lunes, 29 de septiembre de 2008

El Socialismo Democrático:Chávez y Venezuela versus Cuba y Fidel - La dialéctica de las revoluciones


Con los pronunciamientos en noviembre del 2005 sobre la posibilidad real de reversibilidad de la Revolución cubana, su Líder, Fidel Castro R., propinaba una sacudida en los estados de opinión sobre el destino del país, dentro y fuera de sus fronteras. ¿Devoraría una vez más una revolución a sus propios hijos?[1]

La llamada de atención no fue seguida por reflexiones del mandatario que arrojaran luz sobre los problemas de fondo que podían fundamentarla. Todo lo contrario. Los análisis derivados apuntaron a la inconsistencia ideológica en las filas de los hacedores del socialismo, el pueblo, como la principal causa de la endeblez que pudiera dar al traste con casi 50 años de Revolución proletaria. La corruptela generalizada vendría a ser el síntoma inequívoco. De esa controvertida percepción política no podían más que sobrevenir correcciones paliativas a un problema complejo con evidentes características de fenómeno socio-económico. El ejemplo elocuente está en la convocación de brigadas sociales juveniles para “intervenir” las gasolineras del país. Verdaderos huecos negros en el contrabando de combustible, un recurso crítico escaso de la economía cubana. Si el problema puntual lograba controlarse en algún grado importante (“sofocar un fuego”), la conclusión política reforzaría, claro está, la hipótesis de la inconsistencia ideológica en las masas. A pesar de que el trabajo ideológico del Partido quedaría implícitamente cuestionado, nunca lo sería en el ámbito de los conceptos sobre el socialismo practicado.

Dos años después es el nuevo Presidente del Consejo de Estado de la República (sep. 2007), Raúl Castro Ruz, quien bajo una creciente presión social convoca a la población a discutir sobre los problemas acuciantes de la realidad. Una cantidad desbordante de juicios, críticas y propuestas de cambios ha sido el resultado. El reflejo del cúmulo de contradicciones internas irresueltas. La opinión pública cubana, la sociedad, desconoce hasta el momento el conjunto de sus opiniones. La dirección del Partido no ha estimado conveniente propiciar la posibilidad de concienciación colectiva del pueblo acerca de su propio estado de opinión y evaluación crítica de la realidad. El protagonismo del pueblo se relega a un plano secundario.

A diferencia de la evaluación que en 2005 hiciera el Primer Secretario del PCC sobre la reversibilidad de la Revolución, el hoy Presidente del Consejo de Estado es quien apunta a la necesidad de enfrentar cambios conceptuales y estructurales en el Proyecto Socialista de la Revolución. El planteamiento hace pensar en las contradicciones de fondo del Proyecto. Sin embargo, como entonces, esta vez ha quedado sin continuidad reflexiva el problema. El vacío del diálogo político con la sociedad se remienda con la sugerencia de que el sexto congreso del Partido, anunciado para noviembre del 2009, será el foro encargado de dilucidar y dar las respuestas que sobre su realidad y sus expectativas posee la sociedad cubana. La práctica del verticalismo político excluyente se ratifica como método de gobernabilidad. “…el pueblo es convocado a una perenne batalla de ideas que le veda el asalto a las ideas sobre la concepción y el modelo de socialismo que desea para sí. Hablamos de “batallas” de ideas cualitativamente determinantes”[2].

Hoy (27.09.2008) el Primer Secretario del PCC le expone al pueblo una reflexión sobre el “Socialismo Democrático”[3]. Pero son las urgencias de la revolución bolivariana de Venezuela la motivación del análisis. “El "capitalismo democrático" de Bush tiene una respuesta exacta: el socialismo democrático de Chávez”[4].

Para el pueblo cubano, en cambio, la interrogante es sencilla y meridiana: si el socialismo de Chávez es un socialismo democrático, ¿puede serlo al mismo tiempo el socialismo de Fidel? ¿Ha querido el Líder cubano plantear de esa manera ambigua a la sociedad y al propio PCC el debate conceptual sobre el Socialismo en Cuba? ¿Se acercan las posiciones en la máxima dirección del PCC acerca de la verdadera dimensión de las contradicciones internas que minan el proyecto Socialista cubano?[5] ¿Puede la fatiga social del pueblo prolongar la espera sin que antes salte hecha añicos la paciencia popular?

