sábado, 14 de junio de 2008

HASTA LA VICTORIA SIEMPRE

Por: Ramón García Guerra

Este artículo tiene interés en mostrar la actualidad del pensamiento integro del Che Guevara, frente a los grandes desafíos que debe enfrentar la sociedad cubana en el siglo XXI. Desde esta óptica, analiza las reformas y la resistencia al cambio en Cuba.


La imagen del Che Guevara --captada por Korda (1961)-- recorre el planeta y se convierte en símbolo. Símbolo para “los oprimidos y los vilipendiados del mundo” –según una expresión del Che-- que así mostraron su malestar histórico y cotidiano de esta manera. Pero en Cuba no fue así. Durante casi 20 años Che resultó el gran ausente en Cuba. Porque alguien así significó una figura en nada pertinente para el Estado obrerista (1971-1989). Cuando en 1987 el compañero Fidel Castro, en la fábrica “Ernesto Che Guevara” en Pinar del Río, hace un rosario de problemas que afectaban a la sociedad cubana, y cierra el mismo apelando a la figura del Che, creímos algunos que al siguiente día algo importante iba a ocurrir en Cuba. Pero no. Siquiera una hoja se movió de lugar. La derecha en Cuba había ocupado en el proceso de reproducción cultural e ideológica de nuestra sociedad los puntos decisivos. Significaba esto que cierto esfuerzo de adocenamiento había rendido sus frutos. Resultado de ello, se había reducido el filo subversivo del pensamiento del Che Guevara en burda retórica oficial. Solo en eso: nuestro Guerrillero Heroico. La apelación del Comandante en Jefe, por tanto, apenas si afectaría en aquel momento a algunos idealistas en Cuba. Entonces la clase obrera se hallaba atrapada por el interés material. La falta de consenso para emprender un proceso de profundización socialista incluso obligaría a diferir las sesiones del propio congreso del Partido. La figura del Che Guevara que se restauró como resultado de aquel proceso quedó a medias. En tal sentido, este acto retórico se articuló como un repertorio de frases bíblicas todas sacadas del contexto y sin filo alguno. La derecha ha cobrado caro la inclusión de ideas subversivas en la “colección” y ha frenado todo intento de recuperar la integridad de la figura del Che Guevara. La actual batalla de ideas, sin embargo, ha traído de vueltas al Che.
Este artículo tiene interés en mostrar la actualidad del pensamiento integro del Che Guevara, frente a los grandes desafíos que debe enfrentar la sociedad cubana en el siglo XXI. Convendría en esta hora una lectura sustantiva del libro que al respecto la editorial Casa de las Américas publico en 1973 bajo el título: Ernesto Che Guevara. Obras 1957-1967. Luego, este artículo debe entenderse en diálogo con “El Che Guevara: los sesentas y los noventas”, de Fernando Martínez Heredia (2001), y “”Che Guevara y los movimientos revolucionarios contemporáneos”, de James Petras (2000). Estos textos fueron elaborados en la década de 1990. Los autores discuten en ellos con la izquierda en América Latina una estrategia que permitiera tomar la ofensiva y colocan al Che Guevara al centro del debate continental como un referente esencial al respecto. Esta será nuestra intención de fondo: Enfrentar el dilema de Cuba en la actualidad desde esa fecunda perspectiva que nos ofrece Che Guevara. No obstante, debo subrayar cierta diferencia de aquellos con este artículo. En tal sentido estos marxistas se enfrentan a enemigos de clase comunes: Ellos son el Estado obrerista en Cuba (Fernando) y el Estado neoliberal en América Latina (Petras). En el efecto regresivo de sus políticas se concentrara el malestar de nuestros pueblos. Estos autores intentan así capitalizar las fuerzas de izquierda en América Latina, en medio de un proceso de combustión del espíritu insurgente de los pueblos, sobre el empleo de ideas-fuerzas –como sería aquella carga simbólica que aún conserva la figura del Che-- que ayuden a movilizarlas para la revolución en el Continente. Este artículo mío, en cambio, ataca otro costado de igual asunto. Sobre todo, me refiero a una de aquellas formas regresivas de dominación política que debió enfrentar el Che Guevara en la década de 1960. Es decir, me enfrento aquí a la áspera resistencia al cambio que ofrecen los lebreles del status quo en Cuba.

Las fuerzas de derecha en Cuba, es obvio, no están cruzadas de brazos. Integran estas fuerzas de derecha los viejos burócratas y los nuevos burgueses que, respectivamente, han adoptado una retórica obrerista y populista con la intención política de disciplinar a toda la sociedad. Cuando todo marcha a su favor, entonces, estos lebreles del status quo articulan un discurso que se sostiene sobre sagrados mitos fundadores y dogmas constitucionales perversos. Cuando les son adversos los tiempos, en cambio, las mañas policiales afloran y su retórica indigente se impone. La táctica que adoptan ante las cíclicas ofensivas contra la burocracia o el mercado desde el Estado son diversas. Estas van desde los intentos de fuga hasta la resistencia pasiva ante los cambios. Desde luego, las tintas medias de centroizquierda hacen lo suyo. Por ejemplo, según asegura el presidente de la Asamblea Nacional, compañero Ricardo Alarcón de Quesada, (emisión radial: 30/05/08), la reforma que promueve el compañero Raúl Castro debe entenderse apenas como un ajuste institucional del Estado cubano. Esto dijo en la Comisión de Asuntos Económicos de la Asamblea Nacional ese día. El día anterior exigía el compañero Alarcón a los miembros de la Comisión de Asuntos Jurídicos, que su esfuerzo mejor debía consistir en dar mayor coherencia a las leyes y evitar absurdos en estas. ¿Significa esto dejar intocado el modelo jurídico-policial actual mientras se elucubra una ascética pragmática legalista? Esto es, para que todo marche sobre ruedas sería suficiente que el régimen actual funcione según el diseño original. ¡Esas mismas leyes que motivaron la reforma en curso! Pero hacer que todo funcione bien es la mitad. La otra mitad será echarlo todo abajo. Rehacer el edificio de nuevo –he dicho--. Digamos que no bastaría con deshollinar los techos. Sobre todo, si al estar sentados bajo estos un fuerte aguacero nos ducha de cuerpo entero. Estas lecturas de las reformas en curso, ante todo, reducen el alcance político de aquellas y hacen el juego a la derecha en Cuba.

Sintetizando en forma brutal la figura del Che Guevara diría lo siguiente: Como aquel poeta inglés: Milton, que hacía su poesía ante la multitud sin miedo a errar y a corregir sus errores en público, el Che se entregó a una causa. El dolor de los pueblos era tanto, que --según la visión del mismo-- para hacer la revolución era suficiente con la acción conciente de aquellos. El sabio consejo de aquellos marxistas más ortodoxos de esperar por la creación de las condiciones objetivas antes de atreverse a tanto le pareció un absurdo al Che Guevara. Estas estaban dadas. Significaba esto para cierta cordura de centroizquierda que aquél había perdido todo contacto con la realidad. Los filósofos de la antiutopía lo convirtieron en un alucinante Quijote. Lo cual dice de su falta de cultura y de su cinismo en apenas un gesto. Entre otras cosas, esto explica la fragilidad de las fuerzas de izquierda en Cuba ante la nueva coyuntura a inicios de la década de 1970. En el fondo estaba una ideología desarrollista que no había sido purgada. La voz que se enfrenta en contracorriente al ideario populista será la del compañero Fidel Castro. Lo cual se expresa en su adscripción a la “teoría de la dependencia” en aquella época, que, asimismo, significo un ajuste de cuentas con aquel proyecto modernizador que de fondo se justificaba sobre una matriz populista. Sin embargo, el poder que la ortodoxia ganó empujó aquel discurso del Comandante en Jefe fuera del espacio nacional. Extiéndase bien: Che y Fidel coinciden en todo. Por eso la derecha los recicla. (La forma más oprobiosa de mutilar el filo revolucionario en el pensamiento de Fidel son esos “compendios” de su ideario.) Esto resulta también una traición al Che. Entonces estos sacristanes del vetusto socialismo de Estado hablaran de “modernizar” la economía y de “reformar” al Estado como una estrategia del socialismo en Cuba.

La falta de calidad humana de tales sacristanes resulta evidente. Ellos no podrían ver la angustia de aquel hombre que palpita tras los gruesos volúmenes de El Capital, como el mismo Che Guevara lo advirtió. En tal sentido, Che Guevara fue un hombre más honrado que valiente. (Y aclaro: Nunca le faltaría el coraje.) Enfrentó con furia el desafió que significaba construir simultáneamente el socialismo y el comunismo en una isla pequeñita del Caribe. Lo cual haría con la misma rabia, por ejemplo, con que afrontó su propia asma. Entendió el drama de la autoeducacion, tal como la practico el mismo. Como en aquel poema de Roque Dalton: “Decirles”, Che Guevara prefería no esperar inútilmente mientras hacia interminables lecturas sobre los manuales soviéticos. La cordura de estos señores hace más que los mismos imperialistas por ser integrados al sistema imperialista mundial, bajo la lógica de un capitalismo senil que para sostenerse en pie apenas juega con ilusiones ópticas. La reforma que promueve el compañero Raúl Castro, por tanto, al filo de la navaja ante tipos así, corre el peligro de ser reconducida por ese realismo indigente de “lo posible”. (Another day in Paradice, según Phillip Collins.) Cuando habla el compañero Raúl Castro de fortalecer la institucionalidad de la Revolución cubana, tributa a lo más genuino del ideario guevarista. “Es evidente que el mecanismo no basta para asegurar una sucesión de medidas sensatas y que falta una conexión más estructurada con la masa”, dirá Che Guevara (1965). (Esto dice cuando antes asegura que “el Estado se equivoca a veces”.) El método que siguen “los estratos superiores del Gobierno” aún –además del aparato estatal creado al efecto-- se reduce “auscultar las reacciones generales frente a los problemas planteados” desde arriba. Esto indica un situarse frente al pueblo y no dentro del mismo para construir juntos un destino común. El sentido humano del Che Guevara nos desafía.

