martes, 24 de junio de 2008

¿Qué entendemos por sentido de pertenencia?

Por: Jorge Luis Acanda González

Un análisis de la situación laboral del trabajador cubano que nace del pedido de la prensa cubana sobre la necesidad de incentivar el "sentido de pertenencia" del obrero. Partiendo de esta problemática, el autor nos permite pensar la relación entre la pertenencia, la posibilidad de decidir, la productividad y los medios de producción.



Por estos días se ha hablado en la prensa cubana sobre la necesidad de incentivar en los trabajadores el sentido de pertenencia, se ha expresado que hay una correspondencia entre el sentido de pertenencia y la productividad.

Esta formula no es aplicable al sistema capitalista privado por razones obvias: El obrero no es dueño de los medios de producción. Sin embargo, en el capitalismo privado los trabajadores producen con eficiencia y calidad, de lo contrario se quedan sin empleo, pues existe una cola de desempleados dispuestos a cubrir la plaza vacante. Así funciona el capitalista privado, sin ambages ni tapujos, sin contemplaciones de ningún tipo: deja por lo claro que él pone los medios de producción y la materia prima, y compra la mano de obra. Si el trabajador no es eficiente no clasifica para el puesto; pero, si por el contrario, produce con eficiencia y calidad, entonces le paga el valor de su tiempo de trabajo; claro está que el resto y la mayor parte de la ganancia es para el dueño.
Pregunta: ¿Es el sistema capitalista privado justo? En mi modesta opinión, no lo es pues unos pocos se enriquecen mediante la explotación asalariada de muchos, aún cuando la paga sea suficiente para que el obrero pueda vivir. A la corta o a la larga, se acentúan las diferencias entre los ricos y los desposeídos y los primeros acaban detentando el poder político, por supuesto que a su favor, para seguir enriqueciéndose y asegurándose el poder económico.

Si tomamos en cuenta que un poder sustenta al otro y que los dos se dan la mano, entonces, en el capitalismo el obrero será siempre el explotado y el dueño el explotador. Pero a todas estas, el obrero empleado sabe que está siendo explotado y lo admite, a su pesar, mientras su paga le dé suficiente para vivir aceptablemente y cuando no sucede así, enseguida se organiza y va a la huelga para recordarle al dueño que su negocio, sin trabajadores es nada. El dueño, aunque casi siempre se resiste, por lo general termina cediendo a parte de las demandas de los trabajadores pues sino, a quién va a explotar. No sin antes intentar romper la huelga con los rompehuelgas.

Veamos ahora cómo funciona en el Socialismo de Estado: el obrero, en teoría, es dueño de los medios de producción pero en la práctica tiene poca o ninguna participación en la toma de decisiones para hacer más eficiente la productividad. No le corresponde a él gestionar la producción, de eso se encarga un aparato burocrático que la mayoría de las veces no es capaz de palpar la realidad objetiva de los trabajadores y el centro de producción o fábrica y que cada vez les exige más productividad a los trabajadores, aunque lo producido no tenga calidad; el asunto es cumplir o sobre cumplir la meta. Pero el trabajador no percibe que con su sobre cumplimiento mejore su calidad de vida; puede reventarse trabajando y no percibirá una mejoría sustancial en su economía, pues sigue recibiendo un salario que no satisface sus necesidades, mientras la mayor tajada de la ganancia va para la “acumulación centralizada de la ganancia” en función de los planes del Estado.

En cambio, los dirigentes del aparato burocrático, aunque tienen un sueldo (fijo), disponen de otras prebendas materiales y algunos hasta pueden disponer de la capacidad institucional de decidir desde micro hasta macro-inversiones y determinar la creación y cubrimiento de plantillas de cargos; todo eso con benéficas consecuencias para ellos mismos.

Esto los convierte en los verdaderos dueños en el Socialismo de Estado. Se diferencian de los capitalistas privados en que si quiebran a sus entidades, el Estado acude en su ayuda mediante subsidios. Generalmente se culpa a los trabajadores y en cuanto resulta evidente que los burócratas son los responsables, se “caen” para arriba y la culpa va al piso.

¿Qué tiene que ver toda esta comparación con el sentido de pertenencia? El sentido de pertenencia de los medios de producción va más allá de “pensar” que los medios le pertenecen al trabajador y que por tanto debe velar por ello y ponerlo a producir eficientemente. Tal pensamiento resulta abstracto si el obrero no percibe un resultado concreto a consecuencia de su producción. Y ese resultado concreto no se circunscribe a la mejoría económica del individuo sino que se manifiesta en la percepción real de que sus estatus político y económico van de la mano, de que en ambos terrenos el individuo puede efectivamente tomar decisiones, a sabiendas de que las decisiones en un ámbito afectan inevitablemente al otro pues los dos están indisolublemente ligados.

No se puede pretender incentivar un sentido de pertenencia de aquello sobre lo cual no se permite decidir, bien sea en lo económico o en lo político, hacer tal cosa es decir una mentira a gritos y hacerla pasar por una verdad.

Un verdadero sentido de pertenencia nos daría la certeza de que podemos construir un presente justo para todos, con igual derecho de percibir por lo que se produce, no con igualitarismo; y de que, por ende, podemos levantar un proyecto verdaderamente socialista y humanista, por todos, con todos y para el bien de todos.

Ciudad de la Habana, 23 de junio de 2008.

Contacto: jorgeag6@navegalo.com

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Estado, libertad y estímulo en el socialismo (1ra de tres partes)

Estado y socialismo

Por Pedro Campos Santos


“En realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra”
F. Engels

En carta a Bebel el 18-28 de marzo de 1875, Engels escribió:

“Habría que abandonar toda esa charlatanería acerca del Estado, sobre todo después de la Comuna, que no era ya un Estado en el verdadero sentido de la palabra. Los anarquistas nos han echado en cara más de la cuenta esto del “estado Popular”, a pesar de que la obra de Marx contra Proudhon y luego el Manifiesto Comunista dicen claramente que con la implantación del régimen social socialista, el estado se disolverá por si mismo, y desparecerá. Siendo el Estado una institución meramente transitoria… Por eso nosotros propondríamos decir siempre, en vez de la palabra Estado, la palabra Comunidad (Gemeinwesen), una buena y antigua palabra alemana que equivale a la palabra francesa Commune”.

Luego de leer este pasaje, no pueden quedar dudas sobre la forma en que los fundadores concebían el estado socialista: al estilo del de la Comuna de París, en franco proceso de disolución, con carácter transitorio, algo que no será ya un estado “en el verdadero sentido de la palabra” y para rematar, sugerían que ya ni estado se le llamara, si no Comuna.

La práctica del socialismo real del siglo XX les dio la razón a ellos y a todos los revolucionarios que pensaron en la necesaria extinción del estado como parte de la construcción socialista. En este párrafo, Engels señala que “el estado se disolverá por sí mismo” en el nuevo régimen social, sin embargo se hace necesario determinar por qué ocurrió todo lo contrario.

La lógica del pensamiento de Marx y de Engels, sus formas de considerar todos los fenómenos en concatenación como causas y efectos e identificar siempre las últimas instancias, sugieren que si el “estado no se disolvió por sí mismo” como ellos esperaban “en el nuevo régimen”, es sencillamente porque nunca existió “el nuevo régimen social socialista”.

Al respecto, en su obra Del socialismo utópico al socialismo científico, escrita en 1880 por Engels, éste precisó: “El estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, es el estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Y cuantas más fuerzas productivas suma en propiedad, tanto más se convertirá en capitalista colectivo y tanta mayor cantidad de ciudadanos explotará. Los obreros siguen siendo obreros asalariados, proletarios. La relación capitalista, lejos de abolirse con estas medidas, se agudiza. Más al llegar a la cúspide se derrumba. La propiedad del estado sobre las fuerzas productivas no es solución del conflicto, pero alberga ya en su seno, el medio formal, el resorte para llegar a la solución. Esta solución sólo puede estar en reconocer de un modo efectivo el carácter social de las fuerzas productivas modernas y por lo tanto en armonizar el modo de producción, de apropiación y de cambio con el carácter social de los medios de producción”.

Y nunca hubo “régimen social socialista” porque nunca en aquellos países, que sí llegaron a iniciar su construcción con la concentración inicial de la propiedad en el estado, no fueron capaces de “armonizar el modo de producción, de apropiación y de cambio con el carácter social de los medios de producción”, pues no sustituyeron el trabajo asalariado por el cooperativo-autogestionario, las nuevas relaciones socialistas de producción, que de haber llegado a ser predominantes, sí hubieran posibilitado que la gestión administrativa de la sociedad pasara a manos de los trabajadores y el pueblo, en lugar de quedarse bajo el control del aparato estatal burocrático autoritario, heredado del sistema burgués, al que solo cambiaron los nombres de los ministros. Los estalinistas que reasumieron la forma burguesa de estado, creían que habían cambiado su esencia porque “ahora estaba en manos de los representantes” del proletariado.

La disolución paulatina del estado hubiera sido la consecuencia natural del la socialización de la apropiación, la auto-administración que engendrarían las nuevas relaciones socialistas de producción, los principios del cooperativismo: propiedad o usufructo colectivo, gestión democrática y repartición equitativa del plus-trabajo. El estado de nuevo tipo, La Comuna, así surgida y desarrollada, no conllevaría el autoritarismo propio de las relaciones capitalistas asalariadas de producción, donde los dueños de capital explotan a los trabajadores que se ven obligados aceptar su situación por carecer de medios de producción, ni por tanto demandaría los sistemas policiales, judiciales y carcelarios que le son afines.

Si en el socialismo “real” esos sistemas represivos continuaron y hasta se desarrollaron, fue precisamente porque subsistieron las condiciones que los engendraron, es decir las relaciones de producción típicas del capitalismo, sustentadas en el trabajo asalariado, solo que ahora el papel de los capitalistas es asumido por el aparato burocrático estatal.

El “socialismo de estado”, para garantizar el control sobre los medios de producción expropiados a los capitalistas, como no los entregó a los trabajadores en propiedad ni usufructo, se vio obligado a mantener esos aparatos represivos y crear otros para proteger “las propiedades e intereses del estado”.

En la Comuna de París, los trabajadores, eran al mismo tiempo los custodios de los medios de producción, también eran los que integraban los órganos de justicia y eran al mismo tiempo los soldados que lucharon en las barricadas.

El estado es una institución clasista y solo tiene sentido para defender los intereses de una clase contra otra. El socialismo, que debe tender, por naturaleza, a la desaparición de las diferencias entre las clases sociales, puesto que elimina las bases de su existencia al socializar la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción (no la propiedad privada individual, ni sobre medios individuales de producción), lógicamente debe tender a la desaparición de los instrumentos de dominación de una clase sobre otra. De manera que el mantenimiento de los órganos de represión del estado es, por tanto, un claro indicativo de hasta dónde es real el avance del socialismo.

Pero mientras las clases expropiadas hagan resistencia y exista el imperialismo, los trabajadores y el pueblo tendrán que estar organizados militarmente y con capacidad para derrotar al enemigo, preferiblemente por “no presentación”, pues como han señalado los grandes estrategas militares de la historia: “la mejor manera de ganar la guerra es evitarla”.

Esa fuerza militar del pueblo y para el pueblo, debe estar integrada y conformada principalmente por los propios trabajadores organizados territorialmente en milicias, con un cuerpo de especialistas profesionales, mantenido económicamente por los trabajadores, capaces de defender sus zonas de defensa y medios de producción y vida.

La historia reciente ha demostrado que la defensa de las Revoluciones no radica en la calidad técnica ni la cantidad del armamento, por sí solas, sino en el apoyo del pueblo al proyecto político social y su disposición a defenderlo por medio de la guerra popular revolucionaria armada, con participación de todos, contra el eventual enemigo; por lo cual el concepto de Seguridad Nacional abarca no solo las fuerzas armadas, sino también la economía, la política, la ideología, la cultura y otros aspectos en su integración orgánica.

El análisis de la experiencia actual china, muestra como la creación de una casta burocrático-militar que controla a su vez el aparato político, termina creyéndose dueña ella de los medios de producción, los recursos naturales y la fuerza de trabajo que trata como un capital más que se vende al mejor postor. Esa casta burocrático-militar en China, con tal de mantener el “control” sobre el país, los recursos y los medios de producción, ha terminado aliándose al capital internacional en la explotación asalariada de la clase trabajadora, entregándole -de hecho- el más importante de los recursos productivos: la fuerza de trabajo, hasta ofertarla como “ejército de reserva asalariada” contra el resto de los trabajadores del mundo, uno de los principales factores del actual disloque económico mundial.

