La soluciones a nuestros problemas no saldrán de arriba, ni del norte. Las soluciones han de salir y saldrán de adentro.
Sólo se construye el futuro con pedacitos de sueños de cada cual
Santiago Feliú
Santiago Feliú
La crisis es del mundo tanto como de la isla. La aldea es global y al crecer se achica como un pañuelo. También a Cuba la estremece el tsunami político, económico y social que recorre al globo, aunque la prensa refleje lo contrario. Todo nos afecta, porque somos parte –indispensable– del planeta. Y nadie se puede bajar del mundo, así como nadie se baja de la isla, al menos no del sentir isleño. Porque Cuba es un sentimiento. Sentimiento del que uno no puede alejarse por más que camine. Porque ninguno de nosotros puede escapar al hecho de ser cubanos, de ser cubanas; y no existe el ser que viera la luz en esta isla, que le sea indiferente el hoy o el mañana de su pequeño gran país.
Ante tanta cubanidad –esparcida y concentrada– no deberíamos permanecer inertes. Ante una realidad que duele, ante el futuro que amedrenta es necesario unirse, reconocernos, comprendernos –comprendernos entre todos y de uno en uno. Porque el camino a la mejor isla posible, sólo lo es si estamos juntos. Porque solamente si estamos juntos, hombro con hombro, seremos el camino con el amor a favor. Y juntos seremos la solución al desierto, a la esterilidad, al deseo de querer y no poder. Juntos somos más fuertes que todos los obstáculos. Pues la construcción de nuestro ideal, solo si acompañamos es tarea posible.
Juntos primero, unidos a pesar de que somos diferentes, diferentes en ideas y en saberes, diferentes en sueños y en conceptos, pero unidos. Caminar unidos para el mejor porvenir humano. Esto es tarea de grandes, porque no es tarea fácil nuestro país –nunca lo ha sido, probablemente nunca lo sea–, por ello solo es empresa para las cubanas y los cubanos, de uno y de todos.
La historia no se hace leyendo el periódico. El mundo no se cambia protestando en la esquina. La isla no mejorará no importa cuánto se escriba y se diga, si no se hace. El futuro se construye arriesgando el corazón. El futuro se construye estando donde hay que estar y diciendo “Cuba, hay que hacer, cuenta conmigo” –no hay otra forma. El futuro que empieza a nacer nos necesita. Ese es el mensaje urgente a todas las cubanas y a todos los cubanos. Y ese futuro es nuestro si te atreves a sentir, si te atreves a decir y a hacer lo que piensas por Cuba y para Cuba. Atrévete, porque hacer es más que necesario, es imprescindible.
Hay que unirse por el proyecto martiano y libertario en que fundó a esta Revolución. Este proyecto que siempre ha sido abono y jamás reja delimitadora. Solo aquellos que alguna vez olvidaron los sueños, o que nunca los entendieron, construyeron los muros. Miles de parcelas se pueden hoy señalar, miles de problemas se le pueden nombrar a este país, pero no se puede señalar una sola solución que implique quedarse uno a la espera, para que otros resuelvan tu vida y decidan nuestro destino. La Revolución es el más viejo intento del humanismo que sobrevive en el mundo, si se olvida eso, si se deja en manos de otros –como de esos burócratas que la usurpan, que nos ahogan, porque más interesados en la forma que el contenido–, entonces se olvida la esperanza y el futuro incierto. Sin Cuba posible, perfectible por nosotros mismos, no hay vida –y tú también lo sabes.
Así como la crisis de los noventa hizo que nos olvidáramos de quien y para quien se construye esta isla, es menester que el final de esta primera década en el nuevo milenio, demos un paso que sea muy difícil de olvidar. Si el futuro no lo construimos juntos, entonces la isla y el proyecto social que encarna, será imposible.
Para defender lo que tenemos, para trascender y buscar lo que nos falta, para eso es la unidad necesaria en la diversidad, porque la única causa es Cuba, que es mayor que nosotros, porque somos todos nosotros sumados y multiplicados. Es Cuba, hoy en un compás diferente, pero la misma causa de todos los que antes la amaron, y que en ella o por ella vivieron. Pues sin el sueño de un país mejor, no hay cubano capaz de levantar la frente.
Cuba –y las cubanas y los cubanos, de aquí y de allá– de nuevo tienen en sus manos la posibilidad de señalar el camino. Es Cuba y toda su gente, nuestra gente y sus ideales, en su diversidad infinita, la mayor posibilidad del mundo actual, y la única de la isla.
La soluciones a nuestros problemas no saldrán de arriba, ni del norte, ni del este, ni tampoco del sur, ni mucho menos de un occidente gastado que no entiende siquiera sus propios males. Las soluciones han de salir y saldrán de adentro. Las soluciones emanarán de nuestros propios pechos –de nuestra fabulosa ínsula–, porque son pocos los pueblos como el nuestro, que está lleno de mujeres y hombres incapaces de desear bienes para sí, que no lo deseen para los demás. Son pocos los pueblos como el cubano, que no es un pueblo de odios profundo y sí de muchos sueños colectivos. Así como pocos son los pueblos del mundo que han sido capaces de revivir sus ideales, de reinventarse el país cada vez que este se marchita.
Es Cuba y su pueblo, en su interminable alegría, en su grandísima bondad, los que pueden abrir el camino. Es Cuba, en Cuba y en un Congreso de la Nación, el mejor punto de partida para el futuro de todos y por el bien de todos.
Carlos Ignacio Pino
Centro Habana, Ciudad de la Habana, Cuba
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