sábado, 7 de marzo de 2009

Cuba.- El fin de las palabras


Insisto, se puede argumentar hasta el infinito, pero en Cuba ya hace rato que llegamos al fin de las palabras.


Carlos Ignacio Pino Para Kaos en la Red





Somos socialistas, pa’lante y pa’lante, y al que no le guste que tome purgante”
Cántico popular cubano de los años 60


Uno podría argumentar infinitamente sobre la Revolución y el camino de ésta, sobre su situación actual, su pasado y el futuro posible. Podría incluso argumentar, trayendo a colación al siempre mal leído Plejanov (1), para ponerlo al derecho y demostrar que las sociedades han avanzado siempre para limitar la capacidad de influencia de un solo individuo sobre la sociedad. Que la estructura social en Cuba está armada para satisfacer las necesidades de gobierno del Comandante en Jefe, actitud que va contra el buen desarrollo de la sociedad. Y argumentar –también según Plejanov– que los comandantes en jefe no suelen ser jamás buenos conciliadores. Y que estos terminan por irritar a la sociedad “por sus costumbres cuartelarías”, porque no se gobierna una República como se gobierna un campamento, explicaba Martí.
Uno podría argumentar como Rosa, que la libertad es la del otro, la del que piensa diferente; y que eso no se harespetado en ninguno de los países que se han llamado socialistas, ni tampoco en Cuba. O argumentar desde los párrafos de Tony (2), que el Socialismo no se puede hacer por la fuerza, o bastaría con oponer una fuerza mayor a la del capitalismo para construir el socialismo.
Pero después de tanto argumento, siempre quedan las preguntas y otras afirmaciones. Porque todo lo que funciona mal en este país, es porque se negó al marxismo en forma y contenido, pues cuando mejor copiaron a los socialistas utópicos, o al menos argumentaron como tales en lo peor de estos; diciendo, entre otros desatinos, que la ideología vendría primero que la economía.
Sin embargo es necesario poner las cosas en su sitio y ordenar los pensamientos de forma lógica para ser entendido:
La Revolución no es Fidel. La Revolución es el pueblo. El Estado nace del pueblo. Con las leyes, por tanto, sucede lo mismo. Por ello, cuando hay una ley que va contra los deseos y derechos del pueblo, es, por igualdad obvia, una ley contrarrevolucionaria.
De estas leyes, disposiciones y decretos-leyes en Cuba se pueden mencionar muchos. Infinitos. Para los que necesiten ejemplos: La ley que prohíbe que uno pueda montar a un extranjero en su carro, u hospedarlo en su casa sin la aprobación del Jefe de Sector (3) y de Migración, ésta previo pago establecido. La ley que obliga a que uno presente su caso para que algún burócrata del (infame) Instituto Nacional de la Vivienda, decida si uno necesita, o no, cierta pared en su casa. La ley –¿estará escrita?– que prohíbe a las personas que no sean activamente militantes a favor del Gobierno entren o permanezcan en cualquiera de las Universidades del país. La ley en la cual se fundan los tribunales de conciencia, donde se puede condenar sin pruebas del delito, a partir de estar seguros –¿cómo puede ser eso?– de la culpabilidad del acusado. La ley que prohíbe que los menores de edad puedan viajar, o que cualquier persona tenga que pedir permiso al Gobierno para salir y para entrar a su país –que es tan lógico como pedir permiso para entrar y salir de tu propia casa. La actitud avalada por el Gobierno que contraviene al código penal vigente, por la cual la Policía Nacional Revolucionaria, la Fiscalía e incluso los jueces, siempre asumen que uno es culpable hasta que demuestre lo contrario. La normativa sobre la Peligrosidad Social, que como medida profiláctica te pueden condenar, por ejemplo, a 4 años o más, para evitar que cometas un crimen; cuando el crimen lo cometen ellos por juzgarte por lo que aún no has hecho.
Y algunas más, muchas más, sobre todo aquellas que no están escritas y aún así se aplican como tales, pero con éstas son suficientes para demostrar que estamos repletos de leyes que no pueden ser, ni son, populares; menos emanadas del pueblo, como debe ser en el socialismo, además de contravenir derechos humanos individuales.