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Estado, libertad y estímulo en el socialismo. (2da parte)

¿Qué libertad, qué igualdad? Mientras el ser humano tenga que venderse como fuerza de trabajo y no pueda disponer de medios de producción propios, colectivos o individuales, no será libre ni igual.

Por: Pedro Campos

Las ideas de la igualdad y de la libertad entre los seres humanos son tan viejas como los seres humanos mismos, pero vinieron a convertirse en bandera casi universal a partir de la Revolución Francesa que enarboló las consignas de igualdad, libertad y fraternidad.

Los revolucionarios burgueses lucharon por esos ideales buscando llegar a alcanzar niveles sociales y políticos similares a los de la nobleza. Tales ideas mágicas arrastraban tras sí a los trabajadores que, liberados de su condición de siervos, esclavos o semiesclavos serían la fuerza, la energía que movía el motor de aquellas revoluciones.

Los humanistas de distintos signos clasistas, creyeron que la igualdad y la libertad podrían alcanzarse por la buena voluntad de los seres humanos, las buenas leyes, por la educación en principios altruistas y nobles. Los socialistas utópicos se acercaron, como ningunos otros a la creación de condiciones objetivas que llevaran a una verdadera igualdad y la liberación de los seres humanos.

Las revoluciones burguesas habían liberado de sus vínculos feudales a los trabajadores que eran ahora libres de poder vender su fuerza de trabajo al mejor postor y podrían disfrutar en “igualdad” de condiciones de todos los derechos consagrados en las constituciones burguesas. Eran libres e iguales ante la ley. Pero las leyes eran hechas por los burgueses para proteger sus intereses clasistas y además tenían el poder político y económico para imponerlas.

Fue Carlos Marx, quien vino a descifrar y establecer el vínculo indisoluble entre estos conceptos y la realidad material, quien identificó que no había, ni podría haber igualdad ni libertad plenas, ni –desde luego- justicia, mientras no existieran las condiciones materiales objetivas que lo permitieran, mientras los seres humanos tuvieran que depender de otros para poder lograr su sustento, mientras tuvieran que verse obligados a vender su fuerza de trabajo (una moderna forma de esclavitud) a los dueños de los medios de producción, como una mercancía más.

Ni libertad, ni igualdad, ni justicia verdaderas puede haber en una sociedad donde unos son dueños de medios de producción y otros sólo de su fuerza de trabajo, para la cual no siempre encuentran comprador; donde unos poseen riquezay otros no son dueños de nada; donde unos compran la justicia y otros no pueden pagar ni un abogado; donde unos tienen dinero para disponer y hacer lo que deseen, y otros carecen de los necesario para alimentarse, vestirse, calzarse y techarse; donde, en fin, hay una sociedad dividida en clases, una de las cuales, minoritaria, explota y vive de la otra, mayoritaria.

La comprensión de esa realidad, de que el trabajo asalariado no era más que una nueva forma de esclavitud, es una de las bases principales del socialismo moderno y lo que llevó a los clásicos, a Marx específicamente, a identificar en El Capital todos los hilos de la madeja del sistema de explotación asalariado del capitalismo, desde la acumulación originaria de las tierras y el capital, hasta el desarrollo industrial y fabril con la maquinaria de vapor y su concentración de obreros y capital, que llegaron a vivir ellos.

Marx identificó claramente que el trabajador “despojado” de su condición de siervo, era ahora libre, sí, pero para ser libremente explotado por los dueños de capital y de los medios de producción. Y ser libre para ser explotado no es ser libre ni igual. El asalariado, al tener que vender al mejor, o peor, postor su trabajo, se ve obligado a depender del empleador, a responder incluso a sus intereses, a servirle. Es por eso que en el mundo capitalista una buena parte de los asalariados son sostenedores de ese orden, obligados por sus patrones a participar de sus partidos y organizaciones políticas y a reproducir el sistema. La libertad para la burguesía es esencialmente libertad para explotar, mercar y lucrar.

¿Cómo convertir en verdaderamente libres e iguales a los esclavos modernos, a los trabajadores manuales e intelectuales asalariados, obligados a vender su fuerza de trabajo para poder sobrevivir? Marx comprendió que eso sólo era posible con la abolición del trabajo asalariado y buscó la realización práctica de la libertad y la igualdad en unas nuevas relaciones de producción, donde el ser humano no fuera una mercancía más, vendible o comprable, de lo cual dependiera su existencia.

¿Cual sería la forma en que el ser humano dejaría de ser mercancía? Sólo cuando no se viera obligado a venderse a dueños de medios de producción, cuando él fuera también dueño de tales medios, para lo cual tenían que dejar de ser propiedad privada de alguien, para convertirse en propiedad colectiva, de manera que los seres humanos no tuvieran que depender de otros que le alquilasen o comprasen su fuerza de trabajo, y el sistema de trabajo asalariado se transformara así en una nueva forma de organización del trabajo, donde el hombre fuera a la vez dueño y productor, al fin verdaderamente igual que los demás ante los medios de producción y verdaderamente libre de su condición de esclavo moderno, pues ya por ser dueño, no tendría que trabajar para nadie, sino sólo para sí.

Era la desenajenación del trabajo. La forma de resolver la gran contradicción capitalista entre la producción social y la apropiación privada: haciendo también social la apropiación.

Marx encontró esa solución en las relaciones de trabajo que existían en las cooperativas formadas por los propios trabajadores, donde desaparecía la contradicción entre “el capital y el trabajo”, entre la producción y la apropiación, entre el dueño y el trabajador, donde los mismos que producían era los dueños, decidían democráticamente la gestión y repartían equitativamente (equidad no es sinónimo de igualdad, sino de justicia) las utilidades.

El socialismo de estado que se agenció todas las características del capitalismo monopolista de estado, nacionalizó la propiedad y la concentró, aún más que el capitalismo, en manos del aparato burocrático estatal todo-poseedor, que al monopolizar el mercado del trabajo anulaba su competencia y aumentaba su dependencia del capital, ahora estatal. El resultado fue el estancamiento del proceso hacia la igualdad y libertad plenas que se suponía al socialismo, donde los seres humanos serían iguales y libres porque ya no tendrían que vender su fuerza de trabajo y estarían en las mismas condiciones que todos los demás ante los medios de producción, serían igualmente dueños reales, no nominales.

Mientras el ser humano tenga que venderse como fuerza de trabajo para subsistir, a un privado o a un estado, mientras no pueda disponer de medios propios de producción (colectivos o individuales), no será libre ni igual, por muchas leyes que lo promulguen y enarbolen, por la sencilla razón de que seguirá siendo un asalariado, una mercancía, un algo que se tiene que vender para subsistir y puede o no comprarse, por las razones que sean.

Sólo es posible garantizar que todos y cada uno de los individuos posean medios de producción propios o en usufructo, en un sistema complejo basado fundamentalmente en la propiedad colectiva, cooperativa, autogestionaria y cogestionaria (trabajadores y estado), que incluya la pequeña propiedad individual o familiar y organice mayoritariamente el trabajo en forma cooperativa-autogestionaria, donde la propiedad colectiva, la gestión democrática y la repartición equitativa del plus-trabajo posibiliten a cada ser humano ser libre, dueño y decisor de su destino, condiciones reales de igualdad, que siempre se verificarán en un destino social, común, pues los hombres solos, aislados, sin vínculos de interdependencia con los demás no son seres humanos, sino bestias, como lo son en el capitalismo donde el lobo del hombre, es el hombre mismo.

“El rasgo distintivo del comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición de la propiedad burguesa”, se expresa en el Manifiesto Comunista, puesto que la propiedad lleva como apellido la forma de su explotación. La propiedad o el usufructo del colectivo de trabajadores que convierte en propietarios o usufructuarios libres y asociados a cada uno de los productores en forma individual, no es propiedad capitalista sino cooperativa, porque no sirve a los fines de la explotación del trabajo asalariado, si no que responde a las nuevas formas de producción socialistas.

Mientras exista trabajo asalariado y concentración de la propiedad sobre los medios de producción en pocas manos, habrá propiedad capitalista sea privada o estatal y por tanto la libertad, la igualdad y al justicia seguirán siendo objetivos humanos por alcanzar.

Socialismo por la vida.

La Habana, 19 de junio de 2008.

Contacto: perucho1949@yahoo.es

Artículos y ensayos relacionados:

http:/www.kaosenlared.net/rss/kaos_colaboradores_195.xml http://analitica.com/va/internacionales/opinion/8777149.asp.
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Estado, libertad y estímulo en el socialismo (3ra parte)

Mecanismo principal de estímulo a la producción socialista

Por Pedro Campos Santos.

“En el terreno de la Economía Política, la investigación científica libre se encuentra con más enemigos que en todos los demás terrenos.”
Carlos Marx


Tradicionalmente se ha denominado ley fundamental de la economía, al mecanismo principal que impulsa, que dinamiza, que estimula, a un tipo de economía dada. Carlos Marx descubrió que esa ley en el capitalismo era la obtención de plusvalía, la ganancia que busca y obtiene el capitalista a través del trabajo asalariado.

“Asegurar la máxima satisfacción de las necesidades materiales y culturales, en constante ascenso, de toda la sociedad, mediante el desarrollo y el perfeccionamiento ininterrumpidos de la producción socialista sobre la base de la técnica más elevada”.

Así definió Stalin “la ley económica fundamental del socialismo”, en su obra Problemas Económicos del socialismo en la URSS (1951). Desde entonces, la economía política del socialismo real, la ha asumido como tal. En término similares, más o menos, así quedó enunciada en todos los manuales de economía política y normalmente a ella se refieren los economistas a la hora de hablar de la palanca principal que mueve la economía socialista conocida. También eran identificadas otras leyes, como el crecimiento armónico y proporcional de las ramas y las regiones y la planificación centralizada.

En su práctica, ese “socialismo estatal”, en verdad un capitalismo monopolista de estado, también llamado “socialismo de estado”, que relegó la concepción cooperativista del socialismo que avanzaron Marx, Engels y Lenin, siguió funcionando fundamentalmente sobre la base de las relaciones asalariadas de producción, lo cual permitía a aquellas economías -que estaban en función del estado y no del ser humano- apropiarse y controlar centralizadamente las ganancias (plusvalía) para realizar sus planes generales sociales, económicos, militares, políticos y otros.

De manera que, independientemente de sus enunciados “socialistas”, aquellas economías seguían teniendo –contradictoriamente- como ley fundamental real, como motor principal, la obtención de plus-trabajo o plusvalía, encubierta en la “lucha del estado socialista por satisfacer las necesidades crecientes de la población”.

No es que, deliberadamente, los dirigentes del “socialismo de estado” se hubieran propuesto hacerlo así, es que la realidad objetiva del modo de producción capitalista que mantuvieron equívocamente, con la organización estatal asalariada del trabajo y la concentración de la propiedad en el estado, estancaba la socialización y los llevaba a seguir utilizando la ley fundamental del capitalismo, para intentar su “acumulación centralizada” en función de sus fines distributivos “socialistas”.

Al respecto señaló Engels: “Según eso (la concepción materialista de la historia), las últimas causas de todos los cambios sociales y de todas las revoluciones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres ni en la idea que ellos se forjen de la verdad eterna ni de la eterna justicia, sino en las transformaciones operadas en el modo de producción y de cambio, han de buscarse no en la filosofía, si no en la economía de la época de que se trate.(1)

Por otra parte, la vida misma ha ido demostrando que ninguna economía moderna podría nunca tener como ley principal “satisfacer las necesidades crecientes” puesto que éstas son –sencillamente- inconmensurables, insaciables y terminarían por acabar con todos los recursos existentes en el planeta y hasta fuera de él, si no se impusiera una lógica racional de equilibrio entre las necesidades del ser humano y la naturaleza. El capitalismo moderno, que apenas puede satisfacer las necesidades crecientes de la burguesía, una pequeñísima porción de la población actual, está condenando al planeta a su extinción y acabará con él si no somos capaces de ponerle coto a su desenfreno consumista.

