Para que la diversidad salga de pasillos, closets, luces, sombras y trincheras, urge un CONGRESO DE LA NACION. Unidad en la diversidad es solo el escalón primario. (Con copia a cualquier cubano)
La historia de la Nación cubana es un inmenso y progresivo ámbito de diversidad.
Desde Hatuey y Guarina, Guamá, Casiguaya y el Cucalambé, desde Fray Bartolomé de las Casas, desde el Padre Varela y su mentor, el Obispo Espada, Luz y Caballero, la Conspiración de la Escalera, Céspedes, Agramonte, Plácido, Byrne, La Avellaneda, Finlay, Maceo, Mariana, Gómez, Martí, Juan Gualberto Gómez, Valiño, hasta Mella, Villena, Guiteras, Capablanca, Font, Jesús Menéndez, Chivás, José Antonio Echeverría, Camilo, Che, y miles y millones de nombres más, anónimos o no, se extiende nuestra diversidad.
Y con la misma fuerza hasta hoy en la mañana, agua imposible de represar, en que el cubano ya ilustrado, ya individuo pleno de opiniones y crecimientos, expresa sus puntos de vista y especulaciones en hogares, calles, guardarrayas, ciudades y campos. Esta diversidad es un árbol inextinguible y la gran energía acumulada de la Nación.
Hoy día, en que el mundo vive una desoladora multicrisis de cimientos y proyectos, incluidas la económica actual del capitalismo mundial y aquella del socialismo en el Este de Europa, a finales del siglo XX, sin olvidar principalmente la ecológica que amenaza de cerca la sobrevivencia y la propia memoria histórica de la Humanidad, resulta perentoria y decisiva la unidad de las naciones y la criatura humana. La crisis es seguramente y una vez más la antesala de nuevos partos. Bordeamos, creo yo, sumergidos, escépticos y optimistas, las orillas de nuevos Renacimientos.
¿Objetivos?
Para impedir desmanes, guerras, irracionalidad, destrucciones, divisiones, inequidades, saqueos, secretismos, espejismos y misterios políticos, inmovilismos, atajos suicidas, nacionalismos estrechos, desproporciones, abusos de poder, manipulaciones, parcelas particulares, burocratismo depredador, olvido del humanismo milenario, verdades de ocasión, defensa contra inmorales privilegios y falta de eticidad táctica o ideológica, EL INDIVIDUO, LOS PUEBLOS Y LAS NACIONES DEBEN AFERRARSE A LA UNIDAD HUMANA, COMENZANDO POR LA SUYA NACIONAL, QUE SE APOYA PRINCIPALMENTE EN LA COMPRENSIÓN DE SU DIVERSIDAD.
La lista anterior puede extenderse casi hasta lo infinito. Y cada hombre y mujer, en su ventura o desventura, es libre de adicionar quejas, sugerencias o las más animosas palabras.
A su vez, la diversidad, para que exista en la superficie brillante y perceptible de la realidad, necesita expresarse y ser atendida. La diversidad no aceptada y hasta la diversidad aceptada, pero sin medios para hacer oír, sin ocasión para ser atendida, y por tanto no debatida, no comprendida, no asimilada, no incorporada, es simple consigna. La gente, yo, todos, aprendemos a leer entre líneas y detrás de las palabras.
Las consignas dilatorias o retóricas, sin instrumentarse y sin más consecuencias prácticas, son escapatorias, sucedáneos del debate y la base más proclive para divisiones y cismas de cualquier matiz y procedencia.
Unidad es también, primero, luego y siempre, confrontación y lucha de contrarios. Y respeto a la opinión del adversario ocasional, por muchos mecanismos de Poder de que unos y otros dispongan a su favor.
Con respecto a la unidad, Martí precavía “que es necesario ir acercando lo que ha de acabar por estar junto. Si no, crecerían odios, se estaría sin defensa apropiada para los colosales peligros.…”
La diversidad, infinita pero visible en el paisaje, está en montes y montañas, mares, ríos, valles, parcelas agrícolas, industrias, calles, jardines, hogares, vecindarios, instituciones, patrimonios, medios de difusión, ciencia, arte, literatura, villas y ciudades, municipios y provincias.
