jueves, 22 de mayo de 2008

Légalité Gruyère

La actual constitución del país.

Por Ramón García Guerra

En la acera sur de Quinta avenida en Miramar --entre 18 y 20-- el señor Jaime compró en 1998 una gran mansión con dinero sucio. Este dinero: 180 mil dólares en total, Jaime lo logró birlando al fisco en España. Entonces pedía datos para un libro contra Raúl Castro (2001). En un arduo viaje por todo Pinar del Río, ¡Jaime gastó 340 dólares de gasolina en un automóvil marca Tico! La misión de don Jaime era organizar una “disidencia” contra la Revolución cubana. El dinero invertido se reducía en una apuesta: Castro caerá. Para cuando llegase ese momento una mansión así en Miramar valdría millones. En esa apuesta embaucó a un amigo suyo: Sebastián, otro mallorquín, que invirtió 320 mil dólares en La Habana.

En cambio una viejita en mi barrio debía asistir a una oficina creada al efecto para explicar cómo había llegado a su casa. Le llaman Mamota: vive en Primera no. 29618. En la oficina de inmediato todos se percataron de lo injusto que significaba retener a la anciana allí. Pero… Cualquier voz en su defensa caería bajo sospecha de soborno. Pues, ¿por qué abogar por ella? Quien dirigía la Comisión resultó un corrupto. Cuando alguien lo abofeteo por estafador los CDR nacional ordenaron y televisaron un acto de desagravio en su nombre. Para todos… un “héroe”. En otro caso le pedían 14 años de privación de libertad a un tal Manuel; sin embargo, aún bajo prisión cautelar le dieron fianza y lo dejaron salir hacia Estados Unidos ante la vista de todos. Con esas redes, ¿qué pez se escapa de ellas? Jamás hizo saber el MINREX cubano al Gobierno español de las felonías de don Jaime(1). Pero sigue en apuros Mamota hasta la fecha. Esto es legalidad socialista ¿o no?

Siempre estuvo esa Comisión bajo presión. Este tipo de control sicológico sobre la misma era conforme con la “reforma legal” anterior. El ministro de justicia “ajustó” el Código penal para facilitar la ofensiva. Y como un corolario de ello liquidó de un plumazo la integridad del Código civil cubano, entre otras cosas. Pasó así por encima de la Asamblea Nacional en tal caso. Esto nos hace saber cuán manipulable puede resultar la legalidad en Cuba(2). Sobre todo porque tal razón de Estado sería el sostén del carácter expedito que adoptó aquel operativo policial. Es decir, no sólo con Manuel la ley fue torcida. También un ministro de Justicia claudicó ante la presión(3). En tal sentido se hallarán los burócratas en conflicto –como Jorge Luís Borges diría-- entre “múltiples y contradictorias fidelidades”. Pero ninguna de ellas tributaría en la soberanía popular. Rescatemos la memoria del proceso: Cuando se ordenaba la ofensiva contra las ilegalidades en el sector de la vivienda (2000), a lo menos, los oficiales del MININT a cargo de la misma se enfrentaron a tres dificultades básicas: a) Parecían ellos turistas que habían conocido a un bacalao en Internet y ahora se hallaban frente a él; b) La presión del mando venía del Consejo de Estado y la táctica era “arrasar”: frenar la especulación y castigar al bandido; c) El delito de “actividad económica ilícita” era insuficiente para asegurar la legalidad del operativo en cuestión. ¿Qué hacer? Como tantas veces antes, ahora estos oficiales estaban obligados a hacer el trabajo sucio(4). Las políticas de Estado y las prácticas de administración antes dejaron crecer la mala hierba. Después los policías se ocuparán de reordenar el “gallinero”. Con tanto apremio encima estos oficiales pusieron así en marcha una máquina de hallar culpables. No obstante, en aquel momento alerté: La ofensiva debe ser política: ni administrativa ni policial (seguía a Antonio Gramsci en esto). Empezarán por desconfiar de todos. Terminarán por desconfiar de ustedes. La mala hierba volverá a crecer. Esto les dije. Y así fue. Entonces algo anuncié: Después de todo se creará en el mercado negro un “sistema inmunológico” contra todo operativo de la policía. En fin… La miopía política tuvo razones más fuertes.

