miércoles, 28 de enero de 2009

Cuba, una memoria imprescindible (II y última)

El gobierno socialista en el poder alcanzó unas conquistas sociales bien altas, esta misma dirección, en 50 años, no pudo complementarlas con el mejoramiento material y la plenitud de la libertad.

Andrés Marí Para Kaos en la Red

7. IDEOLOGÍA Y REALIDAD

Si bien el gobierno socialista en el poder alcanzó unas conquistas sociales bien altas, esta misma dirección, en 50 años, no pudo complementarlas con el mejoramiento material y la plenitud de la libertad. Y el tiempo, ese imperturbable cazador de todo lo humano, ya tiene ese poder en su urdimbre de desgastes con una impaciencia sobrecogedora. La dirección que privilegió los ideales, el futuro y la unidad, por encima de las condiciones materiales, el presente y la pluralidad, no tuvo en cuenta todos los hechos de la realidad. Y los hechos siempre van por encima hasta de la más inobjetable verdad.
Desaparecido el campo socialista europeo en los años 90, la Revolución ha sido más presionada que nunca, por los agresores de siempre, por sus aliados de antes ya también agrediendo y por su propio pueblo lleno de fatigas y nobles exigencias. La crítica situación económica del país, llegando a un estado de supervivencia, fue convertida por el gobierno en una urgente necesidad de resistencia para salvar a la Patria. Es cuando el gobierno, intentando salvaguardar todo lo bueno que pudo hacer e impedir la parálisis del país, llamó a diversos empresarios capitalistas que, sirviéndose de la situación de un país agotado y empobrecido, se instalaron en Cuba bajo la mirada más sufriente de todos que, muchas veces aceptando migajas en las nuevas relaciones, no podían dejar de preguntarse a qué camino estaban arribando y hacia dónde se dirigían.
La situación de todas las capas del pueblo empieza un galopante deterioro, y cada día más llevando consigo contaminantes larvas de confusión moral e ideológica. El gobierno había tenido que reimplantar el poder del dinero y ciertas particularidades de la propiedad privada. Se introdujo en la economía interna la mayor desigualdad entre los cubanos: la tenencia del dólar norteamericano como referencia de valor adquisitivo para gran parte de los productos necesarios para la vida diaria y el establecimiento en todo el país de tiendas estatales para regirse por estas normas. Dejó de tener una correspondencia la adquisición de diversos bienes con el salario de los trabajadores, que se ofrecía, y todavía se ofrece, en la moneda nacional ya convertida en una mera formalidad frente al dinero extranjero. Se había derrumbado la igualdad que siempre se exaltó. Pero, casi como fantasmas, a Cuba le surgieron nuevos aliados para sostenerse, aunque no puede pensarse en una homologación del pasado. No es sostenimiento lo que demanda la población.
La sociedad cubana se pone a la ofensiva, aunque en general no conciba entregarse al amo norteamericano que echó de la isla, pero a la dirigencia le resulta casi imposible aceptar una posición diferente ni una fuerza opositora dentro de sí misma. El surgimiento de lo diverso o la oposición dentro del proceso de la Revolución Cubana siempre ha estado asociado a su destrucción, convirtiéndose el rechazo a lo diverso o a la oposición en una serie de deficiencias que se ven favorecidas por el propio instinto de conservación de la historia.
Una contradicción revolucionaria con consecuencias insospechables. En medio de esa ferocísima contienda entre ideales y realidades se debate lo mejor del pueblo: ¿qué pensar, qué decir, qué hacer? Y también se debate la mejor dirigencia: ¿cómo continuar, cómo convencer, cómo triunfar? Empieza, entonces, a crearse una sutil y peligrosa distancia entre el gobierno y la población. La dirigencia cubana supo dirigir al pueblo para hacer la Revolución, pero nunca supo cómo entregársela, ni el pueblo aprendió a cómo tomarla. Sólo mediante la concientización de ambos, en ideal y realidad, podrán iluminar la continuidad y posesión de la gesta que han hecho. En esa historia habrá de hurgarse a profundidad. Ahí está el entendimiento. No es válido terminar definitivamente con un proyecto revolucionario que no ha podido desarrollarse con naturalidad.