Estamos por un enfoque cultural del proceso político. Ensanchar el visor frente la tragedia humana del mundo en la actualidad sería lo mejor. Entremos en detalles. Las clases populares crean o actualizan formas de autogestión social, económica y política de su vida cotidiana, ante situaciones límites o coyunturas complejas, sobre las bases de cierta tradición que incluso será anterior al estado político de contenido social que aparece en las sociedades europeas a finales del siglo XIX. Los métodos autoritarios de mando, por tanto, afectan la integridad de la sociedad. La reforma que promueve el compañero Raúl Castro no puede detenerse apenas en un cambio de estilos. El cambio en los métodos políticos ha llegado a su turno. La filosofía carcelaria de derecha induce la articulación de mundos yuxtapuestos o contrapuestos entre sí, así como fomenta un espíritu antiestatista entre las masas populares. La cultura de resistencia y el espíritu de tenacidad de las multitudes ofician en beneficio de aquellas. Aquel cordón umbilical que en el capitalismo une al individuo con la sociedad, la ley del valor, ahora en el socialismo igualitario es sustituido por un nuevo mecanismo más explicitito y brutal: el Estado burocrático policial. El cual se resume en una frase: “Le debes a la Revolución todo”. En cambio la diosa Revolución ha cobrado caros tributos. El más patético ha sido el daño irreparable contra la autoestima de los cubanos(as). El impacto regresivo del Estado obrerista (1971-1989) fragmentó a la sociedad y canceló toda posibilidad de articular una visión de totalidad. Sobre sí misma y desde abajo. La gente negocia el día-a-día contra una legalidad que les hace sentir culpables por dar de comer a los hijos. El dilema que moviliza aquel ensayo del Che Guevara: “El socialismo y el hombre en Cuba” –es decir, “la abolición del individuo en aras del Estado”-- sigue en pie hasta hoy y debe ser resuelto en la raíz.
En una solución de continuidad para el régimen socialista en Cuba, el énfasis justiciero del socialismo igualitario debe ser reciclado por un socialismo libertario que, al centrar su discurso en la libertad --“con todos y para el bien de todos”, diría José Marti--, logre marcar la distancia tanto de los liberales como de los fascistas, justo al articular formas colectivas de vida cotidiana en la sociedad. La visión de una sociedad política que se moviliza sobre correas o ruedas dentadas que van de minorías a mayorías pudo ser una metáfora en Lenin o una sarcasmo en Chaplin. Pero no pertenece al Che. Porque no sólo la noción de democracia al uso parece negar –que lo será-- sino que resultó una razón de Estado burocrático policial que buscaba una mejor imagen ante el pueblo. El modelo de sociedad política que resulta pertinente para un socialismo libertario se debe argumentar en el diálogo, la autogestión y el consenso. En tal sentido Che Guevara diría: “En la imagen de las multitudes que marchan hacia el futuro encaja el concepto de institucionalización como un conjunto armonioso de canales, escalones, represas, aparatos bien aceitados que permitan esa marcha, que permitan la selección natural de los destinatarios a caminar en la vanguardia y que adjudique el premio y el castigo a los que cumplen o atenten contra la sociedad en construcción”. Estas resultan ideas que se aproximan más a la ecología política. Según Che Guevara: La “falta de un mecanismo que permita la investigación y desbroce la mala hierba tan fácilmente multiplicable en el terreno abonado por la subvención estatal”, resulta una carencia fundamental de las formas institucionales en el periodo de transición socialista. Esto define el profundo espíritu libertario del Che Guevara. Incluso, según el Che Guevara, el destino final de aquella elite política esta marcado por los progresos de la educación de las masas. Personas que al crecer moral e intelectualmente llegan a superar a dicha elite política. Lo cual debe suceder desde el primer día.

En el fondo el dilema histórico y clasista que encubre esta discusión se refiere a la identidad del sujeto de una revolución popular en curso. Es un debate que suscitó Carlos Vila en la década de 1990. Los cubanos hicimos un profundo silencio al respecto. Sin embargo, había una historia política por discutir. Los textos de la Constitución en Cuba, sucesivamente, hablan del pueblo cubano (1959), la clase obrera –y sus adjetivos: Los demás trabajadores manuales e intelectuales que integran la sociedad-- (1976), o pueblo trabajador (1992). Esto en términos de retórica. Los teóricos de la ortodoxia marxista en Cuba, entonces, le irán a prestar mayor atención a otros asuntos. La misión de estos se reduciría a reciclar los dogmas soviéticos, mientras hacían una apología del Estado burocrático policial que se presentaba como la defensa del socialismo cubano. La actitud de los intelectuales más honrados –entre quienes es Fernando un ejemplo a mostrar-- sería defensiva en mucho. (Lo que se entiende bien dadas las circunstancias que enfrentan las fuerzas de izquierda en América Latina.) En cambio, en aquel articulo de Fernando al cual hicimos antes referencia este nos dice: “Hoy es necesario replantearse el socialismo, volver a preguntarse no solo qué no era, sino qué va a ser, qué puede ser el socialismo”. Siendo fiel a sus ideales, este marxista cubano adoptara una actitud de resistencia activa sin esperar por mejores tiempos para la lucha. No obstante, los tiempos han cambiado lo suficiente para tomar distancia en algunos puntos. La falta de un enfoque clasista de la sociedad nos ha impedido apreciar la dialéctica de la lucha de clases en la sociedad socialista en Cuba. Entonces, cuando la ofensiva neoliberal nos desborda, el único refugio seguro parece hallarse en el Estado socialista. Lo cual hace del mismo una garantía contra aquella fuerza telúrica. Es hora ya de rehacer las alianzas políticas en medio de la lucha de clases en Cuba.

Ahora bien, la actual reforma debe afrontar otros desafíos. La presión que ejercía el sujeto popular sobre las estructuras de poder en la década de 1960, será en mucho diferente a la situación del mismo en la década del 2000. Las clases medias en Cuba son antiestatistas pero igual justifican formas autoritarias de poder. Las formas de exclusión creadas por la nueva economía son naturalizadas por éstas; mientras, así mismo, tales prácticas son reproducidas por las políticas del Estado cubano. Discutamos un caso. En las tiendas de recaudación de divisas (TRD) los precios de venta de los productos son 2,4 veces superiores a los precios de compra de los mismos. La idea es que el cliente es un agente del capital y debe ser tratado como tal; es decir, las reglas del mercado se imponen en tal espacio del consumo. Pero el cliente no recibe la divisa únicamente a través de remesas desde el exterior. (Y aquí no considero otra idea: Lo que viene del exterior esta bajo sospecha de colaborar con los enemigos de clase de la Revolución cubana. Lo cual hace olvidar que Carlos Marx no nació en Trinidad sino en Tréveris.) Implica esto que quien las obtiene ha tenido que luchar fieramente antes de llegar al punto de ventas. (Sobre todo para comprar el puré de tomate y el aceite.) Indica esto, ante todo, frente a qué Estado se esta. El sujeto popular de la década de 1960, evidentemente, estuvo frente a un otro-Estado que militaba en su bando. Las políticas del Estado cubano eran estimadas por su contenido justiciero y liberador ante el mercado. Incluso, siendo en aquella época el régimen de la propiedad más plural que hoy mismo. Sería un acto liberador aquel pues entonces había cubanos para quienes ni siquiera dicho “mercado” existió antes de 1959. La sociedad cubana en la década de 1950, en todo caso, habitó entre los extremos (decilas) de una sociedad de consumo que emergía y una multitud de olvidados que padecía. El actual dilema en Cuba es cómo reciclar ese “Estado burgués” que tenemos hoy encima y nos reduce a menos.

Cuando se tiene una idea no exacta sobre las fuerzas e intereses que mueven y ordenan a una sociedad, insisto, puede esto conducir a actitudes tanto autoritarias como anarquistas al intentar dar solución a los agudos conflictos entre las clases sociales. Lo que resulta paradójico aquí sería el entender estos conflictos como fuerzas motrices de la Historia, mientras no aplicamos un enfoque clasista de la sociedad existente en Cuba. Las políticas del Estado cubano han ido modificando la estructura clasista de la sociedad y, por tanto, serán ellas las responsables del estado actual. Luego, acusar al gobierno de Estados Unidos de los conflictos internos es algo imbecil o cínico. (Los agentes externos logran invadir y liquidar a un organismo cuando el estado de fragilidad interna en este resulta ya evidente. Nunca antes.) La historia de una burocracia (años 1960) hecha tecnocracia (1970-1980) y esta última en gerenciado (1990) tendría “causas viejas, motivaciones nuevas” –según Che Guevara--. La actual estructura de clases en Cuba, en tal caso, admite la articulación de diversas formaciones posibles sobre la misma. Estas formas debe potenciar la acción política del sujeto popular en su ofensiva contra las actuales prácticas y estructuras sexistas, clasistas y racistas de la sociedad cubana. La actual reforma debe habilitar los modos y los espacios que resulten a ella necesarios para continuar ésta desde cualquier lugar o tiempo en la sociedad cubana. Estamos por rescatar hoy aquel activismo y espíritu de pluralidad propios de las décadas de 1960 y 1990. En cambio, hemos de estimar sobre que condiciones fueron articulados esos diversos tejidos sociales de la sociedad. Sobre el rango de pertinencia de la nueva sociedad política para con las circunstancias actuales ha hablado ya el compañero Raúl Castro. Lo que estaría por discutir son los espacios y tiempos del debate de ideas que debe afectar a la multitud, así como vindicar el derecho de aquella a hacer sociedad. Porque el acceso al debate en Palacio ¿será apenas un asunto de entendidos donde las opiniones del pueblo no cuenten? La razón de un Estado-capitalista-colectivo no contribuye en la educación comunista de las masas populares.