Tras la plasticidad de dichos cuestionamientos se devela el problema conceptual que gravita sobre el Proyecto Socialista de Cuba.

El Presidente Hugo Chávez F. “chocó con ideas preconcebidas de izquierda y derecha e inició la Revolución Bolivariana en las más difíciles condiciones subjetivas de toda la América Latina”[6]. La idea hace alusión directa a los propios fenómenos de la insurrección y la revolución cubana. Una vanguardia es capaz de identificar con objetividad el momento histórico de cambios en una sociedad y emprende un movimiento revolucionario capaz de subvertir el orden político que se le contrapone. Para ello será necesario chocar con ideas preconcebidas de izquierda y derecha. El ideario político del Presidente Hugo Chávez en constante formación lo hace, “no ha dejado de sembrar ideas incesantemente”[7].

No es ahora la lucha armada el instrumento idóneo para la toma del poder popular. La audaz afirmación del Presidente H.Chávez se verbaliza a pesar de que sea el enemigo de clase -como en el caso de la insurrección armada del FARC-EP en Colombia- el que en su desesperación impone las condiciones de la lucha. Justo como lo atestigua la insurrección rebelde dirigida por Fidel Castro. ¿Responde la legitimación de las formas de lucha de los oprimidos a los contextos en que se dan o a coyunturas geopolíticas o la interacción de ambos factores?

Conciente de su abrumadora mayoría parlamentaria y del extendido apoyo social le hemos escuchado exponer al Presidente H.Chávez desde la cuna de la Revolución francesa (26.09.2008), cual alegoría a aquel poder revolucionario jacobino, que no es hoy la dictadura del proletariado la idea política que puede conducir al socialismo. La certeza le llega al Líder de la Revolución Bolivariana a pesar del enconado antagonismo de clases, entre una amplia masa proletaria y una enquistada oligarquía capitalista, que condiciona todo el proceso de cambios sociales revolucionarios en Venezuela.

El cuestionamiento traspasa el significado que podría tener en el proceso de lucha por el poder (lucha en sí) y toca el apotegma leninista sobre la condición necesaria para la consolidación de la revolución proletaria en el poder (lucha para sí). H.Chávez sugiere que en Venezuela no tiene lugar una revolución proletaria sino una revolución democrática. El parangón con el carácter nacionalista popular de la lucha insurreccional armada liderada por F.Castro es perceptible. Las formas de lucha hacen la diferencia en el radicalismo revolucionario, siempre en la idea martiana sobre lo radical. Donde lo radical no puede escapar a la influencia de los contextos.

H.Chávez “Plantea para su propia Patria una revolución socialista, sin excluir importantes factores productivos”[8]. Para la Revolución cubana los años del decenio de 1960 son el escenario de un radical proceso de nacionalizaciones de la gran propiedad capitalista criolla y extranjera. A la burguesía local y a la foránea se le ha arrancado en encarnizada guerra el poder. Si la primera huye despavorida fuera del país, la segunda ostenta el poder económico para la contra ofensiva. Quedan así excluidos importantes factores productivos. Pero el integrismo revolucionario se impone y toca a toda una masa de micro, pequeños propietarios y negocios familiares, debido a la llamada ofensiva revolucionaria expropiadora que hace tabula rasa del espectro socio-económico y decide la proletarización a ultranza de la sociedad. La propiedad campesina no sucumbe al dogmatismo estalinista de la cooperativización forzada, a pesar de la radical reforma agraria. La proletarización se establece sobre la ya mano de obra asalariada del campo.

