martes, 7 de julio de 2009

La disyuntiva cubana

Del prolongado estancamiento estatista-burocrático se podría transitar o al nuevo socialismo o a la plena restauración capitalista.

Por Narciso Isa Conde
La revolución cubana ha sido uno de los procesos más admirables de la historia moderna para todo aquel que ponga en el centro de su corazón y de su mente la lucha por la justicia, el derecho a vivir dignamente y el sentido humano del quehacer político, social y cultural en los combates por la emancipación de los pueblos.

Cuba revolucionaria merece, porque se la ha ganado, una solidaridad sin límites ni condiciones, y sus conquistas y aciertos históricos deben ser defendidos hasta las últimas consecuencias.

Su pueblo, sus fuerzas revolucionarias, sus movimientos sociales, sus dirigentes históricos, sus intelectuales, atletas y artistas… precisamente por ejemplares concitan una sincera admiración que es preciso rodear de respaldo.

Me inscribo en el amplísimo arco iris que ha militado y admirado la revolución Cubana como si fuera propia y, sobretodo, como tesoro de nuestra América y de toda la humanidad; primera y única revolución de orientación socialista en el hemisferio occidental a todo lo largo del siglo XX.

No solo por ser la primera en su tipo a escala continental y en el escenario de una pequeña isla ubicada en el centro de la frontera imperial, la Revolución Cubana es merecedora de todo eso y mucho más, sino además por su singular rebeldía y determinación antiimperialista en condiciones tan adversas: cercada, bloqueada, sistemáticamente agredida por la feroz superpotencia capitalista estadounidense. Gravemente erosionada por todo lo que implicó el derrumbe de la URSS y del “campo socialista”. Y siempre digna.

Pero además la revolución cubana le ha garantizado a su pueblo -con los altibajos causados por su accidentada y heroica existencia- una vida biológica y espiritual de calidad, expresada en niveles de alimentación-nutrición, salud colectiva, educación, cultura, deporte…realmente sin precedente a lo largo de la existencia de países parecidos en todos los continentes.

Aun con todas las adversidades, aun con todas las agresiones, aun con las circunstancias adversas que han gravitado sobre el proceso revolucionario cubano, allí en breve plazo se superó la miseria y el hambre que azotan cada vez más a la humanidad y azotaron su territorio y sus pobladores por cuatro siglos y medio, logrando así que las expresiones de pobreza que han perdurado no alcancen niveles extremos. Eso es una gran hazaña.

Una hazaña como lo ha sido también mantenerse altivamente de pie frente a todos los cercos, agresiones bloqueos y derrumbes; al tiempo de exhibir a escala mundial la hoja más pródiga en materia de internacionalismo y solidaridad para con los demás pueblos del mundo.

Eso no está en discusión, como no lo está nuestra solidaridad sin límites frente a la continuidad del bloqueo estadounidense, a la hostilidad del imperialismo occidental, a las perversidades de la mafia cubano-americana de Miami, a las agresiones de las derechas de todas las matices, a las pretensiones de afectar su autodeterminación y de utilizar sus dificultades externas y internas -incluidas las que se derivan de la crisis que afecta sus estructuras socio-económicas- políticas estatistas y del desgaste físico-biológico de sus dirigentes históricos- para inducirla y/o forzarla a cualquier tipo de restauración capitalista.

Esta nítida y beligerante actitud frente a los enemigos de la revolución y del pueblo cubano, respecto al antiimperialismo y anticapitalismo que han abrazado sus sectores de vanguardia y respecto a las convicciones socialistas (que más allá de la burocratización estatal han posibilitado construir el “socialismo de Estado” con importantes conquistas sociales y significativa reducción de las desigualdades), no conlleva en mi caso dejar de expresar preocupaciones sobre los peligros que en otro órdenes asechan a ese valioso proceso.

Peligros relacionados con la evolución del modelo establecido y con los errores propios que terminaron de conformarlo y expandirlo hasta adoptar sus presentes características; riesgos relacionados con la crisis estructural y la tendencia al agotamiento del modelo vigente y con los problemas derivados del peso implacable de los años sobre su liderazgo histórico y de la cercana perspectiva del agotamiento de su vida biológica.

Obviar esta reflexión, ocultar estas preocupaciones, cuando la necesidad de nuevos cambios revolucionarios tocan como necesidad las puertas de esa sociedad para la superación de su crisis singular y el repunte de las transformaciones, sería a mi entender no solo erróneo, sino además poco solidario; aunque esa omisión complaciente tome por pretexto la solidaridad frente a sus adversidades externas y las asechanzas y propósitos del enemigo imperialista.

La continuidad de la revolución cubana como revolución popular anticapitalista y –sobretodo- como nuevo proceso que posibilite avanzar más aceleradamente hacia el socialismo, está ciertamente amenazada por factores externos de carácter endémico a la naturaleza del capitalismo y del imperialismo mundial, pero también –repito- por factores internos relacionados con el nivel actual de la crisis estructural del modelo estatista establecido en ese país

Si erróneo sería debilitar la solidaridad frente a los agresivos factores externos contrarrevolucionarios, también lo es no atender las disyuntivas internas y no reconocer la necesidad cada vez más imperiosa de la renovación revolucionaria de ese proceso.

En ese espíritu nos decidimos por exponer – como lo hemos hecho en otras ocasiones- nuestras sinceras apreciaciones en torno a la trascendente actualidad cubana. Siempre desde la militancia en la revolución, desde el antiimperialismo y desde los ideales comunistas, socialistas…, que ha sido nuestra opción de vida en el quehacer político y social; siempre desde el interés de hacer crecer, como factor contrario a los estancamientos y dogmatizaciones, la “herejía revolucionaria”, esto es, la creación y renovación permanente.

Reconozco que no es el camino más cómodo, sobretodo por el peso de la intolerancia en la cultura política de ciertas izquierdas, pero sí el que me parece más honesto, más eficaz y más sincero.

· Preocupaciones, tensiones y endurecimientos


Desde Cuba nos llegan señales de que las tensiones crecen y las preocupaciones más.

En esta fase el poder establecido, más allá de cualquier deseo inicial de sus representantes, se endurece hacia dentro cuando convendría tonarse más tolerante y reflexivo; incluso se impregna en mayor medida del conjunto de concepciones y métodos que caracterizan el quehacer militar en una sociedad donde la defensa por esa vía ha jugado un rol tan sobresaliente.

Esto ha sido consecuencia directa del traspaso en mayor escala a las áreas civiles del Estado de cuadros y concepciones propias de la incursión militar en la economía y otros aspecto de la gestión y organización estatal desde la destaca personalidad de Raúl Castro y su equipo técnico-militar, quien al relevar a Fidel ha comenzado a desplegar su impronta.

Las primeras y positivas señales a favor del debate ofrecida por el nuevo gobierno, la concreción del llamado a la discusión interna en todos los niveles y el anuncio de la disposición a “cambiar todo lo que haya que cambiar”, no rebasaron el rol de la catarsis, del desahogo en gran escala.

Cierto que algunas cosas cambiaron: algunas para mejor, otras para peor. Pero la mayoría –y en especial las fundamentales- se han quedado iguales. Por lo que de un cierto entusiasmo, de un moderado resurgir de la esperanza, se ha pasado a una significativa insatisfacción, a un resurgir del descontento, a un crecimiento de la crítica sin canales abiertos ni programas de reuniones para su expresión.

Cuando el nuevo Presidente Raúl Castro convocó a ese importante debate, lo dicho ordenadamente en centenares de miles de reuniones de núcleos del partido, de Comités de Defensa de la Revolución (CDR), de reuniones de organismos, de asambleas y encuentros de organizaciones sociales, se quedó soterrado, sin expresión horizontal y, peor aun, sin expresión abierta.

De todo lo expuesto y propuesto, cuyo volumen y diversidad se ha dicho que fue realmente impresionante, solo se ha tenido en cuenta una parte reducida; casi nada realmente relevante, mucho menos diferente a lo inicialmente planteado por la nueva administración. Y a partir de esos resultados, las quejas, las ideas, las propuestas diferentes, las críticas, las valoraciones… se han reactivado desordenadamente por todos los canales imposibles de prohibir.

Entonces, la presión soterrada desde las bases ha endurecido la defensa del poder inmóvil en medio de su prolongada crisis. Su verdadera naturaleza burocrática-militarizada-autoritaria, más allá de los diversos matices y las diferentes sensibilidades de sus principales figuras, se ha potenciado hasta romper su pasividad frente a las críticas y comenzar a aplicar medidas administrativas y restrictivas más fuertes, sin diferenciar al contra-revolucionario pro-capitalista del revolucionario marxista en búsqueda de alternativas, más bien con bastante ensañamiento hacia estos/as últimos/as.

· Los temas de fondo

La cuestión de fondo toca dos grandes temas, que se han tornado en grandes necesidades: el cambio de un modelo económico y político adoptado en el devenir de la revolución anticapitalista y antiimperialista y el cambio a favor de las más jóvenes generaciones revolucionarias en las funciones de Estado, partido y movimientos sociales. Ambas necesidades forman parte de la agenda actual de aspiraciones de quienes vehementemente no desean la derrota del proceso y al mismo tiempo se oponen a la restauración capitalista en cualquiera de sus variantes: la china, la gringa y las demás.

Ambos temas a su vez se relacionan muy estrechamente con dos grandes problemas todavía sin superar:

1) El agotamiento del modelo estatista-burocrático que paso a paso, progresivamente, se impuso contra las propias características jacobinas, rebeldes, heréticas de la revolución original. El proceso de conversión de las estructuras de poder en Cuba en mecanismos y sistemas muy parecidos a los del llamado socialismo euro-oriental, reproduciendo parcialmente fenómenos negativos similares y generando la presente crisis.

2) La declinación biológica de la generación histórica de la revolución, la que le facilitó una significativa y fundamental cuota de legitimidad política al modelo burocrático en expansión y la que condicionada por la consolidación del modelo vigente hizo cultura de poder conduciéndolo; interiorizando - posiblemente sin proponérselo- una parte de sus concepciones, métodos y procedimientos; desechando finalmente (en diferentes ocasiones en que fueron oportunos o estuviera planteada su necesidad) los cambios necesarios hacia la renovación socialista, y persistiendo en las tolerancia y concesiones significativas al proceso de burocratización.

II

La tendencia al agotamiento del modelo cubano como factor de desarrollo ha devenido en crisis estructural, insuperable dentro de su propia dinámica sin producir un corte superador. Más aun, en ese contexto las grandes conquistas tienden a debilitarse y afectarse, mientras las precariedades y deformaciones políticas, económicas y sociales tienden a crecer, y no solo por las agresiones externas.

En realidad si no se le abre camino a las nuevas transformaciones socializantes y democratizadoras, si no se supera la intermediación burocrática, si no se convierte al pueblo trabajador en real dueño y gestor de los medios de producción, distribución y servicios, sino se deja atrás toda expresión del patriarcado, del adulto-centrismo y del racismo cultural; sino se pasa del -ordenó y mando- a una auténtica participación colectiva en la toma de decisiones, sería imposible salir del estancamiento, generar esperanzas y potenciar nuevos entusiasmos liberadores.

En Cuba, el aparato del Estado, el aparato político, el sistema administrativo empresarial y el sistema de privilegio que acompaña a una gran parte de sus instancias de decisión y a los funcionarios correspondientes, se han alejando cada vez más del pueblo llano; lo que se agrava más aun en la medida pierde energía el liderazgo histórico y carismático.

En esas circunstancias el partido deja de ser tal, se funde con el Estado y sus fuerzas armadas, y ambos desde sus respectivas escalas jerárquicas se apropian de las libertades para restringirlas, clasificarlas, eliminarlas, mutilarlas y concederla a su conveniencia-o mejor dicho- a la conveniencia del poder centralizado, paulatinamente minimizado de participación popular.

Otro tanto acontece en el sector externo entre los intereses de Estado y los de la solidaridad revolucionaria con los pueblos en lucha: progresivamente, por el peso abrumador de las relaciones de gobiernos a gobierno, se va embotando, mediatizando y eliminando la solidaridad de pueblo a pueblo que siempre demanda desbordar esos estrechos límites intergubernamentales.

Los poderes populares originales, las formas de democracias directas, no prosperan debido al peso aplastante de los aparatos.

Las organizaciones y movimientos sociales son marginados por los aparatos superiores ajenos a su naturaleza y además por sus propios aparatos dependientes del Estado.

Las restricciones al debate en las cuestiones cruciales enrarecen el clima político y generan sensación de asfixia.

La certeza política de las decisiones depende del talento de los líderes, incomparablemente menor, por más geniales que resulten, que la sabiduría colectiva, que las decisiones hijas del debate, de la participación y de la democracia socializada.

En ese contexto –como apuntamos antes- el agotamiento y/o declinación biológica del liderazgo histórico reduce más aun la legitimidad del modelo hegemónico, acelera la crisis de confianza, acentúa la decadencia del sistema estructurado y lleva a una situación en la cual es muy difícil de sostener el actual estatus quo.

Esto ha acontecido en todos los modelos parecidos, dondequiera que ha predominado el estatismo a nombre del socialismo, dondequiera que ha primado el llamado “socialismo de Estado”. Y lamentablemente esto está ocurriendo en la Cuba actual.

Por eso el cambio de modelo y el cambio generacional –que venía tocando las puertas de ese proceso desde años atrás- se tornaron más imperiosos a raíz de la enfermedad de Fidel y de su decisión de delegar la Jefatura de Estado en favor de Raúl como sucesor constitucional; y entonces ambos temas cobraron más actualidad y generaron más presión político-social… hasta reabrir temporalmente –como aconteció en el 2007- las válvulas del debate interno dentro de verticalidad de los procedimientos establecidos a que hicimos referencia.

Aparecieron entonces con más claridad las matices y diferencias, incluso se delinearon mejor las corrientes de pensamiento dentro y fuera del poder, así como la inclinaciones y preferencias respeto a la manera de superar el estancamiento con mayores o menores reformas destinadas a enfrentar el inmovilismo o con actitudes destinadas a reafirmarlo o simplemente a atenuarlo.

En tales circunstancias hubo razones para que los ánimos se elevaran y la esperanza comenzara a renacer, pese a que su ascenso en mayor escala dependía de como la nueva jefatura de gobierno asumiera el contenido de los innumerables propuestas en torno a los cambios necesarios; dependencia que entrañaba una debilidad esencial en cuanto a la posibilidad de cambios y avances sustanciales, dada su dependencia del poder central responsable del estancamiento.

· La “clase imprevista” en acción.

