viernes, 24 de abril de 2009

La razón de Estado frente al espejo


por Ramón García Guerra


Un correo que recibí de Desiderio Navarro motiva estas líneas. La noticia se refiere a una entrevista reciente hecha al ministro cubano de Cultura: Abel Prieto. La cual hace un particular en el “escándalo” que se produjo alrededor del performance de Tania Bruguera en la Décima Bienal de La Habana (2009). El correo incluía además una declaración del comité organizador de la feria artística. Desde luego, resulta una situación muy embarazosa para el promotor de tal evento cultural. Quizá el hilo de Ariadna sea este: Las artes, la sociedad y la política en Cuba hoy. Piezas que reformulan su sintaxis. Entonces, intento con este artículo sumar un comentario personal al análisis colectivo sobre la actualidad de las políticas públicas del Estado nacional y del mundo intelectual cubano. Lo cual sucede en el contexto de una sociedad en transición que comienza en 1989 y aún continúa. Por ello, sólo dibujo en líneas gruesas el dilema cubano.

Artes que enuncian una Utopía.


Empecemos por el principio: Las artes plásticas en Tania. Sin dar más vueltas al asunto que nos ocupa, Tania Bruguera no necesita hacer un escándalo para lograr visibilizar su estética en el mundo artístico. En esta última década ha llevado Tania (¿la guerrillera?) su arte-conducta a varias universidades de Europa, Estados Unidos y América Latina. Ella ha puesto a la Utopía en el centro de las artes y de la vida cotidiana de tantas personas como paraísos perdidos se hallan en el mundo sin corazón de hoy. El efecto de libertad o la comunión que su arte-política ha producido se ha debido en principio a las condiciones de recepción del contexto social donde aquélla ha sido ubicada. Están obligados los políticos a realizar un estudio comparativo sobre cómo funciona de manera increíblemente idéntica en contextos evidentemente opuestos la estética de Tania; sobre todo, para no hallar otros “enemigos” que la mala conciencia que nos agobia. (Subrayo esto, con toda intensión en tal caso, pues sólo podría ser definida la afinidad de tales contextos sobre el único presupuesto posible: es decir, la condición subalterna que identifica al sujeto popular en los mismos.) Los políticos en Cuba son responsables de una situación de espectáculo que hallará una oportunidad propicia en el hecho artístico. (La joven bloguera ya se encontraba situada en el mundo espectacular que fractura al estado político de la sociedad cubana.) La acción plástica de Tania Bruguera les ofrece una visión de totalidad a los cubanos Enhorabuena. Porque así, además, Tania le regresa a la sociedad cubana una imagen más auténtica sobre sí misma. Sin duda, la suya será la perspectiva de una clase media en apuros.
Desde luego, la situación de escándalo fue fabricada con antelación a lo sucedido. Porque el tema a discusión en la Bienal, así como una conciencia crítica emergente en la sociedad cubana, --junto al hecho cismático que afectó recientemente a la clase política en Cuba--; todo ello advertía de una reacción desde la derecha. Quién si no. Digámoslo de una vez. Sólo una derecha neo estalinista estaría interesada en convertir en piedra de escándalo este arte-político de Tania.
Entonces se sitúa el Estado burocrático policial ante el espejo. El cálculo de realpolitik es muy simple: La chica agente-del-enemigo ha usurpado el “espacio” de Tania. (Esto es, adopta una actitud no performática –sino, incidental-- en el hecho artístico en cuestión.) Estamos ante un realismo tan burdo --en tanto, esto significa una mañosa distorsión del pathos artístico original en sí mismo-- que ofende la inteligencia del pueblo. Echando la sardina a su braza, la derecha continúa una “historia de disidencias” cuyos códigos estableció antes y aún mantiene bajo el control político del Estado policial. Exculpar de toda responsabilidad por lo sucedido a Tania --¡todo un personaje en el mundo artístico y académico en Occidente!-- tendría por objetivo evitar la formación de una situación internacional adversa contra sí misma. Esta política busca obstruir un debate público sobre el destino histórico de la sociedad cubana. Un debate que articula su agenda sobre la marcha.
La agenda del debate público que está motivando este incidente se refiere a la calidad del espacio político del sujeto popular, la función política de las artes plásticas en Cuba, y la relación entre cuerpo, posmodernidad y nación –dada esta última en la perspectiva de una sociedad que se recupera a sí misma--, etcétera.
