lunes, 19 de enero de 2009

EE.UU.: cambia el gobierno, continúa el sistema


El cambio de gobierno, aún cuando garantice la continuidad del sistema y busque su consolidación, debe conllevar modificaciones en las políticas internas y externas de EE.UU.


Pedro Campos Para Kaos en la Red


El próximo 20 de enero tomará posesión el nuevo Presidente de EE.UU. Barak Obama. Su triunfo, el de su Partido Demócrata, no implica un cambio en el sistema económico, político y social norteamericano, pero sí en el gobierno que además trae una recomposición de fuerzas políticas, sociales y económicas que habrá de reflejarse en las políticas internas y externas que asuma la nueva administración. Sin pretender abarcar un análisis integral del fenómeno, este artículo sugiere que ese cambio de gobierno, aún cuando garantice la continuidad del sistema y busque su consolidación, debe conllevar modificaciones, que pueden ser importantes, en las políticas internas y externas de ese país.
El imperialismo -fenómeno del sistema capitalista- en su país más desarrollado, no podría cambiar en su esencia por la simple llegada de un nuevo mandatario a la Casa Blanca; pero de hecho en el propio establishment, grupo de instituciones y personas que verdaderamente controlan el poder económico y político en el imperio, voces de importantes figuras, ya hacía tiempo venían señalando la conveniencia de un cambio en la imagen y las acciones del sistema, pues los pasos de laadministración Bush estaban afectando sus intereses en EE.UU. y en todo el mundo.
Fueron esas mismas afectaciones las que coadyuvaron al surgimiento de una recomposición socio política en la coalición que lleva a Obama al poder, fenómeno que a su vez fue adquiriendo dimensiones y significados propios, que permiten considerar la existencia de una nueva situación política en EE.UU., que ha generado expectativas en amplios sectores populares en ese país y en todo el mundo.
Ciertamente no fueron opuestos los programas que presentaron los contendientes demócratas ni, finalmente, los de ambos partidos. No podrían serlo porque ambos partidos representan a sectores más/menos interrelacionados de la oligarquía financiera. Pero sí había matices que hicieron la diferencia a favor de Obama, tanto en asuntos internos como externos. Desde ya empezaremos a ver como las fuerzas y sectores más conservadores y retrógrados del sistema se obstinarán en obstaculizar las propuestas del nuevo Presidente en la tradicional lidia por el control de las diferentes partidas del presupuesto en el Congreso donde se dirimen los destinos de las políticas.
Las diferencias entre los intereses que representan Obama y la anterior administración se aprecian en el uso de ambos de los fondos de “rescate” para enfrentar la crisis económica actual: Bush usó los primeros 350 mil millones de dólares aprobados por el Congreso para ayudar a los bancos y a las financieras, mientras que el destino que propone el próximo inquilino de la Casa Blanca a la segunda partida de 350 mil millones es la estimulación al consumo y a la pequeña empresa. El enemigo que Bush enalteció para tratar de unir al pueblo de EE.UU. detrás de sus políticas militaristas y aventureras, no fue lo que unió a las fuerzas detrás de Obama
No es de poca significación el hecho de que por primera vez en la historia de ese país, hasta hace unas pocas décadas escenario de violentas acciones discriminatorias contra los ciudadanos de la raza negra, haya llegado a la Presidencia un descendiente afro-americano con el apoyo mayoritario además de los hispanos que ya se han convertido en la minoría étnica más numerosa en EE.UU., aun cuando se trate de alguien educado por el propio establishmente y poseedor de una fortuna, aunque realmente pequeña en comparación con los que tradicionalmente han detentado el poder presidencial en ese país en las últimas décadas.
Es un “negro del sistema”, pero un negro que llegó a Presidente de EE.UU., bajo de terminadas condiciones históricas, en medio de una crisis económica, con un rechazo general a las políticas del gobierno precedente y por el voto de las mayorías discriminadas -negros, mestizos e hispanos- que constituyen, precisamente, los sectores más pobres y desposeídos en las capas trabajadoras de EE.UU. Por muchos que sean los vínculos y compromisos del nuevo Presidente con el tradicional establishment, esa realidad tendrá que ser tenida en cuenta por él, su equipo, y su partido, o no votarán por él en un segundo período.
Guste o no, en casi todo el mundo, la llegada de Obama a la Presidencia es vista por muchos como un resultado histórico de las luchas de los negros y demás ciudadanos norteamericanos por el respeto a los derechos civiles y un triunfo de los discriminados y más pobres, gracias a un sistema donde funcionaron, al menos por esta vez, los mecanismos de la democracia formal burguesa, a pesar de todos sus fraudes y defectos.
No debemos esperar milagros de Obama, ni cambios de 180 grados, menos los socialistas; pero tampoco podemos aferrarnos dogmáticamente a la idea de que las cosas allí continuarán igual que hasta ahora. Lo primero que lo impide es la propia situación económica y la crisis que vive el sistema, que sin llegar al borde de provocar revoluciones por faltar las condiciones subjetivas, incidirán en las formas en que el capital y el presupuesto norteamericanos tendrán que redistribuir sus inversiones y gastos, y donde los grandes beneficiarios de las ultimas décadas, la alianza Sur-Oeste de los sectores petroleros y del complejo militar-industrial, van a sufrir –muy probablemente- una reducción de sus ganancias, como base esencial de los reajustes que necesariamente tiene que asumir el sistema para sobrevivir.
La sustitución en la Casa Blanca de la fuerte alianza del Sur-Oeste que se formó a partir de la II Guerra Mundial y se consolidó y extendió con las administraciones Reagan, Bush y Bush Jr., por una nueva composición que no excluye totalmente al complejo militar, pero que sí parece desplazar en buena medida al área petrolera del Oeste de la gran influencia que poseía en la presidencia, deberá tender naturalmente a cambios en las políticas impositivas y presupuestarias, más propensos al desarrollo de los sectores empresariales que han sufrido por aquel predominio, como el de la industria automotriz, productores de otros tipos de energía, la industria alimentaria y ligera en general, los servicios médicos y escolares y otros que a su vez ayudarán a crear empleos y a mejorar las condiciones a los sectores más desvalidos de la población, como ya se observa en el plan presentado por el nuevo mandatario aún sin tomar posesión.
Téngase en cuenta que Obama gobernará con una mayoría demócrata en el Congreso y cuando ya se demostró el fracaso de la “revolución” neoliberal iniciada por Regan, coincidente con el descalabro del “socialismo real” que de haber evolucionado al desarrollo de un campo socialista mundial pujante, fuerte económicamente y, como debiera ser, participativo, democrático, libertario y autogestionario, hubiera generado un polo de atracción que hubiera podido convertir la crisis actual del capitalismo en el preámbulo de trascendentes procesos revolucionarios a escala planetaria.
Pero en las condiciones actuales, la lógica del sistema apunta a la recomposición del capital en crisis, lo cual tendría que implicar un fortalecimiento en las tendencias hacia la consolidación del “estado de bienestar” con políticas que favorezcan el gasto público en las áreas más dañadas por la saliente administración, lo que brindaría beneficios a amplios sectores populares que apoyaron a Obama. El área de los derechos civiles, tan afectada por la administración Bush debido a la “ley patriota” y sus métodos represivos que incluyeron la tortura y el secuestro y que tantos problemas han causado a los norteamericanos y mucho han dañado la imagen externa de EE.UU., debe tener modificaciones.
En la política exterior, la tónica de los cambios será la misma, signada por la necesidad de una nueva imagen tan perjudicada por las guerras en Afganistán e Irak, sobretodo, guardando no afectar -desde luego- los grandes intereses estratégicos y geopolíticos del sistema, solo que ahora el énfasis no estaría en el militarismo (gastos militares como contrapartida de la política interna), sino en los medios de presión políticos, económicos y diplomáticos que implicarán a su vez gastos e inversiones en “ayuda al exterior para el desarrollo”, “promoción de inversiones”, “intercambios académicos y becas para estudiar en EE.UU.” y desarrollo de política económicas más proteccionistas en algunas ramas que afectarán algunas regiones estrechamente vinculadas a la economía estadounidense, especialmente en Asia, hoy gran suministrador de automóviles, electrodomésticos y mercaderías cuya producción se podría desplazar en parte a EE.UU.
A su vez todo Presidente impone un cierto estilo personal a su mandato y si el de Bush se caracterizó por la brutalidad física e intelectual en muchos sentidos, es de esperar que el de Obama más bien muestre el talento que tanto estuvo ausente en el gobierno saliente.
Vienen Obama y su coalición al rescate del sistema que se hunde por sus propias leyes y las políticas excesivamente favorables a sectores privilegiados de la oligarquía financiera. No vienen a acabar con el capitalismo. Vienen a tratar de enderezar la nave escoliada y haciendo agua. Pero lograrlo implicaría algunos cambios que podrían favorecer a amplios sectores populares norteamericanos y también a otros pueblos, si es que las políticas diplomáticas y económicas se imponen a las militares y cesan las amenazas de guerras en “cualquier oscuro lugar del mundo”.
De manera que un nuevo gobierno llega y el sistema capitalita no solo queda, sino que buscará fortalecerse, con otros métodos, con otras políticas, en los ambitos doméstico y foráneo, no por distintos menos imperiales, aunque nadie espere que EE.UU. deje de apoyar a su más importante y tradicional aliado: Israel. Ojala que el origen musulmán del padre de Obama obre en sentido positivo para el futuro de ese conflicto y por el bien de todos los pueblos de esa inflamable región y de todo el orbe.
Socialismo por la vida.

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Parece el INSTANTE oportuno. ¿Qué creen los revolucionarios y socialistas cubanos y del Mundo?


En el siglo XX el revés Socialista parecía imposible. La irreversibilidad terminó en mito. ¿El siglo XXI, la revolución cubana y nosotros permitiremos engrosar una historia antigua? Obligado opinar.