Sabemos los juristas en Cuba cuánta manipulación juega sobre nuestra legalidad. ¡Ante la gran maquinaria serás Nada! Los estudios académicos de Derecho en la Universidad son despolitizados mientras se sobrepolitiza al aparato de administración de justicia. Hace una semana atrás, un joven fiscal me decía: “Lo penal corre del instructor al fiscal y de este último al juez. Como si sólo tratáramos con frías cifras. Nadie dará la cara, nunca. Nadie se siente responsable por lo hecho”, además. Desde luego la práctica jurídica de un país socialista no puede ser esta. El doctor Julio Fernández Bulté ha marcado la diferencia entre una anterior y docta jurisprudencia en la década de 1960 y una práctica legalista vulgar y posterior fruto del Estado obrerista (1971-1989). Pero esto es tomar el rábano por las hojas. En verdad la cuestión es más de esencias. El fondo del dilema estaría en la exacta filosofía jurídica que en todo tiempo se adoptó. Por tanto, hablo de una toma de partido ante la lucha de clases en Cuba. En tal sentido sugiero ir más allá del enfoque institucionalista que marca al análisis hasta hoy. Y así hace justicia Bulté al decir: La labor de todo legislador es hacer leyes: para ser cumplidas, no violadas(5). Lo que hoy tenemos a mano los juristas marxistas cubanos para echar adelante la reforma política que alienta el compañero Raúl Castro, y aquí estamos con él, sería aquel texto inconcluso de Carlos Marx: Crítica al derecho político hegeliano. Esto es, como asidero, la adopción de un enfoque filosófico - antropológico sobre la sociedad política. Marx decía: La sociedad política es una realidad particular --pero igual: una causa suprema en sí misma-- de la sociedad civil. Entonces para no deificar lo político yo hablaría mejor del estado político de la sociedad civil. En tal sentido diría: El estado político de la sociedad cubana es un estado policíaco en defensa propia. La línea del cinismo o la supina ignorancia en el gremio pasaría del kelsianismo (burgués) al normativismo (soviético) sin enfrentarse o buscarse líos con los políticos en Cuba(6).

En este instante hay casi 100 plantes de abacuás sólo en Ciudad de La Habana. Los masones tienen, además, un montón de Logias en el país. Esto sin contar las iglesias todas, etcétera, hasta resumir más de 2000 asociaciones civiles en Cuba. Es un tejido humano denso que produce esa moralidad que, a su vez, sostiene a la sociedad cubana. Alguien puede presentar como objeción lo siguiente: oficializar tales nodos fragmentaria a la sociedad o --para hacer filosofía en tal punto--, reduciría lo específico-humano en lo particular-individual. Nada más distante de la verdad. En tal sentido lo humano en Santa Fe, en 1976, por ejemplo, era recibir un litro de leche que en la madrugada el carrero había dejado en la puerta de la casa, sin que nadie se atreviera a tomarlo antes que dicha familia. Ahora la expresión de “lo humano” son las viviendas enrejadas. La calidad de una sociedad se mide así. Desde luego, existen más regulaciones legales hoy; pero… Nunca las gentes confiaron en esas leyes. Siendo tantos los marxistas en Cuba, hoy lo absurdo sería que apostásemos casi todo a normas así. Parece obvio afirmar que la moral pública (cívica) que se impondría con tanta pluralidad sería regresiva respecto de un proyecto de mejoramiento humano en la sociedad cubana. Quien piensa así tendría toda la justicia de su parte. En cambio, me pregunto aquí: ¿Acaso es menos arbitraria cierta legislación que institucionaliza un colonialismo interno(7), y que, además, desde las políticas del Estado cubano se reproduce hasta llegar a la capilaridad de nuestra sociedad? La cosa sería hoy fomentar la virtud entre las masas. Deberíamos, no con catecismos sino embarrados de pueblo, premiar al altruista y castigar al egoísta; alabar la alegría y disipar el miedo(8). Ahí comenzaría todo.

