viernes, 7 de noviembre de 2008

Obama y Cuba: socialización o pronta reversión

por Pedro Campos Santos

La Revolución Cubana debe acelerar la socialización o quedará a merced del reforzamiento del capitalismo que incitaría el eventual levantamiento del bloqueo.

“Demoras son derrotas” José Martí.

Por 77, 76, 75… Comienza el conteo regresivo de los días hacia la toma de posesión de Obama.
Ya en plena manigua mambí, el 3 mayo de 1895, José Martí escribe al General Antonio Maceo la urgente necesidad de un encuentro con sus representantes, donde le expresa: “Demoras son derrotas”, frase que refleja toda la concepción que sobre el tempo revolucionario tenía el Apóstol para el desarrollo de la guerra. Dos días después se produce el encuentro entre ambos.
Los cubanos, en toda época de Revolución, y ésta no es la excepción, debemos tener presente esa idea martiana, hermana de esa otra de Fidel: “tener sentido del momento histórico”, puesto que las derrotas, como los triunfos, son consecuencias de acciones y planes hechos o dejados de hacer oportunamente. Cuando se deja pasar la oportunidad, se pierde tiempo o se demora la acción, el esfuerzo posterior para el triunfo debe ser mayor, casi siempre pasa por derrotas que pueden ser tácticas o estratégicas y algunas, hasta definitivas.
Y hoy el tempo revolucionario y el momento histórico que vive Cuba están marcados por la intersección entre el estancamiento en la socialización y la elección de un nuevo gobierno en el enemigo histórico que ya anunció un cambio de política hacia Cuba -no de objetivo, que siempre será revertir la revolución-: del “bloqueo y la agresión” al “acercamiento y la penetración”. Cabe preguntarse ante esa inminente perspectiva: ¿puede la sociedad cubana seguir funcionando como hasta ahora? Estas líneas pretenden una respuesta, puede haber otras.
Entre la toma de posesión el 20 de febrero y la ejecución de las nuevas políticas, no hay tiempos definidos, pues todo depende de la importancia del tema y las complicaciones internas y externas para su implementación. El asunto Cuba no parece estar entre los más difíciles para la nueva Administración, dada la incapacidad demostrada por la política vigente para conseguir sus fines de destruir la Revolución, su impopularidad en el Congreso y en el pueblo norteamericanos, creciente y ya mayoritaria entre la Comunidad Cubana y debido a su aislamiento internacional, recién refrendado en la ONU. Esto sugiere que Cuba pudiera figurar entre los temas de más fácil consenso y por tanto, entre los de más rápida ejecución por la nueva Administración, buscando inmediatos triunfos internacionales que mejoren la imagen de EE.UU. Nuestra situación económica y política interna obrarían en la misma dirección.
Las políticas de la “Convergencia” y del “Tendidos de Puentes”, que dejaron atrás la “Guerra Fría” y el aislamiento de los “países socialistas” mostraron ante éstos las “bondades” y la superioridad del capitalismo privado sobre el capitalismo de estado estancado que allá funcionaba bajo el nombre de “socialismo real” y ayudaron a catalizar el descontento popular en el seno de los mismos, jugando importantes papeles de zapa en la plena restauración capitalista que pocos años después cristalizó en Europa Oriental y Asia.
Durante muchos años, Cuba ha estado sosteniendo una ardua campaña política y diplomática contra el criminal asedio económico y financiero del imperialismo, que debe levantarse incondicionalmente, realizando verdaderas cruzadas internacionales y promoviendo 17 sucesivas votaciones de condena en las ONU. El gobierno cubano no ha escatimado esfuerzos para presentar al bloqueo como la causa fundamental de los problemas que agobian económica, política y socialmente al pueblo cubano. La dirección cubana celebraría como un triunfo propio tal eventual levantamiento, por lo cual le sería muy difícil neutralizar o sustraerse a la política de penetración económica, ofensiva que vendría detrás.