Estas leyes –que si no lo son, al menos en la sociedad de la isla funcionan como tales–, es correcto decir que fueron aprobadas por la Asamblea Nacional del Poder Popular, lo queestá lejos de demostrar que son legales y sí demuestran cuán impopular y poco representativa del pueblo es esta Asamblea llamada Popular. Y como estas leyes lesionan la libertad individual, son por definición leyes no-socialistas, y por lo mismo contraproducentes, y por tanto contrarrevolucionarias. Y lo cierto es que solamente pueden aprobarse este tipo de leyes, por la estructura social armada, teniendo como base el pensamiento de que el Estado es el bien máximo; y confundiendo la voluntad y la forma de hacer de sus líderes son la voluntad y la forma de hacer del pueblo todo. Confundiendo, entonces, a la ganancia del Gobierno por la del Pueblo. Confundiendo a la seguridad del Estado con la del Pueblo. Demasiadas confusiones y argumentos desde el poder central, pero no justificables desde el marxismo, y, por tanto, menosdesde el socialismo.
Habría que añadir que cuando este tipo de leyes se aprueban, muchos no se enteran hasta que no es un hecho consumado. Y en el caso de que uno se enterara antes, no existen vías para declarar que está uno, en solitario o como grupo social, en contra de alguna de ellas, lo cual provoca que nos sintamos ínfimos e impotentes ante la sordera gubernamental.
Es por ello que el nivel a que llega el ciudadano común de este país, al no sentirse representado por quienes afirman que son sus representantes, se sale de cualquier escala usada con anterioridad.
Lo cual se constata porque sólo una parte pequeña de la población sabe cual es la función del Delegado –del Poder Popular – de nuestro barrio. Aunque el problema verdadero sería que la inmensa mayoría concuerda en que no sirve de nada. Esa es la razón por la que ningún cubano o cubana aprecia que su vida pueda cambiar –ni para bien, ni para mal– si este personaje del “poder popular” gubernamental, desapareciera de la noche a la mañana.
Y la misma opinión –de que a ellos personalmente no les sirve de nada– tiene la mayoría de los cubanos sobre el CDR o la FMC. A las cuales pueden hasta ver como un organismo de control del Gobierno, y no como una asociación de vecinos y vecinas responsable de asegurar la tranquilidad del barrio, de la sociedad –que es lo que debería ser, si acaso han de existir–, ya que, como en el caso en que el poder popular, debería tener atribuciones de decisión y recursos que les permitiera mejorar las condiciones de su entorno, priorizar y tomar decisiones sobre el medioambiente urbano, además de ser el canal responsable de las inquietudes y opiniones de todos. Como no es así, se reafirma esta sensación de control, más si se tiene en cuenta que pertenecer al CDR o la FMC es obligatorio, porque si no se pertenece, se declara uno opuesto a la Revolución y todos los malos pensamientos que se puede derivar de esto.
Con el PCC sucede algo parecido, gran parte de los núcleos se reúnen sólo para recibir orientaciones y no para ser el canal real de la educación política para la construcción del socialismo. Porque uno puede discutir –hasta cierto punto– las orientaciones recibidas; pero nunca sabe qué discutieron los otros núcleos, como si todavía necesitáramos un partido clandestino, y el secretismo fuera una virtud. Y si se le agrega a esta incomunicación, que no suelen llegar respuestas a las interrogantes que plantearon los militantes a sus niveles superiores. Y no hay mayor ejemplo de esto, pues ni siquiera se ha informado de las opiniones que expresó la población cuando Raúl llamó a debatir los problemas que confrontamos socialmente ¿Será, quizás, porque hay demasiadas preguntas que no tienen respuestas no sólo marxistas sino ni siquiera lógicas?
Es un hecho que la CTC no defiende los derechos de los trabajadores, sino que explica las necesidades del Estado con las cuales tienen que cumplir estos. Recientemente, por ejemplo, nadie oyó ni un murmullo de protesta por parte de la dirección de la CTC, cuando se dijo que el Estado necesitaba subir la edad de jubilación. Al contrario, la dirección de la Confederación de Trabajadores de Cuba se alineó con el Gobierno, por lo cual se asume por estos que de la CTC no los representa, sino que representa la concepción de trabajador que tiene el Gobierno; la cual es bastante irreal. A quien le importa, o mejor ¿quién recuerda?, que el propio Lázaro Peña –el único líder verdadero que tuvo la CTC después del 1959– dijera que “incluso en el socialismo, los sindicatos tienen que estar en contra del Gobierno”.