Félix Guerra Para Kaos en la Red


Es en Cuba, a pesar de todo, y no en Venezuela ni en Bolivia ni en Ecuador, u otra locación de América, enfrascados en un tránsito largo e interminado, el epicentro protagónico de un posible y casi imprescindible CAMBIO y de una FIESTA MAYOR en el Continente.
Las condiciones están dadas.
UNA) Eliminación de la propiedad privada capitalista. Expropiación, nacionalización y conversión a propiedad estatal desde los primeros años de la década prodigiosa de los 60. Ahí dejaron los monopolios extranjeros y la oligarquía nacional sus últimas armas económicas. Luego se aventuraron a recuperarlas mediante una invasión apoyada y fueron derrotados.
DOS) Agotamiento visible e inevitable del modelo Estatalista, porque la propiedad absoluta del Estado termina por descuidar el detalle y sobre todo excluir al individuo, el ciudadano, la población, de los destinos del país-Nación: es el exceso terminal de los dirigentes al frente del Poder. Ocurrió en la URSS y regresaron cojeando al capitalismo. Ocurrió en China y parece que caminan con muletas de lujo hacia ese mismo destino.
En Cuba se hicieron grandes transformaciones, que dejan por lo menos, como saldo neto educación y salud gratuitas, y salto cualitativo y cuantitativo de la cultura y los deportes. Aunque todo temporalmente con mataduras y lesiones por situaciones económicas, bloqueo externo, escasa motivación del trabajador y deficiente administración de los recursos.
TRES) Los cambios generacionales y de Poder, a causa de que los dirigentes históricos llegaron a una edad crítica, se endurecieron en sus métodos y estilos, crearon dogmas de sus propias ideas y experiencias así como de las directrices generales de los clásicos del pensamiento revolucionario. Se cuenta además las omisiones de otras directrices tan o más importantes, a causa de estrechas lecturas, falta de imaginación, sentido de la oportunidad, voluntarimos y corrupción o desvíos ideológicos.
CUATRO) Existe una nueva coyuntura internacional y hemisférica. Hay crisis económica del capitalismo, que se muestra muy inquieto y más preocupado por sobrevivir a convulsiones sistémicas. Y menos preparado ideológica, económica, diplomática y militarmente que en otras oportunidades para derrotar y eliminar a sus adversarios de cualquier tipo, particularmente las revoluciones sociales.
CINCO) Trasmisiones de Poderes en USA. Cambios sensibles en la correlación de fuerzas continentales y mundiales. Integración regional de Cuba a los mecanismos autóctonos que fortalecen potencialmente al país en lo diplomático, político, militar y económico.
El instante OPORTUNO, no obstante, puede desvanecerse en algún tiempo no demasiado largo. Por ejemplo, la asunción de Barack Obama a la presidencia de USA y la adopción en un corto plazo de una política de guiños y otras medidas ambiguas y esperanzadoras o falsamente esperanzadoras, lograrían quizás colocar una visible pausa en la opinión publica y la política cubanas
Tal política, muy probable, crearía expectativas que coloquen la atención no en los CAMBIOS AQUÍ, sino de los CAMBIOS ALLÁ. Aun cuando se traten de afirmaciones o promesas para muy luego o nunca. Una vez más Cuba, para su soberanía e imprescindibles estrategias de supervivencia y construcción de una verdadera y completa democracia socialista, bailaría en esa cuerda y se vería distraída en sus cimientos de infraestructura y superestructura.
El objetivo, a todas luces, sería tomar la iniciativa y emprender un salto de calidad estructural desde la antigua organización salarial capitalista y la propiedad estatal, hacia la distribución socialista de las ganancias así como a la propiedad social sobre los medios de producción.
Y continuar HACIA ADELANTE las transformaciones, creando una inédita y plena democracia socialista (con la aportación y contribución de todos), que sabemos nunca es perfecta, pero sí que resulta constantemente perfectible.
Todavía el Estado actual, luego de un enjuague de dirigentes e ideas viejas y eliminación de burocratismos y dogmas, puede beneficiar y tutelar durante algún tiempo la transición al Socialismo en las mismas narices de USA, apenas a 90 millas de nosotros.
Sería una transición consensuada, reglamentada y espontánea al mismo tiempo, hábil e inteligente, mesurada, oportuna, con objetivos tácticos y estratégicos definidos tanto en lo cronológico como en los resultados finales. El pueblo, participando, sería el principal protagonista, desplazando los epicentros y la toma de muchas decisiones hacia la comunidad, los centros de trabajos, los municipios y provincias.
Parece difícil, lo es. ¿Imposible?, no. Imposible parecía derribar al Zar y fue derribado por el fragmento de vanguardia de un antiguo partido, la insurrección popular y la toma ululante del Palacio de Invierno.
Imposible parecía derribar la dictadura batistiana y el Estado neocolonial: la Historia escribió un episodio increíble para que en Enero de l959 entrara en La Habana un ejército demacrado de barbudo que puso fin a los saqueos y las dependencias. Y se iniciara en Cuba y América la segunda independencia y la definitiva liberación nacional.


FELIX GUERRA. POEMAS DE LA SANGRE COTIDIANA
ENERO 15 DE 2008. CIUDAD DE LA HABANA.

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lunes, 12 de enero de 2009

FIDEL Y EL FUTURO



Cuba, 50 años después
Fidel Castro en la universidad el 17 de noviembre de 2005, denunciaba que el peligro de la revolución no provenía del exterior, sino del interior.


Malime Para Kaos en la Red

Cuba, 50 años de revolución

La revolución cubana después de 50 de lucha y de boicot supervive.

En mayo de 2006 tuve la oportunidad de conocer aquel maravilloso país, asistí invitado a la celebración de las III Jornadas sobre la obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI.
Mi ponencia: “Vías parlamentarias y extraparlamentarias en las luchas de clases de hoy. La interrelación dialéctica de la forma de lucha por el poder, como forma de poder”, puede encontrarse en esta dirección:


Pude apreciar cosas que me impactaron, la alegría de un pueblo, dicharachero y parlanchín, sobre todo el pueblo joven. Lo que me lleno de esperanza en la continuidad del proyecto revolucionario. Máxime cuando después del discurso de Fidel Castro en la universidad el 17 de noviembre de 2005, denunciaba que el peligro de la revolución no provenía del exterior, sino del interior.
Ello ha supuesto que se abran grandes debates, algunos de ellos muy críticos. En esa línea de crítica constructiva, sin aludir directamente a Cuba iba mi ponencia, la cual no debió sentar muy bien en ciertos sectores del aparato burocrático administrativo. Aunque sí en jóvenes cubanos y venezolanos que después de oírla, y dado el limitado tiempo de 10 minutos concedido a cada intervención, me pidieron tener una reunión con ellos para que se la ampliara e intercambiar opiniones, cosa que con mucho gusto acepté y nos permitió debatir hasta altas horas de la madrugada; sobre lo que es la democracia directa de abajo arriba y la democracia delegada en la clase política. Las formas en que la burguesía se organiza como clase dominante y la forma alternativa de los trabajadores cuando toman el poder. Como decían Marx, Engels y Lenin, los trabajadores una vez organizados como clase dominante, son ellos desde cada nivel de poder popular los que legislan, ejecutan y controlan directamente las medidas políticas, productivas y administrativas, de forma permanente, pudiendo revocar en cualquier momento a los cargos electos elegidos a todos los niveles de gestión política-productiva.
En mi visita me chocaron cosas que ya me sorprendieron en la visita que hice a Moscú en noviembre de 1967 cuando como componente de la delegación de Comisiones Obreras, fuimos invitados al 50 aniversario de la revolución rusa. La diferencia existente en el estándar de vida entre los aparatichis y el conjunto del pueblo. Las diferencias entre la Habana vieja y los residentes en Vedado. Ello me resultaba difícil de comprender, dada la moral comunista que conocía de Lenin, que no aceptaba ningún privilegio por su estatus de dirigente. Recuerdo lo que contaba una vieja mujer que enseñaba el cuartel general de la revolución, cómo Lenin se ponía a la cola a la hora de comer, y cómo rechazaba el ofrecimiento de los camaradas que estaban en la cola delante para cederle el paso al comedor.
Si bien es cierto que en la fase socialista de la revolución, la máxima de dar a cada uno según lo que produce, también es cierto que ello se refiere al pueblo en general que no tiene suficiente formación y conciencia comunista, lo que no se explica es que esa máxima se la apliquen los comunistas, que en todo momento tienen que ser ejemplo de solidaridad y moral comunista. Una moral comunista hecha conciencia material visible mediante el ejemplo permanente.
En Cuba desde altos estamentos se escuchan grandes discursos moralistas, sobre la necesidad del trabajo, la defensa del proceso revolucionario y el perseguir a los ladrones, pero si no existen cauces de democracia directa y participativa en el proceso político-productivo que permita a los trabajadores sentirse dueños de las fábricas, difícilmente los discursos moralistas harán efecto, los trabajadores no sentirán suyas las empresas, lo mismo que no la sienten los trabajadores en las empresas capitalistas. El robo de gasolina, tabaco y otros artículos que algunos trabajadores roban y luego revenden en el mercado negro se podrá perseguir, pero difícilmente evitar que se sigan produciendo.
Es posible imaginar, por poner un ejemplo no ya en un país socialista, sino en un país capitalista, que trabajadores que se organizan y constituyen una cooperativa, alguno de sus miembros pudiera robar sin ser controlado y denunciado por los demás miembros dueños de la cooperativa.
Podemos imaginar que en la URSS, si los trabajadores en vez de que las fábricas estuvieran en manos de los aparatichis del partido, estuvieran bajo el control directo de los trabajadores, que finalmente esas fábricas fueran privatizadas, y el país de socialismo burocrático pasara a ser capitalista, a ser la esencia del burocratismo, a como decía Lenin: “una de las características principales del capitalismo es el burocratismo”.
También en mi viaje, pude comprobar las semejanzas que existían entre extranjeros aduladores “defensores de la revolución”, con los pro-soviéticos burocráticos que aprovechaban sus relaciones con los aparatichis para ser invitados a eventos o simplemente el de disfrutar de unas vacaciones, sin ninguna preocupación por ayudar a la revolución desde una crítica constructiva.
La esperanza sobre Cuba reside, en contra de lo que sucedió en el llamado Socialismo Real, en que el propio Fidel ha sido el primero en fomentar la autocrítica y que ello ha supuesto el debate en la calle, cosa que no sucedió en la URSS y los demás países burocrático-socialistas.
Es de confiar que este problema que destacó Lenin sea superado: “…el problema del Estado es uno de los más complicados y difíciles, tal vez aquel en el que más confusión sembraron los eruditos, escritores y filósofos burgueses”.
Confiemos en que en algún momento se comprenda la unidad dialéctica del ser humano liberado del trabajo enajenado actuando en toda su integridad política-productiva, administrando directamente el poder, acabando con la división existente en la sociedad capitalista y el socialismo burocrático, que divide a los seres humanos en sociedad civil y clase política.

