Si un dirigente piensa una cosa mientras siente ser la Revolución, yo puedo opinar lo contrario y sigo sintiendo que yo también lo soy, y así será hasta que no lo debatamos en igualdad de condiciones.
Heráclito Pérez Para Kaos en la Red
Sabemos que no basta la realización de elecciones al estilo occidental ni cualquier otra formalidad, para que exista verdadera democracia; tales elementos son acaso medios, fácilmente engañosos, que no necesariamente conducen a su pretendido fin. Siendo coherentes con esta visión, se impone aceptar que tampoco alcanza con hacerlo diferente a Occidente, pues dejado ahí no sería más que un toque superficial. Rituales aparte, lo importante es si se realiza o no el significado último de la democracia: gobierno del pueblo. Mi opinión es que ni siquiera en Cuba se cumple eso. Ésta calificación no es, insisto, a resultas de las peculiaridades formales de nuestro país _como la de no tener contienda entre partidos_ sino porque a fin de cuentas nuestro modo de intentar la democracia no está garantizando que todos los cubanos seamos sujetos activos en la política, al menos no al nivel que se supondría para una sociedad socialista ¿Cuál es ese nivel? Uno en que toda la sociedad funcione como un gran cerebro, donde cada persona aporte lo suyo de la manera más óptima que se requiera para aprovechar la inteligencia de todos en beneficio del país. Algo así como una inmensa “tormenta de ideas”.
Alguno se preguntará quién soy yo para afirmar algo de esa índole. Pues bien, yo soy la revolución. Tal condición me ha sido confirmada por el propio Fidel en su célebre frase, y yo lo que intento es actuar en consecuencia. Está claro que no soy el único que “soy la revolución”; sólo quiero hacer constar que no lo soy menos y que por ello tengo potestad para opinar acerca de mi país, lo cual por supuesto no significa que necesariamente tenga la razón. Así pues, he aquí mis argumentos:
En Cuba, uno de los principales métodos mediante los que supuestamente un ciudadano puede resolver algún descontento es plantearlo a su delegado _al de la zona donde reside_ que a su vez debe elevar el asunto hasta donde proceda, de manera que eventualmente pueda llegar al parlamento nacional ¿Funciona? Desde que hace 30 y pico de años tal sistema está vigente, a los delegados de base se les han formulado muchísimas quejas, pero es indudable que en determinado paso el flujo de ellas se traba, pues mientras en la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento) nuestros supuestos representantes siempre levantan la mano al unísono, muchos de los asuntos de que nos quejamos no son mencionados.
Una alternativa debieran ser los medios de información masiva, pero están muy ocupados en recordarnos lo malo que es el Imperio y lo bien que a su juicio funcionan las cosas aquí en Cuba. En cambio, en la parte en que deben tratar nuestras deficiencias no imputables al Bloqueo, son sumamente escuetos _algunos dicen que para no darle armas al enemigo, otros estimamos que por censura y autocensura y de todos modos dándole armas al enemigo. Es cierto que existen secciones de la prensa en las que los ciudadanos se quejan, pero las más de las veces de temas puntuales, anecdóticos: que si “en la empresa de correos me robaron el paquete que me envió mi prima desde Venezuela”, que si “el tren se demoró más de un día desde Camagüey a la Habana”. No es para disminuir la importancia de los hechos así denunciados, al contrario; difícilmente uno lea dicha sección del Granma, del Juventud Rebelde o de algún periódico provincial sin pensar “eso también me ha sucedido a mí”. La cotidianeidad de la mayoría de los cubanos está demasiado llena de problemas de ese tipo como para que se les trate como cosas puntuales: muchos puntos juntos se convierten en mancha y como tal debiera tratársele, lo que en este caso quiere decir que en vez de tomarla con los innumerables síntomas, deberían analizarse las raíces de los problemas: si las entidades de base de cierto ministerio fallan una y otra vez en todo el país, no puede tardar infinitamente el momento de concluir que no es casualidad y que por tanto ya toca criticar al propio ministerio, al ministro. Del mismo modo, si muchos ministerios fallan, es de sospechar que la dirección del país esté involucrada en el problema.
Lector cubano: ¿De cuántas veces que has tenido un percance del que supuestamente deberías quejarte ante tu delgado, ante cuántas cosas del funcionamiento de este país que no te gustan, has acudido a ese mecanismo? ¿Cuántas personas conoces que lo hagan? Entre las que me rodean, la mayoría jóvenes, pocos saben quién es su delegado ni les interesa y si algo les disgusta, lo hablan sólo entre ellos, en el marco de lo que los cubanos hemos bautizado como “comentarios de pasillo”. Lo menciono porque sospecho que ese proceder está bastante generalizado y un indicio de ello es el tipo de propaganda que ha aparecido en nuestra televisión: En la escena hay un vendedor maltratando a un ciudadano ¿Cómo reacciona éste? Opta por digerir el agravio y seguir adelante, pero entonces, cual si se estuviera rodando una película, una voz ordena que “corten” y que vuelvan a comenzar. En la “segunda toma” la cosa bifurca diferente: la víctima “no la deja pasar” sino que se queja, hace valer su derecho, y por supuesto, le sale bien, que después de todo es ficción. Si esto está apareciendo en un espacio tan poco dado a señalar nuestros defectos como lo es la televisión, debe estar bastante generalizada la actitud de que no solo no nos quejamos ante nuestro delegado sino que ni siquiera nos quejamos al tipo que nos vende bajo de peso. En esto ha quedado nuestro aguerrido pueblo, en que si los yanquis nos invaden nos los comemos vivos, pero mientras tanto… Se nos adhiere más y más la idea de que la fatalidad nos va a acompañar a como sea y dado que eso es así ¿de qué democracia vamos a hablar, de qué acceso popular a la dirección del estado, si la mayoría ni siquiera se anima a intentar modificar su entorno público más inmediato?
Fue significativo el hecho de que el gobierno nos convocara a quejarnos, a que no tuviéramos miedo de decir lo que pensábamos (“¿por qué habríamos de tenerlo?”, puede uno preguntarse socarronamente), en aquellas asambleas en nuestros centros de trabajo, de estudio y demás. Sucedió poco después del cambio de gobierno, circunstancia que sugería que las cosas podrían mejorar. Y hasta nos entusiasmamos, evidentemente no fueron de esas reuniones aburridas que tanto padecemos, nadie tuvo que decir el clásico “¿quién rompe el hielo?”: las quejas llovieron, se ha dicho que en todo el país fueron tres millones. Obviamente si el Poder Popular funcionara, no tendría que haberse recurrido a eso. Ni las gentes hubieran reaccionado como olla a presión cuando le quitan el tapón sino que hubieran dicho “¿para qué vamos a hablar aquí, si ya se lo dijimos a nuestro delegado y estamos seguros de que ya lo está tratando de resolver?”. Tres millones de quejas reprimidas, que solo brotan públicamente mediante una citación extraordinaria, no dejan bien parado al sistema democrático en su versión habitual.