El entusiasmo –repetimos- no tardó en desvanecerse y las esperanzas a breve plazo chocaron con una realidad más resistente que la prevista por mucho/as revolucionarios/as cubanos/as.

El planteo alternativo de corte anti-capitalista y prosocialista, las ideas en dirección a un nuevo modelo socialista y a la superación del estatismo-burocrático, si bien no se expresaron desde la dirección del partido y del Estado cubanos, si contaron con múltiples y variadas expresiones y aportes a otros niveles de la sociedad y del propio partido, no debidamente proyectadas por las características semi-cerrada de la discusión. Esto sin restarle merito al discurso que Fidel pronuncio en septiembre del 2005, contribuyendo al inicio de un debate que contó con un intenso seguimiento en la sociedad.

Ese arco iris contestatario, pero predominantemente marxista y nítidamente revolucionario, salió débilmente a la superficie en palabras e ideas expresadas por diversos actores del mundo político, intelectual, artístico de la Cuba actual.

Su calidad a mi no me sorprendió, pero de todas maneras resultó impresionante tal y como se plasmó sobre todo en el Congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en los medios digitales de izquierda, especialmente en “Kaosenlared” y en los sectores de la prensa alternativa mundial que se han interesado por el tema; y, en mucho menor medida -y muy ocasionalmente- en las páginas de Juventud Rebelde y en algunos programas de radio y TV.

Sobresale sí el hecho –reitero- de que esas ideas no encontraron acogida ni coincidencias expresas en los centros de decisión del Estado ni del partido, por lo que lógicamente no se publicitaron en la escala merecida y se les impuso una especie de contrapeso.

El freno se sintió primero como resistencia corporativa de la burocracia y después como contra-ofensiva conservadora, tratando de provocar un nuevo descenso de las expectativas de cambios.

Justo en ese momento de descenso del estado de ánimo apareció en “Kaosenlared” (01-07-2008) un interesante artículo de la autoría de Nacho Palenque, el cual creo haber citado en otra ocasión, del que reproduzco aquí una parte que permite apreciar con más tino el curso actual de la situación política cubana, más allá de cualquier imprecisión o exageración de su autor:

“Me preocupa –señala el autor- que el proceso cubano, después de algunas situaciones esperanzadoras, ahora pareciera inclinarse por rutas no promisorias para el proyecto de nuevo socialismo.”
…………….
“En verdad lo que esta haciendo Raúl no lo hizo Fidel y no creo que lo hubiera hecho de esa manera en respuesta a los riegos de reversión que el mismo denunció, aunque ambos hayan expresado mucha inconformidad con la parte mala de los resultados alcanzados en estas cinco décadas de revolución.”
“Raúl al parecer se inclina por una fórmula híbrida que combine la centralización estatal y el sistema de partido único (fundido con el Estado) con “reformas económicas” y algunas medidas políticas y sociales liberalizantes y modernizantes, apuntando hacia el modelo chino y hacia la distensión con los polos de poder imperialistas (europeo y estadounidense).”
“Fidel opta más bien por la moralización, la eficiencia y el combate a las “deformaciones”, siempre dentro de la defensa del modelo estatista (intenciones reiteradas veces frustradas por causas estructurales). Le disgustan las reformas y concesiones de corte liberal-mercantil y sostiene una postura firmemente antiimperialista y anticapitalista.”
A eso parece reducirse en el más alto nivel la relación inmovilismo vs. movilismo, expresadas desde estas dos figuras relevantes del liderazgo histórico de la revolución: cruzadas posiblemente ambas posiciones por valoraciones diferentes respecto a la oportunidad que ofrecería el triunfo de OBAMA y un eventual “cambio” en la política exterior de EEUU, como la reciente flexibilización de las posiciones de la Unión Europea frente a Cuba. Lo que no quiere decir que no exista un inmovilismo mucho más duro, nutrido de los típicos intereses burocráticos, del sistema de privilegios, de los intereses y dogmatismos generados al margen de la ética y la moral de Fidel y del propio Raúl; fruto de una realidad estructural, de la dinámica propia de la burocracia estatal, del ser social conformado en décadas de estatismo.”
………………
… trabas mayores tienen mucho que ver con la naturaleza socio-política de los principales factores de poder dentro del Estado y del partido fusionado con el Estado, resistentes -más allá de las virtudes de los líderes- a dejar de ser hegemónicos y renunciar a su condición de estructuras situadas por encima de la sociedad. Porque está históricamente comprobado que en los modelos estatistas los sectores burocráticos–partidocráticos-tecnocráticos y militar con más poder de decisión, carecen de vocación e interés (por su naturaleza) para facilitar un proceso hacia un socialismo participativo, democratizador, integral y autogestionario.”

Esa situación en las alturas, que ha continuado expresándose de alguna manera de esos tiempos a esta parte, parece haber influido para reciclar el estancamiento y favorecer el inicio de la contra-ofensiva de la burocracia más endurecida, ahora acompañada de una mayor militarización de lo civil.

El peso de los personajes en juego en la esfera del poder central ha paralizado la acción, obligando a pactar en los hechos; reduciendo de nuevo al mínimo la movilidad política e impidiendo desde arriba cualquier propósito de cambios significativos al modelo predominante, incluido el freno al para mí indeseable viraje hacia modalidades de reformas parecidas a las que se han aplicado en China Popular.

De facto va ganando el inmovilismo mientras crecen las tensiones respecto a sus nefastas consecuencias. La burocracia civil y la tecno-burocracia militar imponen así su lógica socio-política y sus intereses, y salen temporalmente gananciosas en cuanto a su permanencia y preeminencia privilegiadas; aunque eventualmente puedan acceder a un curso más lento de las privatizaciones, de las asociaciones con nuevos capitales extranjeros y del crecimiento del mercado de corte pro-capitalista; con tal que se le garantice participación y amplíe sus privilegios y supremacías políticas.

En términos históricos la burocracia es sumamente camaleónica, en Europa Oriental lo demostró con creces. Esa ya no tan “imprevista” siempre ha percibido los mayores riesgos a su estabilidad y a su destino, no en el capitalismo, en la crítica marxista y en el accionar de los/as partidarios/as de la socialización de lo estatal y del poder político y, en consecuencia, por más incipiente que sea la corriente contestataria de izquierda, la burocracia presiona para arrinconarla y/o aplastarla en la cuna.

La burocracia aprecia –y en eso no está equivocada- que la alternativa socialista esbozada desde ese pensamiento crítico en gestación y desarrollo, puede enriquecerse y contribuir a la conformación de un movimiento, un estado de opinión generalizada y una movilización ordenada que a mediano plazo la destrone. Por tanto pretende “curarse en salud”, aunque no hay forma de que no siga enferma si prolonga demasiado su status actual en espera de la oportunidad para mutarse en propietaria capitalista privada o asociada a ella desde cualquier modalidad de reparto del botín del Estado.

Sus diferencias no son esenciales con la restauración capitalista y sus componentes privados, aunque prefiere no ser un factor subordinado sino hegemónico en esa mutación. En circunstancia como esas sus representantes pueden eventualmente hacer el papel de instrumento de la regresión: de hecho lo ha sido de manera taimada al conformar un cuadro de poder caracterizado por el usufructo de la propiedad estatal y la continuidad del trabajo asalariado a nombre de un supuesto “socialismo de Estado”.

Las crisis de ese tipo de formación político-social –y estamos en pleno despliegue de una de ellas- o dan lugar a un verdadero tránsito al socialismo o favorecen un retorno al capitalismo mondo y lirondo, cuyas modalidades pueden ser diferentes en forma y tiempo.

Los administradores de ese modelo en crisis, que eventualmente muestren mayor vocación de continuidad en el poder y mayor inteligencia desde los intereses de la “clase imprevista”, y que dispongan de tiempo hábil para lograrlo, podrían optar por el camino al parecer menos traumático: la llamada “vía China”, que de todas maneras en Cuba, por la proximidad con EU y la dimensión del país, tendría consecuencias peores que las registradas en esa potencia asiática.

Todo esto sin descartar, en otro contexto peor, la posterior reconciliación e imbricación de la parte más maleada de la burocracia y la tecnocracia con los agentes promotores de una contrarrevolución brusca, pura y simple, fraguada con mayor o menor violencia desde Miami y desde Washington; casi imposible de cristalizar por carecer de bases sociales y movimientos fuertes en el interior del país. Así procedieron en el Este de Europa.

Esta última variante, claro está, es difícil que pase sin desatar una guerra civil de enormes proporciones y desenlaces inciertos, por lo que resulta muy improbable que sus aparentes propulsores externos se decidan a ejecutarla.

La Era Obama también la limita, dado que el “poder suave” prefiere opciones menos inciertas y menos traumáticas. Su inteligencia le indica que la conciencia antiimperialista y anticapitalista acumulada en Cuba es un enorme obstáculo para un viraje de ese tipo y que la restauración capitalista precisa allí de mucha vaselina y mucho engaño.

El freno a la variante chinófila desde Fidel y desde los/as que piensan como él y la evidente indeterminación de Raúl (pues contrario a lo expresado por Palenque en el artículo citado, pienso que su actitud no es tan definida en esa dirección, además de estár rodeado de no pocos inmovilistas duros), ciertamente han creado un cuadro de relativa parálisis políticas en el marco de un estancamiento general causado por la prolongación de las actuales estructuras y formas de poder y de gobierno, así como de las razones, intereses métodos y procedimientos propios del modelo decadente, ahora más militarizado.
y III

La actual parálisis en Cuba estimula la reacción crítica por un lado y la intolerancia por el otro, tanto en lo que concierne a la demanda de cambio del modelo como a la necesidad del relevo generacional; este último sensiblemente golpeado por acontecimientos recientes, más allá de sus razones y sinrazones.

En nada ayudó en ese orden el hecho de que el relevo constitucional de Raúl resultara ser alguien de su misma generación e incluso mayor que él. Eso y otras promociones del mismo tipo restaron confianza a esa aspiración discretamente expresada.

Posteriormente cuadros de generaciones intermedias, con vocación sucesoral por capacidades desplegadas, prestigios conquistados y promociones avaladas por el liderazgo histórico, fueron relegados y finalmente excluidos en medio de una confusa situación, manejada con un grado de secretismo, métodos y formas de sanción, que más que aclarar confunden; dado que más allá de sus reales o supuestos errores, más allá de las no precisadas fallas que se le imputan, el hecho objetivo es que esto ocasionó que el poder más que rejuvenecerse se envejeciera, sin relevo a la vista .

En ese contexto se dieron los traumático desplazamientos y posteriores renuncias de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, los dirigentes de la segunda generación de mayor influencia; acompañados en la misma suerte por algunos de su misma generación y otros más jóvenes aun, que también se destacaron y fueron ascendidos y elogiados en el pasado.

La sensación de que para sostener la revolución se confía fundamentalmente en los dirigentes históricos y en los cuadros más envejecidos, se han reforzado; y de convertirse en convicción asentada, se corre el riesgo de que la continuidad prolongada de lo existente se siga apuntalando -sin reversa- en una especie de gerontocracia parecida a la que gobernó en la fase de agotamiento de los regímenes del Este europeo, esto es, del llamado socialismo real. Tal posibilidad sería desastrosa, ya que marcaría un distanciamiento político insalvable respecto a las generaciones jóvenes, que en lo inmediato podrían alimentar la necesaria renovación sin grandes confrontaciones, así como restarle posibilidad a la misma.

Cuatro generaciones políticas cruzan el proceso revolucionario cubano y lo cierto es que en relación con su peso real en la sociedad y su gravitación como posibles puentes con la población de cada uno de esos tramos de edad, se expresan desproporciones significativas en la representación de las mismas en los puestos estatales y partidarios de mayor decisión.

Estas resistencias a los cambios necesarios son expresiones de la incapacidad para transformar estructuras en crisis y para auto-transformarse desde arriba, fenómeno que generalmente se ha dado de igual modo cuando la burocracia monopoliza el poder y la propiedad por largo tiempo, cuando se entroniza de verdad y cuando ese fenómeno social genera todas sus lamentables consecuencias materiales e ideológicas.

Poco a poco, paso a paso, dolor a dolor la “clase imprevista” –como la llama el cientista ruso Alexei Goussev (Kaosenlared, 04-08-2008)- se coloca por encima de las individuales por potentes y bien intencionadas que sean.

Poco a poco, paso a paso, dolor a dolor, la burocracia impone sus intereses e incluso le imposibilita rectificar el rumbo a los/as que desde la política se basan en su poder económico, administrativo y militar, y hasta a los/as que por su gran liderazgo en la sociedad civil arbitran sus contradicciones, atenúan su domino sobre los gobernados y responden a otras sensibilidades.

En Cuba ese proceso no ha sido fácil ni uniforme, sino sumamente contradictorio; pues siempre en torno a sus principales dilemas se expresaron diferencias importantes en todos los niveles e incluso desde el propio liderazgo de Fidel: la brega constante entre el avance progresivo de la “sovietización”, de la burocratización, del dogma seudo-marxista… y el deseo de un proceso original, creador, con capacidad de rectificación; la eterna controversia entre el rol de los aparatos y el del pueblo movilizado.

Esto ha sido tan así que en el avanzar del “socialismo de Estado” cubano, por esa peculiaridad, se limitaron muchos de los rasgos negativos consustanciales a ese modelo, se lograron niveles de igualdad y principios éticos, se alcanzaron conquistas sociales y formas de dignificación de los seres humanos, difíciles de encontrar en países estructurados en forma parecida; a la vez que se contuvieron las formas más aberrantes de represión desplegada en los modelos de referencia en la Europa Oriental.

A eso se debe su enorme inversión social en educación, salud, ciencia, deportes, nutrición…su apertura cultural y sus espacios de libertades. Siempre sus dirigentes se mantuvieron apegado a defender en grande un derecho fundamental: el derecho a la vida. Y en ese orden lograron verdaderas hazañas en comparación con un capitalismo que ha fracasado en cuanto salvar vidas y derechos sociales en los dos tercios de la población del planeta.

A eso se debe también la gran vocación internacionalista y solidaria de Cuba. Su enorme generosidad respecto a otros pueblos. Su digna resistencia frente al imperialismo. Su capacidad para sobrevivir al derrumbe del “socialismo real” euro-oriental, la permanencia de su esencia martiana y la ética de sus principales líderes.

Y eso le permitió perdurar en el camino de la emancipación humana.