Las razones que ofrecen ciertos sectores de izquierda sobre el incidente aún me parecen que pasan de largo ante la cuestión de fondo. Unos adoptan una actitud antipolítica (de avestruz) mientras otros hacen el juego a los burócratas de la cultura en este asunto. ¿Acaso está fuera de control la Cultura? En tal sentido, nuestro ministro de Cultura: Abel Prieto, en la entrevista, advierte cierto desfasaje entre el talento y las instituciones, así como subraya el estado de precariedad de estas últimas en la gestión cultural. Antes habla de una política cultural que auspicia un arte crítico. Sugiere, en tal sentido, una pregunta de fondo: ¿La sociedad se escandaliza de sí misma? Piensa bien el ministro de Cultura cubano: ¿Tendría algún sentido una situación de escándalo en una sociedad que aprende a enfrenta sus contradicciones con un diálogo fecundo, y que logra sustanciar sus diferencias sin moralismos fatuos o estrechos? En cambio, una verdad de Pero Grullo se nos ofrece: La imagen artística que presenta Tania Bruguera es apenas el testimonio cultural de una sociedad agotada. En tal sentido, el mayor escándalo cultural sería la mercantilización de las artes plásticas en Cuba. Hacerse de un nombre ilustre en el “mundo libre” --hecho a cualquier precio--, tener un taller propio en Europa o lograr un contrato editorial en España, llenar el monedero con holgura, adoptar poses y retóricas de librepensador en los medios intelectuales de la nueva clase media, etcétera son modos bien conocidos de “triunfar en la vida”. Ser un hombre de éxito. Luego, sería una felonía que criminalizáramos a los artistas y no a los políticos. Porque, para empezar, la propia estructura binaria de la economía cubana (oficial y sumergida) se debe a la ideología antimercantilista de una clase dirigente que no termina por articular una alternativa viable ante el mercado. La cuestión no se hallaría –tal como el ministro nos dice-- en la evidente precariedad de nuestras instituciones culturales, sino en la implícita incompetencia de nuestros políticos.
Existe una nueva sensibilidad artística en Cuba. Estamos en medio de la emergencia de un ethos ético-social. Situación que coloca en jaque al estado de diglosia cultural que padece la actual sociedad cubana. Hablamos de un discurso artístico que está reduciendo toda distancia entre la retórica oficialista del Estado y la vida cotidiana del pueblo. La actitud más incisiva en este discurso artístico resulta de la superación de cierto énfasis formalista previo a su eclosión, que, siendo él mismo una reacción a posterior de la actitud contestataria de las artes plásticas de finales de la década de 1980, ahora torna sobre lo social para cargar las tintas.
Desearía aquí marcar distancia de anteriores experiencias artísticas dadas en Occidente. Sugiero hurgar en una tradición cultural que legitima el status performático del arte en la sociedad. La nuestra es, sin duda, una época que parece estar genealógicamente atada a la revolución cultural de 1968. Guy Debord partía del fetichismo del capital, según los términos de Carlos Marx, para luego subrayar la complicidad del arte en la reproducción de la alienación de lo humano. Extremaba así el trascendentalismo de la Escuela de Frankfurt y entonaba con un existencialismo de estación. Pero el mundo que enfrenta Tania Bruguera es un mundo sin corazón: donde las ilusiones no cuenta. La artista habla de anteponer la Utopía a la antiutopía neoliberal que hizo época. Encuentro cierto parecido de familia, sin embargo, entre Debord y Bruguera. Las artes plásticas en Tania han vivido la experiencia de la condición posmoderna sin renunciar al amanecer de la esperanza en una sociedad de iguales. (Ubicada esta última –es decir, la esperanza; según Ernesto Sábato-- en el espacio que mediaría entre la burda realidad y los más bellos sueños.) Pero su novedad es mayor. Creemos eso: Tania ha abierto un diálogo fecundo con el sino hedonista de la década de 1990. El motivo de su último performance ha sido la Batalla de Ideas. Lo plantea con extremada simpleza: ¿Diálogo o monólogo? Porque no se discute acá el destino de otra sociedad sino el de la nuestra. Dentro de su imaginario la Tribuna es: locus del poder. Sería el poder de definir democráticamente ciertos conceptos clave: libertad, igualdad, justicia… Revolución. (Poder constituyente, no constituido.) Entonces tiene la razón el ministro Abel Prieto al indicar la consternación que está provocando entre los políticos cubanos un arte crítico.