Confieso que, en el mejor de los casos, la política es ajena a la condición humana del hombre. Desaparecerá. Mejor dicho: Al final la hundiremos en el olvido. Ya no estaría ni siquiera entre nosotros como actitudes de pudor, prestigio o buen gusto… tan burgués. Sugiero con toda intención una teoría al respecto. Entremos en detalles. En toda sociedad política existen dos dimensiones que se integran: un ethos (ético-social) y un fathos (etno-cultural). Cuando hice mención a abacuás y masones, por ejemplo, me refería a fuentes muy singulares en la sociedad para la creación de normas morales, así como a sendas tradiciones culturales cuyos orígenes se hallarían en las antiguas África y Europa --antes y después de 1492--. Sin duda esto es más complejo aún que lo dicho. Lo que ocurre es que ambas dimensiones se complementan como dos tapas de una naranja. La dialéctica que tal sociedad política producen en dicho empalme tendría dos extremo: a) socialidad-sociabilidad, y b) legalidad-legitimidad; que, desde lo ético-social y lo etnocultural, en cada caso, serán puntos que tensionan y activan a la sociedad política. Es decir, la hacen avanzar, retroceder o estancarse como proceso histórico concreto. Por esta razón toda práctica de colonialismo interno –como habanerocentrismo, holguinerocentrismo, etcétera-- se convierte en un crimen contra la nación(9). Por eso mismo la actual división política-administrativa del país es un absurdo. Productivista en extremo. En ambos casos significan un freno al proceso etnocultural cubano y reducen las formas de autorregulación ético-moral de la sociedad cubana. José Martí diría: “La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país”. Lo dijo Martí en: “Nuestra América”, y se cita mucho. En cambio se aplicará menos. Por ejemplo, la forma de vida cotidiana en la ciudad --como socialidad concreta-- se intenta sociabilizar en el campo. Después se decreta una ley migratoria interna que convierte a miles de cubanos(as) en extraños en su propia tierra. Por tanto, las leyes son racistas, asimismo, cuando en su diseño y aplicación no consideran las diversas regiones culturales del país o las actuales diferencias sociales. Le falta un enfoque etno-cultural al Código penal, en tal caso (10). Apenas nos bastaría con consultar la estadística judicial para percatarnos de este simple detalle (11).

Desde esa teoría problematizaríamos la realidad en Cuba. Sería una tarea que confiaríamos al atento lector. En un ensayo mío: “La otra Cuba: entre dos aguas” (inédito) me extiendo en tal asunto. Luego, en este espacio no sería pertinente ahondar sobre el tema. Considero como suficientes estos brochazos. La idea es mostrar que resulta algo viable superar el reducido horizonte intelectual que ha obstruido los actuales análisis sobre una posible reforma de la Constitución cubana(12). Por ejemplo, la retórica legalista más progresiva del régimen no rebasaría el empeño por una reconversión de las prácticas verticalistas que aún conforman las estructuras del poder socialista en Cuba. (En tal sentido el título de otro artículo mío aquí en Kaos-Cuba sería más exacto: “La mala palabra en Cuba no es centralización sino exclusión”(13) La cuestión se refiere a cómo rearticular de manera más orgánica y pertinente la relación entre Estado y sociedad (14). Los textos que publico acá en Kaos-Cuba buscan articular tres líneas de discurso que no siempre llegan a feliz destino: debate político, análisis histórico y teoría social. La prensa digital también conspira en mi contra. Evidentemente intento dialogar con aquellos segmentos de la intelligentsia cubana que tienen acceso a Internet. En tal sentido Kaos-Cuba oficia de espejo. Precisamente ayer un amigo me preguntaba porqué tanto esfuerzo y riesgo personal. Entiendo que al régimen cubano le resulta difícil negociar con un idealista (15), así como al común de los cubanos una actitud así le puede parecer hasta ridícula (16). En el mejor de los casos, la gente acude al autoengaño al no encontrar salida al conflicto que significa echar su propio proyecto de vida adelante. Entonces se autoengañan los ingenuos. Complicarlo todo entonces no siempre se agradece (17).