La búsqueda arbitraria de ganancias, de cualquier tipo de capitalismo, nunca encontraría la media racional imprescindible. Sólo una concepción colectivista, auto-sustentable, verdaderamente humanista de la sociedad, proyectada hacia el futuro, puede ser capaz de establecer parámetros racionales de consumo, que permitan equilibrar e integrar las necesidades humanidad/naturaleza.

El socialismo, llamado a sustituir al capitalismo por medio de la solución de su contradicción fundamental entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación (de la propiedad y el excedente, plus-trabajo o plusvalía), tenderá naturalmente a la socialización de tal apropiación, por medio del establecimiento de nuevas relaciones de producción, que no podrían ser las asalariadas del capitalismo, sino las basadas en el trabajo asociado cooperativo o autogestionario de los colectivos de trabajadores, unidos en un plan común, como definió Marx y se ha abordado en distintos trabajos de varios autores.

¿Cuál sería entonces la dinámica fundamental que impulse el sistema de trabajo cooperativo, la nueva forma de producir en el socialismo? La lógica indica que el mecanismo principal que impulsaría la economía en la fase socialista del nuevo modo de producción y estimularía el desarrollo y ampliación racionales de la producción en una economía sustentada en la propiedad colectiva y la gestión democrática, sería necesariamente la distribución equitativa de las utilidades, de las que antes se apropiaba el capitalista, desde luego una vez descontada la reproducción y los impuestos para los fondos sociales y de desarrollo.

Y este mecanismo que viene manifestándose ya imperceptiblemente por debajo de la propia economía capitalista, con los trabajadores imponiendo cada vez más sus intereses, con sus luchas legales y extralegales para ampliar sus ingresos, será el que permitirá al nuevo sistema ser más productivo, racional y capaz de superar la contradicción principal del capitalismo y resolver los otros problemas globales que está generando el moderno desarrollismo capitalista, como el de la contaminación ambiental y la relativa escasez de materias primas, agua y tierra, toda vez que una repartición equitativa (sinónimo de justicia y no de igualitarismo) de las utilidades en el colectivo humano que la produce, obliga a la racionalidad en el consumo y la búsqueda del equilibrio entre el hombre y la naturaleza.

De haber facilitado –como correspondía- la manifestación consecuentemente de esta regularidad del trabajo cooperativo asociado, el “socialismo real” no hubiera dado paso a la corrupción y el burocratismo, desviaciones que lo caracterizaron y que lo llevaron a la restauración capitalista. Entiéndase, que tales descarríos no son propiedades humanas, sino sistémicas, propias del trabajo asalariado y por tanto no se combaten, y menos se derrotan, en la esfera ideológica, si no en la de la organización de la producción.

Si esta regularidad, tuviera o no carácter de ley fundamental de la economía en la fase socialista, es algo que queda a demostración de la práctica histórica.

La distribución equitativa de las utilidades lleva de la mano a la abolición del trabajo asalariado y por tanto a imposibilitar la obtención de la plusvalía que busca el capitalismo; así como a la paulatina transformación de las leyes y categorías de la economía mercantil y a la transmutación del intercambio de mercancías en intercambio de equivalencias, base material del nuevo socialismo.

Tal distribución no será un fin en sí misma, si no un medio para lograr todos los objetivos económicos y sociales del socialismo como son un sustancial desarrollo de la base material y técnica, la extinción de las diferencias entre las clases, entre el trabajo manual y el intelectual, del desarrollo desigual entre las ramas y las regiones, la del propio estado y la materialización de una nueva cultural general integral en un hombre nuevo, en fin la creación de las condiciones objetivas y subjetivas, materiales y sociales para el desarrollo de la fase superior comunista.

Una vez alcanzadas esas bases, cuando el ser humano reciba no según su trabajo si no según sus necesidades razonables, entonces sí tendría lógica que la ley fundamental de la economía pase a ser la satisfacción de las necesidades racionales de la humanidad, pero no las consumistas “crecientes”, las cuales ya estamos viendo a dónde pueden conducirnos.

La Habana, 18 de junio de 2008.

Contacto: perucho1949@yahoo.es
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NOTAS:

1-F.Engels. Del socialismo utópico al socialismo científico. Marx y Engels. O.E. Editorial Progreso 1974.

Artículos y ensayos relacionados:
http:/www.kaosenlared.net/rss/kaos_colaboradores_195.xml http://analitica.com/va/internacionales/opinion/8777149.asp.
http://es.geocities.com/amigos_pedroc/index.html

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La necesaria contraofensiva de los trabajadores

Por: Leonel González y Carlos C. Díaz

Los autores del siguiente artículo analizan qué cambios debería experimentar la experiencia cubana para avanzar - y mejorar - el Proyecto Socialista. Las preguntas: "¿En qué país y sociedad deseamos vivir los trabajadores y deseamos que vivan nuestros hijos? ¿Quién tendrá realmente la propiedad y con ella el poder real en estas nuevas condiciones históricas nacionales e internacionales? ¿Qué Socialismo?" son las que guían las preocupaciones aquí vertidas.


“No se puede arrojar contra los obreros insulto más grosero, ni calumnia más indigna, que la frase: las polémicas teóricas son sólo para las academias”.
(Rosa Luxemburgo en Reforma o Revolución).


Muchos revolucionarios marxistas desean que los trabajadores participen más activamente en la formulación de políticas para la nueva etapa de la revolución. Hay que dar mayor protagonismo real al poder popular y a los trabajadores. Excluir a los trabajadores del debate, dejárselo a las elites cultas, o a un grupito de ideólogos designados, ha concluido en rotundo desastre en la historia del movimiento obrero y socialista, en lo cual no hay que abundar aquí.

Se trata de preguntarnos. ¿En qué país y sociedad deseamos vivir los trabajadores y deseamos que vivan nuestros hijos? ¿Quién tendrá realmente la propiedad y con ella el poder real en estas nuevas condiciones históricas nacionales e internacionales? ¿Qué Socialismo?

El Socialismo es en primera –y también en última- instancia el intento por organizar un poderoso movimiento de los trabajadores, que no puede ser sino democrático –poder del pueblo-, que permita a los de abajo, protagonizar y decidir sobre las actividades económicas, políticas y sociales y cuyo fin es instaurarse como poder soberano y establecer “su” –no cualquiera- estado de derecho.

O los trabajadores son mucho más revolucionarios y participan activamente en la creación y formulación del país en que desean vivir o los trabajadores seguirán siendo oprimidos y explotados y recibirán migajas.

La historia ha dictaminado claramente: el Socialismo sólo puede ser creación de los trabajadores, si no lo es corre el peligro de convertirse en su caricatura paternalista, burocrática y elitista.

Además de unir a las vanguardias, nos es también necesario unir cultura y clase trabajadora, cultura y educación, cultura y nueva generación, cultura y comunidad. Por cierto, nos hubiera gustado que al Congreso obrero realizado se hubiera invitado a una vanguardia crítica de la UNEAC, y al Congreso de la UNEAC se hubiera invitado a los trabajadores más destacados en las discusiones del discurso de Raúl. Tal vez al próximo Congreso de periodistas se pudiera invitar a ambas vanguardias de los intelectuales y los trabajadores.

Nos gustaría que algunas delas mesas redondas de la televisión, de las reuniones de la Revista Temas o la presentación de la revista Cuba Socialista, se realizaran en una fábrica de tabacos o en Cubana de Acero y que en el proceso de concientización comenzado, la compañera Mariela Castro pudiera reunirse con la dirección toda, de los sindicatos nacionales y exponer sus criterios sobre la injusta discriminación sexual existente.

Algunos revolucionarios están convencidos de que vivimos en el mejor de los mundos posibles, que es cuestión de perfeccionar lo existente, “detalles”, que si existiera más conciencia y menos corrupción todo estaría bien. Que la disciplina, el control, la ética y la conciencia resolverán todos nuestros problemas. Creen suficiente la ayuda de amigos para sobrevivir. Total, en el capitalismo se vive peor, argumentan.

No pocos, están resignados a, prácticamente, avanzar “pasito a pasito”, claro, con “pesadumbre” y reconociendo que no es lo deseable, pero si lo posible para esta isla “tan cerca de los americanos y tan lejos de Dios”. “Las condiciones objetivas no permiten cambios demasiados revolucionarios o que no provengan de la cúspide, ya es bastante para un país pequeño, sin grandes recursos naturales y aislado”. “Así dentro de un par de siglos, cuando se libere gran parte del planeta, y el socialismo esté construido en territorio de nuestro enemigo histórico, seguro llegamos”. “Allá los que no confían en el futuro”.

Una buena cantidad cree que son necesarios cambios, pero lo subordinan a posibles milagros económicos ó políticos: encontrar oro, explotar el petróleo, un nuevo gobierno norteamericano amigo, el cese del bloqueo, etc., etc.- que nos permitan hacerlo en “optimas condiciones”.

Otros, como quienes esto escriben, consideran que debemos precisar nuestros principios y sobre ellos elaborar un nuevo modelo, que acabe de hacer real la voluntad de los trabajadores aun más de lo que lo hemos hecho y que nos permita, además de comer todo el mes sin grandes angustias, que cada cubano tenga el derecho de opinar y decidir.

Es indispensable e impostergable acabar de tomar la decisión de que los ingresos percibidos por el trabajo permitan vivir con dignidad. Existen evidencias clara de que los trabajadores no desean se les “regale” nada, desean que se les respete y retribuya su trabajo. También debemos establecer mejores prioridades entre acumulación y consumo. Quién las debe establecer ¿un aparato burocrático, de especialistas, o los propios trabajadores?

Además de lo apuntado, entre los revolucionarios van manifestándose evidentes diferencias entre las prioridades, los ritmos y en especial, la valoración de si el tiempo lo tenemos en contra o a favor. Para algunos ya el tiempo se acabó y a la revolución solo queda languidecer ante el estupor de una mayoría con la que nunca se contó suficientemente, algo parecido a lo que pasó por el país de las matriuskas.

Sin dudas, hay que abordar con urgencia, en forma nueva, creativa y compleja la denominada Etapa de tránsito. La idea de que el período de tránsito debe básicamente impulsar la base material y la defensa, mejorar la instrucción, y dejar la socialización para una hipotética y futura etapa en la que el Estado se auto extinguirá, no ha sido confirmada por la historia. Debemos pensar.

El concepto de la extinción del estado, especialmente del aparato burocrático y no precisamente de otras instituciones del estado democrático del proletariado, debe ser considerado a la luz de las experiencias históricas.


En cuanto al Partido, este tiene que modificar sus estructuras y sistemas actuales insuficientemente democráticos. Los sindicatos no pueden ser una organización revolucionaria más, una polea de transmisión como otras. Los sindicatos son los más auténticos representantes de la clase trabajadora, pero tienen que jugar un rol diferente y mayor en la creación de conciencia de clase para sí y como ejecutor concreto del poder de los trabajadores, controlando efectivamente los procesos de producción y distribución.

Finalmente los trabajadores, los manuales e intelectuales, los del campo o la ciudad, harán lo que entiendan, pero es a ellos a quienes corresponde hacer la revolución socialista, las transformaciones sociales en las relaciones de producción que garanticen su papel dirigente en la sociedad y no solo desarrollar políticas de sobre vivencia o de participación acrítica. A los trabajadores corresponde desarrollar su propio proyecto social y oponérselo a los planes de transición capitalista de los enemigos del norte y a los de la burocracia corrupta de capitalismo que intenta consolidar su poder y sus intereses al margen de los trabajadores y que terminará siendo asimilada por los imperialistas.

Los obreros, los campesinos, los intelectuales, trabajadores todos, los combatientes revolucionarios perderemos la revolución si no logramos que la juventud trabajadora de la ciudad y el campo se movilice, juegue un mayor papel y si no logramos que los medios educativos y socializadores en Cuba reflejen los intereses y los ideales de los trabajadores y no sólo los de peculiares capas deslumbradas por la sociedad de consumo, por una visión tecnocrática de la sociedad, o que hacen depender todo de hipotéticos acontecimientos internacionales, que constantemente monopolizan los medios.

Corresponde a los trabajadores y a todos los desposeídos luchar por eliminar las concepciones conservadoras, tecnocráticas y burocráticas en la economía y en especial impulsar el desarrollo del sistema cooperativo en todas las esferas, rescatar y llevar hasta el final la esencia participativa y decisoria de los trabajadores de la concepción del Sistema de Perfeccionamiento Empresarial, incluida la elección de los directivos y administradores, que deben ser rotativos, la gestión democrática y la repartición de una parte de las utilidades. Eso será lo que hará que la gente se sienta dueña y disminuya la corrupción y la enajenación respecto al trabajo.