La oligarquía venezolana y sus patronos externos han tenido que ceder el poder según las reglas de su propio juego democrático. Y aunque intentan el golpe fascista contra un gobierno democráticamente elegido y confirmado repetidamente por igual vía en el poder, el contexto geopolítico del renaciente nuevo milenio no le permite a la clase burguesa capitalista retomar ilegítimamente su poder. No podían ahora repetir impunemente el “caracazo” de miles de muertos, no obstante tener igual respaldo de los EEUU. Apenas 20 años atrás ese respaldo había hecho posible tanto el golpe fascista que asesina al Presidente democráticamente electo Salvador Allende como la masacre de buena parte del pueblo chileno que lo llevó al gobierno. No era una revolución radical como no lo es la Revolución Bolivariana. Era un proceso nacionalista popular que, como en Venezuela hoy, planteaba entonces para su propia Patria una revolución socialista.

¿La negación de la dictadura del proletariado en Venezuela está condicionada por la apropiación del inmenso poder económico que ha significado la recuperación de las riquezas petroleras? Fuera de toda duda, lo cierto es que la consolidación del poder político de la Revolución se da sobre la consolidación de un poder económico de fuerte impacto internacional. La Revolución cubana queda asfixiada desde sus inicios por razones justamente opuestas. La consolidación del poder revolucionario no podía prescindir del legado leninista sobre la dictadura del proletariado. No han sido premeditaciones teóricas acabadas ni en Venezuela ni en Cuba, sino la dinámica de procesos de cambios sociopolíticos en sus propios contextos históricos y materiales.

La consolidación del poder político desde el poder económico no es, sin embargo, suficiente para la Revolución Bolivariana. Entenderlo así ha sido el factor que lleva al Presidente H.Chávez a desencadenar un proceso de integración revolucionaria sui generis en la región suramericana. El poder económico de la Revolución se pone en función de una alianza energética de nuevo tipo, sin precedente alguno en la historia continental. La Revolución cubana habiendo igualmente entendido que en el internacionalismo está su consolidación, ha logrado desencadenar un factor integrador desde la sociedad del conocimiento. El centro de su poder económico está en el “capital” humano. Ambas estrategias confluyen de manera natural. Pero la capacidad de integración económica de Cuba queda bajo signos de interrogación. No es casual que el Presidente H.Chávez haya instado a las autoridades cubanas y en esencia a la sociedad, a asumir las urgencias de la transformación de la economía cubana[9].

“Emerge con claridad que desde Caracas se conciencia que el socialismo venezolano no será posible o muy difícil sin la integración estratégica socialista con Cuba. Para Cuba es necesario comprender que la viabilidad de su proyecto socialista se define hoy dentro de la misma perspectiva. La autopista de la integración socialista es de doble sentido”[10].

Pero la consolidación en el poder de ambas revoluciones depende, en última instancia, de la transformación de la realidad interna de acuerdo a las exigencias de sus contextos sociopolíticos. La revolución es un proceso de transformación de las condiciones que propicien establecer una trayectoria viable hacia el Socialismo. Esos caminos en Cuba y Venezuela no por diferentes son divergentes.

Si la respuesta al capitalismo “democrático” de Bush es, en opinión del Líder de la Revolución cubana, el socialismo democrático de Chávez, ¿qué impide a la dirección del Partido cubano reconocer que la democracia socialista se presenta como la única alternativa viable para el Socialismo en Cuba?

No es en Cuba hoy tampoco la dictadura del proletariado el camino hacia el socialismo. No lo es por razones distintas a las que identifica en Venezuela el Líder de su Revolución. La transformación socioeconómica cubana ha llevado a una inequívoca proletarización de la sociedad. Y esa condición sociopolítica constituye actualmente una contradicción que frena la expansión de las fuerzas productivas. El ciudadano cubano se desenvuelve sobre niveles de educación que no permiten ya su reducción a mano de obra asalariada. Es decir, a una suerte de proletarización forzada. El trabajador cubano no necesita seguir sumido a la institución burguesa del contrato laboral que le obliga a continuar vendiendo su fuerza de trabajo, puesto que en Cuba es ya irreducible al estatus de mercancía.

El trabajador cubano está facultado para ser pleno sujeto del modo de producción y de los procesos productivos. No es el empleo de su mano de obra, sino el empleo de todas sus facultades culturales lo que necesita de condiciones abiertas para la creativa expansión de las mismas.