Es el resultado natural e histórico, es experiencias y culturas cada vez más engrosadas. La diversidad humana, la más compleja y laberíntica, es una extensión de la diversidad de la naturaleza. La diversidad de la Nación, bien comprendida y expuesta al fuego de las ciencias sociales, económicas y naturales, así como a la plática generosa y no restringida, adiciona complejidad a la biodiversidad nacional, mundial y universal.
Esa diversidad de fluidos y escuelas, filosofías y doctrinas, creencias y tradiciones, imaginaciones y fantasías, opiniones y capacidad real para opinar, deben conducir una y otra vez a la Unidad y los desplazamientos y avances epocales. Es además el mayor tesoro y arsenal que logra acopiar cada cultura nacional. Incluyendo por supuesto constantes, caudalosas y desprejuiciadas influencias e intercambios con la cultura mundial de todos los tiempos.
Las preocupaciones, paciencias, potencialidades, giros, reveses y triunfos, y hasta las indignaciones, deben ser compartidos, y no quedar privadamente en las esferas partidistas y estatales. La Nación y los naturales de la Nación debemos ser, todos, decidores y protagonistas.
La mínima dialéctica de las explicaciones y difusiones, que orejas sobran y órganos de prensa no faltan, ya sería un buen comienzo, pero resultan ahora y siempre insuficientes.
Se han acumulado demasiada materia prima oscura, incógnitas, enigmas, ambigüedades, esperas, incertidumbres, retrocesos, confusiones y necesidad de fomentar el intercambio directo convincente y actualizador Es una deuda de los gobiernos y el Estado con la creciente ansiedad y reclamo popular.
Un CONGRESO DE LA NACIÓN, dibujándose en el horizonte inmediato, repito, sería el foro óptimo y donde esté representada con oportunidad de expresarse la creciente diversidad, la importante mayoría, cualquier opinión o tendencia responsables y trascendentes y con basamentos en la Historia de Cuba y la planetaria.
Sus mayores virtudes serían, a primera vista, no unanimismo, complejidad, confianza que se recupera, expansión de las ideas, libertad expresada de pensamiento en un clima de democracia y respeto a la biodiversidad. Y conduciría mas temprano que tarde a las Grandes Alamedas. A la unidad de la Nación y el tránsito hacia el socialismo soñado, superando barreras en las que se atoraron otros por olvidos teóricos, prepotencias, cegueras, afán de poder y privilegios o grotescos desvíos ideológicos.
El saldo de tal congreso serían también precisamente unidad y líneas estratégicas compartidas: enrolados colectiva y mayoritariamente en tareas, proyectos y utopías, que entonces también serían propios, sociales, y contendrían indispensables sabidurías, análisis, críticas, emociones, entusiasmos, ingenios, decisiones.
La propiedad social (no estatal, aunque la incluye), con sus consecuentes programas y metas, más democracia no clasista, inédita y expansiva, conducirá casi inevitablemente al socialismo o cualquier otro territorio que enseguida bautizaríamos con el más hermoso nombre posible.
El capitalismo debe ser rebasado. Parece ineluctable. El capitalismo no regresará al feudalismo ni el feudalismo al esclavismo. La irreversibilidad social es hasta ahora notoria y natural, pública e histórica, lógica y no difícil de imaginar. Y con una futuridad apenas irrebatible. Pero, en el caso nuestro como en cualquiera otro, debe ser verdaderamente socialista.
Mas, como no es verdad predeterminada, ni dirigida por voluntades aisladas, las ideas y la sociedad activa en sus acumulados tenderán juntos en esa dirección para lograrlo efectivamente.
La propiedad pura o mayoritariamente estatal, controlada burocráticamente por ese ente omnipresente y anónimo, así como por mil rostros muchas veces inútiles, inconscientes y hasta degradados, es un tren que hasta ahora solo descarriló sorpresivamente y condujo a nuevas modalidades de capitalismo. Y el capitalismo, asomarse a las ventanas, es hoy la gran vitrina de desigualdades y despilfarros aberrantes. Y amenazas galopantes de extinción. Quien camina una legua sin amor, camina amordazado hacia su propio funeral, dijo, no textualmente, Walt Whitman.