Entrar al uni-verso de Tania.


Considerado, de inicio, como un espacio alternativo frente al conjunto de instituciones oficiales del sistema de formación artística en Cuba, --aún cuando sería después adscrita al Instituto Superior de Arte-- casi todo el trabajo de la Cátedra Arte de Conducta ha ido articulando un arte de intervención social que ha logrado trascender a la Ciudad Letrada cubana. Los estudios sobre arte político que ha realizado por dicha Cátedra desde 2003 --que coordina Tania Bruguera-- se podrían identificar por el temario que ha seleccionado dentro de la bastedad del universo en cuestión. Indagación sobre los límites del mundo artístico, sobre las relaciones arte-vida-sociedad, sobre las paradojas de la identidad cultural, sobre la representación de la realidad circundante, sobre la memoria histórica y colectiva, sobre el condicionamiento histórico y la ideología. Desde luego, estos no son asuntos que se han inventado los asistentes a los talleres organizados por tal institución artística; sino, resultan ser una reacción orgánica frente a la realidad que venimos enfrentando los cubanos en las últimas dos décadas. Estamos ante eventos políticos que integran un proceso ideológico-cultural que, a su vez, resulta en sí congruente con una sociedad en transición. (Sociedad, insisto, que se extiende de 1989 a la fecha.) Es decir, no puede ser estimado como un dilema que exclusivamente se halla referido al mundo académico cubano.
Entonces estos actores se enfrentan a un campo académico enfermo, que ha logrado despolitizar la condición profesional del intelectual cubano, que tiende a ocultar la colonialidad de los saberes expertos, que legaliza la fractura disciplinar de las ciencias sociales, que bloquea o deforma la representación artística de la realidad, que obstruye el proceso de reconstrucción de la memoria histórica y colectiva, que impide la contextualización de las ideologías, que hace del marxismo una ideología oficiosa y la dogmatiza, etcétera, etcétera.
El carácter de alternativa de la Cátedra, entonces, no sólo resultará tal frente a la Academia –aquella de la que hablaba Rubén Darío--, sino, además, respecto del Estado burocrático policial. Seamos justos: La acción de Tania no va contra aquél. Sólo lo enfrenta al andar. El estado de fractura del ser político en Cuba la viene enfrentando la Cátedra con una flexible estrategia de diálogo. El diálogo es la única estrategia válida para enfrentar y disolver la incomplitud que produce el carácter asimétrico de las relaciones de poder en la sociedad política. El diálogo desnuda la opresión. Luego, la reacción del Estado policial contra la Cátedra no es particular. Ésta forma parte de una respuesta estatista de rechazo ante el creciente asociacionismo cívico que amenazaba con desbordar los mecanismos de control policíaco de principios de la década de 1990. La crítica al orden existente que ofrece Tania Bruguera resulta inevitablemente una actitud disenso para la burocracia cultural y política cubana. Porque dialogar está prohibido para los mismos. La cuestión no se reduce a la burocracia sino al autoritarismo que se encuentra detrás de aquélla. Urgidos por las coyunturas que se suceden, estos señores no advierten la singularidad de los asuntos que se ofrecen. Después buscan una rápida solución en clave de retórica. Les hacen la vida tan difícil a las personas que, al final, logran que sus hipótesis se confirmen sobre sí mismas. Parece así todo volver al punto de partida una y otra vez. Entonces viven un tiempo cíclico. Como el Funes de Borges, habitan un presente infinito. La acción alternativa de Tania va contra esta aberración existencial y política. La táctica política de la derecha ha sido articular una situación de escándalo para hacer retroceder al campo artístico hacia posiciones más tolerantes --o menos críticas-- frente al estado de marasmo político que vivimos hoy los cubanos.
La acción plástica objeto de escándalo tuvo ciertamente un carácter catártico que no cuestiono. (En tal sentido, la situación de escándalo que se produce –repito-- resultó de una manipulación de derecha sobre las condiciones de recepción de la obra artística.) En buena medida esta catarsis está asociada a las prácticas de ninguneo de las cuales estamos siendo objeto los cubanos. Pero la sana verdad del performance no se agota ahí. Lo que todo auténtico arte discute es la integridad vital del hombre total y pleno. El arte participa del rescate de la humanidad perdida en una sociedad alienada o produce los sentidos suficientes para sostener o justificar una sociedad de iguales. Esta es la cuerda en que se mueve la Cátedra Arte de Conducta de Tania Bruguera. (Sobre todo si se observa sus últimas actividades antes de la Décima Bienal de La Habana; tal como fue, por ejemplo, la muestra Estado de Excepción que realizará entre marzo y abril de 2009.) Sus medios son múltiples pero efectivos: fotografías, audiovisuales, intervenciones, performances, instalaciones, acciones plásticas diversas, promociones, etcétera.
Quizá el hecho más sugestivo dentro del performance de Tania haya sido aquélla tribuna. Entendida como locus enunciativo de una realidad. Espacio de solemnidad y decisión. Usurpado con gesto paródico contra la élite política, ahora servirá esa tribuna para la deconstrucción de la retórica oficial. Estamos acá nosotros: los tristes más tristes del mundo, los que lloramos borrachos al oír el himno nacional –diría Roque Dalton--, ante ustedes: los comelotodo, los hacelotodo, los sabelotodo; para decirles: ¿qué país es este? Pero la soberbia los agota. Ellos diseñan un país que construiremos sin que cuenten nuestros sueños. Sin saber que junto a nosotros –pero del otro lado del muro--, hay gentes que hablan un mundo diferente en donde hallan lugar todos. Las artes plásticas de Tania buscan modificar la conducta y hacen bien. Según una teoría política al uso –quizá un tanto pragmática en su lógica-- serán las prácticas las que articulan las estructuras y estas últimas serán identificables sólo por las funciones que cumplen. Entonces el ataque de se dirige a la ritualidad de la vida política del país. Esto es, aborda su puesta en escena. Cuando han caído las reformas en un marasmo político, y esto llega a producir un vacío de poder, Tania nos convida a la tribuna para enunciar un rostro plural. Una imagen que se parezca más a la realidad. Todos en ese momento hacen silencio. Como El Aleph de Borges, todo sucedió en aquella “esfera”.
Escenas así ocurren a diario. En algún momento le sugerí a Víctor Fowler que considerara la escena de presentación de un libro como un performance al cual asistíamos ambos. Sucede en tal caso, como los semióticos diría, que todos asistimos acá a la construcción colectiva de un texto infinito. Por eso me atrevo a considerar mis intervenciones en otros foros como integradas al performance de Tania Bruguera en la Décima Bienal de La Habana. Entonces, les diría a “mis compatriotas, mis hermanos” –según Roque Dalton-- desde esa tribuna:




  • · ¡Abajo la economía de enclaves! Nunca más empresas fuera del control ciudadano. (Empresas que ni siquiera sus propios ministerios logran controlar.)
    · Consideremos como una ominosa aberración política la actual falta de transparencia en la ejecución de los fondos públicos.
    · Convirtamos a la futura Contraloría de la República en una extensión de las extremidades sociales del ciudadano.
    · Exijamos la cogestión del presupuesto estatal en las Universidades con la decisiva participación colectiva de los estudiantes en dichas instituciones docentes.
    · Denunciemos la falta de democracia laboral como una trampa burocrática lanzada ante la sociedad de trabajadores que enuncia la Constitución socialista.
    · ¿Propietarios? No. Compatriotas. La causa del socialismo no será de estómagos sino de libertades. Economicismo que resulta un insulto del pueblo.
    · Las formas de autogestión socialista no pueden reducirse en una caricatura ni estatista ni legalista de la misma. ¡Déjennos pues administrar la economía!
    · Demandemos un buen gobierno al Estado. Promovamos la mayor autonomía posible de la sociedad. Confiemos el control político a la comunidad.
    · Exijamos la condición de persona jurídica para la comunidad. Actor colectivo con plenos derechos sobre el hábitat, la identidad, el patrimonio, la justicia, la economía…
    · Echemos fuera del poder a esa nomenklatura que nos reduce a su mediocre estatura. Pongamos en su lugar a un “Foro Social Cubano”
    · Fuera esos políticos que ofenden la inteligencia del pueblo mientras nos ofrecen Pan y Circo. Seamos los artífices de la Nueva Cuba.
    · Combatamos toda forma de exclusión en la sociedad. Ataquemos las raíces de ese grosero colonialismo interno que nos desangra. Defendamos la utopía de la libertad.


Política, ethos y jóvenes.