El imperialismo, los elementos pro-capitalistas internos y la poli-burocracias y la tecnocracia, apuestan a que el cansancio del pueblo y de los trabajadores y la creciente despolitización de la juventud, le permitan realizar sus proyectos restauradores. Los trabajadores y combatientes revolucionarios neutralizamos esas tendencias y pasamos a la contraofensiva ideológica y política y en el terreno práctico del control sobre la economía o el destino fatal del socialismo cubano estará sellado.

Continuamos en una etapa crítica. Las medidas hasta ahora adoptados por el gobierno del compañero Raúl han elevado la confianza y la esperanza en el Socialismo, pero no debemos detenernos. Es necesario evaluar políticas para separar estado y partido, compactar, descentralizar, socializar áreas hoy cuasi militarizadas innecesariamente, pues pueden funcionar con otros sistemas tan eficaces o mas que la disciplina militar,-ir realmente a problemas estructurales y de conceptos-

Mientras se trabaja para aumentar la capacidad productiva, esperar que algunas inversiones den fruto en los nuevos proyectos, dar mayor credibilidad a nuestros medios de información, perfeccionar el PP y esperar el desenlace de las elecciones de EU, etc. ¿será tan difícil implementar algunas otras nuevas medidas de alivio?

¿Es tan utópico pensar e implementar como prueba el seleccionar una pequeña canasta básica de alimentos en CUC, indispensables – 7,10 de ellos- y rebajarles el precio, simplemente ganarles un poquito menos, aunque se le suba a otros productos, y mejorar la alimentación del pueblo, o al menos no subirle el precio bajo ninguna circunstancias? En estos mismos momentos países capitalistas y más pobres congelan precios y toman medidas para evitar el alza de la canasta básica, aunque incrementan el costo de otros productos.

¿Es ingenuidad seleccionar un municipio de Cuba, una zona, un poblado, para experimentar mayor descentralización, democracia económica de los trabajadores, formas cooperativas, formas de cogestión y/o autogestionarias?

¿Sería muy complicado estructurar una propuesta sobre un sistema integral cooperativo en todas las ramas de la economía?
¿Es tan insensato, son teorías peregrinas, crear un Centro de estudio sobre cooperativismo y autogestión y evaluar todas las experiencias mundiales y las nuestras propias y comenzar también a estudiar una nueva Ley de la propiedad y las cooperativas en todo el sistema productivo?
¿Por que no puede aplicarse la experiencia del presupuesto participativo yque sean los habitantes de cada municipio los que voten sobre su utilización y no que vengan determinados por instancias que no conviven ni trabajan en el área?

¿Es realmente un sueño crear una comisión interdisciplinaria con políticos, cientistas sociales y trabajadores, para evaluar, desde ya,las normas que debemos cambiar para hacer más participativo y plebiscitario el Poder Popular, o por ejemplo solicitar a la próxima sesión que debatirá el tema de la diversidad sexual, que invite a la compañera Mariela Castro a exponer y pedir al pueblo envíe opiniones al respecto a un sitio, correo electrónico o buzón, de los Poderes Populares?.

¿No sería posible, por ejemplo, que en el proceso mismo de elecciones se elijan a ciudadanos que formen parte de la junta directiva de escuelas y hospitales, como representantes de los intereses comunales y ayuden a esas instituciones y al delegado del Poder Popular en la zona a ejercer mejor su función en estas áreas tan vitales de la sociedad?

¿Es tan difícil juntar a nuestros mejores juristas y pedirles que haga unas propuestas para mejorar nuestra legislación teniendo en cuenta el sentir popular?

¿Es muy embarazoso convocar a las comisiones necesarias de la ANPP y ponerlas a trabajar, a sesionar hasta encontrar consenso sobre todos los problemas que han planteado las bases en las discusiones del discurso de Raúl?

Además de la compactación que se considera para unir varios ministerios ¿no se podría empezar apasar a otros Ministerios o instancias del Poder Popularfunciones que más bien corresponde a otros, como por ejemplo pasar a Justicia todo lo relacionado con procesamiento penal y prisiones ahora bajo control del MININT, o municipalizar en el Poder Popular, por ejemplo, la policía y los bomberos?

Razones entendibles explican la limitación de Internet. Bien. ¿Y que pasa con intranet?

¿No tenemos un cable de fibra óptica punta a punta en el país? No se puede acceder a la biblioteca del Congreso en Washington, lógico; pero porqué tampoco a la biblioteca Nacional, y a valiosos y numerosos sitios cubanos. Entonces…

Podríamos llamar a nuestros dirigentes de la economía emergente, a nuestros cientistas sociales, a nuestros medios Cine y TV, a la UNEAC y decirles: hagamos un diagnostico y un Plan para detener los indicios serios de discriminación racial en estas área, y hacer una historia en que los protagonistas principales sean también negros, chinos, mulatos, que tenga en cuenta la sociedad y el momento que vivimos y que la muestren y no una que sólo representa a una peculiar capa o estrato pequeño burgués con folclor de su correspondiente solar.

Por otra parte, los trabajadores sociales ¿no podrían, junto a la Asociación de Combatientes, hacer un real levantamiento de la situación de todos los veteranos, de la situación de los mutilados, de los que han vertido su sangre y ver cómo viven, o cómo sobreviven, en esencia hacer algo más que mandar flores el día de su muerte?

Los trabajadores sociales, una muy buena idea general, con una concepción organizativa, centralizada como una institución aparte, con poderes y mandos propios, ¿no sería mejor descentralizarlos y subordinarlos a los Consejos Populares del Poder Popular? ¿No nos damos cuenta de que esos muchachos que han desarrollado muy buenas ideas del Comandante en Jefe, al mismo tiempo le han restado poder y significación al Poder Popular? La trascendental Revolución Energética debe ser una tarea de todo el pueblo, en primer lugar del Poder Popular y los trabajadores, no sólo de un grupo de jóvenes concentrados, con sus problemas y costumbres, separados del cotidiano nacional en la remuneración, la alimentación y las posibilidades materiales de vida.

Lo mismo podría decirse de la muy buena idea de la UCI, Universidad de la Ciencias Informáticas ¿no nos damos cuenta que reflejan una tendencia a crear elites juveniles, desligadas de la realidad del resto de los estudiantes que pueden crearnos fenómenos de complejidad social posteriores?

En cuanto al Partido y mientras se convoca fecha precisa para el Congreso, ¿es tan difícil comenzar a diseñar los parámetros, los indicios que nos indiquen qué socialismo convocamos a construir, qué elementos son desviaciones o aproximaciones al mismo, cuál es la real dirección de los cambios, cómo vamos a medir la eficiencia y efectividad de nuestros dirigentes, serán por el numero de reuniones en que participan, por los llamados a trabajar más disciplinadamente, por los viajes al exterior y menos al interior- o será por demostrar díaa día que sí, que están aplicando e impulsando políticas con todos y para el bien de todos, que son verdaderos ejemplos de modestia, sacrificio y preparación ideológica, capaces de movilizar las masas con sus discursos, que dignifican cada día más al hombre, que sí son consecuentes con el enunciado de que los trabajadores son realmente dueños y por tanto favorecen que ellos hablen sin hipocresía como quería el apóstol y que no sigan echando más su culpa, su irresponsabilidad por las políticas económicas equivocadas a los trabajadores?

Tal vez podríamos someter a discusión separar más partido y estado; tal vez –también- la prensa del partido de la del estado, tal vez podríamos recuperar el estudio de las ideas de los fundadores, mejorar la comprensión de lo que es socialismo o lo que nosotros en Cuba, deseamos como tal, tal vez podríamos elegir en los plenos de los congresos, por todo el congreso, a los responsables de los órganos de información del Partido y otros como el ICRT y de la Comisión de ética y control.

¿Es muy difícil lograr que el periódico Trabajadores refleje mejor las opiniones de estos?

Sí, el Socialismo actual, mejor dirigido y administrado, puede dar algunas pequeñas satisfacciones, y sí, aun con sus insuficiencias, tenemos que defenderlo, pues es la base mejor para el Nuevo Proyecto Socialista, para pasar a una nueva etapa; pero nuestra solución real que es crear un nuevo socialismo, necesario y deseado, pasa por susuperación. Toda demora o desviación quebranta más la fe, multiplica los indiferentes, y acerca más a la bestia capitalista.

Fidel, con toda razón, nos alerto acerca de la necesidad de no hacer concesiones vergonzosas a la ideología enemiga. Eso sólo es posible siendo plenamente consecuentes con la ideológica que profesamos.

La Habana, 18 de junio de 2008.

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domingo, 15 de junio de 2008

EL NACEDOR


Por: Eduardo Galeano




¿Por qué será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo? Cuanto más lo insultan, lo manipulan, lo traicionan, más nace. El es el más nacedor de todos.


¿No será porque el Che decía lo que pensaba, y hacía lo que decía? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen?

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En relación al texto "Incondicional del futuro", de Pedro Campos

Por: Silvia Biancardi

Reflexiones surgidas de la lectura del texto "Incondicional del futuro", de Pedro Campos, publicado en Autogestión Socialista en el marco del homenaje por los 80 años de Ernesto Che Guevara.

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Cuando leía a Pedro Campos recordar al Che desde la generación del 68 no pude evitar las ganas de retomar cómo se metió en mi vida, cómo conocí al símbolo primero, para arribar al revolucionario después.

Por los años 90 en Argentina vivíamos un proceso de despolitización importante, sumado a lo peor de la política neoliberal: la entrega total del estado en manos privadas, la caída de la industria en manos de la importación, el comienzo del crecimiento vertiginoso de la desocupación. A mí mucho no me importaba, porque la búsqueda adolescente de esos tiempos no encontraba en la política un espacio de contención como le sucedió a otras generaciones. Pero el arte abría puertas a la sensibilidad social: ahí aparecen especialmente Silvio en la música y Galeano en la literatura, hablando de un mundo mejor, posible en este mismísimo mundo. En una de esas canciones, que empiezo a escuchar por el año 94 aparece una figura heroica: Hombre sin apellido / aún queda para estar contigo / hombre, hombre sin templo / desciende a mi ciudad tu ejemplo.

Me encuentro después con la foto típica, la de la mirada hacia el horizonte - donde está el futuro – que me hizo rastrear quién era ese tipo, por qué las remeras con su nombre provocaban simpatías o escándalos (depende qué familiar o profesor la mirara) y qué tenía que ver su nombre con esa posibilidad de luchar por cambiar el rumbo de los acontecimientos.

Ahí aparece el Che – símbolo. Hoy muchas veces me escucho quejarme de esa imagen inofensiva que se vende tanto o más que las camisetas de la selección de fútbol, sin embargo no puedo dejar de reconocer que fue el heroísmo de ese perfil el que me permitió entrar en su pensamiento político. Pero cuando ese ensalzamiento de la figura del Che nace de los mismos que actúan para ahogar los gritos contra el imperialismo o promueven políticas de despojo o insisten con sostener lo peor de un sistema agresivo y perverso, no dejo de pensar en qué nos estamos equivocando. Debe haber algo que no estamos haciendo bien para que se borre su acción revolucionaria - y la de otros tantos anónimos - y permanezca un rebelde simpático en su lugar.

Ni la Argentina ni los noventa fueron lugares o tiempos propicios para "ser como el Che" y quienes lo conocimos – y empezamos a querer - por esos tiempos traducimos esa consigna en nuestra cotidianeidad, rescatando especialmente el humanismo, mientras soñábamos con el futuro y cuál sería la Sierra Maestra en la que nos tocaría combatir.

Otros son hoy los tiempos. Desde algunos rincones de América Latina se renuevan los aires, ciertos compañeros que permanecían agazapados vuelven a creer. Ya nadie puede decir que discutir el socialismo es retrógrado o inmaduro porque los nuevos procesos que se van abriendo nos permiten volver a pensar al Che con esa mezcla necesaria de esperanza y sensatez.

Ningún cambio se produce de manera lineal y sencilla, pero eso no nos detiene a seguir su ejemplo en cada experiencia de lucha. Intentaremos reivindicar su pensamiento por encima de quienes quieren lavarle la cara, abriremos caminos para seguir sus ideas. No hay mejor homenaje que seguir pensándolo vivo en cada espacio que se plante en nuestro continente para terminar con la injusticia y enfrentar al imperialismo. Celebremos sus 80 años reencontrándolo en los ojos de cada compañero.