El estado no es dueño ni señor de la sociedad, el individuo y sus propiedades terrenales, sus conquistas industriales, agrícolas, científicas, tecnológicas, espirituales, artísticas, sociales. El estado más fuerte o menos fuerte, es el subordinado, el coordinador, el servidor, el abrevías. O debiera.
Y si su larga estancia en la sociedad humana demuestra utilidad y necesidad históricas, admitida actualmente incluso de forma clara hasta por el otrora capitalismo más salvaje, los tiempos futuros le pronostican sin embargo una decadencia y desaparición más o menos lenta y merecida.
No ocurrirá bajo el capitalismo. Serán las sociedades futuras, sin explotación, las que dictaminarán definitivamente ese muy probable crepúsculo.
El socialismo es el destino deseado todavía por la inmensa mayoría, los más nobles, resistentes y patriotas de los cubanos de cualquier estancia y locación. Y lo será más, incluyendo a sus juventudes, en la medida que el pueblo y los pueblos disfruten ese poder irreversible y ascendente que libera finalmente al individuo de sucesivos sometimientos: señores esclavitas, señores feudales, señores capitalistas. .
El señor del socialismo, con su proverbial sencillez ciudadana, transita potencialmente por el paisaje urbano y rural. Pero aún carece de la conciencia nítida, democracia adecuada y propiedad real para comportarse como tal y extender la solidaridad y la esperanza hasta el último rincón.
La copia (c/c a cada persona) que se ofrece a millones de cubanos y ciudadanos del mundo, debe concluir indefinidamente, mediante aportes y opiniones de cualquier procedencia y matiz.
Este es un artículo estrictamente inconcluso.
También breve, redactado en una mañana de marzo, pero intuido y pensado durante muchas mañanas, incluso por bisbiseantes multitudes de criaturas obstinadas por frustraciones y penurias de la vida cotidiana. O inmersas y absortas, hasta risueñas y animadas, atrapadas en la rutina del quehacer sin el vuelo vital imprescindible.
Desde Hatuey y Guarina, Guamá, Casiguaya y el Cucalambé, desde Fray Bartolomé de las Casas, desde el Padre Varela y su mentor, el Obispo Espada, Luz y Caballero, la Conspiración de la Escalera, Céspedes, Agramonte, Plácido, Byrne, La Avellaneda, Finlay, Maceo, Mariana, Gómez, Martí, Juan Gualberto Gómez, Valiño, hasta Mella, Villena, Guiteras, Capablanca, Font, Jesús Menéndez, Chivás, José Antonio Echeverría, Camilo, Che, y miles y millones de nombres más, anónimos o no, se extiende nuestra diversidad.
Y con la misma fuerza hasta hoy en la mañana, agua imposible de represar, en que el cubano ya ilustrado, ya individuo pleno de opiniones y crecimientos, expresa sus puntos de vista y especulaciones en hogares, calles, guardarrayas, ciudades y campos. Esta diversidad es un árbol inextinguible y la gran energía acumulada de la Nación.
Hoy día, en que el mundo vive una desoladora multicrisis de cimientos y proyectos, incluidas la económica actual del capitalismo mundial y aquella del socialismo en el Este de Europa, a finales del siglo XX, sin olvidar principalmente la ecológica que amenaza de cerca la sobrevivencia y la propia memoria histórica de la Humanidad, resulta perentoria y decisiva la unidad de las naciones y la criatura humana. La crisis es seguramente y una vez más la antesala de nuevos partos. Bordeamos, creo yo, sumergidos, escépticos y optimistas, las orillas de nuevos Renacimientos.
¿Objetivos?
Para impedir desmanes, guerras, irracionalidad, destrucciones, divisiones, inequidades, saqueos, secretismos, espejismos y misterios políticos, inmovilismos, atajos suicidas, nacionalismos estrechos, desproporciones, abusos de poder, manipulaciones, parcelas particulares, burocratismo depredador, olvido del humanismo milenario, verdades de ocasión, defensa contra inmorales privilegios y falta de eticidad táctica o ideológica, EL INDIVIDUO, LOS PUEBLOS Y LAS NACIONES DEBEN AFERRARSE A LA UNIDAD HUMANA, COMENZANDO POR LA SUYA NACIONAL, QUE SE APOYA PRINCIPALMENTE EN LA COMPRENSIÓN DE SU DIVERSIDAD.