Este sería el momento de mover el dial. Lo cual no volverá a ocurrir sino 30-35 años después. Entonces no tendría para mi generación ningún sentido. En cambio sobre nuestras conciencias flotaría la culpa. ¿Pudimos hoy hacer algo y no lo hicimos acaso? La vida personal y colectiva que buscamos hacer apenas sería compatible con un modelo de sociedad futura en particular: socialista libertaria. No en otra. Esta sería hoy la única solución de continuidad para el régimen socialista en Cuba, según mi opinión, frente al dilema político que significa el actual estado de cosas (18). En tal sentido, en las páginas que siguen propongo tres o cuatro temas en debate. Entre estos temas se encuentra la necesidad de una mayor transparencia en la gestión del Estado. Luego, según la visión horizontal del poder que promueve el compañero Raúl Castro, se impone cierta personalización de la política que responsabilice a sus actores directos. En ambos casos se rescata una tradición histórica fundada en la autonomía del municipio en Cuba. Pero esto traería a primer plano la discusión sobre los atributos del diseño y realización de nuevas estructuras de poder popular, todo lo cual facilite la articulación de una sociedad dialógica en Cuba y la inserción internacional del país. Esta cuestión nos llevaría a considerar, así mismo, ciertas exigencias de tecnología política –como los ajustes y balances entre los gobiernos Central y locales, por ejemplo--. Pero… Entiendo que no sería pertinente hacer una digresión así en este espacio. Lo que sí me parece esencial sería una discusión sobre el estatuto de ciudadanía entre cubanos(as) que se encuentran dentro o fuera de la Isla. Y esto no implica ceder –como Che Guevara diría-- “ni un tantico así” ante el imperio.

Empecemos por el principio. En su plática con Alarcón, el joven Eliécer indicaba una exigencia que adquiere fuerza en Cuba: Lograr una mayor limpidez en la gestión del Gobierno cubano. Entre las pocas cuestiones a las que Eliécer dio mayor énfasis se encontraba la que reconoce la urgencia de dar rostro humano a la política en el país. Exigía que los políticos tuvieran que presentar un proyecto de gestión ante el pueblo. En tal sentido pienso que si hacemos algunas precisiones a su propuesta no se moleste el joven. Está viva en la memoria histórica del cubano la rémora de la politiquería en Cuba, tanto del pasado capitalista como del presente socialista. (Sólo que ahora se presenta como un politicismo que ha desarmado a las masas en la batalla. Pero en ambos casos el efecto resulta el mismo: exclusión, humillación, opresión.) La misión histórica de nuestra generación sería el transferir con urgencia todo el poder constituyente del Estado a la sociedad. Es decir, restituir el derecho del pueblo a hacer sociedad. La clave estaría en organizar a la comunidad para que reflexione sobre sí misma. Esto es: Lograr articular nodos de conciencia crítica, como un proceso autorreflexivo constante, desde la sociedad local hasta la sociedad nacional (19). Cuando tal situación cada Consejo Popular logre conformar su programa de desarrollo endógeno, entonces, ningún político tendría oportunidad de evadir el mandato del pueblo. Entonces lo que se discutiría sería la fórmula que cada político sugiere para la realización de aquel proyecto. En cambio, el asunto de la limpidez no admite discusión alguna. Pues nos enredaría en una negociación ridícula con la retórica fatua e insulsa del “despotismo ilustrado” en un antiguo régimen agotado (socialista igualitario: 1959-2001). Entendamos al fin que ni el seguro, ni la educación, ni la salud, etcétera, serían dadas como gratuidades por un “Estado-padre de familia” a los cubanos(as). El sudor del pueblo trabajador en Cuba lo paga todo. ¡Nadie tiene el derecho a ningunear o chantajear a un pueblo heroico! Este espíritu se advierte entre las palabras del joven Eliécer… todo el tiempo. Los héroes del joven Eliécer, además, han perdido sus dientes en el surco.