Y ya que hablamos de aquella convocatoria… ¿en qué quedó? Uno especula que si están analizando las quejas, que si duermen en alguna gaveta, que si esto y lo otro, pero ¿no es más respetuoso que alguien se encargue de decírnoslo o al menos decir cuándo nos lo van a decir o informarnos por qué no lo dicen? ¿O tenemos que quedarnos con la duda de si quizás fue sólo un gran monólogo del pueblo, un inmenso comentario de pasillo? El objetivo democrático de aquel evento queda en suspenso mientras no se respondan estas preguntas. Hay que reconocer que cierta parte de nuestras reclamaciones fue atendida: ya tenemos el derecho de ir a los hoteles, de comprar celulares y computadoras… para lo que nos vale. Pero para saber que a nadie le gusta que le impidan por ley ir a un hotel no había que armar tanta reunión. Además ¿cómo podía ser? Los hoteles y las playas estaban entre los bienes que el gobierno revolucionario había recuperado en favor del pueblo y Nicolás Guillén, nuestro Poeta Nacional, los había mencionado explícitamente entre los derechos que como cubano en revolución había logrado para siempre, por merecedor de ellos, por tener “lo que tenía que tener” _sin que le pasara por su cabeza que ese patrimonio podría serle negado por los que se lo habían entregado antes. Pues bien, hotel más hotel menos no es lo importante, si de todos modos no vamos a ir porque hay que pagarlos y no con los precios de la época en que Guillén hizo su poema. Que no nos dejaran entrar a Varadero y a otras playas por ser cubanos residentes en Cuba (los de Miami o cualquier otro lugar sí podían ir), estuvo peor. Pero al final está el consuelo de que los beneficios que produce el turismo van a parar al pueblo. Ese no es el asunto, sino el hecho de que para quitarnos esa parte de “lo que teníamos que tener”, no se nos preguntó o mejor dicho, sí: Ya habíamos votado en 1976 a favor de la Constitución de la República actual, que entre otras cosas prohíbe que se nos prohíba entrar en lugares públicos, entre los que se incluyen naturalmente los hoteles y las playas. Así que esa fue nuestra última palabra de la última vez que se nos consultó y de eso hacen más de 30 años ¿Qué les hizo pensar que entretanto habíamos cambiado de parecer? O de cualquier modo ¿cómo puede a alguien “allá arriba” ocurrírsele que está interpretando el sentir del pueblo cuando le prohíbe entrar a las playas o tener teléfonos celulares? ¿Son tan ciegos? Asusta creerlo pero apostaría a que no sólo se trata de eso sino de otra cosa, nefasta también. Y es que nuestro parecer no les importa tanto, de paso tampoco la Constitución de la República y menos aquel poema. Convocatoria a protestar aparte, el mecanismo de decidir cuestiones importantes de nuestras vidas, irrespetando nuestros derechos y opiniones, está intacto. Por ejemplo, se sigue ignorando nuestro derecho amparado por nuestra constitución de vivir en cualquier parte de nuestro país y del mundo, por culpa de una ley que prohíbe a casi todos los que nacieron fuera de la Ciudad de la Habana, vivir en esa ciudad, más la obligación de tener que pedir un permiso para salir del país. O la famosa ley de peligrosidad, que permite a los tribunales condenar sin que se haya producido el delito, basado en la sospecha de que se va a producir alguno (como en aquel filme: Minority Report). Ahora mismo está circulando la información de que los cubanos no tenemos derecho a comprar tarjetas para acceder a Internet… Sería interesante que alguno de nosotros de pronto tuviera lo que hay que tener para acusar al gobierno cubano en un tribunal cubano por violar la constitución cubana ¿Qué habría salido de ahí? Imposible saberlo. Incluso la gran mayoría ni sospecha que algo así pueda hacerse y por supuesto, el Granma no va a informárselo. Por muy de buena fe que tengan los que nos dirigen, no pueden saber más de las necesidades del pueblo que el pueblo mismo; ni la suma de las inteligencias de los integrantes del Buró Político, por muy ilustrados que sean, puede ser mayor que la suma de la inteligencia de millones de cubanos. Y menos a 50 años de revolución. Que por cierto ¿no era ésta la de los humildes? Pues seguimos siendo los humildes, pero más educados… vamos, que no podemos ser tan ignorantes como para que se nos ignore tanto. O si no, sucede lo que sucede: que las inteligencias no encuentran cause donde juntarse, para discrepar, para mover al país más inteligentemente en función de su bienestar; que no hay, en definitiva, acceso popular a la dirección del estado. Piénsese en esto: Desde hace mucho tiempo los cubanos venimos diciendo que no es lógico que se nos pague lo mismo si trabajamos que si no. Ésa es una idea sencilla y buena pero durante muchísimos años los de arriba se dieron gusto ignorándola... Otro ejemplo es lo de Obama. Por ahí hay alguna que otra cosa que ha dicho sobre Cuba y que no se ha informado en los medios cubanos. Supongo que sea por el temor de que si el pueblo se entera, se confunda con los famosos “cantos de sirena”.Pero el asunto es que se están negando a compartir con nosotros ciertas informaciones _que por supuesto no son secreto de estado de ningún lugar pues se publican en medios extranjeros_perdiéndose así la oportunidad de procesarla en compañía unos cuantos millones de cubanos, de los que por otra parte se pasan la vida diciendo (parece que con los dedos cruzados) que son el pueblo más educado del mundo. Cuando se piensa que el 60 % de la tierra está sin cultivar y que durante tantos años fue así sin que nos conste que nuestros líderes hayan hecho algo al respecto, ni siquiera mencionarlo y mucho menos discutirlo con el pueblo, a la vez que tanta gente como comentario de pasillo decía que era ilógico, cuando uno piensa en eso, no puede sino desear que esos pasillos tengan más protagonismo.
Recién leí un libro acerca de la China de la década de 1960 en el que se contaba esta anécdota: Un piloto de avioneta había tenido un accidente al aterrizar, nada fatal. La medida que tomaron sus jefes fue que tenía que leer las obras completas de Mao. Lejos de lo que pueda suponerse no se trataba de un castigo sino de la mejor forma que encontraron para hacerlo buen piloto: creían la palabra del Gran Líder tan poderosa como para eso. Sea o no cierta la historia, no está tan alejada de casos de voluntarismo que hemos padecido en Cuba. Incluso hoy, habiendo el gobierno llegado a la conclusión ¡al fin! de que nuestro problema de productividad debía intentar resolverse pagando salarios proporcionales al aporte de cada cual, todavía se nota su reticencia a actuar en ese sentido; de hecho ¿por dónde anda la prometida reforma salarial? Era para principios de este año _“sin prórrogas”_ y ya casi estamos en junio. Mientras, insisten en apostar soluciones reiteradamente inefectivas como poner en la televisión propaganda orientada a convencernos de que trabajemos bajo este argumento: porque es lo correcto, lo moral ¡A estas alturas! Lo correcto y lo moral es que a los trabajadores se nos pague por lo que hacemos y que no se nos pague si no lo hacemos ¿Cómo puede pensarse que nuestra falta de dedicación al trabajo se deba a que no se nos ha insistido lo suficiente en que trabajemos por amor al arte?Quizás estaría bien que algo así