Por todos estos problemas es común, y cada vez lo es más, que en una reunión cualquiera –sobre un tema cualquiera– la mayoría de los asistentes permanezcan en silencio, y ni proponga, ni tiene nada que decir sobre el asunto tratado, y cuando se acaba, entonces –lejos de los jefes– se debate, y generalmente se reniega de lo aceptado en la reunión ¿Por qué? Porque a juicio de la mayoría, dar opiniones no sirve más que para buscarse problemas, porque nada se resuelve, y se parte –con razón– que no se tendrá en cuenta nuestra opinión.
Es un hecho que cuando un Estado es incapaz de solucionar las contradicciones que provoca su forma de gobernar, entonces se llega al colapso y la estructura cae, por ser impopular. Al menos eso dicen todos los libros de historia, sobre todas las revoluciones y revueltas que han tenido lugar en el mundo, desde el inicio de las guerras hasta la fecha.
Desde el 1959 muchos han predicho la muerte de la Revolución –con más deseos que razonamientos. Y lo concreto es que la caída del Gobierno hace 15, 25 ó 45 años hubiera sido imposible; porque tenía en el pueblo su mayor soporte. Ahora, en estos días que corren, lo cierto es que la Revolución y sus líderes son cada vez menos populares; lo mismo, pero en grado superlativo, para la casta de dirigentes intermedios, por su doble moral, por sus privilegios y porque no representan el sentir de un grupo cada vez mayor de personas.
Pero el Gobierno parece no enterarse y se siguen promulgando leyes impopulares por improcedentes, como supuesto remedio a los males que nos aquejan en la actualidad.
Por ejemplo: Más del 60% de la tierra estatal está sin cultivar, porque el Estado ha sido incapaz de hacerla productiva y entonces se ha pensado en entregar la tierra en usufructo a los que quieran cultivarlas. Eso es bueno, lo malo es que hay una clausula en esta ley donde se prohíbe expresamente que se puedan construir viviendas en ellas. Sin embargo, si uno, digamos, vive en Santa Fe –un municipio en las afuera de la Ciudad de la Habana– y le entregan tierras en Bauta, un municipio relativamente cercano a la ciudad. Es obvio que solo estando allí podrá, el citadino convertido campesino, cuidar de sus cultivos. Pero si viene a dormir a la Habana, obviamente, puede en una noche desaparecer el fruto de su trabajo (4).
Pero también en esta ley no se contempla la creación de Cooperativas, o sea solo está previsto la creación de pequeños núcleos capitalistas. Pero nada que tenga que ver con la real socialización de los medios de producción, nada que le dé poder al pueblo, que lo empodere.
El otro aspecto negativo de esta ley, que no quiero dejar de mencionar, es que el mismo Estado es el que revisa y decide si uno la ha convertido en productiva o no. Por lo cual la ley está sujeta a muchas interpretaciones para las personas que sean incomodas políticamente, o sencillamente por el “sociolismo” o la corrupción solapada que permita entregarla a otro más amigo o que –en buen criollo– “resuelva más”.
Cuando estos problemas se tocan en cualquier medio, se cita y se habla mucho del discurso de Fidel, el 17 noviembre del año 2005. Donde planteaba que la Revolución era reversible por nosotros mismos. E identificaba en este discurso los vicios que –a su juicio– tenía la sociedad. Fallaba en identificar las causas de estos vicios, porque estas causas invariablemente señalarían al sistema, que él mismo defiende y encabeza, como culpable (5). Porque los problemas empiezan cuando el pueblo no identifica su bienestar personal con la acción del Gobierno, ni con su trabajo. Y porque la política económica de este país ha sido un desastre inmenso –y si que el 60% de la tierra cultivable en manos del Estado esté sin cultivar no lo convence, no habrá nada que lo pueda hacer. Y porque el desarrollo de las fuerzas productivas se podrá frenar, pero no las puede detener nadie, por muy fuerte que sea su voluntad. Es un absurdo sin salida cuando se cree que posible es instaurar las concepciones idealistas sobre la economía y la sociedad –donde la conciencia social hace que se trabaje solo por eso– que fueron ampliamente debatidas y superadas por los marxistas de finales del s.XIX y del comienzo del s.XX.
También debemos decir que para el caso de que Cuba vuelva al capitalismo por voluntad propia –o por la de un grupo traidor como en la antigua URSS– sería un desastre social, un terremoto ideológico, sobre todo a nivel internacional, mayor que el provocado la caída del muro de Berlín.