En tal sentido Che Guevara habla del hombre nuevo. Aquella idea libertaria que Carlos Marx sólo enuncia en sus Manuscritos de 1844, acerca del “proceso de apropiación por el hombre de su verdadera condición humana”, Che Guevara la desarrolla a fondo: “Esto se traducirá concretamente en la reapropiación de su naturaleza a través del trabajo liberado y la expresión de su propia condición humana a través de la cultura y el arte”. La crítica de izquierda en Cuba, en esta línea, frente a las políticas antipopulares del Estado burocrático policial, debe ahondar en el contenido libertario de la cultura popular. La autora de “El dueño de los caballitos”: Antonia Eriz, por ejemplo, hacía una pintura más auténticamente popular que la política que entonces hacían los burócratas de la cultura. Cuando se siguen la historia de los decorados con figuras de yeso en las viviendas del pueblo, por ejemplo, entre las décadas de 1960 y 1970, resulta obvio advertir como aquellas bailarinas blancas, bajo el impacto de una autentica revolución popular de los años 60, a finales de la década van a cambiar a negras. El efecto acumulado de las políticas del Estado obrerista, en tal sentido, inducen en cambio regresivo en los decorados de esas familias. Las bellas figuras de yeso cargadas con frutos nativos se convierten en frutas exóticas. (¿CAME-integración?) Pero hay más. ¿Qué decir del sentido popular de aquel espacio interior, humilde, que se halla en las piezas de Ángel Acosta? Incluso el arte escatológico de Umberto Peña… ¿Quién en verdad ha militado junto al pueblo? La actitud homicida del funcionario estatal contra el “mensajero” indica su complicidad con la alineación de fondo. En todas partes los políticos encuentran críticas contra la Revolución cubana, sin advertir que tales indicios hablan de un dilema de fondo. Estamos aún frente al “Estado burgués”. En esa batalla me extiendo en un articulo mío: “Ante la Ciudad Letrada en Cuba” (Kaos-Cuba).

La crítica de Che Guevara contra La Ciudad Letrada, en carta a Ernesto Sábato (12/04/60), cuando escribe: “Aquí la forma de sumisión de la intelectualidad tomó un aspecto mucho menos sutil que en Argentina”, sin embargo, no conecta con aquella otra de Juan Marinello contra los pintores abstractos en Cuba. Las obras artísticas que en la transición socialista Che Guevara cree más urgentes –porque son necesarias todas--, entonces, serán aquellas que logran la expresión exacta de ese siempre difícil e irresuelto drama humano que significa alcanzar toda la libertad. Pues bien, ¿qué marca la diferencia entre Che y Marinello en tal caso? En tal sentido Che Guevara dirá: “No debemos crear asalariados dóciles al amparo al pensamiento oficial ni “becarios” que viva al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas”. En un ensayo mío: Escritura y oralidad. Las clases sociales en Cuba (1959-2001), --mención en “Premio Andrés Bello 2006”--, estimo las poéticas y los tiempos de tres trovadores cubanos: Carlos Pueblas (años 60), Pedro Luís Ferrer (años 70-80) y Frank Delgado (años 90). Las poéticas se asocian con Francisco Oramas. Estos será el tiempo para los griots del pueblo. Las actitudes e los políticos frente a La Voz del Pueblo cubren un registro muy amplio. Situados en puntos extremos se hallan Pueblas y Delgado. Glorioso o maldito. La suerte de Pedro Luís lo llevaría a ambos extremos bajo el Estado obrerista (1971-1989). Sería su actitud tan patética como digna. Entonces, siendo la trova en Cuba una y única –según ha dicho Pablo Milanes (junio, 2008)--, me atrevo a afirmar que ha sido antipopular el Estado cubano (1959-2001). Populista en mucho. Pero no sólo fue tomada por los burócratas la ciudad de los escribas, sino la ciudad de todo el pueblo. La mejor prueba se hallaría en una administración de la ciudad que censura la voz del pueblo.

Los actuales planes directores de las ciudades en Cuba, por ejemplo, son un ejercicio a espaldas del pueblo. Lo cual no discute los saberes o las virtudes de nuestros arquitectos y urbanistas sino el diseño político que se hallaría detrás. Los expertos discuten sobre “arquitectura vernácula” en este instante, mientras los archivos especializados no disponen de estudios sobre los bateyes –por ejemplo--. En cambio sobre El Vedado hay muchos. Porque el dilema de fondo, en verdad, habla de practicas y estructuras de poder que hipertrofian las formas de reproducción cultural de la sociedad cubana. Estaría hoy por aprobar el nuevo Plan Director de Ciudad de La Habana, a cargo del Consejo de Estado, sin que haya asistido el pueblo en su diseño. Esta sería la ciudad donde harían sus vidas por última vez el 20% de los cubanos. La gente no espera nada bueno de este plan. Después se preguntan porqué incumplen el mismo. La cosa es que todos reproducimos día-a-día la peor ciudad. Los patrones culturales de las clases más opulentas de la sociedad cubana aspiran a ocupar una mansión en los barrios residenciales de oeste de esta ciudad. Ellas insisten en el modelo americano de los años 50 que ya ni siquiera en Estados Unidos tiene sentido asumir. (Lo cual no desdice aquel empeño de un arquitecto cubano allá en Norteamérica por reducir en una escala más humana las grandes ciudades.) Están las clases más humildes de la sociedad cubana, por otra parte, que practican un modelo paralelepípedo de vivienda popular por esfuerzo propio. Su ajuste ecológico es nefasto. La ciudad va adelante a la buena de dios. Los medios dan cobertura a una “revolución energética” que pasa de largo. La falta de control popular sobre los enclaves de la nueva economía en todo el país corre la misma suerte. La lógica de poder que se hallaría detrás cubre la vida toda. Las personas no tienen derecho a decidir sobre aquellas condiciones materiales que aseguren la reproducción social de sus vidas cotidianas.

Seamos justos. En verdad la nueva economía ha propiciado una situación de autarquía en Cuba. (Sin duda que la dualidad monetaria será su mejor excusa.) El dilema se reduce al estado de sumisión en que se hallan dos tercios de las alcaldías en el país, al tener que esperar por un Estado-padre de familia que les provea de fondos para ejercer una libertad a medias. Entre otras cosas, esto alienta actitudes autoritarias en los políticos y crea pasividad en el pueblo. Lo cual impide una democratización radical de la sociedad. La sociedad local se halla mediatizada por unas estructuras de poder que las omiten. Lo mismo da una cadena hotelera como Cubanacán que una megaempresa como CIMEX S.A. En tal caso ¿qué control sobre la actividad económica de dichas entidades tiene un gobierno municipal como Varadero o Playa? Disponen de las fuentes empleo en la sociedad local, de la infraestructura, del crédito bancario, etcétera, así como impactan sobre esta no siempre de forma conveniente para la vida de las comunidades que la integran. La forma de gestión económica más pertinente para una autentica sociedad socialista sería la autogestión social, económica y política. Lo que ocurre con la producción de leche sería un buen ejemplo de cuánto se pudiera hacer en toda la agricultura en Cuba. Pero también en toda la economía del país. Sobre todo si ésta no se hallara tan volcada sobre el exterior y si más centrada sobre sí misma. En medio de tal estado de cosas, por ejemplo, las fuentes de acumulación interna crecerían y sería mayor la integración entre sectores. Entonces sería posible integrar toda la economía como una gran empresa. Esta idea adoptó una forma “estatista” en los años 60. La misma se ajustaba al nivel de las fuerzas productivas en Cuba en la década de 1960. Lo que hoy tocaría hacer, ante todo, sería rehacer la relación entre Estado-economía-sociedad de forma tal que aquella idea resulte viable. Porque está en pañales aún la teoría marxista sobre la economía política del período de transición al socialismo que Che Guevara buscó adelantar cuatro décadas atrás.
Estamos por terminar este artículo. Pero antes discutamos una teoría. La teoría que sintetizo en este extremo del artículo, acerca de la economía política del período de transición al socialismo, según he podido deducir de las búsquedas del Che Guevara al respecto, apenas intenta ofrecer una perspectiva para el debate y nada más. Sería esta dicha teoría: La relación capitalista se justifica en una sociedad mercantil pero esta última por definición no será capitalista por sí misma. La sociedad mercantil que se ha presentado hasta hoy en la transición socialista, en principio, obligó a establecer como mecanismo de control la búsqueda de cierto equilibrio entre el fondo mercantil y la demanda solvente. (Podríamos hablar de mercancía en tal caso, según Che Guevara, justo cuando un producto se convierte en objeto de transacción entre el Estado y la población que lo consume.) El manejo de fondos sociales identifica un espacio no capitalista dentro de la gestión estatal. Estado-propietario-colectivo. (Quise decir: Estado que debe negarse como propietario y como Estado.) Las formas múltiples de autogestión marcan la continuidad en tal proceso. Porque también existen y deben ser ampliados y fortalecidos ciertos espacios no mercantiles de vida colectiva en la sociedad. Los rangos de solvencia de las personas deben ser modificados según los patrones culturales que sean adoptados, según vallan resultando estos más inclusivos y solidarios. La sociedad mercantil debe ser reducida a una forma de reproducción simple de los valores, hasta ser disuelta en un modelo autogestionario total que resuma a la sociedad. Lo cual resulta una contradicción en los términos. Esta visión sobre el período de transición nos sugiere algunas pistas. Ante todo, la relación entre Estado y mercado queda así resuelta. Luego, esta teoría restituye a la esfera del consumo dentro del proceso de reproducción de la sociedad una condición de elemento esencial del mismo. Finalmente, la misma dota de una gramática en todo más pertinente para enfrentar dicho proceso.