funcionara, pero no es lo que dice la práctica. Es tan buena idea como aprender a pilotar leyendo a Mao. Llevamos una buena cantidad de años enterándonos en el noticiero de cómo el compañero Machado Ventura va por todo el país supervisando innumerables reuniones donde la “novedosa” solución que se encuentra a la improductividad, a la inasistencia y en general a cualquier cosa es “incrementar la labor político-ideológica”. Cada vez que lo oigo me acuerdo de aquel cuento del borracho que en el velorio repetía “lo mismito del año pasado”. Luego, recientemente, hemos visto al propio Machado orientando que no se deben hacer reuniones por gusto; pareciera una contraorden. En definitiva despotricamos contra la absurda actitud de la dirigencia yanqui de mantener durante 50 años el Bloqueo sin que haya cumplido nunca su objetivo declarado de virar al pueblo de Cuba contra su gobierno; o porque se gastan su buena millonada en transmitir hacia nuestro país una televisión que nadie ve; nos burlamos de tales estupideces que recuerdan a una mosca golpeando una y otra vez el cristal, y sin embargo nosotros estamos en las mismas: insistiendo como posesos en cosas que han demostrado ser ineficaces. La reciente discusión que el pueblo realizó convocado por el gobierno sobre la ley de la jubilación, ha sido señalada como prueba de que cuentan con nosotros para tomar importantes decisiones. Pero no es realmente un debate nacional aquel en que las opiniones que oye todo el país en los medios de información masiva, son sólo las favorables a la idea gubernamental, mientras que las otras nada más son escuchadas por la parte del pueblo que está en la reuniones donde son emitidas. Que fue lo mismo que sucedió con la convocatoria raulista a quejarse de la que hablaba más arriba. En el sitio Kaos en la Red, por ejemplo, se publicó un artículo que cuestionaba la nueva ley de la jubilación por ser, según el autor, un intento de promover la productividad por vías inapropiadas ¿Hubiera votado igual el pueblo de haber tenido acceso a argumentos como ese?Nunca se sabrá. Pero en general aquí las cosas siguen ocurriendo como en el reciente cortometraje Brainstorm de Eduardo del Llano, en el que por mucho que se debatía qué hacer, siempre se supo que al final se haría lo que indicara cierta llamada telefónica “de arriba”.El principal argumento que tienen los defensores del sistema que critico es atacar al capitalismo. Con sólo demostrar que no somos como éste, creen estar demostrando que estamos haciendo lo correcto. Como si sólo se pudiera ser de dos modos: o como esas sociedades o cómo somos ahora. Para ellos cualquier cambio que hagamos tiene necesariamente que colocarnos bajo la bota del Imperio; tal como si ya fuéramos la perfección o lo mejor que podemos lograr. Sólo ven dos caminos: o quedarnos donde estamos o retroceder. Lo de avanzar no les pasa por la mente ¡Y después van tan orondos diciéndose revolucionarios! Si les cuestionan por qué los cubanos tenemos que pedir permiso de salida, alegan que los haitianos tampoco pueden viajar por falta de dinero; si les preguntan que por qué no tenemos prensa libre, alegan que eso no existe en ningún lugar; si se les recrimina la falta de democracia, espetan de este modo “¿De qué democracia hablan? ¿De la que permite que se mueran niños de hambre, etc, etc?” Y a pesar de que aparentemente están haciendo una pregunta, nunca esperan la respuesta pues no suelen hacer caso de que su interlocutor también tiene cerebro y boca. La respuesta, por lo menos la de muchos de nosotros, es que no, que no queremos la democracia de Haití con sus niños muertos de hambre; ni la de Colombia donde el ejército asesina a campesinos; ni la de Estados Unidos, con sus policías golpeando negros y millones de mendigos; ni la de países como España, que fueron a la guerra de Iraq a pesar de que era obvio que la mayoría de su población se oponía. No queremos esas democracias por la sencilla razón de que no son democracias y nosotros lo que estamos pidiendo es democracia. Ah, pero de pronto un día a nuestros líderes se les ocurre, por ejemplo, eliminar el permiso de salida, y allá van estos compañeros a alabar tal decisión, como si hasta ayer no hubieran abjurado de su posibilidad ¿Cómo pueden cambiar de pensamiento así de pronto? Fácil: nunca hubo tal; ellos no están para pensar sino para repetir consignas. Se alega la necesidad de defendernos del enemigo para justificar las prácticas anticonstitucionales en Cuba _como por ejemplo escamotearle información al pueblo. Salvando las distancias, este argumento de prescindir de la legalidad debido a “circunstancias especiales”, es el mismo que usa el gobierno norteamericano al cometer tropelías como la de Guantánamo y muchos etcéteras. Salvando la enorme distancia, repito. Pero es que no estamos realmente en circunstancias especiales. La amenaza yanqui dura ya 50 años, lo cual la convierte en norma. La constitución socialista data del mismo año del atentado al avión cubano en Barbados; no es sostenible la idea de que el magno documento se hizo para tiempo de paz y que por lo tanto no aplica ahora. Pero aun si por algún motivo fuera en cierta medida obsoleta o deficiente, lo correcto es hacerle las enmiendas adecuadas en vez de continuar violando algunos de sus artículos.Tenemos la mejor política exterior del mundo. Pedimos con razón la democratización de la onU, acusamos acertadamente al Imperio de pretender imponer un discurso único, y no es que esté mal buscar las pajas en el ojo ajeno, lo que está mal es no ver las pajas en el nuestro. Porque hablando de discurso único ¿cuántos discursos se escuchan en Cuba? Si hasta el mismo Fidel reconoció que fue un error pensar que alguien sabía como hacer el socialismo ¿cuándo en la prensa cubana se va a debatir cómo construir nuestra sociedad? ¿Cuándo publicarán algunas de las propuestas aparecidas aquí en Kaos? ¿Por qué nuestros dirigentes siguen actuando como si en efecto, sólo ellos supieran cómo hacer el socialismo?La democracia socialista no es algo que los yanquis quieren de nosotros, al contrario, es algo que nosotros necesitamos para combatir al Imperio. No se siga alegando la libertad que tenemos internacionalmente, la soberanía como país, para justificar la falta de libertades internas, como si libertad exterior e interior fueran excluyentes ¿Qué clase de pretexto es ese de que la democracia verdadera no existe en ningún lugar? Cuba realizó una profunda revolución antiimperialista a 90 millas de los Estados Unidos, les ha dicho todas las verdades en su cara a ese país durante 50 años, derrotó al poderoso ejército racista de Sudáfrica, resistió la caída de la URSS, y siendo un país subdesarrollado no sólo mantiene altos índices de salud en su suelo sino que envía médicos a medio mundo, y luego de todo esto y más ¿me van a decir que Cuba no puede hacer algo porque nadie lo ha hecho antes? Pues bien, seamos nosotros los primeros en hacer la democracia ¿Qué mejor lugar para intentarlo que la Cuba socialista y soberana? Y no solo porque es bonito sino porque es práctico.Tantas mentes en función de un objetivo común nos ahorrarían muchos errores. Si queremos ser los únicos socialistas del mundo, debe asumirse que queremos ser los únicos democráticos.