Por eso es de justicia afirmar, que si no hubiera sido así, si Cuba hubiera contenido las peores tendencias burocráticas y hubiera sucumbido después del derrumbe de la URSS y sus aliados europeos, la ola de cambios promisorios que hoy vive nuestra América hubiera sido mucho más difícil

Perdurar, resistir, sobrevivir sosteniendo tales ideales en tales condiciones tiene un mérito inconmensurable, y no me cansaré de repetirlo. Por eso es tan importante ahora el destino de ese proceso, constatada la profunda crisis que de todas maneras afecta su envejecido y agotado modelo.

· Crisis y cambio

Las crisis estructurales se superan con revoluciones.

El modelo estatista al prolongarse demasiado va erosionando valores y creatividad en el ejercicio del poder; de un poder que se torna cada vez más absoluto y mas conservador, cada vez mas resistente a los cambios.

Que no percibe el agotamiento de su dinámica de desarrollo, no capta que de continuar así podría afectar partes de sus conquistas históricas, que no percibe su sensible separación respecto a una parte importante de la sociedad, su alejamiento de la sociedad civil y de los/as jóvenes en particular (según la definición gramsciana de sociedad civil). Que no comprende lo negativo de sobre-dimensionar lo militar sobre lo civil y que no pocos de sus principales gestores se ensordecen y enceguecen, entrando en el círculo vicioso del reconocimiento de males y de las recetas fracasadas.

El debate necesario abarca tanto lo relativo a la naturaleza del sistema capitalista actual como a las características del llamado “Socialismo de Estado” o estatismo burocrático y, sobre todo, a las alternativas correspondientes.

En los casos de predominio de la propiedad privada sobre los grados medios de producción, distribución y servicios la transformación socialista implica su reemplazo sistemático por las más variadas formas de propiedad y gestión social.

No se trata, claro está, de estatizar para el usufructo de una burocracia, sino de convertir lo privado en social por la vía de diversas modalidades de propiedad social o de propiedad pública controlada y gestionada socialmente (traspaso de los medios a los/as trabajadores/as, autogestión y cogestión en las empresas publicas, cooperativas socialistas, unidades asociativas, empresas colectivas, control social y/o ciudadano sobre empresas e instituciones).

El estatismo a nombre del socialismo ya exhibió sus límites y sus crisis hasta devenir en sujeto a transformar, mientras el capitalismo ha empobrecido a las dos terceras partes de la humanidad y colocado en alto riego la vida en el planeta. El dilema está planteado con más crudeza: socialismo o barbarie, comunismo o caos.

El avance hacia el socialismo precisa a la vez del reemplazo de la economía de mercado por una economía de equivalencias basada no en los precios de las mercancías determinados por la oferta y la demanda, sino en intercambios determinados por el valor real de los valores de uso determinados por el aporte en trabajo y capacidades necesarias para su producción y circulación sin favorecer procesos empobrecedores.

Los procesos productivos de valores de uso generan riquezas, pero también fenómenos de empobrecimiento de seres humanos y del medio ambiente que el tránsito al socialismo exige superar desde una racionalidad social y tecnológica diametralmente distinta a la que ha primado históricamente en la relación seres humanos y medio ambiente, seres humanos y ecosistemas en el contexto del capitalismo y otros sistemas de dominación.

No basta, en consecuencia, intervenir en lo relativo a la justa distribución de la propiedad, de las riquezas y los ingresos generados, sino además en las políticas, métodos y procedimientos, que a la luz de la necesaria superación de esa contradicción, contenga y revierta los procesos de empobrecimiento generados por la producción de bienes; superando concomitantemente la injusta asignación a los seres humanos empobrecidos del entorno natural también empobrecido por la dinámica rapaz del capitalismo, componente esencial de la racionalidad de su dominación

Por eso en ese orden, más allá de la socialización de la propiedad y de la economía y más allá de la superación progresiva del mercado, hay que hablar de la necesidad de un socialismo también ecológico, capaz de enfrentar los enormes desafíos derivados del empobrecimiento de planeta y de las naciones que lo integran en el contexto de una mega-crisis capitalista que potencia la voracidad de sus elites.

A la luz de todo lo vivido y sufrido el socialismo de esta nueva época debe ser concebido integralmente, esto es, nunca reducido a una esfera determinada, ya sea económica, social, política, cultural o medioambiental.

Todos los poderes opresores, empobrecedores, discriminadores, degradadores y excluyentes del capitalismo precisan ser superados por el nuevo socialismo en el sentido del reino de lo social, de lo comunitario, de lo colectivo y de la vida plena. Cada poder establecido precisa de un contrapoder que se plantee eliminarlo en dirección al “no poder”, a la supresión y extinción de todas las modalidades y mecanismos de dominación, explotación, opresión y subordinación.

Es común hablar de socialización referida solo a la economía, pero se trata de una visión muy limitada de esa alternativa. Pero la socialización bien entendida debe incluir el poder político, el poder en las relaciones de género, el poder en los vínculos intergeneracionales, el trato al medio ambiente, a las relaciones ínter-étnicas, interraciales e interculturales.

La socialización así entendida es armónica y justa, con tendencia a la igualdad en la diversidad, conquistada persistente mente desde un contrapoder que persiga extinguir paulatinamente todo lo que sea poder.

Dicho esto, necesitaría la debida traducción a la actual sociedad cubana (dado que ella es el objeto de este análisis); sociedad donde si bien no existe el predominio de la gran propiedad privada capitalista, ni del mercado tal y como se presentan en el capitalismo dependiente de nuestros países, existe sí la hegemonía burocrática dentro del predominio estatal, un área dólar en su economía, ciertas variantes de la economía del mercado, modalidades específicas de asociación del Estado con inversionistas extranjeros y concesiones también específicas al capital privado transnacional.

Exigencia obligada también dado todo lo peculiar de esa revolución en cuanto a avances y rezagos en las relaciones de poder en el campo político, en las relaciones de género, en la familia, en el tema racial, en la cuestión generacional, en lo relativo a los procesos productivos y tecnológicos, en el devenir de su medio ambiente y ecosistemas, y en el curso de procesos de otras índoles

En Cuba, en consecuencia, tanto la superación de la crisis del estatismo como el rechazo a las vías que pudieran conducir a la restauración del capitalismo privado, requieren del tránsito a un socialismo de nuevo tipo, no solo por la necesidad de diferenciarlo del fracasado “socialismo irreal” y de recuperar con prontitud los valores socialistas originales hace años archivados, sino además por los problemas propios de un socialismo integral y actual, generados en esta nueva era.


Cierto que la revolución política necesaria en la Cuba de hoy, la que podría abrirle el cause al nuevo socialismo, la que podría desmontar el régimen burocrático y transformar al poder estatal y empresarial en poderes realmente socializados… se facilitaría con el apoyo del liderazgo histórico de su proceso actual.

Cierto que la transformación que complete la emancipación de la mujer del yugo patriarcal, la que recree y rejuvenezca el poder popular, la que separe los roles del estado y del partido, de las fuerzas armadas y las instituciones civiles, del estado y la sociedad civil…se lograría así con menos obstáculos.

Cierto que los cambios que traspasen la propiedad y el poder de decisión al pueblo, al gran proletariado cubano -vía autogestión, cogestión, control social, combinación de formas de propiedad y gestión… hacia el pleno predominio de lo social sobre lo estatal y lo privado (gerentes por concursos, cooperativización y asociación voluntaria, democracia directa, modelo democrático participativo)-…podrían ser menos compleja con ese apoyo.

Cierto que esa nueva revolución se haría menos difícil si sus lideres históricos entendieran esa necesidad y se desembarazaran del orden burocrático tal y como está establecido.

Claro que sí.

Claro que eso sería lo deseable y lo sigue siendo. Pero hasta ahora lamentablemente no hay señales de esa posibilidad.

La dirección histórica luce entrampada por diversas motivaciones y percepciones, e incluso sus medidas de apertura se han vuelto a cerrar.

Es preocupante no solo como se han estado manejando las contradicciones en las esferas dirigentes, sino como se está abordando desde el poder las reacciones críticas desde posiciones marxistas revolucionarias, que aun con variados matices, aportes desiguales, visiones distintas e insuficiencias, apuntan en dirección a más socialismo, a más democracia, a la socialización progresiva de las empresas estatales y del poder político.

Han trascendido las restricciones en su contra.

Primero fue la indiferencia aparente, el silencio, el desprecio soterrado por esas ideas formuladas desde militancias revolucionarias incuestionables.

Luego se procuró que ese debate no pasara más allá de los límites de los pequeños encuentros y del Internet, por demás sumamente restringidos. Con aislamientos y controles después de sus primeros impactos en órganos radiales, televisados o escritos; sin faltar las estigmatizaciones, las descalificaciones por encargo o a cargo cuadros dogmatizados, así como las acciones administrativas puntuales.
.

La intolerancia se refuerza a favor del discurso único y eso no es nada bueno.

Y pienso, conociendo al pueblo cubano y a sus componentes revolucionarios, que esto tiende a aislar más al poder actual, a separarlo más de la sociedad y a afectar el prestigio bien ganado de su dirigente histórico; prestigio que hay que preservar por lo que ha sido esa revolución pionera, por lo que representa en el imaginario popular mundial.

Nueva vez la “clase imprevista” que ejerce el poder detrás del trono quiere hacer de las suyas, dispuesta a la restauración paulatina del capitalismo actual y presta a contraponerse a la necesidad de las nuevas transformaciones socialistas, de la transición del estatismo al socialismo participativo; sin importarle que con su resistencia a los nuevos cambios revolucionarios podría desatar demonios que solo favorecen a la difícil, pero deseada por sus pérfidos beneficiarios, contrarrevolución de factura imperial.

La disyuntiva es fuerte y a penas comienza a desplegarse. Podría durar más o menos tiempo su desenlace, obviamente impredecible. Pero todo indica que en el intervalo más o menos largo entre lo existente y el porvenir, el inmovilismo solo podría ofrecer más degeneración burocrática y más militarización.

Por lo que vale Cuba con su revolución, por lo que representa para el proceso continental y mundial, lo deseable es el crecimiento progresivo de las fuerzas a favor de un cambio impregnado de orientación socialista civilista y democrática, el aislamiento de la resistencia burocrática y su declinación progresiva a consecuencia de la conciencia que se acumule en su contra.

Cuba es una de las pocas revoluciones populares, proletarias, de orientación socialista, que surgida en siglo XX, tiene posibilidad de transformarse en el siglo XXI en un proyecto ejemplar de nueva democracia y nuevo socialismo. De los pocos procesos sobrevivientes con potencialidades de renovarse en el sentido del socialismo participativo y de desplegarse dentro de la nueva ola socializante latino-caribeña del siglo XXI.

Compartir en nuestra América el despliegue de esta nueva oleada de cambios democráticos le ofrece notorias ventajas para ese cambio y dejar atrás lo que fracasó en otros sitios y se está agotando en su propio territorio.

Las opciones están cada vez más claras y tienden a bifurcarse en dos caminos con sus matices y peculiaridades: el que podría imponer la subordinación a un capitalismo todavía poderoso, pero en medio de su peor crisis, o el rearme de la utopia como sueño realizable para transitar hacia el nuevo socialismo. Mientras eso no se decide, el estancamiento burocrático y el inmovilismo seguirán reinando.

Yo que me siento comprometido con esa y con todas las revoluciones justicieras, más aun si es continental y mundial, opto desde mis limitados conocimientos, experiencias y percepciones por insistir en la recuperación, renovación, recreación y enriquecimiento de los valores socialistas, inseparables a mi entender de una consecuente actitud de defensa de la vida, la solidaridad colectiva y las libertades de los seres humanos.

Opto así sin vacilar, porque lo que está en juego en este debate de dimensiones plenarias es la posibilidad de acercar o alargar la emancipación de la humanidad, de hacer posible o no en el corto o mediano plazo, la soñada transición socialista, desvirtuada por circunstancias y actores sociales que fueron difíciles de evitar en el pasado inmediato; desvirtuada muy especialmente por la llamada “clase imprevista”, por la burocracia que suplantó en el poder las clases y sectores revolucionarios.

Hay que hacer lo imposible para evitar una derrota estratégica del socialismo en Cuba.

Si ayer el zarpazo contrarrevolucionario tenía carácter de catástrofe política continental, ahora sería peor si el colapso de lo existente y sus consecuencias contra-revolucionaria, o la restauración pacífica del capitalismo privado, tienen lugar en ese país emblemático de la revolución continental.

Fidel cumplió cuando nos dijo que bajo su mandato la revolución cubana no iba a colapsar, cuando afirmó que había que derrumbarla y que sus enemigos no han podido hacerlo.

Cumplió hasta que nuestra América dio inicio a su segunda independencia, actualizó el debate sobre el nuevo socialismo y recuperó la confianza en el cambio, creándose un contexto más promisorio.

Ahora las generaciones revolucionarias más jóvenes, el proletariado cubano y las mujeres de Cuba tienen un desafío sin par: optar por el tránsito al nuevo socialismo, superar el modelo vigente y en crisis, hacer revolución dentro de la revolución. Y esto es enteramente posible sin debilitar en lo más mínimo la militancia antiimperialista y la lucha contra el bloqueo.

El reforzamiento de la acción para derrotar el bloqueo y los planes imperialistas contra Cuba, y la lucha por la transformación antiburocrática y por la transición hacia un nuevo socialismo, se refuerzan mutuamente y posibilitan la mejor opción dentro de la disyuntiva planteada. En absoluto se contraponen. Es la combinación perfecta.

Esa transición, por demás, requiere abrir las compuertas de la participación y la creatividad popular, confiar en la capacidad del pueblo para ser real poder; de más en más sin delegaciones que la mediaticen. Requiere entender que si ese pueblo ha sido capaz de mantenerse en lo esencial como sostén de una revolución inconclusa, bien puede ser protagonista de primer plano de la nueva etapa que implica sobre todo convertirse en dueño y gestor de sus propiedades, empresas, riquezas y del poder político sin intermediarios, y en factor innovador por excelencia.

Los cambios necesarios deben partir de las preservación y fortalecimiento de las conquistas históricas de la revolución, echando solo por la borda lo que no sirve, lo que no funciona, los factores causantes del estancamiento, lo que daña, lo que debilita; apuntando siempre a impedir regresiones desde la lógica del capitalismo, el liberalismo y el neoliberalismo.

Y esos cambios no deben esperar el levantamiento de las adversidades externas (bloqueo, agresividad imperialista), no solo porque eso implica depender de la voluntad del contrario, sino porque los esfuerzos para sostener un modelo que se agota, que resulta cada vez más infuncional y en crisis, puede afectar gravemente la continuidad ascendente del proceso de orientación socialista de acuerdo a las experiencias que arrojan otras situaciones históricas parecidas.