La lista anterior puede extenderse casi hasta lo infinito. Y cada hombre y mujer, en su ventura o desventura, es libre de adicionar quejas, sugerencias o las más animosas palabras.
A su vez, la diversidad, para que exista en la superficie brillante y perceptible de la realidad, necesita expresarse y ser atendida. La diversidad no aceptada y hasta la diversidad aceptada, pero sin medios para hacer oír, sin ocasión para ser atendida, y por tanto no debatida, no comprendida, no asimilada, no incorporada, es simple consigna. La gente, yo, todos, aprendemos a leer entre líneas y detrás de las palabras.
Las consignas dilatorias o retóricas, sin instrumentarse y sin más consecuencias prácticas, son escapatorias, sucedáneos del debate y la base más proclive para divisiones y cismas de cualquier matiz y procedencia.
Unidad es también, primero, luego y siempre, confrontación y lucha de contrarios. Y respeto a la opinión del adversario ocasional, por muchos mecanismos de Poder de que unos y otros dispongan a su favor.
Con respecto a la unidad, Martí precavía “que es necesario ir acercando lo que ha de acabar por estar junto. Si no, crecerían odios, se estaría sin defensa apropiada para los colosales peligros.…”
La diversidad, infinita pero visible en el paisaje, está en montes y montañas, mares, ríos, valles, parcelas agrícolas, industrias, calles, jardines, hogares, vecindarios, instituciones, patrimonios, medios de difusión, ciencia, arte, literatura, villas y ciudades, municipios y provincias.
Es el resultado natural e histórico, es experiencias y culturas cada vez más engrosadas. La diversidad humana, la más compleja y laberíntica, es una extensión de la diversidad de la naturaleza. La diversidad de la Nación, bien comprendida y expuesta al fuego de las ciencias sociales, económicas y naturales, así como a la plática generosa y no restringida, adiciona complejidad a la biodiversidad nacional, mundial y universal.
Esa diversidad de fluidos y escuelas, filosofías y doctrinas, creencias y tradiciones, imaginaciones y fantasías, opiniones y capacidad real para opinar, deben conducir una y otra vez a la Unidad y los desplazamientos y avances epocales. Es además el mayor tesoro y arsenal que logra acopiar cada cultura nacional. Incluyendo por supuesto constantes, caudalosas y desprejuiciadas influencias e intercambios con la cultura mundial de todos los tiempos.
Las preocupaciones, paciencias, potencialidades, giros, reveses y triunfos, y hasta las indignaciones, deben ser compartidos, y no quedar privadamente en las esferas partidistas y estatales. La Nación y los naturales de la Nación debemos ser, todos, decidores y protagonistas.
La mínima dialéctica de las explicaciones y difusiones, que orejas sobran y órganos de prensa no faltan, ya sería un buen comienzo, pero resultan ahora y siempre insuficientes.
Se han acumulado demasiada materia prima oscura, incógnitas, enigmas, ambigüedades, esperas, incertidumbres, retrocesos, confusiones y necesidad de fomentar el intercambio directo convincente y actualizador Es una deuda de los gobiernos y el Estado con la creciente ansiedad y reclamo popular.
Un CONGRESO DE LA NACIÓN, dibujándose en el horizonte inmediato, repito, sería el foro óptimo y donde esté representada con oportunidad de expresarse la creciente diversidad, la importante mayoría, cualquier opinión o tendencia responsables y trascendentes y con basamentos en la Historia de Cuba y la planetaria.
Sus mayores virtudes serían, a primera vista, no unanimismo, complejidad, confianza que se recupera, expansión de las ideas, libertad expresada de pensamiento en un clima de democracia y respeto a la biodiversidad. Y conduciría mas temprano que tarde a las Grandes Alamedas. A la unidad de la Nación y el tránsito hacia el socialismo soñado, superando barreras en las que se atoraron otros por olvidos teóricos, prepotencias, cegueras, afán de poder y privilegios o grotescos desvíos ideológicos.
