jueves, 8 de enero de 2009

CUBA: la Revolución o el Socialismo

Luces necesarias en el aparente callejón sin salida



Roberto Cobas Avivar Para Kaos en la Red



CUBA
La Revolución o el Socialismo

Resistencia versus Transformación


Nada indica que la evidencia del agotamiento estructural del sistema socioeconómico cubano sea objeto de especial consideración por parte de la Dirección Política del Estado. El cuadro de disfunciones orgánicas que ha caracterizado al sistema no parece acreditarlo. Tampoco la persistencia de dicho cuadro luego del llamado periodo de rectificación de errores y tendencias negativas (1985 y 1986, a raíz del III Congreso del Partido). Ni el hecho de que suceda así a pesar del importante reacomodo de las principales desproporciones de la macroeconomía derivadas del ajuste externo luego de la crisis de 1991-1994[1].


Desde las necesidades acumuladas, las corrientes y las expectativas de la sociedad, la evidencia no puede soslayarse. La sostenida precariedad de la producción de bienes de uso y consumo, la irregularidad y baja calidad de los servicios, la severa insuficiencia de la producción alimentaria, el acuciado déficit de edificaciones, el pobre estándar de las viviendas, la ausencia de sistemas de transportación efectivos, la baja calidad de todo lo que escasamente la economía produce así como el deprimido poder adquisitivo de los ingresos de individuos y familias, no permiten otorgarle al sistema socioeconómico el beneficio de la duda sobre su eficacia.


Tampoco lo permite el cuadro de las disfunciones orgánicas. La extendida economía sumergida que se mantiene a expensas de la economía estatal; el hecho de que la economía campesina privada y cooperativa desmienta el mito de la superioridad de la economía estatal; la ausencia de mercados coherentes y de la autonomía microeconómica que permitan formar y articular apropiadas cadenas productivas; la ausencia del efecto multiplicador que en las economías eficientes produce el ajuste estructural y funcional de dichas cadenas; la falta de correspondencia entre ingresos y productividad que genera la proscripción de la autogestión económica de las empresas y la alienación del trabajo asalariado; cada uno de dichos factores y todos en conjunto hablan de la falencia estructural del sistema socioeconómico cubano.


No obstante, las evidencias de la anomia sistémica del modelo socioeconómico no son suficientes para la Dirigencia política. En resumidas cuentas, todo sistema es perfectible dentro de las cotas que lo mediatizan. Pero si el modelo funciona y está expuesto, además, al constante perfeccionamiento ¿qué es lo que en principio falla? El discurso de la Dirigencia del Partido (PCC), del Gobierno (CM) y de los Sindicatos (CTC) no deja terreno a las especulaciones. Según la apreciación de la Dirigencia lo que en general sigue fallando es el factor humano. Las causas de los problemas críticos que prolongadamente aquejan la economía del país se hallan en la irresponsabilidad de los trabajadores, su tendencia a la corruptela y la falta de exigencia de los cuadros político-administrativos de base.


La Dirigencia política y de gobierno del Estado rechaza la certeza de la incapacidad de auto sustentación del sistema socioeconómico. Sin embargo, ministros, cuadros administrativos intermedios, miembros del CC del Partido y de instancias inferiores y dirigentes sindicales desandan la Isla de Punta de Maisí a Cabo de San Antonio en operativos de supervisión y control, buscando de esa forma lograr el efecto que el sistema no es capaz de dar por sí mismo. Elevar la disciplina, la eficiencia y la exigencia continúa siendo la supuesta solución y la arenga.


Tras la lógica de dichas ideas, apreciaciones y procederes se esconde la percepción de la realidad que desde distintas tribunas acaba de expresar, resumiendo los cincuenta años de recorrido revolucionario, la máxima Dirigencia del Partido, el Gobierno y el Estado. La recurrencia de los mismos discursos apunta a las contradicciones que irresueltas se acumulan.


