo de los trabajadores y luego olvidar esas promesas?
¿Por qué no se han cumplido esos contenidos socialistas del Programa hasta ahora?
Mientras aparezcan otras respuestas convincentes, lógicamente, cada uno tendrá las suyas.
Es claro: cualquier análisis del Programa, a partir de los diseños del estalinismo y otros esquematismos, podría concluir que no era socialista por el simple hecho de que no mencionaba la palabra socialista ni ensalzaba "el papel del partido comunista, ni de la clase obrera, ni de la propiedad estatal en la construcción socialista", pasando por alto lo esencial: el ataque a fondo al trabajo asalariado con la repartición obrera del 30 % de las utilidades y el cooperativismo.
Para los dogmáticos de todos los sellos, los trabajadores en el socialismo seguirían siendo "obreros asalariados", no cooperativistas cultos libres y asociados como creían los clásicos, a los que no citan sobre el carácter cooperativo del socialismo. Siguen hoy sin percatarse de que el "obrero asalariado" es el trabajador del capitalismo, no el trabajador del socialismo, quien no trabajaría ya por un salario para que el capital privado o estatal succione la plusvalía, sino por la repartición equitativa de una parte de las utilidades empresarial y socialmente.
Los que buscan el "socialismo" fuera de Marx y no entienden la esencia de la explotación capitalista asalariada, menos comprenderán que la simple repartición de una tercera parte de las utilidades es un cambio decisivo en las relaciones de producción, que desarticula la plusvalía de la que se apropia el capitalista.
Al programa moncadista se le niega el carácter socialista y no ha terminado de cumplirse, por el tipo de esquema estato-centrista-asalariado impuesto al proceso socialista cubano, especialmente desde 1962, originado en la combinación de tres factores principales: 1- la propia forma en que la Revolución llegó al poder; 2-las ideas predominantes en el viejo partido comunista, 3-la dependencia de la URSS ante la agresión y el cerco imperialista. Tal concepción, como en todas partes donde se ha aplicado, generó una capa burocrática que, primero inconcientemente y ya hoy a punto de convertirse en clase para sí, se las ha arreglado durante 50 años para controlar ella todo el excedente y decidir sobre su uso, hacer primar el centralismo sobre la democracia, controlar las palancas del poder y mantener alejada a la revolución de su original y auténtico camino socialista.
El enfrentamiento temprano al cercano y agresivo imperialismo, brindó muchos asideros a la centralización de todo tipo, al de los excedentes, al militarismo sobre la milicia popular, al rechazo y represión a la más mínima diferencia, a la postergación y desvío de los mecanismos democráticos y a los demás fenómenos que caracterizaron el "socialismo real", sin llegar aquí a los extremos sangrientos del estalinismo ruso. La agresión y el bloqueo imperialistas justificaban un estado de guerra permanente y hacían prevalecer el pensamiento de Maceo que tanto lo enfrentó a Martí: "mientras dure la guerra solo debe haber en Cuba espadas y soldados", quizás por eso algunos prefieran que no levanten el bloqueo.
El del Moncada era más socialista que el propio programa del viejo Partido Comunista, que jugó un importante papel en la lucha por reivindicar los derechos de los trabajadores y en otros ámbitos en la neo-colonia; pero nunca se planteó otorgar esa participación obrera en las utilidades y no pasaba de promover un capitalismo de estado bajo control del partido, con algo de cooperativa agrícola, como santificó el estalinismo, causa básica del desastre del campo socialista y de nuestro actual estancamiento. Era lo que entonces muchos consideraban "socialismo". La idea anticapitalista y socialista de repartir las utilidades es extraña al viejo esquema estato centrista estalinista y llegó al programa del Moncada por la amplia y rancia tradición socialista en la historia del movimiento obrero cubano desde fines del Siglo XIX.
En 1960, en cumplimiento del programa moncadista, con las tierras que se le quitaron a las empresas capitalistas norteamericanas, por iniciativa de Fidel, se creó el sistema de cooperativas cañeras, el paso socialista más trascendente que ha dado la revolución, que puso en manos de 120 mil trabajadores agrícolas convertidos en cooperativistas 70 mil caballerías de las mejores tierras de cultivo y cerca del 50 % de la caña, la materia prima de la primera industria nacional, con una estructura nacional técnico-metodológica y otra horizontal gestiva. No fue por casualidad que la zafra más grande de la Revolución, antes del plan de los 10 millones fuera la zafra 60-61 de 6,8 millones de toneladas de azúcar y también la menos costosa.
En 1962, cuando Fidel entregó la dirección del INRA a Carlos Rafael Rodríguez, el sistema de cooperativas cañeras fue desactivado, las cooperativas convertidas en granjas del pueblo y los 120 mil cooperativistas fueron despojados del usufructo de esa tierra y reconvertidos en obreros asalariados, dogmáticamente "proletarizados", iniciándose así el largo y tortuoso camino de la destrucción de nuestra primera industria. No fue la intención, pero sí el resultado (1). Fue un retroceso en la socialización iniciada y el primer paso hacia su estancamiento. Las CPA, Cooperativas de Producción Agropecuaria, que agrupan a campesinos dueños de pequeñas parcelas, continuaron funcionando y constituyen hoy el único sector propiamente socialista de la economía cubana y son, junto a los campesinos individuales, los de mayores rendimientos.
De entonces acá ha habido otros intentos de más-menos socialización con la autonomía empresarial planteada en el SPDE, Sistema de Dirección y Planificación de la Economía -1975/1985-, el amplio desarrollo del trabajo por cuenta propia, las Unidades Básicas de Producción Cooperativa -UBPC- y el Perfeccionamiento Empresarial, planes mediatizados o frustrados siempre por el aparato burocrático, opuesto a modificar la organización asalariada-estatista del trabajo y las formas de propiedad y usufructo, lo cual implicaría reducir su poder real y cederlo a los colectivos sociales y de trabajadores y a los trabajadores individuales.
Se termina de cumplir el Programa democrático y socialista del Moncada, que impulsó a esta Revolución, se retoma el camino de la amplia cooperativización y se avanza decididamente del estatismo a la socialización, como vía fundamental para salir del actual estancamiento y combatir la corrupción y el burocratismo propios del estatismo, o desgraciadamente la plena restauración capitalista podría llegar más temprano que tarde, traída de la mano de esos engendros.
Sólo hay que empezar a cumplir los aspectos socialistas pendientes: la participación de los trabajadores en parte de las utilidades que equivale a comenzar a sustituir el trabajo asalariado que tipifica al capitalismo y desarrollar un amplio y generalizado sistema de cooperativas con la tierra restante. Ni más ni menos que el corazón mismo de la parte económico-social de nuestras Propuestas Programáticas para un Socialismo Participativo y Democrático.
Algunos burócratas, sin argumentos para sostener sus posiciones, ahora pretenden estigmatizar como "oportunistas", "revisionistas" y "extremistas" a quienes desde las propias filas comunistas defienden aquellas mismas metas moncadistas –no concluidas-, genuinamente marxistas. Afectarían la cohesión revolucionaria. Sería grave error y falta de previsión.
Pero si tal coincidencia motivara alguna acusación, por ella valdría la pena ser sentenciado a cualquier condena.
Socialismo por la vida.

La Habana, 29 de enero de 2009. 156 Años cumpliría el Apóstol, autor intelectual del Asalto al Moncada, al decir de Fidel.

Nota.
El artículo es publicado en fecha posterior por dificultades con el acceso a Internet.

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