Entrar a analizar con dicho instrumental teórico la actividad económica del Estado cubano nos parece lo más adecuado. En tal sentido el autor es responsable de los desarrollos que otorga al pensamiento del Che Guevara, así como de la evaluación que hace de aspectos concretos de la economía cubana en la actualidad. Lo que aquí discutimos será la propia facticidad de tal teoría. (Esto debe ser entendido como un homenaje al Che Guevara en su natalicio.) Consideremos ahora las reformas del aparato bancario, financiero y monetario que el Estado cubano instrumentó a finales de la década de 1990. Empecemos por el principio. Los cambios que debió enfrentar la economía cubana durante el período especial, se tradujo en una mayor autonomía para las empresas que –bajo los métodos convencionales de control estatal-- se convirtió un peligro de autarquía contra el régimen socialista cubano. Entonces tal reforma tiene por objetivo superar tales carencias. La ausencia de una “definición conceptualmente integrada” del modelo económico a adoptar, según Oscar U. Echeverría (1997), no impidió que aquella se realizara. La adopción del referente teórico y metodológico de carácter internacional sobre la materia resultaría decisiva. Los nuevos aparatos financieros no pudieron frenar la situación de autarquía que aparecía en la economía, ni esto fue posible siquiera con aquellos esquemas de financiación que apenas facilitaron un precario equilibrio de conjunto. Definitivamente, las formas económicas que sean pertinentes en la transición socialista lo serán mientras contribuyan a construir el comunismo desde el primer momento de iniciado el proceso en cuestión. En tal sentido la reforma que instrumento el actual aparato bancario, financiero y monetario de la economía cubana, no logró su conversión en interfase que contribuya en el proceso de resemantizacion de aquellas viejas categorías del capitalismo, así como facilitar la realizaron del proyecto emancipador que significa la Revolución cubana en sí misma. Estos son temas que deben ocupar mayor espacio. El motivo que nos moviliza no será evidentemente de tipo académico sino político. Los he tratado aquí como consecuencia de la actual batalla de ideas.
La derecha en Cuba está huérfana de ideales. Tengamos en cuenta que cuando la derecha se encuentra en la ofensiva, según ciclos alternos entre Estado y mercado, adopta métodos casi fascistas para gobernar y resulta más arrogante en sus actitudes. (Sobre estos ciclos hablé en un artículo mío: “La mala palabra en Cuba no es centralización sino exclusión”; aquí en Kaos-Cuba.) Durante la pleamar ella cambia. La vieja burocracia en Cuba, por ejemplo, suele resultar algo grosera. Lanza ataques morales para descalificar toda actitud de contestación contra status quo. (¡La misma estrategia que siguió la derecha imperialista en la década de 1960 contra el movimiento pro derechos civiles en Estados Unidos!) La derecha en Cuba, en cambio, practica una hipocresía institucional que le permite reducir en tiempos difíciles los costos sociales en su contra. Entonces ahora se convierte en juez supremo de la sociedad. Cuando se está ante un pueblo entero que debió enfrentar un “período especial” donde se presentó ante la disyuntiva entre asegurar la vida o violentar las leyes, entonces, sabiendo el resultado de tal momento, no sería difícil imaginar el efecto devastador que podría producir estos ataques morales. Esto intenta ser capitalizado por la derecha. Desde luego, los ataques morales de la derecha nos muestran la estatura moral e intelectual de la misma. Desarmar a la derecha es esencial. Superar el pacto indigente que nos sujeta; acusar todos los mecanismos del Estado policial; revelar el carácter antipopular de ciertas políticas públicas. Esto define el espíritu libertario que nos anima. Los cubanos debemos saber a quiénes benefician tales políticas o a cuales lógicas responden ciertos estados de cosas. Entender que la presión de la multitud y de las circunstancias actuales ha justificado llevar adelante las reformas en curso, nos obliga a ser concientes del destino que forjamos en común. Quizá sea poco aquello que pudiera hacer usted. Pero basta que hiciera algo al respecto.

Santa Fe, Ciudad de La Habana, Cuba: 4 de junio de 2008.
E-mail: ramon0260@gmail.com

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miércoles, 11 de junio de 2008

Articular más audazmente utopía y realismo, es la respuesta

Por: Leonel González

A partir del llamado en Cuba al VI Congreso del PCC a fines del 2009, este artículo reflexiona sobre la necesidad de repensar el socialismo para profundizar la revolución cubana. "Definir qué socialismo convocamos a construir es indispensable, es la base que nos permite evaluar si las políticas concretas nos acercan o nos alejan del objetivo. Cada medida que aumente, amplíe, perfeccione, el derecho de decisión de los trabajadores sobre su vida económica y sus derechos soberanos para elegir a quienes le dirijan, son medidas socialistas. Cada medida que acerque el poder al pueblo, ofrezca autonomía, descentralice y socialice son medidas de nuestro proyecto. Cada medida que impida discriminaciones de cualquier tipo, es socialista. Cada medida que cuide la naturaleza, garantice que cada información sea transparente y veraz es socialismo. Cada vez que hablamos sin hipocresías y respetemos la dignidad de todo ser humano somos todos más socialistas"

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“Vivimos en esos malos tiempos en los que hace falta explicar incluso lo obvio.”
Bertolt Brecht

Recientemente se dio a conocer que será convocado el VI Congreso del PCC a fines del 2009.

Redefinir, repensar, refundar el socialismo es la base indispensable para cualquier política de salvación de la revolución cubana, ante los retos de la nueva época que vive la humanidad. Es la base para el éxito o no del futuro Congreso.

Nuestro partido tiene que ofrecernos un análisis integral de las causas de la caída del Campo Socialista, del estado actual de nuestra nación, de lo que consideramos nuestras singularidades y excepcionalidades y fundamentar un criterio de Socialismo en las condiciones actuales que, partiendo de toda filosofía realmente marxista y martiana, será a su vez flexible y concreto, e incorporará el núcleo duro de los fundadores y a todo lo nuevo que nuestra experiencia ha acumulado.

Si “Revolución es Sentido del momento histórico, es cambiar todo lo que debe ser cambiado…es igualdad y libertad plena…Si “tenemos que convertirnos en el Partido más democrático que exista, donde se discuta más, que existan diferencias, no antagónicas… sin miedo de ninguna clase, que cada cual exprese lo que sienta” entonces nuestro Partido tiene que comenzar a trabajar para modificar muchas de sus prácticasy normas y no dejar todo eso en buenas intenciones solamente.

El éxito del Congreso, ha sido siempre un principio, se determina en el proceso que hay que desarrollar antes de su inauguración, si logramos llegar al Congreso con concepciones nuevas, si la estrategia es ver el Congreso como la culminación del ejercicio de pensar y no como su inicio.

El dominio sobre la producción por parte de los productores es la esencia del socialismo, que significa socialización de los medios de producción y también su profunda transformación, no es un simple modelo económico sino una nueva civilización profundamente democrática y libre, regida por lógicas sociales, ecológicas antropologías y políticas, radicalmente distintas a las precedentes.

En resumen una sociedad capaz de autorregularse, enfrentar los seguros nuevos conflictos que la historia nos deparara, creando nuevos mecanismos democráticos y creativos.

Definir qué socialismo convocamos a construir es indispensable, es la base que nos permite evaluar si las políticas concretas nos acercan o nos alejan del objetivo. Cada medida que aumente, amplíe, perfeccione, el derecho de decisión de los trabajadores sobre su vida económica y sus derechos soberanos para elegir a quienes le dirijan, son medidas socialistas. Cada medida que acerque el poder al pueblo, ofrezca autonomía, descentralice y socialice son medidas de nuestro proyecto. Cada medida que impida discriminaciones de cualquier tipo, es socialista. Cada medida que cuide la naturaleza, garantice que cada información sea transparente y veraz es socialismo. Cada vez que hablamos sin hipocresías y respetemos la dignidad de todo ser humano somos todos más socialistas.

Cuba, a pesar de sus múltiples aportes y originalidades, una colectivización agrícola ajena a la coacción, pero muy controlada; el logro efectivo de salud y educación igual para todos; participación de las masas en la primera fase -obreros ejemplares- para seleccionar futuros militantes con prestigio, organizaciones sociales pluriclasistas y originales como los CDR, mayor vinculación con las masas, relaciones auténticamente revolucionarias y de respeto con la plural izquierda internacional, Internacionalismo decidido, y otros, no pudo evitar las concepciones principales, entonces predominantes, ya caducas, del socialismo fracasado.

La Revolución cubana ha compartido, en mayor o menor medida, con aquel Socialismo “real”algunos de sus más importantes defectos: divinización desmedida del estado, centralización burocrático-administrativa, excesiva militarización de la sociedad, el pensamiento y el lenguaje; autoritarismo en las relaciones interpersonales; estricta jerarquía; dualidad y prolongación en el poder; culto a la personalidad; muy poco margen para la crítica política, económica y social desde el interior de la sociedad; escasísima democracia económica real cogestionaria o autogestionaria; un paternalismo que ha fomentado procesos negativos acostumbrando al pueblo a no ejercer protagonismo en las decisiones ya que éstas se supone que le vienen resueltas por el liderazgo; limitaciones de la potestad de la soberanía popular, estableciendo qué le conviene y qué no a la población, limitando, prohibiendo o permitiendo lo que a su entender es correcto.

Ya en 1962, el Che decía, “Nos hemos quedado muy atrás en lo que toca a la implicación efectiva de la clase trabajadora en sus nuevas tareas de dirección. ¿De quién es la culpa? Evidentemente la culpa no es suya, es nuestra, del ministerio y de los dirigentes obreros. De ambos. Pero, ¿de quién en mayor medida? Esto podría desde luego discutirse o aclararse; pero el hecho es que la culpa es nuestra. Nos hemos transformado en perfectos burócratas en ambas funciones...”

“… ¿Qué debíamos hacer para que la participación de la clase obrera en la dirección de la fábrica y de las empresas fuera siempre más consciente y siempre más determinante?”

El Che, rechazaba las concepciones dictatoriales, burocráticas y dogmáticas que tanto daño hicieron al socialismo en el siglo XX. Y advertía en un discurso de 1960 a los que pretenden, desde arriba, educar al pueblo: “La primera receta para educar al pueblo...es hacerlo entrar en revolución. Nunca pretendan educar un pueblo, para que, por medio de la educación solamente, y con un gobierno despótico encima, aprenda a conquistar sus derechos. Enséñele, primero que nada, a conquistar sus derechos, y el será el maestro”.

En notas criticas del 1966 a un manual de economía política soviético, afirmo: “El tremendo crimen histórico de Stalin fue el haber despreciado la educación comunista e instituido el culto irrestricto a la autoridad”.

El 3 de septiembre de 1970, después del fracaso de la zafra del 70 Fidel dijo: “Vamos a comenzar la democratización del movimiento laboral. Si el movimiento de los trabajadores no es democrático, no sirve”. Todavía hoy, a 40 años, Fidel podría volver a decir casi lo mismo.