El pronunciado desenfoque de la Dirigencia política sobre la realidad socioeconómica le ha creado un callejón sin aparente salida a la sociedad cubana. Para el camino en apretada fila se apela a cincuenta años más de resistencia numantina. Pero para la población cubana, que no ha dejado de trabajar en perenne resistencia contra una vida diaria tercamente dura y que con sus manos ha realizado lo logrado, el nuevo llamado a la resistencia y su motivación adquieren connotaciones poco menos que abstractas. ¿Resistencia ante qué?


El argumento está en encomendarse - como el hombre primitivo lo hacía a sus dioses -al milagro que haga de los EEUU el paladín de la paz y la concordia de los pueblos sobre la tierra. Pero milagro al fin, el propio Presidente del Consejo de Estado de Cuba se encarga de recordarle al pueblo cubano y (para que no haya dudas) a la opinión pública internacional, que una sola golondrina no compone verano. Barack Obama, expresa en entrevista posterior a su discurso por el 50 Aniversario de la Revolución el Presidente cubano, no puede él sólo cambiar las cosas en los EEUU. Son infundadas las esperanzas que el mundo ha puesto en él. La obviedad de la constatación, sin embargo, es elevada por Cuba a rango de razón de estado para sus ciudadanos ¿Qué les queda a los cubanos? Pues, resistir. A pesar de que resistir no pasa de ser un ejercicio de constante defensiva. Clara de sus preocupaciones la sociedad se hace simple y llanamente su propia interrogación: ¿se podrá resistir los propios problemas del sistema socioeconómico sin transformarlo?


Las barreras que le propician al pensamiento de la Dirigencia política no hacerse igual interrogación no son casuales. El sistema de partido único y el sistema de democracia representativa imperantes se conjugan en una forma de gobierno que impide el movimiento de las ideas y subestima la capacidad de participación política de la sociedad.


No se alzan en Cuba con la independencia necesaria las voces del pensamiento crítico revolucionario que discutan el pensamiento oficial. La sociedad acepta el estigma político con que se ha etiquetado el movimiento independiente de las ideas. Disentir de los dogmas y de todo monopolio sobre la verdad ya no es revolucionario. La intelectualidad cubana comprometida se auto-censura y la organicidad revolucionaria de su pensamiento rehuye la interacción independiente con el pueblo. El Partido único se impone como único intermediario e interlocutor. La conciencia crítica de la sociedad ha sido finalmente reducida a la digestión de los mensajes y del criterio oficial. Los caminos de la eficiencia del trabajo social y de la economía están encerrados en un callejón artificial.


Los efectos son palpables en la juventud. Una juventud visiblemente confundida en un mar de indefiniciones políticas. Desde los cuestionamientos fuera de guión oficial de un estudiante de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) ante un máximo representante de la Dirigencia cubana, hasta las palabras que le expresan en el fin de año a televisoras extranjeras lo que éstas necesitan retrasmitir: el inventario de los deseos de consumo reprimidos. Ni para las preguntas del intelecto ni para las de los cinco sentidos tiene la juventud otros interlocutores. La imposición del pensamiento único de sus varias organizaciones políticas (UJC, FEU, FEEM o UPC)[2] no le permite incursionar en los significados del Socialismo. ¿Un sistema de relaciones socioeconómica eficientes que refrende, por la naturaleza libertaria de su modo de producción, el derecho a la auto determinación ciudadana? No es ésa entre las posibles la apreciación de Socialismo que conocen. En las calles unas voces hablan de resistencia y otras claman por cambiarlo todo. La confusión en la sociedad es objetiva.