Algunos estamos a la expectativa con el congreso del Partido. “Quizás ahora”, pensamos algunos, y sí, puede que quizás ahora. Antes lo habíamos pensado del Congreso de la UNEAC, después de la “guerrita de los emails”, y no fue. El asunto es que no depende de nosotros, depende de “ellos”, de lo que quieran o crean correcto hacer; lo deciden unilateralmente. Recuerdo en la década de lo 80 cuánto se nos explicó la subida del precio de las guaguas de 5 centavos a 10, para que el pueblo no lo sintiera como una medida arbitraria. Luego, sin explicarnos nada, llegaron paulatinamente a los 40 centavos actuales, que comúnmente son 1 peso pues esas guaguas chinas y rusas estarán muy buenas, pero sus choferes no dan cambio. No me estoy quejando del precio de los ómnibus urbanos, que siguen siendo relativamente baratos, sino de que se toman la molestia de explicarnos, de convocarnos, sólo cuando les parece, pues no se sienten realmente obligados nunca. Un día nos dan esta migaja de espacio político, otro día aquella; a sus aires. No rinden cuentas. Hay voces pidiendo la sustitución del socialismo de estado por la socialización verdadera. Nadie parece oírlas. Movilizan a todo el país para hacer un censo, luego se demoran todo lo que quieren en dar los resultados, y sin explicar nada un buen día los dan y punto. Ni siquiera dentro del propio Partido actúan diferente ¿Cuántos años llevan pasados del tiempo estipulado para efectuar el congreso? ¿Alguien nos explicó algo a los militantes? Es cierto que el imperio está ahí y nos bloquea. Lejos estaba el triunfo revolucionario y ya Fidel sabía con quién tendría que vérselas la revolución triunfante. Él, ya decidido a irse “contra el tráfico”, estaba seguro de que los policías del mundo no se lo iban a perdonar y menos a 90 millas de su recinto. Pero si se piensa bien, de eso se trata el monstruo que tan temprana y correctamente describió Martí, eso es lo que les toca hacer a los imperialistas, así justifican su salario, por así decirlo, es su manera de realizarse profesionalmente: yendo por el mundo acabando con la quinta y con los mangos en busca de petróleo, caucho, diamantes, cualquier cosa que se les ocurra necesitar, que siempre es muchísimo más que lo que merecen. Esos son los gajes de su nefasto oficio ¿cuál es, en cambio, nuestra tarea? Impedir la de aquéllos, no dejarlos engordar su currículo a costa nuestra. Se dice fácil, pero cómo realizarlo a la perfección es una incógnita. Mas una cosa es indudable: que la mejor forma de enfrentar el Bloqueo no es tener tan mal cultivada la tierra, ni importar cosas que podemos producir aquí, ni pagar a cada cual independientemente de cuánto se esfuerce, y mucho menos, por supuesto, desperdiciar los criterios de nuestra educada población. No puede seguirse desconociendo es que darnos el lujo de cometer tan evidentes disparates frente al Imperio es seguirle la corriente. No puede ser que cada vez que no logremos algo, culpemos al Imperio. Es cierto que los imperialistas más malos no pueden ser y que como dijera el Ché “no se les puede dar ni un tantito así”, eso no está en discusión. Lo cuestionable es cómo lograrlo, como no darles ese tantito _que a mi juicio hace años que se lo venimos dando. No nos llamemos a engaño porque 10 administraciones yanquis no hayan podido tumbar el sistema cubano actual. Revolución no se trata sólo de estar 50 años resistiendo; eso es sólo un medio para lograr el fin, que es esencialmente avanzar. Muchos viejos revolucionarios se quejan del desapego de la juventud hacia el sistema. Ahí hay de todo, pero en cualquier caso no se le puede exigir a los jóvenes, que estén conformes con tener un empleo seguro, o porque disfruten educación y salud gratis. Esos beneficios, _inéditos en cualquier país, sobre todo del Tercer Mundo_ son cosas que la juventud cubana da por sentadas y es bueno que las den por sentadas: es lo mínimo que merece un ser humano. Los muchos países donde no están garantizadas, transitan todavía la etapa pre-revolucionaria, que obviamente ya superamos. No es lógico ni es revolucionario pretender que se conformen con eso pues como decía Silvio en la entrevista recientemente publicada en Kaos en la Red: “Es natural que los jóvenes exijan a partir de lo que tienen”. Hemos culpado a la desaparición de la URSS de demasiadas cosas. En primer lugar no tuvo que haber sido tan sorpresiva. En los supuestos años florecientes del Campo Socialista, se decía mucho en Cuba que el socialismo no podía sobrevivir sino donde hubiese una sólida unidad entre el partido y las masas. Y al mismo tiempo teníamos miles de estudiantes cubanos que regresaban de la Unión Soviética contando cosas como los problemas que tenía ese país en su sistema de salud, que en realidad no habían resuelto la cuestión de las nacionalidades y que en general allá existía un creciente divorcio entre el partido y las masas. Eso para no hablar del resto de los países del extinto bloque. Todo lo contrario a lo que decía nuestra prensa. El “desmerengue” nos tomó por sorpresa sólo porque no se nos permitía ni remotamente pensar en su posibilidad ¡Porque hasta criticar a los dibujos animados rusos era una blasfemia! ¿Para qué hablo de esto? Porque seguimos en las mismas. Porque nos metemos la vida diciendo que el capitalismo mundial no puede continuar así, que si la burbuja especulativa, que si el dólar sobrevalorado, y cuando irremediablemente viene la crisis del capitalismo que tanto hemos pronosticado, ¡la culpamos del incumplimiento de nuestros planes! No puede ser que frente a crisis mundiales que ya hemos previsto, el único plan que tengamos sea que el pueblo vuelva a apretarse el cinto.Esta se supone una revolución antiimperialista, y justificar sus estancamientos usando como pretexto la existencia del imperialismo suena un poco a alegar que un plaguicida no funciona por culpa de las plagas. Sencillamente no estamos cumpliendo nuestro cometido y el ánimo de la mayoría de nuestros jóvenes da fe de eso. Fidel dijo que “revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado” ¿Cómo podemos creerle y a la vez estar viendo como cosas que obviamente deben ser cambiadas _como lo del 60% de la tierra sin cultivar_ permanecen años y años igual o empeorando, sin que se permita debatirlas, y mientras tanto seguir diciendo que estamos en revolución? Quizás 50 años de intento de construcción de hombres nuevos hayan sido insuficientes como para haber creado el reemplazo de la dirigencia histórica, o quizás sí lo creó, pero ésta no se aparta. Hay que reconocer que no se ha logrado inculcar a la mayoría de los adolescentes y jóvenes, el conocimiento de por qué es importante que “esto” no se caiga. No hay dudas de que a ellos les va a tocar algún día, la duda es qué van a hacer entonces. Sea como sea, el hecho de que de la sustitución tenga que encargarse en persona la intransigente muerte, en lugar de dejársela a la pujanza de una generación más nueva, no es un indicio de democracia. Y no es que a uno le agrade ver nuevos rostros en la primera página del Granma, que de todos modos ya hemos tenido bastante de jóvenes promovidos por pensar como viejos; sino que es, entre otras cosas, un asunto biológico: mientras uno es más viejo, piensa peor. No tiene que ser así en todos los casos, pero no es la norma. A raíz de la reciente destitución de Felipe Pérez Roque y Carlos Lage, un forista de Kaos escribía que tal suceso demostraba que nadie era perfecto ni intocable. Si lo hubiera dejado ahí habría estado bien. Pero luego se desmentía añadiendo que si Fidel los había condenado públicamente a ambos, por algo sería y había que dejarlo así. El que eso plantea quizás no lo sabe, pero no está realmente convencido de que nadie sea perfecto puesto que como se ve, cree que Fidel sí lo es. En la Iglesia Católica existe una norma que consiste en que desde que el Papa se sienta en cierta silla específica y hasta que se levanta, estará en un estado de gracia que llaman “ex-cátedra”, que significa que lo que diga durante ese tiempo será perfecto, totalmente incuestionable, dogma, como dicho por el mismísimo Dios. Es absurdo, pero debemos reconocerles que no han abusado; en realidad muy pocas veces los líderes del Vaticano se han sentado ahí. En Cuba _supuestamente sin religión oficial_ se pretende que las virtudes de nuestros dirigentes son tantas como para que ni siquiera tengan que sentarse en un lugar especial: son eternamente perfectos, no pueden dejar de serlo, “no está en ellos”. Sólo pueden criticarse ellos mismos, cosa que no hacen muy a menudo. Pero ¿entonces resulta que yo, que por materialista dialéctico me estoy perdiendo la agradable esperanza de una vida eterna en el paraíso, debo además quedarme sin disfrutar de la libertad de pensamiento en la Tierra? Una de dos. No se me eduque científicamente para luego pedirme fe; no se me diga que debo votar “unido”, como le llaman a votar por todos los que están en la boleta el día de las elecciones, sin apenas conocerlos; no se me sustituyan dioses celestiales por terrenales, con designios inescrutables y todo. No se apele indiscriminadamente al prestigio, que no sea un cheque en blanco. Que me intenten convencer, está bien, pero no por la vía de bloquearme las opiniones contrarias, que es trampa, sino por la de argumentar mejor que ellas. Sométanse los actos de gobierno al escrutinio público, excepto los que descubrirían secretos de estado, y por supuesto, déjese de pensarse que todo es secreto de estado. No veo otra forma de cumplir con aquella buena idea de Fidel, de que cada uno de nosotros se diga “yo soy la Revolución” ¿Cuándo se dijo que se es más la Revolución mientras más viejo o mientras más importante el cargo? No es consecuente que se reconozca mi capacidad de ser una célula autónoma del proceso revolucionario, solo cuando esté recitando la consigna de turno _me recuerda aquello de Rosa Luxemburgo de que dar libertad sólo a los que piensan igual que uno, no es dar libertad. El hecho de imitar bien a un gran revolucionario, de cumplir como robots sus órdenes, no convierte a nadie en un gran revolucionario sino en un gran imitador, un buen robot. Que podrá ser útil o no, como los robots ¿pero revolucionario?... olvídenlo. Si un dirigente piensa una cosa mientras siente ser la Revolución, yo puedo opinar lo contrario y sigo sintiendo que yo también lo soy, y así será hasta que no lo debatamos en igualdad de condiciones. Eso no es una playa, no es un hotel, sino un estado mental y ni Fidel que me lo dio me lo quita.