Por demás, los cambios progresivos en Cuba potenciarían sus fuerzas para enfrentar un capitalismo mundial en crisis mayor y nutriría extraordinariamente la perspectiva socialista de la presente ola de cambio continental. Por eso vale decir: bienvenidos serian.

Leer más

Nuestra revolución es agria; pero es la nuestra, de todos


Impulsar la Revolución implica abandonar el sistema burocrático-jerarquizado-estatista-asalariado-voluntarista y debatir todos el camino compartido que demanda la unidad del pueblo en su diversidad

Cuba
6-7-2009


En algunos círculos revolucionarios, cansados ya de tanto esperar a que caigan del cielo los cambios necesarios y prometidos, he escuchado criterios tales como que la Revolución ya “se perdió”, ya lo que tenemos es una “caricatura de Revolución”, o que la Revolución se acabó hace tiempo. También, otros tienden a identificar Revolución con alguna entidad: los líderes históricos, el Partido, el gobierno o el estado.
Carlos Marx en su prologo de la contribución a la critica de la Economía Política expresa: “Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto con las relaciones de producción dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De forma de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social”. (1)
Según esta concepción marxista, la revolución es un proceso político, económico y social que abarca toda una época histórica en la cual se producirían los cambios en las relaciones de producción, por lo cual todas las personas que viven en una sociedad en revolución, se ven envueltas, son partícipes de ese proceso.
Dicho proceso se verifica en la permanente unidad y lucha de muchos contrarios; en la transformación de los cambios cuantitativos en cualitativos que se dan en pequeña, mediana y gran escala y en la sistemática negación de lo viejo por lo nuevo que surge de su seno. Los contrarios antagónicos y no antagónicos, son partes del proceso y sin su existencia, sin la lucha entre ellos no habría desarrollo ni revolución. Cuando esos fenómenos se detienen, se estancan porque la inercia se impone al movimiento, sobreviene la involución, el deslizamiento hacia atrás. El avance no es siempre rectilíneo hacia arriba, sino en espiral, de manera que por momentos pareciera que se está volviendo al punto anterior y también pudiera ocurrir así.
Para implantarse el feudalismo y luego el capitalismo, los respectivos procesos sufrieron altas y bajas, avances y retrocesos que no en menor cuantía ya han venido afectando a los intentos socialistas. Muchos revolucionarios aspiramos, a veces, a tratar de alcanzar en vida todas las metas que, en verdad, corresponden a varias generaciones, por lo cual cada una debería considerar que no es más que un eslabón en una cadena de generaciones revolucionarias, cada una de las cuales debe definir cómo desea enfrentar la etapa que le corresponde vivir y garantizar el engarce con el siguiente eslabón.
En nuestro caso, dado el nivel alcanzado por las fuerzas productivas y el predominio de las relaciones de producción capitalistas, la Revolución Cubana de 1959, que comenzó estimulada por la lucha contra un régimen tiránico, por el restablecimiento de la democracia burguesa, avanzó atropelladamente por su fase democrática y rápida y paralelamente asumió la etapa agraria que tenía que ser antiimperialista por la estructura de la propiedad y de la economía cubanas y se adentró muy temprano en la socialista con el conjunto de medidas que favorecieron los intereses de las grandes mayorías y la temprana formación de un sistema de cooperativas agrícolas (productoras básicamente de caña) en las tierras confiscadas al capital extranjero (2).
Ante el aumento de las agresiones de todo tipo por parte del Imperialismo y por la amenaza de agresión directa después de su derrota en Girón, hubo un rápido acercamiento económico, político y militar a la URSS, que produjo un reforzamiento de las corrientes estato-centristas en la correlación interna de fuerzas, precisamente, cuando se estaban creando las condiciones para avanzar en la socialización de la economía, dados los altos índices de nacionalización de la industria y los servicios, los crecimientos económicos alcanzados en los primeros años, el mejoramiento del nivel de vida de las clases trabajadoras, los triunfos sobre la contrarrevolución y el imperialismo y la culminación exitosa de la Campaña de Alfabetización, grandes olas sobre cuyas cretas avanzaba la revolución en esos momentos.
El temprano aumento de esas influencias, que predominaban en el movimiento revolucionario del Siglo XX y que pusieron el desarrollismo tecnócrata por encima de los cambios en las relaciones de producción, de las asalariadas a las asociadas, llevó al estancamiento en el proceso de socialización de la propiedad, la apropiación y las decisiones, fenómeno regresivo que se constató claramente en febrero-marzo de 1962 cuando la nueva dirección del INRA (Instituto Nacional de Reforma Agraria) inició el desmontaje de las cooperativas cañeras, convirtiéndolas en granjas del pueblo, descooperativizando y devolviendo el carácter de asalariado, de nuevo, a más de 100 mil trabajadores. Ese proceso anti-socialización tuvo un reforzamiento con la “ofensiva revolucionaria del 68” que eliminó con una sola ráfaga la pequeña producción mercantil simple, salvo la campesina que se vio desde entonces acosada por todo tipo de regulaciones y disposiciones sobre qué sembrar, a quién vender, cómo y dónde hacerlo y a cuáles precios.
Todo eso, vulnerando la idea martiana de la repartición de la propiedad como base socio-económica de la Nueva Cuba que propugnara el Apóstol y que Fidel enarbolara dialécticamente en el programa del Moncada, nunca concluido, por la asunción del esquema neo estalinista que quiso convertir en dogma para toda revolución, pensamientos y acciones de Lenin propios para la Rusia de entonces. La obra de Stalin “Cuestiones del Leninismo” fue la gran matriz del dogmatismo y el manualismo que todavía hoy persisten en la filosofía política de no pocos revolucionarios.
El esquema neo estalinista partía del estado como sujeto principal del cambio, en lugar del ser humano, de los trabajadores organizados en nuevas formas de producir y vivir. Por eso luego predominó la concepción estatista de “socialización de los excedentes desde el poder centralizado”, que ciertamente garantizó altos niveles de educación y salud pública para nuestro pueblo, pero que resultó insuficiente para garantizar la reproducción ampliada de la industria y los servicios, el desarrollo armónico y proporcional de las ramas y regiones y desde luego para satisfacer las necesidades de los trabajadores y el pueblo todo, que van mucho más allá de esos logros, a la vez, bases imprescindibles de la ulterior socialización y fuentes de nuevas necesidades de las masas. Lógicamente, tampoco el estado-sujeto jerarquizado que explota monopólicamente trabajo asalariado, podría ser capaz de producir una nueva conciencia social diferente a la tradicional individualista-consumista por mucha educación y propaganda de orientación socialista intentada.
Una de las peores limitaciones del esquema neo-estalinista adoptado por el estado cubano “en nombre del socialismo y la clase obrera”, fue el cercenamiento de las iniciativas de las masas y de los individuos por el exceso de centralización de las decisiones y las restricciones impuestas a la participación de todos en la construcción colectiva del imaginario social cubano a partir del cuerpo de ideas profundamente libertarias y democráticas que nos legara el pensamiento martiano. Si la revolución rusa fue marxista-leninista; marxista por los valores generales de la dialéctica-materialista de Marx y leninista por las peculiaridades rusas que supo interpretar Lenin, la nuestra tendría que ser marxista-martiana, más allá de toda proclamación.
La permanente amenaza de agresión imperialista generó la necesidad de concentrar a muchos de los más capacitados y mejores cuadros de la Revolución en las tareas de la defensa y demandó la concentración de medios y recursos en esa esfera, situación que unida a la propia forma en que se derrocó la tiranía de Batista, por la vía de las armas y la guerra y a la realidad objetiva de una economía centralizada estatalmente, ha estimulado el predominio de concepciones verticalistas, jerárquicas, paternalistas, autoritarias, militaristas, policíacas, secretistas y de hiper-liderazgo adultocéntrico que han contribuido a frenar los necesarios procesos participativos, democráticos, de horizontalidad, dispersión del poder y renovación que debieran caracterizar al socialismo.
Todos esos factores si bien no justifican el actual estancamiento del proceso de socialización, explican las dificultades que confrontamos los revolucionarios y comunistas cubanos para entablar un dialogo constructivo integral, tolerante e inclusivo capaz de profundizar nuestra Revolución, que junto a tantos triunfos en muchos campos tiene no pocos agrios sabores, pero es la que nos corresponde hacer avanzar o resignarnos a la restauración capitalista-privada traída por la mano de una burocracia cada vez más alejada de los intereses, las realidades y el nivel de vida del pueblo.
En esos mismos círculos se precisó: la revolución, ese proceso que involucra y afecta de una u otra manera a todos, no pertenece a sus dirigentes, al partido o a las instituciones estatales; tampoco es algo externo a la actividad de las masas, no es obra de elites, sino de multitudes. Participar de la Revolución no es un derecho que se otorga por alguien o por algo, pues en Cuba nos lo legaron nuestros padres y abuelos con sus luchas, como todo humano nace con todos los derechos, sin que dependan de algunos deberes particulares.
La Revolución nos pertenece a todos los que le hemos dedicado nuestras vidas, a todos los trabajadores y en definitiva a todo el pueblo de Cuba que es el que ha llevado sobre sus hombros todo el peso de los sacrificios que se han hecho para traerla hasta aquí y son los que han resistido y pagado el mayor precio por la agresión y el bloqueo del imperialismo.
Pero sobre todo pertenece a los jóvenes, que son los que van a vivir “la construcción” que se está haciendo. Cada cubano, independientemente incluso de sus ideas políticas, religiosas o sociales en general, puede y debe sentir y decir: la revolución soy yo y actuar en consecuencia para hacer realidad la socialización del poder, de la propiedad y la democracia. No se trata de hacer otra revolución distinta o ponerse frente a ésta, sino de llevar esta que es nuestra, de todos, a planos superiores.
Algunos tratan de estigmatizar como “contrarrevolucionarios” a todos aquellos cubanos que no están de acuerdo o están insatisfechos con leyes y decretos emitidos por el gobierno o alguna de sus instituciones, cuando la práctica ha demostrado que son precisamente algunos de esos edictos los que tienen carácter contrarrevolucionario y anti-socialista por obstaculizar la socialización. Esa manera de tratar de dividir al pueblo en bandos políticos prediseñados y opuestos, perjudica la Revolución y recuerda los nefastos métodos del estalinismo que tanto daño hicieron a la causa socialista.
Nuestra Revolución debemos y tenemos que defenderla con las armas en las manos, si es necesario, de ese enemigo imperialista que siempre ha querido apoderarse de Cuba, por las malas o por las buenas, pero cada día tenemos que defenderla de sus propios errores, de los que quieren secuestrarla para realizar sus proyectos personales hegemónicos o convertirla en el gran negocio privado de unos pocos; de los que pretenden “editarla” como si fuera un video que cortan, ordenan y pegan de acuerdo con su personal e interesado guión, de las desviaciones a las que la está conduciendo una burocracia que ejercita el poder en forma absoluta, sin control alguno del pueblo, de los trabajadores, de la sociedad, de otras instituciones y organizaciones que no sean las que responden a ella misma.
Defender la revolución solamente a partir del reconocimiento de los logros, de la apología constante de lo alcanzado, de las edulcoraciones de la realidad, pretendiendo sacrificar el futuro de todos en el altar del actual capitalismo monopolista de estado que se fortaleció en el Período Especial con sus medidas proto-capitalistas, sería postrarla en el inmovilismo presente que ha ido creando las condiciones para la restauración del capitalismo privado, por la ausencia, debería decirse obstrucción, del debate social necesario democrático y horizontal, crítico, práctico y científico del modelo estatista asalariado fracasado en todas partes donde se ha intentado, enemigo y obstáculo principal de los cambios imprescindibles.
Los que cooperan con nuestra revolución desde una solidaridad efectiva como el gobierno hermano del Presidente Chávez, los Pastores por la Paz, o los grupos que se movilizan para exigir la liberación de nuestros 5 compañeros o el levantamiento del bloqueo, merecen todo nuestro agradecimiento. Los que se dedican a la apología, a cantar loas, a minimizar nuestros problemas para ser invitados a eventos y pasar vacaciones pagadas en los hoteles cubanos a costa de los sacrificios de nuestro pueblo, nunca aportaron un ápice de avance a la Revolución y por el contrario están contribuyendo al desastre presagiado por Fidel en septiembre de 2005.
Nuestras Revolución es agria, pero es la nuestra, es la cubana, la que iniciara Céspedes en el 68, revitalizara Martí en el 95, la que quisieron rescatar Quintín Bandera y la generación del 30, la que volvió a arrancar en el Moncada y tuvo su clarinada en el 59, la que queremos hacer avanzar hoy hacia a un socialismo auténtico. Toda ella tiene claros hilos conductores: han sido luchas por la independencia, por la libertad plena del hombre, por la participación democrática en la toma de decisiones, por la repartición-socialización de la propiedad, contra la esclavitud que antes fue directa y luego se ha escondido tras el salario, por la justicia social, contra todas las formas de discriminación y por el humanismo.
Nos toca a todos los cubanos, incluidos a nuestros sinceros amigos en otros países, hacerla avanzar por el bien de nosotros mismos y de la revolución social americana que aquí empezó; pero eso demanda echar a un lado el sistema burocrático centralizado vertical jerarquizado y asalariado de dirección económica y política, junto con la apología y el voluntarismo concomitantes y acabar de debatir entre todos el camino compartido por donde vamos a guiar nuestros pasos en esta difícil coyuntura internacional que demanda la unidad de todo nuestro pueblo en su diversidad. Un pueblo dividido es un pueblo débil, fácil victima de las hegemonías internas y externas.
No se trata de construir la nueva Cuba mejor posible contra alguien o contra algo, se trata de hacerlo “con todos y para el bien de todos”.

La Habana, 4 de julio de 2009


1- C. Marx. Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política. C. Max y F. Engels OE. en tres tomos. T-I. Editorial Progreso. Moscú 1973.2- Ejemplo cubano de socialización: las cooperativas cañeras 1960-62 (I y II)

Artículos y ensayos relacionados en:


autogestion-socialista.blogspot.com/

Pedro Campos en Kaos en la Red

Leer más

martes, 23 de junio de 2009

El Poder es un obstáculo. El Poder debe ser regulado.

La sociedad humana no avanzará mucho más hasta que el Poder no sea sometido a escrutinio. No podemos desplazarnos rápido hasta que el Poder no pierda su capacidad de reciclarse una y otra vez.