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domingo, 11 de enero de 2009

Del socialismo real: La sacralización del poder

" Ojalá la lección haya sido conclusiva y nunca más el poder revolucionario sea sacralizado..."

Jorge Gómez Barata Para Kaos en la Red
Ser minoría u oposición es el estado perfecto del demócrata. Lenin lo era. A los 25 años debutó en la política madura. Entre preso, deportado y exiliado pasó alrededor de 20 años. Ejerció el poder por unos siete años y murió con 54. A sus enemigos de clase se suman los adversarios en las filas propias.
Por las condiciones en que vivió y por el carácter de su lucha y de sus esfuerzos, se habituó a la transparencia, al debate y a la reflexión; a la defensa apasionada de sus opiniones en artículos, libros, congresos y discursos, adaptándose a convivir con sus adversarios.
Aquel estilo de vida esencialmente tolerante lo acompañó al poder que ejerció desde el cargo de Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo (gobierno), reservando para desempeñar su papel de líder del pueblo, la clase obrera y la revolución, al Partido Bolchevique en el cual no ocupó cargo alguno, entonces, en aquel partido no existían aparatos ni cargos.
Al asumir el poder Lenin utilizó al gobierno y a sus altos funcionarios como un aparato ejecutivo, destinado a cumplir los objetivos y las tareas que el partido definía como prioritarias. No obstante, ser un hombre enérgico y capaz de ejercer la autoridad, se desempeñaba mejor cuando se trataba de debatir, explicar y convencer, para lo cual poseía dotes excepcionales.
Encamado, aislado y sin habla, presintiendo el final de su vida, el líder bolchevique que veía prosperar tendencias negativas en el seno de la dirección soviética, en particular la lucha por la sucesión entre Stalin y Trotski, realizó un tardío y patético intento por salvar la Revolución Bolchevique, incluso creyó poder hacerlo implantando un sistema de inspección obrera, ampliando con 100 obreros el Comité Central y dictando un testamento. Stalin lo impugnó.
Lenin nunca sobrestimó sus posibilidades, no ignoró a sus colaboradores ni suplantó estructuras creadas por la revolución, respetó la opinión de sus allegados, incluso cuando lo contradecían. No abusó de su liderazgo, no uso el poder contra sus camaradas ni lo convirtió en excusa para el autoritarismo y la ilegalidad. En su estilo la jerarquía fue como una herramienta y una ventaja para impulsar la revolución, no un comodín para evadir la confrontación ideológica.
Stalin no abandonó aquel estilo porque nunca lo había cultivado. No era polemista ni orador, nunca estuvo apto para escribir artículos y mucho menos libros, no hablaba ninguna lengua extranjera ni había vivido en el exterior, de hecho prácticamente no había convivido con el resto de la vanguardia bolchevique. Bajo su férula, la dirección y toda la estructura partidista dejó de ser una entidad política para convertirse en un aparato de poder en el que la transparencia fue sustituida por el misterio, el consenso por la conspiración y la dirección colegiada por el poder unipersonal.
Para lograr ese empeño, durante los 30 años en que ejerció el poder, Stalin llevó a cabo sucesivas purgas hasta llegar al extermino físico de la vieja guardia bolchevique, de sucesivas direcciones y del alto mando del Ejército Rojo, convirtiendo la dirección, que Lenin había forjado como una autentica vanguardia, en una camarilla.
Tal vez ni siquiera Lenin pudo imaginar las dimensiones del desastre que se gestaba y que daría al traste primero con la Revolución y luego con el país. Durante década, incluso después de muerto Stalin las deformaciones persistieron e incluso sobrevivieron a autocríticas y esfuerzos rectificadores.
Los comités centrales del partido de las republicas y de la Unión Soviética lo mismo que los soviets, los sindicatos y las organizaciones sociales, a pesar de ser gigantescos aparatos integrados mayoritariamente por obreros campesinos, militares, científicos, deportistas y personalidades de renombre, genuinos exponentes de lo mejor de la sociedad, resultaron incompetentes para cumplir la misión, conducir al país y construir el socialismo porque en ellos, más que el origen y la representatividad, pesaron el estilo burocrático, el dogmatismo, el formalismo y el sometimiento, los déficit de democracia y la ausencia de transparencia.
Las deformaciones incubadas en la Unión Soviética, como por ósmosis se trasladaron al resto de los países socialistas. La gravedad de los errores explica la escala del desastre. La desaparición de la Unión Soviética y de los países socialistas es la más grande derrota sufrida por el movimiento revolucionario y la izquierda mundial que no obstante el daño se recupera y otra vez enarbola las banderas del socialismo.
Ojalá la lección haya sido conclusiva y nunca más el poder revolucionario sea sacralizado hasta el punto de prevalecer sobre la sociedad, las ideas, la razón, las instituciones y sobre la propia revolución.


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viernes, 9 de enero de 2009

La (in)comunicación en Cuba


“ …la comunicación es hablar en el mismo idioma, en el idioma práctico del pueblo, en el idioma de la nueva generación, que es el motor de la sociedad.”