8. LA CAJA DE PANDORA

La propia vida de los cubanos ha empezado a desmantelar la memoria, pero el gobierno no se puede mover en muchas direcciones. Por esos movimientos están esperando los dólares del capitalismo. Un dinero que no serviría para la solución de los problemas existentes, pues está reservado con toda la sabiduría de esos papeles para el derrocamiento completo del gobierno socialista. De ahí que la cúpula dirigente no tenga otra opción que abrir diversas válvulas de descompresión de la realidad, como la autorización más libre para las salidas del país. Esta medida ha surtido su efecto, pero el estallido de deseos para viajar al extranjero ha creado una absurda sensación de naufragio de la Revolución. La inocencia vuelve a aparecer ante unas ansias que, nada exclusivas de Cuba, recorren todo el mundo pobre. Otras medidas destacables son aquellas que han aflojado las restricciones a múltiples actividades laborales y sociales de las personas, lo que también ha surtido efecto, pero colaborando al resquebrajamiento de la conducta ciudadana y en general al deterioro de la disciplina y la responsabilidad que en todos los órdenes podían observarse en la sociedad cubana. Otra gran alarma, cuando es lo más normal en un país que ha comenzado una nueva etapa donde se están revisando todos los pasos anteriores y los nuevos son completamente desconocidos.
El hecho verdaderamente relevante lo constituye el fortalecimiento de la crítica y el debate cada vez más sustancial, eliminando la unanimidad que imponían las políticas anteriores, aunque todavía se rechaza la participación de aquellos que obviamente quieren abrir la caja de Pandora con una dirección política en contra de la Revolución. Pero van cogiendo fuerza, con una clara mirada aglutinadora, los grupos que, cada vez más abiertos al diálogo con cualquiera y reconociendo los sufrimientos de muchos cubanos, alzan todas las dignidades que les corresponden y proclaman la crítica, el debate y la apertura a la contribución de todos como unas tareas impostergables, pues están conscientes de que si no se asumen todos los truenos, éstos terminarán explotando por sí mismos. Saben que ya entraron al escenario las contradicciones que crispan la apreciación consensuada de las ideas, los conflictivos lazos entre las diversas generaciones y las múltiples miradas a una realidad que ya dejó de ser única hasta para los que la quieren sostener.
Es innegable que el gobierno ha logrado mantener el camino. Ningún líder opositor ha podido surgir con un proyecto creíble. Ningún grupo disidente ha podido crear bases populares. Ello ha sido posible por la dureza de la dirigencia gubernamental, pero mucho más a la inexistencia de valores genuinamente humanistas para echarla, porque a pesar de sus numerosos errores se ganó un fortísimo pedestal con sus razones, aunque ya éstas terminaron de ser de su exclusivo patrimonio. La situación actual está más abierta que nunca al influjo contestatario interno y externo, y ya no es posible catalogarlo como el mismo factor ingerencista y nocivo a los caminos de la revolución. Se trata del propio flujo estancado que renace.