Las otras cuestiones que consideró Eliécer se referían a ciertas exigencias que surgen del proceso natural de rearticulación de una clase media urbana en Cuba. (Sobre todo capitalina.) Lo cual resulta hoy algo puntual pero muy pronto será una sentida reivindicación de amplios sectores de la sociedad cubana. Sería un silogismo muy simple: La adopción de una economía de servicios en Cuba nos está llevando hacia una sociedad abierta. Socialista libertaria, además. La cosa es tomar la ofensiva y no esperar que el futuro nos venga encima. Porque… En nada se parecen las tareas de dirigir un país y de administrar una bodega –como bien diría el compañero Fidel Castro en su mensaje al VII Congreso de la UNEAC (2008)--. Veamos, en cambio, cómo pudieran ser ajustadas –siendo en ello consecuentes con la reforma en curso-- las viejas estructuras del Estado cubano. En el actual diseño constitucional del Estado cubano (1992) se distingue entre Gobierno central y gobiernos locales; con la presencia de los gobiernos provinciales como agencias cuasi delegadas del poder central. El estatuto de tales gobiernos se asemeja al de los ministerios dentro del Gobierno central. Gobierno central, además, que tiene complejidades propias: Asamblea Nacional, Consejo de Estado y Consejo de Ministros. Según mi opinión, tanto la condición adjetivada de la Asamblea Nacional, así como el rango exclusista del Consejo de Ministros, resultan sendos anacronismos del antiguo régimen. El actual balance autoritario en tales estructuras de poder beneficia a los burócratas y perjudica al pueblo. Por otra parte, para la Asamblea Nacional: el modelo representacional es burdo. La sociedad política es la misma sociedad civil que reconoce las relaciones asimétricas de poder contenidas en esta última (20). Para el modelo de hombre-masa que institucionalizó la sociedad política que intentamos hoy reformar, ante todo, explica el criterio de representatividad que se mantiene aún vigente. Todo eso debe ser echado al cesto.

Entonces cabe una pregunta en este extremo: ¿Cómo se recicla un Leviatán? Pensemos al detalle el asunto. Según mi opinión, la nueva estructura del Estado debería estar integrada por una Asamblea Nacional, un Consejo de Gobierno y los gobiernos municipales que resulten (21). Ahora bien, respecto del Consejo de Gobierno (o Ejecutivo): En este se articularían las dos dimensiones del poder antes señaladas: horizontal (territorios) y vertical (gabinetes). Sin embargo el actual balance de poder es asimétrico dentro del Ejecutivo. En este momento no tenemos un Consejo de Gobierno que garantice tal equilibrio. Pudiera ser reconvertido el Consejo de Estado, en tal caso. Desaparecería así el actual Consejo de Ministros. Después se impondría una efectiva subordinación de aquél a la Asamblea Nacional. La cual debería purgar los criterios de representatividad que afectan su integración y dinámica, para adoptar aquellos propios de una democracia directa: Poder Popular. Luego, por una parte, en la integración de los Consejos de Administración en las provincias, además, deben estar presentes los alcaldes municipales de la región implicada. Por otra parte, lograr la mayor soberanía en el municipio exige de la articulación efectiva de una economía y una legalidad que resulten congruentes con la reforma constitucional del país. Para más socialismo, he dicho. (Porque si no se tendrían tantas libertades como aquellas que disfruta un simio para revolcarse dentro de una jaula.) Finalmente, las formas de control político de arriba-abajo deben ser complementadas con otras de abajo-arriba. En ese sentido Ernesto Che Guevara diría: “El mejor de nuestros compañeros lo podemos convertir en un delincuente en menos de seis meses. Baste que escape al control”. Esto haría de los consejos populares unas piezas claves. Lo cual restituye la razón fundacional de aquéllos (control popular) en la reforma en curso.