El saldo de tal congreso serían también precisamente unidad y líneas estratégicas compartidas: enrolados colectiva y mayoritariamente en tareas, proyectos y utopías, que entonces también serían propios, sociales, y contendrían indispensables sabidurías, análisis, críticas, emociones, entusiasmos, ingenios, decisiones.
La propiedad social (no estatal, aunque la incluye), con sus consecuentes programas y metas, más democracia no clasista, inédita y expansiva, conducirá casi inevitablemente al socialismo o cualquier otro territorio que enseguida bautizaríamos con el más hermoso nombre posible.
El capitalismo debe ser rebasado. Parece ineluctable. El capitalismo no regresará al feudalismo ni el feudalismo al esclavismo. La irreversibilidad social es hasta ahora notoria y natural, pública e histórica, lógica y no difícil de imaginar. Y con una futuridad apenas irrebatible. Pero, en el caso nuestro como en cualquiera otro, debe ser verdaderamente socialista.
Mas, como no es verdad predeterminada, ni dirigida por voluntades aisladas, las ideas y la sociedad activa en sus acumulados tenderán juntos en esa dirección para lograrlo efectivamente.
La propiedad pura o mayoritariamente estatal, controlada burocráticamente por ese ente omnipresente y anónimo, así como por mil rostros muchas veces inútiles, inconscientes y hasta degradados, es un tren que hasta ahora solo descarriló sorpresivamente y condujo a nuevas modalidades de capitalismo. Y el capitalismo, asomarse a las ventanas, es hoy la gran vitrina de desigualdades y despilfarros aberrantes. Y amenazas galopantes de extinción. Quien camina una legua sin amor, camina amordazado hacia su propio funeral, dijo, no textualmente, Walt Whitman.
El estado no es dueño ni señor de la sociedad, el individuo y sus propiedades terrenales, sus conquistas industriales, agrícolas, científicas, tecnológicas, espirituales, artísticas, sociales. El estado más fuerte o menos fuerte, es el subordinado, el coordinador, el servidor, el abrevías. O debiera.
Y si su larga estancia en la sociedad humana demuestra utilidad y necesidad históricas, admitida actualmente incluso de forma clara hasta por el otrora capitalismo más salvaje, los tiempos futuros le pronostican sin embargo una decadencia y desaparición más o menos lenta y merecida.
No ocurrirá bajo el capitalismo. Serán las sociedades futuras, sin explotación, las que dictaminarán definitivamente ese muy probable crepúsculo.
El socialismo es el destino deseado todavía por la inmensa mayoría, los más nobles, resistentes y patriotas de los cubanos de cualquier estancia y locación. Y lo será más, incluyendo a sus juventudes, en la medida que el pueblo y los pueblos disfruten ese poder irreversible y ascendente que libera finalmente al individuo de sucesivos sometimientos: señores esclavitas, señores feudales, señores capitalistas. .
El señor del socialismo, con su proverbial sencillez ciudadana, transita potencialmente por el paisaje urbano y rural. Pero aún carece de la conciencia nítida, democracia adecuada y propiedad real para comportarse como tal y extender la solidaridad y la esperanza hasta el último rincón.
La copia (c/c a cada persona) que se ofrece a millones de cubanos y ciudadanos del mundo, debe concluir indefinidamente, mediante aportes y opiniones de cualquier procedencia y matiz.
Este es un artículo estrictamente inconcluso.
También breve, redactado en una mañana de marzo, pero intuido y pensado durante muchas mañanas, incluso por bisbiseantes multitudes de criaturas obstinadas por frustraciones y penurias de la vida cotidiana. O inmersas y absortas, hasta risueñas y animadas, atrapadas en la rutina del quehacer sin el vuelo vital imprescindible.
FELIX GUERRA
POEMAS DE LA SANGRE COTIDIANA.
17 DE MARZO DE 2009. CIUDAD DE LA HABANA. CUBA