9. LOS RETOS DE CUBA

Es claro que el sistema capitalista tiene fuerzas suficientes para intentar someter todo lo que pueda significar un arreglo de la cuestión cubana por sí misma. Este es un reto que Cuba tiene ante sí: zafarse de esas fuerzas. Aunque también habrá de zafarse de las fuerzas internas que la atan y la debilitan. Otro reto, tal vez más complejo, por la acomodación al régimen creado que ha subsistido y por aquellas justificaciones que la isla siempre tuvo para seguir adelante en sus más fieros torbellinos sin cambiar el rumbo.
Los principios que la experiencia revolucionaria le han otorgado a Cuba, en su devenir como epopeya de los pobres de la tierra, la obligan a situarse junto a aquellos pueblos más necesitados del mundo, donde la urgente necesidad de cambios estructurales convierten a la isla en el único referente a seguir para subsanar las más elementales deficiencias. Pero ahora se espera de Cuba, por obra y gracia de la globalización ya ineludible, la pertinencia de situar su proyecto en el hilo salvador que ha de ponerse en marcha en la historia de la civilización. Si este hilo sólo fuera un absurdo deseo y las transnacionales y todo el poder del Mundo Rico insisten en tomar al llamado Mundo Pobre, que realmente no lo es, para corromper a sus políticos, seguir engañando a sus pueblos y así continuar robando sus riquezas y alimentándose de su hambre, entonces de Cuba sólo debe esperarse que resista junto a aquellos que pueda sumar y que entre todos reediten una revolución aún más radical. Pudiera Cuba revitalizar otra alianza socialista, ahora en el desesperado entorno latinoamericano, donde las ansias por cambios sociales, a pesar del descreimiento general, se han convertido en una fe con una rotundidad implacable, pero si nuevamente se acude a la trinchera, desgraciadamente se volverán a repetir los hechos y de nada habrán servido los sacrificios de tantas vidas generosas entregadas al altar de una equivocación histórica que seguimos sin entender.
El capitalismo no quiere que Cuba realice ningún cambio. Busca la rendición. Y de no rendirse, que permanezca con aquellos factores que la separan del movimiento progresista mundial. Una buena artimaña para convertir la simbología cubana en una quinta columna contra la unidad de todos los luchadores por Un Mundo Mejor.
El imperialismo norteamericano quiere que Cuba no deje de ser el sitio donde tantos cansancios y sacrificios alteran la vida del pueblo y que tanto asustan a otros pueblos. Quiere que la isla no ceda ni un ápice en su desesperado intento por seguir hablando de que un mejor ser humano es posible, pues el imperio sabe que ese lenguaje sólo es una tierna melodía. Quiere que Cuba sólo signifique esa pequeña porción de la humanidad que quijotescamente se atrevió a desafiarlo con un gran regocijo en sus espadas y con las que sólo encontró la locura. El fin de la Revolución Cubana se convertiría en una mera cuestión formal: el mayor ejemplo para desprestigiar a los que luchan por la utopía, la mejor conquista del pensamiento expoliador y un flamante hito para disminuir los ataques al sistema capitalista.