Alguno se preguntará quién soy yo para afirmar algo de esa índole. Pues bien, yo soy la revolución. Tal condición me ha sido confirmada por el propio Fidel en su célebre frase, y yo lo que intento es actuar en consecuencia. Está claro que no soy el único que “soy la revolución”; sólo quiero hacer constar que no lo soy menos y que por ello tengo potestad para opinar acerca de mi país, lo cual por supuesto no significa que necesariamente tenga la razón. Así pues, he aquí mis argumentos:
En Cuba, uno de los principales métodos mediante los que supuestamente un ciudadano puede resolver algún descontento es plantearlo a su delegado _al de la zona donde reside_ que a su vez debe elevar el asunto hasta donde proceda, de manera que eventualmente pueda llegar al parlamento nacional ¿Funciona? Desde que hace 30 y pico de años tal sistema está vigente, a los delegados de base se les han formulado muchísimas quejas, pero es indudable que en determinado paso el flujo de ellas se traba, pues mientras en la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento) nuestros supuestos representantes siempre levantan la mano al unísono, muchos de los asuntos de que nos quejamos no son mencionados.
Una alternativa debieran ser los medios de información masiva, pero están muy ocupados en recordarnos lo malo que es el Imperio y lo bien que a su juicio funcionan las cosas aquí en Cuba. En cambio, en la parte en que deben tratar nuestras deficiencias no imputables al Bloqueo, son sumamente escuetos _algunos dicen que para no darle armas al enemigo, otros estimamos que por censura y autocensura y de todos modos dándole armas al enemigo. Es cierto que existen secciones de la prensa en las que los ciudadanos se quejan, pero las más de las veces de temas puntuales, anecdóticos: que si “en la empresa de correos me robaron el paquete que me envió mi prima desde Venezuela”, que si “el tren se demoró más de un día desde Camagüey a la Habana”. No es para disminuir la importancia de los hechos así denunciados, al contrario; difícilmente uno lea dicha sección del Granma, del Juventud Rebelde o de algún periódico provincial sin pensar “eso también me ha sucedido a mí”. La cotidianeidad de la mayoría de los cubanos está demasiado llena de problemas de ese tipo como para que se les trate como cosas puntuales: muchos puntos juntos se convierten en mancha y como tal debiera tratársele, lo que en este caso quiere decir que en vez de tomarla con los innumerables síntomas, deberían analizarse las raíces de los problemas: si las entidades de base de cierto ministerio fallan una y otra vez en todo el país, no puede tardar infinitamente el momento de concluir que no es casualidad y que por tanto ya toca criticar al propio ministerio, al ministro. Del mismo modo, si muchos ministerios fallan, es de sospechar que la dirección del país esté involucrada en el problema.
Lector cubano: ¿De cuántas veces que has tenido un percance del que supuestamente deberías quejarte ante tu delgado, ante cuántas cosas del funcionamiento de este país que no te gustan, has acudido a ese mecanismo? ¿Cuántas personas conoces que lo hagan? Entre las que me rodean, la mayoría jóvenes, pocos saben quién es su delegado ni les interesa y si algo les disgusta, lo hablan sólo entre ellos, en el marco de lo que los cubanos hemos bautizado como “comentarios de pasillo”. Lo menciono porque sospecho que ese proceder está bastante generalizado y un indicio de ello es el tipo de propaganda que ha aparecido en nuestra televisión: En la escena hay un vendedor maltratando a un ciudadano ¿Cómo reacciona éste? Opta por digerir el agravio y seguir adelante, pero entonces, cual si se estuviera rodando una película, una voz ordena que “corten” y que vuelvan a comenzar. En la “segunda toma” la cosa bifurca diferente: la víctima “no la deja pasar” sino que se queja, hace valer su derecho, y por supuesto, le sale bien, que después de todo es ficción. Si esto está apareciendo en un espacio tan poco dado a señalar nuestros defectos como lo es la televisión, debe estar bastante generalizada la actitud de que no solo no nos quejamos ante nuestro delegado sino que ni siquiera nos quejamos al tipo que nos vende bajo de peso. En esto ha quedado nuestro aguerrido pueblo, en que si los yanquis nos invaden nos los comemos vivos, pero mientras tanto… Se nos adhiere más y más la idea de que la fatalidad nos va a acompañar a como sea y dado que eso es así ¿de qué democracia vamos a hablar, de qué acceso popular a la dirección del estado, si la mayoría ni siquiera se anima a intentar modificar su entorno público más inmediato?
Fue significativo el hecho de que el gobierno nos convocara a quejarnos, a que no tuviéramos miedo de decir lo que pensábamos (“¿por qué habríamos de tenerlo?”, puede uno preguntarse socarronamente), en aquellas asambleas en nuestros centros de trabajo, de estudio y demás. Sucedió poco después del cambio de gobierno, circunstancia que sugería que las cosas podrían mejorar. Y hasta nos entusiasmamos, evidentemente no fueron de esas reuniones aburridas que tanto padecemos, nadie tuvo que decir el clásico “¿quién rompe el hielo?”: las quejas llovieron, se ha dicho que en todo el país fueron tres millones. Obviamente si el Poder Popular funcionara, no tendría que haberse recurrido a eso. Ni las gentes hubieran reaccionado como olla a presión cuando le quitan el tapón sino que hubieran dicho “¿para qué vamos a hablar aquí, si ya se lo dijimos a nuestro delegado y estamos seguros de que ya lo está tratando de resolver?”. Tres millones de quejas reprimidas, que solo brotan públicamente mediante una citación extraordinaria, no dejan bien parado al sistema democrático en su versión habitual.