Felix Guerra Para Kaos en la Red

Siempre hay abismos entre sueños, utopías y esperanzas y lo que denominamos Poder.
El Poder, y súmese esa aspiradora que denominamos estómago, son hasta ahora, barreras infranqueables. ¿Para qué? Para que los procesos sociales o revoluciones culminen con pleno éxito y se conviertan de quimeras en realidades palpables tanto para en crecimiento espiritual como material de los pueblos e individuos.
El Poder, tal como lo conciben hoy estadistas, gobernantes, líderes, es una deformación intolerable de la necesidad de disciplina, autoridad y orden social.
El estómago, la barriga, volviendo al tema, se interpone constantemente entre proyectos del individuo, posibilidades y potencialidades y su concreción en hecho reales. Y tanto en unos sistema como en otros. En alimentos se nos va un por ciento mayoritario de nuestros salarios o ganancias. Pero del estómago, es cierto, nadie puede prescindir. Sería una utopía tonta, a pesar de pesa como un ancla en el fondo de la sangre cotidiana.
La soluciones entonces hay que buscarlas pues en los mecanismos reguladores del Poder.
Los dirigentes y gobernantes deben adoptar un nuevo decálogo de cómo ejercer el Poder. Y durante cuánto tiempo. Ese decálogo debe apuntar en una dirección: la democracia, una democracia social nueva, inédita, expansiva, concebida para la participación de las mayorías y minorías y contra cualquier tipo de discriminación por edad, raza, religión, preferencia sexual, extracción social, ideología, modas, etcétera. La extracción social, por cierto, cesará de inmediato con la real democracia y participación de todos en los asuntos de cada sociedad y Nación.
Las más hermosas revoluciones del siglo XX, las transformaciones científicas y tecnológicas más asombrosas, encontraron enormes obstáculos y grandes fracasos, o fueron atenuadas y opacadas y derribadas, por el uso indiscriminado del Poder, entre otros asunto. ¿De quién? De líderes y gobernantes.
El Poder, a estas alturas de nuestra civilización humana, debe ser sometido a interrogatorio. Debe ser disminuido en toda locación. Debe pasar a control democrático de la sociedad. Debe ser parcelado muchas veces y ejercerse como servidumbre y obligación patriótica. Como un deber transitorio de ciudadano honesto que preferiría otra cosa: trabajar, educar y educarse, buscar el crecimiento espiritual y material, evitar guerras, saqueos, abusos de poder, egoísmos y trampas, velar por niños y ancianos, por los derechos del ciudadano y el individuo, por la igualdad de todos, por la fraternidad universal, por la libertad social llevada hasta sus límites posibles.
El Poder debe ser la materia prima pensada de las nuevas y viejas ideologías, filosofías, sociologías. Y debe plasmarse en nuevos Manifiestos y Constituciones. El poder debe ser regulado antes de que sea un regulador social.
El Poder en el Capitalismo es una cosa. En el Socialismo otra.
En el capitalismo Dinero es Poder, tanto como obtener un cargo de gobernador, alcalde, Primer Ministro o Presidente. El Capital limita la democracia y finalmente es solo la democracia de quienes ostentan mucho capital o poderes civiles y militares importantes.
En el Socialismo, hasta que la historia diga otra cosa, el Poder queda centralizado en el Estado, cuya propiedad abarca casi todos los rincones de la Nación. Esa centralización, necesaria en los primeros minutos de las revoluciones o procesos sociales, para evitar caos y violencias, gravita y va a caer como una manzana inevitable en manos de quienes ejercen los poderes de alcalde, primeros ministros, presidentes, ministros, etcétera.
La propiedad es la raíz de ese poder desmesurado que obtiene el Estado y es heredado de inmediato y sucesivamente por mujeres y hombres que ejercen esos cargos. En sus manos queda todo: administrar, distribuir, controlar, vigilar, controlar a los controladores. Entretanto, su autoridad no debe ser cuestionada ni sometida a análisis ni críticas. Ellos son el Poder, un Poder nunca antes visto, omnímodo, pues elaboran las orientaciones y hacen las conclusiones.
Cuando el Poder se utiliza durante algún tiempo y con algunos propósitos, va engendrado dogmas, voluntarismos, burocracia, corrupción. Las transformaciones sociales, algunas verdaderas demandas del pueblo, se ven nubladas o anuladas por estos males incontrolables. El Poder revolucionario se torna conservador, reformador y se siente impelido a pensar que cada hilo de la trama social debe regirse por sus dedos.
La verdad y la capacidad de cavilar pasa del ente colectivo y social a manos de ese Poder concentrado. Y lentamente, por inercia e inconsciencia, por ignorancia y ego, y luego por las apetencias que despierta, va a pasar a manos de una reducida minoría pensante, que siempre intenta perpetuarse.
El mundo da vueltas y vueltas, va y viene un ciclo de capitalismos, va y vienen revoluciones. El pensamiento teórico y táctico estratégico se nutre de disímiles experiencias sociales. Los filósofos, sociólogos, artistas, intelectuales, le dan vueltas y revueltas al asunto y hacen pequeñas modificaciones: tratan de insuflarle vida novedosa a sus conceptos y doctrinas. No logran mucho.
El uso del Poder es una materia desatendida. No hay cultura del Poder. Se otorga tanto Poder a gobernantes y líderes, o se lo toman ellos, que luego al electorado, al pueblo, a las multitudes, se les va de las manos el gran asunto de su porvenir, incluyendo por supuesto sueños y esperanzas. Las utopías van siendo entonces cosas de locos.
Esperanzas y sueños son reciclados hábilmente por el Poder. El ciudadano, la gente, el individuo, vuelve a recaer en las trampas, consignas, discursos, campañas mediáticas, trucos ideológicos, promesas económicas, miedos, malabarismos políticos.
Aparece entonces el partido acéfalo del abstencionismo, el voto en blanco, la boleta tachada y otras esquivas improvisadas. Pero el Poder calcula esas maniobras y hace su contrafuego. Es un juego de ajedrez quizás en sus postrimerías. Contra peón del pueblo, el alfil y la torre del Poder. ¿Hasta el infinito?

FELIX GUERRA

POEMAS DE LA SANGRE COTIDIANA

JUNIO 17 DE 2009.
CIUDAD DE LA HABANA.
CUBA

Leer más

Cuba: Cada cosa, tiene su “cosa”

El responsable del despilfarro es el sistema burocrático sustentado en el fetichismo de la propiedad estatal, en el trabajo asalariado y en la centralización de recursos y decisiones

Pedro Campos Para Kaos en la Red


Un editorial del Director de Granma, el compañero Lázaro Barredo del 22 de mayo, señala: “ahorro o muerte”, basándose en una frase del ex Presidente del Banco Nacional de Cuba, compañero Francisco Soberón. Dada la situación económica, no parece una consigna vacía.
Lázaro Barredo tiene razón: los trabajadores y la burocracia derrochan, no se aprovecha la jornada laboral, la burocracia se guía por consignas del momentos, es difícil lograr con trabajo ideológico solamente que los trabajadores se sientan dueños de los medios de producción, burócratas y tecnócratas no son verdaderos administradores y a esta lista por él mencionada, pudiera agregarse otra cantidad interminable de deficiencias que llevan todas al despilfarro.
Pero en verdad, no es culpa de ninguno de ellos, no se trata de personas, el responsable es el sistema burocrático sustentado en el fetichismo de la propiedad estatal, la centralización de los recursos y las decisiones y en el trabajo asalariado que tipifica al capitalismo y que nada tiene que ver con el socialismo.
Mientras sigamos buscando soluciones en la actitud de las personas, si con buenas o malas intenciones, en la “conciencia del ahorro”, en la capacidad de dirección de los cuadros, y otros aspectos de la conciencia social y la superestructura y no acabemos de dar un enfoque sistémico a los problemas, en la base, en las relaciones de producción, no vamos a encontrar soluciones duraderas y sustentables. El gato, no importa el color, siempre caza ratones, dicen los pragmáticos, pero el socialismo no es cuestión de gatos, sino de personas organizadas para trabajar, producir y vivir en una forma distinta a los gatos.
Será necesario que la “dirección histórica”, la que en definitiva toma las decisiones principales, comprenda la necesidad de avanzar a la fase de socialización de la revolución. Todo apunta a que por allí andan las trabas. Ellos, por sus méritos históricos y lo mucho de bueno que han hecho por este pueblo, merecen reconocimiento; la forma en que actualmente dirigen el país, el Partido y la economía, no. Buenos resultados en la salud y la educación, son insuficientes para el bienestar del pueblo cubano. Es comprensible que otros se conformen con lograr eso algún día.
El capitalismo está llamado al fracaso precisamente porque su único interés es obtener ganancias y para nada le preocupa el ahorro como sistema. El capitalismo no puede ahorrar aunque quiera: necesita constantemente gastar. Si los capitalistas detienen la producción, como hacen ahora por la crisis de superproducción, no reparan en destruir mercancías y fuerzas productivas, algo peor que no ahorrar, hasta volver a recuperar los precios que permiten la rentabilidad.
El capitalismo monopolista de estado fue concebido e introducido por el socialismo soviético como un primer paso para la concentración de la propiedad por el estado en manos de clase obrera, que se abrió en parte al capitalismo privado cuando se instauró la NEP como un proyecto provisional para salir del “comunismo de guerra”. Tempranamente, la NEP fue identificada por Preobrazhenski (1) como precursora de la restauración capitalista; pero Stalin la “perfeccionó” a partir de 1929 eliminando sus “aristas” privadas y estatizando todos los medios de producción, excepto la tierra de los pequeños campesinos que fueron forzados a organizarse en “cooperativas” –koljozes-, “en cumplimiento del legado de Lenin y su llamado a la cooperativización”, que para Stalin y la mayoría de los otros bolcheviques era referida sólo a las tierras de los campesinos. Razonamiento que demuestra hasta que punto el estalinismo despreciaba el cooperativismo leninista y marxista, ése era “para aplicar a los pequeños campesinos a los que Stalin siempre confesó querer acabar, no para aplicar a la propiedad y recursos del estado”.
La esencia de esa idea del socialismo, como un capitalismo monopolista de Estado manejado por el Partido Comunista, es la que también se ha desarrollado en Cuba -razones aparte-, y nos guste o no, está regida por las mismas leyes de la producción capitalista, especialmente la obtención de ganancias, por la sencilla razón de que está sujeta a la misma organización asalariada de la producción y el trabajo y, bien vistas las cosas, en Cuba ha venido provocando los mismos efectos derrochadores del capitalismo privado que produce para un mercado de ganancias. Veamos algunos ejemplos:
1-La industria azucarera cubana cayó en desgracia cuando los precios del petróleo aumentaron tanto que no era “rentable” producir azúcar en la forma y con los métodos en que lo hacía el estado. Los centrales, que hubieran podido ser reconvertidos para otras producciones alternativas si se hubieran entregado a la iniciativa de los colectivos de trabajadores, fueron desmantelados, vendidos unos, deshuesados para piezas de repuesto otros. Se dejó de cultivar mucha caña que se hubiera podido utilizar con fines distintos a la producción de azúcar. Como mismo hace el capitalismo, los trabajadores se quedaron sin trabajo, solo que aquí se les siguió pagando un “salario” y fueron mandados a estudiar para luego jubilarse muchos.
2-Por ser “más rentable” comprar pollo, arroz, granos, aceite y huevos en EE.UU., que encargarlo a los campesinos cubanos y desarrollar el campo, el gobierno capitalista de estado cubano, prefirió invertir varios cientos de millones de dólares en el mercado norteamericano y “realizarlos” en las tiendas de divisa y el turismo, dejando una parte para el consumo normado, antes que estimular la producción campesina en Cuba. Las tierras se llenaron de marabú, no había estímulo a la producción. Se arruinó el factor productivo más importante después del hombre: la tierra, por “buscar ganancias en el mercado” y tratar de evitar “el enriquecimiento de los guajiros”. Con ello también se pretendía romper el bloqueo.
3-Como el turismo, la biotecnología y la exportación de servicios médicos y de otros profesionales, ofrecían “rentabilidad” al estado, los esfuerzos del “capital” cubano concentrado en el estado se dirigieron monopólicamente a esos sectores y, el resto dejó de recibir inyecciones de recursos porque no era “rentable”. La industria alimenticia, la agricultura, la vivienda, la producción de electrodomésticos, de muebles y medios de transporte, por poner ejemplos muy claros fueron abandonados a su suerte. Se logró así el “desarrollo desigual”, como mismo pasa al capitalismo privado que se concentra en las ramas más productivas del momento.
4-En artículo del 31 de mayo, Juventud Rebelde informaba de la enorme cantidad de productos del agro que se pierden en el campo y ya cosechadas, porque no hay envases y el aparato burocrático centralizado del transporte, acopio y distribución no puede recogerlos pues los camiones “no pueden viajar vacíos una parte del trayecto”. También relataba el abandono de maquinarias empacadoras costosas, por falta de pequeñas inversiones, pues ya no producen para el mercado en divisa, que es el que le interesa al estado. En el artículo continuación de este, del domingo 7 de junio, JR volvía sobre el tema e informaba del “reordenamiento” del acopio, transporte y distribución de los productos del agro, toda una estructura mediando, con más empresas estatales y su burocracia “descentralizada con autonomía” que complica y encarece más la gestión, cuanto todos sabemos, por la propia experiencia cubana, que la autonomía buro-tecnócrata sin control obrero trae más corrupción.
La Agricultura “se limpió” porque su papel no es acopiar ni distribuir, Acopio “se limpió” porque no tenía transporte y Transporte “se limpió” porque tenían la orden de que los camiones no podían circular vacíos una parte del trayecto o porque no les avisaron por el celular. “Pero ahora sí nos vamos a poner de acuerdo los tres; fue un problema de mala coordinación”. Esas cosas suelen ocurrir en los combates militares cuando la Marina, las Fuerzas de Tierra y la Fuerza Aérea actúan cada una por su lado, sin coordinación; pero cuando se ponen de acuerdo son muy efectivas. Pero, desde luego estos no asuntos militares, sino relativos a la economía política del socialismo. Cada cosa tienes su “cosa”.
Todos los cubanos sabemos que el precio que paga Acopio al productor es mínimo en comparación con los altos precios al por menor en los agro-mercados del estado. ¿Quién se guarda esa gran ganancia mercantil intermediaria? ¿Por qué los mercados tienen que seguir vendiendo al precio que le impone el MICINC, no importan las pérdidas? ¿Por qué se pudre tanto alimento en su vía crucis de la tierra al plato? ¿No se dan cuenta de que esos aparatos intermediarios encarecen el producto, que mucho del mismo después se echa a perder en sus almacenes y que son fuentes de corrupción? ¿Quién paga por ese encarecimiento, sino el pueblo? ¿No sería mejor que las cooperativas y grandes productores tengan su propio transporte o lo contraten a particulares o al estado y comercialicen ellos mismos lo que puedan directamente, sin intermediarios estatales, ni particulares?
Mucho que se ha criticado a los intermediarios ¿los del estado son distintos, son más eficientes? ¿Qué impide que las cooperativas unan sus transportes o se presten servicios unas a otras y a los agricultores particulares cercanos? ¿Por qué no se hacen cooperativas de transportistas? ¿Por qué ir de nuevo a la centralización del transporte y a crear intermediarios estatales, nuevas versiones de los fracasados mercados concentradores?
Queda evidenciado que la estato centralización monopólica sistémica del acopio, el transporte y la comercialización sirve al estado para “controlar toda la ganancia mercantil” de lo que producen los campesinos, pero es incapaz de resolver el problema y entre sus resultados tuvimos: incalculable destrucción de productos agrícolas que no fueron al consumo popular ni a la industrialización, los precios al por menor se mantuvieron altísimos con perjuicio para el pueblo y muchos campesinos perdieron los esfuerzos hechos en sus producciones.
Estos cuatro ejemplos son elocuentes, el capital del estado ha sido invertido donde más ganancias podrían producirle a él, según su estrecha visión burocrática y por razones de super vivencia a corto plazo, en función de intereses inmediatos, superficialmente evaluadas. La inversión no ha estado en función de las necesidades concretas de los trabajadores, sus colectivos laborales y el pueblo, en función de sus demandas, sino en dependencia de las “ganancias para el estado”.
No faltará el ilustrado burócrata con el docto argumento: “la centralización de la apropiación –de la propiedad y el plustrabajo todo- tiene un fin social, hacer una mejor distribución, se hace para fortalecer el “estado socialista”, alimentar sus necesidades (las de sus aparatos burocráticos) y garantizar al pueblo “los logros básicos de la revolución”: un mínimo de alimentos a bajos precios, una precaria seguridad social, pero garantizando educación, preparación técnica y un buen sistema de salud para que los asalariados sean productivos y no falten al trabajo”.
Una vez más método y fin en contraposición, sin correspondencia. El pragmático del “gato que caza ratones”, termina dominado por el método de caza y nunca pasará de gato. El fin no justifica los medios, los determina. El fin socialista precisa de medios y métodos socialistas, propios. Nunca será posible conseguir una sociedad socialistas con métodos propios del capitalismo como el trabajo asalariado, la concentración de la apropiación y la búsqueda de ganancias a costa de la explotación a otros. ¿Será necesario recordar al El Che y las armas melladas...?
Nuestro capitalismo monopolista de estado que ha mostrado sus más bajos sentimientos usureros y crematísticos (ánimo de lucro en el mercado) con el monopolio del mercado interno de todo tipo de productos, ha terminado por derrochar y malgastar muchas fuerzas productivas, maquinarias, plantas enteras, proyectos que nunca se terminaron porque no fueron bien “planificados”; ha desaprovechado recursos en la preparación de muchos profesionales que después, aún siendo necesarios, no ejercieron lo que estudiaron y fueron a realizar labores más “rentables” o se fueron del país, y otros por el estilo.
No se trata de criticar por criticar, el hipercriticismo que aprecian en todo análisis objetivo los que quieren “cambiar todo sin cambiar nada”; sino de dejar las ramas para ir a la raíz de los problemas y presentar soluciones socialistas duraderas para poder resolverlos: “Los pueblos han de vivir criticándose, porque la critica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente”, dijo el apóstol. Y quien tiene a Cuba en el pecho y al socialismo en la cabeza, deberá entender que pretender ahorrar sin cambiar el “mellado” sistema asalariado que tipifica la organización de la producción del capitalismo, sería como querer producir energía eléctrica (eólica) con los antiguos molinos de viento.
Si realmente queremos economizar sin que esto se revierta en un obstáculo mayor a la producción y convertir el ahorro en una tarea de masas, es necesario conseguir que todos los que intervienen en la producción reciban directamente en sus bolsillos los beneficios de tal política y no solo los perjuicios como se proyecta ahora la campaña, con la sistemática amenaza de que “habrá apagones si no ahorramos”, usando un mensaje negativo, propio de métodos coercitivos, de ordeno y mando, con criminalización de las personas que serían las “responsables” de los apagones por no cumplir ellos con las políticas estatales de ahorro. Esto podría bien llamarse “terrorismo mediático”. Así no se “funda” un pueblo. La economía se logra con métodos económicos afines.
Una verdadera, sensata, sostenida y constructiva política de ahorro sería posible si lográramos avanzar de este capitalismo monopolista de estado, que han llamado “socialismo” para desgracia de este vocablo, al verdadero socialismo, donde cambien las relaciones asalariadas de producción por las asociadas, no sea un centro burocrático quien decida cómo usar todo el dinero disponible para las inversiones, sino que los recursos estén repartidos entre quienes lo producen para garantizar la reproducción ampliada de todas las ramas; los trabajadores todos –manuales e intelectuales- se sientan de verdad estimulados y responsables de lo que se gasta porque ello se revierta directamente a favor o en contra de sus entradas y no sea una burocracia designada y despilfarradora la que dirija y gestione directamente la administración de las entidades productivas, sino los trabajadores mismos. Si no lo desean, una vez más no nos oigan, pero nunca será tarde.
Con más de lo mismo, seguiremos de mal en peor. Los obcecados creen que el poder radica en el control de las armas, el dinero o las instituciones. El verdadero poder está en los corazones del pueblo que, con tales métodos solo logran dispersar y hacer volar, en busca de otros aires.
Socialismo por la vida.