El denso entramado de formas de dominación política que fueron articulándose durante el régimen socialista igualitario –economía de enclaves, nomenklatura, cultura de masas…--, ahora se muestra en todo ineficaz para asegurar incluso cierta cohesión social de la sociedad. Menos aún para alcanzar el mínimo de movilización necesaria ante los gigantescos desafíos históricos que debe enfrentar la sociedad cubana. La sociedad tiene hoy muchísimas piezas ya desconectadas del Estado burocrática policial. Los métodos de control policíaco al uso no resultan suficientes para sostener bajo un orden disciplinario a la sociedad en su conjunto. No se trata de la creciente autonomía de las tribus urbanas o del montón de blogs independientes de cubanos en Internet. Los políticos no parecen advertir que nuevos mecanismos de autorregulación social están sosteniendo a la actual sociedad cubana. Piensan ellos que dirigen una sociedad que hace muchísimo tiempo se les escapó de las manos. Sobre ellos cae la mirada compasiva de un pueblo que les reconoce el mérito histórico de haber sido firmes en sus ideales. Pero…
Fuimos antes testigos del cambio sustancial ocurrido en los imaginarios del cubano en la última década. Década que puede ser considerada como la etapa de rearticulación del ethos emergente en la actualidad. Ethos ético-social que, además, deberá ser cotejado con las actuales políticas del Estado cubano. ¿Por qué? Porque ahí estaría en juego la legitimidad en sí misma del orden social vigente en Cuba. Ante todo, existe un fuerte registro de obsolencia en contra del oficialismo dentro del espíritu popular. Oficialismo que, además, insiste en legitimar cierto realismo miope que termina por resulta patético. Insisto, las claves de eficacia del anterior discurso político se desgastan y no alcanzan el efecto movilizativo que lograban antes; sobre todo, frente a realidades más complejas que nunca. Entonces, en cada congreso de nuestras organizaciones sociales --en voz del compañero Machado Ventura-- exige el PC cubano la adopción de un estilo más personalizado y directo en el trabajo político con las masas. Sin embargo, las estructuras son verticalistas, antidialógicas. La ortodoxa mediación estatista de las relaciones sociales es responsable de la falta de sentido de pertinencia en la conducta política de los cubanos. No hablo aquí de aquel instante en que la “desconexión” del modelo asistencialista extremo (1991) se produce; ni de aquel otro momento en que una rearticulación del tejido societario sobre la base al mercado (1994) ocurre; ni me refiero tampoco al período de formación del nuevo equilibrio social (status quo) que emerge más tarde (1997). Estos tipos de eventos hoy forman parte de una historia de angustias e incertidumbres ya vencidas –y “archivadas”-- por el pueblo cubano. Ahora bien, ¿tiene algún peso esta “historia pasada” en el ethos ético-social actual? No digo no. Podríamos hallar en esta historia al artífice que fraguó la infinidad de figuras sociales actuales, incluso. Pero ésta no mueve ya los molinos entre cubanos.
Para esa joven generación de hoy, que entra a la vida pública entre finales de los 80 y mediados de los 90, y de ahí en adelante serán “ellos”, la realidad les resulta más compleja que ese juego maniqueo entre estructuras binarias: buenos y malos, negros y blancos, ricos y pobres, etcétera. Sea todo porque antes estaban “ellos” llamados a construir una posmodernidad tropical y casi todos acabaron por practicar un realismo sucio, etcétera. Lo cierto es que estos jóvenes iracundos de hoy hacen lecturas inéditas sobre una totalidad llena de detalles (casi obscena). Ellos nos avisan de otras realidades que los políticos en Cuba no ven –o se resisten a ver--. Suficiente con asistir al debate que estos jóvenes han abierto en La Habana. Lo que ahora sucede en la Bienal es otro motivo más para continuar un debate público que se radicaliza a saltos y se extiende por todo el archipiélago con increíble rapidez. La dialéctica que justifica la articulación de la nueva sensibilidad de época se fundamenta en el diálogo de experiencias vitales compartidas hoy por varias generaciones de cubanos.