No ha habido una sola idea propositiva en las reflexiones oficiales que resumen 50 años de resistencia. La cohesión ciudadana seguirá siendo el ilusionismo en que se ha convertido. Reflejo de ello seguirán siendo los éxodos ilegalizados y las migraciones legales, así como los avatares díscolos del pueblo por suplir la disfunción del Estado y su economía. El ejercicio de la doble moral al que ha acudido la sociedad para salvaguardarse del pensamiento hegemónico, posibilitará que la dirigencia – Partido y Gobierno – se reafirme en sus razones y en su necesidad de control sobre la sociedad. Las voces de la oposición ideológica, libres de toda auto-censura, saben captar el vacío de ideas políticas renovadoras y, sin más imaginación que las del capitalismo como la salvación selectiva, cargan con las mismas municiones de siempre. Saben que el eco internacional de sus exiguas voces será amplificado como por arte de magia. La magia de los medios de la transnacional capitalista de la desinformación que tienen a punto, como de costumbre, los titulares y el dinero con los que estimularán sin descanso el reflejo adocenado de sus propias multitudes. Cada golpe a Cuba es un activo en la cuenta de resultados de la ideología burguesa.


El atolladero del pensamiento oficial se ha montado sobre su negación a reconocer la naturaleza dialéctica de las contradicciones internas. La sentencia “Cambiar todo lo que haya que cambiar” ha sido convertida por la dirigencia - Partido y Gobierno - en una suerte de consigna gatopardista.


El Presidente del Consejo de Estado revela que las reformas institucionales que se presentarían a la VII Sesión Legislativa (diciembre 2008), se debieron posponer. La argumentación: “la atención a otras tareas urgentes”. Se induce que la arremetida de tres huracanes ha tenido que ver en ello, a pesar de que la temporada ciclónica es predecible por ser cíclica y las tendencias de los precios del petróleo un juego de las economías de marcado perfectamente rastreable. La dirigencia se declara desbordada de tareas urgentes sin reconocerlo críticamente. El VI Congreso del Partido, anunciado para dentro de un año (en temporada ciclónica), talvez llegue a dar no se sabe qué repuestas a no se sabe qué problemas. Porque los problemas medulares aún no se discuten con el pueblo, a pesar de que el pueblo hace ya casi dos años expresó mucho de lo que a su juicio debía ser cambiado. Todo indica que el fracaso ha sido haberlo expresado “en los canales adecuados”. El fenómeno es sui géneris. Porque no existe sociedad, excepto la cubana, que demande a Estado y Gobierno, convencida de su derecho, el diálogo popular en pos de revolucionar todo lo que obstaculice el desarrollo socioeconómico y el progreso general. La resistencia del Partido y el Gobierno a reconocer el derecho que ha promulgado la propia Revolución, explica la extrema vulnerabilidad estructural en la que la propia Dirigencia ha sumido el Proyecto Socialista. La renuencia de la Dirigencia a aceptar críticamente ese hecho fecunda el antagonismo subcutáneo entre la sociedad y el estado.


De la Revolución al Socialismo


El Partido y el Gobierno, como consecuencia de la coacción del debate social sobre lo determinante, no reconoce el problema de fondo: el proceso sociopolítico cubano está urgido de emprender la transición de la Revolución hacia Socialismo.


La Revolución ha de dar paso al desarrollo del Socialismo. Los alumbramientos se frustran cuando se producen a destiempo. ¿Estará desorientado el sexto sentido del pueblo al auscultar las tensiones del momento histórico?


He insistido en la idea de socialismo de estado, como la forma hacia la que ha evolucionado el proceso sociopolítico cubano. Es necesario precisarlo por la importancia que para la estrategia de tránsito tiene el saber en qué estación se encuentra el Proyecto Socialista.