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sábado, 14 de junio de 2008

"80 AÑOS, CHE: 3 HOMENAJES"

Sería el cumpleaños 80 de Ernesto Che Guevara y múltiples artículos, actos y homenajes lo recuerdan. Por lo que fue y por lo que significa hoy, "Autogestión Socialista" retoma la conmemoración que realizan tres intelectuales cubanos. Pedro Campos lo recuerda desde la mirada de la generación del 68 en un emotivo texto, Leonel González repasa sus ideas y su humanismo, Ramón García Guerra analiza las reformas actuales en Cuba desde la óptica del pensamiento del Che.

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INCONDICIONAL DEL FUTURO

Por: Pedro Campos

Che nunca murió, porque no es una fotografía, una boina negra, ni un mortal al que había que rendirle honores, era un luchador incansable por un futuro mejor, un romántico soñador de siempre.
Muchos no tuvimos el privilegio de conocerlo personalmente, pero para buena parte de mi generación, sencillamente era nuestro arquetipo humano; tratando de imitarle –“ser como el Che”- hicimos nuestra juventud, después vino la entrega incondicional a las tareas que por la Revolución nos fueron asignadas, hasta que las circunstancias históricas lo permitieran. Ni más ni menos, ésa, en pocas palabras, ha sido la vida de una generación, la que algunos llamamos la Generación del 68 que tuvo en el Che y su obra, su máxima inspiración.
Otros en esta fecha escribirán del Che sus experiencias revolucionarias y su pensamiento político, económico y militar. Yo voy tratar de significar, brevemente, mi visión sobre el impacto de su figura en esa generación cubana, mozuela al triunfar la Revolución, hoy por los 60, la de Silvio y Pablito, y no pido que nos comprendan o nos acepten, simplemente que conozcan de su existencia.
Nuestra niñez -adolescencia fue marcada por la batalla de todo el pueblo cubano contra el régimen tiránico de Batista. La lucha clandestina en las ciudades, de una u otra forma nos llegaba a todos, las sirenas de los autos patrulleros, los tiroteos esporádicos, las explosiones de bombas, los jóvenes presos y asesinados que aparecían por doquier, las banderas roji-negras, los apagones provocados por las cadenas lanzadas al alumbrado público, “aquí radio rebelde….”. En las provincias orientales todo era más marcado. Algunos pocos de los mayores de nuestra generación llegaron a tener alguna participación directa en aquellas luchas.
La leyenda de la Sierra crecía aceleradamente en los meses finales de 1958. Desde la ciudad de Santiago de Cuba se apreciaban los aviones de la tiranía bombardeando y ametrallando las zonas montañosas cercanas, donde todos sabíamos estaban “los rebeldes”, cada vez los mayores se cuidaban menos y los niños accedíamos a sus planes para alzarse, sus ideas para hacerse de algún arma, los escondites donde se guardaban los uniformes verde olivo que se cosían por madres, tías y abuelas, los bonos del 26 que se guardaban pegados debajo de las gavetas de los escaparates.
El triunfo del 1 de enero de 1959, lo disfrutó apoteósicamente mi generación, a la llegada de los barbudos nos tirábamos fotos con ellos, eran como reyes magos y los ídolos: Fidel, Camilo y el Che. Fidel quedó al frente de la Revolución, como figura cimera, Camilo desapareció en el mismo 59, pero el Che seguía haciendo leyenda cercana al pueblo, ahora en la economía y nos contagiaba con sus trabajos voluntarios, sus cortes de caña, su vinculación con los hombres del sudor, su industrialización, sus libros sobre la lucha en la Sierra, sus discusiones sobre economía política del socialismo, sus teorías que claramente confrontaban algunos de los planteamientos que veíamos en los manuales que leíamos porque queríamos o porque empezábamos a estudiarlos en las escuelas de la Juventud o el Partido. Su amplia sonrisa nos inspiraba una confianza, casi ciega.
Fidel era el líder, el estadista, el campeón del enfrentamiento político al imperialismo, el Che el más metido en la economía, el más cercano, el que criticaba el sabor de los refrescos y le espetaba dulcemente a la burocracia en su cara su naturaleza anti-socialista, el que mandaba para la península de Guanahacabibes a los que cometían errores, para que se reeducaran con los mosquitos y el trabajo duro en la ciénaga.
Y en eso se nos va, como mismo hizo el ingenioso hidalgo, a cabalgar el mundo, a luchar contra molinos imperiales en cualquier parte, inspirando “la era está pariendo un corazón” con la que Silvio nos hacía vibrar de emoción. Quienes lo habíamos convertido en nuestro ídolo desde que lo vimos en una foto con su brazo en cabestrillo en medio de la batalla de Santa Clara, no pensábamos ya en otra cosa que en “entrenarnos para incorporarnos a la guerrilla” y, en el deporte abundante, maratónico, buscábamos románticamente prepararnos para subir las lomas y practicábamos tiro al blanco donde podíamos, esperando, “trabajando” nuestra oportunidad guerrillera, que finalmente llegó, de alguna manera, para unos pocos.
La carta del Che a Fidel leída por éste, sorprendió a muchos pero no a la generación del 68, que se “la olía hacía rato”: ¿por donde andará el Che que hace rato no sale en ningún trabajo voluntario? Ese está metido en el Congo o en cualquier país de América Latina. ¡Quien pudiera estar con él!
El asesinato del Che nos golpeó a todos. Ese sí que no lo esperábamos. Era para nosotros un invencible, como Abel, “un animal de galaxias” y en verdad lo era y lo sigue siendo. Pero las noticias del cerco, de su posible caída se convirtieron en una pesadilla para la generación del 68. Asidos a la radio, oímos la confirmación de Fidel…entonces el deseo de ser como él, de luchar como él y de morir como él, se convirtió en necesidad, o no sé si en necedad, pero así fue, era una especie de enfermedad que llegó a esa generación y que todavía hoy, inconcientes muchos de nuestras ya limitaciones, “inmaduros todavía”, seguimos padeciendo.
Para nosotros el Che nunca murió, no es una fotografía de mirada perdida en el tiempo, una boina negra con su estrella dorada, ni un mortal al que había que rendirle honores, alguien de la historia de atrás, o de la presente que pasará; era sí un luchador incansable por un proyecto humanizador, un romántico soñador por un futuro mejor, de esos necesarios siempre –¡ay de los que ya no sueñan!-, como le gusta ser a buena parte de los jóvenes que, confiada en el triunfo final de la justicia, la libertad y la democracia verdaderos, que llegará con o sin ellos, poco le importa caer en cualquier combate, en cualquier selva, en cualquier calle… A eso, en él, seguíamos entonces y hoy todavía no pocos, todos canosos, de esa generación cubana del 68 –aún soñadores impertinentes-, a lo que era y sigue simbolizando: un incondicional del futuro.
Hasta la victoria siempre, Comandante.
Socialismo por la vida.

La Habana, 14 de junio de 2008


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Necesitamos tu inteligencia y osadía para salvar al socialismo.

Por: Leonel González

“Es necesario impedir que muchos se pierdan en el laberinto
burocrático y las tentaciones que da el poder”
Che
.


Su cuerpo descansaba en la base de la Plaza de la Revolución, rescatado por su jefe y compañero. La larga fila se detenía un poco más, cuando, -para extrañeza de otros-un grupo-aun emocionado por las palabras de Aleidita en el recibimiento- se paraba firme, miraba fijamente y hacía una especie de saludo militar.
Junto a la conmoción, el sentimiento predominante era ¿te fallamos en algo Comandante? ¿Estuvimos a tu altura? la decisión: seguiremos combatiendo como tú, hasta el final.
Allí estaban –por desgracia no físicamente- Félix, Mario, Ocaña, Granados, Richard, Adolfito, Villacín, ysí presentes Juanito el Oso, Nardo, y también otros, Campos, Lugo, José Ramón, Carlos, Mola, y muchos más representantes de la juventud matancera y cubana.
Entonces, bajo intensa emoción recordé cuando lo vi por primera vez, hablando algo con mi Papa. Después me enteré que le daba consejos sobre cómo usar mejor la punto 50 instalada en el techo del Central, para derribar avionetas piratas a principio de los años 60. Me hizo un guiño cuando papi le dijo que aquel era su hijo mayor.
Conocí de su comentario sarcástico, cuando en esa misma oportunidad, al ver que su bistec con papas fritas era más grande que el de los demás, le dijo al viejo: “Guajiro, también aquí hay guatacones” y sonrió.
Cuando se despidió de Cuba éramos adolescentes, entonces muchos quisimos desaparecer con él.
Para nuestras mentes juveniles era otro Garibaldi, otro Máximo Gómez, también vivíamos con ese espíritu anárquico que hace soñar horizontes, compartíamos su riesgo de parecer ridículo, al pensar que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esa cualidad.
Le mirábamos en las fotos rodeado de combatientes adolescentes y nos preguntábamos ¿Por qué no nosotros?
Nos queda que, junto a otras generaciones nuevas, hemos, al menos, enfrentado nuestras propias batallas,en los estudios, en la producción, en la defensa en Cuba o ayudando a otros, intentado por casi 50 años, ser los combatientes que él quería.
Era para todos nosotros, un hombre de acción y pensamiento, de acrisoladas virtudes y coherencia inmensa en sus valores, consecuente con sus principios, incapaz de pedirle a alguien que hiciera algo que el no estuviera dispuesto a hacer, con profundo amor a la humanidad, que no toleraba la falsedad, la falta de respeto al pueblo, él era la prioridad de valores y principios sobre cualquier coyuntura oportunista, la concepción rebelde y renacentista de que la política no puede ser otra cosa que ética multiplicada, el desdén por el poder, la batalla interminable contra el dogmatismo y el burocratismo.
Algunas anécdotas contadas por sus compañeros íntimos, revelan que arquetipo de ser humano fue. Cuando un compañero le insinuó que él no veía las dificultades en el abastecimiento igual que los demás porque recibía seguro una cuota extra, lo negó, pero fue a verificar y al otro día llegó y le dijo: “Recibía. No alcanza”. Cuando un importante intelectual cubano le inquirió ¿Quien va a publicar una opinión diferente a la del héroe de Santa Clara? le respondió. Envíamela a mi, yo la haré publicar.
En relación con el debate, afirmó una vez, a sus compañeros en el Ministerio de industrias: “Creo que o poseemos la capacidad de destruir con argumentos la opinión contraria o debemos dejarla expresarse...No es posible destruir una opinión con la fuerza, porque ello bloquea todo desarrollo libre de la inteligencia”.
En Cuba, durante la insurrección, estuvo torturado por su decisión de tener que silenciar un cachorro para salvar una operación. En Playa Girón, observó a un prisionero llorar porque le habían quitado un crucifijo, le prometió ayudarle, lo buscó e hizo que un miliciano se lo devolviera. El Congo reveló mucho de su alma, cuando se enteró de la muerte de su Madre; y en Bolivia no disparó y abortó una emboscada por no actuar sobre un camión con unos soldaditos durmiendo.
Pero el Che no era sólo el hombre de gestos profundamente humanistas, que el enemigo intenta quitarnos, el Che era un teórico de la revolución y la emancipación humana.
“Sus ideas sobre la construcción del socialismo son una tentativa de creación heroica de algo nuevo, la búsqueda —interrumpida e inacabada— de un paradigma de socialismo distinto, y en muchos aspectos radicalmente opuesto a la caricatura burocrática realmente existente”, nos dice lúcidamente un compañero y continúa: “el socialismo para el Che era el proyecto histórico de una nueva sociedad, basada en valores de igualdad, solidaridad, colectivismo, altruismo revolucionario, libre discusión y participación popular”. Tanto sus críticas —crecientes— al socialismo real como su práctica como dirigente y su reflexión sobre la experiencia cubana están inspiradas por esta utopía comunista.
Pero para el que esto escribe, además, el Che era un romántico aventurero y justiciero, como héroe de todo tiempo y su criterio de Socialismo representaba era el más profundo de los humanismos. Sus concepciones como creador de un nuevo socialismo las fue desarrollando progresivamente, esencialmente, entre 1959 y 1966, tiempos diferentes en muchas cosas, pero iguales a estos en lo fundamental, determinados por la imperiosa necesidad de encontrar una nueva forma de civilización más humana, justa y libre en el mundo y un mejor socialismo en Cuba. Su muerte prematura privó a los revolucionarios de otros altos vuelos en su pensamiento.
Tomó el riesgo de exponer en su propia voz algunas coordenadas esenciales de su pensamiento, siendo siempre necesario contextualizarla y profundizarla, de manera que el lector debe esmerarse en leer, pensar y acercar su obra a su tiempo.
“El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo contra la enajenación. (...) Si el comunismo pasa por alto los hechos de consciencia, podrá ser un método de reparto, pero no es ya una moral revolucionaria”.
Para el Che, si el socialismo pretende luchar contra el capitalismo y vencerlo con sus propias armas, fracasaría.
Tampoco era el Che un hombre que aceptaba cualquier justificación para explicar nuestros problemas internos. Una vez nos dijo:
“Lo que menos me agrada es nuestra falta de valentía en ocasiones para afrontar ciertas realidades, a veces económicas y a veces políticas…En los problemas económicos le hemos echado la culpa a la sequía, al imperialismo…a veces no hemos querido dar una noticia, no nos hemos decidido y después sólo ha quedado la versión de la “Voz de las América”.
Y ajeno a todo idealismo extremo afirmó: “Pensar que un país entero va a responder a estímulos superiores teniendo hambre, eso a mi me parece un sueño…hay una cantidad de necesidades que son vitales y esas hay que satisfacerlas, si no la satisfacemos difícilmente podemos avanzar”.
A pesar de su alta estima por el trabajo de los órganos de la seguridad del estado y sus deferencias y relaciones fraternales con esos compañeros en un discurso antes los miembros de ese órgano el 18 de mayo de 1962, afirmó el sentido emancipador de su pensamiento al decirle a sus miembros algo como,”Ustedes son sólo un mal necesario, los trabajadores que recogen papa son más importantes”. Y durante un trabajo voluntario en una cervecería de la Habana, cuenta la leyenda que dijo en voz alta a los obreros que trabajaban con el, haciendo gala de su fina ironía:”Ustedes ven a esos que caminan alrededor de nosotros, mirando de aquí para allá sin hacer nada, pues son los miembros de la seguridad que creen que ustedes pueden ser un peligro. Es mejor que los pongamos a trabajar, que aquí los trabajadores son los que cuidan”.
En El socialismo y el hombre en Cuba el Che admite que el Estado revolucionario puede equivocarse, y defiende la libertad de expresión como antídoto. “No debemos crear asalariados dóciles al amparo del pensamiento oficial ni “becarios” que viva al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas”.
En uno de sus últimos escritos afirma algo trascendental que revela como su pensamiento avanzaba aceleradamente y se separaba del socialismo burocrático y autoritario: “Las masas deben de tener la posibilidad de dirigir su destino, de decidir cual es la parte de la producción que irá a la acumulación y cual será consumida. La técnica económica debe operar en los límites de estas indicaciones y la conciencia de las masas debe asegurar su implementación” Esto es, nada más y nada menos que la esencia del socialismo participativo, democrático que algunos compañeros estamos defendiendo.
Después de su vil asesinato muchos añorábamos la “revancha”, y llegó inesperada pero felizmente: un grupo de jóvenes médicos cubanos devolvió la vista a quien miserablementelo ultimó, indefenso y atado. Fue el triunfo definitivo de su humanismo. La derrota moral de todos sus enemigos.
Sí Comandante, Usted no se equivocó: el capitalismo sigue siendo una carrera de lobos; hay que luchar contra el Imperialismo dondequiera que esté; es necesario un nuevo Socialismo.
Entonces felicidades en su 80 cumpleaños.
Hasta la victoria siempre Che.