“Quien dice unión económica, dice unión política”, expresó el apóstol. A eso iría la alternativa imperialista al bloqueo, para desmantelar la Revolución. Una consecuente nueva política de acercamiento y penetración, caminaría hacia el levantamiento del asedio, sin condiciones, e implicaría una avalancha de turistas, comunitarios, remesas, créditos, negocios e intercambios de todo tipo, con el dólar imperial de por medio tratando de comprar almas, villas y castillas y derribar a golpe de billetes verdes cuantas barreras encuentre a su paso. Ni el muro de Berlín, ni la Gran Muralla china fueron derribados a cañonazos, “poderoso caballero” los atravesó.
El éxito o fracaso de la nueva táctica imperial, dependerá de la política económica y social de contención y desarrollo propio que la Revolución sea capaz de estructurar, no de deseos o tácticas dilatorias. El VI Congreso del PCC está previsto para fines del año próximo, cuando Obama lleve ya varios meses haciendo política. El Partido debería, cuanto antes, hacer un análisis de la situación creada y oír los pareceres de obreros, campesinos, estudiantes, combatientes, profesionales y científicos sociales de la base. ¿No hace falta? ¿Cuentan solo para cumplir orientaciones, trabajar y poner el pecho ante las balas? Cuba lleva ya casi 50 años tratando de construir el socialismo desde sus antípodas: el trabajo asalariado, el estado, la concentración de la propiedad y la centralización de las decisiones, la acumulación y su gasto. Por mucho que cueste aceptarlo, el haber mantenido el trabajo asalariado como la forma de organizar la producción ha significado -en esencia- continuar con el mismo modo de producción capitalista, aún cuando se haya intentando un tipo de distribución igualitaria. Los logros alcanzados a costa de muchos sacrificios del pueblo y de subsidios extranjeros, no pueden ocultar los fracasos y deficiencias de ese modelo neo-estalinista.
El análisis de la experiencia del fracaso del “socialismo real” demuestra que de nada sirvieron ejércitos, tanques, aviones, submarinos y cohetes nucleares, cuando los corazones dejaron de latir por aquel sistema, y que el estancamiento en la socialización, por no avanzar en las nuevas relaciones socialistas de producción, fue la causa principal de aquel desastre -y no, como algunos pretenden, las reformas de última hora que nunca fueron al fondo de los problemas. Los trabajadores no se sintieron comprometidos con aquella noción de socialismo que no satisfizo sus expectativas de bienestar, participación, democracia, libertad y justicia social y no les permitió ser los responsables directos de su porvenir, porque no cambió el modo de producción asalariado, ni, por tanto, las esencias burocráticas y corruptas del estado y la superestructura correspondientes al capitalismo. Aquel, del estado, era un capitalismo más ineficiente, menos democrático y más explotador y, por consiguiente, destinado al fracaso en la competencia con el capitalismo privado, si no avanzaba a una sociedad superior. Se vio: estatizar no es socializar.
Mantener en Cuba la misma concepción esencial de “socialismo de estado”, solo puede conducir a repetir el desastre, pero si de sabios es reconocer errores, quizás haya tiempo de evitarlo. Haber sobrevivido a la hecatombe de los 90, es el gran logro; poder valorar científicamente lo que pasó, la ventaja; identificar las salidas adecuadas, el reto. De hoy a la toma de posesión de Obama, hay 77 días para, al menos, empezar a avanzar una estrategia correcta de contención y desarrollo, luego, no se sabe cuanto tiempo más habrá.
¿Cómo enfrentar con éxito la ofensiva combinada del capital interno y externo, que empujará con fuerza para intentar restituir la propiedad -no socializada y más concentrada- a los dueños de antaño o concederla a los nuevos ricos? ¿Se entiende que darle participación al capital norteamericano en la explotación de nuestros recursos naturales y fuerza de trabajo y aumentar la dependencia del intercambio comercial con EE.UU. y de los millones que se recauden por su turismo, los viajes de la comunidad y las remesas, estaría creando las condiciones para la vuelta al viejo esquema de sometimiento existente antes de la revolución? ¿Bastarán los deseos y voluntades para enfrentar sus consecuencias objetivas? ¿Se permitirá el crecimiento de la penetración de los capitales privados externos en nuestra economía y haremos lo que quiera el imperialismo una vez levantado el bloqueo? ¿O tiene la dirección otra estrategia socialista de bases científicas, con respaldo efectivo mayoritario entre los trabajadores y la población? ¿Cuál es? Se necesita con urgencia.