Hace unos años el propio Fidel dijo “Pienso que la experiencia del primer Estado socialista, la URSS, Estado que debió arreglarse y nunca destruirse, ha sido muy amarga”. Si leo este discurso pensando en Cuba, puedo afirmar lo mismo. La primera experiencia del primer Estado socialista –o que así se nombra– en América Latina debe salvarse, debe arreglarse, porque Cuba no debe caer.
No obstante, la historia dice todo lo contrario; que cuando los Gobiernos llegan a esta situación, es porque ya han pasado el punto de no retorno. Porque si fueran capaces de rectificar, de solucionar los conflictos entre las clases antagónicas, en primer lugar no hubiéramos llegado a este punto de profunda crisis social.
Sin embargo tengo esperanzas, a pesar de que cualquier análisis de la realidad cubana desde el marxismo da como resultado que Cuba, no ha sido y probablemente no será socialista en los próximos 5 años, si continúa por el mismo rumbo. Porque Cuba fue un país donde se aplicaron algunas políticas sociales, donde se soñó mucho y más, pero se hizo menos; o no se hizo como había que hacer, porque nunca se entregó verdaderamente el poder a trabajadores y población, para intentar la construcción de una nueva sociedad, más democrática y participativa, que hiciera posible, al mismo tiempo, construir al hombre nuevo del que escribiera el Che. Pero se puede salvar el proyecto, si empezamos a usar el marxismo y no las visiones de los dogmas impuestas como socialismo, entonces será posible salvar la Revolución, e intentar –al fin– asaltar al cielo.
A todas las personas que defienden este Modelo –y que lo alaban, y que lo aplauden– deberíamos pedirles que nos expliquen la lógica del “controlismo” y la burocracia que esto injerta en la sociedad. Porque desde el marxismo es demostración fehaciente de que no se confía en los trabajadores. El cercenamiento de la mayoría de los derechos ciudadanos, es copia del sistema policial estalinista y no expresión de un verdadero Estado socialista. Porque se hacen leyes para prohibir las excepciones y no –como debiera ser– para normar la generalidad; y estas leyes terminan teniendo el efecto contrario, que es el absurdo legal que vivimos en la isla, por lo cual para sobrevivir a la realidad, todos, vivimos cometiendo delitos contra la supuesta “legalidad socialista”. Que no puede ser ni legal, ni socialista, si va contra el pueblo. Apunto que es muy duro sobrevivir en una sociedad regida por las orientaciones de un arriba abstracto y dogmatico, actitud que no es ni siquiera capitalista, porque es un estadío más involucionado, porque es feudal.
Y de nuevo traigo a Fidel que también dijo en el 17 de noviembre del 2005 “Hubo quienes creyeron que con métodos capitalistas iban a construir el socialismo. Es uno de los grandes errores históricos”.
Sin embargo las relaciones de producción en este país corresponde a las relaciones de producción de un país capitalista monopolista de Estado; no la de un país que intenta construir el socialismo. Es obvio que estamos ante un error de proporciones históricas, aún más cuando se afirma que esto es socialismo, y que estas relaciones de producción son socialistas. Es posible, si se mira desde el contexto histórico y se tienen en cuenta las agresiones sufridas, que esta formación económica fuera necesaria, quizás hasta imprescindible, para organizar el país y mantener a la revolución durante los primeros años, también, para establecer una nueva escala de valores. Asumiendo que así fuera, podemos decir que este sistema fue un éxito puesto que logró, en la primera década, consolidar la Revolución.
Pero al comienzo de la siguiente década, marcada por el desastre, más social que económico, de la Zafra que no fue de los 10 millones, se demostró que esa forma de Gobierno era bien absurda, porque era capaz de esos absurdos. Y es que esta obsoleta forma de gobernar reveló, de manera evidente, que el Estado no puede ocuparse de los detalles de la vida –y la vida humana está llena de detalles que te la hacen feliz o amarga– y este Estado al intentar cumplir voluntariosamente con la microeconomía, se desangró en ineficiencia y se diluyeron resultados. Porque un estado monopolista aspira a que todos sean asalariados de este, pero es incapaz de eficiencia, porque no puede distribuir las ganancias de forma racional, pues son sólo los trabajadores, o sea, quienes la producen, los capaces de distribuirla según la norma de a cada cual según su capacidad.