Por tanto, insisto, todo cambio debe comenzar en la sociedad civil; así como terminaría en la misma. ¿Por qué? Porque al modificar en ella las estructuras y los balances de poder, entonces, se crearía así la condición de posibilidad para la constitución de una nueva sociedad política. En cambio, ¿qué sentido tendría reformar a la actual sociedad política si ella misma resulta ajena a la condición humana del hombre? La política es conflicto entre personas físicas. Correcto. Pero también es proceso de regeneración activa de la sociedad. Dominar esta dialéctica será fundamento del arte político. Esta senda ha escogido el compañero Raúl Castro al proponer una reforma política de la sociedad cubana. (Esto me hace militar en las filas de su ejército, además.) Ahora bien, estos ideales por sí mismos no resuelven una inserción internacional favorable para la Revolución cubana en un mundo verdaderamente hostil a la misma –por ejemplo--. Según la sicología política de la Vieja Guardia, en tal caso, la apuesta se reduciría en un silogismo algo simple: El propio egoísmo del imperio crea grietas en el sistema-mundo que debe aprovechar la clase política en Cuba… mientras así esperamos por la Revolución mundial. En verdad los procesos de regionalización de la economía mundial abren oportunidades inéditas para la Revolución cubana. Incluido el ALBA. Pero el asunto es moverse con el mundo. Desde hace tres décadas atrás el mundo se empeña a lo menos en la articulación de aparatos de producción flexibles. Estamos en el vórtice de una civilización emergente que se impone, según Darcy Ribeiro. Cuba se reúne o la tiran. Veamos los detalles. Michael J. Piore y Charles F. Sabel escriben: La segunda ruptura industrial (1990). Lo cual discute Boaventura S. Santos (2000), pues tales análisis no incluyen otras formas alternativas de ordenar la producción social al Sur. Sin embargo, Santos no impugna la actualidad de aquella tendencia mundial. Tampoco llega a explorar las alternativas que estudian Piore y Sabel: producción flexible y modelos artesanales. Finalmente, Santos no discute la filosofía neokeynesiana que defienden estos autores. En fin, ajustar el modo de producción en Cuba a las nuevas tecnologías en el mundo no resultaría algo imposible después de haber adoptado el compañero Raúl Castro una visión horizontal del poder. Lo demás es trámite pues los políticos saben qué discutir a título de “Estado cubano” en Naciones Unidas y qué confiar a título de “ONGs cubanas” en el Foro Social. En principio sería ONGs orgánicas. Pero no así fusionadas con el Estado. Insisto: El cambio debe empezar por la sociedad civil misma.

Luego está lo que Eliécer dijo y también lo que silenció. Entrar a un hotel en Cuba o viajar al extranjero nos hace turistas y nada más. La cosa sería más compleja si se estima la posibilidad de otorgar a cualquier extranjero plenos derechos en Cuba o asegurar el derecho de ciudadanía a todo emigrado cubano, por ejemplo. Entre los derechos más humanos se encuentra aquel que garantiza a todos el dominio personal y colectivo sobre unas condiciones de existencia digna y suficiente para cada individuo que integre la comunidad en cuestión. Los ideales socialistas se fundamentan en derechos humanos tales. Por ejemplo, la simple residencia permanente de un holandés en Cuba, según el Código civil cubano, lo autoriza a disfrutar de todos los derechos sociales, económicos y culturales que tendría un cubano. Sin embargo, un cubano que emigró a Miami no tiene tales derechos en Cuba. Increíblemente, ¿será el cubano emigrado un secuestrado en exclusiva del poder imperial? ¿Acaso esto libera de responsabilidad total al Estado cubano? Piense bien: El peor castigo que un niño aplica es decir: “No te quiero más a ti”. La peor condena contra la Patria sería convertir en exiliado a algún(a) cubano(a). Porque… 11 es menos de 14. “Quiero decir: por expatriado yo / tu eres ex patria” –según una aclaración de Roque Dalton--. Lo más honrado sería reconocer que las remesas que envian estos “expatriados” (870 millones), por ejemplo, superan a los ingresos netos de la nueva economía en Cuba (730 millones). Más o menos. Lo que sucede de fondo, en tal caso, estaría en una marca de diferencia esencial entre ambos: Casi todos los cubanos emigrados siente nostalgia por su Cuba; mientras la nueva economía está licitando la dignidad de la nación cubana. Resultan diferentes lógicas. Sabíamos que un cubano(a) podría resultar un ciudadano(a) de segunda clase en su propio país, pero nunca que se llegaría a institucionalizara la antipatía contra el mismo en Cuba. Esto es racismo a pulso. En el guión de una película que realizó con amigos brasileños de Cinema Processo dejo dicho: La marea va y viene todos los días. ¿Acaso tiene ella que explicar todos-los-días porqué lo hace? Definitivamente, ¿estamos en verdad dispuestos en articular un Diálogo con la Emigración que al final devenga en estado de Concordia Nacional?