Confundir el ethos ético-social emergente con una generación en particular sería un craso error. No obstante, el análisis en detalles de estos jóvenes nos ayudaría a entender la cuestión de fondo. Éstos tienen en común ser la generación que sigue al boom demográfico que ocurre en la década de 1960. Ellos hallan a una sociedad más amable a su favor. Después ésta los divide en dos grupos. Para el primero de estos, el proceso de socialización básica culmina con la Rectificación (1985-1989). Justo cuando comenzaba la del segundo grupo. Ambos grupos se enfrentan a habitus e instituciones sociales muy diferentes en la etapa de socialización secundaria de los mismos. Hechos que han pautado tanto la cosmovisión como la intervención de estos jóvenes en la sociedad. La segunda etapa de socialización eleva los puntos en contraste entre ambos grupos. En el contexto de un diálogo intergeneracional complejo esta joven generación será el sector más sensible, así como la expresión más auténtica del ethos emergente en el conjunto de la sociedad. Por tanto, lo que no deberían hacer los políticos sería ahogar a la criatura en la cuna.
Discutamos esta generación en su novedad. (Desde luego, no reduzco el análisis al universo artístico de los actuales jóvenes cubanos. Sugiero, en tal sentido, partir de la nueva sensibilidad de época que se presenta.) Por una parte, hallo que el dilema histórico mayor de los actuales jóvenes cubanos es el desconocimiento sobre la historia nacional de los últimos 50 años que ellos padecen. Por otra parte, la política ha llegado a ocupar un espacio tan abrumador en la vida cotidiana de la sociedad, que impide el necesario distanciamiento crítico en los miembros que la integran, respecto de las propias prácticas y estructuras que éstos generan. Estos son factores que conspiran contra la acción consciente de una generación que está llamada a rehacer los valores y las instituciones que sostienen a la Revolución cubana de cara al siglo XXI. Subrayo una carencia al respecto: La falta de una cultura del diálogo en Cuba. En tal sentido la historia sociocultural la Revolución cubana, en medio siglo, nos muestra dos momentos de eclosión significativa del sujeto popular: años 60 y años 90. En ambos casos un modelo de hombre-masa se presenta de fondo, para luego decidir cómo imaginar (a) o actuar (en) dicha sociedad. El diálogo en tales momentos fue algo decisivo. Sin embargo, no ocurre una conversión del mismo en elemento de la cultura política nacional dada la rémora autoritaria que incorporaron al proceso histórico tanto el populismo como el obrerismo. Ahora esta nueva generación de cubanos le devuelve al país la oportunidad de superar esta carencia. ¿Quién lo impide? Entonces, como tercer factor, ahora resulta ser la Vieja Guardia el mayor obstáculo ante los jóvenes actuales.
Lo antes dicho no significa que considere fallida --o me oponga-- a la política de reformas en curso. Confieso que las apoyo… con reservas. Siento que dichas reformas no lograran suprimir ni la absurda estructura binaria de la economía nacional –oficial y sumergida-- ni el nocivo estado de diglosia cultural de parece la sociedad (retorica contra cotidiano). Pero sí, en cambio, éstas podrían modificar la actual correlación de fuerzas que da ventaja a los lebreles del status quo. Y esto, ante todo, sería favorable a una horizontalización de las estructuras de poder; así como facilita una desestatalización de la política. Sin que esto signifique para la nación cubana una renuncia a la soberanía o una negación de su identidad. Lo cierto es que la ofensiva revolucionaria iniciada en 2001 (Batalla de Ideas) empezó por ofrecer un paquete de programas sociales (hasta 340 en total) para saldar un grupo de problemas que se acumularon en la década de 1990. Programas que se extienden luego al pasado. Para asaltar después al futuro. En este proceso acabó por involucrar casi a toda una sociedad en la discusión sobre el destino de la nación cubana. Lo que ahora sucede en la Bienal es resultado de ese proceso. Estamos ante un momento de inflexión del mismo.