Y ya que hablamos de aquella convocatoria… ¿en qué quedó? Uno especula que si están analizando las quejas, que si duermen en alguna gaveta, que si esto y lo otro, pero ¿no es más respetuoso que alguien se encargue de decírnoslo o al menos decir cuándo nos lo van a decir o informarnos por qué no lo dicen? ¿O tenemos que quedarnos con la duda de si quizás fue sólo un gran monólogo del pueblo, un inmenso comentario de pasillo? El objetivo democrático de aquel evento queda en suspenso mientras no se respondan estas preguntas. Hay que reconocer que cierta parte de nuestras reclamaciones fue atendida: ya tenemos el derecho de ir a los hoteles, de comprar celulares y computadoras… para lo que nos vale. Pero para saber que a nadie le gusta que le impidan por ley ir a un hotel no había que armar tanta reunión. Además ¿cómo podía ser? Los hoteles y las playas estaban entre los bienes que el gobierno revolucionario había recuperado en favor del pueblo y Nicolás Guillén, nuestro Poeta Nacional, los había mencionado explícitamente entre los derechos que como cubano en revolución había logrado para siempre, por merecedor de ellos, por tener “lo que tenía que tener” _sin que le pasara por su cabeza que ese patrimonio podría serle negado por los que se lo habían entregado antes. Pues bien, hotel más hotel menos no es lo importante, si de todos modos no vamos a ir porque hay que pagarlos y no con los precios de la época en que Guillén hizo su poema. Que no nos dejaran entrar a Varadero y a otras playas por ser cubanos residentes en Cuba (los de Miami o cualquier otro lugar sí podían ir), estuvo peor. Pero al final está el consuelo de que los beneficios que produce el turismo van a parar al pueblo. Ese no es el asunto, sino el hecho de que para quitarnos esa parte de “lo que teníamos que tener”, no se nos preguntó o mejor dicho, sí: Ya habíamos votado en 1976 a favor de la Constitución de la República actual, que entre otras cosas prohíbe que se nos prohíba entrar en lugares públicos, entre los que se incluyen naturalmente los hoteles y las playas. Así que esa fue nuestra última palabra de la última vez que se nos consultó y de eso hacen más de 30 años ¿Qué les hizo pensar que entretanto habíamos cambiado de parecer? O de cualquier modo ¿cómo puede a alguien “allá arriba” ocurrírsele que está interpretando el sentir del pueblo cuando le prohíbe entrar a las playas o tener teléfonos celulares? ¿Son tan ciegos? Asusta creerlo pero apostaría a que no sólo se trata de eso sino de otra cosa, nefasta también. Y es que nuestro parecer no les importa tanto, de paso tampoco la Constitución de la República y menos aquel poema. Convocatoria a protestar aparte, el mecanismo de decidir cuestiones importantes de nuestras vidas, irrespetando nuestros derechos y opiniones, está intacto. Por ejemplo, se sigue ignorando nuestro derecho amparado por nuestra constitución de vivir en cualquier parte de nuestro país y del mundo, por culpa de una ley que prohíbe a casi todos los que nacieron fuera de la Ciudad de la Habana, vivir en esa ciudad, más la obligación de tener que pedir un permiso para salir del país. O la famosa ley de peligrosidad, que permite a los tribunales condenar sin que se haya producido el delito, basado en la sospecha de que se va a producir alguno (como en aquel filme: Minority Report). Ahora mismo está circulando la información de que los cubanos no tenemos derecho a comprar tarjetas para acceder a Internet… Sería interesante que alguno de nosotros de pronto tuviera lo que hay que tener para acusar al gobierno cubano en un tribunal cubano por violar la constitución cubana ¿Qué habría salido de ahí? Imposible saberlo. Incluso la gran mayoría ni sospecha que algo así pueda hacerse y por supuesto, el Granma no va a informárselo. Por muy de buena fe que tengan los que nos dirigen, no pueden saber más de las necesidades del pueblo que el pueblo mismo; ni la suma de las inteligencias de los integrantes del Buró Político, por muy ilustrados que sean, puede ser mayor que la suma de la inteligencia de millones de cubanos. Y menos a 50 años de revolución. Que por cierto ¿no era ésta la de los humildes? Pues seguimos siendo los humildes, pero más educados… vamos, que no podemos ser tan ignorantes como para que se nos ignore tanto. O si no, sucede lo que sucede: que las inteligencias no encuentran cause donde juntarse, para discrepar, para mover al país más inteligentemente en función de su bienestar; que no hay, en definitiva, acceso popular a la dirección del estado. Piénsese en esto: Desde hace mucho tiempo los cubanos venimos diciendo que no es lógico que se nos pague lo mismo si trabajamos que si no. Ésa es una idea sencilla y buena pero durante muchísimos años los de arriba se dieron gusto ignorándola... Otro ejemplo es lo de Obama. Por ahí hay alguna que otra cosa que ha dicho sobre Cuba y que no se ha informado en los medios cubanos. Supongo que sea por el temor de que si el pueblo se entera, se confunda con los famosos “cantos de sirena”.Pero el asunto es que se están negando a compartir con nosotros ciertas informaciones _que por supuesto no son secreto de estado de ningún lugar pues se publican en medios extranjeros_perdiéndose así la oportunidad de procesarla en compañía unos cuantos millones de cubanos, de los que por otra parte se pasan la vida diciendo (parece que con los dedos cruzados) que son el pueblo más educado del mundo. Cuando se piensa que el 60 % de la tierra está sin cultivar y que durante tantos años fue así sin que nos conste que nuestros líderes hayan hecho algo al respecto, ni siquiera mencionarlo y mucho menos discutirlo con el pueblo, a la vez que tanta gente como comentario de pasillo decía que era ilógico, cuando uno piensa en eso, no puede sino desear que esos pasillos tengan más protagonismo.
Recién leí un libro acerca de la China de la década de 1960 en el que se contaba esta anécdota: Un piloto de avioneta había tenido un accidente al aterrizar, nada fatal. La medida que tomaron sus jefes fue que tenía que leer las obras completas de Mao. Lejos de lo que pueda suponerse no se trataba de un castigo sino de la mejor forma que encontraron para hacerlo buen piloto: creían la palabra del Gran Líder tan poderosa como para eso. Sea o no cierta la historia, no está tan alejada de casos de voluntarismo que hemos padecido en Cuba. Incluso hoy, habiendo el gobierno llegado a la conclusión ¡al fin! de que nuestro problema de productividad debía intentar resolverse pagando salarios proporcionales al aporte de cada cual, todavía se nota su reticencia a actuar en ese sentido; de hecho ¿por dónde anda la prometida reforma salarial? Era para principios de este año _“sin prórrogas”_ y ya casi estamos en junio. Mientras, insisten en apostar soluciones reiteradamente inefectivas como poner en la televisión propaganda orientada a convencernos de que trabajemos bajo este argumento: porque es lo correcto, lo moral ¡A estas alturas! Lo correcto y lo moral es que a los trabajadores se nos pague por lo que hacemos y que no se nos pague si no lo hacemos ¿Cómo puede pensarse que nuestra falta de dedicación al trabajo se deba a que no se nos ha insistido lo suficiente en que trabajemos por amor al arte?Quizás estaría bien que algo así funcionara, pero no es lo que dice la práctica. Es tan buena idea como aprender a pilotar leyendo a Mao. Llevamos una buena cantidad de años enterándonos en el noticiero de cómo el compañero Machado Ventura va por todo el país supervisando innumerables reuniones donde la “novedosa” solución que se encuentra a la improductividad, a la inasistencia y en general a cualquier cosa es “incrementar la labor político-ideológica”. Cada vez que lo oigo me acuerdo de aquel cuento del borracho que en el velorio repetía “lo mismito del año pasado”. Luego, recientemente, hemos visto al propio Machado orientando que no se deben hacer reuniones por gusto; pareciera una contraorden. En definitiva despotricamos contra la absurda actitud de la dirigencia yanqui de mantener durante 50 años el Bloqueo sin que haya cumplido nunca su objetivo declarado de virar al pueblo de Cuba contra su gobierno; o porque se gastan su buena millonada en transmitir hacia nuestro país una televisión que nadie ve; nos burlamos de tales estupideces que recuerdan a una mosca golpeando una y otra vez el cristal, y sin embargo nosotros