miércoles, 14 de mayo de 2008

Producción o salario: ¿qué va primero?

Por Pedro Campos Santos.

En el sistema de trabajo asalariado, típico del capitalismo, el costo de la fuerza de trabajo queda incluido en el costo de producción. Por tanto, el valor de la fuerza de trabajo no depende de los resultados de la producción: es al revés. La disyuntiva: siguen con el trabajo asalariado pero pagando la fuerza de trabajo por su valor, o avanzamos a nuevas relaciones de producción socialistas.




Que en Cuba, algunos políticos y militares insistan: no puede haber aumento de salario mientras no haya aumento de la producción, es relativamente comprensible; pero que lo aseguren economistas, es cuando menos negligente.


Si se analiza en detalles cómo se conforman los precios de las mercancías en el sistema del trabajo asalariado, vemos que el costo de la fuerza de trabajo está incluido en el costo final de producción y por tanto, el valor de la fuerza de trabajo no depende de los resultados de la producción, sino que es al revés: los resultados de la producción, la cantidad de productos y costos de las mercancías dependen, entre otros factores, de la inversión hecha en fuerza de trabajo, lo que se paga por ella.


El valor de la mercancía o producto creado está determinado por la cantidad de trabajo abstracto invertido en ella, cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción, escribió Marx, el pretérito y el agregado, el gasto en medios de producción, materias prima y fuerza de trabajo, aunque el precio en el mercado está influido ya por otros factores como la ley de oferta y demanda, aunque siempre tienda a su costo relativo social original.


La fuerza de trabajo, que en el sistema de trabajo asalariado es una mercancía más, se paga por su valor, el cual se mide por el costo de su reproducción, lo necesario para mantener al trabajador (sea manual o intelectual) produciendo una mercancía o cantidad de determinadas de ellas. Ese costo de la fuerza de trabajo (capital variable en el capitalismo) se agrega al resto de los costos de la mercancía. Así cuando un producto sale ya al mercado, el valor de la fuerza de trabajo está incluido, se sabe cuál es. De manera que el precio de la fuerza de trabajo, el salario, es conocido de antemano, es anterior a los resultados de la producción.


De manera que en la conformación del precio del producto, se incluye como componente el valor de la fuerza de trabajo. Los trabajadores recibirán su paga luego de producida la mercancía que una vez vendida, recupera la inversión que se hizo en el pago del trabajo. Cuando esto se observa así con toda claridad y transparencia, aún cuando se mantenga la explotación asalariada, no hay razón ninguna que justifique pagar salarios que no compensan los costos de vida.


Queda así evidente la falsedad del enunciado de moda: no pueda haber aumento de salario si no hay aumento de producción. Es precisamente todo lo contrario: no habrá aumento de producción mientras no se valore correctamente a la fuerza de trabajo, se incluya en la formación del costo de producción y en consecuencia se pague debidamente al trabajador.


Si se quiere mantener el sistema estatista, vertical, de trabajo asalariado, típico del capitalismo, pero donde sean los burócratas designados desde arriba, haciendo la función de capitalistas, los que tomen las decisiones sobre la producción y los salarios, tendrá entonces que tenerse en cuenta el costo de la fuerza de trabajo e incluirlo en el precio de las mercancías. De lo contrario seguiremos con los bajos salarios, la falta de estímulos y los deficientes resultados productivos.


Rápido vendrán los defensores del “socialismo de estado”: “En el socialismo la fuerza de trabajo no es una mercancía, la acumulación centralizada es necesaria para pagar los servicios de salud y educación que son gratis”. “Si se les paga mayores salarios a los trabajadores que realizan labores de producción directa, entonces no podríamos tener tantos médicos y maestros” (ni tantos burócratas ni aparatos improductivos). Con ese “argumento” tratarían de demostrar que el uso de la fuerza de trabajo por el capital estatal no se puede pagar por su valor, sin percatarse que eso implica que los salarios no satisfacen –en este sistema- las necesidades racionales de vida de los trabajadores, lo cual sería reconocer que el “socialismo de estado” “necesita pagar menos a los trabajadores” que el propio capitalismo, lo cual está en la base del fracaso del estatismo asalariado.


Esta “concepción del socialismo” que se niega a considerar la fuerza de trabajo como mercancía pero que en cambio le da tratamiento de tal al “pagarla con un salario”, encierra una gran contradicción: se quiere mantener la forma de trabajo asalariada, típica del capitalismo, pero sin considerar sus leyes, sin tener en cuenta la ley del valor-trabajo, sin querer pagar la fuerza de trabajo por su valor. Se pretende el “socialismo” con la peor, desgarrante, vergonzosa y más importante “arma mellada” del capitalismo: el trabajo asalariado, pero arriba de eso, sin respetar el valor de la fuerza de trabajo.


