martes, 23 de junio de 2009

El Poder es un obstáculo. El Poder debe ser regulado.

La sociedad humana no avanzará mucho más hasta que el Poder no sea sometido a escrutinio. No podemos desplazarnos rápido hasta que el Poder no pierda su capacidad de reciclarse una y otra vez.

Felix Guerra Para Kaos en la Red

Siempre hay abismos entre sueños, utopías y esperanzas y lo que denominamos Poder.
El Poder, y súmese esa aspiradora que denominamos estómago, son hasta ahora, barreras infranqueables. ¿Para qué? Para que los procesos sociales o revoluciones culminen con pleno éxito y se conviertan de quimeras en realidades palpables tanto para en crecimiento espiritual como material de los pueblos e individuos.
El Poder, tal como lo conciben hoy estadistas, gobernantes, líderes, es una deformación intolerable de la necesidad de disciplina, autoridad y orden social.
El estómago, la barriga, volviendo al tema, se interpone constantemente entre proyectos del individuo, posibilidades y potencialidades y su concreción en hecho reales. Y tanto en unos sistema como en otros. En alimentos se nos va un por ciento mayoritario de nuestros salarios o ganancias. Pero del estómago, es cierto, nadie puede prescindir. Sería una utopía tonta, a pesar de pesa como un ancla en el fondo de la sangre cotidiana.
La soluciones entonces hay que buscarlas pues en los mecanismos reguladores del Poder.
Los dirigentes y gobernantes deben adoptar un nuevo decálogo de cómo ejercer el Poder. Y durante cuánto tiempo. Ese decálogo debe apuntar en una dirección: la democracia, una democracia social nueva, inédita, expansiva, concebida para la participación de las mayorías y minorías y contra cualquier tipo de discriminación por edad, raza, religión, preferencia sexual, extracción social, ideología, modas, etcétera. La extracción social, por cierto, cesará de inmediato con la real democracia y participación de todos en los asuntos de cada sociedad y Nación.
Las más hermosas revoluciones del siglo XX, las transformaciones científicas y tecnológicas más asombrosas, encontraron enormes obstáculos y grandes fracasos, o fueron atenuadas y opacadas y derribadas, por el uso indiscriminado del Poder, entre otros asunto. ¿De quién? De líderes y gobernantes.
El Poder, a estas alturas de nuestra civilización humana, debe ser sometido a interrogatorio. Debe ser disminuido en toda locación. Debe pasar a control democrático de la sociedad. Debe ser parcelado muchas veces y ejercerse como servidumbre y obligación patriótica. Como un deber transitorio de ciudadano honesto que preferiría otra cosa: trabajar, educar y educarse, buscar el crecimiento espiritual y material, evitar guerras, saqueos, abusos de poder, egoísmos y trampas, velar por niños y ancianos, por los derechos del ciudadano y el individuo, por la igualdad de todos, por la fraternidad universal, por la libertad social llevada hasta sus límites posibles.
El Poder debe ser la materia prima pensada de las nuevas y viejas ideologías, filosofías, sociologías. Y debe plasmarse en nuevos Manifiestos y Constituciones. El poder debe ser regulado antes de que sea un regulador social.
El Poder en el Capitalismo es una cosa. En el Socialismo otra.
En el capitalismo Dinero es Poder, tanto como obtener un cargo de gobernador, alcalde, Primer Ministro o Presidente. El Capital limita la democracia y finalmente es solo la democracia de quienes ostentan mucho capital o poderes civiles y militares importantes.
En el Socialismo, hasta que la historia diga otra cosa, el Poder queda centralizado en el Estado, cuya propiedad abarca casi todos los rincones de la Nación. Esa centralización, necesaria en los primeros minutos de las revoluciones o procesos sociales, para evitar caos y violencias, gravita y va a caer como una manzana inevitable en manos de quienes ejercen los poderes de alcalde, primeros ministros, presidentes, ministros, etcétera.
La propiedad es la raíz de ese poder desmesurado que obtiene el Estado y es heredado de inmediato y sucesivamente por mujeres y hombres que ejercen esos cargos. En sus manos queda todo: administrar, distribuir, controlar, vigilar, controlar a los controladores. Entretanto, su autoridad no debe ser cuestionada ni sometida a análisis ni críticas. Ellos son el Poder, un Poder nunca antes visto, omnímodo, pues elaboran las orientaciones y hacen las conclusiones.
Cuando el Poder se utiliza durante algún tiempo y con algunos propósitos, va engendrado dogmas, voluntarismos, burocracia, corrupción. Las transformaciones sociales, algunas verdaderas demandas del pueblo, se ven nubladas o anuladas por estos males incontrolables. El Poder revolucionario se torna conservador, reformador y se siente impelido a pensar que cada hilo de la trama social debe regirse por sus dedos.
La verdad y la capacidad de cavilar pasa del ente colectivo y social a manos de ese Poder concentrado. Y lentamente, por inercia e inconsciencia, por ignorancia y ego, y luego por las apetencias que despierta, va a pasar a manos de una reducida minoría pensante, que siempre intenta perpetuarse.
El mundo da vueltas y vueltas, va y viene un ciclo de capitalismos, va y vienen revoluciones. El pensamiento teórico y táctico estratégico se nutre de disímiles experiencias sociales. Los filósofos, sociólogos, artistas, intelectuales, le dan vueltas y revueltas al asunto y hacen pequeñas modificaciones: tratan de insuflarle vida novedosa a sus conceptos y doctrinas. No logran mucho.
El uso del Poder es una materia desatendida. No hay cultura del Poder. Se otorga tanto Poder a gobernantes y líderes, o se lo toman ellos, que luego al electorado, al pueblo, a las multitudes, se les va de las manos el gran asunto de su porvenir, incluyendo por supuesto sueños y esperanzas. Las utopías van siendo entonces cosas de locos.
Esperanzas y sueños son reciclados hábilmente por el Poder. El ciudadano, la gente, el individuo, vuelve a recaer en las trampas, consignas, discursos, campañas mediáticas, trucos ideológicos, promesas económicas, miedos, malabarismos políticos.
Aparece entonces el partido acéfalo del abstencionismo, el voto en blanco, la boleta tachada y otras esquivas improvisadas. Pero el Poder calcula esas maniobras y hace su contrafuego. Es un juego de ajedrez quizás en sus postrimerías. Contra peón del pueblo, el alfil y la torre del Poder. ¿Hasta el infinito?

FELIX GUERRA

POEMAS DE LA SANGRE COTIDIANA

JUNIO 17 DE 2009.
CIUDAD DE LA HABANA.
CUBA

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