La Habana, 17 de junio de 2009
perucho1949@yahoo.es

1-Stalin previno la restauración capitalista

Ver otros artículos relacionados del autor en
http:/www.kaosenlared.net/rss/kaos_colaboradores_195.xml http://analitica.com/va/internacionales/opinion/8777149.asp.
http://es.geocities.com/amigos_pedroc/index.html
http://autogestion-socialista.blogspot.com/

Pedro Campos en Kaos en la Red

Leer más

viernes, 12 de junio de 2009

Factores que afectan el crecimiento de la producción agrícola en Cuba

El artículo de Juventud Rebelde es una muestra irrefutable de cómo el sistema burocrático centralizado traba el desarrollo de la producción y de las fuerzas productivas.

Radulfo Páez Para Kaos en la Red


El 31 de Mayo en el periódico Juventud Rebelde, órgano de la Unión de Jóvenes Comunistas fue publicado un artículo investigativo, intitulado “aaaaaaaaaaa”, firmado por las compañeras Marianela Martín y Haydée León, donde se explican distintos problemas que están incidiendo negativamente en la producción, transformación, envase y transportación de la producción agrícola en el Municipio de Guira de Melena perteneciente a la provincia Habana, de cuyo análisis se desprenden eventuales soluciones a dichos problemas.
Lo que ahí se narra pudiera tomarse como muestra de lo que ocurre en todo el país y las soluciones posibles también podrían ser valoradas para otras provincias.
Resume dicho artículo, que productores y especialistas advierten que se avecina una producción nada despreciable de boniato, plátano, malanga, pepino, calabaza y otros renglones, sin que todavía se haya salido del atolladero de los envases ni haya disponibilidad en las industrias.
Luce entonces lógico buscar una solución a esta necesidad de la producción, por lo que pudiera proponerse estudiar en el ámbito de la provincia, cuáles entidades cooperativas que posean condiciones productivas pudieran introducir como parte de su objeto social la fabricación de envases. Esto redundaría en beneficio de los productores agrícolas, la población consumidora y hasta las propias entidades implicadas en la elaboración de envases que así ampliarían sus capacidades de producción y aumentarían sus utilidades. Además este tipo de cooperación ayudaría a la creación de uniones de cooperativas.
Es necesario pensar y sugerir cómo eliminar los obstáculos legales, contractuales, financieros, etc. que impiden la cabal autogestión de las entidades cooperativas para que puedan producir ellas mismas sus envases u otros bienes productivos necesarios, en función de lo cual se podrían manejar formas para adquirir recursos materiales en distintas entidades nacionales o autogestionados en el exterior, incluso por la ANAP, a fin de salir de este bache que desde hace tiempo esta perjudicando los resultados de la producción y ocasiona innecesarias carencias alimentarías y perdidas económicas incalculables por obstáculos a las iniciativas no burocráticas.
En Guira de Melena, se indica en el artículo citado, se gesta un experimento nacional que pretende organizar, en esta localidad, la primera empresa que contará con más autonomía en su desenvolvimiento en la agricultura. Esta iniciativa no es explicada en detalles; pero por la propia expresión cabe pensar que “más autonomía” no implica la necesaria plena autogestión que posibilite a la empresa resolver ella misma sus problemas, ser rentable y contribuir verdaderamente al desarrollo económico y social de la región y el país.
Recordemos que la autonomía, si no conlleva .el autogobierno de los trabajadores, el amplio despliegue de sus iniciativas y que estos dejen de ser asalariados para convertirse en asociados, no conduce a una plena autogestión sino a extender hacia abajo la burocracia creándole nuevos nichos y estructuras de poder.
Dicha empresa, lógicamente, podría tener en cuenta en su experimento organizativo los diversos problemas que se relatan en el artículo de Juventud Rebelde. Particularmente es conveniente observar que según Miguel Abraham Romero, director de un establecimiento perteneciente a la Empresa Estatal de Acopio Habana, hasta hace poco allí procesaban productos de primera categoría para comercializar en la red de divisas, pero hoy tienen paradas por falta de materia prima una empacadora que costo miles de dólares y a duras penas echan a andar dos maltrechas calderas con leña.
Cabría preguntarse por qué ocurrió eso, ¿es que acaso nunca recibieron parte de las divisas obtenidas para garantizar su mantenimiento y reproducción ampliada? ¿Sus mercados eran controlados por un centro sin vínculo alguno con la base productiva, que luego se desentendió de los mismos? ¿No podrían ellos mismos gestionar el suministro de materia prima para la empacadora?
Lamenta el compañero, tener que rechazar ofertas de productos que pudieran aprovecharse en la elaboración de mermeladas y puré, pues les tienen prohibido hacer cualquier gestión que esté fuera de lo estipulado en su “objeto social”, ¡¡¡aunque económicamente beneficie a la entidad, a los consumidores y la economía del país!!!
Esta es una clara muestra de cómo las concepciones, regulaciones y prohibiciones burocráticas centralizadas, traban el desarrollo de la producción y de las fuerzas productivas.
Además de este aparente “pequeño” desastre Orlando Gómez Marín, presidente del CPA Niceto Pérez, en Guira de Melena considera que la pequeña agro-industria de los productos agrícolas sería una solución para dar salida a la gran cantidad de frutas y vegetales que se queda en los campos sin aprovecharse.
“Campaña tras campaña –dice- se evidencia que el país no esta preparado para industrializar grandes volúmenes” y agrega: “Pudiéramos tener conservas para todo el año, pero no hay un respaldo tampoco con pequeñas industrias en los principales polos productivos. Si los chinos obtienen harina del boniato y fabrican exquisitas galletas y espaguetis, ¿por qué no lo podemos hacer nosotros?- lo importante es encontrar, sin demora, respuestas a ese esfuerzo que se hace en el surco”.
Como puede observarse no se tiene en cuenta el desarrollo de la pequeña agroindustria, ni la reproducción ampliada de las que existen cuando no presenten interés o estén auxiliadas por el capital mixto interesado en la obtención de divisas, por lo cual pierden su capacidad y valor productivo.
Especialmente, sería recomendable que se analice la necesidad de estimular la pequeña agro industria en las cooperativas, particularmente fomentarlas en las CPA, Cooperativas de Producción Agropecuaria ya que las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) siguen lastradas por el sistema burocrático de dirección, gestión y pago, mientras las CCS (Cooperativas de Créditos y Servicios) como están organizadas actualmente, sirven más bien para estimular tendencias a la acumulación capitalista.

Leer más

jueves, 11 de junio de 2009

Cuba: Argumentos de la revolución

Si un dirigente piensa una cosa mientras siente ser la Revolución, yo puedo opinar lo contrario y sigo sintiendo que yo también lo soy, y así será hasta que no lo debatamos en igualdad de condiciones.