No pocas voces cubanas insisten en hablar de capitalismo de estado. Historiadores y analistas políticos se remiten a la experiencia de la revolución rusa. En la incursión obvian el meollo de la caracterización leninista de aquel capitalismo de estado por el cual la revolución socialista bolchevique tenía que por fuerza transitar. A la sazón el escenario socioeconómico estaba determinado estructuralmente por el modo de producción capitalista. Si la insipiencia de dicho estadio permite evaluarlo como pre-capitalista, ello no cambiaba el hecho de que en manos de propietarios privados estaba mucho de la infraestructura productiva y el conocimiento de la administración económica así como de la propia administración pública, es decir, el poder de la gestión eficiente. En tales condiciones era ineludible (en el convencimiento de V.I.U.Lenin) aprovechar todo ese potencial tanto para no ahogar la producción como para preparar a los nuevos cuadros de la revolución en el arte de la buena administración. No había alternativas viables ante el inconmensurable atraso de una extendida subcultura rural que debía convertirse en masa crítica para la industrialización. La Nueva Política Económica (NEP) en ningún caso tenía como objetivo potenciar el capitalismo de estado como sistema, sino propiciar el fomento de nuevas formas sociales de producción, imposibles de organizarse y desarrollarse bajo las condiciones de la economía del comunismo de guerra. De esa manera se asumía dialécticamente la necesidad del tránsito a través de un capitalismo de estado que potenciara el desarrollo de las nuevas fuerzas productivas. Esas nuevas formas de producción social estaban llamadas a subsumir las formas del modo de producción capitalista. Y es precisamente el haber advertido el peligro de real subsumisión, el que lleva a la burguesía y la aristocracia oligárquica a desencadenar la guerra civil contra el poder revolucionario. El estado (dictadura del proletariado por medio) apoyado en los soviet ejercería el poder sobre el funcionamiento de estructuras económicas capitalistas. Ése era entonces el sentido justo del momento histórico.


De esa misma forma lo asume hoy la Revolución Bolivariana de Venezuela. No existe otra alternativa para el Gobierno Bolivariano que la de transitar por un capitalismo de estado que a su vez permita gestar relaciones socioeconómicas de naturaleza socialista. La interacción entre éstas y las relaciones capitalistas irá conformando la correlación de fuerzas sociales que pueda favorecer el socialismo. La posibilidad de subsumisión de las formas capitalistas se consolidará en la medida que las formas socialistas de producción - estimuladas desde el Gobierno revolucionario - se conviertan en una alternativa de desarrollo socio-humano superior y viable. La burguesía y la oligarquía propietaria tratarán de evitar por todos los medios (como ya se ha probado) el proceso de subsumisión. El acertado control y gestión social del capitalismo de estado que la Revolución Bolivariana haga, podría saltarse el desvío hacia un indeseable socialismo de estado que frenara la socialización del modo de producción.


Es precisamente el hecho de haber saltado radicalmente por encima del capitalismo de estado (según aquella percepción leninista) lo que lleva a la Revolución cubana hacia la deriva del socialismo de estado.


Con la radical nacionalización y estatización de la propiedad la Revolución cubana desmantela estructuralmente el modo de producción capitalista. Los resquicios que sobreviven se mantienen justamente debido a la concepción de socialismo de estado en la que ancla el nuevo modo de producción. El trabajo asalariado encuentra ahí su otro nido, por cuanto las relaciones socioeconómicas, a pesar de haber sido desterrada la institucionalidad de la propiedad privada, no son regidas por un sistema de apropiación social de los factores de producción. La idea de la propiedad estatal pasa de ser la negación dialéctica del modo de producción capitalista y es convertida en paradigma de lo socialista. El socialismo es concebido desde la centralidad del estado.


Hoy el poder estado-centrista que rige el socialismo de estado se refuerza con la declaración (Raúl Castro R., 01.01.2009) de la creación de la Contraloría del Estado. Un órgano de supervisión y control del funcionamiento del Estado - se explica -, supeditado al Consejo de Estado. El Estado, erigido en juez y parte diluye la concepción política de Estado de Derecho. En cambio, la institución del Tribunal Constitucional como instancia suprema e independiente de control del orden constitucional de la República, resulta una herejía para la doctrina del socialismo de estado que cultiva la Dirigencia.