estamos en las mismas: insistiendo como posesos en cosas que han demostrado ser ineficaces. La reciente discusión que el pueblo realizó convocado por el gobierno sobre la ley de la jubilación, ha sido señalada como prueba de que cuentan con nosotros para tomar importantes decisiones. Pero no es realmente un debate nacional aquel en que las opiniones que oye todo el país en los medios de información masiva, son sólo las favorables a la idea gubernamental, mientras que las otras nada más son escuchadas por la parte del pueblo que está en la reuniones donde son emitidas. Que fue lo mismo que sucedió con la convocatoria raulista a quejarse de la que hablaba más arriba. En el sitio Kaos en la Red, por ejemplo, se publicó un artículo que cuestionaba la nueva ley de la jubilación por ser, según el autor, un intento de promover la productividad por vías inapropiadas ¿Hubiera votado igual el pueblo de haber tenido acceso a argumentos como ese?Nunca se sabrá. Pero en general aquí las cosas siguen ocurriendo como en el reciente cortometraje Brainstorm de Eduardo del Llano, en el que por mucho que se debatía qué hacer, siempre se supo que al final se haría lo que indicara cierta llamada telefónica “de arriba”.El principal argumento que tienen los defensores del sistema que critico es atacar al capitalismo. Con sólo demostrar que no somos como éste, creen estar demostrando que estamos haciendo lo correcto. Como si sólo se pudiera ser de dos modos: o como esas sociedades o cómo somos ahora. Para ellos cualquier cambio que hagamos tiene necesariamente que colocarnos bajo la bota del Imperio; tal como si ya fuéramos la perfección o lo mejor que podemos lograr. Sólo ven dos caminos: o quedarnos donde estamos o retroceder. Lo de avanzar no les pasa por la mente ¡Y después van tan orondos diciéndose revolucionarios! Si les cuestionan por qué los cubanos tenemos que pedir permiso de salida, alegan que los haitianos tampoco pueden viajar por falta de dinero; si les preguntan que por qué no tenemos prensa libre, alegan que eso no existe en ningún lugar; si se les recrimina la falta de democracia, espetan de este modo “¿De qué democracia hablan? ¿De la que permite que se mueran niños de hambre, etc, etc?” Y a pesar de que aparentemente están haciendo una pregunta, nunca esperan la respuesta pues no suelen hacer caso de que su interlocutor también tiene cerebro y boca. La respuesta, por lo menos la de muchos de nosotros, es que no, que no queremos la democracia de Haití con sus niños muertos de hambre; ni la de Colombia donde el ejército asesina a campesinos; ni la de Estados Unidos, con sus policías golpeando negros y millones de mendigos; ni la de países como España, que fueron a la guerra de Iraq a pesar de que era obvio que la mayoría de su población se oponía. No queremos esas democracias por la sencilla razón de que no son democracias y nosotros lo que estamos pidiendo es democracia. Ah, pero de pronto un día a nuestros líderes se les ocurre, por ejemplo, eliminar el permiso de salida, y allá van estos compañeros a alabar tal decisión, como si hasta ayer no hubieran abjurado de su posibilidad ¿Cómo pueden cambiar de pensamiento así de pronto? Fácil: nunca hubo tal; ellos no están para pensar sino para repetir consignas. Se alega la necesidad de defendernos del enemigo para justificar las prácticas anticonstitucionales en Cuba _como por ejemplo escamotearle información al pueblo. Salvando las distancias, este argumento de prescindir de la legalidad debido a “circunstancias especiales”, es el mismo que usa el gobierno norteamericano al cometer tropelías como la de Guantánamo y muchos etcéteras. Salvando la enorme distancia, repito. Pero es que no estamos realmente en circunstancias especiales. La amenaza yanqui dura ya 50 años, lo cual la convierte en norma. La constitución socialista data del mismo año del atentado al avión cubano en Barbados; no es sostenible la idea de que el magno documento se hizo para tiempo de paz y que por lo tanto no aplica ahora. Pero aun si por algún motivo fuera en cierta medida obsoleta o deficiente, lo correcto es hacerle las enmiendas adecuadas en vez de continuar violando algunos de sus artículos.Tenemos la mejor política exterior del mundo. Pedimos con razón la democratización de la onU, acusamos acertadamente al Imperio de pretender imponer un discurso único, y no es que esté mal buscar las pajas en el ojo ajeno, lo que está mal es no ver las pajas en el nuestro. Porque hablando de discurso único ¿cuántos discursos se escuchan en Cuba? Si hasta el mismo Fidel reconoció que fue un error pensar que alguien sabía como hacer el socialismo ¿cuándo en la prensa cubana se va a debatir cómo construir nuestra sociedad? ¿Cuándo publicarán algunas de las propuestas aparecidas aquí en Kaos? ¿Por qué nuestros dirigentes siguen actuando como si en efecto, sólo ellos supieran cómo hacer el socialismo?La democracia socialista no es algo que los yanquis quieren de nosotros, al contrario, es algo que nosotros necesitamos para combatir al Imperio. No se siga alegando la libertad que tenemos internacionalmente, la soberanía como país, para justificar la falta de libertades internas, como si libertad exterior e interior fueran excluyentes ¿Qué clase de pretexto es ese de que la democracia verdadera no existe en ningún lugar? Cuba realizó una profunda revolución antiimperialista a 90 millas de los Estados Unidos, les ha dicho todas las verdades en su cara a ese país durante 50 años, derrotó al poderoso ejército racista de Sudáfrica, resistió la caída de la URSS, y siendo un país subdesarrollado no sólo mantiene altos índices de salud en su suelo sino que envía médicos a medio mundo, y luego de todo esto y más ¿me van a decir que Cuba no puede hacer algo porque nadie lo ha hecho antes? Pues bien, seamos nosotros los primeros en hacer la democracia ¿Qué mejor lugar para intentarlo que la Cuba socialista y soberana? Y no solo porque es bonito sino porque es práctico.Tantas mentes en función de un objetivo común nos ahorrarían muchos errores. Si queremos ser los únicos socialistas del mundo, debe asumirse que queremos ser los únicos democráticos.
Algunos estamos a la expectativa con el congreso del Partido. “Quizás ahora”, pensamos algunos, y sí, puede que quizás ahora. Antes lo habíamos pensado del Congreso de la UNEAC, después de la “guerrita de los emails”, y no fue. El asunto es que no depende de nosotros, depende de “ellos”, de lo que quieran o crean correcto hacer; lo deciden unilateralmente. Recuerdo en la década de lo 80 cuánto se nos explicó la subida del precio de las guaguas de 5 centavos a 10, para que el pueblo no lo sintiera como una medida arbitraria. Luego, sin explicarnos nada, llegaron paulatinamente a los 40 centavos actuales, que comúnmente son 1 peso pues esas guaguas chinas y rusas estarán muy buenas, pero sus choferes no dan cambio. No me estoy quejando del precio de los ómnibus urbanos, que siguen siendo relativamente baratos, sino de que se toman la molestia de explicarnos, de convocarnos, sólo cuando les parece, pues no se sienten realmente obligados nunca. Un día nos dan esta migaja de espacio político, otro día aquella; a sus aires. No rinden cuentas. Hay voces pidiendo la sustitución del socialismo de estado por la socialización verdadera. Nadie parece oírlas. Movilizan a todo el país para hacer un censo, luego se demoran todo lo que quieren en dar los resultados, y sin explicar nada un buen día los dan y punto. Ni siquiera dentro del propio Partido actúan diferente ¿Cuántos años llevan pasados del tiempo estipulado para efectuar el congreso? ¿Alguien nos explicó algo a los militantes? Es cierto que el imperio está ahí y nos bloquea. Lejos estaba el triunfo revolucionario y ya Fidel sabía con quién tendría que vérselas la revolución triunfante. Él, ya decidido a irse “contra el tráfico”, estaba seguro de que los policías del mundo no se lo iban a perdonar y menos a 90 millas de su recinto. Pero si se piensa bien, de eso se trata el monstruo que tan temprana y correctamente describió Martí, eso es lo que les toca hacer a los imperialistas, así justifican su salario, por así decirlo, es su manera de realizarse profesionalmente: yendo por el mundo acabando con la quinta y con los mangos en busca de petróleo, caucho, diamantes, cualquier cosa que se les ocurra necesitar, que siempre es muchísimo