Las Propuestas Programáticas para un Socialismo Participativo y Democrático, que no pertenecen a nadie en particular y son un proyecto susceptible de ser enriquecido, de un colectivo de comunistas, sacado de la práctica y compartido por muchos revolucionarios, adelantándose a la situación actual señalan: “La gravedad se acrecienta cuando se advierte un peligroso cambio de política de EE.UU. hacia Cuba para el que no estamos preparados económica ni políticamente” y aportan fundamentos para una estrategia pensada, precisamente, en función de evitar la reversión y garantizar la continuidad, un camino posible, necesario, y acorde con las leyes generales del desarrollo económico-social descubiertas por Marx, para avanzar en la socialización y democratización de la economía, la política, la sociedad y el poder.
Algunos dogmáticos que desdeñan todo pensamiento socialista moderno de hondas raíces marxistas y que cuelgan ya los guantes ante el capital, se extravían en los laberintos de las ideologías para naufragar en las turbias orillas de cuanta pacotilla “best-seller” producen los teóricos modernos del capitalismo, desestimando por arcaicos los postulados de las Propuestas Programáticas. Otros, más “prudentes”, argumentan que llevaría mucho tiempo implementarlos. No saben que unos pocos días concentran años de historia, como señaló Lenin y que los cambios en la propiedad suelen ser vertiginosos. Las empresas norteamericanas fueron estatizadas en Cuba en menos de 24 horas ¿alguien está pensando negociarlas? Cuando se tiene el poder político todo es posible. Lo uno y lo inverso.
Al amparo del artículo No.1 constitucional que precisa: “Cuba es un Estado socialista de trabajadores”, una oleada voluntaria de los trabajadores, o impulsada por su vanguardia, bastarían para que en menos de 72 horas, se organicen los Consejos Obreros en todos los centros de producción y servicios y, manteniendo la propiedad de los medios fundamentales en manos del estado, tomen posesión en usufructo de los locales, activos y medios de producción, elijan o ratifiquen a la dirección del centro por un año, organicen las milicias y la defensa de los centros y controlen los planes de producción, inversión y gasto y distribuyan las utilidades según establezca la ley (entre la reproducción de la empresa, impuestos para a gastos sociales y la restante para distribuir equitativamente entre los trabajadores). ¿La oposición de algunos burócratas, será por temor a perder cargos, prebendas y la facultad de designar y ser designados? ¿Cuántos están dispuestos a someterse al escrutinio de los trabajadores? Los otros aspectos de las Propuestas se irían discutiendo y aplicando paulatinamente, pero ya con eso estaría garantizado el avance en la socialización de la propiedad y las decisiones productivas, el control obrero directo sobre los medios de producción y su defensa ante cualquier intento restaurador y se eliminarían las bases fundamentales de la corrupción y el burocratismo.
El levantamiento del bloqueo podría ser un proceso lento, pero también podría ser acelerado, una vez convencido el imperio de su efectividad. ¿Han pensado los partidarios de mantener el status quo, que en caso de un levantamiento rápido del bloqueo, las expectativas que ellos mismos han creado en el pueblo sobre la supuesta solución de nuestros problemas, no podrán ser satisfechas con la misma celeridad, ni de ninguna manera si no se producen primero los cambios necesarios en nuestras estructuras económicas y sociales? El simple anuncio del levantamiento del bloqueo pudiera complicar la situación interna, ante el inmovilismo actual. ¿Qué pasaría si EE.UU. levanta los cercados fronterizos militares de la Base de Guantánamo? ¿A qué conllevaría la gran ofensiva económica del imperio, apurado en dar salida a sus mercaderías, sobre quienes, “atrincherados” en el capitalismo de estado, están urgidos de créditos e inversiones extranjeras para poder continuar sus políticas paternalistas e igualitaristas subsidiadas? Muy probablemente a un mayor endeudamiento de la nación, a una hipoteca del futuro, al aumento de la dependencia norteamericana y al fortalecimiento de las relaciones capitalistas de producción asalariadas actuales que, lógicamente, como ocurrió en todas partes donde se practicó el “socialismo de estado”, tenderá a la plena restauración del capitalismo.