El reciente proceso de discusión en Cuba, del 2007, demostró cuanto podía aportar la clase trabajadora y cuanto no aportaron antes, sus oficiales “representaciones” sindicales o del Poder popular…andaban y siguen con discursos distintos.

Defender ahora el singular “Socialismo de Estado” creado en Cuba, sólo es posible como base perfectible para el Nuevo proyecto socialista; pero nuestra solución real para crear un socialismo viable, sustentable y deseado, pasa por su anulación y superación.

Tenemos que enfrentar resueltamente y sin mas dilación el problema de la propiedad social, el problema de la profundización democrática del Poder popular, el problema del protagonismo de los intereses de los trabajadores en nuestros medios, el problema de las discriminación de todo tipo que aun subsisten y el problema de la cultura del debate y el respeto a la individualidad de todos los ciudadanos, además de la sexual, intelectual o cultural.

Por suerte tenemos potencialidades y singularidades que nos permiten evadir el destino histórico del socialismo que no fue. Entre ellas, el privilegio de contar con la inagotable fuente del ideario martiano, uno de los pensamientos políticos y humanistas más avanzados de todos los tiempos, la impronta irreverente y creativa del Che, con la experiencia de Fidel y con una revolución cultural que proyecta pensamientos y análisis, plenamente concomitantes con el nuevo socialismo que necesitamos.

También contamos con una mayoría de cuadros, combatientes y revolucionarios que, no importa la posición la cual ocupen, privilegian la conciencia revolucionaria y el honor y han demostrado su capacidad de reconocer errores y enderezar la marcha.

Tenemos una tradición de ética y en especial de vergüenza, que nos ha acompañado desde el 10 de octubre de 1968.

Tenemos también y muy especialmente las enseñanzas de la historia, de la nuestra y la de otros.

En este sentido no solo hay que unir a la vanguardia política y la vanguardia intelectual, sino a la cultura y la clase trabajadora y buscar el equilibrio entre hoy y mañana, así comola preeminencia de lodeseable sobre lo posible.

La izquierda –se ha dicho y definido-es el acuerdo entre todos los rebeldes contra las injusticias, las opresiones y necedades, contra prejuicios y discriminaciones, por la emancipación y la más amplia libertad humana. Pero una izquierda que no se proponga el poder para la clase trabajadora y la supresión del capitalismo en todas sus formas, no lo es.

En un mundo que cambia continuamente, la izquierda tiene que renovarse igualmente, sigue siendo real “que no es la conciencia de los hombres lo que determina su existencia, sino su existencia real lo que determina su conciencia”. Sigue siendo real el peligro de que el poder devore el proyecto y de ver nuevamente a libertadores convertidos en dictadores.

Debemos implantar sistemas de control y democratización que dificulten el ejercicio del poder por elites egoístas y explotadoras o castas revolucionarias que creen saber mejor que el pueblo lo que le conviene a éste.

Sin ello resultaría imposible desarrollar, de manera creativa, la democracia y autonomía desde abajo, un creciente control colectivo sobre las transformaciones en la sociedad y sus relaciones con la naturaleza, y construir una alternativa viable a la civilización capitalista, con la participación protagónica de los trabajadores.

“Esta es la cuestión -literalmente, de vida o muerte- a la que debe responder el proyecto socialista en el Siglo XXI,.. la crítica y el rechazo de aquel socialismo que no fue debe servirnos para recuperar la perspectiva comunista no ya como un modelo social impuesto , sino mas bien como una perspectiva que articula utopía y realismo de modo original: un realismo que se divorcie del "inmediatismo" y nos oriente estratégicamente y una utopía que nos permita afrontar las "tareas inmediatas" sin dejar de "soñar con los ojos abiertos" para buscar la posibilidad de ayudar al desarrollo de la auto-actividad de los desposeídos y, con ella, de nuevas prácticas y relaciones que hagan posible otra visión de la sociedad y el mundo.” (1)

La Habana, 6 de junio de 2008


1-Aldo A. Casas. El Socialismo que no fue.

Publicado en: Kaos en la red

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Perfiles de propiedad, cooperación y autogestión obrera no laborista.

Por: Kirmen Reussibai

Un aporte al debate sobre cooperativismo socialista que incluye elementos como la relación entre el poder popular, la propiedad y el trabajo. Propone acciones para conformar el pasaje de las cooperativas en "la transición socialista hacia el comunismo, la liberación del trabajo asalariado y la libertad general". De acuerdo con el autor: "El control de los medios de producción y del empleo ya no se rige únicamente sobre las definiciones generales de socialización de la propiedad, sino también sobre procesos de transparencia y repartición de responsabilidades y beneficios, gestionados de manera progresivamente democrática: es decir, sobre la base del poder obrero real, en términos democráticos"


Para el debate sobre cooperativismo socialista, sería pertinente tener presentes algunas cuestiones.

En primer lugar que, tanto como sería un grave retroceso en la transición socialista la reintroducción de la relación salarial de tipo capitalista liberista, es decir entre empresas capitalistas singulares y obreros trabajadores, así, de la misma manera, sería otra grave regresión en el desarrollo de la socialización la vuelta de la propiedad estatal hacia formas de propiedad menos socializadas, con la constitución de cooperativas con propiedad exclusiva sobre los medios de producción.

Sin embargo, sobre la base del desarrollo de la democracia (1), desde lo universal y genérico de la formalidad democrática estatal, hacia lo democrático directo y efectivo local y biorregional (2), podría ser posible desarrollar formas de producción y de propiedad más particularizadas, y que puedan significar un paso adelante en el desarrollo socialista. Cuando estas nuevas formas de producción y propiedad mantengan y fortalezcan los logros socialistas conquistados con la revolución.

Esto es: cuando estas nuevas formas de propiedad y producción garanticen un mejor y mayor crecimiento del poder popular, de la democracia real obrera directa.

El principio de esta política, residiría en el hecho de que el progreso social adquirido con la estatalización general de la propiedad, tendría que ser considerado como un bien adquirido, indispensable e ineludible de la socialización y luego un camino general por el que la evolución de la sociedad pueda experimentar nuevas formas y contenidos de democratización. Estableciendo o mejorando la dialéctica socialista entre poder popular, propiedad y trabajo.

Una sociedad madura para dar estos pasos es la que puede generar propuestas de producción cooperativa fundadas en una redistribución de las formas del control de los medios de producción, por ejemplo entre:

un determinado colectivo productor, que asume la responsabilidad principal de gestión, en el sentido de dirigir el desarrollo del proceso productivo y de los medios de producción correspondientes, con una participación proporcional a los resultados económicos, es decir a una parte del plusvalor generado;

el municipio o consejo obrero territorial local, que asume la responsabilidad de garantizar la participación obrera de toda la comunidad cercana, favoreciendo la repartición del trabajo, sobre todo la creación de nuevas ocasiones de empleo y las reducciones de los tiempos de ocupación laboral conforme a las exigencias sociales (3); más la respectiva participación a los beneficios para la gestión municipal o del consejo;

el organismo biorregional, que participa en la gestión de las cuestiones territoriales superiores, ecológicas, de provisiones y producciones inducidas, transportes, etc. más amplias que los municipios, barrios o pueblos ya representados por los consejos locales;

el control estatal, que garantiza la repartición del plusvalor cooperativo desde el punto de vista general, la aplicación de las normativas de seguridad, el desarrollo de la formación, investigación e innovación, y sindicaliza las cuestiones generales de propiedad y sus formulaciones, etc. que puedan surgir (4).

Por lo tanto, hablamos de un concepto de propiedad superior, por supuesto, a todos los del capitalismo, cooperativas inclusive (5), pero también a los del estado socialista primitivo. El control de los medios de producción y del empleo ya no se rige únicamente sobre las definiciones generales de socialización de la propiedad, sino también sobre procesos de transparencia y repartición de responsabilidades y beneficios, gestionados de manera progresivamente democrática: es decir, sobre la base del poder obrero real, en términos democráticos.

Desde el punto de vista del colectivo empleado y gestor directo, se trata de una participación parcial a los beneficios económicos, tanto como de su repartición interna sobre bases democráticas de gestión y también, muy importante, en la gestión del tiempo de trabajo general y de cada trabajador, que depende en fin de cuentas del grado de desarrollo democrático y eficiencia de todo el proceso (6).

En efecto, la liberación del trabajo presupone también etapas de autogestión, en una dialéctica personal-colectiva, de tiempos productivos directos y también de necesidades u opciones voluntarias de consumo por encima del mínimo social garantizado en cada región.

Desde el punto de vista obrero general, es decir de la clase obrera directa o indirectamente conectada con el centro productivo, y desde el punto de vista de la gestión territorial cercana, se trata del desarrollo de reparticiones y beneficios sociales de empleo, económicos, culturales, etc. que por supuesto están condicionados al grado de participación del consejo territorial en el desarrollo de la unidad cooperativa.

Por otro lado, esto acerca a la posibilidad de una distribución colectiva de las demás tareas necesarias para el desarrollo de la comunidad, y naturalmente a la eventualidad de rotaciones de la actividad personal (estudio-investigación-producción-deporte-ocio-etc.) de los que así lo desean o necesiten.

Mientras que para la institución nacional, por su parte, se trata de la participación en un proceso productivo y social del que puede extraer todo tipo de ventajas económicas, sociales, tecnológicas, etc. en la medida en que su aportación sea efectiva, no burocrática (4) y lo más posible afinada a las exigencias particulares y generales. Lo que presupone el desarrollo de propias, adecuadas y lo más posiblemente desarrolladas - desde un punto de vista de calidad - herramientas de sindicalización productiva en cada sector donde se experimenten estos procesos de descentralización productiva.

Unas ideas más para concretar el debate internacional de las cooperativas en la transición socialista hacia el comunismo, la liberación del trabajo asalariado y la libertad general.