Heráclito Pérez Para Kaos en la Red

Sabemos que no basta la realización de elecciones al estilo occidental ni cualquier otra formalidad, para que exista verdadera democracia; tales elementos son acaso medios, fácilmente engañosos, que no necesariamente conducen a su pretendido fin. Siendo coherentes con esta visión, se impone aceptar que tampoco alcanza con hacerlo diferente a Occidente, pues dejado ahí no sería más que un toque superficial. Rituales aparte, lo importante es si se realiza o no el significado último de la democracia: gobierno del pueblo. Mi opinión es que ni siquiera en Cuba se cumple eso. Ésta calificación no es, insisto, a resultas de las peculiaridades formales de nuestro país _como la de no tener contienda entre partidos_ sino porque a fin de cuentas nuestro modo de intentar la democracia no está garantizando que todos los cubanos seamos sujetos activos en la política, al menos no al nivel que se supondría para una sociedad socialista ¿Cuál es ese nivel? Uno en que toda la sociedad funcione como un gran cerebro, donde cada persona aporte lo suyo de la manera más óptima que se requiera para aprovechar la inteligencia de todos en beneficio del país. Algo así como una inmensa “tormenta de ideas”.
Alguno se preguntará quién soy yo para afirmar algo de esa índole. Pues bien, yo soy la revolución. Tal condición me ha sido confirmada por el propio Fidel en su célebre frase, y yo lo que intento es actuar en consecuencia. Está claro que no soy el único que “soy la revolución”; sólo quiero hacer constar que no lo soy menos y que por ello tengo potestad para opinar acerca de mi país, lo cual por supuesto no significa que necesariamente tenga la razón. Así pues, he aquí mis argumentos:
En Cuba, uno de los principales métodos mediante los que supuestamente un ciudadano puede resolver algún descontento es plantearlo a su delegado _al de la zona donde reside_ que a su vez debe elevar el asunto hasta donde proceda, de manera que eventualmente pueda llegar al parlamento nacional ¿Funciona? Desde que hace 30 y pico de años tal sistema está vigente, a los delegados de base se les han formulado muchísimas quejas, pero es indudable que en determinado paso el flujo de ellas se traba, pues mientras en la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento) nuestros supuestos representantes siempre levantan la mano al unísono, muchos de los asuntos de que nos quejamos no son mencionados.
Una alternativa debieran ser los medios de información masiva, pero están muy ocupados en recordarnos lo malo que es el Imperio y lo bien que a su juicio funcionan las cosas aquí en Cuba. En cambio, en la parte en que deben tratar nuestras deficiencias no imputables al Bloqueo, son sumamente escuetos _algunos dicen que para no darle armas al enemigo, otros estimamos que por censura y autocensura y de todos modos dándole armas al enemigo. Es cierto que existen secciones de la prensa en las que los ciudadanos se quejan, pero las más de las veces de temas puntuales, anecdóticos: que si “en la empresa de correos me robaron el paquete que me envió mi prima desde Venezuela”, que si “el tren se demoró más de un día desde Camagüey a la Habana”. No es para disminuir la importancia de los hechos así denunciados, al contrario; difícilmente uno lea dicha sección del Granma, del Juventud Rebelde o de algún periódico provincial sin pensar “eso también me ha sucedido a mí”. La cotidianeidad de la mayoría de los cubanos está demasiado llena de problemas de ese tipo como para que se les trate como cosas puntuales: muchos puntos juntos se convierten en mancha y como tal debiera tratársele, lo que en este caso quiere decir que en vez de tomarla con los innumerables síntomas, deberían analizarse las raíces de los problemas: si las entidades de base de cierto ministerio fallan una y otra vez en todo el país, no puede tardar infinitamente el momento de concluir que no es casualidad y que por tanto ya toca criticar al propio ministerio, al ministro. Del mismo modo, si muchos ministerios fallan, es de sospechar que la dirección del país esté involucrada en el problema.
Lector cubano: ¿De cuántas veces que has tenido un percance del que supuestamente deberías quejarte ante tu delgado, ante cuántas cosas del funcionamiento de este país que no te gustan, has acudido a ese mecanismo? ¿Cuántas personas conoces que lo hagan? Entre las que me rodean, la mayoría jóvenes, pocos saben quién es su delegado ni les interesa y si algo les disgusta, lo hablan sólo entre ellos, en el marco de lo que los cubanos hemos bautizado como “comentarios de pasillo”. Lo menciono porque sospecho que ese proceder está bastante generalizado y un indicio de ello es el tipo de propaganda que ha aparecido en nuestra televisión: En la escena hay un vendedor maltratando a un ciudadano ¿Cómo reacciona éste? Opta por digerir el agravio y seguir adelante, pero entonces, cual si se estuviera rodando una película, una voz ordena que “corten” y que vuelvan a comenzar. En la “segunda toma” la cosa bifurca diferente: la víctima “no la deja pasar” sino que se queja, hace valer su derecho, y por supuesto, le sale bien, que después de todo es ficción. Si esto está apareciendo en un espacio tan poco dado a señalar nuestros defectos como lo es la televisión, debe estar bastante generalizada la actitud de que no solo no nos quejamos ante nuestro delegado sino que ni siquiera nos quejamos al tipo que nos vende bajo de peso. En esto ha quedado nuestro aguerrido pueblo, en que si los yanquis nos invaden nos los comemos vivos, pero mientras tanto… Se nos adhiere más y más la idea de que la fatalidad nos va a acompañar a como sea y dado que eso es así ¿de qué democracia vamos a hablar, de qué acceso popular a la dirección del estado, si la mayoría ni siquiera se anima a intentar modificar su entorno público más inmediato?
Fue significativo el hecho de que el gobierno nos convocara a quejarnos, a que no tuviéramos miedo de decir lo que pensábamos (“¿por qué habríamos de tenerlo?”, puede uno preguntarse socarronamente), en aquellas asambleas en nuestros centros de trabajo, de estudio y demás. Sucedió poco después del cambio de gobierno, circunstancia que sugería que las cosas podrían mejorar. Y hasta nos entusiasmamos, evidentemente no fueron de esas reuniones aburridas que tanto padecemos, nadie tuvo que decir el clásico “¿quién rompe el hielo?”: las quejas llovieron, se ha dicho que en todo el país fueron tres millones. Obviamente si el Poder Popular funcionara, no tendría que haberse recurrido a eso. Ni las gentes hubieran reaccionado como olla a presión cuando le quitan el tapón sino que hubieran dicho “¿para qué vamos a hablar aquí, si ya se lo dijimos a nuestro delegado y estamos seguros de que ya lo está tratando de resolver?”. Tres millones de quejas reprimidas, que solo brotan públicamente mediante una citación extraordinaria, no dejan bien parado al sistema democrático en su versión habitual.
Y ya que hablamos de aquella convocatoria… ¿en qué quedó? Uno especula que si están analizando las quejas, que si duermen en alguna gaveta, que si esto y lo otro, pero ¿no es más respetuoso que alguien se encargue de decírnoslo o al menos decir cuándo nos lo van a decir o informarnos por qué no lo dicen? ¿O tenemos que quedarnos con la duda de si quizás fue sólo un gran monólogo del pueblo, un inmenso comentario de pasillo? El objetivo democrático de aquel evento queda en suspenso mientras no se respondan estas preguntas. Hay que reconocer que cierta parte de nuestras reclamaciones fue atendida: ya tenemos el derecho de ir a los hoteles, de comprar celulares y computadoras… para lo que nos vale. Pero para saber que a nadie le gusta que le impidan por ley ir a un hotel no había que armar tanta reunión. Además ¿cómo podía ser? Los hoteles y las playas estaban entre los bienes que el gobierno revolucionario había recuperado en favor del pueblo y Nicolás Guillén, nuestro Poeta Nacional, los había mencionado explícitamente entre los derechos que como cubano en revolución había logrado para siempre, por merecedor de ellos, por tener “lo que tenía que tener” _sin que le pasara por su cabeza que ese patrimonio podría serle negado por los que se lo habían entregado antes. Pues bien, hotel más hotel menos no es lo importante, si de todos modos no vamos a ir porque hay que pagarlos y no con los precios de la época en que Guillén hizo su poema. Que no nos dejaran entrar a Varadero y a otras playas por ser cubanos residentes en Cuba (los de Miami o cualquier otro lugar sí podían ir), estuvo peor. Pero al final está el consuelo de que los beneficios que produce el turismo van a parar al pueblo. Ese no es el asunto, sino el hecho de que para quitarnos esa parte de “lo que teníamos que tener”, no se nos preguntó o mejor dicho, sí: Ya habíamos votado en 1976 a favor de la Constitución de la República actual, que entre otras cosas prohíbe que se nos prohíba entrar en lugares públicos, entre los que se incluyen naturalmente los hoteles y las playas. Así que esa fue nuestra última palabra de la última vez que se nos consultó y de eso hacen más de 30 años ¿Qué les hizo pensar que entretanto habíamos cambiado de parecer? O de cualquier modo ¿cómo puede a alguien “allá arriba” ocurrírsele que está interpretando el sentir del pueblo cuando le prohíbe entrar a las playas o tener teléfonos celulares? ¿Son tan ciegos? Asusta creerlo pero apostaría a que no sólo se trata de eso sino de otra cosa, nefasta también. Y es que nuestro parecer no les importa tanto, de paso tampoco la Constitución de la República y menos aquel poema. Convocatoria a protestar aparte, el mecanismo de decidir cuestiones importantes de nuestras vidas, irrespetando nuestros derechos y opiniones, está intacto. Por ejemplo, se sigue ignorando nuestro derecho amparado por nuestra constitución de vivir en cualquier parte de nuestro país y del mundo, por culpa de una ley que prohíbe a casi todos los que nacieron fuera de la Ciudad de la Habana, vivir en esa ciudad, más la obligación de tener que pedir un permiso para salir del país. O la famosa ley de peligrosidad, que permite a los tribunales condenar sin que se haya producido el delito, basado en la sospecha de que se va a producir alguno (como en aquel filme: Minority Report). Ahora mismo está circulando la información de que los cubanos no tenemos derecho a comprar tarjetas para acceder a Internet… Sería interesante que alguno de nosotros de pronto tuviera lo que hay que tener para acusar al gobierno cubano en un tribunal cubano por violar la constitución cubana ¿Qué habría salido de ahí? Imposible saberlo. Incluso la gran mayoría ni sospecha que algo así pueda hacerse y por supuesto, el Granma no va a informárselo. Por muy de buena fe que tengan los que nos dirigen, no pueden saber más de las necesidades del pueblo que el pueblo mismo; ni la suma de las inteligencias de los integrantes del Buró Político, por muy ilustrados que sean, puede ser mayor que la suma de la inteligencia de millones de cubanos. Y menos a 50 años de revolución. Que por cierto ¿no era ésta la de los humildes? Pues seguimos siendo los humildes, pero más educados… vamos, que no podemos ser tan ignorantes como para que se nos ignore tanto. O si no, sucede lo que sucede: que las inteligencias no encuentran cause donde juntarse, para discrepar, para mover al país más inteligentemente en función de su bienestar; que no hay, en definitiva, acceso popular a la dirección del estado. Piénsese en esto: Desde hace mucho tiempo los cubanos venimos diciendo que no es lógico que se nos pague lo mismo si trabajamos que si no. Ésa es una idea sencilla y buena pero durante muchísimos años los de arriba se dieron gusto ignorándola... Otro ejemplo es lo de Obama. Por ahí hay alguna que otra cosa que ha dicho sobre Cuba y que no se ha informado en los medios cubanos. Supongo que sea por el temor de que si el pueblo se entera, se confunda con los famosos “cantos de sirena”.Pero el asunto es que se están negando a compartir con nosotros ciertas informaciones _que por supuesto no son secreto de estado de ningún lugar pues se publican en medios extranjeros_perdiéndose así la oportunidad de procesarla en compañía unos cuantos millones de cubanos, de los que por otra parte se pasan la vida diciendo (parece que con los dedos cruzados) que son el pueblo más educado del mundo. Cuando se piensa que el 60 % de la tierra está sin cultivar y que durante tantos años fue así sin que nos conste que nuestros líderes hayan hecho algo al respecto, ni siquiera mencionarlo y mucho menos discutirlo con el pueblo, a la vez que tanta gente como comentario de pasillo decía que era ilógico, cuando uno piensa en eso, no puede sino desear que esos pasillos tengan más protagonismo.
Recién leí un libro acerca de la China de la década de 1960 en el que se contaba esta anécdota: Un piloto de avioneta había tenido un accidente al aterrizar, nada fatal. La medida que tomaron sus jefes fue que tenía que leer las obras completas de Mao. Lejos de lo que pueda suponerse no se trataba de un castigo sino de la mejor forma que encontraron para hacerlo buen piloto: creían la palabra del Gran Líder tan poderosa como para eso. Sea o no cierta la historia, no está tan alejada de casos de voluntarismo que hemos padecido en Cuba. Incluso hoy, habiendo el gobierno llegado a la conclusión ¡al fin! de que nuestro problema de productividad debía intentar resolverse pagando salarios proporcionales al aporte de cada cual, todavía se nota su reticencia a actuar en ese sentido; de hecho ¿por dónde anda la prometida reforma salarial? Era para principios de este año _“sin prórrogas”_ y ya casi estamos en junio. Mientras, insisten en apostar soluciones reiteradamente inefectivas como poner en la televisión propaganda orientada a convencernos de que trabajemos bajo este argumento: porque es lo correcto, lo moral ¡A estas alturas! Lo correcto y lo moral es que a los trabajadores se nos pague por lo que hacemos y que no se nos pague si no lo hacemos ¿Cómo puede pensarse que nuestra falta de dedicación al trabajo se deba a que no se nos ha insistido lo suficiente en que trabajemos por amor al arte?Quizás estaría bien que algo así funcionara, pero no es lo que dice la práctica. Es tan buena idea como aprender a pilotar leyendo a Mao. Llevamos una buena cantidad de años enterándonos en el noticiero de cómo el compañero Machado Ventura va por todo el país supervisando innumerables reuniones donde la “novedosa” solución que se encuentra a la improductividad, a la inasistencia y en general a cualquier cosa es “incrementar la labor político-ideológica”. Cada vez que lo oigo me acuerdo de aquel cuento del borracho que en el velorio repetía “lo mismito del año pasado”. Luego, recientemente, hemos visto al propio Machado orientando que no se deben hacer reuniones por gusto; pareciera una contraorden. En definitiva despotricamos contra la absurda actitud de la dirigencia yanqui de mantener durante 50 años el Bloqueo sin que haya cumplido nunca su objetivo declarado de virar al pueblo de Cuba contra su gobierno; o porque se gastan su buena millonada en transmitir hacia nuestro país una televisión que nadie ve; nos burlamos de tales estupideces que recuerdan a una mosca golpeando una y otra vez el cristal, y sin embargo nosotros estamos en las mismas: insistiendo como posesos en cosas que han demostrado ser ineficaces. La reciente discusión que el pueblo realizó convocado por el gobierno sobre la ley de la jubilación, ha sido señalada como prueba de que cuentan con nosotros para tomar importantes decisiones. Pero no es realmente un debate nacional aquel en que las opiniones que oye todo el país en los medios de información masiva, son sólo las favorables a la idea gubernamental, mientras que las otras nada más son escuchadas por la parte del pueblo que está en la reuniones donde son emitidas. Que fue lo mismo que sucedió con la convocatoria raulista a quejarse de la que hablaba más arriba. En el sitio Kaos