10. LA GRAN PARADOJA

Una gran ironía del destino debe enfrentar Cuba: una completa aproximación adonde estamos todos intentando transformarnos. No hay otra alternativa, porque insistir con aquel socialismo único que se derrumbó como un castillo encantado, y al que se le vieron muchos desencantos, podría ser un desafío innecesario a la conciencia del mundo. La dirigencia cubana habrá de consensuar con su pueblo las aproximaciones que ha venido haciendo al sistema vigente hoy día, el capitalista. Pero en modo alguno esto quiere decir que la isla volverá a la indignidad que heroicamente desterró, todo lo contrario, Cuba le aportará al mundo, como una memoria imprescindible que todavía está andando, su singular proceso de liberación contra ese sistema. Porque es lo que han significado y todavía significan las luchas como las de Cuba, a pesar de sus errores, lo que mantiene viva la esperanza por el mejoramiento de la humanidad. Se trataría de una gran paradoja a lo que la isla se aproxima. Muchos creen que esto sería su hundimiento. ¿No está preparada la sociedad cubana para asumir el presente de la historia? Este es el reto del mundo y el pueblo cubano no puede quedar marginado.
Es indudable que no se puede cometer el pecado de la santidad, pero el país completo está abocado a la acción. En Cuba existe una completa legitimidad en su gobierno, su parlamento, su constitución y en su sistema de organización social, económico y político. El orden adecuado para plantearse y dirigir una nueva andadura. Pudiera el bloqueo imperialista ir perdiendo su fuerza, pero con él o sin él hay que replantearse el camino. Habrán de erradicarse aquellas concepciones y formas estructurales que han posibilitado la existencia de unos feudos y unos señores feudales que han considerado como propios la fuerza y la sabiduría de todos. No se puede seguir entendiendo que la Patria, la Nación, la Soberanía, la Dignidad, La Resistencia, la Voluntad y La Vida sólo pueden ser definidas desde el Partido, desde el Gobierno, o desde unas instituciones y personas que no han podido superar las difíciles coyunturas que han enfrentado. Su osadía ha sido inmensa, pero ello no la exime de ser revisada. Se es un pueblo con todas las facultades para la libertad o tantas esperanzas depositadas en su lucha se vaciarán inexorablemente. El pueblo, hay que repetirlo siempre, somos todos, o al menos, en una nueva época, tenemos que serlo todos. Y los dueños de los pueblos, sean quienes sean, han de entregar todas sus propiedades.
Es claro que la propuesta cubana no podrá pasar por la privatización de las riquezas conquistadas, que sólo podrían ser compradas por los avariciosos, por dirigentes corruptos que abusaron del sacrificio de los demás o por aquellos individuos inescrupulosos que sabrían volver a repetir la historia de usar sus capacidades para aprovecharse de los otros y continuar con el sistema que queremos abolir. En Cuba el país es de todos por igual y el pueblo es el único con capacidad para comprarlo. Pero si ya lo tiene, ¿qué va a comprar? El problema está en que esa riqueza salga de la propiedad teórica del estado y se instale en la propiedad práctica del pueblo. Una fórmula que acogiendo los instrumentos necesarios del desarrollo, no se haga su rehén. Esto sólo será posible si la política se despliega a través de la realidad conocida y defendida para bien de todos, sin hipocresía, sin negocio, sin chantaje, y donde no quede en pie ninguna posibilidad para jugar con la riqueza y la inteligencia del pueblo. Al pueblo no se le puede desheredar de su inmenso poder.
En alguna medida y en cualquier parte del mundo, ya todos sentimos que el sistema capitalista, con sus inseparables compañeros de viaje, la industria armamentista y la nulidad de la ética, no podrá sobrevivir a los destructores desarrollos de sus propios socios de aventuras, porque absolutamente todo lo ha puesto a viajar en los desenfrenados vagones mercantiles de un tren de vida sin timón que no respeta ni los paisajes ni a las personas. Este viaje está llegando a su final. Pero el capitalismo constituye un gigantesco acicate a los instintos del ser humano y un extraordinario sistema que ha organizado muy bien la dependencia a esos instintos. Su desaparición no podrá estar asociada a las fatuidades de la retórica revolucionaria, de la misma forma en que el socialismo no podrá establecerse amparándose en su victimismo. No caerá el capitalismo por la violencia de las revoluciones ni por un decreto pacifista. Su paulatina transformación en socialista, o en cualquier otro significado lleno de humanismo, dependerá exclusivamente de las capacidades de los pueblos para cambiarlo sin perder el control. Tienen que ser ellos los que dirijan el cambio. Al nivel de peligrosidad, por el auge irracional de zonas, grupos e individuos ingobernables, en que se encuentra hoy día toda la civilización, le puede ser nefasto un cambio incontrolable. No sólo se trata de la destrucción del sistema, se trata también de lo que hay que construir, aún cuando ello no debe paralizar las acciones que posibiliten liberarnos de todo lo que nos impida avanzar. Una de las construcciones esenciales habrá de ser la redefinición y consenso del sentido de las propias riquezas que realmente nos hacen más ricos como personas y como pueblos. Mientras este significado no se esclarezca en toda la gama de pluralidad que entraña la condición humana, no tendremos la medida de nuestras luchas ni el horizonte que queremos alcanzar.

11. LOS SOBREVIVIENTES

Los revolucionarios no pueden renunciar a buscar caminos esperanzadores, reales, posibles, con soporte verdadero en la historia. Ningún pueblo, ninguna generación ni ningún hombre pueden pretender imponer en sus periodos más activos de vida, según sus pasiones o genialidades, el paso efectivo a su época, aunque nunca se podrá prescindir del empuje de estos pueblos, estas generaciones y estos hombres. Cuba tiene que emerger de su trinchera con una renovación de sus propuestas liberadoras. Cuba tiene que seguir teniendo capacidad para salvarse, aunque tenga que volver a fundarse. El espejismo del hombre nuevo tiene que apaciguar todas sus iluminaciones y rebelarse fuera de los sueños.
Tanto por sus glorias como por sus miserias humanas, juntas en un arriesgado equilibrio donde se preservó el Poder Revolucionario, y en el cual cohabitaron en la tensa cuerda del tiempo las torpezas del encerramiento interno y la más amplia vocación internacionalista, y precisamente porque siempre se alimentaron las raíces liberadoras, Cuba podría abrirle al mundo un espacio real para el análisis de los alcances y las limitaciones de las teorías y las prácticas socialistas.
En este contexto podría verse el sagrado deber cooperativo que la isla siempre se impuso como ese querer respirar con total abundancia. Allí podrían abrirse todas las verdades de nuestras sociedades tan necesitadas de curarse. Entre todos podría vislumbrarse el rostro humano del sistema de vida que tanto buscamos. Porque no podemos decir que la Europa del bienestar, y el Primer Mundo en su conjunto, sean el esplendor del ser humano. Ni tampoco podemos pensar que ese Tercer Mundo, mísero y abatido, es una pesadilla que no dice nada. Es absolutamente urgente aproximarnos adonde pueda verse la más natural y fructífera existencia de la vida y de todos sus elementos. Esto no es sólo una necesidad cubana, esto es un problema mundial.
En el pequeñísimo espacio primer mundista puede comprobarse que los medios de comunicación y la saturación de las informaciones convergen en un callejón sin salida. El conocimiento de la verdad se tuerce irremediablemente. La corrupción política, económica y social, crece. Al mismo nivel se presentan la ostentación y la marginalidad, el desgarramiento y la frivolidad. Y hasta la evasión, con magnitud esperpéntica para satisfacer todos los morbos, se constituye en una norma: la degradación humana en la falsa satisfacción de la abundancia material. No obstante, la sociedad ya no se comporta tan unitariamente alienada y en lo más alto del sistema se asoman las grietas. Ello está determinado por el propio desarrollo de la civilización alcanzado por el capitalismo, que arribando a la mayor diferencia entre los poderosos y los desposeídos, comienza su declive mientras va desvelando la mayor igualdad en la histórica clasificación de la naturaleza: no hay fuertes ni débiles, sólo hay existencias y todas son determinantes. El sistema se hunde y hay que transformarlo antes que nos arrastre. Ya todos somos sobrevivientes en la vorágine de tanta ignorancia sobre nuestros poderes.