(1) El concepto de democracia ha sido expropiado por el capitalismo al movimiento obrero y proletario metropolitano, sobre todo desde la instauración en la URSS de la forma estatal de dictadura del proletariado, desvirtuándole radicalmente a través del régimen parlamentario y la partidocracia burguesa. Democracia es, ante todo, poder popular; y únicamente puede representar una democratización real y concreta de la sociedad si es interpretado y asumido por la clase obrera, hasta conseguir un modo superior de desarrollo sin salario y propiedad capitalista.

Es decir: con el socialismo, es únicamente por medio de asambleas y consejos obreros locales, en primer lugar, y luego regionales, etc. que se puede registrar un real desarrollo democrático de la sociedad. Por supuesto, entendemos con el término de obreros y de clase obrera no únicamente su sector empleado y trabajador, sino todo el conjunto de personas que no tienen otra salida para vivir que ceder su fuerza de trabajo, lo consigan o no lo consigan.

(2) Es prácticamente imposible que no se consolide un proceso revolucionario si no es a partir del poder de un estado en esta época histórica de superioridad de la forma-estado clásica.

Sin embargo, su verdadero contenido, fuerza y valor social se mide con la capacidad que manifiesta y activa la sociedad para apoyar o generar procesos locales y regionales de democracia, que son la única garantía para el arraigo del desarrollo socialista democrático nacional. Otra vez, hablamos por supuesto de poder popular, no de régimen parlamentario y de partidocracia/votocracia capitalista. Menos aún de formas degeneradas de control policial territorial o de la "democracia" del "partido". Eso es, de desarrollo de formas asamblearias locales - soviet, consejos, etc. - donde el modelo político busca en continuidad su desarrollo y perfeccionamiento democrático y no lo contrario.

Para esto es imprescindible partir de lo local, donde las relaciones sociales se pueden fundar sobre los parámetros máximos de colectivización compartida, de participación voluntaria, de verificación ética socialista permanente, y también de representación - allí donde y cuando es necesaria - absolutamente arbitrada y sindicada de forma permanente y abierta por toda la colectividad.

La extensión del poder democrático biorregional, se refiere a la sucesiva formación de marcos (regiones, provincias, cantones) más amplios que las comunidades locales (barrios, pueblos, municipios, etc.), sobre la base de agrupaciones y espacios de común interés social, cultural, ecológico o de ecosistema específico, de vías de comunicación, recursos, etc. Marcos que pueden además cruzarse y sobreponerse según las prioridades y necesidades específicas que resulten requeridas en cada tema, periodo y proyecto.

(3) Tratamos aquí de la gestión obrera general territorial de la unidad cooperativa, en cuanto el sector empleado en el centro productor es sólo un sector de la clase obrera territorialmente interesada por la cooperativa. Por esto, la forma asamblearia de democracia local se tendría que considerar ante todo como un consejo obrero territorial, que establece y propone líneas políticas de desarrollo económico del municipio, respeto a todos los centros productivos existentes. Por supuesto, con relación a los intereses de todos los obreros del respectivo territorio: empleados, subempleados y desempleados, jóvenes y ancianos según sus actitudes y aptitudes, y mujeres en tareas de reproducción inclusive, por supuesto.

En fases más avanzadas, este poder social puede intervenir en toda la gestión laboral de su marco territorial, buscando y proponiendo las correlaciones y reparticiones más apropiadas de fuerza trabajo y medios entre centros productivos, servicios públicos, sector agrícola, formación, cuidado del entorno físico y ambiental, actividades culturales y otras funciones presentes o posibles en el territorio.

(4) Este planteamiento teórico general está hecho en función del debate en curso, y no pretende ser de ninguna manera exhaustivo, completo y concluido, ni menos aún plantear aplicaciones mecánicas o peor aún burocráticas, que puedan transformar cada órgano de gestión de cada unidad productiva en un mecanismo absurdo e inviable. Según cada situación, dimensión y característica pueden ser desarrolladas de forma flexible, o simplemente reguladas por pautas fijas experimentales, que serían modificadas sobre la base de la experiencia específica del centro o de las lecciones sacada de otras unidades, localidades y sectores productivos.

(5) Uno de los principios fundamentales de la actividad empresarial capitalista es el secreto sobre los datos principales del proceso productivo, en particular de cuentas y balances. Sobre esta ocultación asocial se apoya también la explotación del trabajo y la alienación de las plusvalías, además de la sustracción a la recaudación racional de impuestos y tasas.

(6) Por supuesto, la reducción de los tiempos individuales y colectivos de trabajo tendríamos que entenderla como un proceso de maduración socialista que, en general, podría ser planteada en el marco nacional e internacional de la lucha de clases, como la lucha por las ocho horas de antaño.

Pero, en este marco concreto, se podría plantear la puesta en marcha de experimentaciones que tengan en cuenta todos los factores humanos interesados: individuales de los empleados, generales del centro productivo, territoriales para el reparto de empleo y estatales con relación a la política socialista general del trabajo.

Publicado en: Kaos en la red

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martes, 3 de junio de 2008

DE LA INDUSTRIA DE LA MUERTE A LA MUERTE DE LA INDUSTRIA


Foto: Daniel Matz


FRANCIA
(1871)
“En memoria de la Comuna”
“La comuna de París surgió espontáneamente, nadie la preparó de modo conciente y sistemático. [...] la desocupación entre el proletariado y la ruina de la pequeña burguesía, la indignación de las masas contra las clases superiores y las autoridades, que habían demostrado una incapacidad absoluta, la sorda efervescencia de la clase obrera, descontenta de su situación y ansiosa de un nuevo régimen social; la composición reaccionaria de la Asamblea Nacional, que hacía temer por el destino de la República, todo ello y otras muchas causas se combinaron para impulsar a la población de París a la revolución del 18 de marzo, que puso inesperadamente el poder en manos de la Guardia Nacional, en manos de la clase obrera y de la pequeña burguesía, que se había unido a ella.
“[...] La comuna promulgó el famoso decreto en virtud del cual todas las fábricas y todos los talleres abandonados o paralizados por sus dueños eran entregados a las cooperativas obreras, con el fin de reanudar la producción”
Vladimir Ilich Lenin

ALEMANIA
(1939-1945)
En el portón de entrada al campo de concentración de Auschwitz, la leyenda “Arbeit Mach Frei” (el trabajo te hace libre) procuraba transmitir la impresión que se trataba de un establecimiento destinado al trabajo... pero quien traspasaba el umbral, entraba a la industria de la muerte.

Los golpes de Estados Unidos en América Latina

ARGENTINA
(1976)
Estados Unidos liberó en toda América la economía: se abrían las importaciones, se cerraban las industrias, las fábricas, los talleres y se endeudaban los gobiernos-títeres. Para esto fue necesario una matanza y la desaparición de personas, cuadros políticos, dirigentes sociales, obreros, maestros, estudiantes y todo aquel que se oponía al plan.

(2005)
En Demo (pueblo) Cracia (poder - gobierno)
Uno de cada 4 argentinos está desocupado.
Cuatro millones de personas sin trabajo.
Sin industrias. Sin fábricas. Sin talleres.

Es necesario izar la bandera
de las cooperativas obreras,
de los talleres solidarios,
de las fábricas de resistencia,
de la industria por la vida
y la creación del amor.

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Algunas inquietudes sobre la abolición del trabajo asalariado

Por: Pedro Campos

En el presente artículo, Pedro Campos parte de comentarios hechos a sus textos anteriores para explicar el proceso de implementación de la autogestión y el cooperativismo. Asimismo analiza cuáles serían las nuevas relaciones de producción si se implementara este nuevo modelo en la experiencia cubana.

Dos artículos recientes: "Producción o salario, ¿qué va primero? y "La abolición del trabajo asalariado y el socialismo en Cuba" provocaron algunas reflexiones y comentarios sobre las supuestas intenciones "utópico-comunistas" de eliminar el dinero, los ingresos de los trabajadores y el mercado, ocultas tras la consigna marxista de abolir el trabajo asalariado.

Aunque en varios trabajos anteriores queda claro que el socialismo es una etapa de tránsito hacia el comunismo de tiempo indefinido, durante la cual persisten las relaciones monetario mercantiles hasta que predominen las relaciones cooperativas-autogestionarias y el intercambio de mercancías vaya siendo sustituido por el de equivalentes, y desaparezcan las diferencias entre el trabajo manual y el intelectual, entre el campo y la ciudad, vale la pena aprovechar la oportunidad para esclarecer el tema a quienes de buena o mala fe se equivocan en esa suposición, sea por 1) el miedo natural que en los capitalistas inspira el poder real económico en manos de los trabajadores, 2) el desconocimiento de las teorías marxistas sobre el socialismo, cultivado por el estalinismo, sus manuales y seguidores o 3) la mala fe de quienes tratan de confundir a los lectores sobre los medios y fines de la concepción cooperativista de Carlos Marx sobre el socialismo, presentándola como "continuidad capitalista", o "pasada de moda", a fin de combatirla entre los revolucionarios. Se sabe: la confusión creada por el "socialismo real" es enorme.

En ninguno de esos dos trabajos se alude a la supuesta supresión del dinero, de los ingresos de los trabajadores ni del mercado. Son pues inferencias. Ocurre que los amantes ciegos del dinero y el mercado, los nuevos adoradores - algunos criollos- de la macroeconomía, el marketing y la terminología burguesa contemporánea con la que tratan de suplantar, hacer olvidar y hasta negar las categorías de la Economía Política marxista, necesitan ver "utopías y voluntarismos", dondequiera que aparece la idea de sustituir las relaciones asalariadas de producción por las cooperativas, porque sí comprenden perfectamente que eso implica el traspaso del poder real en la economía, sobre propiedad y el plus-trabajo, a los trabajadores y su pérdida por el capitalismo, sea privado o estatal.