Y ese socialismo de estado constituye el marco que encorseta la transición hacia el Socialismo. La Revolución ha sido identificada con el poder del Estado para administrar la producción y distribuir la renta (la riqueza). El poder revolucionario es ante todo el poder del Estado. En consecuencia, el tránsito hacia el Socialismo no puede presentarse más que como la negación dialéctica de la Revolución. Para ello, como he expuesto, la Revolución ha de seguir siendo revolucionaria. Pero las definiciones sobre el Socialismo tienen que convertirse en la estrella polar de los marinos en quienes se encarna el pueblo.


Entre lo puntual y lo determinante


Los debates sobre los problemas puntuales son imprescindibles porque existen problemas que aquejan a la sociedad puntualmente. La definición de un conjunto de problemas puntuales a enfrentar en lo inmediato es necesaria y el pueblo lo ha planteado en miles de opiniones archivadas por el Partido. Pero es importante saber que las soluciones puntuales no son determinantes del rumbo, sino pan para hoy y hambre para mañana. El contraste de dos problemas puede explicarlo.


Haber restablecido el derecho al uso ciudadano de las infraestructuras hoteleras del país (una medida burocrática sobre una normalidad hasta antes del periodo especial 1990 y que nunca debió ser violentada por el Estado) elimina una prohibición antidemocrática, pero no dice nada sobre el derecho a la autodeterminación ciudadana. No definen ese rumbo.


Restablecer la oportunidad de la iniciativa particular en la edificación de viviendas, constituye una medida puntual de efectos contraproducentes que no da respuesta al problema estructural corrosivo. Se trata de la descentralización de la microeconomía, de manera que se permita la creación - en el sector de la construcción civil en este caso - de medianas y pequeñas empresas no-estatales en plena autogestión económica que hagan sostenible por eficiente el empeño constructivo. PYMEs de diseño arquitectónico, diseño socio-urbano, de ingeniería y construcción civil. Un movimiento de cadenas productivas autónomas en interacción directa con el demandante de la necesidad, la población, y bajo la supervisión de las agencias públicas de control técnico. Ése es el abordaje que marca el rumbo. Hoy mismo se observa cómo los importantes proyectos estatales de las llamadas petrocasas carecen de racionalidad socio-urbanística. Se utiliza un modelo de asentamientos de viviendas unifamiliares en detrimento del aprovechamiento del espacio, la versatilidad de la infraestructura y la funcionalidad comunitaria.
¿Podrá la iniciativa particular enfrascarse en la construcción de viviendas de acuerdo a modernas proyecciones arquitectónicas y urbanísticas? ¿Será capaz una iniciativa particular desarticulada crear el efecto económico multiplicador de las cadenas productivas que está llamado a generar el sector de la construcción en su conjunto? ¿Interesa o no al Gobierno la eficiencia sistémica de la economía cubana? ¿Le exigirá el pueblo responsabilidades personales a la Dirigencia del Estado por la dilapidación de recursos y energías sociales de sus decisiones?


Todo dependerá de a quién pertenezca la propiedad


La cuestión de la apropiación de los factores de producción constituye un problema determinante para la eficiencia del sistema socioeconómico. La transición hacia relaciones de producción socialistas implica el cambio del modo de producción en que se soporta del socialismo de estado. Por consiguiente, “Todo dependerá de a quién pertenezca la propiedad” (Felipe P. Roque, 2006).
La apreciación sobre el significado clave del carácter de la propiedad es plenamente acertada. Esa expresión del Ministro de Relaciones Exteriores se manifiesta ante la afirmación de Fidel Castro R. (nov. 2005) sobre la posibilidad real de la reversión de la Revolución por las contradicciones internas. Para el entonces Jefe de Estado lo reversible no era el Socialismo, sino la Revolución. En la idea del Primer Secretario del Partido, la Revolución no llega a ser sinonimia de Socialismo. Sin embargo, es preciso acotar que tampoco es su antinomia.


El Socialismo no está en peligro, sino las condicionantes de su construcción. De ahí la posibilidad objetiva actual de la deriva hacia el capitalismo. La Revolución, concebida como el proceso de transformación sociopolítica y económica de la realidad, crea en Cuba las condiciones para transitar hacia el Socialismo. El estadio intermedio ha sido el socialismo de estado.