El dilema de actualizar un proyecto.


Pienso que estas reformas serán favorables a la emergencia de otros escenarios más propicios a la batalla contra ese autoritarismo que inunda hasta la capilaridad de la actual sociedad cubana: familia, escuela, trabajo, etcétera. En tal sentido ellas tienen nuestro apoyo. ¿Eliminaría éstas a aquellos otros factores que obstruyen una participación activa de los actuales jóvenes cubanos en la gestión de la cosa pública? Podría ser. Mientras tanto, contra las reformas que echa adelante el compañero Raúl Castro se han levantado --no unos “artistas inconformes” sino-- los lebreles del status quo. Estos son, los viejos burócratas y nuevos burgueses nativos. Estos han ofrecido tal resistencia a los cambios, que Raúl Castro ha reclamado el apoyo de los “cuadros históricos leales”. Sabe que fortalece lo policial. Conoce del costo político que tal decisión implica. En cambio, Raúl Castro tiene un repertorio pobre de opciones políticas a elegir. La opción que sería correcta se hallaría en una convocatoria al pueblo para la batalla. Pero sólo el déficit democrático de la Revolución podría explicarnos la adopción de esta otra política.
La cuestión es cuán oportuno sería (no ya discutir, sino) tan solo reconocernos en aquella imagen que presenta Tania Bruguera ante la sociedad cubana. Este sería el repertorio de políticas, según la experiencia anterior: 1) tratar de despolitizan el hecho; 2) reducir a la inconforme en un ghetto; 4) reciclar o cooptar la acción; 4) adoptar una política selectiva; 5) corregir la política cultural; 6) optar por hallar un contrapeso con otros actores… Para la sociedad sólo van quedando estas pocas opciones: 1) adoptar estrategias evasivas; 2) lograr una desconexión del régimen; 3) ajustar los patrones de conducta; 4) oponer una resistencia relativa; 5) avanzar una subversión en sistema; 6) reducir la importancia de la situación. La imagen de sociedad que Tania Bruguera logra articular con su performance nos resitúa dentro de esta cartografía. Porque en buena medida esas fueron las posturas adoptadas por los asistentes al hecho artístico.
Desearía ahora resituar esta problemática un punto más adelante. En tal sentido pienso que el método de solución lo sugiere Che Guevara en su ensayo: “El socialismo y el hombre en Cuba”. El modelo teórico que construye Che queda resuelto, por una parte, como proceso de apropiación de la condición humana por el trabajo liberado; y, por otra parte, como libre expresión cultural de esa condición humana antes apropiada por el hombre. Entonces, el trabajo liberado y la libre expresión artística –que no son tan libres, decía Che Guevara, hasta alcanzar la completa libertad humana que significa la sociedad comunista-- resultan ser dos modalidades dentro del “proceso de apropiación por el hombre de su verdadera condición humana” (Carlos Marx: Manuscritos de 1844). Esta es una línea de argumentos más extensa aún. Solo matizo el tema. En tal sentido hay personas serias que reclaman la abolición del trabajo asalariado en Cuba. Compartimos esta exigencia. El trabajo-mercancía --decía Che Guevara-- debe convertirse en trabajo-deber social. Es decir, Che plantea un proceso de resemantización previa de tal categoría –dada por la coexistencia con el capital--, para después pasar a la abolición del salario. El buen sentido del humor de Fernando Martínez Heredia le da el puntillazo al asunto. Algo así, dice Fernando: Preferiría que el salario, antes de desaparecer, logre algún valor. Porque son ahora las remesas las responsables de tanta injusticia en este mundo.
Precisemos este asunto. Sucede que dos tercios de nuestros ingresos personales integran los fondos sociales de consumo de la sociedad. Es decir, existe un espacio donde el trabajo-mercancía no cuenta; pero donde tampoco emerge automáticamente esa solidaridad que resulte consustancial al proyecto socialista que defendemos en Cuba. Insisto, esto no resulta en más solidaridad en la vida cotidiana de los cubanos. Pero menos en la presencia de una actitud respetuosa del Estado hacia el ciudadano. En tal sentido los artistas han estado dando la batalla contra ese ninguneo que nos humilla a todos en Cuba. Porque hemos forjado un “espacio liberado de la enajenación capitalista” sin que esto signifique que tal alienación se haya extinguido por completo. Entre otras cosas, esto vendría a descalificar cierta visión economicista del proceso de transición al socialismo.