Llegando a tal extremo me detengo. Confieso haber esbozado un mapa. El lector habrá encontrado más búsquedas que soluciones. La reforma de la Constitución en Cuba, con artículos así, gana una vitalidad que supera al institucionalismo que hasta el momento lastra al pensamiento jurídico en el país. Antes había dicho: La miopía política [siempre ha tenido] razones más fuertes. Esta ceguera ha impedido a los políticos en Cuba hacer la distinción entre formas de centralización del poder y modos de exclusión social en la sociedad cubana. Desde luego, menos podrán ellos hallar diferencia alguna entre centralización y autoritarismo al intentar un diseño más pertinente del futuro Estado. En una primera parte, quizá, hubiera sido aconsejable incluir una variedad de problemas aún mayor, pero preferí ocuparme de la discusión del paradigma de justicia que legitimaba al régimen político agotado: socialista igualitario (1959-2001). Es que… Los ideales de justicia social adoptados por el socialismo cubano han tributado en cierta tradición gregaria nacional. Ahora bien, ¿cómo romper con un socialismo igualitario sin traicionar nuestros ideales comunistas de justicia? (Esto me hace recordar aquella copla andaluza que Góngora repetía: “ni contigo ni sin ti / tienen mis males remedio / contigo porque me matas / sin ti porque me muero”.) En tal sentido, allá por 1988, había escuchado a Roberto Fernández Retamar decir: “Estamos contra las desigualdades artificiales. Pero también contra un igualitarismo empobrecedor”. Intento en este artículo dejar eso claro. En una segunda parte, en cambio, resumí una posible agenda de cambios. La cual pudiera oficiar como un argumento para la reforma de la Constitución sin llegar a agotar el tema. Presté más atención a puntos decisivos del drama político e histórico en Cuba, según mi opinión. Entonces hablé de “lograr una mayor limpidez en la gestión del Gobierno cubano”, y del “actual diseño constitucional del Estado cubano”, como parte de un proceso de democratización radical de la sociedad cubana. Luego, hallo tanta ternura en nuestra Patria que dije: La peor condena contra la Patria sería convertir en exiliado a algún(a) cubano(a). Por ello cierro este artículo con una plegaria de mi difunto amigo Raúl Gómez Treto: “Cuba se salvará con la ayuda de Dios y el concurso de todos los cubanos”. Amén.

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NOTAS

(1) Espero que la INTERPOL tome nota del caso

(2) Insistentemente, ese estado arbitrario de cosas se repite. Fueron a la cárcel decenas de ciudadanos con el Plan Maceta. Tener dólares era delito. Luego, pocos días más tarde, el dólar se despenaliza y nadie fue indemnizado por aquel atropello. Quise decir: Atropello a la dignidad del cubano.

(3) Cuando echan a andar esas máquinas no se pueden parar. Hasta llegar al límite. Entonces pocos tienen vocación de mártires.

(4) Nadie se llame a engaños pues el MININT replica el dilema de una sociedad hacia su interior. Es decir, esos soldados de la Patria son hombres y mujeres de carne y hueso. Éstos(as) no viven en otro planeta. Y si algún mensaje debo hacer explícito es que confiemos en ellos, tanto como en nosotros mismos.

(5) Líderes al adoptar un enfoque ético del Derecho en Cuba: Armando Hart Dávalos y Julio Fernández Bulté.

(6) La cantidad de maestrías que los juristas cubanos buscan obtener es alarmante por dos causas: una, por la desmesura en el empeño, y dos, por la unicidad en el tema: marketing. ¿Alguien en Cuba me pudiera decir a qué apuesta el gremio? Quizá no me he enterado y llego tarde a la fiesta.

(7) Exactamente como lo definió Pablo González Casanova. Sólo que dicho marxista nunca imaginó que una sociedad socialista lo mantuviera igual sin pudor alguno. Luego, medio siglo después venir con justificaciones es ser un inmoral; además.

(8) Algún sabiondo diría: “¿Quién decide que distingue al altruismo del egoísmo?” Parece simple la respuesta a ofrecer: Las personas más oprimidas, humilladas y excluidas de la sociedad. Siempre que se hallare alienada la condición humana del hombre ningún proyecto de emancipación social estaría aún concluso.