Carlos Ignacio Pino Para Kaos en la Red

Cuba es mi vicio y mi virtud –que es ara y no pedestal, que es el amor a mi patria libre y no a la vulgar tierra en que se funda–, en esta Cuba mía hay muchos problemas, problemas como para llenar un saco, o dos, y aunque ninguno imposible, lo cierto es que para que sea posible resolverlos, antes hay que resolver el problema de la comunicación. El problema de dialogar, de retroalimentarnos en las similitudes y en las discrepancias. Comunicarnos es la única manera de evitar el SIDA social que es la incomunicación, que terminará por destruir todo lo que hoy damos por hecho, al menos si no encontramos una vacuna –o una prensa que genere el diálogo.
Y el diálogo es horizontal, o al menos no es vertical, eso es monólogo. Pero también este diálogo necesita de la comunicación entre las generaciones sin que ninguna visión predomine sobre las otras –por el simple hecho de ser viejo no se tiene la razón, lo mismo por ser joven o no tan joven. Es necesario reactivar la comunicación entre las generaciones, entendiendo que muchas de las incomprensiones nacen de la incomunicación generacional.
La comunicación generacional que mejor funciona es cuando se establece entre dos o más personas de la misma generación, y este tipo de comunicación suele ser más importante de lo que las personas que pasan de “cierta edad” –cincuenta años o más– quieren reconocer. Quizás porque reconocer esto es reconocer que son más parte del problema que de la solución. No obstante hay que decir que la comunicación entre las distintas generaciones es condición sin la cual no puede existir el futuro de una sociedad.
La comunicación, en la época que se le nombra así, es muy difícil, tanto que diría que es todo lo contrario, porque ahora aunque tenemos más medios, estamos más incomunicados. Y no estoy hablando de que una carta de la ultramarina Guanabacoa a la fidelísima y vieja Habana de intramuros demora hoy más de lo que un siglo atrás. Aunque esto no deja de ser un problema, me refiero a que en esta informática-dependiente época en que vivimos, esta que se inauguró con Internet y se consolidó con Windows 95, todo está diseñado para que nos incomuniquemos “voluntariamente”. Esta es una actitud que asola al mundo, y también a Cuba.
Y es voluntariamente entre comillas, porque la sobreinformación, es sabido, hace que cerremos la puerta a la información, a la comunicación. Si sobreinformas, la gente se incomunica; las personas que no paran de hablar son a las que menos se les oye. Los que repiten siempre lo mismo, y de la misma forma, nadie les hace caso, por mucha razón que puedan tener. Cada tiempo tiene una forma de decir, obviar esto es condenarnos a no ser escuchados.
Pero también la incomunicación está dada porque suele suceder que mientras más uno sabe de un tema, más le interesa saber también de otros. Para entender cómo se conecta su vida y los temas que domina con los demás que no domina. Y sin embargo, hay ciertos temas que nunca llegan a la prensa, que tiene el deber social de crear e incentivar el diálogo en la sociedad. Y la prensa de este país se empeña en informar que vivimos en un evangelio –la buena nueva– según ellos mismos, y que en general más nadie comparte.
Uno puede argumentar que en las prehistóricas sociedades capitalistas jamás se habla del por qué de las desigualdades sociales, de cómo el sistema que tanto alaban, a viva voz o entre líneas, las crea. Se habla de otras cosas, de sus pocas virtudes y otras muchas que no lo son, pero se adjetivan como tal; por lo cual las zonas oscuras, la falta evidente de futuro para ese tipo de sociedad, donde el hombre es el lobo del hombre, se deja en la zona donde la luz, ni la lupa de los medios, llegan.
Pero ¿y en Cuba? ¿Somos diferentes? Y si lo somos ¿por qué actuamos igual? Alguien que explique ¿Dónde está la comunicación entre los gobernantes y gobernados? ¿Dónde el debate social que siempre debe estar generando la prensa? ¿Dónde la comunicación entre la generación histórica, las intermedias y la actual? ¿Hacia dónde apunta la lupa de los medios y por qué? ¿Cuándo fue –yo no lo recuerdo– la última pregunta inteligente que hizo un periodista cubano?
Para un ejemplo práctico –y demasiado cotidiano– de esta sobreinformación del desconocimiento de la sociedad, que termina degenerando en incomunicación, bastaría con tomar un periódico cualquiera, de un día cualquiera, que puede ser de hoy o de los últimos 15 años –ó 30, ó 40. Los cuales todo el tiempo están informando de lo bueno, de lo logrado, de las virtudes y algunos defectos supuestamente superados. Lo cual no está mal, pero cuando esto lo tenemos asumido y recalcado hasta el desgaste, y queremos –lógicamente– saber qué no anda bien. Para entender porque una libra de cebolla cuesta 20 pesos y una de puerco 35, cuando el salario mínimo es menor de 300 pesos, entonces los diarios nada dicen, nada argumentan. Esta necia cotidianeidad, que se vive a pesar de todo, a pesar de que no se menciona en los diarios. Y lo que es más lamentable, cuando se menciona, pareciera que los problemas provienen de los que producen, no de los que dirigen. Entre líneas la prensa –y la radio, y la televisión– crea sofismas dignos de ser recogidos en los libros de este milenario arte de nuestra occidental civilización. Pues pareciera como si los errores de los hijos no fueran culpa de los padres; que hay malos alumnos, y no malos profesores. Y cuando se dice –o se piensa– que la juventud está perdida, parece como si la generación que nos ¿mal? educó no tuviera su cuota de responsabilidad.
A ellos –a esta “aguerrida prensa” como irónicamente la calificó una vez Silvio– me encantaría preguntarles ¿en qué país viven? ¿con cuál pueblo conviven? O, siendo un poco más filosófico ¿El pueblo que no se refleja ahí es pueblo equivocado? ¿En serio? ¿Es eso posible, que el pueblo se equivoque? Dónde quedó aquello de “Vox populi, vox dei”. O aquello de que la verdad más verdadera se encuentra en la colectividad y no en la individualidad. Cuando Marx hablaba de invertir la pirámide de la sociedad, me parece evidente que tenía en mente precisamente eso, que el pueblo sabe lo que quiere, mejor que los emperadores y sus consejeros, mejor incluso que los presidentes y sus asesores. Es por eso que en el socialismo hay que mandar obedeciendo –como muy bien apuntaba el sub-comandante Marcos.
Si la prensa no es la que amplifica la voz del pueblo, entonces, ¿quién lo hace, quién lo debe hacer?
Pero la prensa de la isla parece desconocer estas verdades y para seguir en su error tiene que hacer silencio de los problemas actuales sobre los cuales lo único que encontramos en los noticiosos es “la nada” que describía Michel Ende en su “Historia Interminable”, cuando uno de los personajes le indicaba a otro donde mirar para ver “la nada” que invade a su mundo y le dice: ¿lo ves? o, mejor, ¿no lo ves? porque la nada no se puede ver. Y es así como relata la cotidianidad la prensa cubana, como si los errores estructurales –de las estructuras sociales, políticas y económicas– de este país, que se ven sin necesidad de lupa, además de que se padecen sin que seamos hipersensibles, y sin embargo ellos no los ven.
Imagino que los periodistas son como turistas en su propio país, sin tiempo para ver esos pequeños errores, que no obstante se acumulan año a año, porque nadie habla de ellos. Incluso, a veces, siento que están convencidos que si no se les presta atención a los problemas, estos dejarían de existir –como sugirió Rubén Darío, cuando hablaba de los problemas del corazón y no de los otros, los existenciales. Porque en el agro, hasta los ciegos tienen que pagar los prohibitivos precios de la realidad innombrable. Pero así las cosas en este llamado siglo de la comunicación. Sin importar que sea esta una actitud irracional; como la que describe el proverbio africano: Todos quieren vivir, pero nadie envejecer. Cuando una es consecuencia inevitable de la otra, pues si se vive, se envejece. Si no se comunica, se incomunica. Si los problemas no se hablan, no se arreglan y la realidad se distorsiona.
Y por supuesto, sé que no existen las sociedades perfectas; existen las sociedades con futuro, y sociedades que no lo tienen –no sin cambiar las reglas sociales, políticas y económicas. Pero para que una sociedad tenga futuro es imprescindible la comunicación entre sus actores, por lo cual hay que señalar además de las virtudes, los errores. Para aceptarlos, para perfeccionarnos. Y aclaro que los únicos errores que son válidos, son los que la mayor parte de la sociedad identifica como tal, pero que eso no puede significar que se callen los otros (las minorías no se pueden negar, sobre todo en el socialismo)
La actitud contraria es creer que teñir las canas detiene tanto el envejecimiento, como que el negar los errores los elimina de la sociedad. Cierto, a veces parece que el maquillaje esconde las arrugas y como nos hace lucir mejor, podemos aparentar que no existen las imperfecciones. Sin embargo para esta actitud, cuando es demasiado dilatada en el tiempo –digamos, unos 15 años, ó 30, ó 40– y ya no se pueden esconder los evidentes signos del envejecimiento, ni la acumulación de errores y de incomunicaciones, en la isla tenemos una frase que califica muy bien este proceder, decimos “es una vieja con colorete”. Quizás es una frase machista, pero define muy bien a los que no quieren ver lo que todo el mundo ve.
Hasta los que viven de él lo saben. No se puede vivir del maquillaje, ni el silencio ayuda a la comunicación, por mucho que se diga que pueblo y gobierno son la misma cosa, solo lo pueden ser si se comunican. Y solo hay futuro –socialmente hablando– si nos comunicamos. Y la comunicación es diálogo, no monólogo. Y la comunicación es hablar en el mismo idioma, en el idioma práctico del pueblo, en el idioma de la nueva generación, que es el motor de la sociedad.
Hay un momento en la vida que pasa por la aceptación de la realidad, porque esta ha cambiado tanto que es necesario un nuevo enfoque, para impulsarse a la siguiente etapa. Como las personas, los gobiernos, para intentar la solución a cualquier asunto, tienen pasar primero por reconocerlos. Aceptar que existe una realidad diferente, para no decir que existe una realidad y que el gobierno, a través de la prensa, aparenta no verla. Quizás porque nadie tiene más culpa de las realidades de los países que sus gobiernos, y en Cuba –que es ara y no pedestal–, más.


EPILOGO


Cuando cerramos la puerta y los espacios al debate con la derecha, también lo hicimos para la izquierda. Como siempre, vivimos entre el no llegar y el pasarnos. Esta es una batalla que hay que dar, pues no se puede seguir arrastrando los errores de generación en generación y pretender que podemos avanzar sin arreglarlos. En mi opinión todas las medidas del gobierno se ralentizan y surten un menor efecto por esto.


Ciudad de La Habana, 8 de enero de 2009.

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La Revolución cubana a sus 50 años: retos del socialismo

Cuatro jóvenes cubanos opinan sobre la Revolución cubana

Colectivo de autores de la Cátedra Gramsci* Para Kaos en la Red

Creemos que la historia vivida en Cuba nos ha legado advertencias revolucionarias al presente.
Por ello, podemos entender el precio, las dificultades, los retrocesos y las ampliaciones de la libertad como un ideal concreto; la fuerza y la fragilidad de las utopías; la precariedad de la fe, cuando es indiscutida —y su estéril soberbia—; el carácter insaciable de la libertad: cuando se vive reclama cada vez más libertad.
Entendemos que la revolución es la ampliación de cada libertad conquistada.
Convencidos de que la promesa del socialismo consiste en que la libertad nacional, social y personal son contenidos de una única libertad, y que es una moralidad de la libertad, de la justicia y de la dignidad humanas, en lo que sigue respondemos, los cuatro firmantes, las mismas dos preguntas.
A pesar de no haber vivido el triunfo revolucionario de 1959, la herencia de lo que significó aquel proceso revolucionario, nos llega a los jóvenes no solo a través de la memoria histórica, sino también mediante la materialización de sus realizaciones.

¿Para ti cuáles fueron las realizaciones de esta revolución y de su proyecto socialista?

Diosnara Ortega:

Desde el punto de vista del análisis histórico de las contradicciones y luchas que el proyecto de transición socialista ha vivido, más bien de una parte de ellas, selecciono el que para mí fue uno de los logros fundamentales de la revolución — de la revolución, no del socialismo— que potenció la base del proyecto de transición socialista: el poder del pueblo. La unidad social que generaron las circunstancias de los primeros años de la revolución, y el poder con que contó en parte esa unidad, fue una ganancia para la construcción de un proyecto participativo, inclusivo, de justicia social, que pretendiese alcanzar la soberanía nacional al tiempo que la individual.
Es muy difícil hablar del socialismo cubano, en todo caso tendríamos que hablar del proyecto de transición socialista, el cual no ha sido evolutivo, como no lo es el socialismo ni ningún modo de producción social. Los saltos y retrocesos de este proyecto han estado influidos tanto por las condiciones del medio externo en el que se intenta producir este modo social de existencia, como por sus luchas internas. La transición es eso: un período de luchas intensas que se produce dentro y en contra de un modo de ser y hacer; en el cual el móvil de todas las relaciones sociales es el capital, el valor de cambio.
¿Cómo luchar contra la cultura del utilitarismo, contra la naturalización del consumo capitalista, contra las creencias de la supervivencia, de la superioridad? La Revolución cubana ha intensificado estas luchas en su intento de transición, sobre todo desde sus políticas. Esto ha sido un paso de avance, pero sobre todo a nivel institucional. ¿Qué pasa con la cultura de esas instituciones, qué pasa con la cultura de las personas que constituyen esas instituciones: desde la familia hasta el Estado?