más que lo que merecen. Esos son los gajes de su nefasto oficio ¿cuál es, en cambio, nuestra tarea? Impedir la de aquéllos, no dejarlos engordar su currículo a costa nuestra. Se dice fácil, pero cómo realizarlo a la perfección es una incógnita. Mas una cosa es indudable: que la mejor forma de enfrentar el Bloqueo no es tener tan mal cultivada la tierra, ni importar cosas que podemos producir aquí, ni pagar a cada cual independientemente de cuánto se esfuerce, y mucho menos, por supuesto, desperdiciar los criterios de nuestra educada población. No puede seguirse desconociendo es que darnos el lujo de cometer tan evidentes disparates frente al Imperio es seguirle la corriente. No puede ser que cada vez que no logremos algo, culpemos al Imperio. Es cierto que los imperialistas más malos no pueden ser y que como dijera el Ché “no se les puede dar ni un tantito así”, eso no está en discusión. Lo cuestionable es cómo lograrlo, como no darles ese tantito _que a mi juicio hace años que se lo venimos dando. No nos llamemos a engaño porque 10 administraciones yanquis no hayan podido tumbar el sistema cubano actual. Revolución no se trata sólo de estar 50 años resistiendo; eso es sólo un medio para lograr el fin, que es esencialmente avanzar. Muchos viejos revolucionarios se quejan del desapego de la juventud hacia el sistema. Ahí hay de todo, pero en cualquier caso no se le puede exigir a los jóvenes, que estén conformes con tener un empleo seguro, o porque disfruten educación y salud gratis. Esos beneficios, _inéditos en cualquier país, sobre todo del Tercer Mundo_ son cosas que la juventud cubana da por sentadas y es bueno que las den por sentadas: es lo mínimo que merece un ser humano. Los muchos países donde no están garantizadas, transitan todavía la etapa pre-revolucionaria, que obviamente ya superamos. No es lógico ni es revolucionario pretender que se conformen con eso pues como decía Silvio en la entrevista recientemente publicada en Kaos en la Red: “Es natural que los jóvenes exijan a partir de lo que tienen”. Hemos culpado a la desaparición de la URSS de demasiadas cosas. En primer lugar no tuvo que haber sido tan sorpresiva. En los supuestos años florecientes del Campo Socialista, se decía mucho en Cuba que el socialismo no podía sobrevivir sino donde hubiese una sólida unidad entre el partido y las masas. Y al mismo tiempo teníamos miles de estudiantes cubanos que regresaban de la Unión Soviética contando cosas como los problemas que tenía ese país en su sistema de salud, que en realidad no habían resuelto la cuestión de las nacionalidades y que en general allá existía un creciente divorcio entre el partido y las masas. Eso para no hablar del resto de los países del extinto bloque. Todo lo contrario a lo que decía nuestra prensa. El “desmerengue” nos tomó por sorpresa sólo porque no se nos permitía ni remotamente pensar en su posibilidad ¡Porque hasta criticar a los dibujos animados rusos era una blasfemia! ¿Para qué hablo de esto? Porque seguimos en las mismas. Porque nos metemos la vida diciendo que el capitalismo mundial no puede continuar así, que si la burbuja especulativa, que si el dólar sobrevalorado, y cuando irremediablemente viene la crisis del capitalismo que tanto hemos pronosticado, ¡la culpamos del incumplimiento de nuestros planes! No puede ser que frente a crisis mundiales que ya hemos previsto, el único plan que tengamos sea que el pueblo vuelva a apretarse el cinto.Esta se supone una revolución antiimperialista, y justificar sus estancamientos usando como pretexto la existencia del imperialismo suena un poco a alegar que un plaguicida no funciona por culpa de las plagas. Sencillamente no estamos cumpliendo nuestro cometido y el ánimo de la mayoría de nuestros jóvenes da fe de eso. Fidel dijo que “revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado” ¿Cómo podemos creerle y a la vez estar viendo como cosas que obviamente deben ser cambiadas _como lo del 60% de la tierra sin cultivar_ permanecen años y años igual o empeorando, sin que se permita debatirlas, y mientras tanto seguir diciendo que estamos en revolución? Quizás 50 años de intento de construcción de hombres nuevos hayan sido insuficientes como para haber creado el reemplazo de la dirigencia histórica, o quizás sí lo creó, pero ésta no se aparta. Hay que reconocer que no se ha logrado inculcar a la mayoría de los adolescentes y jóvenes, el conocimiento de por qué es importante que “esto” no se caiga. No hay dudas de que a ellos les va a tocar algún día, la duda es qué van a hacer entonces. Sea como sea, el hecho de que de la sustitución tenga que encargarse en persona la intransigente muerte, en lugar de dejársela a la pujanza de una generación más nueva, no es un indicio de democracia. Y no es que a uno le agrade ver nuevos rostros en la primera página del Granma, que de todos modos ya hemos tenido bastante de jóvenes promovidos por pensar como viejos; sino que es, entre otras cosas, un asunto biológico: mientras uno es más viejo, piensa peor. No tiene que ser así en todos los casos, pero no es la norma. A raíz de la reciente destitución de Felipe Pérez Roque y Carlos Lage, un forista de Kaos escribía que tal suceso demostraba que nadie era perfecto ni intocable. Si lo hubiera dejado ahí habría estado bien. Pero luego se desmentía añadiendo que si Fidel los había condenado públicamente a ambos, por algo sería y había que dejarlo así. El que eso plantea quizás no lo sabe, pero no está realmente convencido de que nadie sea perfecto puesto que como se ve, cree que Fidel sí lo es. En la Iglesia Católica existe una norma que consiste en que desde que el Papa se sienta en cierta silla específica y hasta que se levanta, estará en un estado de gracia que llaman “ex-cátedra”, que significa que lo que diga durante ese tiempo será perfecto, totalmente incuestionable, dogma, como dicho por el mismísimo Dios. Es absurdo, pero debemos reconocerles que no han abusado; en realidad muy pocas veces los líderes del Vaticano se han sentado ahí. En Cuba _supuestamente sin religión oficial_ se pretende que las virtudes de nuestros dirigentes son tantas como para que ni siquiera tengan que sentarse en un lugar especial: son eternamente perfectos, no pueden dejar de serlo, “no está en ellos”. Sólo pueden criticarse ellos mismos, cosa que no hacen muy a menudo. Pero ¿entonces resulta que yo, que por materialista dialéctico me estoy perdiendo la agradable esperanza de una vida eterna en el paraíso, debo además quedarme sin disfrutar de la libertad de pensamiento en la Tierra? Una de dos. No se me eduque científicamente para luego pedirme fe; no se me diga que debo votar “unido”, como le llaman a votar por todos los que están en la boleta el día de las elecciones, sin apenas conocerlos; no se me sustituyan dioses celestiales por terrenales, con designios inescrutables y todo. No se apele indiscriminadamente al prestigio, que no sea un cheque en blanco. Que me intenten convencer, está bien, pero no por la vía de bloquearme las opiniones contrarias, que es trampa, sino por la de argumentar mejor que ellas. Sométanse los actos de gobierno al escrutinio público, excepto los que descubrirían secretos de estado, y por supuesto, déjese de pensarse que todo es secreto de estado. No veo otra forma de cumplir con aquella buena idea de Fidel, de que cada uno de nosotros se diga “yo soy la Revolución” ¿Cuándo se dijo que se es más la Revolución mientras más viejo o mientras más importante el cargo? No es consecuente que se reconozca mi capacidad de ser una célula autónoma del proceso revolucionario, solo cuando esté recitando la consigna de turno _me recuerda aquello de Rosa Luxemburgo de que dar libertad sólo a los que piensan igual que uno, no es dar libertad. El hecho de imitar bien a un gran revolucionario, de cumplir como robots sus órdenes, no convierte a nadie en un gran revolucionario sino en un gran imitador, un buen robot. Que podrá ser útil o no, como los robots ¿pero revolucionario?... olvídenlo. Si un dirigente piensa una cosa mientras siente ser la Revolución, yo puedo opinar lo contrario y sigo sintiendo que yo también lo soy, y así será hasta que no lo debatamos en igualdad de condiciones. Eso no es una playa, no es un hotel, sino un estado mental y ni Fidel que me lo dio me lo quita.
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