Sin embargo, el socialismo de estado ha dejado de ser ese estadio de tránsito hacia el Socialismo, para erigirse en el modo que garantiza al Partido la gobernabilidad. En el socialismo de estado, el Estado se ha convertido en una forma de poder para sí. He expresado que la necesidad de cambios estructurales no puede ser sacrificada por el miedo a la ingobernabilidad del proceso sociopolítico. Persistir en el acomodo de las formas de gobernabilidad que propicia el socialismo de estado, implica enraizar la naturaleza represiva histórica del estado (en última instancia de todo estado). Con la construcción del Socialismo se niega dialécticamente la naturaleza represiva del estado. Para ello se han de crear nuevas formas de gobernabilidad que se sustenten en un sistema de participación social autonómico. La sociedad es dueña de su movimiento económico y sociocultural. El movimiento no es anárquico, se da dentro del consenso político sobre la institucionalidad socialista del modo de producción y de relaciones socioeconómicas afines. El Estado es la garantía del consenso y de la autonomía.


Ese sistema de participación social autonómico puede construirse únicamente a través de la plena socialización de la propiedad. Es decir, eliminandole el soporte estructural al socialismo de estado. El objeto de debate y toma de decisiones por la sociedad es transparente, no admite dobles lecturas.


Se ha hecho recurrente entre exponentes del pensamiento político, económico y sociológico en Cuba expresar la idea del sistema mixto de propiedad como la natural transfiguración del actual sistema de propiedad estatal. Se estima así cual una obviedad socialista por definición. Sin embargo, cuando se plantea que el sistema de propiedad debe convertirse en un sistema mixto y acto seguido se echa a esa gran olla los ingredientes a mano: propiedad privada, propiedad cooperativa, propiedad familiar, propiedad autogestionada y un largo etcétera; no se está discutiendo sobre la naturaleza de la propiedad en el Socialismo ni, consecuentemente, sobre la cualidad determinante del modo de producción socialista.


¿Qué se entiende por propiedad privada en el Socialismo y qué por propiedad social? ¿Cuáles han de ser, en consecuencia, los patrones de acumulación de capital? ¿Y cuál el paradigma de la distribución de la renta? Del seno del Partido no surgen ideas coherentes a este respecto. Mientras que en la práctica el sistema de propiedad estatal se va transformando por “la puerta trasera”, según el arbitrio del voluntarismo político y lo coyuntural. Todo lo cual extiende y enquista el socialismo de estado a favor de la burocracia estado-centrista que lo alimenta.
La socialización de la propiedad no puede concebirse sin la socialización de la producción e implementación de las ideas concurrentes.


Democracia socialista y transformación revolucionaria


El proceso sociopolítico cubano se encuentra ante la necesidad de sintetizar la democracia representativa y la democracia socialista. Democracia socialista implica el ejercicio real del poder popular. Significa discutir y hacer valer la voluntad popular. El debate abierto y el consenso social son las vías.


El ejercicio de la democracia socialista ha de jugar un papel determinante en la transformación de la realidad cubana y la transición hacia el Socialismo. El debate determinante hoy en Cuba es sobre el carácter y la expresión socioeconómica estructural de su concepción política. El orden del día no puede ser otro que el de la conformación de una plataforma programática sobre las imprescindibles transformaciones socialistas.


La vía del debate


La discusión en el seno de la sociedad de los problemas determinantes del Socialismo necesita superar la doctrina de la democracia tutelada. El debate social ha de darse a nivel de organizaciones gremiales, centros de trabajo y en interacciones libres entre el Partido y toda la sociedad, y ser plenamente reflejado por los medios de comunicación. Puesto que se trata de crear la masa crítica de la conciencia colectiva. La sociedad civil ha de hacer uso de su derecho para organizar y convocar foros, conferencias, seminarios y cuantos espacios de reunión y análisis estime conveniente para discutir sobre las transformaciones que conduzcan al mejoramiento de su realidad. No existe otra forma de desarrollar sensibilidad social fundamentada acerca de los cambios y proyecciones determinantes.