Ariel Dacal:

Este tipo de interrogantes es cada vez más frecuente. Es lógico por dos razones, de una parte, porque 50 años es tiempo suficiente para reconstruir un pasado, evaluarlo, repasarlo, máxime cuando el proceso refiere a uno de los más importantes intentos emancipadores de la historia reciente. De otra parte, porque la Revolución cubana necesita repensar sus formas socialistas, lo que responde al agotamiento de algunas zonas del socialismo cubano y al carácter de permanente superación de si misma que debe tener toda revolución.
Al pensar la revolución socialista cubana en términos de aportes hay que destacar, como primer asunto, la osadía de plantearse la construcción del socialismo en las condiciones y entorno de Cuba como país; y vinculado a ello, su capacidad de demostrar que es posible intentar un ordenamiento social con explícito carácter anticapitalista frente a las puertas del epicentro capitalista mundial y enfrentando su arrogancia manifiesta en todo momento contra tal intento. Esto ha sido posible porque el socialismo cubano se enraizó en la dignificación de los oprimidos, los excluidos, los vilipendiados, porque los despertó a la conciencia pública colectiva y obró un colosal cambio social que cubre desde la instrucción y la educación del pueblo, la inclusión de sectores preteridos como las mujeres y los negros, la atención de las condiciones de salud de millones de personas, determinadas nociones de participación social, hasta la internacionalización del nombre de Cuba, con sustancial reconocimiento moral, pues asumió la libertad de los oprimidos de otras partes del mundo como condición de su propia libertad.

Julio César Guanche:

En 1959, la Revolución cubana trajo al mundo un bello ejemplar de socialismo utópico.
Los cubanos se enfrentaron a las leyes de bronce de la cultura política del momento: «sin azúcar no hay país»; «aquí se puede hacer una revolución sin el ejército o con el ejército pero nunca contra el ejército», «la política es la segunda zafra del país», «nada se puede hacer en Cuba sin el reconocimiento de los Estados Unidos», entre otras muchas ideas firmantes del status quo: la economía monoproductora, la corrupción de la política a manos de las armas y del peso cubano y la subordinación nacional a los Estados Unidos.
El triunfo revolucionario venció esas distopías y distribuyó entre millones de seres el capital de la vida: pan y dignidad. La Revolución tradujo la política al habla popular: la de sujetos crecidos en cantidad y cualidades a la vida. Materializó antiguas utopías: la historia como un fruto dilecto de la voluntad, la abolición forzada del mercado, la búsqueda de acabar con las jerarquías sociales, la emergencia a lo público de las clases antes aprisionadas por la dictadura del hombre y del dinero. En ello, produjo otro universo: el de una ciudadanía universal con expectativas de ejercer en efecto la política como control soberano del curso de la propia vida.
El proyecto de 1959 realizó en la tierra cubana gran parte del enorme ideal de Rousseau: ciudadanía universal, soberanía popular y justicia social. Cincuenta años después redescubre que una revolución no es una meta en sí misma, que todo lo conquistado ha de ser reconquistado, que renovarse es la única manera de continuar.

Julio Antonio Fernández:

El socialismo cubano ha sido original, aunque haya tenido y siga sufriendo los males del dogmatismo soviético, aunque haya tenido momentos de cercanía a las formas políticas e ideológicas asiáticas, especialmente chinas. Ha sido original porque nació como hijo privilegiado de un proceso revolucionario nacional y popular, que transformó en el mismo fervor de las primeras luces de la Revolución triunfante, las reformas democráticas propias del nacionalismo de corte social acumuladas durante toda la República Neocolonial, en postulados del socialismo marxista.
Pero en esa búsqueda heredó también el marxismo-leninismo soviético, por sí mismo problemático porque contenía, en el momento de su mayor influencia institucional en Cuba, los gérmenes malignos del totalitarismo, el dogmatismo, el manualismo, el oportunismo y el burocratismo.
El Socialismo cubano aportó, sin embargo, una manera auténtica de relacionarse con el Tercer Mundo y sus gestas anticolonialistas e independentistas, no alineada a los dictados europeos socialistas.
El Socialismo de Cuba se ha desarrollado en el contexto del Tercer Mundo, demostrando las potencialidades de los pueblos humildes para la lucha por la libertad. A la misma vez se ha tenido que sobreponer ante los lastres del sentido común burgués, que ha campeado en Cuba por más de un siglo y que se obstina en permanecer entre nosotros, con su fresca cara globalizada.
Nuestro Socialismo ha luchado contra la pobreza, contra el capitalismo, contra el imperialismo y sus peores modales —guerra y terrorismo—, contra el inmovilismo de la burocracia estatal, contra la incultura política, contra el oportunismo de los supuestos extremistas, contra la mínima oposición interna y la gran oposición externa, contra los fantasmas de la «plaza sitiada», que no nos permiten creer en nuestras fuerzas para ser más libres.
Hemos aportado la belleza de un pueblo entero, de mujeres y hombres hechos a sangre y fuego, a bloqueo y milicia, a escasez de cosas y abundancia de prudencia y fe en la justicia ganada.

¿Qué necesita el proyecto revolucionario cubano para ser más socialista?

Ariel Dacal:

Al hablar del socialismo como asunto de presente y futuro es necesario pensar las formas socialistas en Cuba, y hacerlo de manera pública, no solo en clave de inventario de problemas sino en clave propositiva. Tenemos que discutir públicamente qué entendemos por socialismo y cómo lograr que este sea más efectivo en la búsqueda de una alternativa anticapitalista, lo que significa toda la justicia social posible. El acumulado de instrucción, cultura, capacidad técnica, sentidos y conocimientos sobre la política creado en el pueblo está subutilizado y en algunos casos desperdiciado. Para revertir esa situación se hace necesario cambiar cualitativamente las formas de la participación de la gente en la gestión y control de su vida cotidiana, individual y pública, laboral y comunitaria. Eso llevaría a discutir las formas concretas para lograr una mayor socialización de los procesos políticos y económicos (participar en la definición del problema/necesidad, en la elaboración de la solución, en su evaluación y en su control).
Es necesario mayor compromiso popular y este solo será viable desde una incidencia directa de las personas en la vida pública. Esto no será por obra divina ni por decreto, es necesario ensayar otras formas socialistas para la producción y la política: cooperativas, autogestión y cogestión, descentralización de los poderes locales con capacidad real para incidir en la vida de la comunidad. El debate en clave socialista implica, de modo imprescindible, analizar las modificaciones de manera integral e integradora, la política y la economía de conjunto. Los debates hoy tienen que ser políticos y no administrativos, de reflexión colectiva y no de consignas incrustadas a la realidad. Solo con la práctica concreta de relaciones socialistas de producción (material y espiritual) será viable la recreación de valores socialistas en Cuba.

Julio Antonio Fernández:

Necesitamos que el ejemplo del Che se haga presente. Necesitamos coherencia ideológica en nuestros dirigentes, en nuestras instituciones, en nuestras leyes y discursos cotidianos.
El Socialismo es más que una barricada de combatientes firmes, debe ser la búsqueda de la felicidad en justicia, sin capitalismo, sin discriminación, sin pobreza, sin guerra, sin desigualdad. Necesitamos cada día más democracia, mas política hecha por el pueblo y para el pueblo. Necesitamos radicalizar la República, la soberanía popular, los mecanismos populares de realización y control de la política.
El Socialismo cubano debe evitar caer en las garras de terciopelo del reformismo, debe alejarse de los susurros que le dicen que basta con hacer dos o tres cambios de tipo liberal para contentar al pueblo. El Socialismo se debe rehacer en Revolución y la Revolución no puede ser una piedra inmóvil e incorregible. Conservar el Socialismo es la única forma de conservar la Revolución, esta no se mantendrá en un capitalismo subdesarrollado como el que algunos esperan para Cuba.
La independencia es imprescindible, si esta es la de decidir soberanamente las mejores vías de salvar el Socialismo que nos hará más libres y más felices. La soberanía es indispensable, si la ejercemos como pueblo para darnos las formas políticas y jurídicas más revolucionarias, más socialistas, más liberadoras.

Diosnara Ortega:

Lo que al principio menciono como el gran logro de la revolución en la coyuntura de sus primeros años para la transición socialista, es hoy, a mi entender, su gran debilidad: el poder del pueblo. La participación dentro del proyecto de transición socialista cubano debe ser una participación con poder real y colectiva, no solo individual. Nuestro proyecto tendrá que saber mantener los logros alcanzados en términos de políticas, pero deberá transformar los modos en que se construyen y usan esas políticas. También habrá que romper con los modelos verticalistas desde los cuales ninguna participación socialista es posible. Es necesario salir de la trampa de la representatividad cuando esta, por la vía de la “selectividad” tiende a impedir mecanismos de participación y de poder directo de la ciudadanía.
Otro de sus retos permanentes es el llevar a cabo, como parte de la transición, una consiente resistencia a la colonización cultural. El proyecto cubano ha tenido que luchar al menos contra dos tipos de colonización: la del capitalismo y la del socialismo llamado real. Esta lucha contra la colonización necesita del ejercicio de un pensamiento crítico colectivo. Para propiciar este tipo de pensamiento —sin el cual no es posible romper con la cultura del capital— tendremos que reformular el tipo de poder que construimos en todas nuestras relaciones sociales: el poder establecido entre los hijos y los padres, el poder entre el maestro y los alumnos, el poder entre el Estado y el pueblo, por solo mencionar tres ejemplos.
Nuestro proyecto de transición ha sido osado, pero debe serlo todavía más. Su osadía debe mezclarse con la confianza, con la belleza del otro que tendrá que ser nuestra. Saber sumar, saber amar, saber compartir, saber dialogar, saber abandonar: todo esto ha aprendido nuestra transición socialista y todo esto tendrá que seguir aprendiendo.
Julio César Guanche:

En 2009, los herederos de Rousseau defendemos un socialismo renovado. Imaginamos también un bello ejemplar de socialismo utópico, nacido de las voces de nuestros mayores y de sus historias de vida, y de nuestras propias voces y biografías.
Para ello redescubrimos las palabras, las liberamos del claustro que les forjó su historia. Redescubrimos que socialismo significa socializar los medios de producir la vida y que comunismo es sinónimo de poder definir el significado de la vida.
Así como queremos que el verbo se haga carne, queremos que la ideología se haga práctica. Entonces, comprendemos: redescubrimos que es necesario entender aquello que queremos abolir.
Porque queremos abolir el capitalismo, entendemos cómo su sistema se reproduce con el régimen del trabajo asalariado —pues mantiene la lógica del capital—; cómo la organización del sistema productivo es asimismo una forma de organización política; cómo la realidad de la explotación no es la distribución desigual de los bienes, si no la imposibilidad de decidir, por parte de quienes la producen, tanto de las condiciones de la producción como del destino de ella.
Porque queremos el socialismo queremos redescubrirlo en la organización de la producción, en el trabajo libre y asociado —social, cooperativo y autogestionado—; en la forma en que los logros sociales deben estar encajados en los logros políticos: que más salud y educación sean a su vez más participación popular y más libertad individual; que la progresiva abolición de la explotación sea la eliminación de la pobreza, pero también de la enajenación, como quería el Che Guevara.
Porque queremos el comunismo lo reencontramos como el proyecto más desmesurado de afirmación de la libertad humana jamás concebido: como la utopía de la autonomía personal y colectiva, como el proyecto de la emancipación de la servidumbre de la política hecha por otros y del trabajo regido por otros.
Pero también viceversa: porque queremos inventar y afirmar la forma en que queremos vivir es que defendemos el socialismo y el comunismo para Cuba. Porque somos diferentes, porque la diversidad es nuestro patrimonio, porque no queremos mentir, porque queremos comer y pensar, porque queremos vivir según nuestros ideales, porque defendemos el radicalismo de nuestra individualidad, y sabemos que ella se hace plena solo en lo social, porque queremos vivir con los otros, por todo ello, defendemos el socialismo y el comunismo.
Julio Antonio Mella decía que entre el hombre y la naturaleza se interpone el capitalismo. Queremos evitar al mediador y reunir al socialismo —la civilización—, con la naturaleza; queremos el comunismo como la socialización de la utopía, no como el régimen que la distribuye, sino como el espacio donde se inventa y se practica en comunidad.
Contra las leyes de bronce de la historia y del presente, reafirmamos el socialismo de la utopía, pues tenemos pasión idéntica por el goce de la belleza y por el gozo de la justicia como los que hicieron la utopía de 1959.

*Ariel Dacal, Julio Antonio Fernández, Julio César Guanche y Diosnara Ortega

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jueves, 8 de enero de 2009

CUBA: la Revolución o el Socialismo

Luces necesarias en el aparente callejón sin salida



Roberto Cobas Avivar Para Kaos en la Red



CUBA
La Revolución o el Socialismo

Resistencia versus Transformación


Nada indica que la evidencia del agotamiento estructural del sistema socioeconómico cubano sea objeto de especial consideración por parte de la Dirección Política del Estado. El cuadro de disfunciones orgánicas que ha caracterizado al sistema no parece acreditarlo. Tampoco la persistencia de dicho cuadro luego del llamado periodo de rectificación de errores y tendencias negativas (1985 y 1986, a raíz del III Congreso del Partido). Ni el hecho de que suceda así a pesar del importante reacomodo de las principales desproporciones de la macroeconomía derivadas del ajuste externo luego de la crisis de 1991-1994[1].


Desde las necesidades acumuladas, las corrientes y las expectativas de la sociedad, la evidencia no puede soslayarse. La sostenida precariedad de la producción de bienes de uso y consumo, la irregularidad y baja calidad de los servicios, la severa insuficiencia de la producción alimentaria, el acuciado déficit de edificaciones, el pobre estándar de las viviendas, la ausencia de sistemas de transportación efectivos, la baja calidad de todo lo que escasamente la economía produce así como el deprimido poder adquisitivo de los ingresos de individuos y familias, no permiten otorgarle al sistema socioeconómico el beneficio de la duda sobre su eficacia.


Tampoco lo permite el cuadro de las disfunciones orgánicas. La extendida economía sumergida que se mantiene a expensas de la economía estatal; el hecho de que la economía campesina privada y cooperativa desmienta el mito de la superioridad de la economía estatal; la ausencia de mercados coherentes y de la autonomía microeconómica que permitan formar y articular apropiadas cadenas productivas; la ausencia del efecto multiplicador que en las economías eficientes produce el ajuste estructural y funcional de dichas cadenas; la falta de correspondencia entre ingresos y productividad que genera la proscripción de la autogestión económica de las empresas y la alienación del trabajo asalariado; cada uno de dichos factores y todos en conjunto hablan de la falencia estructural del sistema socioeconómico cubano.


No obstante, las evidencias de la anomia sistémica del modelo socioeconómico no son suficientes para la Dirigencia política. En resumidas cuentas, todo sistema es perfectible dentro de las cotas que lo mediatizan. Pero si el modelo funciona y está expuesto, además, al constante perfeccionamiento ¿qué es lo que en principio falla? El discurso de la Dirigencia del Partido (PCC), del Gobierno (CM) y de los Sindicatos (CTC) no deja terreno a las especulaciones. Según la apreciación de la Dirigencia lo que en general sigue fallando es el factor humano. Las causas de los problemas críticos que prolongadamente aquejan la economía del país se hallan en la irresponsabilidad de los trabajadores, su tendencia a la corruptela y la falta de exigencia de los cuadros político-administrativos de base.


La Dirigencia política y de gobierno del Estado rechaza la certeza de la incapacidad de auto sustentación del sistema socioeconómico. Sin embargo, ministros, cuadros administrativos intermedios, miembros del CC del Partido y de instancias inferiores y dirigentes sindicales desandan la Isla de Punta de Maisí a Cabo de San Antonio en operativos de supervisión y control, buscando de esa forma lograr el efecto que el sistema no es capaz de dar por sí mismo. Elevar la disciplina, la eficiencia y la exigencia continúa siendo la supuesta solución y la arenga.


Tras la lógica de dichas ideas, apreciaciones y procederes se esconde la percepción de la realidad que desde distintas tribunas acaba de expresar, resumiendo los cincuenta años de recorrido revolucionario, la máxima Dirigencia del Partido, el Gobierno y el Estado. La recurrencia de los mismos discursos apunta a las contradicciones que irresueltas se acumulan.


El pronunciado desenfoque de la Dirigencia política sobre la realidad socioeconómica le ha creado un callejón sin aparente salida a la sociedad cubana. Para el camino en apretada fila se apela a cincuenta años más de resistencia numantina. Pero para la población cubana, que no ha dejado de trabajar en perenne resistencia contra una vida diaria tercamente dura y que con sus manos ha realizado lo logrado, el nuevo llamado a la resistencia y su motivación adquieren connotaciones poco menos que abstractas. ¿Resistencia ante qué?


El argumento está en encomendarse - como el hombre primitivo lo hacía a sus dioses -al milagro que haga de los EEUU el paladín de la paz y la concordia de los pueblos sobre la tierra. Pero milagro al fin, el propio Presidente del Consejo de Estado de Cuba se encarga de recordarle al pueblo cubano y (para que no haya dudas) a la opinión pública internacional, que una sola golondrina no compone verano. Barack Obama, expresa en entrevista posterior a su discurso por el 50 Aniversario de la Revolución el Presidente cubano, no puede él sólo cambiar las cosas en los EEUU. Son infundadas las esperanzas que el mundo ha puesto en él. La obviedad de la constatación, sin embargo, es elevada por Cuba a rango de razón de estado para sus ciudadanos ¿Qué les queda a los cubanos? Pues, resistir. A pesar de que resistir no pasa de ser un ejercicio de constante defensiva. Clara de sus preocupaciones la sociedad se hace simple y llanamente su propia interrogación: ¿se podrá resistir los propios problemas del sistema socioeconómico sin transformarlo?


Las barreras que le propician al pensamiento de la Dirigencia política no hacerse igual interrogación no son casuales. El sistema de partido único y el sistema de democracia representativa imperantes se conjugan en una forma de gobierno que impide el movimiento de las ideas y subestima la capacidad de participación política de la sociedad.


No se alzan en Cuba con la independencia necesaria las voces del pensamiento crítico revolucionario que discutan el pensamiento oficial. La sociedad acepta el estigma político con que se ha etiquetado el movimiento independiente de las ideas. Disentir de los dogmas y de todo monopolio sobre la verdad ya no es revolucionario. La intelectualidad cubana comprometida se auto-censura y la organicidad revolucionaria de su pensamiento rehuye la interacción independiente con el pueblo. El Partido único se impone como único intermediario e interlocutor. La conciencia crítica de la sociedad ha sido finalmente reducida a la digestión de los mensajes y del criterio oficial. Los caminos de la eficiencia del trabajo social y de la economía están encerrados en un callejón artificial.


Los efectos son palpables en la juventud. Una juventud visiblemente confundida en un mar de indefiniciones políticas. Desde los cuestionamientos fuera de guión oficial de un estudiante de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) ante un máximo representante de la Dirigencia cubana, hasta las palabras que le expresan en el fin de año a televisoras extranjeras lo que éstas necesitan retrasmitir: el inventario de los deseos de consumo reprimidos. Ni para las preguntas del intelecto ni para las de los cinco sentidos tiene la juventud otros interlocutores. La imposición del pensamiento único de sus varias organizaciones políticas (UJC, FEU, FEEM o UPC)[2] no le permite incursionar en los significados del Socialismo. ¿Un sistema de relaciones socioeconómica eficientes que refrende, por la naturaleza libertaria de su modo de producción, el derecho a la auto determinación ciudadana? No es ésa entre las posibles la apreciación de Socialismo que conocen. En las calles unas voces hablan de resistencia y otras claman por cambiarlo todo. La confusión en la sociedad es objetiva.