La Habana, 13 de junio de 2008
Publicado en: Kaos en la red


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HASTA LA VICTORIA SIEMPRE

Por: Ramón García Guerra

Este artículo tiene interés en mostrar la actualidad del pensamiento integro del Che Guevara, frente a los grandes desafíos que debe enfrentar la sociedad cubana en el siglo XXI. Desde esta óptica, analiza las reformas y la resistencia al cambio en Cuba.


La imagen del Che Guevara --captada por Korda (1961)-- recorre el planeta y se convierte en símbolo. Símbolo para “los oprimidos y los vilipendiados del mundo” –según una expresión del Che-- que así mostraron su malestar histórico y cotidiano de esta manera. Pero en Cuba no fue así. Durante casi 20 años Che resultó el gran ausente en Cuba. Porque alguien así significó una figura en nada pertinente para el Estado obrerista (1971-1989). Cuando en 1987 el compañero Fidel Castro, en la fábrica “Ernesto Che Guevara” en Pinar del Río, hace un rosario de problemas que afectaban a la sociedad cubana, y cierra el mismo apelando a la figura del Che, creímos algunos que al siguiente día algo importante iba a ocurrir en Cuba. Pero no. Siquiera una hoja se movió de lugar. La derecha en Cuba había ocupado en el proceso de reproducción cultural e ideológica de nuestra sociedad los puntos decisivos. Significaba esto que cierto esfuerzo de adocenamiento había rendido sus frutos. Resultado de ello, se había reducido el filo subversivo del pensamiento del Che Guevara en burda retórica oficial. Solo en eso: nuestro Guerrillero Heroico. La apelación del Comandante en Jefe, por tanto, apenas si afectaría en aquel momento a algunos idealistas en Cuba. Entonces la clase obrera se hallaba atrapada por el interés material. La falta de consenso para emprender un proceso de profundización socialista incluso obligaría a diferir las sesiones del propio congreso del Partido. La figura del Che Guevara que se restauró como resultado de aquel proceso quedó a medias. En tal sentido, este acto retórico se articuló como un repertorio de frases bíblicas todas sacadas del contexto y sin filo alguno. La derecha ha cobrado caro la inclusión de ideas subversivas en la “colección” y ha frenado todo intento de recuperar la integridad de la figura del Che Guevara. La actual batalla de ideas, sin embargo, ha traído de vueltas al Che.
Este artículo tiene interés en mostrar la actualidad del pensamiento integro del Che Guevara, frente a los grandes desafíos que debe enfrentar la sociedad cubana en el siglo XXI. Convendría en esta hora una lectura sustantiva del libro que al respecto la editorial Casa de las Américas publico en 1973 bajo el título: Ernesto Che Guevara. Obras 1957-1967. Luego, este artículo debe entenderse en diálogo con “El Che Guevara: los sesentas y los noventas”, de Fernando Martínez Heredia (2001), y “”Che Guevara y los movimientos revolucionarios contemporáneos”, de James Petras (2000). Estos textos fueron elaborados en la década de 1990. Los autores discuten en ellos con la izquierda en América Latina una estrategia que permitiera tomar la ofensiva y colocan al Che Guevara al centro del debate continental como un referente esencial al respecto. Esta será nuestra intención de fondo: Enfrentar el dilema de Cuba en la actualidad desde esa fecunda perspectiva que nos ofrece Che Guevara. No obstante, debo subrayar cierta diferencia de aquellos con este artículo. En tal sentido estos marxistas se enfrentan a enemigos de clase comunes: Ellos son el Estado obrerista en Cuba (Fernando) y el Estado neoliberal en América Latina (Petras). En el efecto regresivo de sus políticas se concentrara el malestar de nuestros pueblos. Estos autores intentan así capitalizar las fuerzas de izquierda en América Latina, en medio de un proceso de combustión del espíritu insurgente de los pueblos, sobre el empleo de ideas-fuerzas –como sería aquella carga simbólica que aún conserva la figura del Che-- que ayuden a movilizarlas para la revolución en el Continente. Este artículo mío, en cambio, ataca otro costado de igual asunto. Sobre todo, me refiero a una de aquellas formas regresivas de dominación política que debió enfrentar el Che Guevara en la década de 1960. Es decir, me enfrento aquí a la áspera resistencia al cambio que ofrecen los lebreles del status quo en Cuba.

Las fuerzas de derecha en Cuba, es obvio, no están cruzadas de brazos. Integran estas fuerzas de derecha los viejos burócratas y los nuevos burgueses que, respectivamente, han adoptado una retórica obrerista y populista con la intención política de disciplinar a toda la sociedad. Cuando todo marcha a su favor, entonces, estos lebreles del status quo articulan un discurso que se sostiene sobre sagrados mitos fundadores y dogmas constitucionales perversos. Cuando les son adversos los tiempos, en cambio, las mañas policiales afloran y su retórica indigente se impone. La táctica que adoptan ante las cíclicas ofensivas contra la burocracia o el mercado desde el Estado son diversas. Estas van desde los intentos de fuga hasta la resistencia pasiva ante los cambios. Desde luego, las tintas medias de centroizquierda hacen lo suyo. Por ejemplo, según asegura el presidente de la Asamblea Nacional, compañero Ricardo Alarcón de Quesada, (emisión radial: 30/05/08), la reforma que promueve el compañero Raúl Castro debe entenderse apenas como un ajuste institucional del Estado cubano. Esto dijo en la Comisión de Asuntos Económicos de la Asamblea Nacional ese día. El día anterior exigía el compañero Alarcón a los miembros de la Comisión de Asuntos Jurídicos, que su esfuerzo mejor debía consistir en dar mayor coherencia a las leyes y evitar absurdos en estas. ¿Significa esto dejar intocado el modelo jurídico-policial actual mientras se elucubra una ascética pragmática legalista? Esto es, para que todo marche sobre ruedas sería suficiente que el régimen actual funcione según el diseño original. ¡Esas mismas leyes que motivaron la reforma en curso! Pero hacer que todo funcione bien es la mitad. La otra mitad será echarlo todo abajo. Rehacer el edificio de nuevo –he dicho--. Digamos que no bastaría con deshollinar los techos. Sobre todo, si al estar sentados bajo estos un fuerte aguacero nos ducha de cuerpo entero. Estas lecturas de las reformas en curso, ante todo, reducen el alcance político de aquellas y hacen el juego a la derecha en Cuba.

Sintetizando en forma brutal la figura del Che Guevara diría lo siguiente: Como aquel poeta inglés: Milton, que hacía su poesía ante la multitud sin miedo a errar y a corregir sus errores en público, el Che se entregó a una causa. El dolor de los pueblos era tanto, que --según la visión del mismo-- para hacer la revolución era suficiente con la acción conciente de aquellos. El sabio consejo de aquellos marxistas más ortodoxos de esperar por la creación de las condiciones objetivas antes de atreverse a tanto le pareció un absurdo al Che Guevara. Estas estaban dadas. Significaba esto para cierta cordura de centroizquierda que aquél había perdido todo contacto con la realidad. Los filósofos de la antiutopía lo convirtieron en un alucinante Quijote. Lo cual dice de su falta de cultura y de su cinismo en apenas un gesto. Entre otras cosas, esto explica la fragilidad de las fuerzas de izquierda en Cuba ante la nueva coyuntura a inicios de la década de 1970. En el fondo estaba una ideología desarrollista que no había sido purgada. La voz que se enfrenta en contracorriente al ideario populista será la del compañero Fidel Castro. Lo cual se expresa en su adscripción a la “teoría de la dependencia” en aquella época, que, asimismo, significo un ajuste de cuentas con aquel proyecto modernizador que de fondo se justificaba sobre una matriz populista. Sin embargo, el poder que la ortodoxia ganó empujó aquel discurso del Comandante en Jefe fuera del espacio nacional. Extiéndase bien: Che y Fidel coinciden en todo. Por eso la derecha los recicla. (La forma más oprobiosa de mutilar el filo revolucionario en el pensamiento de Fidel son esos “compendios” de su ideario.) Esto resulta también una traición al Che. Entonces estos sacristanes del vetusto socialismo de Estado hablaran de “modernizar” la economía y de “reformar” al Estado como una estrategia del socialismo en Cuba.