Por lo cual, como no hay distribución de ganancias de una forma lógica; y como el Estado no puede ocuparse de los detalles, y por tanto el trabajador ganará lo mismo si trabaja, como si no lo hace. La ineficiencia se generaliza y se detiene el país económicamente, y como consecuencia, también se detiene, socialmente.
Todo este absurdo económico, se pudo tapar, y hasta pudo parecer que progresábamos por nuestro propio esfuerzo, gracias a los inmensos subsidios de la URSS –claro, a cambio de nuestra dependencia de ellos.
Estos problemas se hicieron evidentes, en los ‘90, pues junto con el Muro de Berlín también se cayó la fachada económica del Gobierno, y la respuesta –siempre equivocada y no marxista– a este problema de la distribución de las ganancias, de la eficiencia, fue y es permitir que las únicas iniciativas económicas sean del tipo del capitalismo privado –que deben ser permitidas, pero no pueden ser las únicas. Y por lo mismo, y desde la idea que construimos el socialismo, es un sinsentido que no se aceptasen, ni antes ni ahora, a las formaciones de producción cooperativas –que no solo sean de nombre como las CPA, las llamadas Cooperativas de Producción Agropecuarias–, ni que tampoco que no se aceptasen la co-gestión, los métodos obreros de control y su democracia.
Por lo cual, sin importar si nos gusta o no esta verdad, en el país existen, de facto, dos clases sociales muy definidas y antagónicas: una, la de los dirigentes, que piensan y defienden a ultranza un sistema de Gobierno que ni siquiera a ellos mismos satisface, pero que les permite vivir mejor y aspirar a otras cosas que los trabajadores no pueden. Que esa es la otra clase, la de los trabajadores manuales e intelectuales y los campesinos –como diría Gramsci–, que siempre hemos pensado de la misma manera y que siempre terminamos perdiendo, sin importar quien gane, aunque diga ganar en nuestro nombre.
Como decía anteriormente todos los problemas de este país, o al menos la inmensa mayoría, se podrían resolver con acciones verdaderamente marxistas.
Pues creo importante que se entienda que si mañana Cuba tuviera más dinero que los Estados Unidos y no tuviera bloqueo, aún así tendríamos clases sociales de dirigentes y dirigidos. Custodiados todos por una burocracia que ahoga cualquier idea nueva o diferente y un Estado paternalista que restringe el desarrollo de las fuerzas productivas; por lo cual es esto un concepto de sociedad que no tiene futuro. Porque los individuos que la componen no se sienten ni identificados, ni comprometidos con el Gobierno. Y esta apatía con respecto al Estado se traduce siempre en corrupción, y son esos males que citaba Fidel en su discurso, consecuencias lógicas de la falta de representatividad que siente el pueblo, de la falta de lógica marxista que tiene la cotidianeidad.
Por lo cual uno debe concluir que la verdad histórica es que las fallas vienen del origen; al no haber puesto en marcha a la clase trabajadora; al no haberle dado el poder real; al no hacer que el país girara en torno a sus necesidades, y no que ésta girase, como lo hace ahora, en torno a los deseos o a las voluntades de los que deciden. Lo cual da como resultado que tenemos un Gobierno central fortísimo. Lo que no tiene nada que ver con el socialismo y menos con una sociedad que se dice que se va rumbo al comunismo, que sería una sociedad sin Estado; y sí se parece mucho –demasiado– al camino que tomaron todos los países que se llamaban socialistas y que luego regresaron al capitalismo.
Insisto, se puede argumentar hasta el infinito, pero en Cuba ya hace rato que llegamos al fin de las palabras. Nuestros dirigentes se han jactado, y aún lo hacen, de ser socialistas, pero no han sido, ni parecen, capaces de actuar de una manera coherente con las premisas ese modo social. Y en la confusión que esto genera, tampoco los trabajadores parecen capaces de reclamar sus derechos.
Y la Revolución caerá si no se adoptan medidas que reclamaba el marxismo de los padres fundadores: el control y la democracia de los obreros, de las comunidades, de los campesinos, de los trabajadores manuales e intelectuales. Si no se deja que estos gobiernen, que se organicen.
Hoy podemos decir que la inmovilidad del Gobierno, provoca la misma inmovilidad en las fuerzas productivas, por lo cual el punto de ruptura está cada día más cerca. No hacen falta argumentos, ni reflexiones, solo acciones marxistas desde el Gobierno, sólo la participación y la democracia participativa de los trabajadores salvará a Cuba y a su proyecto social.