De ahí que el modo de producción que ha de asimilar dicha creatividad deba propiciar la autonomía de organización y movimiento de las fuerzas productivas. La premisa básica para ello es la transformación del sistema de propiedad estatal actual en un sistema que permita la autodeterminación de los trabajadores en cuanto a la forma de organizarse para producir.

La autodeterminación del trabajador, y más abarcadoramente del ciudadano cubano, puede darse solamente bajo condiciones de democracia socialista. El trabajador deja de ser dependiente del poder económico del Estado para asumir la responsabilidad no tutelada de su existencia económica. El trabajador posee total libertad de asociación para producir. Al trabajador no se le paga un salario, el trabajador decide sobre la remuneración de su trabajo. Lo hace de forma colegiada en su colectivo de producción, de acuerdo al resultado productivo de la autogestión de la empresa y al marco de las regulaciones fiscales del Estado. La democracia económica se establece como factor de participación y decisión solidaria hacia el seno de la empresa.

El Socialismo en Cuba está llamado a constituir una respuesta alternativa viable al capitalismo. El socialismo en Venezuela está obligado a la democracia que implica la necesidad de consolidación del poder de la Revolución en un contexto de intereses de clases antagónicos. Ese escenario político ha sido superado por la revolución social cubana. No existen clases sociales antagónicas en Cuba. La contradicción antagónica se da hoy entre el capital estatal y la alienación generalizada del trabajo asalariado. Entre la condición proletaria de la sociedad y la necesidad de su emancipación cultural. No es la fuerza de trabajo o su prole lo único que posee el trabajador cubano para poder vivir. No puede ser, por lo tanto, la obligación de vender esa fuerza de trabajo lo que le ate a la reproducción cultural de su vida[11].

El socialismo democrático en Cuba no puede menos que propiciar la elevación del espíritu libertario del cubano. El campo fecundo de su manifestación es el trabajo exento de explotación del prójimo. Ese principio político está en la base de la democracia socialista. En este sentido no son ni pueden ser sinónimos el socialismo democrático en Venezuela y Cuba. No en estas fases del desarrollo histórico de ambos procesos sociopolíticos. La no exclusión del factor productivo que para el socialismo democrático de Venezuela representa hoy la propiedad privada capitalista, no implica su restauración en el socialismo democrático al que puede y debe marchar Cuba hoy.

Lo que el socialismo democrático significa para Cuba hoy es la transformación estructural del modo de producción, dando paso al concepto de la no-propiedad, como forma superior y emancipadora de organización de las fuerzas productivas.

La idea de la no-propiedad se corporiza en el concepto de usufructo social de los factores productivos. La dinámica respuesta de la población cubana a la instrumentación del programa de entrega de tierras ociosas para que sean trabajadas en usufructo[12] -emprendido en medio de la devastación que han causado los fenómenos naturales-, marca un precedente que no puede ser reducido al utilitarismo político de medidas administrativas coyunturales. Esa medida puntual amerita ser enmarcada y desarrollada bajo una concepción a mediano y largo plazo de transformación estructural del modo de producción y el sistema económico[13].

La sociedad cubana necesita que se instaure el diálogo determinante sobre el socialismo democrático en Cuba y se transforme en voluntad política. Voluntad política para cambiar, sin dilaciones o­nerosas para el sentido de emancipación cultural del ciudadano cubano, todo lo que haya que cambiar. Hoy urgen reformas socio-económicas de carácter estratégico.

Al PCC le cabe la responsabilidad institucional de propiciar los consensos sobre la plataforma de cambios estructurales que necesita hoy el Proyecto Socialista de la Revolución. A su Primer y Segundo Secretarios le corresponde la máxima responsabilidad de abrir paso a los cambios conceptuales y depositar con ello todo el poder político en manos del pueblo[14]. De esa voluntad democrática depende que la transición hacia el Socialismo no se convierta en un proceso díscolo y traumático de lucha entre intereses sectarios dentro y fuera del poder estadocrático y necesidades socioeconómicas legítimas del pueblo.

“¿No es acaso la maduración de la conciencia colectiva sobre el costo de los errores propios cometidos durante medio siglo de dura y sinuosa transformación poscapitalista lo que pone a prueba la opción por el Socialismo en Cuba? ¿No es precisamente la maduración de esa conciencia la condición sine qua non para poder plantearse un cambio dialéctico en la modelación socialista? El cuestionamiento es tan complejo para el inmovilismo de los dirigentes de la Revolución como perturbador para sus detractores”[15].