Hagamos un incidental al respecto. Los cambios recientes en el Consejo de Ministro nos confirman ante el dilema político que enfrenta la clase dirigente en Cuba. Consideremos algunos aspectos. Promover al ministro de Comercio Interior a ministro de Economía anuncia importantes cambios en la economía nacional, donde el mercado interno –rémora que impide una reproducción ampliada de la misma-- se convierte en punto importante de la estrategia de desarrollo del Gobierno cubano. El pase de dos cuadros políticos del PC cubano a cargos de ministras de Finanzas y de la Industria Sideromecánica igual significa el anuncio de cambios radicales en estos sectores de la economía cubana. (Siguen la anterior experiencia de Yadira García.) Las nuevas ministras están capacitadas para enfrentar sendos procesos administrativos con sentido político: resolución de la dualidad monetaria existente y proceso de reconversión tecnológica del aparato productivo de la industria mecánica. Cuando se analiza los índices económicos tales como la importación de bienes intermedios de capital, o los ciclos financieros del país –remesas, cobros y pagos, subsidios, etcétera--, desde el ángulo de la soberanía y la gobernabilidad del sistema político cubano, estos cambios me parecen muy positivos. Pero llegan tarde y se quedan a medias. Esperábamos una reducción del Estado en particular que lo fortaleciera mientras aumentaba también la autonomía de la sociedad en su conjunto. Sugeríamos en otro artículo, entonces, reducir el poder constituido a un Consejo de Gobierno –con la función en el Ejecutivo de los Consejos de Estado y de Ministros, más los Consejos de Administración provinciales--, así como subordinar éste al poder constituyente real del pueblo cubano en su Asamblea Nacional. Esta era nuestra expectativa ante las reformas.
Los cambios indican un cálculo bien meditado sobre cuál equipo sería el mejor dadas las misiones que deben enfrentar sus miembros. Ahora bien, en principio, el tiempo que mediaba entre el anuncio de los cambios y el instante en que debían ocurrir los mismos, --algo más de un año-- resultó suficiente para entender la complejidad que afectaba su ejecución. Estos habían sido anunciados con antelación. Esperábamos una respuesta en la sesiones de la Asamblea Nacional de febrero de 2009. Lo que se escucha allí, en cambio, será una solicitud de prorroga de parte del compañero Raúl Castro que, apenas unas semanas después, nos presenta sólo algunos cambios en forma bastante abrupta. (A falta de una fortísima presión de la prensa internacional sobre la clase dirigente cubana, ¿ésta nos habría dado otras razones sobre el tema?) Sobre los cuadros que fueron sacados de sus cargos recaería la sospecha de ser gente corrupta. Estas medidas serían asumidas por los cubanos como una revuelta en Palacio. ¿Qué ha sucedido en tal caso? Porque la gente no ve mucho sentido en demorar la reforma del Estado tanto tiempo, para ahora venir con que la corrupción de ciertos burócratas sea la razón del desasosiego actual de una sociedad que, en verdad, no percibe en sus políticos una firme voluntad de cambios. Entonces un pueblo se ofende con aquellos políticos que lanzan chivos expiatorios al ruedo. Creyendo así inducir el júbilo de la multitud.
Pienso que se podría ordenar la cosa pública de alguna manera en tal caso, creo yo, con la intensión de fundar una sociedad que en medio de sus contradicciones sepa y pueda dialogar consigo --como una totalidad y a diario--, y que, además, lo logre sin tener que rehacer su propia imagen ante un espejo roto. Según el Che Guevara (en: “El socialismo y el hombre en Cuba”) será completo el proceso de desalienación en el socialismo sólo si encuentra en el trabajo liberado y la libre expresión artística las claves de su estrategia libertaria. En este instante ¿qué podría hacer el compañero Raúl Castro al respecto? Fortalecer al Estado, reconocer una mayor autonomía a actores sociales, económicos y culturales en la sociedad y, sobre todo, entregar el control político al ciudadano sobre el Estado y la sociedad en su conjunto. La misión del Estado no es administrar sino gobernar. La sociedad debe administrar sus propios asuntos. Pero sólo la comunidad puede constituirse en mecanismo de autorregulación para el conjunto de la sociedad. Evidentemente, existen obstáculos que vencer. No creo que legalizar toda práctica hoy existente sea la solución. La política de repliegue que adoptamos en la década de 1990 constituye nuestra NEP. Los políticos cubanos imaginan que las palancas del capitalismo en manos de la Revolución (una entelequia) nos asegurará la victoria contra infinidad de problemas de desarrollo a enfrentar. La labor de zapa de estas palancas fue antes advertida por el Che en los años 60. La política no es eliminar toda exclusión siendo tolerantes con aquello que compromete el destino socialista de nuestra sociedad. El dilema sería superar el déficit democrático de la Revolución cubana, en principio con mayor transparencia de sus estructuras de poder constituido, dándole cause suficiente al poder constituyente del pueblo cubano como totalidad vital y soberana.

Santa Fe, Ciudad de La Habana, Cuba: 18 de abril de 2009.



Correo: http://ar.mc329.mail.yahoo.com/mc/compose?to=ramon0260@gmail.com


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