Cuba, Ciudad de la Habana, Centro Habana, 24 de febrero de 2009


(A los que quieran comunicarse conmigo por correo para escribirnos o para vernos personalmente pueden escribirme a: http://ar.mc396.mail.yahoo.com/mc/compose?to=carlos.ignacio69@gmail.com )

NOTAS:


(1)Jorge Plejanov, pensador ruso, materialista dialectico, escribió un muy buen artículo sobre “El papel del individuo en la historia”, donde demuestra con objetivamente como los nombres de la historia, no son imprescindibles y podrían haber sido otros. Y que esta influencia individual, pocas veces ha sido beneficiosa para la humanidad, y en este caso solo en momentos muy específicos; y que por tanto no es una condición deseable. Desde el “camarada” Estalin se lee como si hubiera demostrado que los caudillos representan la voluntad popular eternamente, y no –como en verdad dijo– que sólo es en momentos de inflexión histórica (para los que tengan internet http://www.engels.org/; yo los reencontré, sorpresivamente, en la Feria del Libro 2009, en La Cabaña, los que no tengan Internet tendrán que esperar a la feria del año que viene para encontrar literatura de los clásicos marxistas.


(2)Rosa Luxemburgo y Antonio (Tony) Gramsci, son siempre los dos más grandes olvidados por lo que se podría llamar la “izquierda oficialista”. La primera por que le respondió a Lenin, mejor de lo que este pudo contrargumentar sobre las libertades individuales en el socialismo, entre otras cosas, y con ello cometió el gran pecado del político burgués, que es tener razón antes de que el poder lo acepte –un pecado bastante común en la isla por cierto, ante la cotidiana falta de aceptación de cualquier error que se le señale a este Gobierno. Por su parte Tony, con una lucidez y una claridad sin par, demostró, sin nombrarlo, cuan equivocado estaba Estalin y sus métodos de fuerza, que derivaron como era previsible en una dictadura de la dirigencia y pues nada tenía que ver con la del proletariado.


(3)Jefe de Sector, policía que es el responsable de un área –de un sector– de la ciudad.


(4)Este tema de la vivienda y la tierra se me une invariablemente con que pudiera ser una solución al enorme problema que es tener una casa en Cuba y a que desde el cuarto en la finca de Ángel Castro, el padre de Fidel, se podían ver todas sus tierras, pero eso es tema de otro texto. Como es otro tema que el ojo del amo engorda al caballo y hace crecer el trigo.

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