(9) Entonces la nación se convierte en espacio donde no cabemos todos.

(10) Le falta un enfoque de género, un criterio de justicia más adecuado a las desigualdades sociales existentes en el país, una mejor consideración de lo racial, etcétera. Por tanto, sea por acción u omisión, este código jurídico-penal es sexista, clasista y racista. En ese sentido este dilema político afecta a casi toda la legislación vigente en Cuba.

(11) Lo cual parece más sencillo en una dirección provincial de Justicia que en el MINJUS.

(12) La relación entre categorías sociales como: autoridad, centralización y solidaridad no es directa, proporcional y exacta. Centralización no significa ni autoritarismo ni exclusión a ultranza. Aunque en la práctica del socialismo histórico así halla sido

(13) En este artículo recogía una intervención mía en la Cátedra Haydee Santamaría en diciembre de 2007. La cual sería publicada días después en Kaos-Cuba. El énfasis de tal artículo se dedicó al análisis histórico y técnico de la economía cubana, así como a recuperar un debate inconcluso sobre la actualidad de la ley del valor en el socialismo en Cuba.

(14) Esto decía en mi artículo: “En política las inconsecuencias se pagan caras” --que llegué a publicar aquí en Kaos-Cuba en octubre de 2007--, cuando en el mismo hacía referencia a un diálogo que sostuve con el sociólogo portugués Buaventura Sousa Santos en Casa de las Américas en 2005.

(15) Siempre el régimen socialista igualitario en Cuba supo negociar mejor con un oportunista que con un idealista. Pues ha tenido un repertorio amplio de medidas a su favor: censura, chantaje, cooptación, asedio, omisión, etcétera.

(16) La reacción defensiva ha sido hundirse en sus problemas sin atender lo colectivo. Sistemáticamente las masas populares han sido desarmadas para el ejercicio del autogobierno por un Estado policial, autoritario y mediocre.

(17) Entre los críticos que usa máscara aquí en Kaos-Cuba, uno me acusó de inventar Expedientes X al analizar el actual dilema de Cuba. Quizá me medió con su vara. Pero sería un buen ejemplo para entender lo que ahora digo.

(18) En tal sentido me enfrento al desafío histórico que nos planteó el compañero Fidel Castro en La Universidad de La Habana el 17 de noviembre de 2005.

(19) Desde 2001 intento echar adelante un proyecto de articulación de Observatorios Comunitarios en cada Consejo Popular en Ciudad de La Habana. Es una iniciativa que se ha conformado sobre la marcha. En un principio levanta una expectativa inmensa entre los administradores locales, pero después llegan las objeciones en el momento de la transferencia real de poderes al pueblo. Prefieren seguir tolerando los talleres de transformación integral de la comunidad (TIC) como el mal menor. Estos resultan una fórmula de compromiso entre estatistas y civilistas, asimismo, donde la Educación Popular resultaría la piedra de toque. Esta fue una negociación que ocurrió mientras se replegaba del socialismo en Cuba. Es decir, en el primer lustro de la década de 1990. Dentro de una nueva arquitectura de gobierno, sin duda, dichos observatorios serían un fundamento para la autogestión socialista. Significan, además, una fórmula de democratización radical del socialismo cubano.

(20) Por ejemplo, en la década de 1950 los cubanos(as) migraban por razones diversas a los Estados Unidos. En la década de 1960, en cambio, dado el sentido político que adquirió la vida cotidiana en Cuba, emigrar a Estados Unidos se convirtió en una traición a la Patria. Escoger una pareja con creencias religiosas, en los 70, sería para el Ateismo Científico era un pecado capital. Esta es la dialéctica de fondo.

(21) La cantidad de municipio se ajustaría en un diseño estructural flexible. Este diseño debe significar un reconocimiento de las diversas regiones culturales y las reales estructuras sociales. En estos momentos se basa en una reducción productivista de la sociedad existente.


Santa Fe, Ciudad de La Habana, Cuba
17 de mayo de 2008

Contacto: ramon0260@gmail.com
Publicado en Kaos en la red

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