Vayamos por parte: Nada es gratis. Todo sale del sudor de los que trabajan. A los trabajadores de la salud y la educación hay que pagarles también por su trabajo. Se ha querido definir que el trabajo de un médico no es “pagable”, pues “no se sabe cuanto puede costar salvar una vida, la vida no tiene precio”. Veamos en detalles el “argumento”. Este criterio parte de una incorrecta interpretación de la ley burguesa extensiva a los inicios del socialismo: “de cada cual según su capacidad a cada cual según su trabajo”, al presuponer que se paga por los resultados del trabajo y no por el valor de la fuerza de trabajo.


El valor de la fuerza de trabajo no se mide por el valor de la mercancía, producto creado, o servicio brindado, sino por lo que cuesta mantener y reproducir esa fuerza de trabajo. El “valor” del trabajo de un médico no está en el invalorable significado de salvar una vida, sino en lo que cuesta mantener económicamente a ese médico y a su familia, con el nivel de vida necesario para que ese médico sea capaz de trabajar eficientemente. Cualquier otra significación que quiera dársele al “valor” del trabajo del médico es idealista, voluntarista y sólo se presta a confusión para definir la forma de pago del trabajo.


Igual del maestro se dice: ¿Cómo valorar todo lo que pueda crear la educación? Pero el valor del trabajo de un maestro, no está en la multitud de valores que podrán crear sus educandos en el futuro, sino en lo que cuesta alimentar, calzar, vestir y techar al maestro y su familia en manera tal que le permita hacer eficientemente su trabajo.


La diferencia entre lo que se paga al trabajador por su fuerza de trabajo y lo que produce en valores esa fuerza de trabajo, es el plustrabajo, excedente o plusvalía, del cual se apropia el capitalista individual en el capitalismo, o el estado en el “socialismo de estado”, en verdad un capitalismo de estado que pretende ser benevolente, buen repartidor, benefactor, paternal, el viejo socialismo, una suerte de “estado de bienestar” que se queda distante de su original concepción socialdemócrata y que ya ha fracasado en todas partes.


Ya se ha dicho, no es culpa de nadie, fue lo que se nos enseñó, lo que se nos vendió por socialismo, lo que había en la gran Unión Soviética que todos admirábamos y cuya desviación y caída sigue gravitando sobre el movimiento comunista y revolucionario mundial que no sale del bache por la ausencia de una alternativa socialista capaz de movilizar a la moderna clase trabajadora.


Ni el médico, ni el maestro, ni ningún trabajador, recibirá “el fruto íntegro de su trabajo”, ya eso fue explicado por Marx al criticar esa noción lassalleana, y sólo en una nueva forma de trabajo, distinto al asalariado, el cooperativo, el trabajador podrá recibir una mayor parte del resultado de su trabajo, por el hecho de que ya no habrá plusvalía de la que se adueñe capitalista alguno, privado o estatal.


Esta diferencia sobre lo que recibe el trabajador entre el trabajo asalariado y el trabajo cooperativo, es lo que hace que el segundo sea más humano, más justo, más racional y estimulante y por tanto más productivo también y menos predador de la naturaleza.


En consecuencia no es posible seguir argumentando que para pagar más salario, hay que producir más. Simplemente, en el sistema de trabajo asalariado hay que organizar la producción y los costos, teniendo en cuenta lo que hay que pagar a los trabajadores, respetando las leyes de la producción asalariada, inherente al capitalismo, que desea mantener el “socialismo de estado”.


Nuestros economistas y políticos defensores de no cambiar nada en la esencia del sistema (las relaciones de producción) responderán: pero eso es capitalismo puro, a pulmón, con sus leyes mercantiles, la fuerza de trabajo como mercancía, etc., todo eso que hemos criticado los comunistas en los últimos 200 años. Pues claro, capitalismo simple y llano, no disfrazado de socialismo, así es como funcionaría mejor una economía sustentada en el trabajo asalariado, ¿no es acaso eso lo que quieren mantener?


Pero como diría Maruja la peluquera, “te peinas o te haces papelillos”, una de dos: 1) siguen con el trabajo asalariado; pero entonces respetando el valor de la fuerza de trabajo o, 2) avanzamos a su eliminación y a la introducción paulatina y creativa -pero generalizada- de nuevas relaciones socialistas de producción basadas en el cooperativismo y la autogestión y entramos de lleno a resolver la gran contradicción entre el objetivo socialista que se pretende y la forma capitalista de conseguirlo.


Lo otro que hay de fondo en todo esto es que, al parecer, algunos no han acabado de entender todavía que el “viejo socialismo, ese basado en la propiedad del estado, el esquema centralizado de acumulación y el trabajo asalariado” es en verdad un capitalismo de estado mal administrado, que ha llevado a buena parte del pueblo y los trabajadores a pensar, como solución, en el capitalismo que conocen por las películas del sábado por la noche y las remesas que mandan los familiares, muchos de los cuales lo hacen bajo terribles condiciones de explotación, trabajando dos jornadas diarias. Arreglemos de una vez, pues, todo este entuerto.


Socialismo por la vida.

La Habana, 14 de mayo de 2008

perucho1949@yahoo.es

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