“Es difícil no coincidir con el Líder de la Revolución cubana cuando expresa que Cuba ha de seguir su rumbo dialéctico[16]. Pero es imposible no asociar la dialéctica de ese rumbo con la necesidad de cambios determinantes en la naturaleza del Proyecto Socialista de la Revolución. No es dialéctico asumir el fin de una etapa[17] y al mismo tiempo poner en entredicho la necesidad de cambios conceptuales y estructurales en la modelación socialista cubana. O sea, cambios determinantes de su cualidad”[18].

Si, tal como nos expresa el Líder de la Revolución cubana, “Dentro del capitalismo democrático, la autocrítica no es una categoría incluida”[19], el Socialismo Democrático no puede menos que marcar la diferencia. Puesto que asumir con conciencia crítica la responsabilidad política por la amenaza de irreversibilidad de la propia Revolución significa entender la objetividad de cambios radicales. Entenderlo es imprescindible. Emprenderlos esimperativo.

La absolución de la Revolución cubana por la Historia no llega sino con la irreversibilidad de la República Socialista[20].

Roberto Cobas Avivar



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[1] Roberto Cobas Avivar, “Cuba: ¿devoran las revoluciones a sus propios hijos?”, en: http://www.kaosenlared.net/noticia/cuba-devoran-revoluciones-propios-h ijos

[2] Ibídem

[3] Fidel Castro Ruz, “El socialismo democrático”, en: http://www.kaosenlared.net/noticia/el-socialismo-democratico

[4] Ibídem

[5] Roberto Cobas Avivar, “El socialismo cubano y la dialéctica de su implosión”, en:http://www.kaosenlared.net/noticia/socialismo-cubano-dialectica-imp losion-7

[6] Ibídem, nota 3

[7] Ibídem, nota 3

[8] Ibídem, nota 3

[9] Roberto Cobas Avivar, “Trascendental contribución de Hugo Chávez al debate sobre el desarrollo de Cuba”, en: http://www.kaosenlared.net/noticia/trascendental-contribucion-hugo-cha vez-debate-sobre-desarrollo-cuba

[10] Ibídem

[11] Roberto Cobas Avivar, “El trabajo asalariado: incompatible con el sentido de dignidad del cubano”, en:http://www.kaosenlared.net/noticia/trabajo-asalariado-incompatible-sen tido-dignidad-cubano

[12] Diario Granma, “5115 solicitudes para trabajar tierras ociosas”, en: http://www.granma.cubaweb.cu/2008/09/18/nacional/artic12.html

[13] Roberto Cobas Avivar, “Hacia el cambio del modo de producción en Cuba: del concepto a la práctica”, en: http://www.kaosenlared.net/noticia/hacia-cambio-modo-produccion-cuba-c oncepto-practica

[14] Roberto Cobas Avivar, “¿Es realmente del pueblo el poder en Cuba?” , en: http://www.kaosenlared.net/noticia/realmente-pueblo-poder-cuba

[15] Roberto Cobas Avivar, “La transición hacia el socialismo y el nuevo ciclo político en Cuba”, en: http://lahaine.org/index.php?blog=3&p=28338 , http://www.kaosenlared.net/noticia/transicion-hacia-socialismo-nuevo-c iclo-politico-cuba

[16] Fidel Castro Ruz, “Lo que escribí el martes 19”, en: http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/ref-fidel/art001.html

[17] Ibídem

[18] Ibídem, nota12

[19] Fidel Castro Ruz, “La autocrítica de Bush”, en : http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/ref-fidel/art52.html

[20] Roberto Cobas Avivar, “Cuba: hacia el consenso sobre la transformación socialista”, primera y segunda parte, en: http://www.kaosenlared.net/noticia/cuba-hacia-consenso-sobre-transform acion-socialista-primera-parteyhttp://www.kaosenlared.net/noticia/cuba-hacia-consenso-sobre-transform acion-socialista-segunda-parte

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