La dialéctica del desarrollo de los organismos vivos, y la sociedad lo es, implica que las mutaciones principales para sobrevivir o adaptarse al medio externo, cuando no provienen de la evolución interna, las impone el medio desde fuera de acuerdo con sus propias dinámicas y obliga al ser a aceptarlas o a perecer. Cuando las condiciones externas cambian bruscamente y el ser no ha podido desarrollar las nuevas capacidades que le permitan adaptarse al nuevo medio, el ser perece. Es lo que le pasa a muchas especies en la naturaleza cuando se producen cambios bruscos en su habitad. El levantamiento del bloqueo, sea por pasos o más rápidamente, creará un entorno completamente distinto al que ha rodeado a la Revolución hasta ahora. La única forma de no perecer es desarrollar interna y previamente los mecanismos que permitan a la revolución socialista aprovecharse del nuevo entorno para continuar su desarrollo.
Si la Revolución no logra avanzar en el nuevo modo de producción, antes del eventual levantamiento del bloqueo, corre el grave peligro de no consolidar la fase socialista, quedar inconclusa y ser arrastrada, absorbida, por la invasión del capital extranjero. La restauración plena del capitalismo ocurrió en la URSS por implosión y en China por evolución. En Cuba sería por anexión, real o virtual, al quedar atada su economía a la norteamericana.
El socialismo no es “más economía”, sino “otra economía”. No es más medios técnicos y recursos financieros, más capital; es otra forma de organizar la producción, la distribución y el consumo, que nada tiene que ver con la esclavización moderna asalariada, es otra sociedad sustentada en otros relaciones de producción y en valores distantes del consumismo, el mercantilismo capitalista y la corrupción que genera ese sistema.
Hacer depender el desarrollo de nuestro socialismo no de la socialización, sino de las inversiones de capital, préstamos y comercio con el enemigo, sería algo así como la tropicalización de la llamada “vía china” hacia el capitalismo desde luego, que descansó el avance económico de ese país en el desarrollo del capitalismo extranjero y de los chinos de ultramar, antiguos emigrados, manteniendo el estado el control sobre algunos renglones estratégicos como la energía, la minería y las comunicaciones, sustentado todo en la explotación del trabajo asalariado, bajo un férreo control de una casta político-militar que dirige y administra el gobierno y el partido “comunista”.
Esa pudiera ser la intención de algunos pocos en la burocracia y el camino previsto por algún que otro “teórico capitalista” del socialismo, pero los que han estado pensando en ese “modelo”, quizás deslumbrados por el oro fácil del imperio, han perdido de vista algunas cosas, entre ellas: 1- Cuba no es China. Somos pueblos de tradiciones distintas. Las nuestras son anti-autoritarias, ultra democráticas y siempre negadas a la explotación nacional o extranjera, al esclavismo y la servidumbre. Venimos de aventureros europeos y anti esclavistas africanos, sangres libertarias.
2- Cuba está en las fauces del más grande imperio económico de todos los tiempos. Las eventuales estrechas relaciones económicas y de dependencia “con un vecino tan poderoso”, que tanto “nos ha deseado” y que tal modelo supondría, nos llevarían inevitablemente a una anexión real o virtual a EE.UU., contra la cual el pueblo de Cuba lleva luchando ya siglo y medio y luchará los que sean necesarios.
3- Existen en EE.UU. y en otros países, cerca de dos millones de emigrados, una buena parte de los cuales posee capitales que desearía invertir en Cuba para beneficio de ellos y sus familiares. Sería contraproducente abrir las puertas al gran capital norteamericano y no hacerlo al cubano.