En el sistema de trabajo cooperativo, donde los medios de producción pertenecen en propiedad o usufructo a los trabajadores, estos no devengan salario, pero perciben un estipendio mensual para cubrir sus necesidades básicas, que va contra la repartición de la parte de la ganancia que queda para ellos al final del corte productivo, luego de descontada la reproducción de la empresa y los impuestos para fines sociales. Como sus entradas dependerán entonces, no del pago de un salario, sino de la ganancia de su empresa, el trabajador se siente dueño, ahorra, no permite que nadie sustraiga nada de allí y por tanto se siente estimulado a aumentar la productividad y la disciplina laboral. De manera que el trabajador sigue percibiendo una cantidad de dinero, pero no ya en forma de salario, como paga el capitalismo, privado o estatal. Con las nuevas relaciones cooperativistas de producción el salario pasa a ser repartición de ganancias, la tendencia natural -ante la presión de los trabajadores- a regañadientes y en contra de su voluntad del capitalismo moderno, que llega a permitir la autogestión administrativa, con limitada participación en las acciones, cuyo monto principal siempre controlan los capitalistas. Esta tendencia ya había sido señalada por Marx al valorar las sociedades anónimas (1).

Algunos despistados, es preferible creer, cuando oyen hablar de cooperativismo y autogestión, creen que queremos implantarlo de la noche a la mañana, "a la cañona", crear la anarquía y el caos en el estado socialista, cuando siempre se ha estado insistiendo en que se trata de un proceso paulatino, organizado, sistemático para fortalecer el poder de las clases trabajadoras, donde se irán extendiendo, profundizando y hasta reformando las nuevas relaciones de producción, el llamado período de tránsito, que tampoco significa dejarlo para cuando ya no haya remedio. Debe haber sí, una voluntad sostenida de avanzar en esa dirección.

En Cuba, a su manera, los trabajadores también han impuesto al "estado socialista" -que se queda con la mayor parte del excedente- una relativa repartición de la ganancia, con el desvío de recursos, las apropiaciones indebidas, los pagos por la izquierda y en especie por algunos servicios, el uso de los medios del estado para fines personales y los "robos autorizados". Es uno de los factores que permiten al autor señalar que este proceso está en marcha y que los trabajadores lo entienden perfectamente, más que los burócratas que sólo identifican allí "robo e indisciplinas de los trabajadores". La respuesta represiva, a esta reacción obrera a los bajos salarios, más tarde o más temprano tendrá que ceder al análisis sereno, al aumento de salario o mejor, a un avance hacia la autogestión, aunque la palabra cause pavor en algunos.

El capitalismo privado o estatal se apropia (más bien trata de apropiarse) de toda la ganancia con la cual hace lo que estima conveniente, lo mismo la derrocha, que la invierte en otro "negocio", que la deposita en un banco o la convierte en medios de control social (policía, cárceles, órganos judiciales, ejercito, guerras), según la demanda del mercado de capitales o las protestas y revueltas sociales.

El capitalista privado, generalmente, con el salario, paga al trabajador por el uso de su fuerza de trabajo lo suficiente para que se reproduzca. En el socialismo cooperativo-autogestionario, al repartir entre los trabajadores una parte de la ganancia, el ingreso del trabajador deja de ser salario como tal, y es a partir de ahora que el trabajador empieza a recibir más allá del valor de su fuerza de trabajo, aunque nunca el resultado completo de su trabajo pues, ya se ha dicho, una parte va para la reproducción de la empresa y otra para los impuestos.

El "socialismo de estado",en verdad un capitalismo monopolista de estado según Lenin, por la contradicción entre su sistema de distribución "socialista", que tiende al igualitarismo y su forma de producción asalariada neocapitalista, así como por el enorme aparato burocrático que necesita mantener para controlar y cuidar los medios de producción, no paga siquiera por el valor de su fuerza de trabajo a los trabajadores productivos, a los cuales considera simplemente parte de "su capital", los que terminan desvinculándose, cambiando hacia trabajos más remunerados o yéndose del país, con todo el desastre que esto conlleva.

Igualmente, por utilizar, al modo y manera de los pocos que deciden, la acumulación centralizada del plus trabajo, el "socialismo de estado" despilfarra muchos recursos, invierte donde le parece y no donde es precisamente más necesario, no garantiza la reproducción de las empresas productivas y por esas vías termina malgastando y destruyendo las fuerzas productivas.

En el socialismo autogestionario, la reproducción empresarial está garantizada junto a las inversiones sociales pero sin abandonar el pago a los trabajadores, el cual se realiza en dinero, mientras continúen entre las empresas las relaciones monetario-mercantiles, las que funcionarán por un tiempo indeterminado en el socialismo. Los estato-socialistas argumentan que la centralización de todo el plus producto es necesaria para la acumulación social socialista y la planificación centralizada, sin darse cuenta de que esa concepción antidemocrática del desarrollo de la economía termina por obstaculizarla e impide la planificación democrática que parte de los recursos de que dispone cada nivel. Si nada se deja a las empresas para su reproducción ¿cómo hacer la planificación democrática?

La consigna de la abolición del trabajo asalariado, parte sencillamente de que esta forma de organizar la explotación de la fuerza de trabajo es la típica del capitalismo, como fue el trabajo de los siervos la propia del feudalismo, o el trabajo esclavo la forma natural del esclavismo. Mientras exista trabajo asalariado y por tanto plusvalía, habrá alguna forma de capitalismo. La forma genérica de la producción socialista es el cooperativismo -la autogestión obrera- descubierto por Carlos Marx en las cooperativas que habían creado los trabajadores en el mismo seno del capitalismo, para eliminar la contradicción entre la apropiación privada y la producción social, convirtiendo en social la apropiación de la propiedad y del excedente. De manera que él no sólo descubrió las leyes de la producción capitalista, también identificó las nuevas relaciones de producción socialistas. Esto fue deliberadamente excluido de los manuales soviéticos, por el estalinismo enemigo por principio de la autogestión obrera socialista. Desde luego esto no es de fácil comprensión para los capitalistas, ni para los estatistas interesados en continuar centralizando el plus trabajo; pero los trabajadores lo entienden fácilmente.

En la construcción socialista, donde el estado ha prolongado innecesariamente su control casi absoluto sobre los medios de producción, el enfrentamiento entre el trabajo asalariado y el trabajo cooperativo-autogestionario no es más que la forma en que se manifiesta la lucha de clases por avanzar hacia la socialización de la apropiación. Aquí, lógicamente, la parte ya enferma de capitalismo en la clase burocrática que ha ido creando el estado autoritario y que es la mayor beneficiaria de la concentración del plus trabajo, se resiste al avance del trabajo autogestionario. A la larga, en todas partes donde se consolidó ese cáncer, por sus intereses creados sobre el control de los medios de producción y el excedente, terminó pactando con el capital internacional y traicionado a la clase trabajadora y al socialismo. Fue lo que ocurrió en Rusia y China, 70 y 40 años después de sus respectivas Revoluciones.

Nuestra lucha porque las acciones del nuevo gobierno de Raúl contra el burocratismo se extiendan a las bases económicas objetivas que le dan sustento (la propiedad estatal y el trabajo asalariado) y se concrete en el desarrollo de la autogestión socialista más allá de las cooperativas y el Perfeccionamiento Empresarial, es precisamente para evitar que ese desastre ocurra en Cuba y que la Revolución sea revertida, como previno Fidel en el 2005.

Socialismo por la vida.

La Habana, 1 de junio de 2008

Contacto: perucho1949@yahoo.es

(1) C. Marx. El Capital. Tomo III, Capítulo XXVII, El papel del crédito en la producción capitalista. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana 1973.

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PAISAJE CUBANO

Marcelo Pogolotti
Paisaje cubano, 1933
Óleo sobre tela
73 x 92.5 cm.
Colección Museo Nacional de Bellas Artes, Cuba.

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¿Qué socialismo queremos? Reflexiones sobre un socialismo de nuevo tipo

Por: Alejandro Segura

A partir de dos ejes (el contenido del socialismo conocido y las características del socialismo a construir) este autor cubano analiza la situación de su país y hace propuestas concretas de lo que desde su punto de vista deberían ser las bases de un socialismo de nuevo tipo. La autogestión empresarial y la participación política son los pilares de esa construcción.

Hace casi 50 años la nación cubana optó por un cambio de rumbo que definiría la vida de la gran mayoría de los cubanos que actualmente habitamos la isla, y de aquellos que por diversas razones ya no están de cuerpo (aunque si de alma) en el verde caimán. Desde la proclamación de la "independencia" el 20 de Mayo de 1902 sucesivos gobiernos entreguistas y corruptos se sucedieron en el poder. La nación por aquellos tiempos aparentaba prosperidad, aunque las abismales diferencias sociales (las mismas que aun persisten en la mayoría de los países Latinoamericanos) llegaron a un punto que no aguantaban más, solo dos salidas eran posibles: Represión o Revolución. La primera llegó antes, de la mano de Fulgencio Batista (por supuesto, apoyado por el gobierno de los Estados Unidos) el 10 de Marzo de 1952. Fueron casi 7 años de muerte, torturas, asesinatos y terror hasta que el 1 de Enero de 1959 la segunda salida finalmente se impuso de la mano de Fidel Castro, apoyado por la inmensa mayoría del pueblo Cubano.

A partir de aquí empieza a contarse la nueva historia de la nación cubana. El proyecto revolucionario parecía ser la solución definitiva de todos nuestros problemas, medidas como la reforma agraria, la nacionalización de escuelas, hospitales e industrias contaron con un amplio respaldo popular. Ante esto, por supuesto, la reacción del gobierno norteamericano de turno no se hizo esperar: bloqueo, guerra económica, agresión militar. En Abril de 1961 Fidel Castro proclama el carácter socialista de la revolución cubana. ¿Sabía el pueblo cubano en esos momentos qué cosa era el socialismo, lo sabían nuestros dirigentes en aquel entonces? Existía un campo socialista encabezado por la URSS, donde el socialismo había pasado por varias etapas (muchas de ellas traumáticas y dolorosas), y el resto de los países de Europa del Este (en muchos de ellos el socialismo no llegó por libre elección, sino como resultado de la repartición del mundo después de la segunda guerra mundial). De todas formas, esa era la referencia que teníamos del socialismo, esos fueron los países que nos apoyaron al declararnos la guerra económica los Estados Unidos. Ese fue el modelo de socialismo que empezamos a construir, un socialismo que arrastraba errores en su concepción, que se había alejado de muchos de los conceptos expuestos por Marx, Engels y Lenin. Ese socialismo nos sostuvo económicamente durante más de 30 años, de allí vinieron los recursos que nos permitieron alcanzar la mayoría de los logros que aun hoy tenemos, recursos que no supimos aprovechar en su totalidad para desarrollar un modelo de socialismo propio (quizás porque no sabíamos como hacerlo, y aun hoy no sabemos, o quizás porque no éramos un país totalmente libre para hacerlo).