12. ESTA OCASIÓN PARA QUE TODOS PODAMOS SALVARNOS

Cuba podría ser la más dramática sensación de que el mundo no se puede cambiar, de que cualquier día podemos ahogarnos con nuestros propios alientos, de que la tierra y la vida humana no tienen ningún sentido. Pero al mismo tiempo, Cuba ha hecho germinar unas encrucijadas donde la desesperación y la esperanza parecen darse la mano. Si esa unión es capaz de crear la voluntad necesaria, también Cuba podría ser la sensación más aproximada de que el mundo podría cambiarse, de que no nos ahogaremos en nuestros alientos, de que la tierra y la vida humana tienen un espléndido sentido.
Ya no se trata de absolver o condenar a la isla. Da igual una u otra cosa, y las dos actitudes deben tener muchas razones. Ahora se trata de otra actitud. Si logramos traspasar el laberinto kafkiano del que todavía somos huéspedes en todo el mundo, podremos seguir enarbolando la efectividad de las palabras. No es la isla la máxima preocupación del planeta. Ella sólo es un símbolo del derecho a defenderse y a equivocarse al instalarse en el gran problema del mundo. Entonces, defender o atacar a Cuba ya no es defenderla ni atacarla. Es otra cosa. Y no puede ser otra que creer que se pueden encontrar nuevas propuestas vivificadoras para cambiar la vida. Mientras no las encontremos, la ceguera nos seguirá dominando.
No cabe duda de que entre migraciones humanas desenfrenadas, traslaciones de enfermedades incontrolables, encuentros culturales explosivos y un desconcertante cambio climático que, en vez de abrirnos las orejas, cada vez más nos ensordece, el abismo entre un mundo rico y otro pobre ya es inflamable, real e histórico. Extender la sociedad consumista no lo aguantaría la naturaleza. Pero los seres humanos buscarán eternamente su mejoramiento allí donde esté. De hecho ya todos nos estamos juntando, poco a poco, pero el movimiento es indetenible. El umbral de una nueva civilización está siendo atravesado desde el propio abismo que se ha creado entre los seres humanos. La globalización de la solidaridad es un imperativo.
Será la ocasión para que todos podamos salvarnos. Una brillante oportunidad para no quemarnos. Es el camino que nos dicta la realidad y la historia que pugnan su continuidad. Por ello Cuba, asediada, contradictoria, terrible y espléndida en la mayor crisis de su proceso revolucionario se convierte en una sencilla advertencia: o se cambia el mundo que tenemos o cada vez se caotizará más todo lo que tenemos, ya que resulta inconcebible, en la teoría y en la práctica, que unos puedan vivir y otros deban morir. Esta es la razón fundamental por lo que la pequeña isla del Caribe, resueltos sus entuertos, podría lograr que los ciegos puedan ver.

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