La falta de calidad humana de tales sacristanes resulta evidente. Ellos no podrían ver la angustia de aquel hombre que palpita tras los gruesos volúmenes de El Capital, como el mismo Che Guevara lo advirtió. En tal sentido, Che Guevara fue un hombre más honrado que valiente. (Y aclaro: Nunca le faltaría el coraje.) Enfrentó con furia el desafió que significaba construir simultáneamente el socialismo y el comunismo en una isla pequeñita del Caribe. Lo cual haría con la misma rabia, por ejemplo, con que afrontó su propia asma. Entendió el drama de la autoeducacion, tal como la practico el mismo. Como en aquel poema de Roque Dalton: “Decirles”, Che Guevara prefería no esperar inútilmente mientras hacia interminables lecturas sobre los manuales soviéticos. La cordura de estos señores hace más que los mismos imperialistas por ser integrados al sistema imperialista mundial, bajo la lógica de un capitalismo senil que para sostenerse en pie apenas juega con ilusiones ópticas. La reforma que promueve el compañero Raúl Castro, por tanto, al filo de la navaja ante tipos así, corre el peligro de ser reconducida por ese realismo indigente de “lo posible”. (Another day in Paradice, según Phillip Collins.) Cuando habla el compañero Raúl Castro de fortalecer la institucionalidad de la Revolución cubana, tributa a lo más genuino del ideario guevarista. “Es evidente que el mecanismo no basta para asegurar una sucesión de medidas sensatas y que falta una conexión más estructurada con la masa”, dirá Che Guevara (1965). (Esto dice cuando antes asegura que “el Estado se equivoca a veces”.) El método que siguen “los estratos superiores del Gobierno” aún –además del aparato estatal creado al efecto-- se reduce “auscultar las reacciones generales frente a los problemas planteados” desde arriba. Esto indica un situarse frente al pueblo y no dentro del mismo para construir juntos un destino común. El sentido humano del Che Guevara nos desafía.

Estamos por un enfoque cultural del proceso político. Ensanchar el visor frente la tragedia humana del mundo en la actualidad sería lo mejor. Entremos en detalles. Las clases populares crean o actualizan formas de autogestión social, económica y política de su vida cotidiana, ante situaciones límites o coyunturas complejas, sobre las bases de cierta tradición que incluso será anterior al estado político de contenido social que aparece en las sociedades europeas a finales del siglo XIX. Los métodos autoritarios de mando, por tanto, afectan la integridad de la sociedad. La reforma que promueve el compañero Raúl Castro no puede detenerse apenas en un cambio de estilos. El cambio en los métodos políticos ha llegado a su turno. La filosofía carcelaria de derecha induce la articulación de mundos yuxtapuestos o contrapuestos entre sí, así como fomenta un espíritu antiestatista entre las masas populares. La cultura de resistencia y el espíritu de tenacidad de las multitudes ofician en beneficio de aquellas. Aquel cordón umbilical que en el capitalismo une al individuo con la sociedad, la ley del valor, ahora en el socialismo igualitario es sustituido por un nuevo mecanismo más explicitito y brutal: el Estado burocrático policial. El cual se resume en una frase: “Le debes a la Revolución todo”. En cambio la diosa Revolución ha cobrado caros tributos. El más patético ha sido el daño irreparable contra la autoestima de los cubanos(as). El impacto regresivo del Estado obrerista (1971-1989) fragmentó a la sociedad y canceló toda posibilidad de articular una visión de totalidad. Sobre sí misma y desde abajo. La gente negocia el día-a-día contra una legalidad que les hace sentir culpables por dar de comer a los hijos. El dilema que moviliza aquel ensayo del Che Guevara: “El socialismo y el hombre en Cuba” –es decir, “la abolición del individuo en aras del Estado”-- sigue en pie hasta hoy y debe ser resuelto en la raíz.
En una solución de continuidad para el régimen socialista en Cuba, el énfasis justiciero del socialismo igualitario debe ser reciclado por un socialismo libertario que, al centrar su discurso en la libertad --“con todos y para el bien de todos”, diría José Marti--, logre marcar la distancia tanto de los liberales como de los fascistas, justo al articular formas colectivas de vida cotidiana en la sociedad. La visión de una sociedad política que se moviliza sobre correas o ruedas dentadas que van de minorías a mayorías pudo ser una metáfora en Lenin o una sarcasmo en Chaplin. Pero no pertenece al Che. Porque no sólo la noción de democracia al uso parece negar –que lo será-- sino que resultó una razón de Estado burocrático policial que buscaba una mejor imagen ante el pueblo. El modelo de sociedad política que resulta pertinente para un socialismo libertario se debe argumentar en el diálogo, la autogestión y el consenso. En tal sentido Che Guevara diría: “En la imagen de las multitudes que marchan hacia el futuro encaja el concepto de institucionalización como un conjunto armonioso de canales, escalones, represas, aparatos bien aceitados que permitan esa marcha, que permitan la selección natural de los destinatarios a caminar en la vanguardia y que adjudique el premio y el castigo a los que cumplen o atenten contra la sociedad en construcción”. Estas resultan ideas que se aproximan más a la ecología política. Según Che Guevara: La “falta de un mecanismo que permita la investigación y desbroce la mala hierba tan fácilmente multiplicable en el terreno abonado por la subvención estatal”, resulta una carencia fundamental de las formas institucionales en el periodo de transición socialista. Esto define el profundo espíritu libertario del Che Guevara. Incluso, según el Che Guevara, el destino final de aquella elite política esta marcado por los progresos de la educación de las masas. Personas que al crecer moral e intelectualmente llegan a superar a dicha elite política. Lo cual debe suceder desde el primer día.

En el fondo el dilema histórico y clasista que encubre esta discusión se refiere a la identidad del sujeto de una revolución popular en curso. Es un debate que suscitó Carlos Vila en la década de 1990. Los cubanos hicimos un profundo silencio al respecto. Sin embargo, había una historia política por discutir. Los textos de la Constitución en Cuba, sucesivamente, hablan del pueblo cubano (1959), la clase obrera –y sus adjetivos: Los demás trabajadores manuales e intelectuales que integran la sociedad-- (1976), o pueblo trabajador (1992). Esto en términos de retórica. Los teóricos de la ortodoxia marxista en Cuba, entonces, le irán a prestar mayor atención a otros asuntos. La misión de estos se reduciría a reciclar los dogmas soviéticos, mientras hacían una apología del Estado burocrático policial que se presentaba como la defensa del socialismo cubano. La actitud de los intelectuales más honrados –entre quienes es Fernando un ejemplo a mostrar-- sería defensiva en mucho. (Lo que se entiende bien dadas las circunstancias que enfrentan las fuerzas de izquierda en América Latina.) En cambio, en aquel articulo de Fernando al cual hicimos antes referencia este nos dice: “Hoy es necesario replantearse el socialismo, volver a preguntarse no solo qué no era, sino qué va a ser, qué puede ser el socialismo”. Siendo fiel a sus ideales, este marxista cubano adoptara una actitud de resistencia activa sin esperar por mejores tiempos para la lucha. No obstante, los tiempos han cambiado lo suficiente para tomar distancia en algunos puntos. La falta de un enfoque clasista de la sociedad nos ha impedido apreciar la dialéctica de la lucha de clases en la sociedad socialista en Cuba. Entonces, cuando la ofensiva neoliberal nos desborda, el único refugio seguro parece hallarse en el Estado socialista. Lo cual hace del mismo una garantía contra aquella fuerza telúrica. Es hora ya de rehacer las alianzas políticas en medio de la lucha de clases en Cuba.

Ahora bien, la actual reforma debe afrontar otros desafíos. La presión que ejercía el sujeto popular sobre las estructuras de poder en la década de 1960, será en mucho diferente a la situación del mismo en la década del 2000. Las clases medias en Cuba son antiestatistas pero igual justifican formas autoritarias de poder. Las formas de exclusión creadas por la nueva economía son naturalizadas por éstas; mientras, así mismo, tales prácticas son reproducidas por las políticas del Estado cubano. Discutamos un caso. En las tiendas de recaudación de divisas (TRD) los precios de venta de los productos son 2,4 veces superiores a los precios de compra de los mismos. La idea es que el cliente es un agente del capital y debe ser tratado como tal; es decir, las reglas del mercado se imponen en tal espacio del consumo. Pero el cliente no recibe la divisa únicamente a través de remesas desde el exterior. (Y aquí no considero otra idea: Lo que viene del exterior esta bajo sospecha de colaborar con los enemigos de clase de la Revolución cubana. Lo cual hace olvidar que Carlos Marx no nació en Trinidad sino en Tréveris.) Implica esto que quien las obtiene ha tenido que luchar fieramente antes de llegar al punto de ventas. (Sobre todo para comprar el puré de tomate y el aceite.) Indica esto, ante todo, frente a qué Estado se esta. El sujeto popular de la década de 1960, evidentemente, estuvo frente a un otro-Estado que militaba en su bando. Las políticas del Estado cubano eran estimadas por su contenido justiciero y liberador ante el mercado. Incluso, siendo en aquella época el régimen de la propiedad más plural que hoy mismo. Sería un acto liberador aquel pues entonces había cubanos para quienes ni siquiera dicho “mercado” existió antes de 1959. La sociedad cubana en la década de 1950, en todo caso, habitó entre los extremos (decilas) de una sociedad de consumo que emergía y una multitud de olvidados que padecía. El actual dilema en Cuba es cómo reciclar ese “Estado burgués” que tenemos hoy encima y nos reduce a menos.

Cuando se tiene una idea no exacta sobre las fuerzas e intereses que mueven y ordenan a una sociedad, insisto, puede esto conducir a actitudes tanto autoritarias como anarquistas al intentar dar solución a los agudos conflictos entre las clases sociales. Lo que resulta paradójico aquí sería el entender estos conflictos como fuerzas motrices de la Historia, mientras no aplicamos un enfoque clasista de la sociedad existente en Cuba. Las políticas del Estado cubano han ido modificando la estructura clasista de la sociedad y, por tanto, serán ellas las responsables del estado actual. Luego, acusar al gobierno de Estados Unidos de los conflictos internos es algo imbecil o cínico. (Los agentes externos logran invadir y liquidar a un organismo cuando el estado de fragilidad interna en este resulta ya evidente. Nunca antes.) La historia de una burocracia (años 1960) hecha tecnocracia (1970-1980) y esta última en gerenciado (1990) tendría “causas viejas, motivaciones nuevas” –según Che Guevara--. La actual estructura de clases en Cuba, en tal caso, admite la articulación de diversas formaciones posibles sobre la misma. Estas formas debe potenciar la acción política del sujeto popular en su ofensiva contra las actuales prácticas y estructuras sexistas, clasistas y racistas de la sociedad cubana. La actual reforma debe habilitar los modos y los espacios que resulten a ella necesarios para continuar ésta desde cualquier lugar o tiempo en la sociedad cubana. Estamos por rescatar hoy aquel activismo y espíritu de pluralidad propios de las décadas de 1960 y 1990. En cambio, hemos de estimar sobre que condiciones fueron articulados esos diversos tejidos sociales de la sociedad. Sobre el rango de pertinencia de la nueva sociedad política para con las circunstancias actuales ha hablado ya el compañero Raúl Castro. Lo que estaría por discutir son los espacios y tiempos del debate de ideas que debe afectar a la multitud, así como vindicar el derecho de aquella a hacer sociedad. Porque el acceso al debate en Palacio ¿será apenas un asunto de entendidos donde las opiniones del pueblo no cuenten? La razón de un Estado-capitalista-colectivo no contribuye en la educación comunista de las masas populares.

En tal sentido Che Guevara habla del hombre nuevo. Aquella idea libertaria que Carlos Marx sólo enuncia en sus Manuscritos de 1844, acerca del “proceso de apropiación por el hombre de su verdadera condición humana”, Che Guevara la desarrolla a fondo: “Esto se traducirá concretamente en la reapropiación de su naturaleza a través del trabajo liberado y la expresión de su propia condición humana a través de la cultura y el arte”. La crítica de izquierda en Cuba, en esta línea, frente a las políticas antipopulares del Estado burocrático policial, debe ahondar en el contenido libertario de la cultura popular. La autora de “El dueño de los caballitos”: Antonia Eriz, por ejemplo, hacía una pintura más auténticamente popular que la política que entonces hacían los burócratas de la cultura. Cuando se siguen la historia de los decorados con figuras de yeso en las viviendas del pueblo, por ejemplo, entre las décadas de 1960 y 1970, resulta obvio advertir como aquellas bailarinas blancas, bajo el impacto de una autentica revolución popular de los años 60, a finales de la década van a cambiar a negras. El efecto acumulado de las políticas del Estado obrerista, en tal sentido, inducen en cambio regresivo en los decorados de esas familias. Las bellas figuras de yeso cargadas con frutos nativos se convierten en frutas exóticas. (¿CAME-integración?) Pero hay más. ¿Qué decir del sentido popular de aquel espacio interior, humilde, que se halla en las piezas de Ángel Acosta? Incluso el arte escatológico de Umberto Peña… ¿Quién en verdad ha militado junto al pueblo? La actitud homicida del funcionario estatal contra el “mensajero” indica su complicidad con la alineación de fondo. En todas partes los políticos encuentran críticas contra la Revolución cubana, sin advertir que tales indicios hablan de un dilema de fondo. Estamos aún frente al “Estado burgués”. En esa batalla me extiendo en un articulo mío: “Ante la Ciudad Letrada en Cuba” (Kaos-Cuba).