Pero, ¿en que consistía este socialismo?:

Económicamente, estatización (¿sinónimo de nacionalización?) de todas las industrias (grandes, medianas y pequeñas), cooperativización en el cultivo de la tierra (las tierras entregadas al campesinado con la reforma agraria ahora pasaban a ser de propiedad cooperativa "cuasi" estatal), supresión de todo tipo de propiedad privada, limitación de la propiedad individual.

Esto a la larga se tradujo en un desastre económico, atraso industrial, baja productividad del trabajo, el obrero perdió (en realidad nunca lo tuvo) el sentido de pertenencia sobre los medios de producción. Es decir, el obrero pasó de ser un trabajador asalariado del capitalista ndividual (o del monopolista) a ser un trabajador asalariado del estado, estado que le pagaba en muchos casos un salario inferior al ofrecido or el capitalista, pero le garantizaba beneficios sociales que la mayoría de los capitalistas no eran capaces de brindar a sus trabajadores salariados. Este sistema económicamente no es mas que un capitalismo monopolista de estado con beneficios sociales, beneficios sociales que el estado no regala al trabajador, salen de la parte del trabajo que no se le retribuye, es decir, la plusvalía o plusproducto. Este sistema económico garantizaba (el estado, dueño de todo, repartía lo de todos lo mejor posible) una repartición mas o menos equitativa (pero no justa) de los NO abundantes resultados del trabajo. El trabajador asalariado del estado no veía la necesidad de esforzarse en producir más, generar más riquezas, al final su esfuerzo no iba a ser recompensado con mayores ingresos. La ley de distribución socialista (De cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo) aquí era solo una consigna mas, sin valor práctico alguno.

Políticamente, unipartidismo (un solo partido que se supone que represente a todos los trabajadores, pero que en realidad representa los intereses del estado), subordinación de los sindicatos a los intereses del estado-partido, limitación de las libertades individuales, se garantiza el respeto a los derechos humanos socio-económicos (hay educación y salud "gratis" para todos, aunque esto no es solo propio del socialismo, nadie se muere de hambre), pero no se garantiza el respeto a los derechos humanos políticos como la libertad de expresión, de asociación, de prensa o de reunión (En este punto muchos dirán que en el capitalismo tampoco se respetan plenamente estos derechos, y es verdad, pero se supone que el socialismo sea una sociedad superior, mas justa y democrática, la máxima expresión de libertad para el ser humano).

Todos sabemos cuales fueron las consecuencias de estos errores en la ex URSS y demás países de Europa del este, el fracaso del sistema llevó a su explosión, aunque esto no fue una cosa tras de otra, es decir, el sistema hacia años había fracasado, pero muchos aun conservaban la esperanza de arreglar las cosas, esperanza que se fue desvaneciendo poco a poco, hasta que llegó la explosión final. En Cuba aunque el sistema ha fracasado (de esto creo que pocos en la actualidad tienen dudas, y no hablo de que el socialismo sea un sistema fracasado, hablo del modelo de socialismo estatal centralizado), aun no ha explotado. Pero:

¿Qué debemos hacer para evitar la explosión final?

La inmensa mayoría de los cubanos nos oponemos a la reinstauración del capitalismo en Cuba, aun seguimos creyendo que la única alternativa que tiene la humanidad para salvarse es el socialismo. La única vía que tenemos para evitar la explosión final es empezar de una vez por todas a construir el verdadero socialismo, no va a ser tarea fácil, habrá que luchar como el quijote contra los viejos molinos de viento, pero no tenemos otra alternativa, estamos sentados sobre una bomba de tiempo.

¿Pero de que tipo de socialismo estamos hablando?

Un socialismo democrático, participativo y económicamente eficiente. En teoría suena muy bien, ¿pero como llevar estos conceptos a la práctica? En el plano económico hay dos categorías interrelacionadas que a mi juicio deben convertirse en la base de la economía socialista: la autogestión empresarial y la sustitución del trabajo asalariado por el cooperativo en la producción directa.

La autogestión empresarial vista no solo como la facultad de las fábricas y empresas para decidir cuanto y qué producen, en cuanto y a quien lo venden, cuanto gastan y en qué gastan. La autogestión empresarial desde el punto de vista de traspasar la propiedad de la fábrica, de la empresa, de manos del estado a manos de los trabajadores, y que los trabajadores decidan democráticamente quién o quienes (y cómo) van a dirigir el proceso productivo en el cual ellos participan. ¿Qué función le quedaría al estado en este caso? Pues brindar el marco legal y jurídico que garantice la pertenencia de la fábrica o empresa a todos los trabajadores por igual, sin que exista la posibilidad de que un trabajador (o grupo de trabajadores) pudiera adueñarse de la mayoría de la empresa con el objetivo de explotar el trabajo del resto de los obreros. El estado también garantizaría la asistencia financiera a través de préstamos bancarios, velaría por el cumplimiento de las normas sanitarias y medioambientales, serviría de intermediario en la contratación de compañías exportadoras e importadoras, u otras funciones que estime pertinentes para el adecuado funcionamiento del proceso productivo.

El otro concepto básico para un funcionamiento eficiente de una economía socialista es la sustitución del trabajo asalariado por el trabajo cooperativo en todas las esferas productivas donde sea posible. La cooperativizacion del trabajo está muy ligada a la autogestión empresarial, el colectivo de trabajadores pasa a ser el dueño absoluto de la mayor parte de las ganancias asociadas al proceso productivo, y decide como deben ser repartidas las mismas entre todos los participantes directos e indirectos en dicho proceso. Con esta fórmula evidentemente el obrero si se va a sentir el dueño de su fábrica, y sabe que mientras más produzca (y con mayor eficiencia) mayores serán los ingresos que reciba (verdadera aplicación del principio de distribución socialista).

¿Entonces, se sustituye completamente el trabajo asalariado por el trabajo cooperativo?. La respuesta es no. En toda sociedad existen esferas improductivas, necesarias para mantener el funcionamiento de las esferas productivas. Estas esferas y otras de interés social, no están ligadas directamente a la producción de bienes materiales, no generan valores en formas de mercancías, pero la fuerza de trabajo que las componen tiene un valor que debe ser retribuido de acuerdo a su importancia social, y esa retribución debe hacerse por medio del salario.

Los ejemplos clásicos de este tipo de esferas son la salud y la educación. Nadie duda de la importancia social de un médico o un maestro, a nadie se le ocurriría cuantificar o normar el trabajo de estos profesionales, o pagarles de acuerdo a la cantidad de alumnos que promuevan o vidas que salven. En estos casos el salario es el único medio de retribuir justamente la labor de estas personas.

Pero entonces, ¿Quién le paga a estas personas que no producen mercancías, con qué dinero se les paga? Aquí es donde la justicia del socialismo tiene que prevalecer. A estas personas les pagan los que producen, el que más produce, el que más ganancias obtiene es quien debe aportar más para mantener las esferas improductivas de la sociedad, y debe ser el objetivo esencial y primario del estado socialista garantizar que esto ocurra. Esta es la verdadera justicia social de que tanto se habla.

¿Y políticamente?

Desde el punto de vista político, no veo porque socialismo y democracia deben estar divorciados. No hablo de cambiar el sistema electoral cubano, hablo de modificarlo para darle cabida a todos, incluso a aquellos que no creen en el socialismo. Si, porque es absurdo creer en la existencia de una sociedad con un pensamiento homogéneo, en cualquier grupo humano siempre habrá contradicciones (antagónicas y no antagónicas). Es absurdo creer en un parlamento donde todas las leyes y disposiciones se aprueben unánimemente, evidentemente ese parlamento no está representando las divergencias existentes en cualquier sociedad. Hablo de darle voz y voto a todos, sin exclusiones de ningún tipo, hablo de abolir el unipartidismo, el Partido Comunista debe ser la fuerza rectora, de vanguardia en la construcción de la sociedad socialista, pero no debe serlo por decreto, por imposición, debe serlo porque se lo gane convenciendo con sus ideas, con el ejemplo de sus militantes, ¿acaso las ideas se imponen?, no, como dijera Martí­, "Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras", o como dijera Fidel, "Las ideas no necesitan ni de las armas, en la medida que sean capaces de conquistar a las grandes masas". Y aquí saldrán aquellos
que dirán que el pluripartidismo ha sido un fracaso en el capitalismo, y tienen razón, pero ¿No ha sido un fracaso también el unipartidismo en el socialismo?, ¿acaso la mayoría de los trabajadores se sienten representados por el partido, lo ven como una fuerza de vanguardia?. Estamos hablando de un socialismo de nuevo tipo, democrático y participativo, en el cual todas las ideas (afines o no al proyecto socialista) deben tener espacio. Si nuestras ideas son las mas justas, terminarán imponiéndose por si solas, sin ayuda de leyes o decretos absurdos.

Hablo también de la existencia de una prensa heterogénea, donde se exponga toda la diversidad de opiniones existentes en la sociedad. No digo que el Partido renuncie a su prensa, claro que no, digo que la prensa del Partido con sus ideas sea capaz de rebatir las ideas de otros, los cuales también tendrán sus medios para exponerlas. Hablo de una prensa del Partido sin censuras, si la prensa de otros quiere practicar la censura pues allá ellos, la prensa del Partido debe responder sólo y solamente al pueblo, a todos sus militantes, no al Buró político ni al Comité Central.

Este es el socialismo que yo como cubano, amante de mi país y sus tradiciones de lucha quiero. Creo que es el único modelo capaz de traer paz, unidad, prosperidad y progreso social a mi país. Es un camino largo, escabroso, con obstáculos de todo tipo (internos y externos), pero creo que vale la pena recorrerlo, al final, se hará la luz.

Publicado en: Kaos en la red

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