No ha habido una sola idea propositiva en las reflexiones oficiales que resumen 50 años de resistencia. La cohesión ciudadana seguirá siendo el ilusionismo en que se ha convertido. Reflejo de ello seguirán siendo los éxodos ilegalizados y las migraciones legales, así como los avatares díscolos del pueblo por suplir la disfunción del Estado y su economía. El ejercicio de la doble moral al que ha acudido la sociedad para salvaguardarse del pensamiento hegemónico, posibilitará que la dirigencia – Partido y Gobierno – se reafirme en sus razones y en su necesidad de control sobre la sociedad. Las voces de la oposición ideológica, libres de toda auto-censura, saben captar el vacío de ideas políticas renovadoras y, sin más imaginación que las del capitalismo como la salvación selectiva, cargan con las mismas municiones de siempre. Saben que el eco internacional de sus exiguas voces será amplificado como por arte de magia. La magia de los medios de la transnacional capitalista de la desinformación que tienen a punto, como de costumbre, los titulares y el dinero con los que estimularán sin descanso el reflejo adocenado de sus propias multitudes. Cada golpe a Cuba es un activo en la cuenta de resultados de la ideología burguesa.


El atolladero del pensamiento oficial se ha montado sobre su negación a reconocer la naturaleza dialéctica de las contradicciones internas. La sentencia “Cambiar todo lo que haya que cambiar” ha sido convertida por la dirigencia - Partido y Gobierno - en una suerte de consigna gatopardista.


El Presidente del Consejo de Estado revela que las reformas institucionales que se presentarían a la VII Sesión Legislativa (diciembre 2008), se debieron posponer. La argumentación: “la atención a otras tareas urgentes”. Se induce que la arremetida de tres huracanes ha tenido que ver en ello, a pesar de que la temporada ciclónica es predecible por ser cíclica y las tendencias de los precios del petróleo un juego de las economías de marcado perfectamente rastreable. La dirigencia se declara desbordada de tareas urgentes sin reconocerlo críticamente. El VI Congreso del Partido, anunciado para dentro de un año (en temporada ciclónica), talvez llegue a dar no se sabe qué repuestas a no se sabe qué problemas. Porque los problemas medulares aún no se discuten con el pueblo, a pesar de que el pueblo hace ya casi dos años expresó mucho de lo que a su juicio debía ser cambiado. Todo indica que el fracaso ha sido haberlo expresado “en los canales adecuados”. El fenómeno es sui géneris. Porque no existe sociedad, excepto la cubana, que demande a Estado y Gobierno, convencida de su derecho, el diálogo popular en pos de revolucionar todo lo que obstaculice el desarrollo socioeconómico y el progreso general. La resistencia del Partido y el Gobierno a reconocer el derecho que ha promulgado la propia Revolución, explica la extrema vulnerabilidad estructural en la que la propia Dirigencia ha sumido el Proyecto Socialista. La renuencia de la Dirigencia a aceptar críticamente ese hecho fecunda el antagonismo subcutáneo entre la sociedad y el estado.


De la Revolución al Socialismo


El Partido y el Gobierno, como consecuencia de la coacción del debate social sobre lo determinante, no reconoce el problema de fondo: el proceso sociopolítico cubano está urgido de emprender la transición de la Revolución hacia Socialismo.


La Revolución ha de dar paso al desarrollo del Socialismo. Los alumbramientos se frustran cuando se producen a destiempo. ¿Estará desorientado el sexto sentido del pueblo al auscultar las tensiones del momento histórico?


He insistido en la idea de socialismo de estado, como la forma hacia la que ha evolucionado el proceso sociopolítico cubano. Es necesario precisarlo por la importancia que para la estrategia de tránsito tiene el saber en qué estación se encuentra el Proyecto Socialista.


No pocas voces cubanas insisten en hablar de capitalismo de estado. Historiadores y analistas políticos se remiten a la experiencia de la revolución rusa. En la incursión obvian el meollo de la caracterización leninista de aquel capitalismo de estado por el cual la revolución socialista bolchevique tenía que por fuerza transitar. A la sazón el escenario socioeconómico estaba determinado estructuralmente por el modo de producción capitalista. Si la insipiencia de dicho estadio permite evaluarlo como pre-capitalista, ello no cambiaba el hecho de que en manos de propietarios privados estaba mucho de la infraestructura productiva y el conocimiento de la administración económica así como de la propia administración pública, es decir, el poder de la gestión eficiente. En tales condiciones era ineludible (en el convencimiento de V.I.U.Lenin) aprovechar todo ese potencial tanto para no ahogar la producción como para preparar a los nuevos cuadros de la revolución en el arte de la buena administración. No había alternativas viables ante el inconmensurable atraso de una extendida subcultura rural que debía convertirse en masa crítica para la industrialización. La Nueva Política Económica (NEP) en ningún caso tenía como objetivo potenciar el capitalismo de estado como sistema, sino propiciar el fomento de nuevas formas sociales de producción, imposibles de organizarse y desarrollarse bajo las condiciones de la economía del comunismo de guerra. De esa manera se asumía dialécticamente la necesidad del tránsito a través de un capitalismo de estado que potenciara el desarrollo de las nuevas fuerzas productivas. Esas nuevas formas de producción social estaban llamadas a subsumir las formas del modo de producción capitalista. Y es precisamente el haber advertido el peligro de real subsumisión, el que lleva a la burguesía y la aristocracia oligárquica a desencadenar la guerra civil contra el poder revolucionario. El estado (dictadura del proletariado por medio) apoyado en los soviet ejercería el poder sobre el funcionamiento de estructuras económicas capitalistas. Ése era entonces el sentido justo del momento histórico.


De esa misma forma lo asume hoy la Revolución Bolivariana de Venezuela. No existe otra alternativa para el Gobierno Bolivariano que la de transitar por un capitalismo de estado que a su vez permita gestar relaciones socioeconómicas de naturaleza socialista. La interacción entre éstas y las relaciones capitalistas irá conformando la correlación de fuerzas sociales que pueda favorecer el socialismo. La posibilidad de subsumisión de las formas capitalistas se consolidará en la medida que las formas socialistas de producción - estimuladas desde el Gobierno revolucionario - se conviertan en una alternativa de desarrollo socio-humano superior y viable. La burguesía y la oligarquía propietaria tratarán de evitar por todos los medios (como ya se ha probado) el proceso de subsumisión. El acertado control y gestión social del capitalismo de estado que la Revolución Bolivariana haga, podría saltarse el desvío hacia un indeseable socialismo de estado que frenara la socialización del modo de producción.


Es precisamente el hecho de haber saltado radicalmente por encima del capitalismo de estado (según aquella percepción leninista) lo que lleva a la Revolución cubana hacia la deriva del socialismo de estado.


Con la radical nacionalización y estatización de la propiedad la Revolución cubana desmantela estructuralmente el modo de producción capitalista. Los resquicios que sobreviven se mantienen justamente debido a la concepción de socialismo de estado en la que ancla el nuevo modo de producción. El trabajo asalariado encuentra ahí su otro nido, por cuanto las relaciones socioeconómicas, a pesar de haber sido desterrada la institucionalidad de la propiedad privada, no son regidas por un sistema de apropiación social de los factores de producción. La idea de la propiedad estatal pasa de ser la negación dialéctica del modo de producción capitalista y es convertida en paradigma de lo socialista. El socialismo es concebido desde la centralidad del estado.


Hoy el poder estado-centrista que rige el socialismo de estado se refuerza con la declaración (Raúl Castro R., 01.01.2009) de la creación de la Contraloría del Estado. Un órgano de supervisión y control del funcionamiento del Estado - se explica -, supeditado al Consejo de Estado. El Estado, erigido en juez y parte diluye la concepción política de Estado de Derecho. En cambio, la institución del Tribunal Constitucional como instancia suprema e independiente de control del orden constitucional de la República, resulta una herejía para la doctrina del socialismo de estado que cultiva la Dirigencia.


Y ese socialismo de estado constituye el marco que encorseta la transición hacia el Socialismo. La Revolución ha sido identificada con el poder del Estado para administrar la producción y distribuir la renta (la riqueza). El poder revolucionario es ante todo el poder del Estado. En consecuencia, el tránsito hacia el Socialismo no puede presentarse más que como la negación dialéctica de la Revolución. Para ello, como he expuesto, la Revolución ha de seguir siendo revolucionaria. Pero las definiciones sobre el Socialismo tienen que convertirse en la estrella polar de los marinos en quienes se encarna el pueblo.


Entre lo puntual y lo determinante


Los debates sobre los problemas puntuales son imprescindibles porque existen problemas que aquejan a la sociedad puntualmente. La definición de un conjunto de problemas puntuales a enfrentar en lo inmediato es necesaria y el pueblo lo ha planteado en miles de opiniones archivadas por el Partido. Pero es importante saber que las soluciones puntuales no son determinantes del rumbo, sino pan para hoy y hambre para mañana. El contraste de dos problemas puede explicarlo.


Haber restablecido el derecho al uso ciudadano de las infraestructuras hoteleras del país (una medida burocrática sobre una normalidad hasta antes del periodo especial 1990 y que nunca debió ser violentada por el Estado) elimina una prohibición antidemocrática, pero no dice nada sobre el derecho a la autodeterminación ciudadana. No definen ese rumbo.