La crítica de Che Guevara contra La Ciudad Letrada, en carta a Ernesto Sábato (12/04/60), cuando escribe: “Aquí la forma de sumisión de la intelectualidad tomó un aspecto mucho menos sutil que en Argentina”, sin embargo, no conecta con aquella otra de Juan Marinello contra los pintores abstractos en Cuba. Las obras artísticas que en la transición socialista Che Guevara cree más urgentes –porque son necesarias todas--, entonces, serán aquellas que logran la expresión exacta de ese siempre difícil e irresuelto drama humano que significa alcanzar toda la libertad. Pues bien, ¿qué marca la diferencia entre Che y Marinello en tal caso? En tal sentido Che Guevara dirá: “No debemos crear asalariados dóciles al amparo al pensamiento oficial ni “becarios” que viva al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas”. En un ensayo mío: Escritura y oralidad. Las clases sociales en Cuba (1959-2001), --mención en “Premio Andrés Bello 2006”--, estimo las poéticas y los tiempos de tres trovadores cubanos: Carlos Pueblas (años 60), Pedro Luís Ferrer (años 70-80) y Frank Delgado (años 90). Las poéticas se asocian con Francisco Oramas. Estos será el tiempo para los griots del pueblo. Las actitudes e los políticos frente a La Voz del Pueblo cubren un registro muy amplio. Situados en puntos extremos se hallan Pueblas y Delgado. Glorioso o maldito. La suerte de Pedro Luís lo llevaría a ambos extremos bajo el Estado obrerista (1971-1989). Sería su actitud tan patética como digna. Entonces, siendo la trova en Cuba una y única –según ha dicho Pablo Milanes (junio, 2008)--, me atrevo a afirmar que ha sido antipopular el Estado cubano (1959-2001). Populista en mucho. Pero no sólo fue tomada por los burócratas la ciudad de los escribas, sino la ciudad de todo el pueblo. La mejor prueba se hallaría en una administración de la ciudad que censura la voz del pueblo.

Los actuales planes directores de las ciudades en Cuba, por ejemplo, son un ejercicio a espaldas del pueblo. Lo cual no discute los saberes o las virtudes de nuestros arquitectos y urbanistas sino el diseño político que se hallaría detrás. Los expertos discuten sobre “arquitectura vernácula” en este instante, mientras los archivos especializados no disponen de estudios sobre los bateyes –por ejemplo--. En cambio sobre El Vedado hay muchos. Porque el dilema de fondo, en verdad, habla de practicas y estructuras de poder que hipertrofian las formas de reproducción cultural de la sociedad cubana. Estaría hoy por aprobar el nuevo Plan Director de Ciudad de La Habana, a cargo del Consejo de Estado, sin que haya asistido el pueblo en su diseño. Esta sería la ciudad donde harían sus vidas por última vez el 20% de los cubanos. La gente no espera nada bueno de este plan. Después se preguntan porqué incumplen el mismo. La cosa es que todos reproducimos día-a-día la peor ciudad. Los patrones culturales de las clases más opulentas de la sociedad cubana aspiran a ocupar una mansión en los barrios residenciales de oeste de esta ciudad. Ellas insisten en el modelo americano de los años 50 que ya ni siquiera en Estados Unidos tiene sentido asumir. (Lo cual no desdice aquel empeño de un arquitecto cubano allá en Norteamérica por reducir en una escala más humana las grandes ciudades.) Están las clases más humildes de la sociedad cubana, por otra parte, que practican un modelo paralelepípedo de vivienda popular por esfuerzo propio. Su ajuste ecológico es nefasto. La ciudad va adelante a la buena de dios. Los medios dan cobertura a una “revolución energética” que pasa de largo. La falta de control popular sobre los enclaves de la nueva economía en todo el país corre la misma suerte. La lógica de poder que se hallaría detrás cubre la vida toda. Las personas no tienen derecho a decidir sobre aquellas condiciones materiales que aseguren la reproducción social de sus vidas cotidianas.

Seamos justos. En verdad la nueva economía ha propiciado una situación de autarquía en Cuba. (Sin duda que la dualidad monetaria será su mejor excusa.) El dilema se reduce al estado de sumisión en que se hallan dos tercios de las alcaldías en el país, al tener que esperar por un Estado-padre de familia que les provea de fondos para ejercer una libertad a medias. Entre otras cosas, esto alienta actitudes autoritarias en los políticos y crea pasividad en el pueblo. Lo cual impide una democratización radical de la sociedad. La sociedad local se halla mediatizada por unas estructuras de poder que las omiten. Lo mismo da una cadena hotelera como Cubanacán que una megaempresa como CIMEX S.A. En tal caso ¿qué control sobre la actividad económica de dichas entidades tiene un gobierno municipal como Varadero o Playa? Disponen de las fuentes empleo en la sociedad local, de la infraestructura, del crédito bancario, etcétera, así como impactan sobre esta no siempre de forma conveniente para la vida de las comunidades que la integran. La forma de gestión económica más pertinente para una autentica sociedad socialista sería la autogestión social, económica y política. Lo que ocurre con la producción de leche sería un buen ejemplo de cuánto se pudiera hacer en toda la agricultura en Cuba. Pero también en toda la economía del país. Sobre todo si ésta no se hallara tan volcada sobre el exterior y si más centrada sobre sí misma. En medio de tal estado de cosas, por ejemplo, las fuentes de acumulación interna crecerían y sería mayor la integración entre sectores. Entonces sería posible integrar toda la economía como una gran empresa. Esta idea adoptó una forma “estatista” en los años 60. La misma se ajustaba al nivel de las fuerzas productivas en Cuba en la década de 1960. Lo que hoy tocaría hacer, ante todo, sería rehacer la relación entre Estado-economía-sociedad de forma tal que aquella idea resulte viable. Porque está en pañales aún la teoría marxista sobre la economía política del período de transición al socialismo que Che Guevara buscó adelantar cuatro décadas atrás.
Estamos por terminar este artículo. Pero antes discutamos una teoría. La teoría que sintetizo en este extremo del artículo, acerca de la economía política del período de transición al socialismo, según he podido deducir de las búsquedas del Che Guevara al respecto, apenas intenta ofrecer una perspectiva para el debate y nada más. Sería esta dicha teoría: La relación capitalista se justifica en una sociedad mercantil pero esta última por definición no será capitalista por sí misma. La sociedad mercantil que se ha presentado hasta hoy en la transición socialista, en principio, obligó a establecer como mecanismo de control la búsqueda de cierto equilibrio entre el fondo mercantil y la demanda solvente. (Podríamos hablar de mercancía en tal caso, según Che Guevara, justo cuando un producto se convierte en objeto de transacción entre el Estado y la población que lo consume.) El manejo de fondos sociales identifica un espacio no capitalista dentro de la gestión estatal. Estado-propietario-colectivo. (Quise decir: Estado que debe negarse como propietario y como Estado.) Las formas múltiples de autogestión marcan la continuidad en tal proceso. Porque también existen y deben ser ampliados y fortalecidos ciertos espacios no mercantiles de vida colectiva en la sociedad. Los rangos de solvencia de las personas deben ser modificados según los patrones culturales que sean adoptados, según vallan resultando estos más inclusivos y solidarios. La sociedad mercantil debe ser reducida a una forma de reproducción simple de los valores, hasta ser disuelta en un modelo autogestionario total que resuma a la sociedad. Lo cual resulta una contradicción en los términos. Esta visión sobre el período de transición nos sugiere algunas pistas. Ante todo, la relación entre Estado y mercado queda así resuelta. Luego, esta teoría restituye a la esfera del consumo dentro del proceso de reproducción de la sociedad una condición de elemento esencial del mismo. Finalmente, la misma dota de una gramática en todo más pertinente para enfrentar dicho proceso.

Entrar a analizar con dicho instrumental teórico la actividad económica del Estado cubano nos parece lo más adecuado. En tal sentido el autor es responsable de los desarrollos que otorga al pensamiento del Che Guevara, así como de la evaluación que hace de aspectos concretos de la economía cubana en la actualidad. Lo que aquí discutimos será la propia facticidad de tal teoría. (Esto debe ser entendido como un homenaje al Che Guevara en su natalicio.) Consideremos ahora las reformas del aparato bancario, financiero y monetario que el Estado cubano instrumentó a finales de la década de 1990. Empecemos por el principio. Los cambios que debió enfrentar la economía cubana durante el período especial, se tradujo en una mayor autonomía para las empresas que –bajo los métodos convencionales de control estatal-- se convirtió un peligro de autarquía contra el régimen socialista cubano. Entonces tal reforma tiene por objetivo superar tales carencias. La ausencia de una “definición conceptualmente integrada” del modelo económico a adoptar, según Oscar U. Echeverría (1997), no impidió que aquella se realizara. La adopción del referente teórico y metodológico de carácter internacional sobre la materia resultaría decisiva. Los nuevos aparatos financieros no pudieron frenar la situación de autarquía que aparecía en la economía, ni esto fue posible siquiera con aquellos esquemas de financiación que apenas facilitaron un precario equilibrio de conjunto. Definitivamente, las formas económicas que sean pertinentes en la transición socialista lo serán mientras contribuyan a construir el comunismo desde el primer momento de iniciado el proceso en cuestión. En tal sentido la reforma que instrumento el actual aparato bancario, financiero y monetario de la economía cubana, no logró su conversión en interfase que contribuya en el proceso de resemantizacion de aquellas viejas categorías del capitalismo, así como facilitar la realizaron del proyecto emancipador que significa la Revolución cubana en sí misma. Estos son temas que deben ocupar mayor espacio. El motivo que nos moviliza no será evidentemente de tipo académico sino político. Los he tratado aquí como consecuencia de la actual batalla de ideas.
La derecha en Cuba está huérfana de ideales. Tengamos en cuenta que cuando la derecha se encuentra en la ofensiva, según ciclos alternos entre Estado y mercado, adopta métodos casi fascistas para gobernar y resulta más arrogante en sus actitudes. (Sobre estos ciclos hablé en un artículo mío: “La mala palabra en Cuba no es centralización sino exclusión”; aquí en Kaos-Cuba.) Durante la pleamar ella cambia. La vieja burocracia en Cuba, por ejemplo, suele resultar algo grosera. Lanza ataques morales para descalificar toda actitud de contestación contra status quo. (¡La misma estrategia que siguió la derecha imperialista en la década de 1960 contra el movimiento pro derechos civiles en Estados Unidos!) La derecha en Cuba, en cambio, practica una hipocresía institucional que le permite reducir en tiempos difíciles los costos sociales en su contra. Entonces ahora se convierte en juez supremo de la sociedad. Cuando se está ante un pueblo entero que debió enfrentar un “período especial” donde se presentó ante la disyuntiva entre asegurar la vida o violentar las leyes, entonces, sabiendo el resultado de tal momento, no sería difícil imaginar el efecto devastador que podría producir estos ataques morales. Esto intenta ser capitalizado por la derecha. Desde luego, los ataques morales de la derecha nos muestran la estatura moral e intelectual de la misma. Desarmar a la derecha es esencial. Superar el pacto indigente que nos sujeta; acusar todos los mecanismos del Estado policial; revelar el carácter antipopular de ciertas políticas públicas. Esto define el espíritu libertario que nos anima. Los cubanos debemos saber a quiénes benefician tales políticas o a cuales lógicas responden ciertos estados de cosas. Entender que la presión de la multitud y de las circunstancias actuales ha justificado llevar adelante las reformas en curso, nos obliga a ser concientes del destino que forjamos en común. Quizá sea poco aquello que pudiera hacer usted. Pero basta que hiciera algo al respecto.

Santa Fe, Ciudad de La Habana, Cuba: 4 de junio de 2008.
E-mail: ramon0260@gmail.com

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