en la Red, por ejemplo, se publicó un artículo que cuestionaba la nueva ley de la jubilación por ser, según el autor, un intento de promover la productividad por vías inapropiadas ¿Hubiera votado igual el pueblo de haber tenido acceso a argumentos como ese?Nunca se sabrá. Pero en general aquí las cosas siguen ocurriendo como en el reciente cortometraje Brainstorm de Eduardo del Llano, en el que por mucho que se debatía qué hacer, siempre se supo que al final se haría lo que indicara cierta llamada telefónica “de arriba”.El principal argumento que tienen los defensores del sistema que critico es atacar al capitalismo. Con sólo demostrar que no somos como éste, creen estar demostrando que estamos haciendo lo correcto. Como si sólo se pudiera ser de dos modos: o como esas sociedades o cómo somos ahora. Para ellos cualquier cambio que hagamos tiene necesariamente que colocarnos bajo la bota del Imperio; tal como si ya fuéramos la perfección o lo mejor que podemos lograr. Sólo ven dos caminos: o quedarnos donde estamos o retroceder. Lo de avanzar no les pasa por la mente ¡Y después van tan orondos diciéndose revolucionarios! Si les cuestionan por qué los cubanos tenemos que pedir permiso de salida, alegan que los haitianos tampoco pueden viajar por falta de dinero; si les preguntan que por qué no tenemos prensa libre, alegan que eso no existe en ningún lugar; si se les recrimina la falta de democracia, espetan de este modo “¿De qué democracia hablan? ¿De la que permite que se mueran niños de hambre, etc, etc?” Y a pesar de que aparentemente están haciendo una pregunta, nunca esperan la respuesta pues no suelen hacer caso de que su interlocutor también tiene cerebro y boca. La respuesta, por lo menos la de muchos de nosotros, es que no, que no queremos la democracia de Haití con sus niños muertos de hambre; ni la de Colombia donde el ejército asesina a campesinos; ni la de Estados Unidos, con sus policías golpeando negros y millones de mendigos; ni la de países como España, que fueron a la guerra de Iraq a pesar de que era obvio que la mayoría de su población se oponía. No queremos esas democracias por la sencilla razón de que no son democracias y nosotros lo que estamos pidiendo es democracia. Ah, pero de pronto un día a nuestros líderes se les ocurre, por ejemplo, eliminar el permiso de salida, y allá van estos compañeros a alabar tal decisión, como si hasta ayer no hubieran abjurado de su posibilidad ¿Cómo pueden cambiar de pensamiento así de pronto? Fácil: nunca hubo tal; ellos no están para pensar sino para repetir consignas. Se alega la necesidad de defendernos del enemigo para justificar las prácticas anticonstitucionales en Cuba _como por ejemplo escamotearle información al pueblo. Salvando las distancias, este argumento de prescindir de la legalidad debido a “circunstancias especiales”, es el mismo que usa el gobierno norteamericano al cometer tropelías como la de Guantánamo y muchos etcéteras. Salvando la enorme distancia, repito. Pero es que no estamos realmente en circunstancias especiales. La amenaza yanqui dura ya 50 años, lo cual la convierte en norma. La constitución socialista data del mismo año del atentado al avión cubano en Barbados; no es sostenible la idea de que el magno documento se hizo para tiempo de paz y que por lo tanto no aplica ahora. Pero aun si por algún motivo fuera en cierta medida obsoleta o deficiente, lo correcto es hacerle las enmiendas adecuadas en vez de continuar violando algunos de sus artículos.Tenemos la mejor política exterior del mundo. Pedimos con razón la democratización de la o­nU, acusamos acertadamente al Imperio de pretender imponer un discurso único, y no es que esté mal buscar las pajas en el ojo ajeno, lo que está mal es no ver las pajas en el nuestro. Porque hablando de discurso único ¿cuántos discursos se escuchan en Cuba? Si hasta el mismo Fidel reconoció que fue un error pensar que alguien sabía como hacer el socialismo ¿cuándo en la prensa cubana se va a debatir cómo construir nuestra sociedad? ¿Cuándo publicarán algunas de las propuestas aparecidas aquí en Kaos? ¿Por qué nuestros dirigentes siguen actuando como si en efecto, sólo ellos supieran cómo hacer el socialismo?La democracia socialista no es algo que los yanquis quieren de nosotros, al contrario, es algo que nosotros necesitamos para combatir al Imperio. No se siga alegando la libertad que tenemos internacionalmente, la soberanía como país, para justificar la falta de libertades internas, como si libertad exterior e interior fueran excluyentes ¿Qué clase de pretexto es ese de que la democracia verdadera no existe en ningún lugar? Cuba realizó una profunda revolución antiimperialista a 90 millas de los Estados Unidos, les ha dicho todas las verdades en su cara a ese país durante 50 años, derrotó al poderoso ejército racista de Sudáfrica, resistió la caída de la URSS, y siendo un país subdesarrollado no sólo mantiene altos índices de salud en su suelo sino que envía médicos a medio mundo, y luego de todo esto y más ¿me van a decir que Cuba no puede hacer algo porque nadie lo ha hecho antes? Pues bien, seamos nosotros los primeros en hacer la democracia ¿Qué mejor lugar para intentarlo que la Cuba socialista y soberana? Y no solo porque es bonito sino porque es práctico.Tantas mentes en función de un objetivo común nos ahorrarían muchos errores. Si queremos ser los únicos socialistas del mundo, debe asumirse que queremos ser los únicos democráticos.
Algunos estamos a la expectativa con el congreso del Partido. “Quizás ahora”, pensamos algunos, y sí, puede que quizás ahora. Antes lo habíamos pensado del Congreso de la UNEAC, después de la “guerrita de los emails”, y no fue. El asunto es que no depende de nosotros, depende de “ellos”, de lo que quieran o crean correcto hacer; lo deciden unilateralmente. Recuerdo en la década de lo 80 cuánto se nos explicó la subida del precio de las guaguas de 5 centavos a 10, para que el pueblo no lo sintiera como una medida arbitraria. Luego, sin explicarnos nada, llegaron paulatinamente a los 40 centavos actuales, que comúnmente son 1 peso pues esas guaguas chinas y rusas estarán muy buenas, pero sus choferes no dan cambio. No me estoy quejando del precio de los ómnibus urbanos, que siguen siendo relativamente baratos, sino de que se toman la molestia de explicarnos, de convocarnos, sólo cuando les parece, pues no se sienten realmente obligados nunca. Un día nos dan esta migaja de espacio político, otro día aquella; a sus aires. No rinden cuentas. Hay voces pidiendo la sustitución del socialismo de estado por la socialización verdadera. Nadie parece oírlas. Movilizan a todo el país para hacer un censo, luego se demoran todo lo que quieren en dar los resultados, y sin explicar nada un buen día los dan y punto. Ni siquiera dentro del propio Partido actúan diferente ¿Cuántos años llevan pasados del tiempo estipulado para efectuar el congreso? ¿Alguien nos explicó algo a los militantes? Es cierto que el imperio está ahí y nos bloquea. Lejos estaba el triunfo revolucionario y ya Fidel sabía con quién tendría que vérselas la revolución triunfante. Él, ya decidido a irse “contra el tráfico”, estaba seguro de que los policías del mundo no se lo iban a perdonar y menos a 90 millas de su recinto. Pero si se piensa bien, de eso se trata el monstruo que tan temprana y correctamente describió Martí, eso es lo que les toca hacer a los imperialistas, así justifican su salario, por así decirlo, es su manera de realizarse profesionalmente: yendo por el mundo acabando con la quinta y con los mangos en busca de petróleo, caucho, diamantes, cualquier cosa que se les ocurra necesitar, que siempre es muchísimo más que lo que merecen. Esos son los gajes de su nefasto oficio ¿cuál es, en cambio, nuestra tarea? Impedir la de aquéllos, no dejarlos engordar su currículo a costa nuestra. Se dice fácil, pero cómo realizarlo a la perfección es una incógnita. Mas una cosa es indudable: que la mejor forma de enfrentar el Bloqueo no es tener tan mal cultivada la tierra, ni importar cosas que podemos producir aquí, ni pagar a cada cual independientemente de cuánto se esfuerce, y mucho menos, por supuesto, desperdiciar los criterios de nuestra educada población. No puede seguirse desconociendo es que darnos el lujo de cometer tan evidentes disparates frente al Imperio es seguirle la corriente. No puede ser que cada vez que no logremos algo, culpemos al Imperio. Es cierto que los imperialistas más malos no pueden ser y que como dijera el Ché “no se les puede dar ni un tantito así”, eso no está en discusión. Lo cuestionable es cómo lograrlo, como no darles ese tantito _que a mi juicio hace años que se lo venimos dando. No nos llamemos a engaño porque 10 administraciones yanquis no hayan podido tumbar el sistema cubano actual. Revolución no se trata sólo de estar 50 años resistiendo; eso es sólo un medio para lograr el fin, que es esencialmente avanzar. Muchos viejos revolucionarios se quejan del desapego de la juventud hacia el sistema. Ahí hay de todo, pero en cualquier caso no se le puede exigir a los jóvenes, que estén conformes con tener un empleo seguro, o porque disfruten educación y salud gratis. Esos beneficios, _inéditos en cualquier país, sobre todo del Tercer Mundo_ son cosas que la juventud cubana da por sentadas y es bueno que las den por sentadas: es lo mínimo que merece un ser humano. Los muchos países donde no están garantizadas, transitan todavía la etapa pre-revolucionaria, que obviamente ya superamos. No es lógico ni es revolucionario pretender que se conformen con eso pues como decía Silvio en la entrevista recientemente publicada en Kaos en la Red: “Es natural que los jóvenes exijan a partir de lo que tienen”. Hemos culpado a la desaparición de la URSS de demasiadas cosas. En primer lugar no tuvo que haber sido tan sorpresiva. En los supuestos años florecientes del Campo Socialista, se decía mucho en Cuba que el socialismo no podía sobrevivir sino donde hubiese una sólida unidad entre el partido y las masas. Y al mismo tiempo teníamos miles de estudiantes cubanos que regresaban de la Unión Soviética contando cosas como los problemas que tenía ese país en su sistema de salud, que en realidad no habían resuelto la cuestión de las nacionalidades y que en general allá existía un creciente divorcio entre el partido y las masas. Eso para no hablar del resto de los países del extinto bloque. Todo lo contrario a lo que decía nuestra prensa. El “desmerengue” nos tomó por sorpresa sólo porque no se nos permitía ni remotamente pensar en su posibilidad ¡Porque hasta criticar a los dibujos animados rusos era una blasfemia! ¿Para qué hablo de esto? Porque seguimos en las mismas. Porque nos metemos la vida diciendo que el capitalismo mundial no puede continuar así, que si la burbuja especulativa, que si el dólar sobrevalorado, y cuando irremediablemente viene la crisis del capitalismo que tanto hemos pronosticado, ¡la culpamos del incumplimiento de nuestros planes! No puede ser que frente a crisis mundiales que ya hemos previsto, el único plan que tengamos sea que el pueblo vuelva a apretarse el cinto.Esta se supone una revolución antiimperialista, y justificar sus estancamientos usando como pretexto la existencia del imperialismo suena un poco a alegar que un plaguicida no funciona por culpa de las plagas. Sencillamente no estamos cumpliendo nuestro cometido y el ánimo de la mayoría de nuestros jóvenes da fe de eso. Fidel dijo que “revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado” ¿Cómo podemos creerle y a la vez estar viendo como cosas que obviamente deben ser cambiadas _como lo del 60% de la tierra sin cultivar_ permanecen años y años igual o empeorando, sin que se permita debatirlas, y mientras tanto seguir diciendo que estamos en revolución? Quizás 50 años de intento de construcción de hombres nuevos hayan sido insuficientes como para haber creado el reemplazo de la dirigencia histórica, o quizás sí lo creó, pero ésta no se aparta. Hay que reconocer que no se ha logrado inculcar a la mayoría de los adolescentes y jóvenes, el conocimiento de por qué es importante que “esto” no se caiga. No hay dudas de que a ellos les va a tocar algún día, la duda es qué van a hacer entonces. Sea como sea, el hecho de que de la sustitución tenga que encargarse en persona la intransigente muerte, en lugar de dejársela a la pujanza de una generación más nueva, no es un indicio de democracia. Y no es que a uno le agrade ver nuevos rostros en la primera página del Granma, que de todos modos ya hemos tenido bastante de jóvenes promovidos por pensar como viejos; sino que es, entre otras cosas, un asunto biológico: mientras uno es más viejo, piensa peor. No tiene que ser así en todos los casos, pero no es la norma. A raíz de la reciente destitución de Felipe Pérez Roque y Carlos Lage, un forista de Kaos escribía que tal suceso demostraba que nadie era perfecto ni intocable. Si lo hubiera dejado ahí habría estado bien. Pero luego se desmentía añadiendo que si Fidel los había condenado públicamente a ambos, por algo sería y había que dejarlo así. El que eso plantea quizás no lo sabe, pero no está realmente convencido de que nadie sea perfecto puesto que como se ve, cree que Fidel sí lo es. En la Iglesia Católica existe una norma que consiste en que desde que el Papa se sienta en cierta silla específica y hasta que se levanta, estará en un estado de gracia que llaman “ex-cátedra”, que significa que lo que diga durante ese tiempo será perfecto, totalmente incuestionable, dogma, como dicho por el mismísimo Dios. Es absurdo, pero debemos reconocerles que no han abusado; en realidad muy pocas veces los líderes del Vaticano se han sentado ahí. En Cuba _supuestamente sin religión oficial_ se pretende que las virtudes de nuestros dirigentes son tantas como para que ni siquiera tengan que sentarse en un lugar especial: son eternamente perfectos, no pueden dejar de serlo, “no está en ellos”. Sólo pueden criticarse ellos mismos, cosa que no hacen muy a menudo. Pero ¿entonces resulta que yo, que por materialista dialéctico me estoy perdiendo la agradable esperanza de una vida eterna en el paraíso, debo además quedarme sin disfrutar de la libertad de pensamiento en la Tierra? Una de dos. No se me eduque científicamente para luego pedirme fe; no se me diga que debo votar “unido”, como le llaman a votar por todos los que están en la boleta el día de las elecciones, sin apenas conocerlos; no se me sustituyan dioses celestiales por terrenales, con designios inescrutables y todo. No se apele indiscriminadamente al prestigio, que no sea un cheque en blanco. Que me intenten convencer, está bien, pero no por la vía de bloquearme las opiniones contrarias, que es trampa, sino por la de argumentar mejor que ellas. Sométanse los actos de gobierno al escrutinio público, excepto los que descubrirían secretos de estado, y por supuesto, déjese de pensarse que todo es secreto de estado. No veo otra forma de cumplir con aquella buena idea de Fidel, de que cada uno de nosotros se diga “yo soy la Revolución” ¿Cuándo se dijo que se es más la Revolución mientras más viejo o mientras más importante el cargo? No es consecuente que se reconozca mi capacidad de ser una célula autónoma del proceso revolucionario, solo cuando esté recitando la consigna de turno _me recuerda aquello de Rosa Luxemburgo de que dar libertad sólo a los que piensan igual que uno, no es dar libertad. El hecho de imitar bien a un gran revolucionario, de cumplir como robots sus órdenes, no convierte a nadie en un gran revolucionario sino en un gran imitador, un buen robot. Que podrá ser útil o no, como los robots ¿pero revolucionario?... olvídenlo. Si un dirigente piensa una cosa mientras siente ser la Revolución, yo puedo opinar lo contrario y sigo sintiendo que yo también lo soy, y así será hasta que no lo debatamos en igualdad de condiciones. Eso no es una playa, no es un hotel, sino un estado mental y ni Fidel que me lo dio me lo quita.

Leer más