La plataforma programática sobre la transformación socialista no podrá conformarse sin la decidida participación del pensamiento intelectual revolucionario todo y el acervo del pensamiento popular. Y algo de relevante importancia política: no podrá legitimarse sin la abierta discusión con el pensamiento cubano que ideológicamente se le oponga.


La vía del consenso


La democracia socialista está llamada a imprimirle el carácter popular a los Poderes Populares instituidos. La vía para los consensos está en devolverle a los poderes populares su carácter democrático y su facultad de decidir. Las asambleas del Poder Popular de barrios, distritos, municipios y provincias han de ser las instancias donde se resumen y por donde transitan los postulados de los debates sociales determinantes. Sobre los cambios sistémicos y la estrategia de su desarrollo a corto, mediano y largo plazo. Esos son los foros donde el Partido a través de sus militantes tiene la oportunidad no de imponer “el borrador pre-enlatado” a ser aprobado, sino de poner en interacción sus ideas y propuestas con las ideas y visiones de todo el pueblo. El consenso popular formula principios y medidas. La plataforma política de transformación socialista se construye de abajo hacia arriba. Ahí está el poder popular que refrenda la democracia socialista.


Los delegados de los poderes populares no son otra cosa que representantes directos del pueblo. Su función política es la de exponer y defender en la Asamblea Nacional (Parlamento) la voluntad y el consenso político de los ciudadanos. Esa es la articulación del pensamiento social que tributa la democracia socialista. El momento histórico lo impone como demarcación de las cuestiones que ha de poner en agenda el VI Congreso del Partido. La proposición de aquella plataforma programática que el Partido, como organización política de la sociedad, llega a consensuar internamente se le presenta al Parlamento, no como documento único ni rector, sino como proposición política para ser discutida junto con las proposiciones que los diputados tienen la obligación de sostener y defender por el mandato popular. La plataforma consensuada en el seno de la Asamblea Nacional se somete a referendo nacional.


Agenda social y agenda política no pueden menos que coincidir en la discusión sobre el cambio cualitativo del modo de producción, la naturaleza del sistema de apropiación de los factores de producción, el problema del trabajo asalariado, la cuestión del mercado, lo imprescindible de su espacio y las características de su funcionamiento en una economía socialista, sobre las relaciones entre el Partido y el Estado, el real empoderamiento del pueblo y la autodeterminación ciudadana concomitante. El pluralismo de pensamiento y expresión ha de establecerse como cultura de la participación política. No existe otra manera de que se sostenga y sea eficiente políticamente el sistema de partido único. Y no existe otra forma de definir las formas del socialismo que queremos.


Si desde ya y a través de todo el presente año (2009) la sociedad cubana no se sumerge en la discusión abierta y sistemática sobre estos problemas, si no aprende y aporta sobre las cuestiones determinantes, si no se articula el proceso de debate y concertación de la voluntad popular hacia un consenso programático sobre los cambios conceptuales y estructurales necesarios, todas las decisiones que desde el Partido y el Estado se tomen o se dejen de tomar en el VI Congreso del Partido estarán atentando contra las posibilidades de progreso. El Proyecto Socialista seguirá fuera de los carriles de la viabilidad.


Roberto Cobas Avivar


[1] Un ciclo que cierra virtualmente en 1998, según lo analiza el economista cubano Alfredo González Gutiérrez ensu artículo: Economía y sociedad. Los retos del modelo económico; revista Temas, número 11/1998; editora Nueva Época; Cuba, 1998, pág.4.
[2] UJC – Unión de Jóvenes Comunistas; FEU – Federación de Estudiantes Universitarios; FEEM – Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media; UPC – Unión de Pioneros de Cuba.

Roberto Cobas Avivar en Kaos en la Red

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