4- El pueblo de Cuba no ha hecho tres guerras, 1868, 1895 y 1956 para que una casta burocrática político-militar se alíe al capital imperialista, como en China, se apropie de la patria y usurpe el poder de la Revolución, de los trabajadores y del pueblo. Los militares cubanos están educados en el antiimperialismo y el pensamiento de Martí que advirtió contra tal despotismo.
5- ¿Sabrán los que esperan el levantamiento del bloqueo sin que haber avanzado en la socialización -sin que la gente se sienta dueña o usufructuaria de medios de producción, seres verdaderamente libres- que tal cruce podría conducir a una explosión incontrolable pues, como se preguntan ya muchos: qué excusa habría para seguir con el actual estado de cosas? ¿Cómo justificar y sostener leyes, regulaciones escritas o verbalmente acuñadas y mentalidad correspondientes a una ciudadela sitiada? Más de una vez ha advertido el autor de este artículo (1) y otros compañeros como Armando Hart (2), sobre las complicaciones en que podría verse envuelta la Revolución por este cambio de táctica en Washington, dada nuestra situación económica y política interna, ahora agravadas por los efectos de los recientes huracanes, la crisis en la economía internacional y la caída de los precios del petróleo, pero sobre todo, cuando muchas expectativas se levantaron con el nuevo gobierno de Raúl y poco se ha hecho para cubrirlas en lo que va de año, lo que ha aumentado la desesperanza que venía creciendo en la población cubana.
Emilio Roig de Leuschering escribió (3): “…no es de extrañar que no haya un solo documento ni trabajo de Martí en que aparezca, ni siquiera insinuado, que contara con el apoyo material de los Estados Unidos para la realización de su ideal liberador”. Los cubanos, somos fieles a ese legado martiano, o corremos los riesgos anexionistas que él siempre quiso evitar.
Los que creen que el Imperialismo Norteamericano va a permitir que el socialismo se construya en Cuba con su dinero ¿se percatan de que estarían propiciando la penetración profunda del capital norteamericano y el “american way of life” y con ello la privatización de la economía cubana como hicieron ayer burócratas y dirigentes del PCUS, hoy capitalistas rusos? No serían entonces los partidarios del socialismo participativo y democrático, los émulos de la Perestroika, los Gorbachov y los Yeltsin, aunque sí, al igual que en la ex URSS, los inmovilistas desde el poder se obstinen en obstaculizar los cambios necesarios y trabajen, conciente o inconcientemente, en la creación de las condiciones para la transición planificada en el Norte.
Las alternativas son claras: Cuba avanza, tan rápido como sea posible, en la socialización de la propiedad, las decisiones y el poder -el socialismo participativo, democrático, autogestionario y libertario- o pronto podremos estar confrontando la restauración plena del capitalismo, con la “ayuda” del levantamiento del bloqueo. No olvidar la ley pendular.
El bloqueo imperialista es criminal y debe ser levantado totalmente y sin condiciones y Cuba y EE.UU. deberán normalizar sus relaciones en el marco del respeto mutuo; pero para garantizar que una eventual relación económica y de todo tipo con EE.UU., que parece inevitable, no derive a la restauración-anexión, además de la diversificación de nuestro intercambio externo, será necesario primero haber avanzado en la socialización. Quiénes, desde la burocracia, la sigan frenando, estarán sirviendo a esos fines y pasarán a la historia como los enterradores del socialismo en Cuba y de la patria de Martí.

La Habana, 4 de Noviembre de 2008. Obama es electo Presidente.
1- Alerta Cuba: EE.UU. puede cambiar su táctica política, no sus fines estratégicos.
2- Armando Hart. Hacia un nuevo saber.
3- Emilio Roig de Leuschering, El Americanismo de Martí. Valoración Múltiple. Tomo I. Fondo Editorial Casa de las Américas 2007.
perucho1949@yahoo.es

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