Restablecer la oportunidad de la iniciativa particular en la edificación de viviendas, constituye una medida puntual de efectos contraproducentes que no da respuesta al problema estructural corrosivo. Se trata de la descentralización de la microeconomía, de manera que se permita la creación - en el sector de la construcción civil en este caso - de medianas y pequeñas empresas no-estatales en plena autogestión económica que hagan sostenible por eficiente el empeño constructivo. PYMEs de diseño arquitectónico, diseño socio-urbano, de ingeniería y construcción civil. Un movimiento de cadenas productivas autónomas en interacción directa con el demandante de la necesidad, la población, y bajo la supervisión de las agencias públicas de control técnico. Ése es el abordaje que marca el rumbo. Hoy mismo se observa cómo los importantes proyectos estatales de las llamadas petrocasas carecen de racionalidad socio-urbanística. Se utiliza un modelo de asentamientos de viviendas unifamiliares en detrimento del aprovechamiento del espacio, la versatilidad de la infraestructura y la funcionalidad comunitaria.
¿Podrá la iniciativa particular enfrascarse en la construcción de viviendas de acuerdo a modernas proyecciones arquitectónicas y urbanísticas? ¿Será capaz una iniciativa particular desarticulada crear el efecto económico multiplicador de las cadenas productivas que está llamado a generar el sector de la construcción en su conjunto? ¿Interesa o no al Gobierno la eficiencia sistémica de la economía cubana? ¿Le exigirá el pueblo responsabilidades personales a la Dirigencia del Estado por la dilapidación de recursos y energías sociales de sus decisiones?


Todo dependerá de a quién pertenezca la propiedad


La cuestión de la apropiación de los factores de producción constituye un problema determinante para la eficiencia del sistema socioeconómico. La transición hacia relaciones de producción socialistas implica el cambio del modo de producción en que se soporta del socialismo de estado. Por consiguiente, “Todo dependerá de a quién pertenezca la propiedad” (Felipe P. Roque, 2006).
La apreciación sobre el significado clave del carácter de la propiedad es plenamente acertada. Esa expresión del Ministro de Relaciones Exteriores se manifiesta ante la afirmación de Fidel Castro R. (nov. 2005) sobre la posibilidad real de la reversión de la Revolución por las contradicciones internas. Para el entonces Jefe de Estado lo reversible no era el Socialismo, sino la Revolución. En la idea del Primer Secretario del Partido, la Revolución no llega a ser sinonimia de Socialismo. Sin embargo, es preciso acotar que tampoco es su antinomia.


El Socialismo no está en peligro, sino las condicionantes de su construcción. De ahí la posibilidad objetiva actual de la deriva hacia el capitalismo. La Revolución, concebida como el proceso de transformación sociopolítica y económica de la realidad, crea en Cuba las condiciones para transitar hacia el Socialismo. El estadio intermedio ha sido el socialismo de estado.


Sin embargo, el socialismo de estado ha dejado de ser ese estadio de tránsito hacia el Socialismo, para erigirse en el modo que garantiza al Partido la gobernabilidad. En el socialismo de estado, el Estado se ha convertido en una forma de poder para sí. He expresado que la necesidad de cambios estructurales no puede ser sacrificada por el miedo a la ingobernabilidad del proceso sociopolítico. Persistir en el acomodo de las formas de gobernabilidad que propicia el socialismo de estado, implica enraizar la naturaleza represiva histórica del estado (en última instancia de todo estado). Con la construcción del Socialismo se niega dialécticamente la naturaleza represiva del estado. Para ello se han de crear nuevas formas de gobernabilidad que se sustenten en un sistema de participación social autonómico. La sociedad es dueña de su movimiento económico y sociocultural. El movimiento no es anárquico, se da dentro del consenso político sobre la institucionalidad socialista del modo de producción y de relaciones socioeconómicas afines. El Estado es la garantía del consenso y de la autonomía.


Ese sistema de participación social autonómico puede construirse únicamente a través de la plena socialización de la propiedad. Es decir, eliminandole el soporte estructural al socialismo de estado. El objeto de debate y toma de decisiones por la sociedad es transparente, no admite dobles lecturas.


Se ha hecho recurrente entre exponentes del pensamiento político, económico y sociológico en Cuba expresar la idea del sistema mixto de propiedad como la natural transfiguración del actual sistema de propiedad estatal. Se estima así cual una obviedad socialista por definición. Sin embargo, cuando se plantea que el sistema de propiedad debe convertirse en un sistema mixto y acto seguido se echa a esa gran olla los ingredientes a mano: propiedad privada, propiedad cooperativa, propiedad familiar, propiedad autogestionada y un largo etcétera; no se está discutiendo sobre la naturaleza de la propiedad en el Socialismo ni, consecuentemente, sobre la cualidad determinante del modo de producción socialista.


¿Qué se entiende por propiedad privada en el Socialismo y qué por propiedad social? ¿Cuáles han de ser, en consecuencia, los patrones de acumulación de capital? ¿Y cuál el paradigma de la distribución de la renta? Del seno del Partido no surgen ideas coherentes a este respecto. Mientras que en la práctica el sistema de propiedad estatal se va transformando por “la puerta trasera”, según el arbitrio del voluntarismo político y lo coyuntural. Todo lo cual extiende y enquista el socialismo de estado a favor de la burocracia estado-centrista que lo alimenta.
La socialización de la propiedad no puede concebirse sin la socialización de la producción e implementación de las ideas concurrentes.


Democracia socialista y transformación revolucionaria


El proceso sociopolítico cubano se encuentra ante la necesidad de sintetizar la democracia representativa y la democracia socialista. Democracia socialista implica el ejercicio real del poder popular. Significa discutir y hacer valer la voluntad popular. El debate abierto y el consenso social son las vías.


El ejercicio de la democracia socialista ha de jugar un papel determinante en la transformación de la realidad cubana y la transición hacia el Socialismo. El debate determinante hoy en Cuba es sobre el carácter y la expresión socioeconómica estructural de su concepción política. El orden del día no puede ser otro que el de la conformación de una plataforma programática sobre las imprescindibles transformaciones socialistas.


La vía del debate


La discusión en el seno de la sociedad de los problemas determinantes del Socialismo necesita superar la doctrina de la democracia tutelada. El debate social ha de darse a nivel de organizaciones gremiales, centros de trabajo y en interacciones libres entre el Partido y toda la sociedad, y ser plenamente reflejado por los medios de comunicación. Puesto que se trata de crear la masa crítica de la conciencia colectiva. La sociedad civil ha de hacer uso de su derecho para organizar y convocar foros, conferencias, seminarios y cuantos espacios de reunión y análisis estime conveniente para discutir sobre las transformaciones que conduzcan al mejoramiento de su realidad. No existe otra forma de desarrollar sensibilidad social fundamentada acerca de los cambios y proyecciones determinantes.


La plataforma programática sobre la transformación socialista no podrá conformarse sin la decidida participación del pensamiento intelectual revolucionario todo y el acervo del pensamiento popular. Y algo de relevante importancia política: no podrá legitimarse sin la abierta discusión con el pensamiento cubano que ideológicamente se le oponga.


La vía del consenso


La democracia socialista está llamada a imprimirle el carácter popular a los Poderes Populares instituidos. La vía para los consensos está en devolverle a los poderes populares su carácter democrático y su facultad de decidir. Las asambleas del Poder Popular de barrios, distritos, municipios y provincias han de ser las instancias donde se resumen y por donde transitan los postulados de los debates sociales determinantes. Sobre los cambios sistémicos y la estrategia de su desarrollo a corto, mediano y largo plazo. Esos son los foros donde el Partido a través de sus militantes tiene la oportunidad no de imponer “el borrador pre-enlatado” a ser aprobado, sino de poner en interacción sus ideas y propuestas con las ideas y visiones de todo el pueblo. El consenso popular formula principios y medidas. La plataforma política de transformación socialista se construye de abajo hacia arriba. Ahí está el poder popular que refrenda la democracia socialista.


Los delegados de los poderes populares no son otra cosa que representantes directos del pueblo. Su función política es la de exponer y defender en la Asamblea Nacional (Parlamento) la voluntad y el consenso político de los ciudadanos. Esa es la articulación del pensamiento social que tributa la democracia socialista. El momento histórico lo impone como demarcación de las cuestiones que ha de poner en agenda el VI Congreso del Partido. La proposición de aquella plataforma programática que el Partido, como organización política de la sociedad, llega a consensuar internamente se le presenta al Parlamento, no como documento único ni rector, sino como proposición política para ser discutida junto con las proposiciones que los diputados tienen la obligación de sostener y defender por el mandato popular. La plataforma consensuada en el seno de la Asamblea Nacional se somete a referendo nacional.


Agenda social y agenda política no pueden menos que coincidir en la discusión sobre el cambio cualitativo del modo de producción, la naturaleza del sistema de apropiación de los factores de producción, el problema del trabajo asalariado, la cuestión del mercado, lo imprescindible de su espacio y las características de su funcionamiento en una economía socialista, sobre las relaciones entre el Partido y el Estado, el real empoderamiento del pueblo y la autodeterminación ciudadana concomitante. El pluralismo de pensamiento y expresión ha de establecerse como cultura de la participación política. No existe otra manera de que se sostenga y sea eficiente políticamente el sistema de partido único. Y no existe otra forma de definir las formas del socialismo que queremos.


Si desde ya y a través de todo el presente año (2009) la sociedad cubana no se sumerge en la discusión abierta y sistemática sobre estos problemas, si no aprende y aporta sobre las cuestiones determinantes, si no se articula el proceso de debate y concertación de la voluntad popular hacia un consenso programático sobre los cambios conceptuales y estructurales necesarios, todas las decisiones que desde el Partido y el Estado se tomen o se dejen de tomar en el VI Congreso del Partido estarán atentando contra las posibilidades de progreso. El Proyecto Socialista seguirá fuera de los carriles de la viabilidad.


Roberto Cobas Avivar


[1] Un ciclo que cierra virtualmente en 1998, según lo analiza el economista cubano Alfredo González Gutiérrez ensu artículo: Economía y sociedad. Los retos del modelo económico; revista Temas, número 11/1998; editora Nueva Época; Cuba, 1998, pág.4.
[2] UJC – Unión de Jóvenes Comunistas; FEU – Federación de Estudiantes Universitarios; FEEM – Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media; UPC – Unión de Pioneros de Cuba.

Roberto Cobas Avivar en Kaos en la Red

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